Kitabı oku: «Que todo el territorio se vuelva feminista. Las protagonistas de las tomas universitarias del 2018», sayfa 2
No solo había que mejorar el reglamento Universidad Austral
Un espacio más de conciencia
Valentina Gatica Gómez, 23 años.
Quinto año de Geografía, Universidad Austral,
Valdivia, junio de 2018.
Nuestras compañeras de Antropología fueron las que iniciaron la toma, ocupando el edificio de Filosofía y Humanidades el 17 de abril del 2018. Fue una toma feminista, porque la mayoría son mujeres y son las que mueven la Facultad. Lo mismo sucede con la Facultad de Arte.
Las chicas de Antropología estaban organizadas; tenían un círculo de mujeres de la carrera que venía actuando desde el año pasado. Ellas diagnosticaron que los casos de violencia de género dentro de nuestra universidad iban en aumento. Y habíamos sido nosotros como Universidad los que tuvimos el primer reglamento a nivel nacional que sancionaba los abusos, esto fue el 2016; sin embargo, no estaba considerado el acompañamiento a las víctimas. La Universidad tampoco estaba poniendo atención a la gravedad del aumento de casos. Este análisis se fue compartiendo en distintos espacios, y lo que iniciaron nuestras compañeras se hizo eco en todos. No solamente había que mejorar el reglamento, sino que también había que tener en cuenta que estamos en un sistema educativo que perpetúa la violencia machista.
La toma de la Facultad era totalmente legítima
Llevábamos recién una semana de haber asumido la federación. Como directiva nos hicimos cargo el 10 de abril de 2018 y el 17 de abril se dio inicio a la toma. Esa primera semana estábamos recién habituándonos a lo que era ser la nueva federación. Como lista, dentro del programa, teníamos el eje de género y diversidad, donde además de las temáticas de género y disidencias sexuales tocábamos temas culturales como lo relacionado al pueblo mapuche, a la juventud árabe, que tiene un trabajo acá. Cuando las compañeras se tomaron su facultad, encontramos que era totalmente legítimo. Ellas dieron una muestra de que se puede empezar a funcionar de manera autónoma y dinámica. Además, los representantes estudiantiles que van a los consejos, que son resolutivos para la federación, son más hombres que mujeres, entonces lo que hicieron nuestras compañeras fue también una demostración de cómo ellas hacen política dentro de sus espacios, por lo que tuvieron todo nuestro respaldo. Apoyamos siempre sus movilizaciones. Empezamos a participar en las asambleas feministas que ellas convocaron, y lograron que en muchos espacios se fueran dando cuenta de que vivían situaciones que habíamos naturalizado. Creo que este fue un trabajo en conjunto con la federación.
Posteriormente otras facultades comenzaron a levantar sus tomas y nosotros como federación cumplimos el rol de coordinar, ya que tenían demandas similares y creíamos que era mejor unificar todos los petitorios para que nadie quedara excluido o excluida. Las tomas duraron bastante; la mayoría se extendió por un mes y medio a dos, aproximadamente.
Cada facultad lleva su movilización de manera independiente, eso tenía que ver más que nada con un tema organizativo. Tenían las mismas aristas de discusión, las mismas problemáticas, pero cada espacio prefirió organizarse a su manera porque también negociaban con sus decanos sobre cuestiones específicas. Por ejemplo, acá en humanidades los ramos de género no eran problema, ya se habían instalado, pero sí había críticas a la comisión que llevaba a cabo los acompañamientos, o lo que sanciona la universidad, ya que de cierta manera había encubierto a docentes que habían violentado. En otros espacios abordaron otro tipo de temas, como los profesores que en los laboratorios acosaban a nuestras compañeras, o que no teníamos un protocolo de fiscalización. Entonces cada espacio, independientemente, trata ese tipo de temas más puntuales y los más generales los unificamos. Trabajamos con un petitorio que levantaron las chicas de Igualdad Humanidades y le agregamos componentes de todos los espacios.
La federación la componemos organizaciones del Frente Amplio: el Movimiento Político Social SOL, que es una organización feminista; Revolución Democrática, el Movimiento Autonomista y la Unión Nacional Estudiantil e Independiente. El programa que postulamos contemplaba estas problemáticas, habíamos visto la necesidad de crear secretarías de género, de cambiar el lenguaje sexista, entre otras cosas, pero claramente la movilización agilizó todo esto.
En la federación somos dos mujeres, las dos feministas, así es que tenemos una participación activa en nuestros espacios de organización. Yo participé mucho en la movilización de mi facultad, de donde era el profesor que había acosado y al que solamente habían cambiado de lugar de trabajo; por esa parte creo que nunca hubo falta de perspectiva de género para ver lo que estaba pasando.
Una de las primeras desigualdades que se sufre
como ser humano es la de género
Yo soy de SOL, que es una organización feminista de izquierda. Más que una organización política, nosotras siempre ponemos por delante el componente feminista, ya que es una de las primeras desigualdades que se sufren como ser humano, por lo que era una de las problemáticas que había que tratar. La mayoría de nuestras compañeras y compañeros que están en SOL levantaron el primer congreso por una educación no sexista el año 2014, y participan en la red chilena contra la violencia hacia la mujer, en la Red Docente Feminista, por lo que es algo que forma parte del carácter de nuestra militancia feminista.
Creo que la educación no sexista debe quitar finalmente los sesgos de género que se han perpetuado a través de la historia. No se puede desconocer que en el tiempo se han determinado ciertos roles para los hombres y para las mujeres, ciertas situaciones que, en la sala de clase, por ejemplo, diferencia el trato entre unos y otros. En mi caso, soy deportista, viví esa diferenciación cuando hacíamos educación física, en un momento nos dijeron «ustedes hagan barra a sus compañeros que juegan a la pelota». Este tipo de cosas va generando una desigualdad que no es propia. Entonces, entendemos por educación no sexista una que elimine ese sesgo que determina ciertos roles.
Este es un movimiento de gente «escuelada»
Concuerdo con la gente que dice que este fue un movimiento elitista. No hay que desconocer que quienes estamos en la universidad es porque tenemos ciertos privilegios que muchas mujeres que viven en el campo o que viven en la pobreza no los tienen, no tienen la posibilidad de llegar a estos espacios. Naturalizan, por lo tanto, muchas prácticas porque tienen que arreglárselas solas. Entonces, claramente esto es un movimiento de gente «escuelada», como diría mi abuela. Por lo tanto, que este movimiento trascienda es bueno; está por un lado la demanda de una educación no sexista y por otro las demandas que levantan las mujeres desde otros espacios. Pero la educación es una de las principales generadoras de estas desigualdades. Desde el jardín infantil se van perpetuando los estereotipos sexistas, que generan la discriminación a las mujeres.
Pienso que hay varias cosas que han vuelto a salir a la palestra y que, de hecho, no fueron consideradas por Sebastián Piñera en la agenda mujer, que son –yo creo– las más importantes: el tema de la equidad salarial, el tema de la paridad y un sinfín de otras cosas que no se consideran. Nuestra misma justicia ha sido sumamente negligente al momento de sentenciar feminicidios. Como vemos, hay muchas cosas que trascienden al ámbito de la universidad y lo que nosotras hicimos finalmente fue generar un espacio más de conciencia. Pienso que muchas decían «lo que viven las chicas en la universidad es muy similar a lo que sucede en mi casa con mi esposo».
La vida de campo tiene factores de género súper determinantes
Nuestra región tiene altos índices de catolicismo, es también una región con amplios sectores rurales, y la forma en que se llevaba la vida de campo tiene factores de género súper determinantes. También la mayoría de los colegios que hay en el sur de Chile fueron levantados por la iglesia católica, y entendemos las divergentes perspectivas que ellos tienen sobre el rol del hombre y la mujer. Por ende, eso marca una diferencia de ese sexismo en la región; o sea, ellos son quienes hasta el día de hoy tienen colegios segregados y quienes no quieren impartir educación sexual. Creo que ese es uno de los factores puntuales de cómo se ha ido perpetuando el sexismo en nuestra sociedad.
Sin embargo, en Valdivia se recibió súper bien la movilización feminista. Creo que las veces que hicimos marchas, tuvimos el apoyo de muchas compañeras de la región. Tuvimos harta visibilidad en términos mediáticos. Nunca se criticó lo que estábamos discutiendo. Se apoyó bastante el hecho de que nosotras no estábamos pidiendo algo fuera de lo normal, sino que, para empezar, pedíamos un resguardo: poder estudiar y andar tranquilas. Creo que también se tomó conciencia de cosas que para muchos eran naturales, pero hoy ya no lo son. Las tallas machistas ya no causan tanta risa como antes: creo que se han dado cuenta de que eso forma parte de la naturalización.
Respecto de mi familia, tengo una mamá que es súper chora; mi papá es evangélico. Pese a eso, él siempre me potenció y me enseñó que nunca me dejara pasar a llevar por ningún hombre. Si yo quería jugar a la pelota y no quería jugar con muñecas, él me dejaba. Mi papá ha sido un evangélico muy particular, siempre tuve mucho apoyo; de hecho, mi papá ha tenido bastantes cambios en el tiempo con respecto a lo que se predica dentro de su comunidad religiosa. Muchos temas que para ellos son tabúes, como el aborto, o las disidencias sexuales, para él ya no son algo en lo que se enfrasque a discutir ni tiene una actitud negativa. Cuando lo acompañaba a su comunidad, sabía cómo se tomaba eso, y hasta el día de hoy sigue igual. El mismo rechazo hacia el aborto; la misma jerarquía siempre pone a la mujer por detrás, o relegadas a las labores del hogar. Pero mi papá siempre fue de la idea de que yo tenía las mismas capacidades que mi hermano.
Creo que hubo una muy buena acogida a la movilización: las docentes y las funcionarias de nuestra universidad apoyaron harto. Dentro de las ganadas, en relación a los objetivos que teníamos, logramos aumentar las capacitaciones, crear un observatorio de género, diversidad y no discriminación para orientar las políticas académicas. Nos propusimos la erradicación del lenguaje sexista, el respeto al nombre social de nuestros compañeros y compañeras trans. Los profesores se tomaron bastante bien nuestra movilización.
También, como parte de las exigencias, planteamos que una vez incorporadas a clases, el primer curso de cada ramo debía abrir una conversación entre el profesor y los estudiantes sobre lo que fue la movilización, qué opinaban los profesores, qué entendían los compañeros. Y creo que eso fue bueno, se ha ido visualizando una menor naturalización de ciertas violencias. Ahora todos miran con ojo más crítico algunas conductas. En los carretes hay muchos compañeros y compañeras que están más atentos y atentas a ciertas situaciones, a la forma de referirte a una compañera, u otras cosas.
Nosotros tenemos un reglamento, no un protocolo. Y en nuestro reglamento se identifica qué es sancionable y que no lo es, y se aplica a la comunidad estudiantil como a la comunidad docente y funcionaria. Entonces, lo que finalmente se pidió es mayor profesionalismo para el acompañamiento; vamos a crear también normas para fiscalizar el cumplimiento efectivo del reglamento.
Me parece que ahora lo que sigue es que esto quede internalizado en todo nuestro sistema educativo. O sea, la educación no sexista es una demanda que venía desde hace mucho tiempo y ahora lo que necesitamos es que todo lo que hemos ganado y generado en nuestras universidades sea parte de la reorganización del sistema educativo.
Las asambleas feministas que crearon las compañeras de humanidades son uno de los espacios importantes de conversación; cada facultad tiene su propia organización con su círculo de mujeres. En el caso de mi facultad, tenemos nuestra asamblea feminista donde discutimos cosas como la mujer en la ciencia o cómo vamos potenciando el desarrollo científico de las mujeres.
Creo que ninguna mujer podría dudar que estamos retomando luchas que las mujeres que las iniciaron no pudieron seguir desarrollando o no pudieron profundizar. En el caso de nuestra universidad, los reglamentos que tenemos son producto del trabajo de docentes y alumnas feministas de la Facultad de Derecho que hicieron visible la violencia de género; se tomaron sus espacios, se movilizaron, agitaron durante el año 2014 señalando la necesidad de tener un comité que generara políticas de género y diversidad para la universidad, y comisiones que sancionaran esas conductas. Por ello su lucha es pionera, y lo que ellas hicieron hoy nosotras lo replicamos en otros espacios y lo seguiremos profundizando con lo que queremos desarrollar posterior a esta movilización.
La precarización tiene diferentes manifestaciones Universidad de Chile
Comprendemos la necesidad de cambiarlo todo
Sofía Brito Vukusich, 24 años
Cuarto año de Derecho, Universidad de Chile,
Santiago, Junio de 2018.
La violencia se reproduce en las instituciones
Estamos en un momento de catarsis, en que muchas compañeras nos hemos dado cuenta de ciertos tipos de violencias que vivimos dentro de las instituciones que no son naturales. La violencia de género ha sido tan normalizada y naturalizada que ahora muchas compañeras se han dicho «esto no es normal», «esto no tiene por qué seguir así; puede ser de otra manera». Esto también sucede acá en la Facultad, en donde mi caso en particular* fue algo así como «la gota que rebasó el vaso», porque desde hace años ha existido una serie de manifestaciones para este tipo de casos. De hecho en diciembre del año pasado abrimos una serie de discusiones para modificar el reglamento de ayudantes, ya que se destaparon múltiples casos de violencia sexual. Los ayudantes utilizaban su posición de poder académico para acosar a estudiantes.
La secretaría de género ha estado presente en la Facultad también desde hace harto tiempo, pero todavía se estaba gestando una reflexión un poco más profunda respecto de la justicia que está anclada a nuestra institucionalidad y que hoy vemos que no nos sirve. Es decir, no responde a nuestras demandas, no responde a la posibilidad de que las compañeras que sufrimos estas violencias dentro de la universidad –o dentro de la institución en general– podamos seguir estudiando sin ser expulsadas implícitamente de ellas. Entonces, por eso ha sido un mes muy intenso de movilización, un mes y medio ya, en la cual no hay respuesta por parte de la institucionalidad a las denuncias realizadas. Nos damos cuenta hoy que los protocolos son insuficientes, no responden a la necesidad de la organización, en una perspectiva que va más allá de un sistema estructural que nos determina en un cierto rol.
En este sentido, me parece que es bien importante señalar que por eso también el movimiento no parte con una consigna tipo «todas las mujeres contra todas las violencias», sino que parte desde la consigna «por una educación no sexista». O sea, no está anclada solamente en el tema violencia, por así decirlo, sino que en la comprensión de que la violencia se reproduce en las instituciones porque existe un modelo educativo que hoy en día ampara esas diferencias de género. En esa misma línea, es relevante comprender que eso también fue posible dado que ha habido muchas feministas en este movimiento estudiantil que han controvertido esa situación desde hace muchos años. Claro, antes de este año el tema era todavía una especie de «varios» en las demandas estudiantiles, no era una demanda central, pero si este año se instala de manera explosiva es por el trabajo que se viene gestando desde antes, es por las situaciones que hemos vivido. Y también porque en universidades como la Chile, que, si bien tenía protocolo, era totalmente deficiente. Hay muchas universidades que ni siquiera tienen protocolo y ahora entran en esa etapa. Pero, también nos dimos cuenta de que podemos tener el mejor de los protocolos, pero si no hay un cambio radical en la forma en que nos educamos, no va a ser posible subvertir la forma en que nos relacionamos entre todas y todos.
Tenemos una masculinidad que no sabe cómo comportarse
Hablar de violencia de género es difícil, porque siempre ha sido un tema muy tabú. Es decir, cuando uno habla de la violencia sexual y todo lo que involucra, el tema es complejo, porque también vivimos en una sociedad que ha sido históricamente muy conservadora. Es complejo plantear la recuperación de la autonomía de los cuerpos, y proponer formas de manifestación que de alguna manera interrumpen este orden de normalidad, en la cual las mujeres siempre hemos sido vistas como madres o como víctimas. Y pareciera ser que, lo demás, el hecho de ser protagónicas en la Historia, es una excepción. Es siempre una visión de excepcionalidad, y cuando una sale de ese rol de víctima, rol de madre o rol secundario, de la que está ahí en el fondo cocinando mientras los hombres hacen la Historia, eso incomoda mucho, y creo que esa incomodidad provoca las ganas de guiar, de conducir. De hecho, las columnas de Carlos Peña, los dichos de Gumucio, todas esas cosas dan cuenta de aquello, de una masculinidad complicada, que no sabe cómo responder, que no sabe qué decir, no sabe qué hacer. Sienten una especie de temor, pero al mismo tiempo tratan de conducir.
En ese sentido, hay que comprender que estamos en un periodo de mucha catarsis y de intentar salir de ese rol de víctima...; claro, imagino que ellos esperarían que nosotras, las que denunciamos, estemos en nuestras casas llorando, lamentándonos por las cosas que hemos vivido y no convirtiéndonos en sujetas políticas. Entonces, surge la discusión de por qué esta persona que sufrió violencia está hablando de política, y eso porque se ven como cosas separadas, porque nosotras siempre hemos sido expulsadas de lo público, o bien, para acceder a lo público tenemos que asumir un rol masculino, entonces entendemos que esto sea incómodo para muchos. Frente a estas situaciones hay una masculinidad que entra en una crisis brutal, que no sabe cómo comportarse, y por eso la arremetida conservadora es fuerte. En esta línea, no es casual que tampoco se hable mucho de la educación, porque significa cambiar la forma en que nos relacionamos de manera radical y no solamente en términos sancionatorios.
No habrá nunca más un movimiento estudiantil
que no sea feminista
En una lectura muy personal, mi sensación es que este movimiento expresa la crítica radical a la democracia que ha existido en Chile desde hace muchísimo tiempo, con la crisis de representatividad y de las instituciones, incluso la crítica alcanza a los mismos movimientos sociales. Hay mucha sospecha en cómo se llevan las vocerías, en cómo se llevan a cabo las organizaciones, las asambleas, en quién asume en el fondo los roles más protagónicos. También el hecho de no responder a ninguna institución previamente establecida como la Confech o la Cofeu o lo que sea, da cuenta de eso, de cómo hoy tenemos una necesidad urgente de refundar nuestras organizaciones, de refundar la forma en que hacemos política y de crear parámetros nuevos. Sin duda esto hizo crisis y es bueno comprenderlo así, más allá de cómo pujar para que la cuestión se vaya a un lado o hacia el otro; pienso que hay que comprender que estos han sido los tiempos de movilización y que es necesario ponernos en la urgencia de reconstruir lo que hemos construido históricamente. O sea, la FECH es una institución histórica y la Confech también. En tal sentido, hay que comprender que no habrá nunca más un movimiento estudiantil que no sea feminista. Hay aquí un punto de apertura, las feministas entramos a los movimientos sociales propiamente tales y así como pasa en No+AFP, también hay compañeras que disputan en el movimiento de salud, en el movimiento de vivienda y ahora en el movimiento estudiantil.
Por esto me parece que es tan significativo el hecho de que hoy la demanda central sea por una «educación no sexista» y no por más sanciones ni mayores penas en el código penal, sino del cómo nos hacemos cargo de los derechos sociales, y que cuando decimos que el feminismo es para todo el mundo –por otro lado, entendiendo los distintos roles que cumplimos mujeres, disidencias y hombres– es porque comprendemos esa necesidad de cambiarlo todo.
Esto va a ser un proceso quizás no tan rápido como nosotras esperamos, pero es mucho más sustantivo que el solo hecho de la sanción. Tal vez todavía cuesta entender esto, pero cuando decimos que la precarización la vivimos todas, o hablamos contra la precarización de la vida, estamos diciendo que la violencia no se vive solamente por la que comete un compañero o un profesor contra ti, sino que es la violencia del estado actual de las cosas. Que no tengamos salud, vivienda y educación, o que, por ejemplo, Piñera salga a hablar diciendo que va a equiparar las Isapre, cuando en realidad solo el 20% de las mujeres tiene Isapre, esto es una cuestión muy violenta.