Kitabı oku: «Una historia del movimiento negro estadounidense en la era post derechos civiles (1968-1988)», sayfa 5
Lo cierto es que si bien la emancipación puso fin a una forma de dominación y explotación racial (la esclavitud), la misma fue rápidamente reconstituida y reemplazada por otra: el sistema de segregación racial conocido como Jim Crow. La abolición de la esclavitud no derivó en la desaparición o matización de la ideología racial, sino en su reconfiguración y reforzamiento a modo de reacción y supervivencia. Lo que se produjo fue una transformación en su carácter, evidenciando la relación dialéctica que existía entre racismo, raza y clase.
El fin legal de la esclavitud llegó en 1865, con la aprobación de la XIII Enmienda Constitucional por parte del Congreso.76 Sin embargo, la misma no determinó ningún estatus político, jurídico o legal específico para los freedmen (libertos). De la misma manera, si bien las importantes enmiendas constitucionales de 1865-187077 y las leyes de derechos civiles de la Reconstrucción consideraron el acceso a una educación básica y a los recursos económicos mínimos para transitar el entramado social, dejaron aspectos claves de la situación de los negros sin clarificar y sujeto a violenta redefinición. El que los negros ocuparan un nuevo lugar en la sociedad como ciudadanos, trabajadores y “hombres libres e iguales” implicó profundos cambios en las relaciones sociales y raciales, en el mercado laboral y en la dinámica política. Nos referimos a aspectos tales como la condición de los negros como trabajadores libres, su relación con antiguos amos y con trabajadores blancos, su lugar en el mercado de trabajo y en el movimiento obrero, y la consideración de una posible reforma que asegurase la redistribución de recursos – sobre todo, la tierra – a un grupo de trabajadores que nunca había tenido el mínimo acceso a ellos.
Finalizado el conflicto bélico, aproximadamente cuatro millones de ex esclavos se incorporaron al mercado laboral como mano de obra “libre”. Ello dio lugar a una crisis cultural que originó un profundo debate sobre su lugar e incorporación a la clase obrera, a la que por esos años se sumó una oleada de inmigrantes europeos de diversos orígenes y calificación. A fines del siglo XIX se desarrolló así una clase obrera “multiétnica” fuertemente dividida por antagonismos raciales. Los negros se vieron inmediatamente rechazados por trabajadores blancos, que se negaron a trabajar en igualdad de condiciones o compartir los mismos espacios laborales, fueron excluidos de gremios y sindicatos, e incluso se les prohibió normativamente la afiliación sindical. W.E.B. Du Bois fue uno de los primeros en plantear que la ausencia de una alianza de clase entre trabajadores blancos y negros luego de la Guerra Civil significó tanto el triunfo de la ideología de supremacía blanca como el fracaso de la Reconstrucción. En su obra Black Reconstruction (1935), escribió: “el trabajador blanco no quería al negro en sus sindicatos, no creía en él como hombre, esquivaba la cuestión y cuando aparecía en las convenciones [obreras], le pedía que formara una organización aparte; es decir, por fuera del verdadero movimiento obrero, a pesar de que ese procedimiento contradecía cualquier política laboral sensata”.78 Comprendió que, para la clase trabajadora, el ser blanco otorgaba cierta compensación “psicológica” para la alienación y explotación que las relaciones capitalistas representaban.79 Los trabajadores del siglo XIX valoraron la condición de ser blanco hasta tal punto que en lugar de unirse a los negros, con quienes compartían intereses de clase pero a los que veían como una amenaza a sus prerrogativas raciales, adscribieron a la ideología de supremacía blanca que sustentaba al capitalismo, un sistema basado en el reconocimiento y preservación de las distinciones raciales80. Según Du Bois,
La unión de los trabajadores blancos y negros nunca tuvo un verdadero punto de partida. Primero, porque el liderazgo negro tendió hacia los ideales de la pequeña burguesía, y el liderazgo blanco a fortalecer al capitalismo. La movida final… que condujo a la catástrofe de 1876 [el fin de la Reconstrucción] fue la coalición de plantadores y blancos pobres, a pesar de sus intereses económicos divergentes, apelando al asesinato y la abierta intimidación (...) No fue sino hasta después… que el movimiento de trabajadores blancos comenzó a darse cuenta de que habían perdido una gran oportunidad, que cuando se unieron para privar de derechos al trabajador negro, habían quebrado el poder de la clase trabajadora en su conjunto.81
Para 1937, Du Bois había llegado a la conclusión de que “mientras los trabajadores estadounidenses sean más conscientes del color y la raza que de las necesidades económicas de la clase trabajadora, será imposible el desarrollo de la solidaridad obrera”.82 Retomando la línea argumental de Du Bois, David Roediger analizó cómo el racismo y la ideología de supremacía blanca influyeron en la formación y conciencia de la clase obrera estadounidense. En una crítica a los análisis marxistas, el autor se refirió a la centralidad del racismo en la conciencia de clase de los trabajadores, destacando que, al tratar de mostrar la dimensión clasista del racismo, los marxistas tendieron a concentrarse en el papel de la clase dominante en tanto perpetuadores de la opresión racial, y “caracterizaron a los trabajadores blancos como ingenuos, hasta virtuosos. (…) han vacilado en tratar el ‘blanqueamiento’ de los trabajadores y su ideología de supremacía blanca como creaciones, en parte también, de la clase obrera blanca misma”83. Y esto no es menor en una sociedad en la que – si bien la clase obrera está principalmente compuesta por trabajadores noblancos (negros, latinos, asiáticos) y mujeres – popularmente “obrero” presupuso una composición masculina y de raza blanca. Al convertirse en trabajadores blancos que identificaban su libertad y valores como cualidades de aquellos que eran “blancos”, el “ser negro” se equiparó con la figura del anti-trabajador y del anti-ciudadano. Así, el movimiento obrero atravesó un proceso de “blanqueamiento” en el que el solo hecho de ser blanco constituía una “compensación psicológica” suficiente como para dividir a la clase obrera según solidaridades raciales que enmascararon y diluyeron la lucha de clases en los Estados Unidos de fines del siglo XIX. Sólo eso podría explicar, por citar un ejemplo, cómo inmigrantes católicos irlandeses, un grupo oprimido y discriminado tanto en Irlanda como en los Estados Unidos de la época84, se “convirtieron en blancos” y lograron asegurarse un estatus superior al de los negros en la escala social y en el competitivo mercado laboral.85 O cómo numerosos grupos étnicos de origen asiático iniciaron acciones judiciales para legalmente convertirse en blancos con el sólo propósito de poner fin a la opresión sistémica que experimentaban.86
El racismo y la solidaridad racial fueron los factores que obstaculizaron posibles alianzas de clase. Los trabajadores blancos se unieron a la elite primero para preservar la esclavitud, y después para defender la supremacía blanca y resguardar sus puestos de trabajo ante la competencia de trabajadores negros libres. Roediger observa que los capitalistas no lo fomentaron tanto como se aprovecharon de ello: respondieron a las medidas de fuerza de la clase trabajadora blanca amenazando con reemplazarlos con esquiroles o mano de obra negra más barata, y fomentaron la competencia laboral en términos raciales evitando acciones de resistencia clasista. En este sentido, en 1904 en “The Race question a class question”, la revista The Worker advirtió que
Parte de la política instintiva de la clase capitalista para perpetuarse es crear y valerse del odio racial con el fin de evitar que los obreros de todas las razas y nacionalidades se unan para derrocar al infame sistema industrial que permite a los capitalistas obtener sus ganancias. Así también es parte de la política capitalista usar a una raza más débil para socavar los esfuerzos de los obreros más inteligentes por mejorar sus condiciones y emancipar a su clase.87
Un aspecto clave del argumento de Roediger es el hincapié en la centralidad del racismo de los trabajadores blancos y el papel de la raza como factor decisivo en la formación de la clase obrera durante la era de la esclavitud, su recomposición durante la Reconstrucción y, sobre todo, en la evolución del movimiento obrero a fines del siglo XIX y principios del XX. Sin embargo, advierte que reducir la solidaridad racial a cuestiones de competencia laboral es de un determinismo económico que ignora importantes cuestiones históricas. Los principales competidores de los trabajadores blancos no eran los negros, sino otros trabajadores blancos (inmigrantes europeos) que competían por trabajos para los que los negros ni siquiera calificaban. Fue la noción de competencia laboral y preservación de los puestos de trabajo lo que permitió encubrir el racismo propio de la clase trabajadora blanca.
En este contexto de crisis general y absoluta del sistema político, social, económico, ideológico y cultural que se dio en la posguerra civil, el evolucionismo de Darwin proporcionó una justificación científica para avalar el racismo y reafirmar la inferioridad racial de un grupo que había adquirido un nuevo status en la sociedad estadounidense. Mientras “las teorías evolucionistas legitimaron falazmente las hostiles pasiones del prejuicio”88, la ideología racial adoptó la forma teórica del racismo científico y su práctica institucional, jurídica y legal pasó a ser el disenfranchisement (la privación total o parcial de adquiridos derechos políticos) y el sistema de Jim Crow.
Jim Crow fue un régimen de políticas segregacionistas (legales y consuetudinarias) contra la población negra que afectó todos los ámbitos de la vida pública. Creó un orden social que buscó mantener las jerarquías raciales y el racismo institucional a través de la opresión de clase: bloqueando el progreso de los negros, confinándolos al trabajo rural, no calificado y de baja remuneración, segregándolos en escuelas, viviendas y servicios públicos de menor calidad, limitando e impidiendo su acceso a créditos o programas sociales, sindicalización o puestos de trabajo. Y fue nuevamente el sistema judírico el que permitió su rápida institucionalización. En 1883, la Corte Suprema determinó que la ley de derechos civiles de 1875, que garantizó el derecho al trato igualitario en servicios y espacios públicos independientemente de la condición de raza, color o condición previa de esclavitud, era inconstitucional. Seguidamente, instituyó las bases legales de la famosa doctrina “separados, pero iguales”. Según lo resuelto en el caso Plessy vs. Ferguson (1896), la segregación racial en los espacios públicos no atentaba contra la protección igualitaria de las leyes.89 Esta premisa se transformó en la base jurídica sobre la que se edificó todo el sistema de segregación racial. Como puntualizó Du Bois en 1935, este sistema de segregación racial de jure implicó la sistemática y absoluta privación de derechos a los negros:
Se les prohibió votar a través de métodos coercitivos como la violencia física, intimidación económica, y propaganda diseñada para hacerle creer a los negros que no había salvación para él en la arena política, sino que debía depender enteramente de la mesura y buena voluntad de sus empleadores blancos. Luego vinieron una serie de leyes de privación del voto que discriminaron contra la pobreza y la ignorancia, dirigidas específicamente a trabajadores de color. Mientras, el trabajador blanco se salvó gracias a la connivencia deliberada, el trato preferencial y las cláusulas del Abuelo.90 Como reaseguro, se implementó el sistema de las “Primarias Blancas” a través del cual el partido “demócrata” restringió su membresía a electores blancos. Las “primarias blancas” se convirtieron en una práctica política legal y consuetudinaria en casi todos los estados sureños. (...) En el sur, la privación de derechos a los negros se logró casi por completo.91
Jim Crow se convirtió en sinónimo de ausencia de poder político, estricta segregación racial, acceso limitado o nulo a servicios públicos, educativos, recreativos y de salud de por sí “separados y desiguales”, privación de derechos electorales, acceso restringido a empleos no calificados de baja remuneración y nula movilidad social. Para mantener este sistema fue necesario – además de leyes y letreros que indicaran la separación racial de blancos y negros – recurrir a todo tipo de estrategias para afirmar y reiterar la inferioridad “innata” de los negros: violencia racial (física, verbal, simbólica), linchamientos92, desalojos y despidos laborales, acompañado del reforzamiento de la ideología racial desde el mundo académico. A fines del siglo XIX y principios del XX se popularizó la visión de la “escuela de Dunning”. De la mano del politólogo John W. Burgess y del historiador William A. Dunning (Universidad de Columbia), esta escuela historiográfica evidenció cómo la ideología racial tiñó los análisis de los intelectuales expresando una visión altamente negativa y displicente del negro estadounidense, tanto de su lugar en la historia como en la sociedad.
Poniendo de manifiesto que el significado y la realidad concreta de la raza continuaban siendo causa y efecto de la dominación de clase93, se evidenció que el racismo y la raza no solo se sustentaban sino que propugnaban la explotación económica y la restricción al acceso al poder político, el privilegio social y la subyugación cultural de la mano de obra negra. La esclavitud era legalmente una cosa del pasado, pero no la coerción y opresión que los afro-estadounidenses sufrían, manteniendo la correlación entre raza y clase que subyacía a la ideología racial. La segregación racial pasó a ser – literal y metafóricamente – el sistema de dominación que, bajo preceptos raciales, tuvo como objetivo enseñar a una nueva generación de negros que no había transitado la era de la esclavitud, el significado (clasista) de la raza.
Formas de resistencia y organización negra durante la era de Jim Crow
Esto exigió un mayor compromiso y organización por parte de los negros, que respondieron con todo tipo de actos de resistencia: boicots, acciones y atentados contra locales de propietarios blancos, campañas contra la discriminación laboral, de alfabetización y empadronamiento electoral, abiertos y subliminales actos de desobediencia civil. Recuperando la caracterización de Marable, identificamos tres tendencias principales (no auto-excluyentes) en las estrategias de lucha de la colectividad negra: inclusionismo, nacionalismo negro y transformacionismo94.
El inclusionismo representó la tendencia moderada e integracionista. Lejos de apuntar a reformas radicales o revolucionarias, plantearon intereses y objetivos en consonancia con lo que era aceptable para el establishment, las corporaciones y el Partido Demócrata nacional. No querían destruir el sistema sino formar parte de él, modificarlo “desde adentro” para transformar la representación simbólica de los afro-estadounidenses. Apuntaron al ascenso de una elite de negros educados, profesionales e influyentes a posiciones de autoridad para ayudar a desmantelar las prácticas y políticas del racismo institucional95, no así el sistema económico o la estructura de clases. Funcionarios, la burguesía, la clase media y profesional negra devinieron en adeptos de esta estrategia asimilacionista, que corroboraba la lógica y legitimidad del sistema económico y de clases, al tiempo que minimizaba la relación entre raza y desigualdad. Con ella, buscaron trascender la raza para mejorar sus condiciones de clase, a través de canales institucionales e integrados al sistema del que querían formar parte.
El nacionalismo negro – en sus distintas corrientes “separatista”, “radical” y de “la pequeña burguesía negra en ascenso” – apuntó al desarrollo autónomo de la comunidad negra a través de instituciones que fueran “exclusivamente negras”, estuvieran controladas por ellos y proporcionasen un mercado, recursos y servicios por y para esa comunidad. Partiendo de la premisa de que “los blancos carecen de la capacidad o interés para poner fin al racismo”96, la raza se convirtió para esta tendencia en parte integral de su discurso, estrategias y accionar. Marable considera que, en líneas generales, en períodos de optimismo político, cuando las barreras del racismo institucional parecían estar en retirada, la perspectiva integracionista fue usualmente la dominante. Pero en tiempos de reacción blanca y retroceso en materia de justicia racial, resurgió el nacionalismo negro97. Pero dado que la segregación impuso una cierta uniformidad a la mayoría de la población negra, cualquiera fuera su educación o clase social98, ni el inclusionismo ni el nacionalismo negro se perfilaron como estrategias viables de lucha colectiva para la totalidad de la comunidad negra.
La alternativa la ofreció el transformacionismo. Partidarios de la destrucción absoluta del sistema de Jim Crow, los transformacionistas fueron fuertemente críticos del sistema capitalista y de la estructura socio-política, institucional e ideológica que perpetuaba la explotación y desigualdad racial. Intentaron transformar las relaciones de poder y propiedad entre grupos y clases de manera tal que la raza resultara intrascendente como fuerza social, apuntando a la democratización del poder político y a la redistribución de la riqueza y los recursos.99 Luego de la emancipación, fueron dos las grandes organizaciones transformacionistas que concentraron a la vasta mayoría de los trabajadores negros: el Colored National Labor Union (1869-1872) y la Colored Farmers’ Alliance (1886-1892). En el sector urbano-industrial, donde los negros eran mano de obra barata no calificada, se buscó primordialmente su participación en el movimiento obrero y su afiliación sindical para apuntar a la unión de trabajadores de ambas razas detrás de los mismos objetivos de clase. Sin embargo, el racismo de los trabajadores blancos fue un obstáculo y, como regla general, impidió la conformación de sindicatos integrados. Si bien con notables excepciones100, los sindicatos incluyeron en sus estatutos cláusulas para excluir a trabajadores negros quienes, como forma de resistencia, organizaron – en los casos en los que los afro-estadounidenses predominaban – sus propias agrupaciones, y conformaron en 1869 el Colored National Labor Union. Si bien breve como experiencia organizacional, hasta su desaparición en 1872 luchó para que el Congreso mejorara la condición de los negros mediante la cesión de tierras públicas y el otorgamiento de préstamos a bajo interés, y por la creación de una comisión política para investigar las condiciones de vida en los estados sureños101, donde la vasta mayoría de la población afro-estadounidense trabajaba como aparceros o arrendatarios en los mismos latifundios en los que habían trabajado como esclavos.102 En virtud de que estos últimos carecían de medios económicos, se creó un sistema de endeudamiento perpetuo que los ató a la tierra de propietarios blancos: un aggiornado sistema de explotación esclavista de sharecrop (cultivo de tierra ajena pagando el alquiler con parte de la cosecha) y crop-lien (embargo preventivo de cosecha para el pago de la deuda). En el sur, los sharecroppers, tanto blancos como negros, recibían sus semillas, herramientas y elementos necesarios de los latifundistas a los que entregaban un tercio o la mitad de su producción, generalmente una cuota anual fija, amén de los beneficios producidos. La mayor parte – cuando no la totalidad de la producción restante – era empleada para saldar viejas deudas acumuladas con almacenes de plantación, que cobraban altos precios monopólicos y exorbitantes tasas de interés, y en pagar adelantos y bienes de producción o consumo adquiridos en la/s tienda/s de los terratenientes. Los sharecroppers se encontraban impotentes tanto frente al aumento creciente de sus deudas como a la constante reducción de los beneficios de su propia cosecha. Ante estas condiciones “difícilmente podía llamarse libre al [trabajador rural] negro, siempre endeudado, sin posibilidad de irse a otro lugar, sin educación ni prerrogativas políticas, sometido a tribunales y al terrorismo de los blancos”103.
Excluidos de la Southern Farmers’ Alliance por cuestiones raciales, en 1886 se formó en Houston County (Texas) la que “puede haber sido una de las mayores organizaciones negras de la historia de los Estados Unidos”104: la Colored Farmers’ Alliance (CFA). La CFA organizó a trabajadores y sharecroppers blancos y negros en todos los estados sureños donde estableció una filial, logrando hacia 1891 contar con 1.2 millones de miembros.105 A pesar de haber primado en ambas organizaciones agrarias la solidaridad racial, la CFA propuso a la Southern Alliance anteponer la solidaridad de clase y unidad de propósitos como meta. Asimismo, instó a sus miembros a aprender nuevas técnicas de cultivo, promovió la creación de cooperativas agrícolas que pusiesen fin al sistema de crop-lien, impulsó la creación de almacenes agrícolas con financiamiento federal donde los sharecroppers pudiesen almacenar sus cosechas hasta la mejora del precio de mercado o para utilizarla como garantía para recibir préstamos. En ciertos puertos (Norfolk, Charleston, Mobile, Nueva Orleans, Houston) estableció centros de intercambio que permitieron la adquisición de bienes a precios reducidos y la obtención de préstamos para pagar hipotecas. Una de sus medidas de fuerza más resonantes tuvo lugar en 1891 cuando la CFA convocó a una huelga general de recolectores de algodón por aumentos salariales. La medida no tuvo la masividad esperada, e implicó un punto de inflexión para la CFA: disidencias internas fragmentaron a la organización y su membresía comenzó a declinar rápidamente.106
Ante el creciente deterioro de las condiciones de vida y de trabajo de los sharecroppers, el aumento en los índices de pobreza rural y la perspectiva de una alianza de clase entre trabajadores blancos y negros impulsada por organizaciones como la CFA y algunos sindicatos interraciales, la elite sureña apuntaló la idea de solidaridad racial como fase superadora de la solidaridad de clase. Sobre todo, considerando que a causa de los estatutos de disenfranchisement tanto negros como blancos pobres eran excluidos del ejercicio de sus derechos electorales. El racismo, la raza y “los privilegios de la condición de ser blancos” pasaron a ser la forma de evitar toda posibilidad de organización clasista interracial107.
En este contexto, el debate sobre las estrategias de la comunidad negra pasó por las perspectivas postuladas por los grandes intelectuales afro-estadounidenses de la época. De un lado, Booker T. Washington, un ex esclavo que propugnó no desafiar abiertamente el arraigado sistema de Jim Crow, sino valerse de él para desarrollar autonomía económica e incluso una especie de capitalismo negro que permitiera desarrollar un mercado negro para consumidores negros. Del otro, los críticos de la filosofía “acomodaticia” de Washington encabezados por W.E.B. Du Bois. Su argumento central giró en torno a tres variables: primero, que el poder económico no se traducía directa o necesariamente en poder político y que el desarrollo de un capitalismo negro, aunque necesario, siempre sería – en una sociedad rígidamente segregada – vulnerado por el poder blanco. Segundo, que lo primordial era construir un movimiento político para desafiar la legitimidad y legalidad del sistema de Jim Crow. Y tercero, que una clase media negra educada debía transformarse en la vanguardia de la lucha para lograr una democracia auténticamente multirracial (los Talented Tenth).108
Washington, con el apoyo de políticos progresistas y miembros del establishment industrial, plasmó su ideología en el Instituto Tuskegee (1881), una escuela de oficios dedicada a la capacitación industrial y agrícola, a la alfabetización y formación política, e incluso fuente de crédito financiero para trabajadores rurales negros; y de la National Negro Business League (una cámara de comercio negra creada en 1900).109 Du Bois, por su parte, encabezó junto a numerosos intelectuales, políticos, profesionales y clérigos blancos y negros el Movimiento del Niágara (1905), una iniciativa para luchar por los derechos políticos de los afro-estadounidenses y la eliminación del sistema de segregación racial. Esto dio pie a la conformación en 1909 de una de las organizaciones de derechos civiles más importantes del siglo XX, la National Association for the Advancement of Color People (NAACP).