Kitabı oku: «Comentario de los salmos», sayfa 13

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SALMO 9: «ACCIÓN DE GRACIAS POR LA JUSTICIA DE DIOS»

Posiblemente, los Salmos 9 y 10 originalmente formaban un solo poema, como revela el empleo del estilo acróstico en su redacción. Esta metodología utiliza en la estructura poética el alfabeto hebreo, pues cada verso comienza con una de sus letras de forma sucesiva. Este peculiar estilo, que también se incorpora en otros salmos (p.ej., Sal 111; 112; 119), puede contribuir al proceso de memorización de los adoradores, y también puede ayudar las dinámicas del aprendizaje del alfabeto. Algunos estudiosos, por el contrario, opinan que en las comunidades antiguas se pensaba que ese tipo particular de estructura literaria tenía cierto poder mágico que podía ayudar al adorador. Y aún otros indican que era una manera de indicar que se había tratado el tema expuesto de la «A» a la «Z», es decir, de forma completa, cabal, extensa e intensa.

La naturaleza misma de su estructura poética hace del salmo uno temáticamente complejo. En el poema se combinan varios géneros literarios, que se disponen a merced del propósito teológico: p.ej., cántico de acción de gracias (9.1-6), alabanzas a Dios (9.7-12), y súplicas, que incorporan expresiones intensas de confianza en el Señor (9.13; 9.19-20; 10.12-15). La finalidad del salmo es agradecer al Señor su justicia e implorar la destrucción de los enemigos.

El fundamento de la interpretación de los Salmos 9 y 10 como una unidad literaria es el siguiente:

• El algunos manuscritos hebreos, y en versiones griegas y latinas se dispone y afirma la unidad de estos salmos.

• No hay títulos hebreos en al Salmo 10, que en la primera sección del Salterio no es común.

• El artificio acróstico que comienza en el noveno finaliza en el décimo salmo.

• El uso de la palabra hebrea selah al concluir el Salmo 9 no se repite en el resto del libro.

• Y ambos salmos revelan similitudes estilísticas, literarias y de contenido. P.ej., los paralelos temáticos de los «tiempo de angustia» (9.9) y el «tiempo de la tribulación» (10.1), y la repetición de frases e ideas, como las siguientes: «levántate, Señor» (9.19 y 10.12) y «eternamente y para siempre» (9.5 y 10.16).

El motivo para que en la mayoría de los manuscritos hebreos estos salmos se presenten de forma separada e individual, posiblemente, se relaciona con el proceso final edición del Salterio: Una posibilidad es que el editor final dividió el salmo en dos, por razones que no son totalmente claras para los estudiosos contemporáneos de la obra; la segunda alternativa es que el salmo fuera antiguo y el manuscrito no estuviera en buen estado físico, eso habría requerido la elaboración de varias estrofas por el redactor final que afectó los componentes acrósticos del poema.

El autor del salmo es posiblemente un adorador que utiliza esta oración en el culto del Templo de Jerusalén para suplicar la destrucción de sus adversarios y agradecer a Dios sus manifestaciones justas. La referencia al «músico principal» alude a la persona de la tribu de Leví encargada de dirigir los cánticos en el Templo. Y la frase «sobre Mut-labén» puede aludir a los instrumentos de música, aunque también puede significar «con motivo de la muerte de un hijo». Tradicionalmente, el poema se ha relacionado con David; sin embargo, fundamentados en su contenido, es muy difícil identificar con precisión al autor y la fecha de composición, aunque posiblemente proviene de la época preexílica.

La estructura de estos salmos es compleja, por la naturaleza acróstica de su estilo, aunque se puede distinguir algunos temas básicos que le brindan al escrito sentido de orden y progresión. El Salmo 9 se dispone de la siguiente manera:

• Alabanzas al Señor: vv.1-2

• Motivos para la alabanza: vv.3-6

• El Señor es rey y juez de las naciones: vv.7-10

• Invitación a la alabanza: vv.11-12

• Oración de una persona en necesidad: vv.13-14

• Intervenciones divinas en la historia: vv.15-18

• Petición de apoyo al Señor: vv.19-20

De particular importancia en estos salmos es el concepto de Dios que ponen de manifiesto. Presentan al Señor como el rey que estableció su trono en Sión, y afirman que su poder se extiende por las naciones con autoridad eterna (9.4,7-8,11,19; 10.16). Esa teología es similar a la que se revela en los salmos reales (p.ej., Sal 47; 93; 96; 98; 99). En los Salmos 9–10, sin embargo, se enfatiza la responsabilidad divina como juez de las naciones (9.7), que ya ha actuado previamente con justicia y ha manifestados sus juicios en la historia. Y esa percepción teológica de Dios como rey y juez se reafirma en las oraciones y plegarias del pueblo (9.9-10, 12,18; 10.17-18).

vv.1-2: El salmo comienza con una expresión de gratitud extraordinaria. El salmista agradece, alaba y cuenta la maravillas del Señor, y se alegra, regocija y canta al Dios Altísimo. De lo profundo de su corazón surge una expresión sincera de gratitud al identificar y contar las maravillas divinas, que es una forma poética de aludir a las intervenciones de Dios en medio de la historia de la humanidad. Esa expresión del corazón es el opuesto a la alabanza solamente «de labios» que está lejos de agradar al Señor (Is 29.13).

La referencia a «contar las maravillas» divinas revela que el salmo tenía tanto el objetivo privado de oración personal como la finalidad pública de afirmar las acciones de Dios ante la congregación. La expresión hebrea traducida al castellano por «maravillas» se utiliza en 27 ocasiones en el Salterio, y en otras 45 en el resto del Antiguo Testamento. En la mayoría de los casos la palabra alude a las obras de creación de Dios (p.ej., Sal 136.4), o al juicio y la redención divinas (Sal 26.7; 71.17; 75.1; 78.4,11). El autor, posiblemente, deseaba afirmar esas intervenciones extraordinarias de Dios como ejemplos de su favor hacia su pueblo, Israel. Y el nombre divino, Altísimo, es un título muy antiguo del Señor que pone de relieve su autoridad y dominio sobre todo el universo (véase Sal 7.17; 18.13; 46.4; 47.2; 91.1).

vv.3-6: En esta sección del salmo se identifican los motivos de las alabanzas al Señor. El salmista expresa su gratitud al identificar las intervenciones de Dios contra sus enemigos, que retrocedieron, cayeron y perecieron. Además, fundamenta sus gratitudes en las acciones justas del Señor, que favorece sus derechos y mantiene en alto su causa. El Dios del salmista es juez justo, y esa convicción es la base de su agradecimiento; y el recuento de la historia de la salvación es el fundamento de su esperanza.

Esa capacidad divina de implantar la justicia hace que las naciones enemigas sean reprendidas y los agentes de maldad sean destruidos. La expresión «borraste el nombre de ellos» es una manera simbólica de decir que el Señor destruyó a los enemigos individuales y nacionales para siempre, una forma poética de indicar que los adversarios han sido vencidos permanentemente. «No hay memoria de ellos» pues la intervención divina destruyó su existencia, los eliminó de forma radical y permanente. Como la creación comienza con los actos de identificar y nombrar (Gn 2.18-23), la destrucción permanente finaliza con la eliminación del nombre.

La referencia a que los enemigos «se volvieron atrás» –como símbolo de derrota– es similar a decir que el salmista se acercó y miró al Señor. Y la simbología del «trono» se relaciona con la teología que afirma el poder judicial de Dios, que en este contexto específico es el trono de juicio y destrucción (Sal 122.5; Pr 20.8; Dn 7.9; Mt 19.28; Ap 20.4). Posiblemente, estos versículos se utilizaban como parte de la liturgia en el Templo que glorificaba al Señor como juez del mundo y la humanidad, y lo celebraba como poderoso en la batalla.

La expresión traducida al castellano como «para siempre» alude en hebreo a los tiempos más lejanos y remotos, tanto en el pasado como en el futuro. Describe lo impensable e inimaginable del tiempo, y revela su manifestación más lejana que sobrepasa los límites de la historia. Es la forma semítica de transmitir y afirmar los conceptos de eternidad y perpetuidad.

vv.7-10: Estos versículos ponen de manifiesto las virtudes divinas que afirman las victorias sobre los enemigos y propician la alabanza del salmista. Describen el fundamento de las acciones divinas previamente descritas (vv.3-5). El Señor prevalecerá como juez eterno, para juzgar al mundo con justicia y a los pueblos con rectitud. Y esa capacidad de implantación de la justicia hará posible que los pobres tengan refugio en tiempos de angustia, y que las personas que conocen al Señor vivan confiadas. En efecto, el poema lo afirma y el salmista los describe: ¡Dios no desampara a quienes le buscan!

El trono de Dios está, según el testimonio bíblico, en el cielo (Sal 11.4; 103.19; 1 R 22.19; 2 Cr 18.18; Is 6.1; 66.1; Lm 5.19; Ez 1.26; 10.1). Sin embargo, se representaba en el Templo en el Arca del Pacto o Alianza o en la misma ciudad de Jerusalén (Jer 3.17). En este contexto se afirma que el trono es símbolo de la implantación de la justicia, alude a los actos divinos que destacan su rectitud. Y esas acciones de Dios le brindan las personas en necesidad sentido de futuro y esperanza. De acuerdo al poema, para esas personas en angustia, el Señor es «refugio», protección, apoyo, fortaleza, y seguridad en tiempos de guerra. La imagen empleada evoca la teología del Señor Dios de los ejércitos, que afirma el poder divino para vencer los enemigos de su pueblo.

La referencia a las personas que conocen el nombre del Señor es teológica, temática y poéticamente muy importante. «Conocer» el nombre divino es aceptar la voluntad de Dios e incorporar sus preceptos y mandamientos en el estilo de vida del adorador. Conocer, en la sociedad hebrea, es mucho más que identificar y distinguir a alguien, es establecer una relación de intimidad, respeto, apoyo mutuo y dignidad. En el salmo es una manera figurada de describir las relaciones con el Dios que está al lado de las personas menesterosas, cautivas y oprimidas (Sal 46.7,11). Y la frase «los que te buscaron» puede aludir a la gente que busca los oráculos o mensajes proféticos del Señor (1 R 14.5), o la que adora a Dios en el culto (Sal 105.4).

vv.11-12: Luego de afirmar y celebrar al Dios que interviene y protege a la gente en necesidad, el salmista retoma el tema de la alabanza y gratitud al Señor. Como respuesta agradecida a las manifestaciones divinas en la historia, el salmista canta a Dios y publica entre las naciones sus obras. El fundamento de estas expresiones es que el Dios bíblico no se olvida del clamor de la gente afligida. De acuerdo con el poema, el Señor se acuerda de las personas que han sufrido violencia e injusticias en la vida.

El que «habita» en Sión, se refiere al Señor «que tienen su trono» en el cielo, pero que lo representa el Arca en el Templo, que es lugar visible del trono invisible de Dios. El salmista pensaba que la manifestación concreta de lo inefable estaba en Sión, en la ciudad de Jerusalén, en el Templo, específicamente en el Arca del Pacto. Ese lugar sagrado del Templo era la contraparte terrenal del trono celestial, eterno e indescriptible de Dios. Sión en este contexto poético del salmo es el símbolo de la presencia divina que tienen la finalidad de implantar la justicia a la gente oprimida.

La referencia a «publicar» las obras del Señor entre las naciones alude al acto de contar las intervenciones divinas en medio de la historia del pueblo de Israel. No está interesado el salmista en algún tipo de conocimiento superficial sino en el reconocimiento, aprecio y afirmación de las implicaciones nacionales e internacionales de esas manifestaciones de Dios. La imagen del «que demanda la sangre» revela el entorno de violencia que rodea al salmista, y describe a Dios, que no deja sin castigo a las personas culpables. Los afligidos a los que se alude en el salmo no pasan por dificultades superficiales, sino están en peligro de muerte. Y ante la naturaleza crítica, inmediata, extensa e intensa de la crisis, se presenta al Dios que no ignora el derramamiento de sangre inocente y no olvida el clamor y la causa de la gente afligida y oprimida por los diversos problemas y situaciones de la existencia humana.

vv.13-14: A la alabanza le sigue una breve oración, que implora y suplica la misericordia de Dios. El salmista clama al Dios que tienen la capacidad y el deseo de intervenir en su aflicción. Reconoce que sus padecimientos se relacionan con la gente que le aborrece, pero afirma que Dios le levanta aún del umbral o las puertas de la muerte, que puede ser una alusión poética a alguna enfermedad personal o calamidad nacional. El objetivo de ese acto liberador de Dios es que el salmista cuente las alabanzas divinas y disfrute su salvación. Esas declaraciones de gratitud del salmista pueden ser parte del culto, afirmaciones de fe ante el resto de la comunidad que adora.

En la antigüedad, las puertas de la ciudad era el lugar donde se reunían las comunidades para atender sus asuntos de importancia, como la implantación de la justicia y las deliberaciones jurídicas. En este contexto del salmo, se contraponen poéticamente las puertas de la muerte y las puertas de Sión. De afirma de esta manera el viaje de la muerte a la vida, se pone de manifiesto el fundamental proceso de liberación que mueve al adorador de la angustia del dolor y la aflicción al gozo de la esperanza de la liberación. El texto hebreo alude a las «hijas de Sión», que es una expresión que aparece únicamente aquí en el Salterio, pero que es común en los libros de Isaías y Lamentaciones. Es una forma poética de referirse a Jerusalén, pues las ciudades eran vistas como las madres simbólicas de sus ciudadanos (p.ej., «hijos de Sión» –Sal 149.2; Lm 4.2; Jl 2.23–; e «hijas de Sión» –p.ej., Is 3.16; 4.4; Jer 4.3; 6.2).

vv.15-18: Prosigue el tema de la historia de la salvación, y continúa la afirmación de las intervenciones de Dios en la vida del pueblo. Las naciones se hundieron en los hoyos que ellas mismas cavaron, se enredaron en sus propias trampas. El Señor intervino en las vivencias de su pueblo y manifestó su juicio, reveló su autoridad, demostró su virtud de justicia. Los malos serán llevados al Seol, o lugar de los muertos, donde también irán las naciones que se olvidaron de Dios. La imágenes de hoyos, fosas y redes se utilizan en los salmos para describir las insidias y maquinaciones de enemigos y adversarios (Sal 57.6; 64.5; 124.7; 141.9; 142.3).

La referencia a las intervenciones de Dios en la historia nacional inspira a nuevos adoradores y fomenta esperanza en las nuevas generaciones. De esta forma histórica, teológica y poética se afirma a la persona menesterosa, angustiada y cautiva, y se motiva a la afligida, perseguida y desesperada. La esperanza de la gente en necesidad no terminará porque se fundamenta en la capacidad divina de intervención y en su deseo de liberación. El futuro de las personas necesitadas, como el salmista, es diametralmente opuesto al porvenir de las naciones y las personas malvadas: ¡Los primeros tienen esperanza, los segundos no tiene porvenir!

Al finalizar el versículo 16 el salmo incluye dos términos hebreos, selah y higaión, que posiblemente tienen implicaciones musicales: el primero es quizás una indicación litúrgica, que puede aludir a algún tipo de pausa, repetición o cambio de voz en el cántico del salmo; el segundo se suele traducir como «sordina», y es posible que haga referencia a algún tipo de bajada o cambio del tono o volumen de voz en la presentación del salmo.

vv.19-20: Los versículos finales del salmo incluyen una oración que suplica una vez más la intervención de Dios. El salmista implora la intervención divina con varios imperativos, que ha sido traducidos al castellano como: Levántate, infunde y conozcan. El primer reclamo recuerda los gritos del guerra del antiguo Israel que conquista Canaán (Sal 7.6); el segundo solicita la intervención que produce temor en los enemigos del pueblo; y el tercero afirma que las naciones no son dioses, solo personas que no tienen poder ni la autoridad para cambiar el curso de la historia.

Para culminar esta sección inicial del poema, el salmista le pide a Dios que implante la justicia, al impedir que se fortalezcan sus enemigos y al juzgar a las naciones. Reclama la intervención de Dios, y por la vía del contraste afirma el poder divino que sobrepasa los límites humanos.

Finaliza el poema con el término hebreo selah, que puede ser una indicación que el escrito prosigue, pues no es común el uso de esta palabra para finalizar algún salmo.

SALMO 10: «PLEGARIA PIDIENDO LA DESTRUCCIÓN DE LOS MALVADOS»

El Salmo 10 continúa la estructura acróstica del anterior y pone de manifiesto el tema del juicio a la gente malvada. Ante la arrogancia de esas personas, el salmista clama por el juicio divino e implora la justicia. De particular importancia en el poema es la inclusión del «ateísmo» práctico, en el cual indica que «el malo, por la altivez de su rostro, no busca a Dios; no hay Dios en ninguno de sus pensamientos» (v.4). Esa actitud de prepotencia caracteriza las descripciones de las personas que persiguen a la gente pobre. El salmo no presenta los argumentos filosóficos de la inexistencia de Dios sino afirma que la gente malvada vive sin tomarlo en consideración.

El sistema de pensamiento que promulga el ateísmo teórico era muy raro en el Oriente Antiguo y en el Mediterráneo, que tenían culturas que afirmaban la importancia de las divinidades en las sociedades. En el entorno bíblico, la fe en Dios se fundamenta en la revelación, que pone de manifiesto el poder y la voluntad de la divinidad que se revela al pueblo. Las Sagradas Escrituras incluyen las narraciones de las intervenciones divinas en medio de las vivencias del pueblo de Israel, mediante la acción o la palabra de profetas, sacerdotes y apóstoles.

La crítica del salmista no es al tipo de persona que puede no creer en Dios como producto del análisis sistemático y racional, pero que tiene buenos valores éticos que fundamentan sus actos en la vida. El poema reacciona ante las personas que no tienen principios morales que guíen sus conductas diarias, y utilizan el poder que ostentan para hostigar, herir y aprovecharse de las personas más débiles. El salmo es una muy clara declaración teológica en contra de un tipo particular de persona que, independientemente a lo que diga respecto a Dios, actúa en la vida sin tomar en consideración las implicaciones éticas de sus afirmaciones teológicas.

El tipo literario del Salmo 10 –a diferencia del anterior, que era un cántico individual de acción de gracias– se asemeja al lamento individual. Esos cambios abruptos de temas y estilos se repiten con alguna frecuencia en el Salterio (Sal 22; 36; 52; 77), pues posiblemente en la redacción final de estos poemas se unieron algunos poemas con temas similares o complementarios para expresar nuevas ideas o enfatizar algún tema particular. Su estructura literaria sigue el siguiente patrón:

• Clamor del salmista por la lejanía de Dios: v.1

• Descripción de la gente malvada: vv.2-11

• Clamor que pide la intervención divina: vv.12-15

• El Señor escucha a las personas humildes: vv.16-18

v. 1: El salmo comienza con una muy importante pregunta retórica al Señor: ¿Por qué estás lejos y te escondes en el tiempo de la tribulación? (v.1). El salmista se siente abandonado y posiblemente rechazado, y reclama al Señor su presencia en el momento oportuno, solicita su manifestación redentora en el instante de necesidad. La crisis es producto no solo de las maquinaciones antagónicas de sus adversarios sino de la ausencia o lejanía divina, que es el primer tema de su oración.

El tema de la inacción de Dios –p.ej., la falta de intervención divina en la adversidad de los adoradores– es recurrente en el Salterio (véase Sal 13.1; 22.1-2; 35.22; 38.21; 42.9-10; 43.2; 71.12; 88.14). Junto a la preocupación real que atañe la calamidad que azota a la persona que adora y se acerca al altar divino humillada, le angustia al salmista la idea de la posible lejanía de Dios. La primera idea que se pone de manifiesto con claridad en el poema se relaciona con la distancia que el salmista percibe entre Creador y criatura, y esa percepción propicia la posibilidad de la ausencia divina en tiempo de tribulación.

Este tema del Dios lejano o ausente también se repite en la literatura poética y profética (p.ej., Is 1.15; Lm 3.56). Y en esa tradición de clamores, el salmista implora la intervención de Dios, no para que le exprese algún apoyo general, impersonal, hipotético y lejano. No está interesado el salmista en palabras superficiales de consolación y ayuda: ¡En el instante de la crisis se requieren acciones afirMtivas, se necesitan manifestaciones liberadoras, se demandan revelaciones transformadoras! En este sentido, los actos de liberación de las personas en necesidad, dolor, pobreza y desesperanza son también importantes y necesarias declaraciones teológicas de la cercanía del Señor.

vv.2-11: En esta sección el salmista presenta a la gente malvada con gran capacidad literaria y criticidad ética. Describe sus acciones impropias y hostiles: Arrogantes, altivas, maldicientes, jactanciosas, codiciosas, engañadoras, fraudulentas y acechadoras. Alude a sus acciones impertinentes y agresoras: Persiguen y atrapan al pobre, bendicen al codicioso, desprecian al Señor y a sus adversarios, sus caminos son torcidos, acechan al desvalido, Mtan al inocente y hostigan los desdichados. Y respecto a Dios, prosigue el salmista: Actúan sin su consentimiento, sin reconocer sus principios ni aceptar su voluntad; no buscan la dirección divina, ni en sus pensamientos tienen al Señor; y afirman que Dios se esconde, se olvida y ¡nunca ve nada! La prepotencia que manifiestan es tal, que piensan que nunca caerán ni les alcanzará la desgracia.

Esta porción bíblica es un magnífico ejemplo de las extraordinarias virtudes poéticas y literarias del Salterio. Con gran dominio del idioma, para manejar el tema y las imágenes, el salmista pinta un cuadro sombrío, tétrico y complejo de las actitudes de la gente malvada que actúa en contraposición de las personas de bien, identificadas explícitamente en el texto como gente pobre, inocente, desvalida y desdichada. Y ante tales actitudes, el poema afirma con seguridad y firmeza: ¡El malo caerá en las mismas trampas que ha preparado!

De acuerdo con el poema, la gente que actúa fundamentada en la hostilidad, el resentimiento y la maldad recibirán las consecuencias de sus propias acciones. Según el salmo, el resultado neto de esas manifestaciones de maldad es que las personas que actúan con esas actitudes impropias e indeseables serán objeto de las mismas dinámicas adversas que generaron y propiciaron. El gran tema de la sección es el siguiente: La maldad genera maldad, que finalmente atrapa a quienes la propician e inician.

La palabra hebrea para referirse a «los malos», rasa, originalmente identifica a personas que ha sido declaradas culpables de algún cargo, pero en la literatura poética, particularmente en el Salterio, describe figuradamente a los enemigos de Dios, que también son adversarios de la gente noble, buena, justa y bienaventurada (véase, p.ej., Sal 1.1; 28.3; 140.4). Esa persona, que de antemano pone de manifiesto su culpabilidad, se dedica a perseguir y tratar de destruir a los pobres, que en estos contextos poéticos identifican mucho más que una condición socioeconómica.

vv.12-15: Luego de la descripción de los malos el salmista se torna al Señor. Con gritos de combate –p.ej., «levántate» (Sal 7.6; 9.19) y «alza tu mano»– reclama la intervención divina: ¡No te olvides de los pobres! ¡No ignores el dolor de los menesterosos! ¡No rechaces la oración de los necesitados! ¡No olvides las consecuencias sociales, económicas y espirituales de la gente que padece necesidad!

Para el salmista el rechazo a Dios de parte de la gente malvada se fundamenta en una teología equivocada. Piensan erróneamente que el Señor no les habrá de pedir cuentas; creen que Dios no evaluará sus decisiones y actitudes; y asumen que la divinidad no está interesada en los asuntos diarios, que ignora las vivencias de los individuos y los pueblos. Ante esa actitud arrogante, el poeta indica que el Señor ha visto las acciones y las vejaciones de las personas malas, y recompensa a los desvalidos y huérfanos. La respuesta divina a esa actitud prepotente generada por la maldad es de juicio: ¡Rompe el brazo del inicuo y castiga la maldad del malo!

vv.16-18: Y para complementar esa afirmación de juicio, y también para introducir las afirmaciones de esperanza, el salmo añade una alabanza (v.16): El Señor es rey eterno y actuará para desaparecer las naciones, en una referencia a las que son enemigas del pueblo de Dios. La actitud divina de juicio se relaciona con la enemistad de las naciones no se fundamenta en un rechazo étnico.

Las palabras finales del salmo son declaraciones de fe y esperanza para la gente que sufre. Dios escucha el clamor de la gente humilde, los anima y les presta atención. El Señor hace justicia al huérfano y al oprimido, pues su propósito es erradicar la violencia de la tierra. De acuerdo con el salmo, el Dios bíblico tiene el poder, la autoridad y el deseo de finalizar con las actitudes de maldad que traen injusticias en la humanidad.

Termina el salmo con varias afirmaciones de fe que responden efectivamente a las declaraciones teológicas adversas de la primera sección del poema: ¡La arrogancia de la gente malvada tiene su término! ¡La prepotencia de los opresores tiene su final! ¡La hostilidad de las personas egoístas tiene su fin! ¡La agresividad de los hombres y las mujeres de maldad terminará!

SALMO 11: «EL REFUGIO DEL JUSTO»

Este poema pone en clara evidencia la alegría y el contentamiento del salmista al reconocer la seguridad que genera su confianza en el Señor. Aunque está en medio de dificultades y problemas, el salmista afirma que el fundamento de su seguridad proviene del Dios que toma en consideración a la gente recta de corazón y hace justicia a las personas malas y perversas. El poema revela en su clamor que las personas rectas verán el rostro divino, que es una expresión figurada para indicar que recibirán el favor y la misericordia de Dios.

El salmo es, posiblemente, un cántico individual de confianza, aunque evoca algunos temas de los salmos de lamentación. El adorador recurre al Señor en medio de algún peligro extremo, y se presenta ante Dios cuando está a merced del enemigo que le ataca. Posiblemente, el contexto original de esta oración es el Templo de Jerusalén, aunque no necesariamente sea el entorno del culto. Quizá el salmista encontró refugio y santuario en el Templo, desde donde se dirige a los amigos que le ayudaron a escapar de sus enemigos.

El título hebreo relaciona al salmo con David, y dedica el poema «al músico principal», que puede ser una referencia a su uso posterior en la liturgia del Templo. Algunos estudiosos indican que es un salmo preexílico, y que se puede relacionar con algún episodio descrito en la Escritura (p.ej., 1 S 18).

La estructura del poema no es compleja, y puede dividirse en dos secciones principales. Los temas fundamentales son la angustia de la persecución y el gozo de la esperanza:

• Sentido de desesperanza del salmista: vv.1-3

• Restauración de la confianza en el Señor: vv.4-7

vv: 1-3: La primera frase del salmo es, posiblemente, su verdadero título: «En el Señor he confiado», que también puede traducirse como «en el Señor me refugio». La confianza y el refugio del salmista está en el Templo (v.4), que es el símbolo visible de la presencia divina invisible. La situación personal del salmista podía ser de peligro mortal (véase Éx 21.12-25; 1 R 1.50), que fue la dinámica que le movió a buscar refugio y santuario en el Templo.

Aunque el poema puede referirse a las crisis regulares de la vida, en ese contexto de dolor personal y adversidad extraordinaria el salmista se sorprende que alguien le recomiende huir a los montes, que evada su responsabilidad. El poeta no desea abdicar ante los desafíos formidables que debe enfrentar; por el contrario, desea enfrentar la adversidad sin huir de la comunidad.

La imágenes que se utilizan en el poema son extraordinarias. «Decir a mi alma» es una manera figurada de indicar que le han preguntado, aunque el poema no identifica a los que le interpelan. La referencia a «huir a los montes» puede traer a la memoria las narraciones patriarcales de Lot, en las que un ángel le indica que huya a los montes antes del juicio a Sodoma y Gomorra (Gn 19.24). Algunos estudiosos piensan que esa expresión es una especie de frase idiomática para describir momentos de desesperación y persecución.

Se le recomienda al poeta huir, pues la gente malvada y enemiga se prepara para el combate, se organiza para vencerle. Sus enemigos tienen arcos y saetas dispuestos para la guerra, aunque el ataque se organiza en lo oculto, el conflicto es solapado y la dificultad actúa de forma disimulada. Los rectos de corazón son los recipientes de las dificultades y angustias generadas por la gente malvada.

La comprensión e interpretación del versículo tres es compleja. La referencia a los «fundamentos» puede ser una frase poética que alude a los principios legales y morales básicos que se incluyen en la Ley de Moisés. Otras personas que estudian el pasaje piensan que es una posible alusión a las instituciones básicas de la sociedad: p.ej., las organizaciones que mantienen y sostienen el orden social, político, económico y religioso.

La ambigüedad de las imágenes y las polivalencias semánticas ponen de relieve la belleza del escrito. Y la pregunta retórica, «¿qué puede hacer el justo?», es una forma de indicar que las dinámicas que azotan y destruyen los fundamentos de la vida son superiores a las fuerzas y energías de la gente de bien. En efecto, cuando los cimientos morales de la sociedad se destruyen, la gente justa se convierte en fugitiva, se subvierte el orden natural de la existencia humana, se transforma la dinámica lógica de la vida.

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