Kitabı oku: «Boston», sayfa 3
¡Fisher! gritó una voz. Fisher dio un respingo y se golpeó la rodilla desnuda contra el escritorio. ¡¿Qué?! No te pongas de mala leche conmigo dijo la voz ¿Qué te pasa? Estoy desnudo pensó. Estoy ocupado dijo. ¿Qué hora es? preguntó la voz. La una. Pídenos comida en el comedor para dos. Vale. Así que voy a hablar desnudo al teléfono pensó. Marcó el número del comedor del instituto. ¿Sí? respondió una vocecita que parecía salir de una sopera. ¿Es el comedor? Quiero reservar mesa para dos. ¿Sabes lo que llevo puesto? pensó. ¿A qué nombre? contestó la vocecita, disgustada, ahogándose en la sopa. Smith de Ingeniería. La voz colgó de repente. Fisher hizo lo mismo y miró la piscina de agua que rodeaba su silla. ¡Hecho! comunicó al otro lado. ¡Por Dios Santo, cállate! bramó la voz.
Fisher alargó el brazo y con mucho cuidado esta vez encendió el flexo. Se dio cuenta alertado de que necesitaba ir al baño. Su ropa aún silbaba sobre el radiador, escuchó a gente atravesando el pasillo y vio sus sombras en el cristal opaco de la puerta. Incluso si salgo a la carrera tras esperar a que esté en calma pensó Con la suerte que tengo me estrellaría contra Brenda Moran que hoy precisamente habrá decidido comer más tarde. Fisher se imaginó a sí mismo resbalando en el punto donde patinó por la mañana y volando desnudo más allá del cuarto de baño cruzando la escalera para salir disparado por la lámina de vidrio de la ventana hacia la calle Arlington. Tendré que esperar pensó Aguanta soldadito. Su ropa estaba en algún lugar de la densa nube que llenaba la habitación. Fisher decidió que no estaba seca. Entonces percibió horrorizado los sonidos propios del fin de una reunión en la otra mitad de la oficina. Fisher fue consciente de que la puerta interior de la oficina estaba a punto de abrirse y en pánico su mente le ofreció alocadas imágenes de rutas fantásticas para una huida desnudo, pero la puerta se abrió y aparecieron los profesores Brown, Jones y Smith.
Los tres se detuvieron y miraron a Fisher desnudo. ¡Coño! dijo Brown. Uuuh dijo Jones. ¿Qué cojones…? dijo Smith. ¡Un momento! se defendió Fisher dando un salto Estaba a punto de ir al baño. ¿¡Pero aquí coño, aquí?! gritó Smith. ¡Fisher! exclamó Jones ¿Qué haces, chaval? ¿Qué es todo este vapor? preguntó Brown. Mi ropa está mojada explicó Fisher Me empaparon en la biblioteca y tuve que quitármela y ponerla sobre el radiador. ¿Cómo cojones te empapaste en la biblioteca? soltó Smith. Fueron los latinos se defendió Fisher. ¿Latinos, qué latinos? se extrañó Smith. De pronto Fisher fue incapaz de encontrar palabras. Los tres hombres miraron al unísono el vendaje de la cabeza, de ahí al radiador y de vuelta a la desnudez de Fisher. Vámonos dijo Jones. Venga dijo Brown. ¡Vístete por Dios! dijo Smith. Fueron hacia la puerta y la abrieron en un ángulo más que peligroso. Fisher vio a Brenda Moran en su oficina al otro lado del pasillo pero ella no levantó la vista. Smith fue el último en salir. Hablaremos luego amenazó rencorosamente a Fisher. ¡Estoy contando la verdad! respondió Fisher cuando la puerta se cerraba violentamente. Helado, se sentó en la silla.
Desnudo pensó Fisher Me han descubierto desnudo en la oficina pero aun así me siento aburrido y alienado. Se acercó al radiador y tocó su chaqueta que parecía que pudiera estar seca. Estaba goteando. Se levantó y trató de escurrir las pesadas prendas lanzando un chorro de agua hacia el suelo y bajo la puerta. Puso el montón arrugado otra vez en el radiador y se sentó. Sonó el teléfono. ¿Qué? respondió exánime. ¿El señor Fisher? dijo una voz tratando de transmitir algo más allá de su connatural importancia. ¿Sí? contestó Fisher. Llamamos de seguridad. ¿A esto llamáis seguridad? pensó Fisher. ¿Qué quiere? Bueno esto el profesor Smith nos dijo que quizá no sencontraba muy bien señor Fisher y esto… quiere que vayamos a verlo y llevarlo a casa quizá. ¡Por Dios! saltó Fisher No me pasa nada. Solo me he desnudado, ya está. Silencio. ¡Después de que me calaran esos putos latinos! ¿Qué latinos caballero? ¡Ah ahora os importa! ¡El cuerpo de bomberos! ¿Por qué no le pregunta nadie al cuerpo de bomberos? gritó. Está histérico perdido dijo la voz a una tercera persona Nunca mencontrado con algo así, ¿cácemos? Tranquilízalo recomendó otra voz. ¡Estoy tranquilo estoy tranquilo! afirmó Fisher Estoy tratando de contaros que el puto cuerpo de bomberos me tiró al suelo a manguerazos en la biblioteca y me vine aquí a secar la ropa. ¿No tiene de repuesto? sugirió la voz. ¿Ropa de repuesto? bramó Fisher ¡Trabajo en una oficina! El aire y la luz son filtrados y procesados, no hay meteorología aquí dentro. ¿Si trabajara aquí tendría ropa de repuesto sargento? Estooo… no caballero resolvió la voz. Y a la otra voz No sé, lo mismostá bien. Fisher hervía de rabia al ver sus piernas desnudas y la piscina de agua. Bueno venga concluyó Fisher Si llaman a la biblioteca les contarán que me empaparon de agua allí esta mañana. Quiso añadir ¡A no ser que sean también parte de esta broma! Pero se acordó de Alison y decidió callarse. Pero caballero dijo la voz ¿Qué pasa con ese… esto… vendajensangrentado de la cabeza? El profesor Smith dijo que esto… ¡Mi vendaje no tiene nada que ver con mi comportamiento! rugió Fisher colgando el teléfono de un golpe. Decidió que debía vestirse estuviera o no estuviera la ropa húmeda. Se levantó del escritorio y se acercó al burbujeante radiador para coger los calcetines. Llamaron a la puerta. ¿Quiéeeen eeees? preguntó Fisher musicalmente. Soy Alison Mapes, de la biblioteca respondió una voz. Y mientras pronunciaba su nombre ¡la voz sacó una mano que abrió la puerta!
¡No! gritó Fisher mientras Alison metía la cabeza en la habitación y lo miraba boquiabierta. Fisher colocó un calcetín pudoroso frente a su cuerpo. ¿Qué quieres? gimoteó viendo a Brenda Moran que estaba a punto de levantarse de su mesa al otro lado del pasillo. Yo… yo… balbuceó Alison. ¡Cierra la puerta! gritó Fisher. Entró en la habitación y cerró la puerta. No estás vestido dijo Alison mirando a Fisher de arriba a abajo con recatado entusiasmo. Sal de aquí le contestó Fisher. Sus fantasías sobre la bibliotecaria huyeron a toda prisa a un país lejano. Pero de pronto ella estaba junto a él. Oooh eres guapo pronunció acariciando su pecho. Fisher retrocedió ante la gelidez de su mano. ¿¡Qué haces!? exclamó tropezando contra su silla La seducción no es posible en estas circunstancias. Ella soltó una carcajada. Equina, de colegueo, tan pero tan bella. Solo estoy tratando de secar la ropa se justificó Fisher Se mojó, quizá te suene la historia. ¿No tienes de recambio? sugirió Alison arrugando la nariz y aproximándose. La verdad es que no. Eres la segunda persona que me lo pregunta. ¿Por qué iba alguien que trabaja en una oficina ¡en una oficina! a tener recambio…? Pero ella ya estaba a su lado acariciándole el pecho. Fisher estaba literalmente arrinconado. Tengo secadora en casa se lanzó Alison. No, respondió Fisher Me voy a casa… a mi casa… estooo… ella seguía acariciándolo… ¿Qué hora es? Me fijé en ti continuó Alison Me parece que molas de veras. Ah bueno, que sea lo que tenga que ser dijo Fisher Tengo que confesarte algo. El incendio hoy…
Otros nudillos contra la puerta. Con más insistencia. Fisher se quedó helado de miedo y miró a Alison que comenzaba a reírse de nuevo. El abundante jolgorio de las jóvenes solteras en el almuerzo del club náutico. ¿Fisher? dijo una voz ronca ¡Fisher! ¿Qué? respondió este. Abre insistió la voz. ¿Quién es? le susurró Fisher a Alison que se movía hacia otro rincón con el puño en la boca. Atragantándose de la risa. Fisher la miró asustado y al darse cuenta de que la voz del otro lado había asumido que la puerta estaba cerrada, cogió sus pantalones mojados del radiador y se metió en ellos, tropezando hacia la puerta.
Abrió la puerta unos centímetros y miró fuera, donde estaba Smith con Victor Jowls,11 el vicepresidente del instituto, que contempló el pecho desnudo de Fisher con interés. ¿Sí? tosió Fisher. ¿Estás bien Fisher? preguntó Smith que parecía haber esperado encontrarlo vestido. Sí estoy bien asintió Fisher con la puerta pegada a su cuerpo. Miró a Jowls cuyas entradas parecían alineadas con las cejas. Lo que he estado intentando explicar es que me mojé y me desnudé porque era la hora de comer. Los ojos de Jowls se entrecerraron. Ya saben continuó Fisher Porque no había nadie por aquí. Jowls miró el vendaje y una luz se iluminó en sus ojos. ¡Tenía que secarla! exclamó Fisher Miren no me pasa nada. ¡Deje de mirarme la cabeza! Le estoy gritando al vicepresidente del instituto pensó Y solo llevo los pantalones puestos. Jowls y Smith se miraron y devolvieron la mirada a Fisher. ¿Qué pasa ahí dentro? inquirió con calma Jowls. ¡Nadie! respondió Fisher ¡Nada! Escúcheme dijo Jowls frunciendo el ceño Como vicepresidente es mi responsabilidad determinar si es o no capaz de realizar sus esto… obligaciones institutiles. ¿Mis qué? soltó Fisher. Es decir, sus empleadiles… sus ¡institucionales! obligaciones institucionales dijo Jowls. Tu trabajo aclaró Smith. ¡Eso es! asintió Jowls. Fisher sabes que estás en una posición delicada porque tu trabajo está vinculado al uso de material radiactivo siguió Smith de forma nerviosa. Soy bien consciente respondió Fisher y añadió mentalmente De los materiales que tú Smith tienes en tu escritorio. Smith era incapaz de preocuparse por guardar nada bajo llave. La gente como usted tiene que ser normal afirmó Jowls. Fisher aprovechó la oportunidad para parecer cuerdo. ¡Pues eso somos! vociferó. Elevó la cabeza en un gesto que esperaba que Jowls y Smith interpretaran como muestra de indignación digna de confianza. Caballeros soy tan normal como largo es el día. Al pronunciar estas palabras fue consciente de inmediato de que estaban en el día más corto del año. ¡Pero! prosiguió rápidamente Tengo un presupuesto y un informe mensual que escribir, por lo que si me disculpan creo que ya está bien de bromas. Por mucho que las esté disfrutando. Y cerró la puerta con decisión en la cara de ambos hombres. Encendió la luz del techo y se sentó ante el teclado. Comenzó a golpear repetidamente la tecla x y a carraspear sonoramente. Podía ver las siluetas de Smith y Jowls frente a la puerta. Tras teclear dos o tres líneas pornográficas se marcharon. Discutiendo. Dejó de martillear el teclado y lo echó un lado girándose hacia Alison que seguía en el rincón. Eres verdaderamente interesante dijo ella. Ese era el vicepresidente señaló Fisher. Lo manejaste de maravilla aseguró Alison caminando hacia él. ¡No me toques! Tienes las manos frías. Ella se dirigió entonces a la máquina de escribir y tecleó. Luego fue hacia la puerta y para consternación de Fisher la abrió de par en par y con una risa divertida se marchó rápidamente por el pasillo. Fisher se apresuró a cerrar la puerta pero mientras lo hacía Brenda Moran levantó la vista de su mesa al otro lado del pasillo. Eh ¿dondestá tu camisa? preguntó. No lo sé respondió Fisher cerrando la puerta de un golpe.
Fue hasta el radiador y empezó a batallar con sus empapadas prendas. Se las fue poniendo lentamente. Pesaban tanto que comenzó a encorvarse. Se colocó el abrigo y cogió la hoja de papel de la máquina de escribir. «Alison» decía. «Llámame». Un número de teléfono. La metió en el bolsillo. Tanteó bajo la mesa buscando a don Chirridos. La neumonía implica una muerte agónica pensó. Apagó la luz, dio un portazo para salir al pasillo y corrió escaleras abajo. Se arrastró por el gran vestíbulo. La viva atmósfera intelectual de un columbario pensó. Salió dando bandazos a la calle. Un cortante viento frío silbaba entre los ladrillos de Boston e inmediatamente comenzó a convertir el rostro de Fisher en un blanco pergamino descascarado.
6 El autor elige deliberadamente el apellido Smith, el más común entre los angloparlantes, definiendo de este modo al personaje como un don nadie, alguien mediocre.
7 Charles Laughton protagonizó en 1939 la versión cinematográfica de El jorobado de Notre-Dame (distribuida en España con el título Esmeralda, la zíngara) en el papel de Quasimodo.
8 Situado en el centro del país (Colorado), con una elevación de 4 300 metros, Pikes Peak es la cima superior a los 4000 metros más oriental de Estados Unidos.
9 Región con una elevación media de 800 metros sobre el nivel del mar situada en la sección occidental de Massachusetts y Connecticut.
10 El parque más antiguo de Boston, abarca unas veinte hectáreas en el centro de la ciudad.
11 El apellido Jowls significa «carrillos», especialmente cuando estos cuelgan sensiblemente del rostro.
III. El lamento del bar12
Fisher decidió arrastrarse en lugar de caminar. Mientras reptaba meditaba acerca del ajetreo prenavideño de Boston. No existe la menor razón para que la gente mantenga este ajetreo en Boston pensó. Lo hacen porque saben que es una ciudad de 600 000 habitantes y consideran obligado ajetrearse. Fisher tenía la sensación de que todo el mundo hacía siempre las cosas de la misma forma en Boston. Lo asombraba que las calles y aceras no estuvieran estriadas con un millar de surcos. Conduce trabaja come. Conduce trabaja come. Conduce trabaja come. Come conduce come. Come conduce come. Come conduce come. ¡Boston! En sus días más oscuros Fisher se aferraba a la hipótesis de que los bostonianos no tienen en absoluto voluntad propia. Boston: un inmoral teatro de marionetas sobre una gran cadena de transmisión. La gente avanza y retrocede en las calles mediante poleas astutamente ocultas. Miran por las ventanas, rebuznan a sus conciudadanos, todos mecanizados, todos maniquíes. Rostros extraños sacudiéndose adelante y atrás. Caminar por la calle era vivir en una película de dibujos animados movida por ruedas dentadas. El mismo ejercicio de tiro al blanco cada día. Con un ¡PLON! y después un ¡RURRURRU! y un ¡PLON! y después un ¡TIN! Un juguete monstruoso. Los colonizadores cruzaron el Atlántico de cristal en un Mayflower con mecanismo de relojería. ¡Y todo bajo las descargas de El Culo! Una dolorosa flatulencia helada, si es que tal cosa es imaginable, denominada en Boston «cortante viento frío», que envía inmediatamente a sus residentes a por su siempre insuficiente ropa de invierno.
Aunque debería ir directamente a casa pensó Fisher mientras se arrastraba Necesito una cerveza, una Guinness. Esto suponía atravesar Boston a pie empapado como estaba y cruzar uno de los puentes hacia Cambridge.13 A Fisher no le gustaba Cambridge. Tampoco le gustaba tomar la T.14 Le gustaba caminar y le gustaba la Guinness. La apuesta por la cerveza caldeó el cuerpo de Fisher que trató de arrastrarse más rápido. Pero vio que era imposible. Y pensó Nadie es sexualmente atractivo cuando se arrastra. Excepto un puñado de depresivos. Intentó entonces combinar su caminar cansado del mundo académico con un atrevido paso rebosante de virilidad y terminó avanzando como si tuviera los miembros dislocados. Afortunadamente no se encontró con ningún conocido. Desplazándose de este modo el mojado Fisher y su violín atravesaron el Parque Público de Boston15 por la calle Charles, cruzaron un puente y avanzaron una larga avenida hasta la puerta del Evening Star. El Evening Star era un bar de Cambridge con vagas alusiones irlandesas donde la diversión no radicaba, como en muchos otros agujeros de la ciudad universitaria, en un derroche de plantas de interior ni en un guitarrista con jersey de cuello vuelto, sino en la siempre presente posibilidad de hostigamiento.
Irlanda no era para Fisher tanto un país con sus habituales equipamientos (personas, folletos, fábricas, coches, revistas, ovejas, salsas) como una gran biomasa unitaria, una nudosidad coronada de verde y marrón que respira suavemente, un lunar en la cara de la Tierra cuyos procesos de fotosíntesis y excreción culminan exclusivamente en la producción de Guinness Extra Stout. El contorno de esta Irlanda está moteado de campos fértiles donde crecen orgullosas hileras de cebada y de frondosos claros donde enredaderas de lúpulo se descuelgan amorosamente en delicados hilos, entrelazados en un juego de cordeles por las manos de los alegres labradores. En la ribera de rutilantes ríos azules, campesinos cantarines ensacan el cereal de sol a sol. En las cimas de las suaves colinas de la Irlanda de Fisher, alegres molinos de viento giran para alimentar ruedas dentadas de madera que desarrollan en su interior tareas desconocidas. Locomotoras de vapor pintadas de turquesa, rosa y oro se detienen en estaciones rurales victorianas donde toneladas de cebada y lúpulo son introducidas en volandas en los vagones por felices esclavos. Los trenes avanzan lentos con su chuf chuf a través de resplandecientes valles para llegar a un Dublín diseñado a imagen de la Ciudad Esmeralda de Oz. Enanos cantarines descargan jubilosos los sacos y los arrastran hasta los almacenes y depósitos de maceración de la gran cervecería de St. James’s Gate.16 Gorditos rosados, cada uno de ellos emparejado con una de las desgastadas manivelas y chorros de vapor de la antigua maquinaria que atienden, trabajan en altas habitaciones, bañados por el sol que penetra por ventanas de medio arco, removiendo imponentes tanques con dedicación y gigantes cucharas de madera. La somnolienta mezcla espumea delicadamente en las cubas, atraviesa tuberías de cobre al runrún de Señor ten piedad, Cristo ten piedad, Santo, Santo, Santo es el Señor y Cordero de Dios, para acabar goteando de forma sensual en la bodega donde cada boquiabierto soldado del ejército de barriles y botellas topacio aguarda sediento su turno en el fértil grifo del éxtasis. Y este desbordante río de la vida que comienza con el polen que sobrevuela las mañanas irlandesas para fertilizar la flor del lúpulo y torna en vagón de cebada que vuela a lo largo de diminutos raíles y en mezcla macerada que recorre las arterias de St. James’s Gate para luego transformarse en barcaza sobre el río Liffey y que los mercantes llevados por la corriente del Golfo depositan en barriles en los muelles de Boston, atraviesa la avenida Massachusetts y desemboca, tras el estuario final del grifo, en la ávida garganta de William Fisher. Irlanda podría incluso ser así, aunque informes recientes sugieren ciertas disimilitudes. Sin embargo para Fisher el concepto de Irlanda era inseparable de su magnífica cerveza y siempre permanecería como tal.
El proceso de hibernación de Fisher fue interrumpido por una mano oscura que agarró su hombro con determinación. Hey Fisher dijo una ronca voz de negro ¿Que la pasao a tu melón, tío? Fisher se giró para ver a Leroy el Gordo. Aunque difícilmente irlandés (si bien en las borracheras de aroma celta muchos de los habituales del Evening Star lo llamaban «Leary el Gordo») y definitivamente un mal ejemplo de encanto africano, Leroy el Gordo era no obstante un respetado elemento fijo del Evening Star. Podía blandir amenazante su gran mole de carne (Mi cuerpos un arma registrada fanfarroneaba a menudo) lo que lo convertía en uno de los porteros (gorilas sin sueldo en realidad) del bar. A veces el Evening Star se llenaba únicamente de gorilas sin sueldo. Me caí en el hielo Leroy respondió Fisher tamborileando con sus dedos sobre la barra. Ahmmm pos ties que tener más cuidao nel futuro Fisher. Siempre añadía la coletilla del futuro. Sí gracias Leroy, lo tendré. Nel futuro. Con una mirada de resentimiento Leroy el Gordo se alejó de la barra. La relación de Fisher con el gigantón negro se limitaba a tímidas bromas. Leroy el Gordo había mediado una noche entre Fisher y un grupo de ruidosos gorilas sin sueldo pero Fisher había resuelto desde entonces que se había tratado únicamente de una casualidad. No había forma de saberlo con Leroy el Gordo.
Fisher posó la mirada en la fría noche y se dedicó a endulzar el relato de su día de trabajo. Después de todo pensó Me he comportado con bastante normalidad y toda la historia de mi vendaje es pasajera. Si no me hubiera golpeado la cabeza podría haberme desnudado en la oficina sin que supusiera un escándalo. Es tan injusto. Nos juzgan siempre por nuestras heridas. Todo es vanidad y anhelo de viento17 dijo Fisher al camarero. Claaaro respondió este. Fisher se quedó mirando el vaso de cerveza negra y trató de establecer un sistema para beber. Cada vez que escuche a alguien pedir un whisky le daré un trago pensó Eso funcionará. ¡Whisky! pronunció una voz áspera casi inmediatamente y Fisher elevó el vaso a sus labios. Dio un largo trago y cuando posaba de nuevo el vaso sobre la barra otra voz pidió ¡Whisky! Mientras levantaba la cerveza, la tercera plegaria nasal ¡Whisky! Eso son dos tragos pensó comenzando a beber. ¡Whisky! Tres sumó cuando acababa de dar el primero. ¡Whisky! ¡Whisky! ¡Whisky! ¡Whisky! ¡Whisky! Fisher dejó el vaso con enfado. Se estaba produciendo algún tipo de absurdo pandemonio del whisky, no era normal. Sus sistemas de estandarización de actividades cotidianas solían quedar en nada.
Fisher sintió cierta presión en su hombro derecho. Se giró y vio a un sucio hombrecillo que le sonreía y manoseaba la punta de la funda de su violín con una mano mugrienta. Señor lemos visto yo y mis amigos dijo el hombrecillo. ¿Ah? respondió Fisher. Eso, lemos visto aquí yo y mis amigos repitió. Um murmuró Fisher comenzando a preocuparse. Pensábamos si nos podría tocar una cancioncilla con la viola yo y mis amigos siguió el hombrecillo tirándole de la manga. Fisher dudó, lo estaba poniendo sin saberlo en un gran compromiso. En momentos como este Fisher era consciente de que no era músico. Pero ¿qué necesidad había ¡qué necesidad! de demostrárselo a un hatajo de borrachos? Sí claro aceptó Fisher mientras su cerebro caldeado por la cerveza le enviaba imágenes borrosas de su mano sobre el mástil que pretendían servir de alerta. La relación de Fisher con su cerebro era limitada. Tomó su violín y el hombrecillo lo empujó hacia el fondo del Evening Star.
Cuatro hombres grandes y rojizos en una mesa. ¡Buenas! saludó Fisher. Los hombres miraron a otro lado. Una canción ordenó uno de ellos. Bueno lo intentaremos respondió Fisher con una risita ahogada Aunque estoy todavía aprendiendo. Esto nos un garito destudiantes chaval dijo el más corpulento de los cuatro. Con bastante firmeza. ¡Así que pensó Fisher Es una amenaza! Toca o te toca paliza. Al abrir la funda para coger a don Chirridos comenzó a sudar recordando las numerosas advertencias que había recibido acerca de internarse demasiado en las profundidades del Evening Star.
Pero los verdaderos problemas comenzaron cuando Fisher se colocó el violín bajo la barbilla, elevó el arco de colofonia y pensó: ¿? Por mucho que lo intentara no era capaz de recordar cómo comenzar ninguna de las toscas melodías que silbaba y tarareaba sin descanso. Ni cerrando los ojos era capaz de recordar una al menos. Llevó el arco con suavidad a la cuerda en la y al no encontrar el inicio de ninguna canción fingió que realizaba ejercicios de calentamiento. El sudor comenzó a deslizarse de la piel de Fisher hacia su ya mojada ropa. Durante dos largos minutos desplazó los dedos temblorosos a lo largo de las escalas de las cuerdas en mi, sol, la y re sin encontrar la vía de entrada a ninguna melodía. Ay Dios. Zapateó bajo la mesa en vano tratando de encontrar el ritmo. ¡Venga dale ya! gritó uno de los rosados gigantes. Dios Santo pensó Fisher Se están preparando para matarme. Yo yo yo he tenido un accidente respondió ¿Veis? Me ha afectado a las habilidades. ¿Veis la venda? Se movió para señalarla con el arco pero en lugar de eso tiró el whisky de uno de ellos. Una mirada fulminante del grupo asustó a Fisher que comenzó a serrar la cuerdas de nuevo en atropellada desesperación. El descontento se extendió entonces rápidamente por el bar. ¿Quéseso? dijo alguien. ¡Novato! gritó otro. Fisher cerró los ojos y ordenó a sus manos que tocaran algo sin su colaboración. Nada. Difícilmente podría ser este tipo de violinista cuando realmente no sabía tocar. Una imagen en pedazos de la laguna Walden se iluminó en su ojo interior, momento en el que Fisher comprendió que todo era consecuencia del accidente.
No puedo tocar esta noche caballeros anunció Fisher alcanzando a toda velocidad la funda. Acababa de tumbar en su lecho a don Chirridos cuando sintió una mano que agarraba con fuerza su cuello. ¿Por qué no te das un paseíto de vuelta casa muchacho? soltó una voz gutural. ¡Espera! suplicó Fisher mientras la mano lo levantaba de la silla ¡Os cantaré una canción! Ya liberado, se mantuvo tembloroso mirando a los enrojecidos hombres que parecían poder ser calmados por su oferta. ¡Sacar un violín en el Evening Star y no tocar una cadenciosa melodía irlandesa! ¡Hay que ser imbécil! Fisher se aclaró la garganta y se estremeció cubierto por su empapada ropa. Una canción irlandesa que escuché en un disco de Pete Seeger18 anunció aspirando con fuerza para comenzar. Pero un rugido espantoso recorrió el grupo y esta vez Fisher fue atrapado tanto por el cuello como por los pantalones y llevado a toda velocidad hacia la salida. ¡Eh! gritó Fisher ¿Qué pasa? ¿No conocéis a Pete Seeger? ¡La puerta! ¡Leroy! aulló golpeándose la cabeza con la puerta mientras era catapultado hacia y a través de ella. Aterrizó desparramado sobre la acera y al girarse para mirar atrás fue golpeado de lleno en la frente por don Chirridos, que volaba en su funda. La puerta se cerró con un fuerte golpe. Perfecto pensó Fisher mientras se levantaba con una especie de espasmo. Haz amigos, allá donde estés, con la música folk.
Tras mirar a un lado y otro de la avenida Fisher comenzó su paseo de regreso a Boston temblando violentamente al recibir el impacto del viento. Joder con los irlandeses pensó avanzando a la deriva por los gélidos bulevares. Con su Guinness, su música psicoanalítica, sus chicas de pelo negro como el carbón y piel blanquecina y sus suaves voces cantarinas. Los pusieron en la Tierra para hacernos dormir y mecernos hacia ¡la Muerte! Para cautivarnos y aletargarnos con el objetivo de darnos luego un estacazo en la cabeza. Sumido en resentimiento agarró a don Chirridos y para cuando finalmente alcanzó Back Bay estaba ya gruñendo y fulminando viandantes con la mirada. Una anciana echó a correr al aparecer Fisher tras ella en una esquina con un chichón azul en la frente y el vendaje ensangrentado y deshaciéndose. ¡Grrr! Al aproximarse a su apartamento vio una luz en su interior. ¡Jillian! pensó Y yo huelo a Guinness y estoy empapado. ¡Jillian! Podría, claro, elaborar una explicación fantástica. Pero no. He sido tratado de forma extraordinariamente injusta hoy. Eso es lo que pasa. Mi vendaje no tiene nada que ver con mi comportamiento.
Fisher subió las escaleras de acceso al edificio de tres plantas. Para su desgracia se encontró con su casera en el vestíbulo. Maquinando sin duda cómo abrir mi buzón pensó. Empujó la puerta con crueldad contra ella. ¡Yeje! gritó la casera. Oh buenas noches saludó Fisher. A ver si miras lo caces respondió ella. E inmediatamente aulló ¿Caces con esa pinta? Estás empapado. Me bañaron en el trabajo explicó Fisher Un accidente. Hueles a cerveza, me da que tas emborrachado. Le voy a reventar la cabeza con el violín pensó Fisher. De forma involuntaria el brazo elevó la funda ligeramente. Y otra cosa siguió ella ¡A ver si te dejas de tocar eso por las noches! Me desharé del cuerpo en la caldera maquinaba Fisher. Así fue como recordó que la calefacción llevaba semanas sin funcionar. ¿Cuándo vamos a conseguir algo de calefacción por aquí? ¡Eso qué timporta a ti! le espetó la casera blandiendo su penosa aleta atrofiada ¡Haces demasiadas preguntas! Y además ¿quién es la chica questá siempre por aquí? Siemprestaquí y yo no le dado la llave. Es mi novia. Y cada noche dos pisos debajo de tu cama empapada de Vicks Vaporub follamos. ¡Follamos! Fisher miró agresivo a su casera que le sostuvo la mirada mientras introducía la llave en la cerradura. ¡Eh! ¡Tú no mablas a mí así! ¡Ven aquí! No puedo, tengo que cogerme una neumonía. Y ya voy tarde. Cerró de un portazo. ¡Te dicho que no des portazos! ¡Y no pongas los dedos sucios en el cristal! gritó la casera buscando con rabia su propia llave en un abrigo que se encontraba ya en avanzado estado de putrefacción. Fisher abrió la puerta de su apartamento y la cerró con mayor fuerza aún. ¡Que no des portazos! se escuchó un tenue grito proveniente del vestíbulo.
Fisher se giró y al ver a Jillian de pie justo a su lado tropezó con la funda del violín. ¿De qué iba todo eso? saludó Jillian. Ese viejo trol lleno de pus respondió Fisher Me pone enfermo. Dios William ¿qué te ha pasado? exclamó Jillian con exasperación que no comprensión. Nada no ha pasado nada. ¿Pero de dónde sale ese chichón? preguntó Jillian dejando sobre la mesa una pila de expedientes legales feministas a medio leer. Te conté que tuve un accidente, ¿te acuerdas? Por teléfono. Jillian miró el vendaje medio deshecho y la frente de Fisher. ¿Por qué no te vendaron el de la frente? Este es nuevo. Me lo acabo de hacer. Se sentó. La luz del techo comenzó a golpearlo. Odiaba la luz de su apartamento. No había ninguna durante el día y de noche solo había una bombilla de 500 vatios que lo aporreaba sin piedad. La creciente irritación llenó sus antebrazos de un dolor gris. Jillian lo miró. ¿Cuándo vas a comprarte una plancha William? Pareces un verdadero mendigo. Gracias estornudó Fisher. Estás empapado. Sí estornudó de nuevo Fisher. Sucedió cuando me encontré con un segundo accidente menor. Y con el tercero. ¿Llueve? preguntó ella. No, en el trabajo. ¿Llueve en el trabajo? No se ha acercado para ofrecer ningún tipo de consuelo físico reflexionó Fisher. Se ha limitado a sentarse y lanzar el interrogatorio. Una auténtica abogada en prácticas. ¿Qué pasó? siguió ella. Hubo un incendio en la biblioteca y me roció el cuerpo de bomberos. ¿William por qué te pasan todas estas cosas a ti? ¿Estás seguro de que te encuentras bien? ¡Qué tipo de ciudadana eres! gritó Fisher ¡Solo porque tengo una venda en la cabeza! ¡Dame un respiro! No utilices el vendaje como excusa para todo. Ella se levantó y se acercó hasta él. Estás temblando. ¡Exactamente! Estamos bajo cero ahí fuera y estoy calado hasta los huesos. Hueles a cerveza. ¿Te importa? respondió Fisher Es que como tengo un vendaje… Estaba empapado y quería un trago. Y eso hice. ¿En ese sitio? Sí. ¿Por qué no me llevas nunca allí? Porque no te gustaría. A ti te gustan los sitios con plantas colgadas por todas partes y con camareros homosexuales idénticos que llevan pequeños delantales rojos. Eres un sol contestó Jillian. Fisher se levantó y se dirigió al baño. ¿Adónde vas? preguntó Jillian malhumorada. Al solárium anunció Fisher con igual desagrado.