Kitabı oku: «La cosecha del patriotismo», sayfa 3
Existen tantas razones para negarlo, que rebasa la mención de los seis puntos que los protagonistas de los sucesos violentos del 26 de julio de 1953 plantearon como razones de su descontento. Aunque se nota mucho, en los seis puntos que plantearon como razones de su descontento los protagonistas de los sucesos violentos del 26 de julio de 1953. Hablo del problema de la tierra, de la industrialización, de la vivienda, del desempleo, de la educación y de la salud; junto con la conquista de los derechos individuales y la democracia política. Casi copiadas al carbón, las mismas medidas que fueron presentadas durante el mes de diciembre de 1953 en el «Mensaje a Cuba que sufre. Manifiesto a la Nación».59 En la travestida política cubana de la segunda mitad del siglo XX, convivían los platos más sofisticados y los macarrones con tomate frito de bote. Como en la película de Jim Carrey, a Fidel Castro le hubiera costado mucho decir la verdad todo el tiempo. Otra cuestión es la verdad de Fidel Castro, que ni se acercaba a esas reformas irreversibles, acumulativas y dirigidas hacia el socialismo que Adam Przeworski divisa en el «sí y sólo sí» de los socialistas reformistas clásicos.60 Tijereteando el presente con repartición de tierras y utilidades entre los trabajadores, abaratamiento de alquileres, destitución y confiscación de bienes a funcionarios corruptos; pero, sin alejarse demasiado del enfrentamiento a cualquier abuso del cargo que Dolf Sternberger anota en cualquier proyecto basado en la legitimidad civil.61 De acuerdo en el incremento de la producción de bienes y de servicios, que Philip Kotler, Somkid Jatusripitak y Suvit Maesincee consideran el principio básico de los policymarkers.62
Ni rastro de ese vocabulario histórico de la izquierda, que habla de imperialismo, proletariado, explotación del hombre por el hombre y lucha de clases. Que nadie se engañe, en el caso de molestar a los Estados de Unidos de América, hablo del frenazo a los experimentos liberales que le tocaban de soslayo. Tal vez haya sido una pantomima escénica, pero la bandera norteamericana junto a la cubana como escarapela, ocupó parte de cada ritual público del 26 de Julio. En medio de tanto adorno navideño, la instantánea que recoge a Fidel Castro escoltado por dos jóvenes cubanas portando las banderas de Cuba y los Estados Unidos de América el 7 de diciembre de 1955 en Cayo Hueso, nos regala lo espontáneo de aquellas horas políticas. Mirando de cerca, que el descontento civil era lo que gobernaba sobre todo lo demás en la cabeza de los mandarines del 26 de Julio es un hecho. Aun cuando ese proceso de secularización, en el sentido de apropiación y adaptación de las formas religiosas con fines profanos que descubrimos en el nacionalismo, contenga cierta dosis de pasarlo por alto.63 Era un José Ingenieros de andar por casa con Eduardo Chibás de copiloto, quien gobernaba los impulsos de los revolucionarios cubanos. El influyente médico y catedrático argentino junto al popular abogado cubano, tirando de la moral para solucionar la justicia social en América Latina. Ignorar esto, es como jugar a la gallina ciega.
A tono con lo antes expuesto, Fidel Castro añadió un tercer aspecto a este proceso de racionalización del nacionalismo cubano: organizó a los emigrados de las seis ciudades visitadas en Clubes Patrióticos, tal y como lo había hecho José Martí a finales del siglo XIX. Teníamos advertido, que en Nueva York el prólogo a la segunda edición de La historia me absolve-rá se refería ya a la integración de las tres organizaciones. Al parecer, un documento posterior firmado en aquella ciudad por Fidel Castro el 3 de noviembre del mismo año, precisaba que el Movimiento Revolucionario 26 de Julio quedaba representado por una comisión de tres miembros, proporcional a las organizaciones inicialmente adheridas.64 En paralelo, la constitución de los Clubes Patrióticos durante la estancia en cada localidad, se repitió en Miami, Tampa y Cayo Hueso. A pesar del mimetismo, en Bridgeport y en Union City los acontecimientos tomaron otro curso. Un cruce de cartas entre el 15 de noviembre y el 3 de diciembre de 1955, encaminaron a favor de Fidel Castro el caso de Bridgeport.65 Sospechas e indicios, hacen ver que en Union City la jefatura del «26» debió hilar fino para colocarle el distintivo.66
Figura 3. Fidel Castro escoltado por dos jóvenes cubanas, portando las banderas de Cuba y los Estados Unidos de América en Cayo Hueso, el 7 de diciembre de 1955. Archivo personal de Emilia Carbó.
Asimetrías aparte, todos los Clubes Patrióticos 26 de Julio fueron fundados sobre la base de la aceptación de la autoridad de Fidel Castro. A la vez que avanzaban en dirección contraria, ofreciendo participar a todos los emigrados cubanos. Sólo el nivel de compromiso, distinguía a los asociados. El socio-activista, tenía derecho a integrar la Asamblea Directiva del Club con voz y voto en las reuniones, así como la posibilidad de elegir su núcleo conductor. ¿Sus deberes? La cuota de cotizante semanal, la captación de adeptos, la recaudación de fondos y la publicidad política. Mientras, el socio-contribuyente sólo cotizaba y carecía de los derechos del anterior. Si por alguna razón, cualquiera no quería inscribirse como socio, formaría una lista aparte bajo la denominación de contribuyente «no socio».67 Debemos reconocer, que mientras a los activistas los identificaba un carnet de color blanco, con la firma del Ejecutivo en el anverso y una fotografía junto a la firma del activista y de Fidel Castro en el reverso. A los contribuyentes se les entregaba un carnet de color azul sin foto, con la firma del Ejecutivo del Club y sin la rúbrica de Fidel Castro.
El autorretrato de cada Club Patriótico, estaba integrado por un Presidente, un Secretario y un Tesorero. Era construido por la libre decisión de sus miembros, y podía estar compuesto por tantas secretarías como el caso local demandara.68 Con su período de dirección sujeto a la elección de los asociados, ellos serían los únicos conectados con la Dirección Nacional del Movimiento.69 Es cierto, que esta forma de organización no sustituía a la minoría elitista por la mayoría asociada. Ni evitaba que las decisiones giraran alrededor de su líder político como pináculo del grupo, árbitro de las posiciones y de las relaciones. Pero para sus militantes y simpatizantes, el Movimiento Revolucionario 26 de Julio organizado en Clubes Patrióticos los representaba y actuaba en su nombre. Del mismo modo que la Dirección Nacional ocupaba el lugar de sus subordinados y Fidel Castro trataba de dominar el Movimiento Revolucionario 26 de Julio fortaleciendo o devaluando, distinguiendo, rebajando o alterando la escala de los prestigios. Salvo que esté muy equivocado, la autoridad «dispensadora de los triunfos y los descréditos» que describe Roger Chartier, probablemente luego de pasar un buen rato quitando y poniendo números en el sudoku revolucionario.70
Como esos boleros donde lo bueno y lo malo alternan en el pentagrama, el 7 de diciembre del año 1955 concluyó el recorrido de Fidel Castro y Juan Manuel Márquez por tierras estadounidenses. Quedaba atrás el reconocimiento que distingue la existencia de los grupos políticos, mediante una organización territorial en Clubes Patrióticos que abarcaba seis ciudades y un compromiso político por cumplir. En el «Manifiesto n.º 2 del 26 de Julio al Pueblo de Cuba» firmado en la isla de Nassau tres días mas tarde, la máxima autoridad del 26 de Julio valoraba positivamente el resultado de la consagración del grupo, acaso en lo que podía considerarse la manifestación embrionaria del poder político:
A los hombres y mujeres de mi patria dirijo fundamentalmente estas líneas. En mi retina traigo todavía las escenas inolvidables que he vivido entre la emigración cubana en los Estados Unidos. Puestos de pie, en todas partes, los cubanos, con la mano en alto, juraron no descansar hasta ver redimida su tierra y acudieron luego en masa a depositar en el sombrero mambí el producto de su sudor que aquí vierten en rudo trabajo (...) Todo lo hermoso de nuestra tradición histórica ha revivido en la emigración cubana con indescriptible fervor. Ya están en marcha los Clubs Patrióticos de Bridgeport, Union City, New York, Tampa y Cayo Hueso. Nuevos núcleos irán organizándose en Chicago, Filadelfia, Washington y otros lugares donde radican los cubanos que han tenido que abandonar el país para irse a ganar en tierra extraña el pan que no podían obtener en su tierra natal. Siete semanas de esfuerzo incansable dedicados a organizar a los cubanos desde la frontera del Canadá hasta el Cayo glorioso, han rendido los mejores frutos.71
Ni más ni menos, que el acto de magia que Pierre Bourdieu considera suficiente, para convertir lo que no es más que una serie de individuos yuxtapuestos, en un cuerpo místico encarnado en uno o más cuerpos biológicos.72
LA CONVOCATORIA A LA ACCIÓN COLECTIVA DESDE LA EMIGRACIÓN
«La Isla está revuelta y el Movimiento avanza en todas partes a paso de vencedor», escribía Fidel Castro ya casi de retirada hacia territorio mexicano a los líderes del Club Patriótico de Bridgeport.73 Empero en la nueva convocatoria a la acción colectiva no todo fue color de rosa, al aparecer el pugilato por el control precisamente en los lugares que habían reclamado mayor atención.74 En Nueva York, salieron a la superficie las divergencias habituales. Mientras en Miami, querellas internas desarticularon la concebida autoridad. Víctima del fuego amigo, sucedió la modificación de su Ejecutivo el 25 de enero de 1956. De tal suerte, el grupo político se desdibujó en los Estados Unidos de América tal como lo expresó el líder del Movimiento al Ejecutivo de Nueva York: «¿Es justo que Cuba entera crea en la existencia de una pujante organización de los emigrados cubanos en Nueva York, y esa organización a pesar del evidente patriotismo y entusiasmo de la masa, no funcione?».75 Algo así como que si no existían cubanos normales y corrientes que podían justificar la existencia del Movimiento Revolucionario 26 de Julio en los Estados Unidos de América, el Movimiento Revolucionario 26 de Julio perdía el crédito concedido por sus destinatarios y peligraba su identidad como grupo político.
No obstante, su habitual perspicacia para las realidades políticas lo condujo a gobernar sus pasiones e interpretar que se trataba de insuficiencias propias de la esfera de dirección, no imputables a la masa de emigrados. Este control de las emociones, lo llevó a afirmar que de los primeros sería injusto decir que no fuesen «buenos cubanos».76 En suma, que el momento no era para polémicas. Comenzaba el año 1956 y en México se completaba el staff de los futuros expedicionarios del yate Granma seleccionados en Cuba, Estados Unidos de América y algunos países de Centroamérica. La manutención de los revolucionarios, iba a cargo del Movimiento en Cuba, México y los Estados Unidos de América. Con todo, el armamento y el transporte que los trasladaría reclamaban atención urgente. Era preciso ganar tiempo, y para ello la elite revolucionaria engrasó la maquinaria. A partir de ahora, simplificó la documentación oficial para iniciar el trabajo de los Clubes Patrióticos; así mismo, añadió un apartado de selección de contribuyentes. A continuación, facilitó el envío de los fondos a México a través de giros bancarios. Siguiendo las mismas líneas matrices, cada Club Patriótico debía sufragar una cuota financiera establecida de antemano en un plazo no mayor de un mes y medio. A poco que se piense, convendremos en que las huellas del descontento civil también se encuentran por todas partes. El 10 de marzo de 1956, el Comité Ortodoxo de Nueva York circuló el documento «Liberate Cuba from Batista dictatorship» que condenaba al régimen golpista y solicitaba el apoyo de la opinión pública norteamericana. Unos días después, la zona de la Florida se agrupó en torno al repudio por la elección de Fulgencio Batista como «Hijo Adoptivo» de la ciudad de Daytona Beach. Y, pasado un mes, el Club de Miami se incorporó al rechazo internacional por la matanza del Cuartel Goicuría77 editando el pergamino «Asesina Batista y su régimen».78
Figura 4. Un manifestante del Comité Ortodoxo de Nueva York, sostiene un cartel que acusa al gobierno de Fulgencio Batista de conducir a Cuba hacia la miseria. S/F. Archivo personal de Eusebio Valdés y Eva Iturbe,
Se veía venir. El 20 de abril de l956 Fidel Castro envió a Juan Manuel Márquez a visitar cada Club Patriótico, en una misión financiera urgente que activaba los compromisos nacionales.79 El recorrido, siguió los pasos del precedente. El día 13 de mayo, los Clubes Patrióticos 26 de Julio de Bridgeport, Union City y Nueva York habían aportado un total que ascendía a $7.200.23. Según se mire, una cifra considerable que paradójicamente mostraba los huesos rotos del Club Patriótico de Nueva York. Baste saber, que Ángel Pérez Vidal, Arnaldo Barrón y Pablo Díaz demostraron que vivían en mundos paralelos que no se cruzaban, cuando se empeñaron en desmembrar la suma monetaria de acuerdo a lo aportado por Acción Cívica Cubana, el Comité Ortodoxo y el Comité Obrero Democrático de Exilados y Emigrados Cubanos. No es de extrañar que en los Clubes Patrióticos de Miami, Tampa y Cayo Hueso, la historia fuera similar. Al menos, a juzgar por el tono dramático de Juan Manuel Márquez. «De mis gestiones por la Florida, les diré que no marchan bien», comentaba avanzado el mes de mayo de 1956 al Club de Bridgeport, argumentando que el estado económico de allí era bastante precario. Pero sobre todo, que la organización iniciada el 20 y el 27 de noviembre, así como el 7 de diciembre de 1955, continuaba estropeándose. El 24 de febrero de 1956, el Club de Miami había sufrido otra restructuración. Otra más, soportó el 4 de mayo. «Aquí llegué con el fin de levantar $5.000 (añadía Juan Manuel Márquez el 30 de mayo de 1955) y creo que si logro $2.500 es un verdadero milagro».80
Se equivoca, quien crea que en adelante las cosas mejoraron para el grupo político de Fidel Castro. Cada vez disimulando menos sus intenciones, el 20 de junio de 1956 Fidel Castro y más de veinte miembros del Movimiento Revolucionario 26 de Julio fueron detenidos en la capital azteca, en el vórtice de una campaña propagandística hostil con el fin de deportarlos por parte de la prensa mexicana azuzada por los diplomáticos del gobierno de Fulgencio Batista. Se imponía un punto y aparte. Así que luego de coordinar los detalles para el envío de fondos, Juan Manuel Márquez se trasladó a Ciudad México. El 2 de julio de 1956 él, junto a los revolucionarios Raúl Castro y Héctor Aldama, orientaron al Club Patriótico de Nueva York intensificar la publicidad en torno a la detención. El revolucionario del medio, hermano menor de Fidel Castro, su acompañante en los sucesos violentos del 26 de julio y emparentado desde aquella fecha con los comunistas cubanos. Según estas voces, también debían atender a la urgencia del dinero que con ese fin se había solicitado y en hacer pública una carta del Movimiento Revolucionario 26 de Julio al Presidente de México.
El documento «Al Honorable Presidente de la República y al Pueblo de México», rechazaba los argumentos de la prensa mexicana. Para el Movimiento Revolucionario 26 de Julio, Fidel Castro no era «coyote», «delincuente» o «mercenario»; sino «patriota». Y para demostrarlo, acudía al lenguaje nacionalista apuntalado por la función política que debía cumplir la leyenda de la «revolución inconclusa»: «Vivimos con la sencilla altivez de los hombres que aspiran a continuar en su patria el sueño trunco de sus libertadores. No hay grandeza ni valentía posible en calumniar en el infortunio y en la cárcel a los que viven y acaso tengan la dicha de morir luchando por la liberación de la patria encadenada (...) Libertad para Fidel Castro y sus 23 compañeros encarcelados es lo que pedimos a México en nombre del pueblo de Cuba».81
Un conjuro que les permitía reivindicar su proximidad con los dominados y les hacía sentirse autorizados para hablar en nombre de «el pueblo». Quizá enfatizando con Will Kymlicka, en lo que representa el término como fuente de dignidad para todos los individuos.82 Y en cierta medida, reclamando para sí un sistema de clasificación favorable bajo la apariencia legítima del nuevo orden y jerarquía que se proponían.83 Volviendo a lo del principio, otra forma de llamar a la nación. Si se quiere, más cercana a la identidad religiosa que sustituye (o absorbe) a medida que declinaba con la llegada de la secularización. El sujeto redentor que José Álvarez Junco mira con recelo, por su participación al lado del populismo en los grandes movimientos totalitarios del siglo XX.84 Por si sirve de algo, una forma de convocar a los cubanos por parte de Fidel Castro, que coincide con su idea de racionalizar el nacionalismo. Vidas paralelas a los juramentos colectivos, el uso emotivo de las palabras, la codificación de la leyenda y el mimetismo organizativo. Dice más de lo que parece. A la manera del mago David Copperfield, desde 1953 a 1955 Fidel Castro tele transportó su mensaje de la «nación» al «pueblo» de Cuba.85
La violencia simbólica surtió efecto. El 24 de julio de 1956, Fidel Castro fue liberado. Varios días antes había sido excarcelado parte del grupo, y una semana después se completaba la cifra. De corre-corre, los meses siguientes exigieron más prudencia en los entrenamientos y en el alistamiento de revolucionarios dispuestos.86 En el mes de agosto, se produjo una importante entrevista entre Fidel Castro y el joven maestro bautista Frank País. A buen seguro, un peso pesado del Movimiento Nacional Revolucionario. Hasta muy poco, desconfiado de las actitudes revolucionarias de Fidel Castro, convertido ahora en una suerte de arquitecto de la guerrilla urbana del «26».87 A partir de aquí, se estableció el esquema del juego clandestino en las ciudades: el apoyo al desembarco. Ocupados en esta empresa, el Movimiento Revolucionario 26 de Julio y el Directorio Revolucionario decidieron unir sus esfuerzos para destronar a Fulgencio Batista. La «Carta de México»,88 como se denominó aquella alianza, fue firmada por Fidel Castro y el Presidente de la Federación Estudiantil Universitaria José Antonio Echeverria, popular estudiante católico de arquitectura en la Universidad de La Habana, probablemente el revolucionario mejor ubicado en el escalafón de la desobediencia civil contra el golpe de estado del 10 de marzo de 1952. Sé de algunos escépticos que todavía hoy se preguntan, ¿por qué Fidel Castro y José Antonio Echevarría pertenecían a grupos diferentes si decían lo mismo? Ante lo cual, digamos que hablamos de competencia política; no de ideología.
Con todo, los acontecimientos posteriores se precipitaron. En el mes de septiembre, la adquisición del yate Granma. En el mes de octubre, el reencuentro con Frank País y José Antonio Echeverria. Contra lo que muchos suponen, para tratar de convencer a Fidel Castro de posponer la expedición pues el acondicionamiento en Cuba no era suficiente. Ni caso. Quien había demostrado un olfato prodigioso para el aroma de la política, decidió no plegarse a una actuación en cámara lenta. Entonces, la limosna de tiempo de la cual disponía, lo condujo a negociar con el ex-ministro auténtico Carlos Maristany el apoyo del Partido Revolucionario Cubano (Auténtico) para equilibrar el presupuesto.89 Desde 10 mil hasta 100 mil dólares, según la fuente. 5 mil más dice haberle entregado en mano Justo Carrillo, fundador y presidente del Banco de Fomento Agrícola e Industrial hasta el golpe de estado de Fulgencio Batista.90 En total, algo que por lo menos igualaba sino multiplicaba por diez el apoyo de los emigrados cubanos. A esa luz, dos deserciones en el campamento de Abasolo, junto a la prisión de los revolucionarios Pedro Miret, Enio Leyva y Teresa Casuso en Ciudad México, decidieron la partida.91 Esta última, viuda del escritor puertorriqueño Pablo de la Torriente Brau, radicado en Cuba desde los ocho años y muerto en el bando republicano de la guerra civil española. Por ende, apenas tres años después de extinguirse los ecos de los disparos en los cuarteles Moncada y Carlos Manuel de Céspedes, el yate Granma transportó hacia Cuba al grupo liderado por Fidel Castro. Era el 24 de noviembre de 1956. Con la distancia de los años, en un momento histórico en que la población cubana si bien todavía no asumía la nueva lealtad política, era demasiado evidente que comenzaba a desmarcarse de viejas lealtades.
Cierto es, que actualmente cubanos que vivieron aquellos años, me dicen que en el mes de diciembre del año 1956 a Fidel Castro no lo conocía nadie en Cuba. Y yo, claro está, no lo pongo en duda. Pero me da la impresión de que se equivocan. No sé como sería exactamente. Sin embargo, todo hace suponer que si hubiésemos preguntado por él en un bar de La Habana en las Navidades del año 1956, nos responderían tres cosas:92 que su prestigio político iba indexado a la violencia, que se trataba del «héroe del Moncada»;93 así como que juró en el exilio retornar en 1956 para destronar a Fulgencio Batista, y lo había cumplido.94
Podrá parecer poco. Pero este tipo de expresiones denominadas por John L. Austin «expresiones realizativas», poseen la peculiaridad de que al pronunciarse en ciertas circunstancias hacen más que decir algo.95 Y si se cumplen, a Jon Elster le bastaría para hacer notar que su posición entre los «primeros revolucionarios», le otorgaba un don especial para «hacer promesas» o «proferir amenazas», que en boca de otros políticos carecerían de credibilidad.96 Entonces, si en 1956 Fidel Castro tenía prestigio político, era algo. Y si al prestigio político añadía que sus simpatizantes le consideraban un héroe, algo más. ¿Cuánto sería si cumplía lo prometido? En múltiples ocasiones, la construcción de su figura mediática se ha comparado con Frankenstein. Si, la obra del científico visionario y de su criatura que Mary Shelley publicara en 1817, con tan solo diecinueve años. De la criatura inadaptada y del error del científico, al creer que luego de enseñarlo a andar se podían controlar sus pasos.
1 Milan Kundera. La ignorancia. Círculo de Lectores, S.A., Barcelona, 2000, pp. 11-12. La sentimentalidad propia de todo exiliado, según José Luis Abellán. «La revista España peregrina como paradigma del exilio español de 1939», en Archipiélago. Cuadernos de Crítica de la Cultura (26-27), 1996, p. 122. Hay que renunciar al buen juicio, para no creer a Rosa Abenosa Guardiola cuando afirma que en los casos de migraciones forzosas las personas se sienten razonablemente «desposeídos de su propia vida» porque otros (o las circunstancias) han decidido por ellos. En: Rosa Abenosa Guardiola. Identidad e inmigración: orientaciones psicopedagógicas. Ministerio de Educación y Ciencia, Secretaría General Técnica, Madrid, 2004, pp. 52-53. Sobre este asunto: Carlos Martín Beristain y colaboradores. Reconstruir el tejido social. Un enfoque crítico de la ayuda humanitaria. Icaria, Barcelona, 2004, pp. 194-196. Las dificultades de adaptación, integración y comunicación, refuerzan los sentimientos de agresividad y rechazo hacia el país receptor. Emergiendo sentimientos de fracaso, desolación y reivindicación. Sentimientos amplificados, al constatar que en muchos casos no cabe la alternativa de volver a casa si el éxito no acompaña. Ver: Rafael Anes y Álvarez de Castrillón. «Factores socioeconómicos de la diversidad. El caso de la emigración», en José Manuel Pérez-Prendes Muñoz-Arraco (dir.) La violencia y los enfrentamientos de las culturas. Fundación Ricardo Delgado Vizcaíno Justel Publicaciones, Madrid, 2004, p. 102.
2 Ernest Gellner. «Nacionalismo e Ideología», en Naciones y Nacionalismos. Alianza Editorial, Madrid, 2003, p. 163.
3 Eric Hobsbawm. «Los intelectuales y la lucha de clases», en Revolucionarios. Editorial Crítica, Barcelona, 2000, pp. 349-352.
4 Ver: Seyla Benhabib. «El derecho a tener derechos: Hannah Arendt y las contradicciones del Estado-nación», en Los derechos de los otros. Extranjeros, residentes y ciudadanos. Editorial Gedisa, Barcelona, 2005, p. 49.
5 Liah Greenfeld. Nacionalismo. Cinco vías hacia la modernidad. Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, Madrid, 2005, p. 17.
6 Alejandro Portes. «La nueva nación latina: inmigración y población hispana de los Estados Unidos». Reis. Revista Española de Investigaciones Sociológicas (116), octubre-diciembre, 2006, p.75. Las cifras exactas son 1.921 cubanos naturalizados y 9.924 cubanos con residencia permanente en 1955. Que contrastan con los 812 y 2.536, en el año 1952. En: Cuba Económica y Financiera (385), abril de 1958, p. 24.
7 Fidel Castro. «Mensaje al Congreso de Militantes Ortodoxos», (S.L.), agosto de 1955. En: Centro de Estudios de Historia Militar. Granma. Compilación de documentos. S.E., S.L., 1981, pp. 3-4.
8 En el mes de abril del año 1952, de acuerdo a su líder Ángel Pérez Vidal en Historia íntima de la Revolución Cubana. Ediciones Universal, Miami, 1997, p. 37.
9 Pablo Díaz. Entrevista realizada por el autor en Ciudad de La Habana, el 5 de febrero de 1990.
10 La respuesta de Fidel Castro, es incluida (el original y la transcripción) por Ángel Pérez Vidal en Historia íntima de la Revolución Cubana, pp. 40-53.
11 Fidel Castro. «Discurso en el Teatro Flagler de Miami». En: Bohemia, 4 de diciembre de 1955, pp. 77-78.
12 Martin Heidegger. «La frase de Nietzche “Dios ha muerto”», en Caminos de bosque. Alianza Editorial Madrid, 1998, p. 173.
13 El domingo 12 de junio de 1955, quedó constituida la Dirección Nacional del Movimiento Revolucionario 26 de Julio. Ver: Mario Mencia. «Solución la del 68 y el 95». Bohemia, La Habana, 16 de agosto de 1985, p. 85.
14 Veterano dirigente del Directorio Estudiantil Universitario de los años treinta del siglo XX y del Consejo Nacional del Partido del Pueblo Cubano (Ortodoxos). En el mes de abril del año 1953, el proyecto fue abortado y su jefe encarcelado. En cuanto a su doctrina, ver: Movimiento Nacional Revolucionario. «Propósitos inmediatos», en Mario Mencia. El Grito del Moncada, Volumen II, Editora Política, La Habana, 1986, pp. 610-614.
15 Ver: Fidel Castro. «Discurso en el Palm Garden». En: Fidel Castro. José Martí el autor intelectual. Editora Política, La Habana, 1983, p. 87.
16 Fidel Castro. Carta a Antonio González Jaén y al Comité Ejecutivo del Comité Ortodoxo de Nueva York (México), 8 de octubre de 1955. En: Luis Conte Agüero, ob. cit., pp. 320-322.
17 Juan Manuel Márquez. Carta a Raúl Castro y otros compañeros, Miami, 14 de noviembre de 1955. En: Guillermo Alonso y Enrique Vignier. Juan Manuel Márquez. Documentos de Combate. Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1983, pp. 151-162.
18 Fidel Castro. Carta a Antonio González Jaén y al Comité Ejecutivo del Comité Ortodoxo de Nueva York (México), 8 de octubre de 1955. En: Luis Conte Agüero, ibid.
19 Celestino Rodríguez. Entrevista realizada por el autor en Ciudad de La Habana, el 10 de abril de 1987.
20 Comité Obrero Democrático de Exilados y Emigrados Cubanos, Comité Ortodoxo de New York y Acción Cívica Cubana. Cubano. Facsímil. Archivo personal de Celestino Rodríguez.
21 Los detalles del encuentro, fueron perfectamente recordados por Celestino Rodríguez, en la entrevista realizada por el autor en Ciudad de La Habana, el 10 de abril de 1987. Con idéntica memoria los expuso Luis García, en la entrevista que junto a Armando Hidalgo concedió al autor en Ciudad de La Habana, 21 de abril de 1987.
22 Juan Manuel Márquez. Carta a Raúl Castro y otros compañeros, Miami, 14 de noviembre de 1955, ob. cit., pp. 151-160. Este acto ocupa una parte importante de la entrevista de Rafael López, Carlos Cerdeña y Gilberto García con el autor en Placetas, Villa Clara, el 3 de junio de 1988.
23 Comité Obrero Democrático de Exilados y Emigrados Cubanos, Comité Ortodoxo de New York y Acción Cívica Cubana. «Nota aclaratoria a la segunda edición». En: Fidel Castro. La historia me absolverá. Discurso pronunciado por el Dr. Fidel Castro ante el Tribunal de Urgencia de Santiago de Cuba el día 16 de octubre de 1953, (S.E.), New York, 30 de octubre de 1955, p. 1.
24 Juan Manuel Márquez. «Discurso pronunciado en el Palm Garden de Nueva York». En: Guillermo Alonso y Enrique Vignier, ob. cit., p. 153.
25 Fidel Castro. «Discurso en el Palm Garden», en ob. cit., p. 100.
26 Luis García. En: Luis García y Armando Hidalgo. Entrevista realizada por el autor en Ciudad de La Habana, el 21 de abril de 1987. De acuerdo a un testimonio inédito escrito en aquellos días por Celestino Rodríguez, en la Casa Dominicana las palabras de Fidel Castro no les habían convencido. De él, sólo conocían lo que habían leído en la revista Bohemia y no estaban dispuestos a un nuevo desengaño político. Sin embargo, en el acto del Palm Garden su discurso cambió de registro: «Ellos hicieron lo de Moncada y el pueblo a pesar que no los secundó, sabe que de estos hombres, solamente de ellos, puede esperar la libertad de la tiranía batistiana». Ver: Celestino Rodríguez. Testimonio inédito, S.L., S.F., S.P. Archivo personal de Celestino Rodríguez. En la «Nota aclaratoria a la segunda edición» incluida en La Historia me absolverá, se calificaba de «heroico» el ataque al cuartel Moncada. Ver: Comité Obrero Demo-crático de Exilados y Emigrados Cubanos, Comité Ortodoxo de New York y Acción Cívica Cubana. «Nota aclaratoria a la segunda edición». En: Fidel Castro. La historia me absolverá. Discurso pronunciado por el Dr. Fidel Castro ante el Tribunal de Urgencia de Santiago de Cuba el día 16 de octubre de 1953, (S.E.), New York, 30 de octubre de 1955, p. 1.
27 Según el historiador cubano Manuel Moreno Fraginals, las autoridades españolas bautizaron a las tropas criollas con un nombre africano que comenzaba con el prefijo yoruba mbí, que los españoles no acostumbrados a este fonema inicial convirtieron en mambí. El término utilizado en forma despectiva, se convirtió luego en laudatorio del patriotismo cubano, en: Manuel Moreno Fraginals. Cuba/España. España/Cuba. Editorial Crítica, Barcelona, 1995, p. 247.
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