Kitabı oku: «Cetreros I», sayfa 6

Yazı tipi:

La mayoría de los jóvenes comprendieron, y los que no captaron todo, imitaron a estos, volviéndose también a buscar los audífonos, que ya estaban conectados al sistema de traducción múltiple. Mitchell y Edmundo prefirieron no usarlos, pero dieron una primera ojeada a las elegantes carpetas. Estas tenían grabado en la portada un escudo y unos símbolos que pronto serían muy familiares para ambos y para el resto de los jóvenes.

Una vez restablecido el orden, el profesor Savage (como luego averiguarían que le gustaba ser llamado) volvió a tomar la palabra en el extraño idioma inicial.

—El idioma que estoy hablando es desconocido para todos ustedes —informó innecesariamente— y para la gran mayoría de los habitantes del planeta —añadió con una leve sonrisa—. Fue «redescubierto» y actualizado por los especialistas de Humanidad. Lo hemos denominado quásar. —La palabra despertó suaves ecos mentales en muchos de los jóvenes—. Es un acrónimo de Quasi Stellar Radio Source —informó Savage ahora en tono didáctico—, aunque esa denominación tiene un significado mucho más profundo. Y estamos seguros de que en poco tiempo todos ustedes lo hablarán tan bien como nosotros —aseguró ahora en tono solemne.

Una primera ola de murmullos llenó el ambiente.

—Ahora vienen las presentaciones — siguió imperturbable—. Yo y el resto de los encargados de su entrenamiento los conocemos perfectamente a todos y cada uno de ustedes.

«¿Entrenamiento? ¿De qué estaba hablando?», pensó Mitchell.

Jonathan Savage se tomó unos segundos antes de lanzar la primera de muchas bimbas mentales para esos muchachos:

—Ustedes, jóvenes futuros cadetes, nacieron en un momento predestinado desde hace mucho tiempo. De hecho, su venida al mundo estaba anunciada. Y nosotros lo sabíamos.

Con un suave y firme movimiento de su mano derecha contuvo a tiempo la oleada de airadas expresiones que comenzaba a surgir.

—Uno o ambos de sus padres pertenecen a Humanidad —continuó con un tono más serio—. Y desde el momento en que ustedes nacieron, estuvieron en constante contacto con nosotros para ser orientados y apoyados —informó a continuación.

Un profundo silencio cayó entre los cientos de impactados jóvenes.

—Ustedes, posibles cadetes, que provienen de prácticamente todas las regiones del planeta, han pertenecido a Humanidad desde el momento mismo de su nacimiento —recalcó Jonathan Savage. «En realidad, desde su misma concepción», pensó levemente divertido, pero sin variar su expresión.

Esta vez ni siquiera intentó frenar la ola de exclamaciones que estalló en el auditorio. Con lo que era una evidente experiencia en detonar reacciones emocionales, Jonathan Savage esperó a que los jóvenes recobraran un poco la compostura y entonces, con un nuevo gesto, restableció el silencio.

—¿De qué carajos está hablando este tipo? ¿Cómo que reclutas? —preguntó Edmundo en un susurro mientras el silencio se imponía de nuevo.

Mitchell no alcanzó a responderle que ser paisano de Savage no le daba acceso a toda la información que este manejaba, por ello se limitó a encogerse de hombros.

El revivido científico continuó hablando, ahora retomando el tono de leve sarcasmo:

—Pero tal vez algunos no me conozcan a mí —señaló.

Mitchell mostró una media sonrisa y Edmundo alzó una ceja al menear la cabeza. Expresiones similares fueron la respuesta general ante el comentario.

—Literalmente, he estado fuera de circulación por algunos años. Y no, no estoy muerto. Y tampoco soy vampiro —añadió riendo levemente.

Mitchell disfrutó con la cara de incredulidad que puso Edmundo al ver que lo que acababa decir Savage estaba en las hojas de la carpeta.

—Mi nombre es Jonathan Savage. —La confirmación a lo que algunos todavía ponían en duda levantó una nueva tanda de murmullos.

El profesor nuevamente los dejó desahogarse un rato.

Mitchell sonrió pensativo.

—Asumo, amigo mío —le dijo Edmundo—, que tu opinión no tiene nada que ver con el hecho de que el tipo sea tu paisano, ¿verdad?

—¿De dónde vienes, Edmundo? — inquirió Mitchell con una media sonrisa.

—Soy mexicano, de la Ciudad de México. ¿Y tú? Ya deduje que eres gringo, pero ¿de qué parte?

—Sí, soy norteamericano. —Mitchell recalcó la última palabra—. Y vengo de la ciudad de Seattle —informó hablando lento y con firmeza.

Edmundo no se inmutó por el tono y contenido de la aclaración.

—Espero que no seas un GRINGO aburrido —repuso—. Tengo algunos conocidos, compatriotas tuyos, que son bastante buena gente. Y te informo que yo también soy norteamericano. México está en América del Norte, como supongo que debes de saber, aunque algunos opinen otra cosa —añadió con intención.

Savage retomó la palabra, ahora con un tono más imperativo, y ordenó:

—De ahora en adelante, deberán limitar sus expresiones, comentarios e interrupciones, jóvenes. ¿Queda claro?

La orden también estaba impresa, lo que contribuyó mucho a que fuese obedecida.

—Parece que también es adivino —señaló Edmundo.

El profesor siguió hablando, ahora con más seriedad:

—También, desde este momento, deberán ampliar mucho su capacidad de aceptar ideas nuevas. —Los abarcó con una mirada antes de continuar—. De hecho, su amplitud de criterio estará directamente relacionada con sus posibilidades de pertenecer oficialmente a Humanidad y formar parte de los proyectos que les presentaré.

Una nueva ola de murmullos murió al exclamar Savage, en tono seco:

—¡Silencio! —La orden, magnificada por el realmente bueno sistema de sonido, sonó como un latigazo y funcionó perfectamente. Savage continuó hablando—: Serán enfrentados a información, ideas, conceptos y planes que pondrán a prueba desde su formación educativa hasta sus creencias religiosas. —Alzó la vista a manera de innecesaria advertencia: el silencio era total—. ¿Por qué están aquí? Porque como ya señalé, fueron monitoreados desde su nacimiento. Y de hecho, en realidad pertenecen ya a Humanidad. Y solo Humanidad puede prepararlos para enfrentar los dos mayores retos que jamás ha tenido la raza humana. Los cuatrocientos que están aquí fueron evaluados y seleccionados debido a que cumplen con el perfil exacto que necesitamos.

Mitchell y Edmundo intercambiaron alzamientos de cejas y miradas de soslayo.

—¿Sabes mezclar bebidas con los ojos cerrados? —susurró Edmundo separando apenas los labios.

—¿Y tú preparas tacos con los pies? —reviró Mitchell de igual manera.

Ambos jóvenes rieron silenciosamente.

Savage seguía hablando.

—Muchos otros nunca sabrán nada de lo que pasará aquí porque finalmente no fueron elegidos —informó—. Y es mejor que no lo sepan —aseguró. Eso era falso. Pero no había que meterse en esas aclaraciones por el momento.

—No, no estoy loco. — Savage pareció adivinar sus pensamientos al seguir hablando.

Nuevas risas, un poco confusas, surgieron entre el auditorio cuando vieron que también eso estaba escrito en el material de la carpeta. Pero el silencio se restableció rápidamente.

—Humanidad, la organización a la cual pertenecemos y me honra dirigir, tiene agentes en todo el mundo, situados en lugares estratégicos. Algunos de ellos son profesores en las mejores escuelas públicas y privadas de sus países de origen. Los hay funcionarios, vecinos, amigos y parientes —detalló.

Esa información evidentemente hizo pensar a todos y cada uno de los jóvenes. El «pertenecemos» sonaba cada vez más plausible. Savage pareció dudar un poco antes de continuar.

—Lamentablemente, el proyecto original al que estaban ustedes destinados se vio radicalmente alterado y tuvimos que hacer enormes cambios en años recientes. Por ello, es hasta este momento que sus padres y demás parientes están siendo puestos al tanto. Y puede que no estén de acuerdo con la participación de ustedes bajo estas nuevas circunstancias —añadió con un casi imperceptible suspiro.

«Ya está. Esto puede ser el principio de que todo se vaya directamente al carajo», pensó Savage en ese momento, pero siguió hablando con firmeza:

—En un momento también ustedes van a saber en detalle de qué estoy hablando —aseguró—. Y deberán decir si permanecen en Humanidad. Por otra parte, como ya dije, estos nuevos planes serán también conocidos el día de hoy por sus familiares —añadió. Nuevos susurros recorrieron el auditorio—. Pero en ninguna circunstancia los obligaremos a aceptar —afirmó, sabiendo perfectamente que estaba pisando hielo muy delgado. —Mitchell y Edmundo volvieron a mirarse con extrañeza, pero ahora no dijeron nada. Savage indicó, haciendo un leve gesto con la mano obviamente dirigido a su personal de apoyo—: Creo que es momento de que reciban el primer bloque de información. Les solicito especialmente que no interrumpan, que no hagan demasiado ruido y que terminen de escuchar todo antes de que pasemos a los siguientes puntos. —La solicitud sonaba en realidad como orden y así lo entendieron los jóvenes—. Por el momento, puedo decirles que, sin lugar a duda, Humanidad es actualmente la organización científica y militar más poderosa del planeta.

Una nueva ola de murmullos y exclamaciones se extinguió antes de ser muy notoria.

—Comencemos por las naves en que llegaron aquí —señaló al momento en que su holoimagen desaparecía del aire y las luces se atenuaban.

—¡Fantásticas! —susurró Mitchell—. ¿No te pareció así, Edmundo?

—Venía dormido —repuso este suspirando—. Aunque viendo tu cara de felicidad, realmente deben de ser impresionantes.

Mitchell rio suavemente al momento de menear la cabeza mientras Savage seguía adelante.

—Humanidad surgió inicialmente como una organización dedicada exclusivamente a la investigación en medio de una naciente epidemia de xenofobia, racismo y el recrudecimiento de los enfrentamientos de credo religioso, político y económico que se volvieron más violentos al comenzar la serie de pandemias que están azotando al mundo.

Impactantes imágenes comenzaron a proyectarse en el aire mostrando nuevos aspectos de noticias que para la mayoría de los jóvenes eran parte de una historia algo antigua.

—Ese sistema hologramático es de interacción completa, ¿verdad, compadre? —susurró Edmundo apreciativamente.

—De un nivel que nunca había visto, compadre —coincidió Mitchell recalcando la última palabra.

—Humanidad surgió como una isla de cooperación que buscaba borrar todas las diferencias. Sí, suena muy idealista y tal vez un poco idiota. —Nuevamente les había leído el pensamiento—. Por eso, ustedes deberán recobrar, reforzar o descubrir, en el peor de los casos, su veta de idealismo, honor y respeto, si es que desean pertenecer a Humanidad —indicó firmemente. Nadie tomó a broma el comentario. Savage había dado nuevamente en el clavo—. Y ahora, cuando las cosas han empeorado notoriamente, en Humanidad somos, con miembros de casi todas las nacionalidades, religiones y especialidades científicas y tecnológicas, realmente universales. Y tenemos el poder de enfrentar cualquier reto —añadió con evidente orgullo.

Las nuevas imágenes, acompañadas de un sonido extremadamente fiel y manipuladas por Savage con leves pero eficientes movimientos de su mano derecha, mostraban lo que todos los jóvenes ya conocían, pero ahora veían con una nueva sensación casi abrumadora: desastres ecológicos, tierras arrasadas, pobreza, hambre, nuevas y viejas guerras y, sobre todo, el enfrentamiento del hombre contra el hombre. Y finalmente, holofotos espectaculares que incluían imágenes, evidentemente tomadas desde el espacio, de los sucesos que venían aconteciendo desde hacía un par de años.

Eso incluye los fenómenos de la energía GT. La voz de Jonathan Savage se escuchaba como fondo mientras apreciaban destellos dorados que surgían en el cielo, nubes igualmente doradas que brotaban de diversas partes de la superficie planetaria, sonidos y voces que muchas personas aseguraban estar escuchando de manera mental…

Mitchell y Edmundo nuevamente encontraron su mirada y con toda seriedad asintieron: sí, ellos también las habían escuchado.

«Entonces no estoy loco —pensó Edmundo con alivio—. Y no soy el único».

—Nosotros no hemos provocado estos fenómenos —informó Jonathan Savage—. Pero sabemos perfectamente cuál es su origen. —Aguardó unos segundos en silencio antes de soltar su siguiente bomba—: El planeta se está preparando para el proceso evolutivo que puede borrar a la raza humana de la existencia. Completamente. —Esta vez los murmullos fueron imparables y Savage permitió un relativo desfogue a los jóvenes y retomó la palabra—: Ya llegaremos a ese punto, reclutas.

Edmundo se revolvió inquieto en su asiento. El tipo estaba loco. Bien loco.

Mitchell miró pensativamente a Jonathan Savage, recordando todo lo que podía acerca de él: un joven científico que había logrado cosas increíbles a muy temprana edad. Rebelde, autoritario y con una personalidad magnética que hacía que sus subordinados lo siguiesen a pesar de lo locos que pareciesen sus planes. También le parecía haber leído que se había casado muy joven y que había tenido un hijo. Y que ese hijo y su esposa habían muerto pocos años antes de su propia «muerte».

—Somos Humanidad. Ustedes son Humanidad —dijo Jonathan Savage en un tono que provocó más de un escalofrío—. Y los hemos convocado desde todas partes del planeta para representar a la raza humana como un todo ante los enormes retos que se avecinan. Porque solo ustedes pueden llevar a su completa expresión nuestra divisa: «Una raza. Un idioma. Un planeta». —Se giró para señalar el enorme escudo que estaba a su espalda, ahora repentinamente iluminado y donde obviamente estaban escritas esas palabras en el idioma que se hablaba en Humanidad.

El quásar.

Los susurros, expresiones y demás sonidos cesaron en ese momento. Savage tenía algo en su manera de hablar, en su seguridad, que hacía que sus palabras no sonaran a locura.

Mitchell y Edmundo sintieron, aunque solo mucho más adelante se lo confesarían mutuamente, que ese hombre había logrado que lo que parecía una fanfarronada sonara como una gran verdad.

Jonathan Savage terminó la pausa que había hecho.

—El llevar a Humanidad hasta donde ha llegado ha costado mucho, jóvenes —aseguró—. Mucho trabajo, mucha fe ciega, mucha cooperación. Muchísimo dinero. Incluso muchas vidas —señaló con evidente pesar—. Hemos quebrantado leyes. Hemos traicionado confianzas. Hemos tenido que asumir riesgos y responsabilidades muy grandes. Incluso la que ahora implica enfrentar por nuestra cuenta los retos más grandes que la humanidad haya encontrado en su camino. Y en donde ustedes están destinados a participar —recalcó. Un nuevo silencio llenó el auditorio—. Ustedes —los abarcó con una mirada—, al igual que otros grupos de jóvenes que han arribado o arribarán en breve a otras de nuestras bases alrededor del mundo, están predestinados a ser llamados y entrenados por Humanidad. Son, por increíble que suene, la respuesta genética de la raza humana a lo que debe enfrentar en estos momentos, aunque la mayor parte del mundo no sepa aún de su existencia —aseguró con una leve sonrisa. Ahora era el silencio era aún más profundo.

»Además, lo que es también fundamental, ya que es uno de los pilares sobre los que siempre ha descansado la mística y el éxito de Humanidad, es que ustedes también poseen lo que todo ser humano que valga la pena debe de tener: un firme sentido del honor —añadió con rotundidad y guardó silencio unos segundos mientras la frase calaba hondo en los jóvenes.

»El honor siempre ha definido a un ser humano, a una cultura, incluso a una nación —continuó—. Es una promesa verdadera entregada a una persona, un pueblo o un país, y ahora a toda una raza. Es la promesa de que nosotros, todos los que formamos parte de Humanidad, cumpliremos con honor. Es nuestro deber. Cueste lo que cueste.

Todos los jóvenes sintieron un nuevo escalofrío. De alguna manera ese hombre había leído en lo más profundo de sus pensamientos. Tras un breve instante, Jonathan Savage continuó hablando sin que las imágenes dejaran de proyectarse, ahora mostrando figuras históricas, antiguas y recientes, notorias por los atributos que el líder de Humanidad estaba ponderando.

—En los peores momentos de la historia humana el honor fue lo que nos salvó —continuó hablando Savage con ímpetu—. Solo fue posible salir adelante porque fuimos guiados por hombres y mujeres con un profundo sentido del honor y la responsabilidad con sus semejantes. Y porque hubo guerreros que lucharon con todo su coraje, guiados por el mismo sentido del honor. —Nuevamente hizo una pausa que a nadie le pareció dramática—. Y en estos oscuros tiempos, eso se ha perdido casi totalmente —señaló ahora con tono reflexivo.

»La mayor parte de las personas han dejado de lado el honor porque lo que consideran un concepto obsoleto. Algo que incluso puede estorbar —añadió con un dejo de sarcasmo. Más de un profundo suspiro de acuerdo se escuchó entre los jóvenes.

»El egoísmo, las ansias de poder, dinero e influencia, o simplemente de reconocimiento, han dejado de lado los valores fundamentales que deben definir a un ser humano. Y han convertido a muchos de los habitantes de este planeta en personas carentes de sentido del honor, y por ello, de un verdadero y justo sentido de vida. Incluso al precio de sacrificar los más elementales sentimientos de caridad, justicia y humanidad.

El silencio seguía siendo total.

—Ahora —aseguró Savage—, es el turno de ustedes, jóvenes cadetes, porque lo que tenemos que enfrentar para salvar al planeta y la raza humana solo puede enfrentarse con el coraje y el honor que ustedes poseen. —Un suspiro colectivo recorrió el auditorio—. Pero además, lamentable e indudablemente, habrá un precio a pagar. Como siempre lo hay —aseguró con un dejo de tristeza—. Muchas personas, posiblemente miles o incluso millones de hombres, mujeres y niños, van a morir —explicó.

Hubo nuevas exclamaciones y murmullos, pero se contuvieron rápidamente. Jonathan Savage siguió hablando.

Mitchell se volvió a mirar nuevamente a Edmundo. Este se limitó a devolvérsela en silencio. No hubo más bromas. Al menos por el momento.

—Pero también puedo asegúrales que en Humanidad nos hemos y nos estamos preparando a fondo para enfrentar lo que viene. Lo que incluye los planes y programas de su entrenamiento, el cual deberán iniciar de inmediato si deciden unirse a nosotros.

«El tipo realmente tiene estilo —pensó Edmundo mientras el silencio volvía a desplazar murmullos y conversaciones—. ¿Pero de qué tipo de decisión estaba hablando?».

—Comencemos por algunas cuestiones prácticas. —El profesor Savage dio un nuevo giro a la charla para dar tiempo a que los jóvenes se serenaran, al menos un poco—. Sabemos lo responsables que son ustedes con sus escuelas y trabajos —Mitchell sonrió levemente al recordar el examen que había pospuesto, al parecer ahora por tiempo indefinido—. No se preocupen, todo será arreglado convenientemente para no generarles problema alguno —les aseguró.

Más de un joven rio levemente, incluidos Mitchell y Edmundo. El tipo lo decía como si estuviera hablando de darles un justificante para poder asistir a un paseo.

Pero funcionó. Savage los distrajo momentáneamente del asunto central, y continuó con ligereza:

—Humanidad tiene los contactos, personal e influencias necesarios para ello. Habrá supuestos viajes de urgencia por causas familiares, enfermedades con atención en el extranjero, programas simulados de intercambio estudiantil y becas que les han sido otorgadas repentinamente. La actual situación mundial facilitará las cosas.

. Los jóvenes no sabían que apenas empezaban a saber de qué poder estaba hablando el profesor Jonathan Savage.

—Para aquellos que ayudan a sostener a sus familias, se otorgará una pensión más que suficiente para que sus familiares no se vean afectados. Por supuesto, esta se seguirá pagando aún en caso de que ustedes no regresen. —El alboroto se incrementó sustancialmente, pero el profesor lo cortó al seguir hablando—: Basta de preámbulos. Pasemos ahora a una breve semblanza de Humanidad, lo que se avecina, y donde encajan ustedes, jóvenes.

—Pero no se preocupen, el desparecer para siempre es cualquier detalle —comentó Edmundo con sorna.

—Pues sí, creo que es conveniente que el profesor le meta velocidad a la aclaración —repuso Mitchell.

Edmundo asintió en silencio. Ya era mucho preámbulo.

—Humanidad se fundó, hace casi veinticinco años, por varios científicos eminentes de diversas nacionalidades. —Suaves risas acompañaron el tono de fingida modestia en que dijo esto—. Tuvo al nacer, como ya mencioné, fines exclusivamente de investigación y cooperación conjunta. Y funcionó muy bien —señaló asintiendo un par de veces con la ampliada cabeza (su holoimagen había reaparecido)—. Pero unos pocos años después, sea porque así estaba escrito o por simple casualidad —esto lo dijo sin tono alguno de burla—, nos topamos con algo sencillamente alucinante. Algo que iba mucho más allá de la simple ciencia, pero como buenos investigadores, tras ponerlo en duda, decidimos investigarlo a fondo. Y finalmente descubrimos que era totalmente cierto —informó.

Guardó unos segundos de silencio antes de continuar.

—Estoy hablando de que descubrimos y validamos una prueba ancestral y una profecía surgidas desde el inicio de los tiempos —informó con seriedad.

Ahora sí se desató un buen alboroto.

—Les pido que por favor me permitan mostrarles de qué estoy hablando, jóvenes. —Nuevamente no sonaba a solicitud precisamente, por ello todos lo obedecieron—. Solo gracias a la inmensa cantidad de recursos con que ya contábamos en esos momentos fue que pudimos investigar y corroborarlo todo. Humanidad, tras trabajar inicialmente con donaciones de nuestros primeros patrocinadores, y usando secretamente muchos de los recursos de nuestros países, ya había evolucionado a niveles muy importantes —añadió Savage con un leve suspiro de remembranza—. Actualmente, Humanidad posee una casi ilimitada capacidad financiera, tecnológica y… militar.

— ¡Joder! —susurró Mitchell—. Creo que esto también merece ya una buena explicación.

—Y que lo digas, compadre —coincidió Edmundo.

—Entonces, aprovechando esta confluencia de situaciones, decidimos que era el momento de desaparecer del mundo. Algunos de manera espectacular. —Savage habló con sorna, provocando nuevas risas—. Y dedicarnos completamente a prepararnos para enfrentar ese reto —señaló.

Notó la impaciencia que mostraban muchos de los jóvenes. «Bueno, si quieren información, ahora les recomiendo sujetarse los calcetines», sonrió interiormente y siguió explicando:

—Todos saben que la evolución es considerada un juego de azar en el que casi siempre sobresale el más apto, y este crea el siguiente escalón evolutivo, ¿verdad?

—¿Vamos a ir tan atrás? —susurró Mitchell asombrado—. No, por favor.

Edmundo rio suavemente.

—Esto es totalmente falso. El asunto no funciona así —informó Jonathan Savage con sencillez—. Dios, o como prefieran ustedes llamarlo o interpretarlo, al parecer existe, jóvenes. E independientemente de que lo crean o no, tiene establecida una secuencia evolutiva para cada planeta. Un programa estricto, continuamente evaluado, y a veces realmente brutal en sus ajustes.

Las caras de todos y cada uno de los jóvenes fueron un poema de expresión.

Edmundo no era muy religioso, pero se quedó con la boca abierta, al igual que su nuevo compañero. Mitchell fue el primero en hablar:

—Así nada más susurró asombrado.

¡No se midió! —exclamó Edmundo en voz baja—. Supongo que el tipo también sabe el verdadero nombre de Dios.

—Y Dios, según la Profecía, se llama Akraron —remató Jonathan Savage.

Esta vez la respuesta de los jóvenes fue estruendosa. En medio del alboroto, el profesor añadió:

—Y nosotros hemos conseguido el acceso a las directrices básicas que tiene asignadas para este planeta. Nuestro planeta.

—Conque no diga ahora que es un nuevo mesías —dijo Mitchell mientras suspiraba profundamente y meneaba la cabeza.

Edmundo, aún con cara de incredulidad, solo atinó a esbozar una mueca al comentar:

—No le des ideas. Aunque siendo tú, paisano…

El auditorio era un manicomio.

Había gritos y expresiones de enojo. Algunos jóvenes incluso se habían levantado, al parecer buscando la salida. El profesor no trató de imponer orden. Miró la escena como sabiendo que era de esperarse y que era inútil que tratara de intervenir.

Al menos personalmente.

Los que evidentemente eran soldados, vestidos todos con lo que parecían corazas negras, cascos igualmente negros con las viseras alzadas para poder mostrar sus caras de muy pocas pulgas, habían salido muy silenciosamente de no se sabía dónde.

—¡Joder! —exclamó Mitchell al darse cuenta de su presencia.

Los soldados habían cerrado y ahora estaban custodiando las puertas del auditorio. Otros, en buen número, estaban apostados en los pasillos y sitios estratégicos del auditorio, portando lo que parecían macanas modernizadas. Todos vigilaban al numeroso grupo de muchachos, especialmente a los más alborotados.

Nuevas exclamaciones de sorpresa y queja llenaron el auditorio.

Lo soldados ubicados en los pasillos comenzaron a indicar con gestos firmes, incluso con algún leve empujón a los jóvenes que estaban de pie, que volviesen a sentarse.

—Así, voluntariamente a fuerzas… —murmuró Edmundo divertido viendo la operación.

—Creo que prefiero el estilo «indirecto» —opinó Mitchell.

Ninguno de los dos sabía aún lo pesado que podía ser el sistema de información de Humanidad.

—Les presento a los frokts —dijo Jonathan Savage como si hablase de los animadores de un crucero—. Son nuestros guerreros de infantería —informó—. Y también actúan como fuerzas del orden en la isla —añadió innecesariamente.

Los citados frokts, bajo las viseras de sus modernos cascos, dejaban ver que sus rostros eran también de una amplia variedad de razas, colores y seguramente nacionalidades, al igual que los jóvenes. Inclinaron simultáneamente la cabeza en un seco gesto que parecía decir: «Mucho gusto, cabrones elegidos. Pero pásense de listos y les rompemos la elegida cara».

Fue algo tal vez violento, pero funcionó. Los jóvenes rebeldes terminaron por sentarse y el profesor retomó la palabra como si nada hubiese pasado. Todo quedaba en familia.

—Sabíamos, por pruebas irrefutables resultado de nuestras anteriores investigaciones, que no estábamos solos en el universo —sonrió pensando seguramente que esa era una frase muy manoseada—, que algo o alguien nos ha visitado periódicamente para dirigir el curso de la evolución. Y que la vida de nuestro planeta está interrelacionada de varias maneras con el resto de los mundos habitados. Porque también les aseguro que hay otros mundos habitados por seres inteligentes. De hecho, ya hemos hablado con algunos de ellos. Hemos comprobado que pensar que somos los únicos en el universo es una soberana estupidez y un definitivo exceso de soberbia humana —informó con una nueva sonrisa.

—¡Dios mío! —susurró Edmundo—. Creo que yo soy el que ha perdido una tuerca. Esto no puede estar pasando.

Mitchell se limitó a suspirar suavemente.

—Pero faltaban pruebas definitivas. Y nosotros las encontramos. Todas —añadió Savage para rematar esa tanda de golpes. —Hizo una pausa que a Edmundo le hubiese parecido un poquitín dramática en otras circunstancias—. Todos saben que los dinosaurios fueron extinguidos por un meteorito que los borró del planeta —continuó—, pero lo que muy pocos saben es que no fue el azar. Tanto ellos como otros habitantes planetarios han debido probar, en su momento, que podían ser responsables de este mundo. Los dinosaurios fallaron al enfrentarse a su prueba. Y, por ello, fueron condenados a desaparecer —añadió como si tal cosa, pero logrando que la P sonara enfática.

—¿Enfrentándose a una prueba? —susurró Mitchell sin percibir que también resaltaba la P—. ¿A qué diablos se refiere?

—Si tú no sabes… —repuso Edmundo con tono de asombrada resignación al encogerse de hombros.

—Y lo que tampoco sabe nadie fuera de Humanidad —continuó Jonathan Savage implacable— es que la humanidad pasó por muy poco una pequeña prueba hace algunas decenas de años. En Rusia. Siberia para ser exactos —añadió en el mismo tono de leve compasión por los no iniciados.

Nuevo alboroto y nueva pausa de Savage. Los jóvenes hojeaban sus carpetas ahora con verdadero interés.

—¿Está hablando de Tunguska, verdad? —preguntó innecesariamente Edmundo en medio del escándalo poliidiomático.

—¿Qué jodida prueba? —insistió exasperado Mitchell—. ¡Que ya termine de explicar de una maldita vez!

—Tranquilo, compadre —repuso Edmundo con un suspiro de resignación—. Creo que ya estamos más cerca. Y si te soy honesto, agradezco que el tipo se lo esté tomado con calma. Esto es demasiado para asumirlo todo de golpe, Y seguro que falta más —concluyó

Una vez que se restableció más o menos el silencio, Jonathan Savage continuó explicando:

—Muchos de ustedes también deben de haber oído la referencia bíblica a Ajenjo. Y tal vez unos cuantos, a las profecías mayas que hablan de «detener» de alguna manera un meteorito que viene a destruir la Tierra.

Mitchell se volvió a ver a Edmundo con una mirada interrogante.

—Algo sé al respecto —repuso este—. Pero no me preguntes muchos detalles por ser latino, por favor.

—En resumen, jóvenes —terminó Savage con el punto—, todo eso es totalmente cierto.

Ahora fue un incrédulo silencio el que tomó posesión del lugar. Mitchell meneó lentamente la cabeza. Coincidía con el latino simpático: era demasiado. Edmundo se quedó con la vista fija, con expresión de leve cansancio.

Savage siguió adelante.

—Esa es su primera misión, jóvenes. Deben de pasar la prueba a nombre de la raza humana. Deben detener un meteorito que viene con el propósito de evaluar así a la actual especie dominante en la Tierra: nosotros. —Esto último lo dijo con una nota de sarcasmo que ninguno de los impactados jóvenes notó.

₺263,21

Türler ve etiketler

Yaş sınırı:
0+
Hacim:
561 s. 2 illüstrasyon
ISBN:
9788468563619
Telif hakkı:
Bookwire
İndirme biçimi:
Metin
Средний рейтинг 0 на основе 0 оценок