Kitabı oku: «Una historia del movimiento negro estadounidense en la era post derechos civiles (1968-1988)», sayfa 9
109 Esto dio pie a la creación de otras instituciones negras como la National Bar Association (1903), la National Negro Bankers Association (1906), la National Association of Funeral Directors (1907) y la National Negro Retail Merchants Association (1913).
110 The American Social History Project, Freedom’s Unfinished Revolution: An Inquiry into the Civil War and Reconstruction (New York: The New Press, 1996), 286.
111 Manning Marable, Black Leadership, op. cit., 25.
112 Francis Fox Piven y Richard Cloward, op. cit., 190.
113 “Los recién llegados descubrieron que el norte era mucho más problemático y con más inequidad de lo que les habían hecho creer. Muchos negros norteños desilusionados comparaban su región de manera desfavorable con respecto al Sur”. Thomas J. Sugrue, Sweet Land of Liberty, op. cit., xx-xxi.
114 Jack E. Bloom, Class, Race and the Civil Rights Movement (Indianapolis: Indiana University Press, 1987), 3.
115 Stanley Coben, “El fracaso del crisol de razas”, en Pozzi, Pablo y otros. El conflicto en la historia de Estados Unidos (Buenos Aires: Manuel Suárez Editor, 1992), 222.
116 Francis Fox Piven y Richard Cloward, op. cit., 203.
117 Aldon D. Morris, op. cit.
118 Robert Self, “Negro Leadership and Negro Money: African American Political organizing in Oakland before the Panthers”, en Jeanne Theoharis y Komozi Woodard (eds.), Freedom North: Black Freedom Struggles Outside the South, 1940-1980 (New York: Palgrave MacMillan, 2003), 106.
119 The Crisis hizo su aparición en 1910 como publicación mensual dedicada, tal y como se menciona en el primer editorial, a exponer “los hechos y argumentos que demuestran el peligro del prejuicio racial”. De la mano de W.E.B. Du Bois, se convirtió en una de las publicaciones más importantes, de referencia obligada, un foro desde el que se trataron asuntos candentes de la sociedad y la política, marcando la agenda afro-estadounidense. Amy Helene Kirschke, “Du Bois and ‘The Crisis’ Magazine: imaging women and family”, en Notes in the History of Art (24), n° 4 (Summer 2005), 35-45.
120 The American Social History Project, op. cit., 287.
121 W.E.B. Du Bois, “Race relations in the United States, 1917-1947”, en Phylon (9), N° 3 (1948), 234-237, 234.
122 “Youths who worked in the Civilian Conservation Corps camps where segregated by race; provisions in the Public Works Administration which mandated certain percentages of black workers in the construction buildings were blatantly ignored; benefits from the Agricultural Adjustment Administration were often denied to black rural farmers through fraud and outright corruption. Roosevelt resisted blacks’ demands that the Federal Government should pressure defense contractors to hire greater numbers of minorities”, Manning Marable, Race, Reform and…, op. cit., 14.
123 Durante la segunda guerra, más de 14 millones de estadounidenses sirvieron en las Fuerzas Armadas, alrededor de 10 millones se sumaron a trabajos civiles, 3.8 millones de afro-estadounidenses fueron empleados o accedieron a posiciones antes vedados por cuestiones raciales; y 3 millones de mujeres se incorporaron por primera vez al mercado laboral en puestos tradicionalmente ocupados por hombres (talleres, siderurgias, fábricas de aviones y astilleros). Los niveles de desempleo descendieron notablemente: mientras que en 1942 el desempleo afectaba a 3.5 millones de personas, en 1945 se había alcanzado la cifra de pleno empleo de 65 millones. Willi Paul Adams, Los Estados Unidos de América (Buenos Aires: Siglo XXI, [1979] 2008), 324-330.
124 Jacqueline Dowd Hall, “The Long Civil Rights Movement…”, op. cit., 1247.
125 “Call to the March, July 1, 1941”, The Black Worker (May 1941), en Manning Marable y Leith Mullings, op. cit., 312.
126 A comienzos de la década de 1930, los 35000 miembros del BSCP constituían casi la mitad de todos los trabajadores negros sindicalizados del país. No sólo conformaron un gremio multitudinario que luchó para ser admitido en la Federación Estadounidense del Trabajo (AFL), sino que fue reconocido como representante sindical por la empresa Pullman, forzándola a negociar y logrando mejoras salariales, mejores condiciones de trabajo y reducción de las horas laborales de sus afiliados. American Social History Project, Who Built America?: Working People and the Nation's Economy, Politics, Culture, and Society, Vol. 2 (New York: Pantheon Books, 1992), capítulo 8.
127 Beth T. Bates, “Double V for Victory: Mobilizes black Detroit, 1941-1946”, en Jeanne Theoharis y Komozi Woodard (eds.), Freedom North…, op. cit., 27-30.
128 Ídem, 18.
129 Jacqueline Dowd-Hall, op. cit., 1245.
130 “The Negro worker: a problem of progressive labor action”, The Crisis (37) n° 3 (Mar 1930), 85-83, en Manning Marable y Leith Mullings, op. cit., 277-278.
131 American Social History Project, Who Built America? op. cit., capítulo 7.
132 A. Philip Randolph, en Jervis Anderson, A. Philip Randolph: A Biographical Portrait (Berkeley: University of California Press, 1986), 232, https://books.google.com.ar/ (consultado en 20 ene 2016).
133 En 1944, la afro-estadounidense Irene Morgan fue arrestada por negarse a cederle a un pasajero blanco el asiento que ocupaba en el autobús en el que viajaba. Llevando el caso a la justicia (Irene Morgan vs el Commonwealth de Virginia), en 1946 llegó a instancias de la Corte Suprema que resolvió que la segregación en el transporte interestatal era inconstitucional. La mayoría de los estados sureños hicieron caso omiso de la sentencia.
134 Robert Weaver, “Negro Labor: A National Problem” (1946), en Beth T. Bates, op. cit., 32.
135 “Executive Order 9981”, 26 Jul 1948, General Records of the United States Government; Record Group 11, National Archives, http://www.ourdocuments.gov/ (consultado en 5 Feb 2012).
136 Manning Marable, Race, Reform and…, op. cit., 16.
137 Hacia fines de 1940, al menos 32 casos relacionados con segregación educativa habían sido tratados ya en juzgados estaduales. En 1935 se había ordenado judicialmente el ingreso del primer estudiante negro en la escuela de posgrado de derecho de la Universidad de Maryland (caso Murray), y en 1938 la Corte Suprema había sentenciado que el estado de Missouri no podía negar el ingreso de estudiantes por cuestiones de color o raza (caso Gaines). Si bien las universidades continuaron restringiendo el ingreso de estudiantes negros, muchas comenzaron a incorporar dependencias “para negros”, y admitiendo estudiantes sobre la base de los principios de segregación racial.
138 La Suprema Corte de los Estados Unidos, “Brown contra la Junta de Educación de Topeka, 1954”; en Daniel J. Boorstin (comp.), Compendio histórico de los Estados Unidos (México: Fondo de Cultura Económica, 1997), 728-729.
139 El rechazo a la sentencia fue generalizado y en algunos casos fue necesario que funcionarios federales la impusieran. En 1956, 101 congresistas sureños firmaron una “Declaración de Principios Constitucionales” (el “Manifiesto Sureño”), en la que instaban a ignorar la sentencia del caso Brown. Según el Manifiesto, la Corte no tenía poder para imponer tal medida ya que tales decisiones eran competencia de los gobiernos estaduales. Legisladores sureños aprobaron más de 450 leyes concebidas para eludir el dictamen de la Corte. El caso más paradigmático se dio en 1957, cuando el presidente Dwight D. Eisenhower debió enviar a la Guardia Nacional a Little Rock (Arkansas), luego de que el gobernador Orville Faubus se negara a admitir a nueve estudiantes negros en la Central High School. Hacia 1960, menos del 1% de los estudiantes negros sureños asistían a escuelas integradas, y aun hacia 1965 más del 75 % de los establecimientos educativos sureños permanecían segregados. Howard Zinn, op. cit. 450.
140 Thomas Waring, en “Episode 1: Awakenings (1954–1956)”, 21 de Enero de 1987; Dir. Judith Vecchione, capítulo de Eyes on the Prize: America's Civil Rights Years (1954-1965); (PBS, 1987, PBS).
141 Howard Zinn, op. cit., 451.
142 Sobre las formas de organización de base, estrategias de acción directa no violenta, estrategias legales, ideología de resistencia pasiva y consecuencias a corto y largo plazo del boicot de Montgomery, ver Valeria L. Carbone, “El Boicot de Montgomery, 50 años después”, en De Sur a Norte: Perspectivas sudamericanas sobre Estados Unidos, Vol. 7, N° 14 (Buenos Aires: Fundación Centro de Estudios Americanos, 2006), 57-83.
143 Este Nuevo Negro fue el resultado de un cambio de actitud y reevaluación de los negros de sí mismos, de su lugar en la historia y su rol en el proceso de la lucha. En la misma, valores como “respecto” y “dignidad” adquirieron una relevancia central. “Dignidad” implicó la capacidad de encarar una lucha en la que los métodos utilizados estuvieran lejos de los de grupos blancos radicalizados, dispuestos a todo para evitar cualquier cambio social emergente. Fue la relación pacifismo-dignidad la que se constituyó en el eje articulador que caracterizó a la nueva etapa de lucha. Esta concepción fue perfectamente expresada por Martín Luther King, Jr., quien en la revista Liberation (1956) explicó el cómo y porqué de la lucha, cómo se relacionaba con la evolución de la comunidad negra, y de una nueva actitud y disposición a cambiar la historia: “Hubo épocas en que los negros perdieron la fe en sí mismos y se convencieron eran aquello les habían hecho creer eran... algo inferior a los hombres. La “paz racial” podía mantenerse siempre y cuando estuvieran dispuestos a aceptar esa realidad. No se trataba de una paz fácil de mantener, porque los negros debíamos pacientemente aceptar todo tipo de injusticias, insultos, maltratos y explotación. Pero lentamente las masas negras del sur comenzaron a reevaluarse a sí mismas – un proceso que cambió la naturaleza de la comunidad negra y socavó los patrones sociales sureños. La “paz” sureña se vio rápidamente alterada por la nueva y valerosa forma de pensar de los negros y de su cada vez mayor rapidez para organizarse y actuar... La extrema tensión racial que se vive en el sur hoy se explica en parte por el cambio revolucionario que los negros han hecho de sí mismos, de su destino y de su determinación por luchar por la justicia. Nosotros, los negros, hemos reemplazado la compasión y desprecio, por respeto y dignidad”. Ídem, 71.
144 Los sit-ins (sentadas) fueron una forma de acción directa no violenta que surgió hacia 1960 en Greensboro, Carolina del Norte. Estudiantes negros se sentaban en las barras de los restaurantes – espacios reservados a clientes blancos – buscando ser atendidos. Al negárseles el servicio, permanecían allí por horas, soportando violentas agresiones, e incluso siendo detenidos por la policía. Rápidamente esta forma de protesta alcanzó la participación de 50.000 estudiantes en Alabama, Carolina del Norte, Carolina del Sur, Georgia, Florida, Maryland, Tennessee y Louisiana.
145 La segregación en los medios de transporte y estaciones de autobuses y trenes (espacios comunes, áreas de espera, patios de comida, baños) era una práctica común en todo el sur. En 1961, CORE resucitó los Journey of Reconciliation bajo la forma de los Freedom Rides: viajes interestatales con pasajeros blancos y negros que directamente violaban leyes de varios estados. Ello condujo a algunos de los más sangrientos episodios de violencia contra activistas, ante la absoluta complacencia de autoridades locales, estaduales y federales.
146 Howard Zinn, op. cit., 455.
147 En su discurso al momento de firmar la ley, el presidente Lyndon Johnson la calificó como “a triumph for freedom”, “one of the most monumental laws in the entire history of American freedom”, la ley que permitiría “strike away the last major shackle of those fierce and ancient bonds [of slavery]”. Lyndon B. Johnson, “Remarks on the Signing of the Voting Rights Act”, 6 Ago 1965, http://millercenter.org/president/speeches/speech-4034(consultado en 13 Nov 2015).
148 La “Sección 5” de la ley de derecho al voto específicamente ordenó la supervisión federal del empadronamiento y del ejercicio del derecho electoral en estados históricamente segregacionistas (Alabama, Alaska, Arizona, Georgia, Louisiana, Mississippi, Carolina del Sur, Texas y Virginia), y muchos distritos y ciudades de otros estados. También autorizó al fiscal general de los Estados Unidos a investigar el requisito de pago de impuestos de capitación discriminatorios en elecciones estaduales y locales.
149 “Deacons for Defense Spokesman to Speak at BRIDGE Meeting”, Bay State Banner, 21 ene 1967, Vol. 2, Issue 17, 1, Proquest Historical Newspapers:http://search.proquest.com/.
150 Howard Zinn, op. cit., 456. En el sur, se registraron los siguientes índices de empadronamiento: Alabama pasó de 19.3% a 61.3%; Georgia de 27.4% a 60.4%; Louisiana de 31.6% a 60.8%, Mississippi de 6.7% a 66.5%, en Manning Marable, Race, Reform and…, op. cit., 82.
151 Declaración de un miembro del “Consejo de Ciudadanos Blancos” (White Citizens Council); “Episode 5: Is this America? (1963-1964)”; 18 de febrero de 1987; Dir. Orlando Bagwell, capítulo de Eyes on the Prize: America's Civil Rights Years (1954-1965); (PBS, 1987, PBS).
152 Peniel E. Joseph, The Black Power Movement: Rethinking the Civil Rights-Black Power Era (New York: Routledge, 2006), 3.
153 “Black Power”, Bay State Banner, Vol. 1, Issue 40, 16 Jul 1966, 4, Proquest Historical Newspapers: http://search.proquest.com/.
154 El dirigente negro Stokely Carmichael destacó que “la integración no refiere al problema de la pobreza, sólo al problema de la negritud. Hoy la integración significa el hombre ‘que triunfa’ y que abandona a sus hermanos negros en el gueto con toda la rapidez que le permita su nuevo auto deportivo. La integración no quiere decir nada para el obrero de Harlem o el aparcero que gana tres dólares diarios… la integración aborda de un modo despreciable el problema de la negritud. Como meta se ha basado en la aceptación total de un hecho: para tener una educación o una casa decentes, los negros deben trasladarse a un vecindario blanco o enviar a sus hijos a una escuela blanca. Esto vigoriza, entre negros y blancos, la idea de que ‘el blanco’ es superior de un modo automático y el negro es por definición inferior. De ahí que la integración sea un subterfugio para mantener la supremacía blanca… Tales situaciones sólo se modificarán cuando los negros tengan poder”. Stokely Carmichael, “El Problema Negro”, Punto Final, n° 35 (Santiago de Chile: Prensa Latinoamericana, agosto de 1967), 4.
155 Peniel E. Joseph, The Black Power Movement, op. cit., 3 y 279, nota a pie de página n° 3.
156 El SNCC surgió hacia 1960 para dar cabida a jóvenes estudiantes afro-estadounidenses cuya militancia se veía limitada en la estructura jerárquica y verticalista del SCLC, dominada ésta por líderes religiosos y viejos militantes. Liderado por Ella Baker y Stokely Carmichael, el SNCC comenzó con un fondo de US$ 800 dólares donado por la SCLC. Organizaron sit-ins, participaron de los Freedom Rides, de campañas de empadronamiento electoral, de la Marcha sobre Washington de 1963, y del MFDP.
157 Para muchos dentro del SNCC los blancos ya no tenían lugar dentro de la organización, porque “whites were part of a ‘collective white America’. White activist should devote themselves to the problem of white racism and SNCC should be ‘black-staffed, black-controlled, and black-financed’”. Andrew B. Lewis, The Shadows of Youth: The Remarkable Journey of the Civil Rights Generation (New York: Hill and Wang, 2009), 214-215.
158 Stokely Carmichael y Charles V. Hamilton, op. cit., 44-46.
159 Peter H. Prugh, “Is Civil Rights Taking a Right Turn?”, Wall Street Journal, 11 Ago 1967, 6, Proquest Historical Newspapers: http://search.proquest.com/.
160 Dean KotlowskiSource, “Black Power-Nixon Style: The Nixon Administration and Minority Business Enterprise”, The Business History Review, Vol. 72, No. 3, 409-445 (Autumn 1998), 411-412.
161 Jeffrey O. G. Ogbar, “Rainbow Radicalism: The rise of the radical ethnic nationalism”, en Peniel E. Joseph, The Black Power Movement…, op. cit., 193-194.
162 Manning Marable y Leith Mullings, op. cit., 349-351.
163 “I don't know what will happen now. We've got some difficult days ahead. But it really doesn't matter with me now, because I've been to the mountaintop. And I don't mind. Like anybody, I would like to live a long life. Longevity has its place. But I'm not concerned about that now. I just want to do God's will. And He's allowed me to go up to the mountain. And I've looked over. And I've seen the Promised Land. I may not get there with you. But I want you to know tonight, that we, as a people, will get to the Promised Land!” Martin Luther King, Jr., “I've Been to the Mountaintop” (Memphis, Tennessee: Mason Temple, 3 Abr 1968), The King Center: http://thekingcenter.org/archive/document/ive-been-mountaintop (consultado en 10 ene 2016).
164 Francis Fox Piven y Richard Cloward, op. cit., 30.
165 “cuando los negros adquirieron el derecho al voto en el sur, e influencia en las municipalidades en el norte en respuesta a los tumultos de la década del sesenta, los líderes negros fueron incorporados a la política electoral y burocrática y se convirtieron en los defensores ideológicos del desplazamiento de la protesta a la política”; Francis Fox Piven, Richard Cloward, op. cit., 32-33.
166 Manning Marable, Race, Reform and…, op. cit., 190-191.
167 “Deacons for Defense Spokesman to Speak at BRIDGE Meeting”, op. cit.
168 Barbara Fields, “Slavery, race…”, op. cit., 112.
169 Stokely Carmichael, “Black Power and the Third World”, agosto de 1967, Discurso ante la Organización Latinoamericana de Solidaridad (OLAS), La Habana, Cuba (Ontario: Third World Information Service, 1967), 5, http://www.freedomarchives.org/.
Capítulo 1
Estados Unidos a fines de la década de 1960, la Campaña de los Pobres de 1968 y la nueva fase del movimiento negro
Mil novecientos sesenta y ocho fue un año extraordinariamente difícil. Para aquellos decididos a continuar con el legado de Martin [Luther King, Jr.], fue un momento para reagruparnos, repensar, levantarnos y definir nuevas estrategias. Encontrar nuevos métodos de lucha para el futuro, trabajar sobre el tema de la pobreza y la raza, cuestiones que persistirían y con las que sería cada vez más difícil lidiar.
Marian Wright Edelman, 19901
La historiografía tradicional ha hecho poco hincapié en la relevancia de la última gran convocatoria y campaña masiva encabezada por Martin Luther King, Jr. antes de su asesinato en 1968: la Poor People’s Campaign (PPC) o “Campaña de los Pobres”. Realizada tan sólo un mes después de su muerte y presidida por la SCLC, esta campaña llegó a ser calificada como un fracaso, una protesta sin legados sustanciales ni duraderos para un movimiento que – para muchos – había alcanzado su cenit. En el presente capítulo, contextualizaremos el período de lucha que se define a partir de 1968 en lo que se configura como el inicio de una nueva fase para el movimiento negro en tanto proceso histórico y punto de referencia para establecer elementos de continuidad y ruptura con la lucha llevada a cabo en años anteriores. Estableceremos distinciones y discutiremos con lo que la historiografía cataloga como la “fase clásica” del movimiento, centrádonos en la PPC y su lugar en la historia y en el debate historiográfico. Recurriendo a la Campaña como estudio de caso en su contexto socio-histórico más amplio de los Estados Unidos de fines de la década de 1960, revisaremos particularmente el rol desempeñado por líderes y activistas de base de la comunidad afro-estadounidense. Nuestro propósito es demostrar que la PPC constituyó tanto un punto de inflexión como un momento de transición hacia lo que entendemos como una nueva fase en un continuum en el proceso de lucha y resistencia de la comunidad negra. El mismo aunó y expuso los objetivos, demandas, tácticas y estrategias que caracterizarían los años venideros, centrándose en temas que afectaban no sólo a los afro-estadounidenses como grupo racial, sino a los pobres como clase social.
Los Estados Unidos de finales de la década de 1960
Luego del asesinato del presidente John F. Kennedy en 1963, su sucesor, el hasta entonces vicepresidente Lyndon B. Johnson, anunció la puesta en marcha de la “Gran Sociedad”. Para implementar lo que se perfilaba como un gran programa de reformas sociales, Johnson prometió utilizar los recursos disponibles de una nación que creía estar aún inmersa en el auge económico de la posguerra, para crear una sociedad de “abundancia y libertad para todos” en la que se exigía “el fin de la pobreza y la injusticia racial”2.
Sin embargo, hacia fines de la década de 1960, los Estados Unidos estaban en plena crisis. Su economía ya no podía enfrentar los elevados niveles de consumo interno (discordantes con los bajos niveles de producción doméstica que condujeron a un aumento de las importaciones por sobre las exportaciones), ni el incremento incesante del gasto militar3, mucho menos el drenaje que la guerra en Vietnam generaba4, y que – entre todos – contribuyeron al insostenible crecimiento del déficit fiscal que socavó el poder económico estadounidense. La desmovilización social característica de principios de la década de 1950 había quedado atrás, y la norteamericana era ahora una sociedad altamente convulsionada. Estallaron conflictos contra la segregación racial, el sexismo y la injusticia redistributiva de manos del movimiento afro-estadounidense por los derechos civiles, el movimiento feminista y el movimiento de los adultos mayores.
En este contexto, el Congreso cedió a los reclamos de los sectores movilizados y aprobó las referidas leyes de derechos civiles (1964) y de derecho al voto (1965). Asimismo, se sancionó la ley de Educación Primaria y Secundaria5, la ley de Educación Superior (que creó un programa de becas, préstamos y oportunidades laborales), los Programas Federales de Medicare (seguro de salud para los ancianos) y Medicaid (seguro de salud para los pobres), y se creó la Office of Economic Oportunity (OEO). Esta última, establecida en 1964 y eliminada diez años después por Richard Nixon, contó con fondos para capacitación laboral y profesional que nunca representaron más del 3% del presupuesto federal destinado a programas sociales, o más del 6% de los fondos federales para combatir la pobreza.6
Académicos progresistas coinciden en que algunos de los programas de la Gran Sociedad fueron efectivos, y que el rol y responsabilidades del estado crecieron en relación a la cuestión social.7 Sin embargo, el programa – particularmente su “guerra contra la pobreza” – fue criticado desde todos los ángulos y sectores ideológicos. Si bien no pretendemos hacer aquí un derrotero de sus resultados y efectividad, sí podemos sintetizar algunas posiciones. Por un lado, hay un cierto consenso sobre el hecho de que la mayor parte de los ya de por sí escasos fondos no llegaron a los pobres, sino que “se perdieron” en la maquinaria burocrática, se aplicaron a la construcción de obra públicas o se destinaron a la contratación y tercerización de servicios sociales (asistencia médica y legal, servicios educativos, de provisión de alimentos, etc.), por lo que en ningún caso proporcionaron ayuda directa a los más necesitados. Así fue denunciado por Martin Luther King, Jr., quien en agosto de 1967 afirmó que si bien la intervención federal continuaba siendo necesaria para resolver el problema de la pobreza, “los fondos muy a menudo se destinan a salarios administrativos y otros gastos generales que poco beneficio reditúan a los pobres”8.
Mientras que sectores conservadores consideraron que el gobierno malgastaba fondos en quienes no merecían la ayuda, intelectuales progresistas y de izquierda adujeron que los programas no eran lo suficientemente radicales, además de ser ineficientes, inadecuados y encontrarse escasamente financiados. El historiador Thomas F. Jackson afirmó que el aspecto negativo de la Guerra contra la Pobreza fue que, “excedida en retórica y corta en resultados, continuó con una tradición de reforma jerárquica de arriba hacia abajo que benefició mayormente a la clase media”9 perpetuando la exclusión de grupos minoritarios y pobres de la toma de decisiones que los afectaban directamente.
Por su parte, entre los planificadores de la guerra contra la pobreza se popularizó la noción de la “cultura de la pobreza”: la concepción de que los pobres eran los responsables de su propia situación socio-económica. Así, mientras las ciencias sociales modificaban su enfoque y concepción sobre la “inferioridad racial” de los negros de un determinismo biológico a una “patología cultural”, las mujeres afro-estadounidenses se convirtieron en el centro del debate público y comenzaron a ser señaladas como las “culpables” del fracaso de los hombres negros, de la fragmentación de sus grupos familiares y de la “privación cultural” de sus hijos.
Fueron intelectuales de derecha quienes comenzaron a instaurar lo que se denominó “cultura de la pobreza” para explicar las causas de la misma en los Estados Unidos. Según este concepto, la pobreza es un “patrón de vida que pasa de generación en generación”, producida por causas culturales y de comportamiento social, más que por una estructura social de acumulación dada. Esta idea fue introducida por Daniel Patrick Moynihan, asistente de la Secretaría de Trabajo del gobierno de Johnson, en el polémico informe The Negro Family: The Case For National Action (1965). Aunque Moynihan no acuñó el concepto (perteneciente al antropólogo Oscar Lewis) su análisis sobre familias negras urbanas atrapadas en un ciclo patológico de núcleos familiares matriarcales dependientes de la asistencia social se convirtió en sinónimo de la “deficiencia moral” de los negros, de su incapacidad para romper ese ciclo y de su responsabilidad para con su propia situación de pobreza.10
Adscribiendo a esta lógica, se instauró la teoría y la práctica de que la pobreza podía eliminarse a través de programas educativos y de capacitación laboral11, en lugar de apuntar a modificar el sistema que la generaba. Los programas de la guerra contra la pobreza, en su mayoría, “se enfocaron en la modificación de comportamientos como solución a la pobreza – y como argumentó Thomas F. Jackson – no lograron eliminar los salarios de pobreza, reducir la desigualdad en los ingresos o aumentar la oferta agregada de empleo en el mercado laboral”12. A ello hay que agregar que los altos índices de pobreza entre la población afro-estadounidense y su inclusión en estos programas contribuyeron a la percepción de que las iniciativas “contra la pobreza” sólo beneficiaban a los afroestadounidenses, por lo que eran “los contribuyentes (blancos) los que cargaban con los costos de la solución del problema (negro) de la pobreza”13. Sin embargo, lo cierto era que, debido a la enorme reducción en los impuestos sobre las empresas (de unos $10 mil millones) que apuntó al aumento en el capital de inversión y en el consumo personal, el gobierno estaba extrayendo menos de la economía que lo que gastaba con la escalada de las dos guerras: contra la pobreza y en Vietnam.
En este contexto, Martin Luther King, Jr., considerado uno de los referentes del inclusionismo y líder moderado del movimiento negro, comenzó a hacerse eco de aquellos que se manifestaban no sólo contra el manejo que el gobierno hacía de la guerra contra la pobreza, sino de los opositores a la guerra de Vietnam como la principal causa de los problemas socio-económicos norteamericanos. Hasta 1967, King no había hecho críticas públicas a la guerra, persuadido de que una oposición abierta desviaría hacia otros campos la energía puesta en la causa por los derechos civiles, y alienaría a políticos con posiciones pro-bélicas, entre ellos, el presidente Johnson.14
Esto no había detenido a otros líderes u organizaciones quienes, antes que King, se manifestaron abiertamente contra la intervención estadounidense en Vietnam. Malcolm X fue de los primeros en expresar su oposición a la guerra en 1954. Seguidamente, la Nación del Islam se manifestó tanto en contra de la guerra como de la conscripción obligatoria de musulmanes para las Fuerzas Armadas. El SNCC había organizado en 1965 una marcha anti-bélica en Washington a la que asistieron más de 25.000 personas, públicamente repudiada por algunas organizaciones de derechos civiles.15 Ese mismo año, King se pronunció contra la intervención estadounidense en Vietnam, pero se retractó ante las duras críticas recibidas por parte del gobierno y de la prensa, y de la falta de apoyo de la SCLC, organización que presidía. En 1966, el Mississippi Freedom Democratic Party (MFDP) expresó su apoyo al movimiento de oposición y resistencia a la conscripción obligatoria y, en un giro sorpresivo, la SCLC declaró su oposición a la guerra de Vietnam.
El repudio formal de King llegó en 1967. En noviembre, en una presentación ante la Asamblea Nacional de Liderazgo Laboral por la Paz (una organización que apoyaba el accionar del gobierno de Johnson en Vietnam), afirmó que la guerra había convertido a la Gran Sociedad en un mito. Manifestó su disgusto ante un gobierno dispuesto a gastar “$500.000 para matar a un soldado enemigo en Vietnam, pero sólo $53 por cada estadounidense que vive en situación de pobreza”16. Previamente, en una presentación en la iglesia Riverside (Nueva York), King dio uno de sus más elocuentes discursos contra la guerra. Habló de la destrucción que las Fuerzas Armadas estaban llevando a cabo en el sudeste asiático y del apoyo que se le prestaba al “corrupto, inepto e impopular, represivo y cruel” gobierno militar de Ngô Đình Diệm. Se preguntó quién era efectivamente el agresor y verdadero enemigo, cuando eran los Estados Unidos quienes no dejaban de aumentar sus tropas y lanzaban “cientos de bombas sobre una pobre y debilitada nación que se encuentra a más de 8000 millas de distancia”17. Además de ello, eran los pobres quienes cargaban con el peso de la lucha en el extranjero, enfatizando la carga adicional de los negros estadounidenses, un grupo que contando con una presencia desproporcionada en Vietnam se les negaban sus más básicos derechos políticos y económicos en los Estados Unidos: “Estamos dispuestos a hacer del negro un ciudadano de 100 % en la guerra, pero lo reducimos a un ciudadano del 50% en suelo estadounidense. La mitad de los negros vive en viviendas por debajo del estándar básico y tiene la mitad de los ingresos económicos que los blancos. Hay dos veces más desempleo y mortalidad infantil entre los negros. A comienzos de 1967, murieron el doble de negros en acción – 20.6 %—, un número desproporcionado en relación al número total de negros en la población en general”.18
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