Kitabı oku: «La cosecha del patriotismo», sayfa 2
RACIONALIZACIÓN DEL NACIONALISMO, DESCONTENTO CIVIL Y CONVOCATORIA A LA ACCIÓN COLECTIVA
Algunos elevaban al cielo sus ojos apagados, con la cabeza reclinada hacia atrás; otros, profundamente inclinados sobre las rodillas, hundían los rostros entre las manos. Los ojos de la escritora erótica se oscurecían cada vez que oía la palabra «castidad», y el filósofo con aspecto de canguro escribía de vez en cuando en el aire algo ininteligible con un largo y torcido dedo índice. El novelista buscaba hacía rato, aunque en vano, la postura cómoda para su espalda dolorida. Alrededor de las diez tuvo la visión de un bocadillo de jamón, pero lo ahuyentó varonilmente.
Thomas Mann. En casa del Profeta
IDENTIFICACIÓN DEMOGRÁFICA, SOCIAL Y CULTURAL DE LA EMIGRACIÓN CUBANA
En el pasaje inicial de La ignorancia, Milan Kundera coloca en labios de Sylvie e Irene una charla que versa sobre la nostalgia del emigrado.1 El caso es que, luego de veinte años viviendo en el extranjero, ante la oportunidad de regresar a su tierra Irene se estremece cuando Sylvie se inclina hacia ella y apretándole la mano le dice: «Será un gran regreso –y repitió–, tu gran regreso». Quizás la «gran magia del regreso», esté en el centro neurálgico de esa sensibilidad especial del emigrado cubano en los Estados Unidos de América, que lo hace vulnerable al lenguaje del nacionalismo en la quinta década del siglo XX. Dejémoslo claro: mezclando las condiciones de vida, que pueden hacer que la idea del nacionalismo les parezca atractiva que explica Ernest Gellner;2 con el desarraigo, que señala Eric Hobsbawm empuja a la gente hacia el «revolucionarismo consciente».3 Ustedes lo percibirán como ficción en pequeñas dosis, pero no me resisto a compararlo con los «vivas al optimismo» de esas categorías especiales de seres humanos excluidos a través del Estado-nación, ante la retórica curalotodo del usado credo revolucionario que se sostiene en la insatisfacción de esos grupos con su identidad anterior.4 El zumbido de la desesperanza, que Liah Greenfeld ha colocado en el centro de las crisis de identidad.5
En consecuencia, no resulta extraña la idea de que en este «microclima» de emigrados de primera generación, integrado por estratos sociales bajos o de brusco desplazamiento, amenazado por la desintegración cultural y la ruptura de los vínculos con los grupos primarios cohesivos, se reprodujera a menor escala el pensamiento político nacional. Y empiezo por despejar un prejuicio que pudiera dañar esta idea: de ese grupo perseverante «que permanece hoy aquí y se irá mañana» que identifica Alejandro Portes, en el año 1955 existían menos de dos mil cubanos naturalizados y menos de diez mil cubanos con residencia permanente en los Estados Unidos de América. Eso sí, casi tres veces más que en el año 1952, cuando Fulgencio Batista ejecutó el golpe de estado.6 En los Estados Unidos de América, donde la efervescencia política de los emigrados cubanos se localizaba principalmente en la ciudad de Nueva York, habían brotado tres grupos políticos adversarios: el Cuban Orthodox Party de Arnaldo Barrón, Acción Cívica Cubana de Ángel Pérez Vidal, y el Comité Obrero Democrático de Exilados y Emigrados Cubanos de Pablo Díaz. Tres en raya. Tres emigrados cubanos, que habían llegado a la política a la chita callando. El Cuban Orthodox Party se fundó en el año 1949, como una extensión de apoyo en el exterior del Partido del Pueblo Cubano (Ortodoxos). No seré yo quien discuta, que luego de la muerte del líder de aquel grupo político Eduardo Chibás el 16 de agosto de 1951, la lejanía del escenario nacional acaso explica lo autóctono del Cuban Orthodox Party de Nueva York, ajeno a la atomización de tendencias contrapuestas que desvertebraron posteriormente ese grupo político. Quizás ello explique también que cuando en las filas de los «ortodoxos» surgió un grupo político emergente que presumía de rescatar el pensamiento de su ex-candidato presidencial en 1948, el Comité Ortodoxo se identifique con sus protagonistas.7
Por su parte, Acción Cívica Cubana apareció pocos días después del golpe de estado con una reconocida influencia del Partido Revolucionario Cubano (Auténtico).8 Sin embargo, el impacto del 26 de julio de 1953 también penetró sus filas y expusieron su solidaridad con la elite revolucionaria mediante un acto en el Hotel White Hall. No hay dos sin tres, parece que dice esta historia. Como un desprendimiento de Acción Cívica Cubana, el Comité Obrero Democrático de Exiliados y Emigrados Cubanos se fundó en el primer semestre del año 1954. Y aunque pensaba que era yo que no me había fijado bien, se han confirmado mis sospechas. En esa fecha, el Comité Obrero Democrático de Exiliados y Emigrados Cubanos se identificaba con la orientación y los procedimientos del denominado «Plan Moncada».9
Es cierto que el rifi-rafe político, transformó aquellos grupos en irreconciliables. No obstante, ante los sucesos violentos del 26 de julio de 1953 se habían mostrado receptivos. Cuentan que el Comité Ortodoxo, sostuvo relaciones con la elite revolucionaria encabezada por Fidel Castro desde los días de prisión. Y posteriormente, contactó con los reos excarcelados durante el Congreso del Partido del Pueblo Cubano (Ortodoxos), celebrado en el Teatro Martí el 15 de agosto de 1955. Centrándonos en los cincuenta y tres días que transcurrieron desde la excarcelación de Fidel Castro el 15 de mayo hasta su salida al extranjero el 7 de julio de 1955, había ocurrido otro hecho relevante. El 7 de junio de 1955, Fidel Castro visitó el hospital donde se reponía de un rocambolesco episodio con los cuerpos represivos de Fulgencio Batista el ex-consejal ortodoxo Juan Manuel Márquez. Como quien dispara a un blanco móvil, Juan Manuel Márquez antes había integrado las filas del autenticismo y era un pionero en eso de enfrentar a Fulgencio Batista con acciones violentas. Ahora, en momentos en que la oposición bullía en estado grupuscular, mantenía valiosos contactos con emigrados cubanos en tierras norteamericanas. Era un valor en alza. En estas andaba, cuando relacionó a Fidel Castro con el dirigente del Comité Obrero Democrático de Exilados y Emigrados Cubanos Pablo Díaz. Curioseando en el ranking de popularidad, la confianza ascendía en paralelo. A estas alturas, para nadie resultó una sorpresa que en el mes de septiembre Acción Cívica Cubana expresara también su conformidad de propósitos con Fidel Castro, en una carta de adhesión enviada al líder del Movimiento Revolucionario 26 de Julio.10
Aparentemente, todo salía a pedir de boca para Fidel Castro en los Estados Unidos de América. A la vista de los resultados, mucho le debe a la gestión con los emigrados cubanos de Juan Manuel Márquez. Ahora bien, a pesar de que no solemos darnos cuenta del modo gradual en que suceden los acontecimientos históricos, si ustedes se fijan bien en las palabras de Fidel Castro en aquel momento específico, asistimos a un cambio estratégico. «Ahora estamos arando para sembrar la semilla», afirmaba en el mes diciembre de 1955 quien el 26 de julio de 1953 había fracasado en querer tomar el poder por la fuerza.11 Un buen amigo, lo ha relacionado con el pasaje de El Loco de la obra de Friedrich Nietzche. Sí, aquel que en pleno día buscaba de Dios con un farol en la mano. El «estamos arando para sembrar la semilla» de Fidel Castro, por el «¡Busco a Dios!» de El Loco de Friedrich Nietzche. Vale, se trata de una analogía exagerada. Pero no me negaran que ese nihilismo (legalidad en la historia de la descalificación de los valores hasta ahora supremos) estudiado por Martin Heidegger en la obra de Friedrich Nietzche, puede pensarse suficientemente a partir de la esencia de la voluntad por llegar al poder de Fidel Castro. O si se prefiere. Este hombre trastornado salido fuera y por encima del hombre anterior, iba en busca de la Historia.12
LA ELITE REVOLUCIONARIA Y LA MOVILIZACIÓN DE CIERTAS VARIANTES DE LOS SENTIMIENTOS DE PERTENENCIA COLECTIVA
Dicho lo dicho, ya sabemos. Los piropos de los militantes y simpatizantes de un grupo político, representan siempre un termómetro defectuoso. Volvamos pues, al 7 de julio de 1955. Ese día, Fidel Castro arribó a Ciudad México trasladando hacia el exterior el escenario de preparación de la acción colectiva iniciada el malogrado 26 de julio de 1953. En poco más de cincuenta días, había erigido en Cuba la Dirección Nacional del Movimiento Revolucionario 26 de Julio.13 Entre los veteranos de las acciones violentas en los cuarteles Moncada y Carlos Manuel de Céspedes Pedro Miret, Jesús Montané, Haydee Santamaría, Melba Hernández, José Suárez, Antonio López y Pedro Aguilera; así como Faustino Pérez, Armando Hart y Luis Bonito, recientes disidentes del Movimiento Nacional Revolucionario fundado el 20 de mayo de 1952 por el profesor Rafael García Barcenas,14 quedaron repartidos los puestos de decididores. En la mente de todos los mandantes, coordinar las tareas correspondientes a la subversión interna y programar un recorrido por los Estados Unidos de América, para movilizar ciertas variantes de sentimientos de pertenencia colectiva que ya había reconocido entre los emigrados a fines del siglo XIX el símbolo fundacional del nacionalismo cubano José Martí.15
De este modo, en una misiva fechada el día 8 de octubre de 1955, Fidel Castro subrayó las normas de la unidad en torno al Movimiento Revolucionario 26 de Julio al Comité Ortodoxo de Arnaldo Barrón.16 Y diez y seis días después, arribó junto a Juan Manuel Márquez a la Pennsylvania Station de Nueva York, donde les obsequiaron un recibimiento «emocionante» de acuerdo a los testimonios de la época.17 Allí estaban todos los posibles representantes del «26», como se había indicado.18 Los seguidores de Arnaldo Barrón, Ángel Pérez Vidal y Pablo Díaz, a partes iguales. La acumulación de buenas noticias, añadió la presencia de cubanos simpatizantes radicados en Bridgeport, Connecticut. Se había abierto la veda, y la primera jornada se cumpliría en la Casa Dominicana.19 En aquel lugar, Fidel Castro y Juan Manuel Márquez recibieron también el espaldarazo de una representación de cubanos localizados en Union City, New Jersey.
Figura 1. Acto proselitista en el teatro Palm Garden de Nueva York, el 30 de octubre de 1955. En primer plano José Martí, Antonio Maceo y Máximo Gómez, padres fundadores de la nación cubana. Archivo personal de Eusebio Valdés y Eva Iturbe.
Son muchos los que dicen, que el clímax del apoyo colectivo se alcanzó en el acto central celebrado en el Palm Garden de Nueva York, el 30 de octubre de 1955. A la sazón, el Comité Obrero Democrático, el Comité Ortodoxo, y Acción Cívica Cubana habían hecho circular este mensaje patriótico: «Como en el 68 y el 95, con el mismo fervor, desinterés y pureza de propósitos, los hijos de Cuba se preparan para llevar la libertad a su pueblo». Separar lo citado de lo que sigue, es casi imposible:
Los miles de compatriotas que han tenido que abandonar su país perseguidos por el hambre y la opresión política –no renuncian al deseo de volver a él y vivir con decoro y libertad en la tierra en que nacieron, donde están sus familiares, sus afectos y sentimientos. Pero para tener Patria, como dijo Martí, hay que conquistarla. Ningún cubano honesto puede permanecer indiferente ante tal empeño. La Gran Tarea de Redimir a Cuba está hoy en manos de hombres nuevos, limpios y sin complicidades ni compromisos con el pasado. Esa tarea no es hoy la obra de un Caudillo o de un partido, sino el Ideal y el Programa de un Pueblo. Libertad, Decoro y Pan queremos para todos los cubanos. Hablarán representaciones de todas las organizaciones de cubanos que no se han olvidado de su Patria y el resumen del acto estará a cargo del DOCTOR FIDEL CASTRO, líder de los combatientes del Moncada, luchador honesto y probado en quien hoy ha puesto sus esperanzas el Pueblo de Cuba.20
Reuniones previas el 26 de octubre de 1955, en The Straffield Hotel de Bridgeport;21 y 29 del mismo mes, con los emigrados de Union City en una barra de la 26 Street y Berganline Avenue, ataron los cabos sueltos.22 Es bajo este panorama, que ante las imágenes de los padres fundadores de la nación cubana José Martí, Antonio Maceo y Máximo Gómez, se celebró el acto del Palm Garden el 30 de octubre de 1955. Cerca de 800 personas, acudieron a aquel recinto. Para empezar, la venta de la edición neoyorquina de La historia me absolverá, escenificó todo un gesto político. Una publicación con premio en su interior, si tenemos en cuenta la nota a modo de prólogo firmada por los tres alineamientos oposicionistas. Como una marca de fábrica estampada al fuego, identificados ahora con este rótulo: «Integrados hoy en el Club 26 de Julio de New York».23
No por azar, las palabras iniciales de Juan Manuel Márquez fueron para dar lectura a aquel documento, y gran parte de su discurso nacionalista lo dedicó a valorar la importancia de aquellos sucesos.24 Nada más acabar, también con el vocabulario del nacionalismo Fidel Castro recorrería tópicos similares.25 Aun conociendo que los sentimientos no hacen política duradera, generalmente todos coinciden: aquel acto ritual se convirtió en una ceremonia patriótica que convenció y finalizó como todo un símbolo con el aporte económico de los presentes sobre un sombrero mambí.26 Similar al utilizado por los patriotas cubanos, en la reclamación de un estado separado de España.27
Igual de acomodaticio, transcurrió el itinerario de Fidel Castro y Juan Manuel Márquez por el estado de la Florida, en el extremo sur de los Estados Unidos de América. Dicho de otro modo, el 30 de octubre se cruza con el 20 de noviembre de 1955, en el Teatro Flagler de Miami. Están de acuerdo, en casi todo. Me explico. En los intercambios que se sucedieron en casa de los simpatizantes, así como ante el Sindicato n.º 233 de los trabajadores de hoteles en huelga, Fidel Castro y Juan Manuel Márquez disertaron sobre el deber político que se imponía a todas las obligaciones públicas. La venta de La historia me absolverá acaparó también la atención de la elite revolucionaria. Y la redacción manuscrita de una invitación personal escrita con frases, comparaciones y metáforas heredadas del nacionalismo, dejó preparada la escena para la actividad principal. Como testigo de lo que digo, el símbolo fundacional del nacionalismo cubano José Martí presidió la ceremonia, y el sombrero que utilizaron los patriotas que reclamaron un estado separado de España, sostuvo otra vez el aporte económico.28
Por último, el juramento colectivo de «En 1956 la Patria será libre», y el canto del himno nacional cuyos versos convocaban a la acción colectiva,29 aumentaron el estado emocional de los asistentes homologando los sentimientos alrededor de los códigos básicos del nacionalismo. Habían dado en el clavo. En vista de ello y desde esta misma atalaya, se pactó una cita para el local de los obreros del acero en Tampa el 27 de noviembre. La fecha marcada en el calendario patriótico cubano, en que 84 años antes 8 estudiantes de medicina habían sido fusilados en Cuba, marcando una ruptura simbólica entre los habitantes de la isla con el Estado español. Tres cuartos de lo mismo, ocurrió en Cayo Hueso. El acto celebrado en un parking de Stock Island, se dedicó al 7 de diciembre de 1896. Y esta vez, casi con el totémico «extra» de las fechas redondas: el 59 aniversario de la muerte en combate frente a las tropas españolas del patriota Antonio Maceo.30
Hecho producto de devoción por sus sponsors políticos, el éxito de la movilización del Movimiento Revolucionario 26 de Julio, solo se explica si tenemos en cuenta la racionalización del nacionalismo como catapulta de la masa de emigrados cubanos. Con esto quiero decir, que para este proceso de conversión al nuevo nacionalismo la elite revolucionaria encontró un «terreno fértil» en la emigración, donde explotar la emoción que provocaba en los emigrados los lugares relacionados con José Martí, el calendario patriótico cubano o el sombrero mambí utilizado en la reclamación de un estado separado de España.31 Hablo de ritos como conceptos compulsivos, que definen la realidad social a la vez que controlan las percepciones y las conductas. De juramentos colectivos, donde la lealtad al grupo es un principio más poderoso que cualquier devoción abstracta por la justicia.32 Del uso emotivo de las palabras: notaciones musicales al servicio de una psicología emocional.33 Todos lo vieron, pero nadie lo dijo. Hablo de una nueva jerarquización de acuerdo a la proximidad en relación al objeto que condensa lo sagrado.34
Era un juego de espejos. Como verdaderos flautistas de Hamelin, estas serían las bases para que Fidel Castro y Juan Manuel Márquez invitaran a los emigrados cubanos para que les siguieran. Reduciendo el lenguaje verbal y sistematizando la doctrina, mediante la codificación de esa leyenda de la «revolución inconclusa» que pretendía enmendar la plana a la realidad de la guerra hispano-cubana-norteamericana en 1898 y considerar legítimo el uso de la violencia en Cuba. Debería decir con Enrique Moradiellos, que una leyenda con vocación de llenar el vacío de la idea de progreso: ese proceso de avance con mejora que tiene lugar en el tiempo.35 Un nuevo concepto del tiempo homogéneo y simultáneo, que sólo existía en la imaginación de los neonacionalistas cubanos tras la identificación con un nuevo proyecto nacional.36 No lo he comprobado, pero me han dicho que una subcultura política que hace tiempo se ha comparado con el suplicio de Tántalo. Imaginan bien, aquel hijo de Zeus condenado a estar de pie en medio de una laguna, que cada vez que se inclinaba para saciar su sed, la corriente desaparecía absorbida por la tierra en castigo por abusar de la confianza de los dioses.37
¿A su favor? Lo que Oscar W. Gabriel denomina sentimientos de «confianza» y de «efectividad» políticos se encontraba tan debilitado en Cuba, que los actos estaban amortizados antes de celebrarse.38 En la actualidad, Enrique Gil Calvo lo podría llamar «progresivo deterioro del clima ciudadano». Y tras leer a Fareed Zakaria, estaríamos de acuerdo en que la opinión pública respecto a la política estaba «bajo mínimos» en Cuba. O viceversa, lo mismo da. Ni siquiera Xavier Arbos, se abstendría de calificar la realidad cubana de aquellos años como una cultura empañada por el «descrédito de la política». Lo que en palabras de Santiago Sastre, no sería más que la «falta de vitalidad (calidad) democrática» en Cuba.39
Todo ello, adosado a cuatro defectos de la realidad cubana. Dos, que Stephen J. Lee hubiera detectado a la primera. La personalización de las decisiones claves; y el atajo hacia el poder, que ofrecía la interpretación del inciso I del artículo 36 del Código de Defensa Social y el artículo 40 de la Constitución de 1940, legitimando la violencia para proteger los derechos y libertades fundamentales.40 Los otros dos, seguro serían visualizados por Aurora Riviére y Javier Roiz. El déficit del individualismo en la cultura política cubana, es el uno. El otro, la atadura del cubano a la historia. Simplifico. La tendencia a atribuir los derechos políticos a la colectividad, en lugar de situarlos en el conjunto social entendido como agregado de ciudadanos.41 Con estilo llano y tono mortificado, el etiquetado de «pueblo» como portador supremo de la soberanía, evocado 21 veces por Fidel Castro en el «Manifiesto n.º 1 del 26 de Julio Al Pueblo de Cuba», fechado el 8 de agosto de 1955.
En una prueba inversa, donde se trata no de lo que hay sino de lo que no hay, la historia sustituyendo la garantía jurídico-formal y efectiva realización material de los derechos y libertades fundamentales que definen los caracteres generales del Estado de Derecho.42 En definitiva, un argumento que disuade de indagar en otros argumentos. La memoria extremadamente selectiva de la gente, ha borrado este hecho. El grupo de intelectuales cubanos encabezado por Jorge Mañach, que prologó la primera edición del alegato político de Fidel Castro ante el tribunal que lo juzgó por las acciones violentas del 26 de julio de 1953, afirmó que iba dirigido al Tribunal de la Historia. En perfecta sintonía con La historia me absolverá, el título escogido para nombrar aquel discurso político.43
Se notará que lo estoy recomendando, pero si tuviera que seleccionar una imagen en el límite inferior del paréntesis temporal de aquellos años que representara la codificación de esa leyenda de la «revolución inconclusa» que pretendía enmendar la plana a la realidad de 1898, escogería aquella del enterramiento y resurrección de la Constitución de 1940 por un grupo de jóvenes malhumorados el 3 de abril de 1952. Más allá de las derivas ideológicas, 286 artículos rebosados de soberanía nacional, Estado de Derecho, economía de mercado y representatividad del poder rotos por el golpe de estado de Fulgencio Batista.44
Figura 2. Enterramiento y resurrección simbólicos de la Constitución de 1940 en La Habana, el 3 de abril de 1952. Señalados con los números 1 y 2, Armando Hart y José Antonio Echevarría. Archivo personal de Noruela Fernández.
De hecho, cuando Fidel Castro afirma a los emigrados cubanos de Nueva York que pretende completar la «independencia, sacrificada y dura, ordenada y seria, medularmente republicana democrática, revolucionaria y justiciera» lograda en 1898, ¿no habla de «implantar de una vez las instituciones políticas y sociales que sitúen a Cuba entre las primeras naciones de América y hagan posible la felicidad y el progreso de un pueblo sufrido, inteligente y noble y una tierra maravillosamente rica sin los grandes problemas fronterizos o religiosos, o étnicos que agobian a otros pueblos del Continente»?45 Repárese en que Jesús Montané no desvía el debate sobre esta hinchazón constitucional en carta a los líderes del Comité Ortodoxo de Nueva York, cuando se refiere a los quince puntos esenciales del programa del Movimiento Revolucionario 26 de Julio recogidos en el «Manifiesto n.º 1 del 26 de Julio al Pueblo de Cuba». Con esta luz roja intermitente, que aporta al andamiaje para la convivencia: «La revolución cubana realizará todas las reformas dentro del espíritu y las pragmáticas de nuestra Constitución avanzada de 1940, sin despojar a nadie de lo que legítimamente posee e indemnizando a cada uno de los intereses lesionados, con plena conciencia que a la larga toda la sociedad saldrá beneficiada».46
¿Ya suponen a cuento de que viene todo esto? Se los voy a poner más fácil. En un popular juego de rol en la red llamado Second Life, los usuarios pueden inventarse una identidad virtual. Tal vez un lector avispado, sea capaz de sorprendernos con algún fotomontaje ingenioso, que nos ayude a imaginar en esta época lo que pudiéramos considerar un revolucionario ideal. Yo propongo uno. Preguntemos a cualquiera de aquellos jóvenes malhumorados, el 3 de abril de 1952. Al joven abogado Armando Hart por ejemplo, acerca del valor fundamental de la sociedad, sus libros de cabecera, el sentido de la vida, el tipo de crisis que vivía la sociedad cubana y la responsabilidad en ello de Fulgencio Batista. Conforme leo las preguntas intuyo las respuestas: el imperio de la Ley, Las fuerzas morales y El hombre mediocre de José Ingenieros, sentido cristiano de la vida, crisis institucional y Fulgencio Batista en el centro del problema. Para entenderlo, basta con leer la armazón de sus palabras: «Exhortamos a todos los estudiantes, obreros, campesinos, intelectuales y profesionales a que alcen su voz fundida con la nuestra, que es la voz del pueblo y por ello la voz de Dios. Los convocamos a todos para discutir la situación y organizar un plan de lucha que conduzca al restablecimiento de la estructura democrática de la República y a la soberana vigencia de la Constitución de 1940».47
El pensamiento complejo ajustado en su alta dimensión a la talla de un cubano normal y corriente, lo reduciría a dos conceptos: Dios y Ley.48 Cuatro años después, los millones de configuraciones posibles para conseguir que cada cara vuelva a ser de un solo color desde cualquier combinación desordenada en el cubo de Rubik, Fidel Castro los tenía casi resueltos en Cuba. Para que negarlo. Porque al final se trataba de eso, ¿no? De reamueblar el imaginario colectivo de los cubanos normales y corrientes, con los apliques del nuevo nacionalismo. Y fíjense que todavía hablo de diseño, no de fabricación. La primera parada del neonacionalismo cubano, en uno de esos conocidos juegos de ir saltando de casilla en casilla. El principio del principio, que podemos situar en el 30 de octubre de 1955. ¿Recuerdan el juego virtual que tenía la ventaja de permitir jugar a ser otras personas a través del ciberespacio? Pues bien, puestos a elegir, ¿por qué no ser otra vez el joven abogado Armando Hart en 1956? Es curioso. De las cinco respuestas, dos mudarían la piel. En 1956, para el hijo del magistrado de la Sala de lo Contencioso Administrativo de la Audiencia de La Habana convertido en miembro de la Dirección Nacional del Movimiento Revolucionario 26 de Julio, el valor fundamental de la sociedad cubana era la revolución como fuente de derecho. ¿El sentido de su vida? Servir a la historia.
Cuando el joven Armando Hart confiesa a su familia: «...soy capaz de entregar todo lo que poseo por alcanzar una vida superior (la que se vive al servicio de la historia) ...sin esas grandes emociones la vida no valdría nada para mí», se refería a ello. Como si la tabla de salvación de la historia, lo salvara del naufragio de la religión.49 En sintonía con las palabras de David Bell, en eso de relacionar el avance del nacionalismo con la progresiva ausencia de Dios.50 El revolucionario cubano que se descubre como «guarda-agujas de la historia» (en palabras de Ernst Bloch) y que se considera con poder para transformarla.51 Lo ha repetido Marcel Gauchet. La acción sobre las cosas, el vínculo entre los seres y las categorías organizadoras del intelecto, funcionando en las antípodas de la lógica de la dependencia de la religión, su regla constitutiva desde los comienzos.52
A la historiografía tradicional cubana, ¿no le dice nada que los revolucionarios cubanos emblemáticos en estos años fueran creyentes confesos? A mucha gente le suena la medalla religiosa al cuello de Fidel Castro, la invocación a Dios en lo que se considera el testamento político de José Antonio Echevarria y que Frank País fuera un conocido maestro bautista. ¿Máscaras y fachadas? No me lo creo. En el código de barras de los principales revolucionarios cubanos, aparecía un espacio dedicado a la religión. Antes del año 1956, era su primer mandamiento. A partir de aquí, las zonas erógenas y los puntos susceptibles de excitación del nuevo nacionalismo, parece ser que lo trasladan a un segundo plano. A ello me refiero, cuando hablo de la reconfiguración por parte de Fidel Castro en Cuba, del rompecabezas de 9 facetas en cada una de sus 6 caras, que inventó el arquitecto húngaro Erno Rubik. Lo que George Lakoff, llama marcos. Estructuras mentales, que conforman nuestro modo de ver el mundo. Nuestras metas, planes, maneras de actuar y aquello que cuenta como resultado.53
Cuesta trabajo creerlo, pero en esta fecha el traspaso de la frontera de las palabras y de las cifras gracias al clavado en el sillón presidencial de Fulgencio Batista, se extendía al peligroso atractivo de lo irracional. Así las cosas, la reducción a dos conceptos del pensamiento complejo, revelaba el tamaño de los excesos: violencia y derecho sagrado a la libertad. Las nuevas medidas de valor de las normas, en que se hacen descansar todas las otras normas básicas de convivencia. Para concebirlo como Fidel Castro, ¡Libertad o Muerte! En una encuesta rápida realizada conmigo mismo, coincido con Terry Eagleton. Quienes no están en disposición de morir por el Estado, pueden estarlo en morir por la nación. Modificando, de una manera definitiva e irreversible, sus conciencias políticas. Liberándolas en fin, respecto de esas creencias que versan sobre la muerte.54 También con Pedro Cerezo, quien asegura que sólo en nombre de lo sagrado se puede reclamar un derecho absoluto.55 Obediente a esa previsible lógica, en 1956 Armando Hart era Henry Jekill después de tomar la pócima. Edward Hyde vamos, en el famoso texto de Robert Louis Stevenson. La opción de aplicar para héroe (o para mártir), que implica un descenso en la condición de ciudadano. «Revolucionariamente», era la fórmula para despedirse en sus cartas íntimas que había escogido en 1956. Cuando le parecía estar viviendo las Guerras de Independencia, del siglo anterior. No olvidar, que para Fidel Castro Fulgencio Batista representaba a España. Y su grupo político, los independentistas que organizaba José Martí.56 Claro que al conocer la metamorfosis antes de comenzar la lectura, hemos perdido la capacidad del asombro.
En política hay pocas cosas que inventar. Si acaso, cambiar las reglas. Cuando se interrumpe una partida, se recogen las cartas, se baraja y se reparten de nuevo, queda claro que el contador vuelve a cero. Ese es el verdadero aporte de Fidel Castro a la realidad cubana. Esa fue su obra maestra. En eso deben coincidir sus hagiógrafos y sus detractores. Los suspiros y los chillidos. Lo demás, arte de cortar y pegar. ¿Socialdemocracia a la cubana? Teniendo en cuenta la recuperación de lo público, el estado garante y la insistencia en rebanar las desigualdades; parece claro. Puestos a especular, su ideario contra el monopolio, la exclusión y la precariedad social, así como el equilibrio entre los derechos y los deberes de los ciudadanos cubanos con voluntad de molestar a los Estados Unidos de América, inclinan un poco hacia la izquierda esa vocación de centroizquierda que inundaba la sociedad cubana antes de Fulgencio Batista. Pero nada más. Aunque el guionista mezcla un poco de Partido Revolucionario Cubano (Auténtico) y otro poco de Partido del Pueblo Cubano (Ortodoxos) y lo entrega como si fuera nuevo, es más de lo mismo. ¿Qué su intención de sobrepasar los límites del discernimiento que trazaban las leyes lo colocan del lado de lo que Thomas Sowell define como «visión no restringida de la política»?57 Cierto. ¿Qué no se privaba de la espontaneidad, la flexibilidad y la informalidad que reconoce John R. Searle en la práctica cuando no está codificada?58 También es verdad. Pero no me digan que se avizoraban señales de ruptura, en los documentos programáticos de Fidel Castro.