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Introducción
Los cuentos conocen el camino

HACE MUCHOS AÑOS UN CUENTACUENTOS INDIO-AMERICANO, “PLUMA DE ÁGUILA QUE FLOTA”, ESTUVO DE VISITA EN LA COSTA ORIENTAL DE AUSTRALIA Y TUVE EL PRIVILEGIO DE ASISTIR A SU SESIÓN DE CUENTOS. ACOGIÓ A LA AUDIENCIA DICIENDO A MODO DE BIENVENIDA: “ALGUNAS PERSONAS PIENSAN QUE EL MUNDO ESTÁ HECHO DE ÁTOMOS […], YO CREO QUE ESTÁ HECHO DE HISTORIAS”.

Esta afirmación aún me conduce a la reflexión, puesto que se convirtió en uno de los diferentes procesos de catálisis que contribuyeron a cambiar el rumbo de mi vida hacia la búsqueda del cuentacuentos. Esta búsqueda, este camino, esta pasión que siento por contar cuentos, ha serpenteado por muchos niveles e historias —personales, familiares, comunitarias, las que yo misma he escrito, junto con las de muchas culturas, pasadas, presentes y futuras—. Ni siquiera soy capaz de preguntarme a dónde me conduce ni dónde terminará; es como el manantial de los cuentos del mundo, infinito. Solo sé que mi mayor satisfacción, y también la más profunda, se produce cuando puedo conectar con los demás a través de las historias.

En mi primer libro de cuentos terapéuticos (Cuentos sanadores. Una ayuda para padres y educadores para gestionar situaciones difíciles y desafiantes), compartí esta pasión a raíz de mis experiencias como maestra y madre; además, ofrecí una estructura que sirviera para escribir cuentos sanadores, junto con una colección de ochenta cuentos que fueran de utilidad ante comportamientos y situaciones desafiantes. El libro se ha abierto camino en diferentes partes del mundo y ha sido traducido a varios idiomas; en realidad, me ha abierto nuevas puertas de trabajo y me ha llevado a impartir talleres en multitud de países y continentes diferentes, desde China, en Asia, hasta África, desde Europa hasta América e incluso hasta mi tierra quemada por el sol, Australia.

Este segundo libro, 101 cuentos sanadores. Más cuentos para ayudar a padres y educadores a gestionar situaciones difíciles y comportamientos desafiantes, contiene algunas ideas para cuentos específicos que se han ido planteando en esos talleres (algunos de los cuales he terminado de desarrollar y completar yo misma), además de los cuentos escritos por algunos de los asistentes (maestros, terapeutas y padres del mundo entero) y otros que pertenecen a mi propia colección.

El objetivo de este libro es doble: ayudarte en el proceso de crear tus propios cuentos sanadores y compartir contigo muchos ejemplos de cuentos que tienen el potencial de resolver situaciones desafiantes y que, en líneas generales, alimentan y forjan el carácter. La primera parte, “¿Qué significa escribir cuentos sanadores?”, proporciona ideas y pautas para motivarte a crear tus propios cuentos y solucionar ciertos comportamientos desafiantes; te ofrece, por lo tanto, una estructura compuesta de “metáfora, desarrollo o viaje y resolución” y nuevas ideas para escribir cuentos terapéuticos: ¡un trabajo práctico! En cuanto a la segunda parte, ofrece ejemplos del fruto de ese trabajo: 101 cuentos sanadores para transformar una amplia gama de conductas y situaciones desafiantes en los niños.

CATEGORÍAS DE LOS CUENTOS SANADORES

Los 101 cuentos están divididos en diferentes categorías, según el tipo de comportamiento, a fin de facilitar su consulta: puedes trabajar con ellos directamente, adaptarlos o utilizarlos como modelos a la hora de crear tus propios cuentos. Cada cuento viene precedido de una pequeña introducción en la que se incluye la edad recomendada y algunas sugerencias para su utilización. Al igual que en mi primera colección de cuentos, estas categorías abarcan muchos de los tipos de conductas desafiantes más frecuentes: desde el enfado y la agresión, pasando por la falta de honradez, la obstinación y la timidez, hasta la intimidación. Asimismo, se han incluido otras categorías a partir de los temas nuevos que se han trabajado en los talleres celebrados en diferentes partes del mundo: la ansiedad y la inseguridad; las manías; la intolerancia; la falta de confianza y la resiliencia; el uso inadecuado de las palabrotas y los sinsentidos, así como los problemas relacionados con ir al baño y la incontinencia nocturna.

CUENTOS SANADORES, NO MORALIZANTES

Al enfrentarnos con lo que consideramos un “comportamiento desafiante”, es vital utilizar la imaginación para poder entrar en las propias experiencias del niño, en lugar de imponer un código moral a través de “cuentos con moraleja”, es decir, aquellos donde se trabaja el miedo a las consecuencias. El enfoque sanador le ofrece al niño el impulso para cambiar el comportamiento desde su propio interior, ya que adopta como suyas las imágenes metafóricas e imaginativas que se desarrollan en el cuento; por lo tanto, este enfoque es más duradero y efectivo que el simple hecho de imponer el conformismo ante las “normas” externas. En realidad, los cuentos sanadores se encuentran en el extremo opuesto de la escala en lo que se refiere a la imposición de reglas, puesto que son dulces cuentos infantiles que respetan la propia experiencia del niño y afirman su deseo y capacidad de crecer de todas las maneras ocultas y sorprendentes posibles.

Es imposible elaborar una lista de cuentos que se adapte a cada situación y, aunque 101 cuentos puedan parecer una colección bastante amplia, solo estamos ante la “punta del iceberg” de los cuentos sanadores. El comportamiento tiene que ver con las relaciones y el contexto, de modo que solo en raras ocasiones puede tratarse de manera aislada. Cada niño existe y se desarrolla en una intrincada red de relaciones y entornos (la familia, el colegio, la comunidad y el mundo), mientras que tú, estimado lector, eres quien está en contacto directo con las relaciones, contextos y características individuales de los niños a los que cuidas, aconsejas y enseñas; por lo tanto, tú eres el más indicado para crear cuentos que aborden sus necesidades específicas e individuales. De este modo, en la primera parte del libro, “¿Qué significa escribir cuentos sanadores?”, pretendo motivarte para que te conviertas en un creador de cuentos. El acto imaginativo de crear un cuento para un niño o un grupo en particular se comunica sutilmente con esos niños en algún nivel, de modo que se sentirán arropados por tu cariño y esfuerzo.

Al escribir tus propios cuentos, recuerda que un punto de partida positivo es tener la esperanza de que tu cuento sanador pueda simplemente ayudar en una situación determinada. ¡Qué logro si lo consigues! Según mi experiencia, he aprendido que al escribir cuentos terapéuticos deberíamos trabajar siempre bajo esa intención de “ayudar”, con la bendición esporádica de que el cuento realmente consiga “sanar”. A pesar de que este libro trata de cuentos “sanadores”, creo que es importante que mantengas esta intención de “ayudar” junto a tu corazón de escritor y evites crearte expectativas o insistir más de la cuenta. Es improbable que haya un remedio instantáneo para los problemas de conducta, pero contar cuentos es, indudablemente, uno de los muchos enfoques y estrategias posibles a nivel terapéutico.

No se puede considerar los cuentos como píldoras mágicas que curan o arreglan todos los problemas. Enfrentarse a conciencia a estas dificultades requiere un estudio del complejo “tapiz” de la disciplina: los cuentos tienen el potencial de ser hilos llenos de luz en este tapiz, pero sus hilos entrelazados son los puntos de apoyo conscientes y consistentes que velan por los niños.

EDADES RECOMENDADAS PARA ESTOS CUENTOS

Buena parte de los 101 cuentos son adecuados para niños de tres a diez años, pero debo insistir en que no se deben encasillar en una edad concreta. En ocasiones, un cuento escrito para un niño puede tener un efecto de transformación en un adulto; de hecho, en algunos de mis talleres ha habido participantes que han tenido la necesidad urgente de escribir un cuento para resolver su propia situación como adulto, sea del presente o del pasado. En el libro comparto varios ejemplos de este tipo y también he incluido ideas para utilizar cuentos terapéuticos dirigidos a jóvenes y adultos. En realidad, la estructura y técnicas que propongo pueden utilizarse para escribir cuentos dirigidos a todas las edades.

CUENTOS PARA SITUACIONES GLOBALES Y DE COMUNIDAD

Además de los cuentos para comportamientos desafiantes en casa y en el colegio, en este libro, 101 cuentos sanadores. Hay cuentos para ayudar a padres y educadores a gestionar situaciones difíciles y comportamientos desafiantes, también se han incluido ejemplos relacionados con los desafíos globales, nacionales y de la propia comunidad.

Debido a mi trabajo inmerso en la creación de cuentos terapéuticos, he visitado muchos países a lo largo de estos años y, a medida que viajo, me voy encontrando cada vez con más peticiones de cuentos sanadores orientados específicamente a la “crisis global” que estamos viviendo. Mi primera reacción a esta solicitud fue: “¿Cómo puede ayudar un cuento en esta situación? ¡Las crisis mundiales son demasiado grandes para un cuento!”. Sin embargo, en el año 2011, después de estar oyendo hablar durante dos semanas sobre el terrible terremoto en Nueva Zelanda, al que le siguió el tsunami en Japón, ¡me sentí motivada a darle una oportunidad al cuento! En aquel entonces estaba de viaje por China, sin mi fiel portátil, así que abrí un cuaderno de los de verdad, cogí un bolígrafo real y empecé a escribir siguiendo mi propia estructura de “metáfora, desarrollo y resolución”. Una vez que tuve clara la resolución (“¡Fortaleza en el cariño, fortaleza en la unidad!”), las metáforas se colocaron en su sitio y nació “El Gigante de la sombra” (página 102).

Entre algunos de los cuentos para situaciones nacionales he incluido: “Los caballos arcoíris” (página 209), un cuento contra la discriminación y escrito para los niños de la nueva Sudáfrica; y “La rosa y la espina” (página 104), un cuento para los niños de Noruega.

Un ejemplo de cuentos relacionados con la comunidad se encuentra en “El río resplandeciente” (página 107), que escribí después de la devastación causada por las inundaciones del río Brisbane, en Australia, para así darles a los niños de esta ciudad el sentimiento de esperanza al ayudarles a comprender los ciclos naturales de destrucción y recuperación. “Las hormigas y la tormenta” (página 105) es un cuento que surgió después de un terremoto y se escribió para los niños de la ciudad de Chengdú, en China. En “La Guardiana del Lago” (página 281), mi intención fue animar a la comunidad de Byron Bay (Australia) a que se implicara en la protección del yacimiento aborigen sagrado situado cerca del pueblo.

Parece ser que no hay límites sobre dónde y cómo puede ayudar un cuento: en cualquier lugar y en todo el mundo, porque ¡los cuentos conocen el camino!

LOS CUENTOS CONOCEN EL CAMINO

En marzo de 2011 visité China para impartir mis talleres y reunirme con el editor encargado de la edición y la traducción al chino de mi primer libro. En esta versión se modificó el título, cuyo equivalente al español sería: “Los cuentos conocen el camino”. Me sentí muy feliz, porque capta verdaderamente la esencia de mi trabajo de creación de cuentos terapéuticos.

Mientras estaba en Beijing, tuve el privilegio de conocer a un maestro del Tao, así como a varios de sus estudiantes, que me mostraron una conciencia de la vida y de la comprensión fuertemente relacionada con el trabajo imaginativo de los cuentos. El camino del Tao crea las condiciones que favorecen el “dejar que las cosas sucedan” (de manera natural), mientras que muchos occidentales intentan crear las condiciones que “hacen que las cosas sucedan”. Este camino del Tao muestra una visión interior profunda sobre una forma determinada de ser: humilde, natural y simple.

La intuición del Tao que habla del “camino natural” y la “sencillez natural” es una base sana para escribir cuentos para niños. El Tao parece ir más allá de las palabras; de hecho, me han dicho que para conocerlo se debe experimentar personalmente. Sin embargo, en un intento de captarlo a través de las palabras, me parece que la mejor descripción es que combina tanto el sentimiento como el pensamiento; lo cual resuena fuertemente con mi experiencia personal como escritora de cuentos, puesto que utilizo mis pensamientos de tal manera que me ayuden a “sentir” un buen cuento más que a organizarlo intelectualmente. Este proceso intuitivo es generalmente imposible de describir; yo solo he podido sugerir (a los entusiasmados estudiantes de narración de cuentos) que solo se comprende cuando se experimenta.

Caminar o estar en medio de la naturaleza es normalmente la mejor manera que tengo para poder “sentir” o “escuchar” un nuevo cuento. La Madre Naturaleza sirve de gran ayuda en estos casos, pues ofrece un camino natural hacia la elaboración de cuentos. Los bosquimanos de África (mi otro hogar, además de Australia) también conectan los cuentos con la naturaleza y los sentimientos; definen el cuento “… como el viento: viene de un lugar muy lejano y lo sentimos”1.

En el libro Storytelling: Process and Practice (Contar cuentos: el proceso y la práctica), Livo y Rietz definen el cuento como “un orden antiguo, quizás natural, de la mente”2; descripción que está directamente relacionada con la comprensión del “camino natural” del Tao. Ciertamente, ofrece la visión sobre la importancia de los cuentos en nuestro mundo y de que nuestros niños los escuchen –¡en el pasado, en el presente y en el futuro!–.

Los cuentos conocen el camino, lo sienten, pueden encontrarlo. Los cuentos pueden abrirse camino hacia tu alma, del mismo modo que el agua encuentra la forma de salir a través de la grieta del muro cuando tiene la oportunidad. Al igual que el agua, los cuentos rejuvenecen y son vitales para un crecimiento y un desarrollo saludables.

El conjunto de muchos cuentos se convierte en un “pozo” para que los viajeros de la vida se sumerjan y puedan continuar su viaje tras revitalizarse y refrescarse…

… viajeros de Australia…

… viajeros de África…

… viajeros de China…

… viajeros del este y viajeros del oeste…

… viajeros del norte y viajeros del sur…

Espero que los viajeros que lean este libro se revitalicen y se refresquen cuando se sumerjan en el pozo de los cuentos; donde estos les salgan al encuentro como una fuente viva, creativa, jamás inmóvil, sino fluyendo continuamente. Asimismo, espero que les anime a crear sus propios “cuentos”, esos “cuentos que conocen el camino”.

Susan Perrow www.susanperrow.com

I
Modelo y estructura en la creación de cuentos

MI OBJETIVO AL ESCRIBIR ESTA PRIMERA PARTE DEL LIBRO ES COMPARTIR EL MODELO Y ESTRUCTURA QUE YO MISMA HE UTILIZADO PARA CREAR CUENTOS SANADORES PARA LOS NIÑOS Y QUE NO SOLO ME HAN SERVIDO A MÍ, SINO TAMBIÉN A MUCHOS DE LOS ASISTENTES DE MIS TALLERES. ES CIERTO QUE EN MI LIBRO ANTERIOR ESBOCÉ ESTE TEMA EN TÉRMINOS GENERALES; SIN EMBARGO, HE PREFERIDO VOLVER A PLANTEARLO PARA PODER AÑADIR OBSERVACIONES Y EXPERIENCIAS ACTUALIZADAS, BASADAS EN EL TRABAJO QUE HE VENIDO REALIZANDO EN LOS ÚLTIMOS CINCO AÑOS.

Mi intención es proporcionar una guía para escribir cuentos, no una “fórmula infalible”, puesto que los cuentos tienen vida propia y no les gusta que los encasillen ni los clasifiquen. ¡Cuántas veces me he sorprendido a mí misma, tanto en mi propia creación de cuentos como cuando estoy impartiendo mis talleres, estableciendo una fórmula o una norma para romperla después!

En el caso de que hubiera una guía fija, sería aquella que alentara a “intuir y jugar”. Esto significa liberarse y jugar, lo cual a nuestra conciencia de adultos, a menudo demasiado crítica, le resulta muy duro. El creador de cuentos necesita un espíritu de apertura, confianza y quietud mental; ser capaz de “permitir que las cosas sucedan” (de manera natural), en lugar de intentar “provocar que las cosas sucedan” a la fuerza. Como creadora de cuentos, intento “sentir” un buen cuento, en vez de organizarlo desde el intelecto.

Aunque es muy difícil describir un proceso tan intuitivo —tan difícil quizás como describir el agua—, este primer capítulo es un humilde intento de liberar este proceso de cualquier rigidez y envolverlo en una especie de flexibilidad o “soltura” que tú, querido lector, puedas experimentar.

El segundo capítulo de esta primera parte, “Que brote la savia de los cuentos”, proporciona algunas ideas y ejercicios que permitirán que descubras tu creatividad y veas el enfoque divertido en la creación de cuentos.

Los dos capítulos de esta primera parte están basados fundamentalmente en mi libro anterior (Cuentos sanadores. Una ayuda…), pero hay detalles que no he considerado necesario volver a repetir, como los que se encuentran en los capítulos “Los ‘cuentos’ y el ‘comportamiento”, “Cuentos diferentes para edades diferentes”, “Verdad y moralidad” e incluso los cinco capítulos que conforman la quinta parte del libro, “El arte de contar cuentos”; en todo caso, te recomiendo que utilices mi primer libro conjuntamente con 101 cuentos sanadores. Más cuentos para ayudar a padres y educadores a gestionar situaciones difíciles y comportamientos desafiantes, puesto que ambos se complementan.

¿QUÉ ES UN CUENTO SANADOR?

Todos los cuentos son, en potencia, sanadores o terapéuticos. Cuando un cuento hace reír o llorar —o las dos cosas—, la risa y las lágrimas pueden ser sanadoras. En los cuentos populares y los cuentos de hadas, a través de sus temas y resoluciones, se encuentra esa posibilidad de sanación: pueden ofrecer la esperanza y el valor necesarios para enfrentarse a las vicisitudes de la vida, afirmando así nuestra capacidad para cambiar y avanzar.

El ecologista de fama mundial David Suzuki opina que los cuentos pueden ayudar a “sanar” nuestro planeta al crear una conexión espiritual con el lugar. Si, por ejemplo, un simple cuento ambientado en la naturaleza es capaz de conectar a los niños con la playa, el río o el bosque de su entorno, es posible que, a medida que se vayan haciendo mayores, estos niños se conciencien de la necesidad de protegerlos y cuidarlos. Los cuentos pueden contribuir, por lo tanto, a que desarrollemos y fortalezcamos nuestra relación holística con el medioambiente.

La propia experiencia de escuchar un cuento, independientemente del contenido, puede ser “sanadora”. Si a los niños les ofrecemos regularmente una sesión de cuentos, podrán desarrollar y fortalecer la concentración y activar la imaginación. Hoy en día estos efectos son un bálsamo sanador especialmente beneficioso, ya que los niños pasan muchas horas en estado pasivo viendo la televisión y películas en DVD. Mientras que dichos medios tecnológicos presentan una imagen fija, creada de antemano, que el espectador debe aceptar sin recurrir a sus propias capacidades creativas, un cuento, por el contrario, requiere y estimula la creación imaginativa de imágenes internas.

Además del potencial sanador que generalmente poseen los cuentos, ante situaciones concretas, un determinado cuento puede ayudar o incluso sanar el comportamiento derivado de ellas. Atendiendo a la finalidad de este libro, he denominado a estos cuentos “sanadores” o “terapéuticos”, entendiendo ambos términos como sinónimos.

Si consideramos que sanar significa “devolver la salud, recuperar el equilibrio, volver a recuperar completamente el estado saludable”, los cuentos sanadores podrían describirse como “aquellos cuentos que devuelven el equilibrio y la integridad a un comportamiento o situación en desequilibrio”.

A decir verdad, contar cuentos terapéuticos es una manera delicada, fácil y a menudo muy efectiva de abordar temas controvertidos con los niños, porque la estructura del cuento ofrece un medio sanador que permite que los niños se embarquen en un viaje imaginativo, en lugar de aleccionarlos o hacer comentarios directos sobre su comportamiento. Al identificarse con el protagonista o los protagonistas, el niño se empodera, puesto que se superan los obstáculos y se alcanza una resolución.

Los cuentos se podrían comparar con los remedios naturales u homeopáticos, dado que, al igual que la medicina natural, se valen de las fuerzas y capacidades latentes en el niño para restablecer el equilibrio. Con todo, aceptar esta fórmula de contar cuentos se asemeja, en ocasiones, a la lucha que surge ante la aceptación de las terapias alternativas: el sentido común nos dice que deberíamos recibirlas con los brazos abiertos, pero el mundo de la publicidad y el de la ciencia se oponen radicalmente. Asimismo, a quienes poseen una mentalidad más materialista les cuesta más aceptar que es mejor tratar un problema convocando las fuerzas imponderables y ocultas de la imaginación que abordándolo directamente.

Afortunadamente ya se están produciendo ciertos cambios, aunque lentamente. Desde tiempos inmemoriales se han utilizado los cuentos como una herramienta poderosa para educar y “sanar”; hoy en día, ha surgido la emocionante tendencia de volver a despertar este arte antiguo. Existe un pequeño grupo, que poco a poco va en aumento, de pensadores, investigadores, profesores y maestros —vinculados al mundo de la educación— que otorgan el debido reconocimiento a todas estas formas expresivas e imaginativas de pensar y aprender, y que están contribuyendo, por lo tanto, a que renazca el arte de contar cuentos y se utilice como herramienta terapéutica.

Mantengo la esperanza y el sueño de que una vez más volvamos a contar con maestros, profesores y familias que utilicen el poder de los cuentos y de la imaginación en su función de educadores y guías de los niños de su comunidad; que apoyen las capacidades de los niños con el método ante el cual responden mejor y que, además, les encanta: la imaginación. Después de todo, son estas capacidades las que unen a comunidades enteras y hacen posible que las relaciones humanas valgan la pena, pues nos permiten tantear las experiencias de los demás.

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