Kitabı oku: «La adquisición del sistema verbal español por aprendices alemanes y el papel del aspecto gramatical», sayfa 5
3 Un ejemplo de la adquisición de rasgos: Los sistemas temporal-aspectuales
3.1 Modelos temporal-aspectuales: definiciones generales y problemas
El verbo representa el núcleo del predicado de toda oración, y por lo tanto es esencial y central para cualquier ámbito al que concierne la lengua en cuestión. Codifica informaciones relevantes del evento o de la acción que se describe, y establece relaciones entre los diversos actuantes y entidades afectadas. Así, el adquiriente (tanto de primera como de segunda lengua) entra en contacto con esta categoría desde el principio, y le será difícil aplicar cualquier estrategia de evitación (Guijarro-Fuentes 2005a: 142). Esto es, resulta altamente complicado evitar el tema en sí, o sustituirlo por usos de paráfrasis o sinónimos (véase Faerch & Kasper 1980: 91). En otros fenómenos gramaticales, estrategias similares se atestan frecuentemente entre aprendices de segundas lenguas (Kleinmann 2006; consúltese también Cohen 2014, Williams & Burden 1997). Aparte de esta inmensa importancia que posee el verbo gracias a su función, resulta igual de inmensa la complejidad de los rasgos que lo constituyen. El verbo no solamente establece las relaciones, sino también especifica la acción efectuada según el tiempo, el aspecto y el modo, y aporta sus propios rasgos léxicos que resultan imprescindibles para comprender cualquier oración.
Centremos, en lo siguiente, la atención en las nociones de tiempo y aspecto. Especialmente en las clases de español como lengua extranjera, los tiempos del pasado (que dependen del contexto temporal-aspectual de manera crucial) se perciben como inherentemente difíciles y complicados (Comajoan 2014, Salaberry & Ayoun 2005, Salaberry 2008).
En esta sección, por consiguiente, el objetivo es la introducción al sistema verbal y la presentación de su complejidad inherente. Empezando con las generalidades y las definiciones de tiempo y aspecto, va a ser enfatizada, posteriormente, la descripción detallada del sistema verbal español y sus contrastes con otras lenguas, especialmente el alemán. Así, se va a crear una base sólida para presentar el estudio empírico sobre la adquisición de las formas verbales por parte de aprendices alemanes en comparación con hablantes de otras lenguas maternas.
A nivel teórico es muy importante diferenciar nítidamente entre los conceptos tiempo verbal, aspecto léxico y aspecto gramatical. Todos codifican informaciones que dependen del traspaso del tiempo real, pero se distinguen en cuanto a los elementos que enfocan: el tiempo gramatical se relaciona con factores externos, el aspecto gramatical depende del contexto interno de la oración concreta, y el aspecto léxico se define por elementos inherentes al verbo en sí. En la realidad lingüística y en la aplicación empírica, sin embargo, los tres conceptos no siempre resultan claramente separables porque pueden codificarse en la misma forma verbal. Especialmente en el contexto del español, los conceptos de tiempo y aspecto gramatical aparecen inseparablemente fusionados, lo que ilustra el siguiente ejemplo.
(4) Mariana leyó el libro entero.
Se evidencia que, en (4), el verbo leyó codifica varias informaciones de manera simultánea: entendemos que se trata de una acción de lectura, que el evento tuvo lugar en un pasado, y que la acción se realizó de manera completa (Zagona 2007). Contrasta, por lo tanto, con la siguiente frase:
(5) Mariana leía el libro entero.
En (5) no sabemos si la acción se llevó a cabo o no. Puede darse el caso de que se describa solamente la intención del sujeto (Mariana leía el libro entero, pero no lo consiguió), que se resalte la noción de que la acción está en trascurso (Mariana leía el libro entero cuando sonó el teléfono), o que es una costumbre (Mariana leía la biblia entera cada seis semanas).
3.2 Modelos con enfoque en la similitud entre tiempo y aspecto
Uno de los primeros modelos se encuentra en la obra de Reichenbach (1947). Partiendo de la observación de que las relaciones temporales pertenecen a una “rather complex structure” (Reichenbach 1947: 288), intenta definirlas a través de tres parámetros para simplificar el análisis. Estos tres parámetros se conocen bajo los términos point of speech (‘momento del habla’), point of event (‘momento del evento’) y point of reference (‘momento de referencia’) que suelen abreviarse mediante las siglas S, E y R, respectivamente (Reichenbach 1947: 288-290). ellos, pueden establecerse relaciones de anterioridad, simultaneidad, y posterioridad. Estas relaciones son binarias, por lo que, para conectar los tres parámetros, necesitan usarse dos de ellas por cada tiempo verbal –el simple past del inglés, por ejemplo, se describe por una simultaneidad entre E y R, donde R es anterior a S, mientras que, en el simple present, todos los puntos son simultáneos–. Dado que la anterioridad y la posterioridad representan funciones inversas, Reichenbach (1947: 297) demuestra que resultan trece combinaciones posibles.
Ante el hecho de que con este modelo se trata de uno de los primeros acercamientos a la descripción sistemática de los tiempos verbales, resulta obvio que presenta un par de problemas. Así, algunos de los tiempos se definen por varias combinaciones. Así, el futuro perfecto (anterior future, en la terminología de Reichenbach), se caracteriza por el punto de referencia R posterior a S y E. Estos, sin embargo, pueden ser simultáneos, S puede ser anterior a E, y E puede ser anterior a S. Como las relaciones que presentan forma y significado nunca resultan perfectas (Lardiere 2009 →2.3), esta variedad de posibilidades no necesariamente tiene que presentar una debilidad del sistema. No obstante, es un indicio de que depende altamente del sistema verbal inglés, lo que dificulta su aplicación a otras lenguas de forma más general.
De manera más crucial, se evidencia que el modelo no ofrece posiciones para todos los tiempos verbales. Reichenbach mismo reconoció este problema, al querer incluir el progresivo inglés en el sistema (I was seeing John. ‘Estaba viendo a John.’, Reichenbach 1947: 290). Su solución intentada es la sugerencia de que “[i]n some tenses, an additional indication is given concerning the time extension of the event” (Reichenbach 1947: 290). Al considerar otras lenguas, en cambio, se evidencia la falta de más casillas. Así, por ejemplo, el pretérito perfecto simple de las lenguas románicas (→4.1), que define una relación clara entre momento de habla y el evento sin establecer ningún punto de referencia, cae fuera del sistema. Haßler (2016:19) argumenta que, efectivamente, la oposición entre las formas castellanas vi y veía, que forma el tema central de las siguientes secciones (→4.2), no se ve reflejada en el sistema de Reichenbach.
Por estas razones, el modelo ha sido ampliado varias veces (véase p.ej. Giorgi & Pianesi 1997), pero también recibió fuertes críticas (Arche 2014a, 2014b, Carrasco Gutiérrez 2000: 2073, Fábregas 2015: 9). Los dos defectos esenciales consisten en el hecho de que no representa un análisis exhaustivo, y que no representa un acercamiento binario (González 2003: 11).
Klein (1992: 109), por ejemplo, critica que Reichenbach (1947) no aporta una definición exacta del momento de referencia, y presupone su existencia de forma intuitivamente dada. Klein (1992) argumenta, consiguientemente, que este parámetro resulta escasamente útil. En su modelo, descrito detalladamente en Klein (1994)1, pretende perfeccionar las ideas generales, e igualmente propone la combinación de tres parámetros. La diferencia más importante, en comparación con Reichenbach (1947), es que Klein (1992) argumenta que las dos relaciones que necesitan establecerse no son equiparables, sino una de ellas concierne al aspecto, y la otra al tiempo.
Propone los parámetros TU, TT y TSit. Mientras que TU (Time of Utterance) y TSit (Situation Time) igualan en la mayoría de los aspectos a los conceptos S y E de Reichenbach (1947), TT (Topic Time) es un concepto innovador. Otra diferencia fundamental es que Klein (1992) en vez de hablar de momentos puntuales, habla de manera explícita de intervalos. Únicamente el TU podría seguirse entendiendo como punto temporal, aunque en realidad también equivale a un intervalo de una longitud relativamente corta.2 La longitud de todos estos tres intervalos temporales es variable y puede extenderse a voluntad del hablante, de acuerdo con el contexto dado.
Con TT se refiere al tiempo sobre el cual se hace una afirmación; el concepto de TSit, en cambio, implica el intervalo temporal en el cual el evento tiene lugar. La diferencia se ilustra a partir del siguiente ejemplo, introducido como declaración ante un tribunal el día 3 de octubre de 1999:
(6) Jorge no puede haber sido. Jorge estaba en Heidelberg. Llegó allí el 27 de septiembre, y no ha salido de la ciudad desde entonces.3
En este ejemplo, se ve que el hablante eligió varios tiempos verbales, aunque todos los verbos aparecen en una forma del pasado. Las formas concretas no se han elegido de manera arbitraria: de los eventos a los que se refiere el enunciado, no todos se encuentran completamente antes del momento del habla. Así, por ejemplo, por el contexto se infiere que el estado Jorge está en Heidelberg se extiende hasta el momento del habla, y sigue siendo válido. Por esta razón, la frase citada mantendría su sentido, aunque el tiempo se cambiara por una forma del presente (Klein 1992: 109). De esta extensión durante la cual el evento se mantiene (TSit), el hablante elige un subintervalo propio (TT), que se sitúa completamente en el pasado. En este caso TT equivale al 27 de septiembre.
Klein (1992) sostiene que el tiempo verbal únicamente relaciona TU con TT, mientras que la relación entre TT y TSit se expresa mediante el aspecto. Entre TU y TSit, es decir, entre el momento del habla y el momento del evento, no existe ninguna conexión inmediata. Las relaciones aspectuales se definen de manera significativamente distinta de las temporales. El aspecto es imperfectivo cuando TSit incluye a TT en su totalidad. En cambio, cuando TT incluye a TSit, o alternativamente se solapan los intervalos, el aspecto es perfectivo. Además, Klein define el aspecto perfecto, que alude a constelaciones en las que TT está incluido en el intervalo posterior a TSit. Por último, en el caso en el cual TT está incluido en el intervalo anterior a TSit, Klein (1992: 113) lo llama aspecto progresivo.
El modelo no separa nítidamente el aspecto gramatical del aspecto léxico. En vez de ello, subdivide los predicados verbales en componentes finitos e infinitos. Mientras que el componente infinito concierne solamente al léxico, el finito se soluciona en la gramática. La parte finita, a su vez, igualmente está compuesta por una carga léxica y otra gramatical.
Klein (1992) resalta que en su teoría se ilustran relaciones abstractas y teóricas. Aunque son propiedades universales del lenguaje, las lenguas específicas pueden variar en cómo conectar una forma verbal concreta con estas relaciones abstractas (Klein 1992: 110). Las diferencias interlingüísticas que así resultan causan los problemas observados en hablantes de segundas lenguas (→5.1). En su argumentación, Klein (1992) se refiere sobre todo a las lenguas germánicas, y aduce ejemplos del inglés y del alemán.
3.3 Definiciones del aspecto léxico: los modelos de Vendler y Verkuyl
Puesto que el aspecto, al contrario que el tiempo, no se define en relación con el momento del habla, no representa una categoría deíctica (Comrie 1976: 5). Por esta razón, se trata de un fenómeno lingüístico que, consecuentemente, puede tener su realización tanto en la gramática como en el léxico. Mientras que el aspecto gramatical está sujeto a variaciones al comparar distintas lenguas, el aspecto léxico se corresponde con rasgos semánticos inherentes al predicado verbal, y por lo tanto es universal. Su determinación no depende de propiedades concretas de una lengua específica. Esto, sin embargo, no quiere decir que sea morfológicamente visible (Ruiz-Debbe 2005:2005).
Es decir, aunque se trata de una categoría universal, su opacidad dificulta su determinación. Consecuentemente, también se crearon distintos modelos y acercamientos.1 Una clasificación pionera de los sintagmas verbales se efectuó por Vendler (1957) a cuyas clases verbales pueden asignarse todos los verbos sin que aparezcan en una oración concreta. Aunque creadas en un contexto de la filosofía y no de la lingüística2, sus categorías representan una de las primeras clasificaciones sistemáticas, y quizás la más conocida. En ella se definen las cuatro categorías estados, actividades, realizaciones y logros.3
A través de un análisis de ejemplos concretos, contrasta varios verbos entre sí, argumentando que “the use of a verb may also suggest the particular way in which that verb presupposes and involves the notion of time” (Vendler 1957: 143). Así, por ejemplo, estados y logros se separan de actividades y realizaciones, de manera que verbos de las dos primeras categorías resultan incompatibles con el progresivo inglés. Actividades y realizaciones se diferencian en cuanto a las propiedades del inicio y del término de las acciones. Mientras que una realización conlleva un punto de término inherente que se define por la carga léxica, este es arbitrario en el caso de las actividades. Con esta distinción, Vendler (1957) diferencia predicados claramente definidos como to run a mile (‘correr una milla’) de predicados menos definidos como to run (‘correr’). En su argumentación, la proposición correspondiente de actividades es verdadera en cada subintervalo de su duración. En el caso de realizaciones, en cambio, la proposición depende de la totalidad de la duración, y es falsa en subintervalos propios.
Finalmente, Vendler (1957: 146) separa los estados de logros por la noción de la puntualidad. Mientras que los estados son continuos, los logros ocurren solo en un momento temporal concreto. Comrie (1976: 41-51) demuestra que estas pruebas corresponden a la determinación de tres rasgos semánticos: la puntualidad frente a la duratividad, la telicidad frente a la atelicidad, y la estatividad frente a la dinamicidad. La telicidad ocupa un papel esencial en las teorías sobre el aspecto; concierne al punto de culminación de la acción. Mientras que este es arbitrario en el caso de predicados atélicos, los predicados télicos los determinan de manera definida. En este contexto, Salaberry (2008: 50-54) argumenta que la determinación de la telicidad no siempre resulta obvia, sino que tiene que averiguarse mediante distintas pruebas. Una prueba común, encontrada entre otros en Salaberry (1999), es la respuesta a la siguiente prueba de entrañamiento (“entailment test”, Salaberry 1999: 160):
¿Si detengo la acción V antes de su terminación, he hecho V igualmente?
En el caso de que se conteste con sí, el predicado V es atélico. En caso contrario, es télico. Otras pruebas conciernen a la posibilidad de combinaciones con preposiciones como en y por (Klein 1992, Giorgi & Pianesi 2004).
Teniendo en cuenta los tres rasgos, la clasificación vendleriana puede traducirse de la siguiente manera: estados carecen de dinamicidad, telicidad y puntualidad. Las actividades son dinámicas, pero carecen de los otros dos rasgos. Las realizaciones son dinámicas y télicas, y los logros se caracterizan por cumplir todos los tres rasgos a la vez (véase Montrul 2004: 94). Vendler (1957) ofrece listas largas de ejemplos para subrayar la validez de su clasificación. Admite, sin embargo, que la asignación de algunos verbos puede resultar difícil por la existencia de lecturas desviadas.
En respuesta al modelo filosófico de Vendler, aplicando un punto de vista más lingüístico, Mourelatos (1981) quiere demostrar que las cuatro clases vendlerianas necesitan ser modificadas a través de una aplicación de conceptos lingüísticos más exactos. Por ejemplo, subraya la diferencia entre sustantivos contables e incontables que contribuyen de manera crucial a la diferenciación entre actividades y realizaciones.
Mourelatos (1981) critica algunas partes de la argumentación de Vendler, como por ejemplo la prueba del progresivo inglés que no parece una prueba adecuada en cuanto a logros4 (Mourelatos 1981: 193). Asimismo, no se muestra convencido de que las realizaciones no sean divisibles en partes más pequeñas, argumentando que “he was running a mile” también es verdadero en cada momento de la acción, e incluso aunque esta no se lleva a un término (ilustrando la paradoja imperfectiva, véase abajo). De manera más técnica, Gennari (2003) propone la siguiente formulación de la observación:
“A sentence Q(i) is stative iff it entails that Q is true at all instants within i. A sentence Q(i) is an accomplishment/achievement (or a telic event) iff it entails that Q is false at all subintervals of i (where i is the minimal interval at which the change of state takes place). Q(i) is an activity (or an atelic event) iff it entails that Q is true at all subintervals of i down to a certain limit of size.” (Gennari 2003: 48)
El último suplemento “down to a certain limit of size” debe entenderse de tal manera que excluya intervalos más pequeños para evitar que los estados constituyan un subconjunto de las actividades. En referencia al futuro, por ejemplo, hay que constatar que, al enunciar un predicado télico marcado con el futuro, se implica un valor de verdad positivo en un punto de tiempo posterior al punto de habla. Según la definición de la telicidad, no puede obtener un valor positivo en otro momento, con lo cual la afirmación es falsa durante el punto de habla (cf. Gennari 2003: 49). Consiguientemente, su verdad ha de interpretarse en relación con un intervalo temporal ampliado. Lo mismo vale para afirmaciones en el pasado.
Como último punto dentro de su crítica, cabe mencionar que Mourelatos (1981) aduce algunas oraciones que demuestran que no todos los verbos pueden clasificarse de manera unívoca en una de las clases sin considerar su función entera en la oración. Un ejemplo es ver (Mourelatos 1981: 200) cuyo significado, en un grado alto, depende del contexto. Por esta razón, Mourelatos (1981: 196) resalta que no debería hablarse de tipos de verbos sino de tipos de predicaciones. La afirmación de que, aparte de algunos usos desviados, todos los verbos pueden asignarse de manera inequívoca a una de las cuatro clases, por lo tanto, no concuerda con las realidades lingüísticas. Salaberry (1999) menciona que, en algunos casos, ni siquiera los expertos llegan a un acuerdo unánime en la determinación del contexto.
En conclusión, la clasificación introducida por Vendler (1957) representa un punto de partida muy adecuada para la descripción del aspecto léxico. Sin embargo, su aplicación no se da de manera evidente en todos los casos, y requiere algunas modificaciones severas para poder explicar todas las implicaciones aspectuales existentes. A pesar de estas observaciones acertadas, en general puede seguirse a Martínez Baztán (1994) que destaca el factor facilitador de la clasificación a la hora de analizar datos empíricos de la adquisición:
“Está clara su eficacia si pensamos que da respuesta al caos que normalmente aparece al analizar las producciones pasadoaspectuales de cualquier extranjero que no domine la lengua.” Martínez Baztán 1994: 35)
En un modelo refinado más reciente, Verkuyl (1999, 2002) pretende optimizar las clases de Vendler de manera puramente formal y computacional. La parte central de su planteamiento es el argumento de que, en vez de utilizar el término aspecto léxico, que sugiere una determinación en el lexicón y no en la oración, es preferente la consideración del sintagma VP como conjunto entero. Así, habla del aspecto predicacional que hace alusión al sintagma completo.
El aspecto predicacional se define como binario y de forma composicional. Es decir, puede presentar dos valores (terminativo y durativo, en la terminología de Verkuyl), y puede explicarse a partir de un análisis de sus elementos constituyentes. Una ventaja esencial del planteamiento de Verkuyl (1999) es su compatibilidad con los enfoques generativistas: de la misma manera que una oración sintácticamente puede analizarse de manera binaria, también es posible un análisis parecido del sintagma verbal en cuanto a su aspecto predicacional.
Según Verkuyl (2002), influyen dos rasgos atómicos que se sitúan en el verbo, en su complemento y en el sujeto de la oración. El verbo léxico está marcado por el rasgo [±ADDTO] que distingue entre estados (valor negativo) y procesos dinámicos (valor positivo). Los sintagmas nominales, a su vez, conllevan el rasgo [±SQA]. Aquí, el valor positivo indica que la cantidad de objetos denotados está determinada. Verkuyl (2002: 3) advierte, sin embargo, que su valor no se corresponde con la definitud del sintagma, sino que se trata de un rasgo enteramente semántico.
Según Verkuyl (2002), la determinación del aspecto predicacional se produce en dos pasos. En primer lugar, se produce el valor aspectual del sintagma VP por una combinación entre el verbo y su complemento, después de la cual el valor del vP5 viene determinado por la adición de un sujeto. En estos procesos, el punto central de su argumentación es el Principio Plus (Verkuyl 1999, resumido en Verkuyl 2002: 5) que dice que todos los elementos presentes en la frase necesitan llevar un rasgo positivo para que el evento se entienda como terminativo. Es decir, un único valor negativo convierte el evento a un evento durativo. La composición entre el verbo y su complemento determinan el valor del sintagma VP, que, en el segundo paso, actúa como unidad. El vP, entonces, contiene todos los rasgos aspectuales que resultan por la composición entre VP y el sujeto.
Aunque la sintaxis desempeña un papel importante contribuyendo a la interacción entre sujeto, complemento y verbo, en los procesos descritos se determina únicamente el aspecto interior de la frase atemporal (Verkuyl 2002: 3). El aspecto exterior, en cambio, se determina por el aspecto gramatical, una vez la flexión aparece.6 Es decir, igual que el tiempo verbal, se específica por morfemas gramaticales. Sin embargo, es importante resaltar que los rasgos del VP no igualan a los rasgos del verbo léxico. En este respecto, Verkuyl (2002) critica a Vendler (1957), que no efectúa una delimitación suficientemente nítida entre el aspecto verbal y el aspecto predicacional.
Ignorando este punto específico, sin embargo, sí se ofrece la posibilidad de comparar las distintas clasificaciones. Considerando los rasgos definidos por Comrie (1976) que se basan en las deliberaciones de Vendler (1957), se revela que el único concepto no integrado por Verkuyl es la particularidad de eventos puntuales; cruciales para separar realizaciones de logros. Verkuyl (2002) argumenta que esta diferenciación resulta problemática en la aplicación de ciertos contextos. Por ejemplo, sintagmas como descubrir tesoros valiosos claramente implican una duración. Igualmente, es posible alargar eventos percibidos como puntuales al combinarlos con el progresivo (estar llegando, estar ganando). Estas son pruebas de que el concepto de la puntualidad no puede mantenerse.