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TEJIENDO LA ESTRUCTURA DEL CUENTO

El modelo que utilizo para escribir los cuentos terapéuticos (sanadores) tiene una estructura dividida en tres partes: la “metáfora”, el “viaje” o “desarrollo” y la “resolución”. Aunque por lo general estas partes se entrelazan para poder dar forma a todo el cuento, es de gran ayuda identificarlas y debatir cada una de ellas por separado.

A pesar de que en este libro describo este marco de referencia para escribir cuentos, se trata tan solo de una sugerencia; de hecho, algunos de los cuentos incluidos en este libro no se han escrito en base a este enfoque (ni a ningún otro), sino que se han guiado por la propia intuición. Te ruego, por lo tanto, que no lo adoptes como la única manera de escribir cuentos, sino simplemente como un punto de partida. Podría servirte, además, para “deconstruir” otros cuentos que, posteriormente, podrías transformar en otras historias diferentes. Te animo a realizar este ejercicio de “deconstrucción” con algunos de tus cuentos populares o cuentos de hadas favoritos; es muy posible que te aporte mayor claridad para comprender su construcción y composición internas.

En primer lugar, debes tener claro qué intentas conseguir al escribir un cuento sanador. Un cuento cuyo propósito sea sanar un comportamiento desafiante no implica transformar el “mal” comportamiento en uno “bueno” ni convertir a los niños “traviesos” en “niños buenos”; al contrario, se trata de intentar restablecer la integridad o el equilibrio en la propia experiencia del niño. Asimismo, es importante entender que la conducta del niño, al igual que la de todos los seres humanos, está vinculada con el contexto y con las relaciones; raras son las ocasiones en las que es posible abordar un comportamiento concreto de manera aislada (véase Cuentos sanadores. Una ayuda…, en particular el capítulo que profundiza sobre “Los ‘cuentos’ y el ‘comportamiento”). No obstante, cuando se quiere abordar y tratar de hallar soluciones para el comportamiento desafiante de los niños, contar cuentos es solo uno de los muchos enfoques y estrategias posibles, una hebra de todo el tejido.

Cuando se escribe un cuento sanador, es muy útil seleccionar con esmero las metáforas terapéuticas y preparar un viaje o búsqueda que responda a las necesidades de la situación que deseemos tratar y también se adapte a la edad del niño o de los niños en cuestión. El objetivo del cuento no puede estar enfocado, bajo ningún concepto, ni a moralizar ni a provocar el sentimiento de culpa; ¡es importante recordarlo siempre! El objetivo debe centrarse en reflejar simplemente los hechos, lo que está sucediendo, y ofrecer, a través de las “metáforas” y el “viaje” o “desarrollo”, la manera de trabajar y cambiar poco a poco ese comportamiento, al mismo tiempo que se proporciona una resolución realista. Si se fuerza este proceso orientándolo a conseguir un propósito, el cuento no solo resulta demasiado intelectual, sino menos efectivo. Es preciso considerar que, a menudo, el comportamiento reside en lo profundo de nosotros en forma de un hábito, de modo que solo se puede cambiar cuando se permite que la nueva percepción y las imágenes creativas se sumerjan en las profundidades de la voluntad y allí, ocultas y en silencio, realicen sus efectos misteriosos transformadores.

Un cuento sanador debería, en la medida de lo posible, dejar que el oyente sea libre de sacar sus propias conclusiones, que el “poder del cuento” pueda ejercer así su propia magia. Como sugiere el escritor Ben Okri, deja que el cuento haga su trabajo “en silencio, de forma no visible”:

Es fácil olvidar lo misteriosos y poderosos que son los cuentos. Hacen su trabajo en silencio, de forma no visible. Trabajan con todo el contenido de la mente y del yo. Se convierten en parte de uno mismo mientras nos cambian3.

RESOLUCIONES POSITIVAS

En los cuentos terapéuticos, la resolución se traduce en la recuperación de la armonía o equilibrio en una situación o comportamiento que ha sido disruptivo o ha perdido el equilibrio. Aunque la resolución se sitúa al final del cuento, en líneas generales, es mejor reflexionar al respecto desde que se inicia la planificación del cuento. Si la resolución no está clara, entonces será difícil saber cómo trabajar con las metáforas y el desarrollo; por esa razón tomé la decisión de comentar este aspecto de la estructura desde el principio.

Es importante que la resolución ofrezca una reafirmación, en vez de crear un sentimiento de culpa. En el cuento “La trompa del elefante” (página 97), por ejemplo, el comportamiento de golpear a los demás está en desequilibrio y es inaceptable para los hermanos y hermanas de Tembo, que intentan alejarse de él mientras va dando golpetazos y porrazos a lo largo del día. No se sienten seguros porque no pueden adivinar en ningún momento qué va a hacer exactamente con su fuerte trompa. Entonces, Tembo se cae por las rocas resbaladizas, pero ahora sus golpetazos y porrazos no pueden ayudarle, de modo que termina atascado en una poza al fondo de los acantilados, lejos de su familia. Con la ayuda de la abuela elefanta y la “cuerda” y que forman los elefantes con sus trompas y colas por fin rescatan a Tembo. A través de las metáforas de “obstáculo” y de “ayuda” (que se comentan en las páginas 38 y 39), el cuento ofrece un sencillo viaje transformador que se inicia cuando “se utiliza la fuerza para hacer daño” y termina “cuando se utiliza la fuerza para ayudar”. Al elefantito no se le hace sentir culpable por su comportamiento, sino que el desarrollo del cuento conduce, de forma natural, a una resolución positiva en la que se restablecen el equilibrio y la armonía. Por el contrario, en el cuento tan entretenido de Rudyard Kipling sobre el elefante y su trompa —incluido en su libro Precisamente así—, el equilibrio solo se recupera al final, cuando al elefantito —previamente el afectado— se le concede el poder de hacer daño a los demás; por lo tanto, no se le puede considerar un cuento sanador en el sentido literal y profundo de la palabra.

En el cuento “Pequeño Lobo” (página 196), no sirven de nada los esfuerzos de la madre para animar a su hijo a unirse al resto de la manada y aprender las costumbres del clan de los lobos. Sin embargo, es evidente que su falta de interés indica que hay un desequilibrio. ¿Puedes imaginarte un lobo sentado en la nieve, tapándose las orejas con las garras y con los ojos bien cerrados? Entoncers, al sufrir la vivencia de caer en la trampa del cazador (el viaje), la experiencia de desequilibrio es llevada al límite, pero se resuelve inmediatamente después, cuando rescatan al lobo y lo liberan para que pueda correr con el resto de la manada. ¡Qué alivio para Pequeño Lobo y también para el interesado oyente!

Según el tipo de comportamiento y de situación, se requieren diferentes planteamientos. En algunos casos son bastante directos; por ejemplo, si se escribe un cuento para un niño que está continuamente diciendo palabrotas o palabras “feas”, la resolución evidente será sustituir las palabrotas por un uso más constructivo de la voz; de este modo, en “Pitón canta y la osa danza” (página 253), la serpiente termina por utilizar su voz para cantar bellas canciones.

En el cuento “Los caballos arcoíris” se presenta un enfoque más complicado, puesto que está dirigido a los niños de la nueva Sudáfrica y trata el tema de la antidiscriminación (página 209). El cuento conduce al oyente atento a través de conflictos de intolerancia y orgullo; lentamente las minúsculas nubes grises creadas por esos conflictos cubren el cielo, empieza a llover y se inunda la tierra. La necesidad común de encontrar un refugio obliga a todos los caballos a reunirse en una gruta en lo alto de las montañas. Al final ceden sus coloridas crines de arcoíris para ayudar a tejer unas alas con el fin de que el caballo dorado pueda volar por el cielo y traer de vuelta la luz del sol. La resolución transformadora se produce cuando el comportamiento de intolerancia se convierte en una actitud de “aceptación” o tolerancia por decisión propia, no a través del castigo o la imposición.

Sin embargo, en un cuento escrito para un niño de padres separados, la resolución sería menos evidente; aquí se precisaría de una reflexión profunda, ya que el cuento no debería dar más esperanza de la que ofrece la vida real, es decir, ¡no se puede sugerir que los padres volverán a estar juntos otra vez! Tal vez sea necesario realizar algunas preguntas que ayuden a organizar la resolución: ¿siguen en contacto el padre y la madre?, ¿pasan tiempo con el niño?, ¿alguno de los dos ha desaparecido de la vida del niño? Podría ser también una oportunidad para que los propios padres capten un mensaje en el cuento y cambien su actitud; como, por ejemplo, aprender a ser coherentes y entender la importancia de priorizar las necesidades del niño. Quizás el cuento podría tratar de una madre y un padre peces que viven separados, cada uno en su laguna entre las rocas. El niño pez podría nadar de una laguna a la otra a través de un camino de algas y corales. ¿Las algas podrían susurrar una canción especial? El padre o la madre podría cantar esta canción cuando llevara al niño de una casa a la otra; de esta manera, se reduciría la ansiedad que surge a menudo en esos momentos de traspaso de responsabilidades. Se podría incluir en el cuento la metáfora de la luz intensa del sol que se filtra a través del agua e ilumina cada laguna en momentos diferentes. Si no es conveniente que las dos lagunas estén cerca (es posible que los padres estén distanciados, física o emocionalmente), podrían estar en los extremos opuestos de un ancho arrecife o podría haber entre ellos algún promontorio rocoso o una playa (¡o una gran extensión del océano!). Pensar y elaborar estos desarrollos y resoluciones diferentes puede ser un bálsamo reparador tanto para los padres, el terapeuta o el maestro como para el niño.

Cuando se escribe un cuento para un niño que tiene un amigo o un familiar con una enfermedad terminal (o que ya ha fallecido), sería totalmente inadecuado crear cuentos donde el enfermo se recupera y vive feliz para siempre. El creador de cuentos tiene una gran responsabilidad, ya que debe intentar crear una imagen más importante para llegar a una resolución que lleve al oyente a un lugar incluso más elevado o diferente del terrenal. Por otro lado, sería ideal que, cuando los padres escriban cuentos para sus propios hijos, lo hagan desde sus propias convicciones religiosas o filosóficas. Asimismo, los maestros o terapeutas deben tener en consideración las creencias de la familia a la hora de escribir un cuento. Véanse cuatro ejemplos en los siguientes cuentos: “La mariposa” (página 133), “El manto de luz del abuelo” (página 133), “La paloma arcoíris” (página 137) y “El cerezo y su amigo dorado” (página 132).

Independientemente de lo simple o complejo que sea el desarrollo del cuento, es fundamental que la resolución implique un final feliz y lleno de esperanza. En los cuentos terapéuticos, al igual que en los cuentos populares y los cuentos de hadas, subyace el tema profundo del bien que vence al mal, porque los niños del mundo entero necesitan escuchar este mensaje esperanzador; esto quiere decir, por lo tanto, que el género de cuentos “reales” con finales tristes debe introducirse gradualmente según la edad de los pequeños y fascinados oyentes. Los niños mayores —en el último curso de primaria o ya en secundaria—, que estudian la vida de los personajes célebres de la historia, pueden soportar los finales tristes o trágicos; están preparados para hacer frente a la cruda realidad de los primeros exploradores que sufrieron una muerte muy dura debido a la hambruna o a las historias de guerra llenas de desolación y desesperación. Sin embargo, en el momento de tomar decisiones, no olvides que los niños mayores, los jóvenes e incluso los adultos necesitan igualmente la satisfacción y el alimento de un “final feliz” de vez en cuando. ¡En el caso de las terapias, la mayoría de las veces es lo que realmente necesitan!

EJEMPLOS DE RESOLUCIÓN POSITIVAS


CUENTOSCOMPORTAMIENTO/SITUACIÓN EN DESEQUILIBRIORESOLUCIÓN: RECUPERACIÓN DEL EQUILIBRIO
“El Gigante de la sombra” (página 102)Predominan la avaricia y el poder.“Fortaleza en el cariño, fortaleza en la unidad”.
“Las hormigas y la tormenta” (página 105)Niños con ansiedad tras un terremoto que derrumbó el edificio de su jardín de infancia y algunas casas del lugar.Tranquilizarlos con la garantía de que sus maestros y sus padres los protegerán.
“Los palillos de ritmo” (página 80)Comportamiento ruidoso de manera continua.Ruido bajo control; polaridad y ritmos sonoros.
“Tan perfecta no era la casa” (página 116)Exceso de perfección; con ansiedad si las cosas no son perfectas.Más relajado; comprende que las cosas no siempre pueden ser perfectas y no pasa nada.
“La familia wombat” (página 146)Niño de tres años y medio que todavía quiere seguir tomando leche materna; madre agotada que no quiere seguir con esta situación; madre a la que también le gustaría que aumentara el vínculo del niño con su padre.El niño pierde interés en mamar; se hace más independiente y disfruta con las nuevas aventuras que tiene con su papá.
“En el parque del océano” (página 151)Juego patoso y caótico.Más cuidadoso al jugar y, el juego en sí, más constructivo.
“Una familia de caracoles” (página 179)Con ansiedad cada vez que tiene que cambiar de una casa a la otra.Contento en los dos hogares; emocionado cada vez que le toca quedarse en la otra casa.
“Los gnomos y las coronas doradas” (página 219)Miedoso, falta de confianza y resiliencia.Fortaleza y valor.
“Pequeño Lobo” (página 196)Siempre se queja, nada le hace feliz.Se le despierta el interés y la motivación.
“El niño y la caracola color perla” (página 257)Incapacidad para escuchar a los demás; no para de hablar.Aprende a escuchar.
“Un robot muy tímido” (página 246)Introvertido, falta de confianza al hablar.Consigue seguridad al hablar.
“El pez cubierto de percebes” (página 264)Se hace caca encima; no va al baño.Lleno de confianza cuando va al baño; experimenta una nueva libertad.
“El camaleón inteligente” (página 120)Se burlan de él continuamente; siempre es la víctima .Supera la intimidación; consigue tener autoconfianza.
“El árbol de las reverencias” (página 149)Avaricioso; no se preocupa por los demás.La alegría de cuidar a los demás y de compartir.
“El caballo alado” (página 216)Inseguro, sin motivación.Gana confianza y motivación.
“Los caballos arcoíris” (página 209)Intolerancia ante las diferencias.Aceptación de las diferencias.
“La excavadora dice que no” (página 275)Niño bloqueado; siempre dice “No”.El niño “se desbloquea” y se vuelve más complaciente y colaborador.

EL MISTERIO Y LA MAGIA DE LAS METÁFORAS

En términos sencillos, una metáfora nos muestra una cosa como si fuera otra y, al hacerlo, amplía nuestra visión del mundo, además de refrescar y reavivar, con frecuencia, nuestra percepción.

A través de las imágenes, la metáfora se dirige directamente a nuestras facultades imaginativas, eludiendo nuestro cerebro racional. Estos desvíos y caminos metafóricos nos permiten explorar las ideas, fuerzas y poderes que yacen detrás o más allá de nuestro pensamiento racional. Al superar las limitaciones de nuestros encasillamientos y de nuestro lenguaje rutinario, con su tosquedad y complicación, la metáfora ofrece, a través de un proceso misterioso y mágico, una forma de conocimiento “superior” o más holístico:

La metáfora se yuxtapone a los conceptos habituales para revelar conceptos más elevados y arquetípicos. Estos conceptos más elevados no se pueden traducir literalmente a la lengua cotidiana porque “carecen de nombre”; no existe ninguna palabra definible ligada a estos “seres del pensamiento” ni tampoco son accesibles al razonamiento abstracto y lógico. Son intuiciones poéticas que se encarnan en el pensamiento y el lenguaje a través de la hábil manipulación de los conceptos con los que estamos más familiarizados4.

La metáfora es muy diferente del símil. Mientras que el símil compara una cosa con otra y resalta su parecido utilizando la palabra “como” (“Tus ojos son como estrellas”), la metáfora logra su mágica transformación convirtiendo una cosa en otra diferente (“Tus ojos son estrellas”). En el símil, el proceso de comparación implica a nuestro cerebro más racional, a nuestros procesos de pensamiento, mientras que la metáfora alcanza las profundidades de nuestra imaginación psíquica y, expresado de manera sencilla, “nos llega al corazón”. De hecho, podemos observarlo en el desarrollo infantil; para un niño pequeño, que vive en su mundo imaginario, un objeto cualquiera como un palo se transforma en una espada, una serpiente, un puente, una varita mágica o casi en cualquier cosa (y a veces se transforma en todas estas cosas siguiendo la secuencia del juego). Por el contrario, cuando va creciendo y empieza a decir que una cosa es como otra cosa, significa que se ha separado de la inmediatez genuina de la unidad metafórica para adoptar un punto de vista más distanciado.

En El Principito el zorro nos enseña un sencillo secreto:

… He aquí mi secreto. Es muy sencillo. Consiste en que no se ve bien sino con el corazón, pues lo esencial es invisible a los ojos5.

La metáfora llega al corazón porque no se ve bien sino con el corazón. Por esta razón, la metáfora ha sido durante mucho tiempo el lenguaje de los místicos, los maestros espirituales, los poetas, los cuentacuentos y otros representantes del arte expresivo.

Si profundizamos, por ejemplo, en la palabra “jardín” como ejemplo de “metáfora”, nos bastará una rápida mirada a los textos espirituales y a la poesía a lo largo de la historia de la humanidad para comprobar que las metáforas de “jardín” son prácticamente infinitas. ¡Sin embargo, se trata únicamente de una imagen entresacada de una fuente de metáforas igualmente ilimitada!

Los líderes espirituales y los místicos utilizan constantemente las metáforas de “jardín” en sus enseñanzas. Sri Ma Anandamayí, una gurú de la India, decía al respecto: “Un vasto jardín se extiende por el universo. Todas las plantas, los seres humanos, los cuerpos de mentes elevadas existen en este jardín, aunque bajo formas diferentes”6. Kahlil Gibran, el famoso poeta libanés, afirma: “La vida sin amor es como un árbol sin flores ni frutos”7. En la Biblia leemos: “O dais por bueno el árbol y por bueno el fruto, o dais por malo el árbol y por malo el fruto, pues por su fruto se conoce el árbol”8.

Asimismo, muchos poetas relacionan el jardín con el amor y la belleza y, dentro de este contexto, la imagen de la rosa se erige a menudo como lo supremo. Cuando yo misma quise manifestar el amor que sentía por mi madre, escribí un poema sobre “La rosa en el jardín de mi vida” que “Con su canción de flores llenaba nuestras vidas […] / Sus flores, dulces y llenas de energía, / solo a los tesoros de Dios pertenecían”. La metáfora de la rosa en el jardín captaba todo lo que quería expresar sobre mi amor hacia mi madre y la belleza de su maternidad consagrada.

Sin embargo, en las metáforas con “jardín” hay algo más que espiritualismo, amor y belleza sublimes. Kipling, en su poema “The Glory of the Garden” (La gloria del jardín) —título del libro en el que está incluido—, no se detiene en las flores y la belleza, sino que muestra el trabajo que se esconde detrás y considera que “las herramientas y el cobertizo […] son el corazón de todo”. Comenta que “esos jardines no se crean sentados a la sombra y cantando ‘¡Oh, qué bonito!” y que “la mitad del trabajo de un buen jardinero se hace de rodillas”.

William Blake sorprende igualmente con su observación en “El jardín del amor”, donde presenta imágenes de usurpación y del paraíso perdido: no de dulces flores, sino de una capilla construida en la hierba donde solía jugar con “… tumbas, / y […] lápidas allí donde debería de haber flores; / y sacerdotes con hábitos negros caminaban en ronda, / y ataban con espinos [sus] alegrías y deseos”.

Los ejemplos anteriores ilustran, en una pincelada fugaz, el papel tan importante y variado que ha desempeñado la metáfora en las formas de expresión del ser humano en la cultura y la comunicación. Las imágenes le hablan directamente a la imaginación, establecen sus conexiones a través de los sentimientos sin recurrir, en absoluto, al razonamiento teórico o abstracto. Al igual que en los textos espirituales y en la poesía, cuando una o varias metáforas aparecen integradas en el cuento, pueden conllevar misterio y magia, a veces sutiles, otras poderosas; a menudo cobran vida y ellas mismas se nutren entre sí de energía en una interacción emocionante y dinámica. Dependiendo del desarrollo del cuento, una misma metáfora puede asumir diferentes papeles; así, por ejemplo, en un contexto determinado, una “laguna” será el obstáculo que tendrá que superar una ballena atrapada, mientras que, en otro, adoptará la función de proporcionar la seguridad y ayuda necesaria para un barco que consigue refugiarse de la tormenta. Naturalmente se refleja aquí la naturaleza de fluidez que subyace a la propia vida y los cambios dinámicos de significado que pueden presentarse según el contexto y la situación.

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