Kitabı oku: «Comentario de los salmos», sayfa 11

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SALMO 3: «ORACIÓN MATUTINA DE CONFIANZA EN DIOS»

El tercer salmo presenta una oración intensa, profunda, sentida. El salmista clama por apoyo y seguridad, en medio de la persecución y delante de la multitud de los adversarios. Su fuente de esperanza está en el Señor, y su salvación proviene del Dios que se «levanta». Para el poeta del salmo, su refugio no es humano sino divino, y su futuro está en las manos de quien tiene el poder y el deseo de redimirlo. Luego de los primeros dos salmos de énfasis didáctico y sapiencial, se presenta esta plegaria individual que reclama ayuda divina en medio de la crisis.

Generalmente, este salmo se relaciona con los lamentos individuales del Salterio. En su título hebreo se indica que es un salmo de David, cuando huía de su hijo Absalón (2 S 15–19). Como el resto de estos títulos hebreos, esta referencia es una añadidura posterior que intentaba relacionar los salmos con David, que era reconocido en el pueblo no solo como monarca y militar, sino como poeta, músico y «dulce cantor». En el salmo se alude a los enemigos en forma general, y no se menciona específicamente a Absalón, tercer hijo de David, cuya madre, Talmai, era la hija de Geshur, monarca de Aram (2 S 3.3).

El lenguaje militar que se manifiesta en el salmo puede ser indicativo de que su autor era parte de la corte real –o inclusive ¡un rey de la dinastía de David!–, aunque alguien fuera de esos círculos reales pudo haber escrito un poema de angustia personal, fundamentado en sus experiencias adversas en la vida. Y si quien habla en el salmo es el rey, entonces el contexto litúrgico era algún día de dolor e intercesión nacional; si, por el contrario, su autor es un israelita afligido y necesitado, el contexto del poema era la plegaria personal e individual en algún momento de particular crisis, enfermedad o acusación injusta. Posiblemente,, el salmo fue escrito en el período preexílico, pues el idioma manifiesta un tipo de ambiente bélico tradicionalmente relacionado con el período de la monarquía israelita.

La poesía del salmo incluye cuatro estrofas y una métrica regular. Comienza con una invocación al Señor, que precede la descripción de la plegaria. El tema del salmo se mueve del clamor en la dificultad a la afirmación de confianza y seguridad en Dios: Desde la expresión de herida profunda y mortal (v.7), hasta la celebración de la victoria que proviene del Señor (v.8).

La estructura del salmo es la siguiente:

• La crisis del salmista: vv.1-2

• El Señor es mi escudo: vv.3-4

• El Señor es mi victoria: vv.5-7

• El Señor es mi salvación: v.8

vv.1-2: El salmo comienza con preocupación y dolor: ¡Se han multiplicado los adversarios y enemigos del salmista! El poeta se admira de las dinámicas que le rodean, que en vez de propiciar seguridad y esperanza presagian conflicto y lucha. La oración final de la estrofa es reveladora: ¡Los enemigos le indican que Dios no lo puede ni quiere salvar! Se afirma de esta forma lo extremo de la crisis, se pone de relieve la naturaleza del dolor, se revela la desesperanza en grado sumo.

Lo que caracteriza el inicio de la oración es la preocupación, sin embargo, como la plegaria se hace a Dios, manifiesta un sentido implícito y solapado de esperanza. El salmista se allega al Señor en medio de la crisis, pues entiende que las fuerzas que afectan su existencia pueden cambiar ante las acciones divinas de liberación. La admiración de la primera estrofa pone en evidencia la seriedad del problema.

En el poema no se identifican con precisión los «adversarios», aunque la referencia puede aludir a los enemigos tradicionales del rey p.ej., naciones enemigas y monarcas extranjeros; y cuando el salmo se leía posteriormente en la historia, cuando la monarquía había cesado, la expresión podía entenderse en términos de los antagonismos personales e individuales. La multitud que habla en contra del adorador describe apropiadamente tanto a gente rebelde (2 S 18.31,32) como a los enemigos personales (Jue 20.5) y las naciones extranjeras (Abd 1).

Según los adversarios y las personas que se levantaban en su contra, la condición del salmista no propiciaba ningún tipo de ayuda, ni resistía el apoyo. Para sus enemigos, ¡ni Dios mismo podía intervenir para rescatar y salvar al salmista de su crisis! La gravedad de su condición llegó a tal punto, que no tenía remedio, ni futuro. Posiblemente,, de acuerdo a la teología de la época, se pensaba que la persona aludida había pecado de forma extraordinaria (Job 8.6), para estar en esa condición terminal.

La palabra hebrea Selah, que no se traduce en las versiones Reina-Valera de la Biblia, se encuentra en 74 ocasiones en el Antiguo Testamento: 71 en el Salterio y 3 en Habacuc. Tenía, posiblemente, algún valor musical, invitaba a la congregación a responder de alguna manera, e inspiraba al pueblo a incorporarse en el culto (véase la Introducción).

vv.3-4: Luego de comprender la gravedad de su condición y situación, el salmista profesa su fe en el Señor, que es «escudo» y «gloria». La imagen del escudo alude a una muy importante armadura de defensa del guerrero. Este equipo de batalla era de forma redonda, y podía ser de metal o probablemente de madera cubierta de cuero, que previamente había sido preparado con aceites y grasa de animales (Is 21.5).

En el contexto del salmo se compara a Dios con el escudo del guerrero, que revela su utilidad e importancia al fragor de la batalla. Dios protege al salmista de los ataques de sus enemigos y adversarios, y se convierte en la fuente de su seguridad y esperanza. Esa capacidad protectora de Dios le hace merecedor del ser la «gloria» del salmista. Posiblemente,, la expresión debe entenderse como una referencia a Dios, en «quien me glorío», que transmite la idea de «quien restablece mi honor, afirma mi dignidad y reconoce mi integridad» (Sal 21.5; 62.7).

«Levantar la cabeza» es generalmente una imagen legal y jurídica. Puede aludir al gesto del juez cuando declara la inocencia de algún acusado, y lo demuestra ordenando el gesto de levantar la cabeza. La expresión también puede reflejar los antiguos entornos penales, cuando se liberaba de la prisión a alguna persona (Gn 40.13,20; 2 R 25.27; Jer 52.31). En el contexto teológico y espiritual del salmo, la expresión revela la actitud divina que es capaz de transformar las realidades adversas de las personas afligidas y necesitadas al «levantarlos» y ponerlos en algún sitial de honor y dignidad. De un lado, el salmista acepta la gravedad de su condición; del otro, reconoce la capacidad divina de liberación.

Ante el clamor y grito del salmista, el Señor responde desde su monte santo. Dios recibe las plegarias que surgen de la angustia y responde las oraciones que reconocen su necesidad. Su monte santo alude a la morada divina, que en el salmo es una referencia a Sión (Sal 2.6). Y aunque en Israel la santidad divina se manifestaba en la presencia del Arca del pacto o en el Templo, el monte santo era para las culturas del Medio Oriente el particular lugar de morada de la divinidad; y representaba, además, la bóveda celeste y la tierra que le pertenecía al Señor (Sal 14.7; 20.2).

vv.5-7: Luego de las afirmaciones de dolor y de preocupación, el salmo incluye varios elementos de esperanza. El salmista durmió –¡y tuvo lo que parece ser una pesadilla!– y al despertar se percató que Dios le acompañaba y sustentaba. El apoyo divino da valentía y fortaleza para enfrentar a los enemigos que le sitiaban. La presencia de Dios le permite despertar con sentido de futuro y seguridad. Y la oración del salmista, al descubrirse protegido y cuidado, es de afirmación y seguridad: ¡El Dios bíblico hiere a los enemigos y quebranta a los perversos!

Las referencias al sueño aluden al proceso de descanso y reposo, no son indicaciones de búsqueda de revelación . Y la invocación «levántate», más que al acto físico de incorporarse, revela el deseo de intervención divina que manifiesta el salmista, revela su apetito por la revelación de Dios, alude a su anhelo de salvación y futuro (Is 60.1). Posiblemente, esa expresión «levántate Señor» era un tipo de grito de guerra relacionado con el Arca del pacto (Nm 10.35; Sal 68.1), que simbolizaba la presencia divina. ¡El Dios del salmista tiene el poder de salvar y el deseo y de redimir!

«Herir en la mejilla» es una forma de insulto y desprecio (1 R 22.24; Job 16.10; Lm 3.30; Miq 5.1). Y la metáfora de «los dientes de los perversos quebrantados», evoca la imagen de las fieras salvajes que no tienen el poder de hacer daño (Job 29.17; Sal 58.6). Juntos, estos dos artificios literarios ponen de manifiesto el poder divino que le permite al salmista levantarse airoso de la crisis.

v.8: La afirmación final del salmo es de seguridad y esperanza: La salvación le pertenece a Dios, y la bendición es para el pueblo. Luego del reconocimiento de las complejidades y dificultades de la crisis, el salmista profesa que el dolor no tiene la última palabra contra la gente de bien, ni la angustia es la condición definitiva de las personas con fe. La primera parte del versículo final es una confesión pública de fe; y la segunda, una petición de bendición divina.

La lectura cuidadosa del salmo pone de relieve la realidad de la vida, con sus complejidades, contradicciones y desafíos. El salmista expresa su queja ante sus enemigos, pero también revela su convicción de que Dios responde a sus plegarias e interviene en la vida. Y fundamentado en esas convicciones, declara su fe y esperanza, y afirma con seguridad que la victoria en la vida emana del Señor.

Este salmo comienza una serie importante de oraciones (p.ej., Sal 4–6) que son una especie de respuesta a la teología y los propósitos de los primeros dos poemas del Salterio: ¡La gente bienaventurada, que medita en la Ley y confía en el Señor, reconoce la importancia de la oración!

SALMO 4: «ORACIÓN VESPERTINA DE CONFIANZA EN DIOS»

Similar al poema anterior, este salmo es una oración intensa de confianza y seguridad en el Señor. El salmista clama por la respuesta divina en forma de justicia, misericordia y alivio. Su oración responde a la infamia, vanidad y mentira de la gente, y se fundamenta en la capacidad de intervención liberadora que tiene el Señor. El salmista, luego de la oración, duerme confiado, aunque sea objeto de persecuciones y acusaciones injustas, pues reconoce que la presencia divina le acompaña.

El salmo es un tipo de lamento individual, que a su vez puede catalogarse temáticamente como una oración de confianza personal. Posiblemente,, su contexto original eran las ceremonias religiosas del Templo de Jerusalén, donde se dilucidaban algunos casos complicados de índole legal (Dt 17.8-13; 19.16-21); no debe relacionarse este poema con las oraciones antiguas que pedían lluvias a las divinidades. El salmista, que en su entorno inicial no necesariamente es el rey ni el sumo sacerdote, transmite los sentimientos comunes de las personas que en medio de alguna crisis desean afirmar su confianza en Dios. Posiblemente,, el autor está acusado injustamente de algún crimen, y aunque fue declarado inocente, todavía siente algunas voces de injuria y calumnia. Como el salmo no identifica precisamente al autor y sus circunstancias, la interpretación se hace complicada.

El título hebreo del salmo pone de relieve algunos de sus detalles musicales. Relaciona el poema con el «músico principal», que posiblemente era el levita encargado de los cánticos del Templo (véase 1Cr 15.21 y la Introducción). «Neginot» alude quizá a los instrumentos de viento –p.ej., una flauta– que se utilizaban en la música y en el acompañamiento de las alabanzas a Dios en el Templo de Jerusalén (Sal 6; 54; 55; 61; 67; 76). La referencia a David asocia el poema con el famoso rey de Israel, y con la colección de salmos que se le atribuyen. Y la inclusión del término hebreo Selah en dos ocasiones confirma la importancia musical del salmo.

El salmo tiene cuatro estrofas, que se disponen estructuralmente de la siguiente forma:

• Invocación a Dios: v.1

• Respuesta divina: vv.2-5

• Seguridad divina: vv.6-7

• Confianza en el Señor: v.8

v.1: El salmo comienza con un petición clara y directa: El salmista está en medio de una gran crisis personal e invoca la justicia divina, al desconfiar de los procesos jurídicos humanos. Clama en medio de la angustia, y afirma que en situaciones anteriores de dolor el Señor se ha manifestado con justicia, alivio y misericordia. ¡El Dios del salmista escucha sus oraciones!

La referencia a Dios como «justicia mía» alude al poder divino de vindicar y hacer justicia a personas que han sido procesadas de manera injusta y calumniosa. Y las manifestaciones de apoyo y misericordia son expresiones claras del poder liberador de Dios, que se manifiestan de manera gratuita.

vv.2-3: El salmista pregunta «hasta cuándo». En medio del dolor clama, exclama y reclama, pues desea ver terminadas sus angustias. El poeta, en la crisis, confronta a sus adversarios con la seguridad que tiene en Dios. Su preocupación básica se relaciona con su honra, que es un valor fundamental que incluye los conceptos de honor, prestigio e integridad. Las actitudes de infamia, vanidad y mentira de sus acusadores y enemigos se sobreponen a dos de los valores fundamentales de la vida: La verdad y la justicia. La referencia al honor no necesariamente alude al rango político o abolengo social del salmista, aunque no los excluye.

La respuesta del salmista ante la crisis es de confianza y seguridad. Afirma de forma general que el Señor ha escogido para sí a la gente piadosa, y añade, desde la perspectiva personal, que Dios le escuchará cuando clame. De acuerdo al poema, el Señor mismo ha separado a la gente piadosa para que reciba un trato justo y digno en la vida, no los ha dejado a merced de la injusticia y la mentira. Y la referencia al «piadoso» que ha sido escogido por el Señor, describe a la persona que ha aceptado la voluntad de Dios y se ha incorporado al pacto o alianza.

vv.4-5: Estos versículos presentan el reclamo del salmista ante sus acusadores. Les invita a actuar con temor y a evitar el pecado, les llama a meditar en el anoniMto de la noche y en la soledad, y les desafía a humillarse, ofrendar y confiar en el Señor. El pasaje, que presenta varias dificultades textuales, transmite la idea de forma precisa: El salmista reclama justicia de quienes le persiguen, y evoca la autoridad divina para que detengan sus acciones injustas y crueles. El fundamento del clamor del salmista es su confianza en el Señor, que pasa a sus enemigos para que cambien de actitud.

La palabra traducida en Reina-Valera como «temblad», transmite la idea de temor y reconocimiento ante el Señor, y unida a la frase «no pequéis», reclama un cambio radical de actitud en la vida. En la Epístola a los Efesios se cita libremente este línea poética, para advertir a los creyentes de los problemas relacionados con la ira y las dificultades asociadas con mantener el enojo (Ef 4.26).

«Meditad en vuestro corazón» es una manera hebrea de decir piensen, analicen, ponderen; inclusive la expresión evoca la idea de examinar sus consciencias. El salmista llama a la introspección, a la reflexión profunda. Ese gesto meditativo necesita una actitud de silencio y respeto, en el entorno más íntimo de la persona: la alcoba, la cama, el lugar del descanso reparador.

El argumento del salmista culmina con una invitación solemne a la demostración de la piedad: Ofrecer «sacrificios de justicia» y manifestar confianza en el Señor. Ese particular tipo de sacrificio debe hacerse utilizando las ceremonias apropiadas y manifestando las actitudes correctas. Y la referencia a la confianza en el Señor revela el sentimiento que debe acompañar las ceremonias religiosas.

vv.6-7: El salmista, luego de presentar el mensaje a sus adversarios, cita las aspiraciones de sus enemigos, quienes desean encontrar el bien y anhelan ver el rostro luminoso de Dios. ¡Son muchos los adversarios que reclaman el rostro divino! La imagen del rostro de Dios es una manera de referirse al bien, representa la acción divina en el momento oportuno, alude al acompañamiento de Dios en el instante de necesidad. Ese rostro, en efecto, es fuente de iluminación, bondad y bienestar, y su descubrimiento y aprecio genera esperanza, fortaleza y seguridad.

El rostro del Señor, además, es manantial de gran alegría, que supera la felicidad que produce la abundancia y el vino. Reconoce el salmista, en boca de los enemigos, que la presencia divina genera en las personas la dicha necesaria para vivir con salud y bienestar. Además, la referencia a «alzar la luz del rostro divino» puede ser una alusión a la bendición sacerdotal (Nm 6.24-26).

v.8: Finaliza el salmo con una expresión de seguridad absoluta. ¡No habrá más noches de desvelo para el salmista angustiado y preocupado! La paz le arropará e inundará, pues su confianza está en el Señor. Esa seguridad proviene únicamente del Señor, pues su rostro ilumina y protege su sueño. La expresión «porque sólo tú» pone de manifiesto el fundamento teológico y espiritual del salmo y del salmista: El Señor es la fuente de su seguridad.

El salmo comienza con un profundo clamor por justicia. El salmista se siente injustamente perseguido y calumniado, y con esperanza reclama la intervención de Dios. Sin embargo, el poema finaliza con una extraordinaria afirmación de fe y seguridad: ¡El Señor hace vivir confiado al salmista! Junto al tercer salmo, este poema pone en evidencia la amplitud de la confianza que genera el Señor en los creyentes: ¡La oración que implora a Dios ayuda y apoyo, se hace en la mañana y la noche!

El versículo final del salmo ha inspirado a generaciones de creyentes a culminar su día con esa oración de seguridad. Esa profunda convicción espiritual del salmista es la que motiva a los creyentes a afirmar como el sabio apóstol: «Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús» (Fil 4.7).

SALMO 5: «PLEGARIA PIDIENDO PROTECCIÓN»

En la tradición de los dos salmos anteriores, el quinto presenta la súplica de una persona acusada injustamente y que acude humildemente al Señor para presentar su caso e implorar justicia. Sus acusadores son personas insensatas, mentirosas, malvadas, sanguinarias y engañadoras, que no se inhiben hasta lograr sus objetivos de maldad. El salmista invoca la intervención de Dios y clama por el castigo y la caída de sus enemigos. Finaliza el poema con una gran declaración de confianza por la capacidad de salvación divina y por su compromiso con la defensa de la persona justa.

El salmo se puede incluir en la categoría general de los lamentos individuales, pero en realidad es la oración de una persona inocente que solicita en su dolor la protección divina. El título hebreo es el mismo que se incluye en el Salmo 4 (véase comentario al salmo), y brinda muy poca información referente a los detalles sociales, religiosos y litúrgicos del poema. Y como la información histórica que se incorpora y revela en el poema es muy escasa, no se puede determinar con precisión el autor del salmo, ni se puede descubrir con seguridad la fecha de composición.

Por las referencias al Templo (v.7), el salmo debe ser de origen pre-exílico, y posiblemente se utilizaba en relación a las ofrendas y los sacrificios de la mañana. Algunos estudiosos piensan que un mejor contexto original del salmo eran las dinámicas que se relacionaban con los procesos jurídicos en el Templo de Jerusalén.

El análisis de la estructura literaria del salmo pone de manifiesto cinco estrofas que se alternan temáticamente. De un lado, se incluyen oraciones y afirmaciones para la gente piadosa y justa; del otro, la naturaleza y futuro de las personas injustas:

• El Señor escucha mis palabras: vv.1-3

• El futuro de los insensatos: vv.4-6

• El Señor me guía en su justicia: vv.7-8

• El castigo de los mentirosos: vv.9-10

• La alegría de los que confían en Dios: vv.11-12

vv.1-3: La oración comienza con una petición del salmista, con un clamor intenso: ¡Señor «escucha mi gemir» y «atiende a mi clamor»! Esas expresiones, características de los salmos de lamentación, ponen de manifiesto la magnitud de la aflicción, revelan la intensidad del dolor, subrayan la necesidad del adorador, identifican la angustia del salmista. Más que una palabra religiosa superficial o una oración memorizada de poca significación, el poeta se presenta ante Dios con un clamor profundo, con una plegaria intensa, con una oración de petición y ayuda. La referencia a la oración «temprano en la mañana» indica la urgencia del clamor.

La confianza del salmista está en que Dios le puede escuchar, pues le reconoce como su rey y su Dios. La oración es intensa e íntima. ¡Reconoce el autor la autoridad divina sobre los monarcas humanos! El salmista llega al más alto foro legal en donde puede presentar su caso, ante Dios. El Señor es el juez por excelencia, que tiene la capacidad de establecer la justicia en el instante oportuno.

Las expresiones «mi Rey» y «mi Dios» revelan el sentimiento profundo del adorador: El Señor no es el monarca distante despreocupado por los dolores de su pueblo, ni es la divinidad impersonal ajena a las dinámicas diarias de su pueblo. Para el salmista, el Señor es el Dios cercano e íntimo, que le brinda las fuerzas necesarias para confiar y esperar su intervención redentora.

vv.4-6: Junto a una afirmación teológica en torno a la divinidad, el salmista describe a sus adversarios. ¡Insensatos y arrogantes que se complacen en la maldad y la injusticia! El Dios del salmista no acepta la maldad como un comportamiento adecuado, ni permite a los inicuos estar delante de su presencia. El Señor destruye a los mentirosos; y abomina, el Dios del salmista, a la gente sanguinaria y engañadora.

Estas afirmaciones teológicas, que revelan la naturaleza justa de Dios, ponen en clara evidencia un nivel avanzado en el desarrollo religioso del salmista y de la humanidad. Aunque esas declaraciones están muy acorde con la teología cristiana, la literatura antigua presenta los excesos, conflictos y las actitudes caprichosas de las divinidades de las ciudades antiguas de Canaán y Ugarit.

La relación íntima y la dinámica recíproca entre la justicia y la divinidad es una contribución significativa de la literatura bíblica a la teología. El Dios de las Sagradas Escrituras es justo, y esa naturaleza especial le hace rechazar la maldad como una manifestación divina adecuada. Las expresiones de rechazo –p.e., «no habitarán junto a ti» y «no estarán delante de tus ojos»– pueden aludir a la negativa divina ante los gestos, las oraciones y los sacrificios de adoradores que llegan al Templo, pero que actúan de acuerdo a la maldad.

De acuerdo a la teología del salmo el Señor rechaza tanto el pecado como al pecador. Esa afirmación, que puede parecer extraña en la teología cristiana, puede entenderse a la luz de una comprensión más amplia de la afirmación. En efecto, Dios rechaza todo lo relacionado con el pecado, inclusive a las personas, hasta que se incorpora una actitud de arrepentimiento y humildad. Cuando la persona pone fin a su actitud siniestra de maldad, entonces se aleja del juicio divino y recibe la misericordia de Dios.

vv.7-8: En contraposición a la actitud adversa de sus enemigo, el salmista se presenta ante Dios con humildad y se allega al Templo esperando la misericordia divina. Reconoce la importancia del Templo como Casa de Dios, y se dispone a adorar con reverencia. Y el resultado de su gestión religiosa es un clamor extraordinario: ¡Señor guíame en tu justicia!

Adorar «hacia el santo Templo» revela la costumbre antigua de los judíos de la diáspora de hacer sus oraciones, o cumplir sus responsabilidades religiosas, orientados hacia Jerusalén, la Santa Ciudad, en donde estaba ubicado el Templo (1R 8.35,38,42; Sal 28.2; 134.2; 138.2; Dn 6.10). Esa práctica presuponía que Dios habitaba en el Templo, que transmitía la idea de morada o casa. Orar orientado hacia el Templo era una manera de reconocer la presencia divina en ese lugar.

La petición final del salmista, «endereza tu camino», es una forma figurada de pedirle a Dios que le ayude y le permita enfrentar las dificultades de la vida con sabiduría y autoridad. No le pide al Señor que lo saque del camino ni que le evite las adversidades, sino que le prepare el sendero y le ayude a transitar la vida con valor y firmeza.

vv.9-10: Esta sección describe de forma gráfica a los enemigos del salmista: La boca de ellos comunica mentiras y falsedades; y su interior –es decir, lo que se anida en lo más profundo del ser–, está lleno de maldad. Sus adversarios son hipócritas, malos y mentirosos. Para el salmista, el problema real de quienes le acusan es el sepulcro o la muerte que tienen en su interior.

Esa imagen de la muerte es el fundamento de las acciones de los enemigos del salmista, es la base de las palabras que emiten. La comunicación y las acciones mismas de sus adversarios y perseguidores están influenciadas por el ambiente del sepulcro, que evoca descomposición y destrucción.

Ante esas actitudes, el salmista reclama el juicio divino: ¡Castígalos, Señor, por sus intrigas, por sus transgresiones, por sus rebeliones! ¡Hazlos pagar por lo que me han hecho!, parece decir el poeta en su oración. En su clamor a Dios, les desea que caigan y que sean echados fuera de la presencia divina. Su oración es una plegaria de vindicación firme y decidida, es una oración que responde a sus sentimientos más profundos de dolor y persecución, es un clamor que se origina en sus experiencias adversas de injuriado y calumniado.

El texto revela que se manifiestan en el salmista los resentimientos y los deseos de venganza que deben ser superados para propiciar la salud mental y espiritual. Ante situaciones similares, los seres humanos reaccionan con violencia, y desean verse restaurados y restituidos. Sin embargo, la gente no puede vivir feliz cuando las fuerzas que guían sus vidas están motivadas por la revancha y la venganza. La dicha se manifiesta en las personas cuando el fundamento de sus acciones no es la insanidad que produce el resentimiento, sino la paz que genera la salud mental y espiritual.

vv.11-12: La palabra final del salmo es de contentamiento y optimismo. Se alegran las personas que confían en el Señor, pues Dios mismo les defiende, les apoya y les bendice. El Señor es como un escudo protector alrededor de las personas justas, y les manifiesta su favor y su amor. Esas acciones divinas producen en el salmista seguridad, esperanza y regocijo.

El motivo de gozo no es en este caso el juicio o la destrucción de los adversarios del salmista, sino la protección e intervención divina. Amar el nombre divino es una forma de expresar su amor al Señor. En este contexto es importante señalar que en la antigüedad se pensaba que había una relación estrecha e insustituible entre el nombre y la persona que lo lleva. En el particular caso del nombre divino, el Antiguo Testamento está cargado de relatos en los cuales ese nombre tiene gran significación teológica y espiritual (p.ej, Éx 3.13-15; 6.2-3).

La frase final del salmo, «lo rodearás de tu favor», es sinónima de bendición, y presenta una de las características fundamentales de la oración: Aún ante las adversidades más amargas, la gente de fe recibe la bendición divina, pues Dios mismo les rodea de amor. Y aunque la vida se viva en medio de contradicciones y esperanzas, en medio de persecuciones y bendiciones, en medio de problemas y expectativas, en medio de conflictos y posibilidades, la gente justa da voces de júbilo y se regocija en la seguridad que le brinda el Señor. El secreto de la oración, según el salmo, se relaciona con el sentido de justicia y seguridad que manifiesta.

En su importante Epístola a los romanos, el apóstol Pablo cita el versículo nueve de este salmo, en su discurso sobre el poder del pecado que arropa a la humanidad, tanto a judíos como a gentiles (Ro 3.13). Y aunque la finalidad original del salmo no necesariamente se relaciona con la afirmación y teología paulina, la interpretación apostólica es muy válida y pertinente. En efecto, la maldad no tiene la última palabra en la vida, la injusticia no es el destino final de los fieles, la destrucción no constituye el propósito de Dios para la humanidad. Al final de todo, Dios sigue siendo Dios, pues tiene control de la historia y de la humanidad. El favor divino es mayor que la actitud rebelde de los enemigos, pues el amor de Dios es superior al los odios, rencores y resentimientos humanos.

SALMO 6: «ORACIÓN PIDIENDO MISERICORDIA EN TIEMPO DE PRUEBA»

Este salmo clama de forma apasionada e intensa por el amor y la misericordia divina en un momento de gran dificultad y angustia. Se invoca la gracia que se sobrepone a la ira y al enojo de Dios. La referencia directa a la enfermedad identifica específicamente la calamidad, que se relaciona en el poema con el juicio divino. La gravedad del problema o enfermedad puede llegar hasta a «turbar el alma» del salmista, que es una forma poética de indicar la extensión y la naturaleza de la crisis: ¡Puede generar confusión y desesperanza en las personas! Y como el idioma de la enfermedad y la sanidad se utiliza metafóricamente con regularidad en el Antiguo Testamento, el salmo pasó a ser utilizado como una plegaria para la restauración del pueblo. En este sentido figurado, las calamidades que traían al pueblo debilidad eran vistas por los escritores bíblicos como una particular forma enfermedad.

La iglesia cristiana, desde el siglo quinto, ha identificado este poema como el primero de varios salmos penitenciales, particularmente utilizados durante la Semana Santa (véase Sal 32; 38; 51; 102; 130; 143). Y aunque el salmo no contiene recomendaciones directas o expresiones explícitas a la penitencia, la lectura piadosa de los cristianos y las cristianas vieron en sus imágenes un claro mensaje de contrición.

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