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ESCENA III
En casa de Capuleto
La señora de CAPULETO y el AMA
SEÑORA
Ama, ¿dónde está mi hija?
AMA
Sea en mi ayuda mi probada paciencia de doce años. Ya la llamé. Cordero, Mariposa. Válgame Dios. ¿Dónde estará esta niña? Julieta…
JULIETA
¿Quién me llama?
AMA
Tu madre.
JULIETA
Señora, aquí estoy. Dime qué sucede.
SEÑORA
Sucede que… Ama, déjanos á solas un rato… Pero no, quédate. Deseo que oigas nuestra conversacion. Mi hija está en una edad decisiva.
AMA
Ya lo creo. No me acuerdo qué edad tiene exactamente.
SEÑORA
Todavía no ha cumplido los catorce.
AMA
Apostaria catorce dientes (¡ay de mí, no tengo más que cuatro!) á que no son catorce. ¿Cuándo llega el dia de los Ángeles?
SEÑORA
Dentro de dos semanas.
AMA
Sean pares ó nones, ese dia, en anocheciendo, cumple Julieta años. ¡Válgame Dios! La misma edad tendrian ella y mi Susana. Pero Susana está en el cielo. No merecia yo tanta dicha. Pues como iba diciendo, cumplirá catorce años la tarde de los Ángeles. ¡Vaya si los cumplirá! Me acuerdo bien. Hace once años, cuando el terremoto, la quitamos el pecho. Jamas confundo aquel dia con ningun otro del año. Debajo del palomar, sentada al sol, unté mi pecho con acíbar. Vos y mi amo estabais en Mántua. ¡Me acuerdo tan bien! Pues como digo, la tonta de ella, apenas probó el pecho y lo halló tan amargo, ¡qué furiosa se puso contra mí! ¡Temblaba el palomar! Once años van de esto. Ya se tenia en pié, ya corria… tropezando á veces. Por cierto que el dia antes se habia hecho un chichon en la frente, y mi marido (¡Dios le tenga en gloria!) ¡con qué gracia levantó á la niña! y le dijo: «Vaya, ¿te has caido de frente? No caerás así cuando te entre el juicio. ¿Verdad, Julieta?» Sí, respondió la inocente limpiándose las lágrimas. El tiempo hace verdades las burlas. Mil años que viviera, me acordaria de esto. «¿No es verdad, Julieta?» y ella lloraba y decia que sí.
SEÑORA
Basta ya. Cállate, por favor te lo pido.
AMA
Me callaré, señora; pero no puedo menos de reirme, acordándome que dijo sí, y creo que tenia en la frente un chichon tamaño como un huevo, y lloraba que no habla consuelo para ella.
JULIETA
Cállate ya; te lo suplico.
AMA
Bueno, me callaré. Dios te favorezca, porque eres la niña más hermosa que he criado nunca. ¡Qué grande seria mi placer en verla casada!
JULIETA
Aún no he pensado en tanta honra.
AMA
¡Honra! Pues si no fuera por haberte criado yo á mis pechos, te diria que habias mamado leche de discrecion y sabiduría.
SEÑORA
Ya puedes pensar en casarte. Hay en Verona madres de familia menores que tú, y yo misma lo era cuando apenas tenia tu edad. En dos palabras, aspira á tu mano el gallardo Páris.
AMA
¡Niña mia! ¡Vaya un pretendiente! Si parece de cera.
SEÑORA
No tiene flor más linda la primavera de Verona.
AMA
¡Eso una flor! Sí que es flor, ciertamente.
SEÑORA
Quiero saber si le amarás. Esta noche ha de venir. Verás escrito en su cara todo el amor que te profesa. Fíjate en su rostro y en la armonía de sus facciones. Sus ojos servirán de comentario á lo que haya de confuso en el libro de su persona. Este libro de amor, desencuadernado todavía, merece una espléndida cubierta. La mar se ha hecho para el pez. Toda belleza gana en contener otra belleza. Los áureos broches del libro esmaltan la áurea narracion. Todo lo que él tenga será tuyo. Nada perderás en ser su mujer.
AMA
¿Nada? Disparate será el pensarlo.
SEÑORA
Dí si podrás llegar á amar á Páris.
JULIETA
Lo pensaré, si es que el ver predispone á amar. Pero el dardo de mis ojos sólo tendrá la fuerza que le preste la obediencia.
(Entra un criado.)
CRIADO
Los huéspedes se acercan. La cena está pronta. Os llaman. La señorita hace falta. En la cocina están diciendo mil pestes del ama. Todo está dispuesto. Os suplico que vengais en seguida.
SEÑORA
Vámonos tras tí, Julieta. El Conde nos espera.
AMA
Niña, piensa bien lo que haces.
ESCENA IV
Calle
ROMEO, MERCUTIO, BENVOLIO, y máscaras con teas encendidas
ROMEO
¿Pronunciaremos el discurso que traíamos compuesto, ó entraremos sin preliminares?
BENVOLIO
Nada de rodeos. Para nada nos hace falta un Amorcillo de laton con venda por pañuelo, y con arco, espanta pájaros de doncellas. Para nada repetir con el apuntador, en voz medrosa, un prólogo inútil. Mídannos por el compas que quieran, y hagamos nosotros unas cuantas mudanzas de baile.
ROMEO
Dadme una tea. No quiero bailar. El que está á oscuras necesita luz.
MERCUTIO
Nada de eso, Romeo; tienes que bailar.
ROMEO
No por cierto. Vosotros llevais zapatos de baile, y yo estoy como tres en un zapato, sin poder moverme.
MERCUTIO
Pídele sus alas al Amor, y con ellas te levantarás de la tierra.
ROMEO
Sus flechas me han herido de tal modo, que ni siquiera sus plumas bastan para levantarme. Me ha atado de tal suerte, que no puedo pasar la raya de mis dolores. La pesadumbre me ahoga.
MERCUTIO
No has debido cargar con tanto peso al amor, que es muy delicado.
ROMEO
¡Delicado el amor! Antes duro y fuerte y punzante como el cardo.
MERCUTIO
Si es duro, sé tú duro con él. Si te hiere, hiérele tú, y verás cómo se da por vencido. Dadme un antifaz para cubrir mi rostro. ¡Una máscara sobre otra máscara!
BENVOLIO
Llamad á la puerta, y cuando estemos dentro, cada uno baile como pueda.
ROMEO
¡Una antorcha! Yo, imitando la frase de mi abuelo, seré quien lleve la luz en esta empresa, porque el gato escaldado huye del agua.
MERCUTIO
De noche todos los gatos son pardos, como decia muy bien el Condestable. Nosotros te sacaremos de esa caldera de amor en que te escaldaste. ¡Vamos, que la luz se va acabando!
ROMEO
No por cierto.
MERCUTIO
Mientras andamos en vanas palabras, se gastan las antorchas. Entiende tú bien lo que quiero decir.
ROMEO
¿Tienes ganas de entrar en el baile? ¿Crees que eso tiene sentido?
MERCUTIO
¿Y lo dudas?
ROMEO
Tuve anoche un sueño.
MERCUTIO
Y yo otro esta noche.
ROMEO
¿Y á qué se reduce tu sueño?
MERCUTIO
Comprendí la diferencia que hay del sueño á la realidad.
ROMEO
En la cama fácilmente se sueña.
MERCUTIO
Sin duda te ha visitado la reina Mab, nodriza de las hadas. Es tan pequeña como el ágata que brilla en el anillo de un regidor. Su carroza va arrastrada por caballos leves como átomos, y sus rádios son patas de tarántula, las correas son de gusano de seda, los frenos de rayos de luna: huesos de grillo é hilo de araña forman el látigo; y un mosquito de oscura librea, dos veces más pequeño que el insecto que la aguja sutil extrae del dedo de ociosa dama, guia el espléndido equipaje. Una cáscara de avellana forma el coche elaborado por la ardilla, eterna carpintera de las hadas. En ese carro discurre de noche y dia por cabezas enamoradas, y les hace concebir vanos deseos, y anda por las cabezas de los cortesanos, y les inspira vanas cortesías. Corre por los dedos de los abogados, y sueñan con procesos. Recorre los labios de las damas, y sueñan con besos. Anda por las narices de los pretendientes, y sueñan que han alcanzado un empleo. Azota con la punta de un rabo de puerco las orejas del cura, produciendo en ellas sabroso cosquilleo, indicio cierto de beneficio ó canonjía cercana. Se adhiere al cuello del soldado, y le hace soñar que vence y triunfa de sus enemigos y los degüella con su truculento acero toledano, hasta que oyendo los sones del cercano atambor, se despierta sobresaltado, reza un padre nuestro, y vuelve á dormirse. La reina Mab es quien enreda de noche las crines de los caballos, y enmaraña el pelo de los duendes, é infecta el lecho de la cándida vírgen, y despierta en ella por primera vez impuros pensamientos.
ROMEO
Basta, Mercutio. No prosigas en esa charla impertinente.
MERCUTIO
De sueños voy hablando, fantasmas de la imaginacion dormida, que en su vuelo excede la ligereza de los aires, y es más mudable que el viento.
BENVOLIO
Tú sí que estás arrojando viento y humo por esa boca. Ya nos espera la cena, y no es cosa de llegar tarde.
ROMEO
Demasiado temprano llegareis. Témome que las estrellas están de mal talante, y que mi mala suerte va á empezarse en este banquete, hasta que llegue la negra muerte á cortar esta inútil existencia. Pero en fin, el piloto de mi nave sabrá guiarla. Adelante, amigos mios.
BENVOLIO
A son de tambores.
ESCENA V
Sala en casa de Capuleto
MÚSICOS y CRIADOS
CRIADO 1.º
¿Dónde anda Cacerola, que ni limpia un plato, ni nos ayuda en nada?
CRIADO 2.º
¡Qué pena me da ver la cortesía en tan pocas manos, y éstas sucias!
CRIADO 1.º
Fuera los bancos, fuera el aparador. No perdais de vista la plata. Guardadme un pedazo del pastel. Decid al portero que deje entrar á Elena y á Susana la molinera. ¡Cacerola!
CRIADO 2.º
Aquí estoy, compañero.
CRIADO 1.º
Todos te llaman á comparecer en la sala.
CRIADO 2.º
No puedo estar en dos partes al mismo tiempo. Compañeros, acabad pronto, y el que quede sano, que cargue con todo.
(Entran Capuleto, su mujer, Julieta, Teobaldo, y convidados con máscaras.)
CAPULETO
Celebro vuestra venida. Os invitan al baile los ligeros piés de estas damas. A la danza, jóvenes. ¿Quién se resiste á tan imperiosa tentacion? Ni siquiera la que por melindre dice que tiene callos. Bien venidos seais. En otro tiempo tambien yo gustaba de enmascararme, y decir al oido de las hermosas secretos que á veces no les desagradaban. Pero el tiempo llevó consigo tales flores. Celebro vuestra venida. Comience la música. ¡Que pasen delante las muchachas! (Comienza el baile.) ¡Luz, más luz! ¡Fuera las mesas! Nada de fuego, que harto calor hace. ¡Cómo te agrada el baile, picarillo! Una silla á mi primo, que nosotros no estamos para danzas. ¿Cuándo hemos dejado la máscara?
EL PRIMO DE CAPULETO
¡Dios mio! Hace más de 30 años.
CAPULETO
No tanto, primo. Si fué cuando la boda de Lucencio. Por Pentecostes hará 25 años.
EL PRIMO DE CAPULETO
Más tiempo hace, porque su hijo ha cumplido los treinta.
CAPULETO
¿Cómo, si, hace dos años, aún no habia llegado á la mayor edad?
ROMEO
(Á su criado.) ¿Dime, qué dama es la que enriquece la mano de ese galan con tal tesoro?
CRIADO
No la conozco.
ROMEO
El brillo de su rostro afrenta al del sol. No merece la tierra tan soberano prodigio. Parece entre las otras como paloma entre grajos. Cuando el baile acabe, me acercaré á ella, y estrecharé su mano con la mia. No fué verdadero mi antiguo amor, que nunca belleza como ésta vieron mis ojos.
TEOBALDO
Por la voz parece Montesco. (Al criado.) Tráeme la espada. ¿Cómo se atreverá ese malvado á venir con máscara á perturbar nuestra fiesta? Juro por los huesos de mi linaje que sin cargo de conciencia le voy á quitar la vida.
CAPULETO
¿Por qué tanta ira, sobrino mio?
TEOBALDO
Sin duda es un Montesco, enemigo jurado de mi casa, que ha venido aquí para burlarse de nuestra fiesta.
CAPULETO
¿Es Romeo?
TEOBALDO
El infame Romeo.
CAPULETO
No más, sobrino. Es un perfecto caballero, y todo Verona se hace lenguas de su virtud, y aunque me dieras cuantas riquezas hay en la ciudad, nunca le ofenderia en mi propia casa. Así lo pienso. Si en algo me estimas, ponle alegre semblante, que esa indignacion y esa mirada torva no cuadran bien en una fiesta.
TEOBALDO
Cuadra, cuando se introduce en nuestra casa tan ruin huésped. ¡No lo consentiré!
CAPULETO
Sí lo consentirás. Te lo mando. Yo sólo tengo autoridad aquí. ¡Pues no faltaba más! ¡Favor divino! ¡Maltratar á mis huéspedes dentro de mi propia casa! ¡Armar quimera con ellos, sólo por echárselas de valiente!
TEOBALDO
Tio, esto es una afrenta para nuestro linaje.
CAPULETO
Lejos, lejos de aquí. Eres un rapaz incorregible. Cara te va á costar la desobediencia. ¡Ea, basta ya! Manos quedas… Traed luces… Yo te haré estar quedo. ¡Pues esto sólo faltaba! ¡A bailar, niñas!
TEOBALDO
Mis carnes se estremecen en la dura batalla de mi repentino furor y mi ira comprimida. Me voy, porque esta injuria que hoy paso, ha de traer amargas hieles.
ROMEO
(Cogiendo la mano de Julieta.) Si con mi mano he profanado tan divino altar, perdonadme. Mi boca borrará la mancha, cual peregrino ruboroso, con un beso.
JULIETA
El peregrino ha errado la senda aunque parece devoto. El palmero sólo ha de besar manos de santo.
ROMEO
¿Y no tiene labios el santo lo mismo que el romero?
JULIETA
Los labios del peregrino son para rezar.
ROMEO
¡Oh, qué santa! Truequen pues de oficio mis manos y mis labios. Rece el labio y concededme lo que pido.
JULIETA
El santo oye con serenidad las súplicas.
ROMEO
Pues oidme serena mientras mis labios rezan, y los vuestros me purifican. (La besa.)
JULIETA
En mis labios queda la marca de vuestro pecado.
ROMEO
¿Del pecado de mis labios? Ellos se arrepentirán con otro beso. (Torna á besarla.)
JULIETA
Besais muy santamente.
AMA
Tu madre te llama.
ROMEO
¿Quién es su madre?
AMA
La señora de esta casa, dama tan sábia como virtuosa. Yo crié á su hija, con quien ahora poco estabais hablando. Mucho dinero necesita quien haya de casarse con ella.
ROMEO
¿Con que es Capuleto? ¡Hado enemigo!
BENVOLIO
Vámonos, que se acaba la fiesta.
ROMEO
Harta verdad es, y bien lo siento.
CAPULETO
No os vayais tan pronto, amigos. Aún os espera una parca cena. ¿Os vais? Tengo que daros á todos las gracias. Buenas noches, hidalgos. ¡Luces, luces, aquí! Vámonos á acostar. Ya es muy tarde, primo mio. Vámonos á dormir.
(Quedan solas Julieta y el Ama.)
JULIETA
Ama, ¿sabes quién es este mancebo?
AMA
El mayorazgo de Fiter.
JULIETA
¿Y aquel otro que sale?
AMA
El jóven Petrucio, si no me equivoco.
JULIETA
¿Y el que va detras… aquel que no quiere bailar?
AMA
Lo ignoro.
JULIETA
Pues trata de saberlo. Y si es casado, el sepulcro será mi lecho de bodas.
AMA
Es Montesco, se llama Romeo, único heredero de esa infame estirpe.
JULIETA
¡Amor nacido del odio, harto pronto te he visto, sin conocerte! ¡Harto tarde te he conocido! Quiere mi negra suerte que consagre mi amor al único hombre á quien debo aborrecer.
AMA
¿Qué estás diciendo?
JULIETA
Versos, que me dijo uno bailando.
AMA
Te están llamando. Ya va. No te detengas, que ya se han ido todos los huéspedes.
EL CORO
Ved cómo muere en el pecho de Romeo la pasion antigua, y cómo la sustituye una pasion nueva. Julieta viene á eclipsar con su lumbre á la belleza que mataba de amores á Romeo. Él, tan amado como amante, busca en una raza enemiga su ventura. Ella ve pendiente de enemigo anzuelo el cebo sabroso del amor. Ni él ni ella pueden declarar su anhelo. Pero la pasion buscará medios y ocasion de manifestarse.
ACTO II
ESCENA PRIMERA
Plaza pública, cerca del jardin de Capuleto
ROMEO, BENVOLIO y MERCUTIO
ROMEO
¿Cómo me he de ir de aquí, si mi corazon queda en esas tápias, y mi cuerpo inerte viene á buscar su centro?
BENVOLIO
¡Romeo, primo mio!
MERCUTIO
Sin duda habrá recobrado el juicio é ídose á acostar.
BENVOLIO
Para acá viene: le he distinguido á lo lejos saltando la tápia de una huerta. Dadle voces, Mercutio.
MERCUTIO
Le voy á exorcizar como si fuera el diablo. ¡Romeo, amante insensato, esclavo de la pasion! Ven en forma de suspiro amoroso: respóndeme con un verso solo en que aconsonen bienes con desdenes, y donde eches un requiebro á la madre del Amor y al niño ciego, que hirió con sus dardos al rey Cofétua, y le hizo enamorarse de una pobre zagala. ¿Ves? no me contesta ni da señales de vida. Conjúrote por los radiantes ojos, y por la despejada frente, y por los róseos labios, y por el breve pié y los llenos muslos de Rosalía, que te aparezcas en tu verdadera forma.
BENVOLIO
Se va á enfadar, si te oye.
MERCUTIO
Verás cómo no: se enfadaria, si me empeñase en encerrar á un demonio en el círculo de su dama, para que ella le conjurase; pero ahora vereis cómo no se enfada con tan santa y justa invocacion, como es la del nombre de su amada.
BENVOLIO
Sígueme: se habrá escondido en esas ramas para pasar la noche. El amor como es ciego, busca tinieblas.
MERCUTIO
Si fuera ciego, erraria casi siempre sus tiros2. Buenas noches, Romeo. Voyme á acostar, porque la yerba está demasiada fria para dormir. ¿Vámonos ya?
BENVOLIO
Vamos, ¿á qué empeñarnos en buscar al que no quiere ser encontrado?
ESCENA II
Jardin de Capuleto
ROMEO
¡Qué bien se burla del dolor ajeno quien nunca sintió dolores…! (Pónese Julieta á la ventana.) ¿Pero qué luz es la que asoma por allí? ¿El sol que sale ya por los balcones de oriente? Sal, hermoso sol, y mata de envidia con tus rayos á la luna, que está pálida y ojeriza porque vence tu hermosura cualquier ninfa de tu coro. Por eso se viste de amarillo color. ¡Que necio el que se arree con sus galas marchitas! ¡Es mi vida, es mi amor el que aparece! ¿Cómo podria yo decirla que es señora de mi alma? Nada me dijo. Pero ¿qué importa? Sus ojos hablarán, y yo responderé. ¡Pero qué atrevimiento es el mio, si no me dijo nada! Los dos más hermosos luminares del cielo la suplican que les sustituya durante su ausencia. Si sus ojos resplandecieran como astros en el cielo, bastaria su luz para ahogar los restantes como el brillo del sol mata el de una antorcha. ¡Tal torrente de luz brotaria de sus ojos, que haria despertar á las aves á media noche, y entonar su cancion como si hubiese venido la aurora! Ahora pone la mano en la mejilla. ¿Quién pudiera tocarla como el guante que la cubre?
JULIETA
¡Ay de mí!
ROMEO
¡Habló! Vuelvo á sentir su voz. ¡Angel de amores que en medio de la noche te me apareces, cual nuncio de los cielos á la atónita vista de los mortales, que deslumbrados le miran traspasar con vuelo rapidísimo las esferas, y mecerse en las alas de las nubes!
JULIETA
¡Romeo, Romeo! ¿Por qué eres tú Romeo? ¿Por qué no reniegas del nombre de tu padre y de tu madre? Y si no tienes valor para tanto, ámame, y no me tendré por Capuleto.
ROMEO
¿Qué hago, seguirla oyendo ó hablar?
JULIETA
No eres tú mi enemigo. Es el nombre de Montesco, que llevas. ¿Y qué quiere decir Montesco? No es pié ni mano ni brazo, ni semblante ni pedazo alguno de la naturaleza humana. ¿Por qué no tomas otro nombre? La rosa no dejaria de ser rosa, y de esparcir su aroma, aunque se llamase de otro modo. De igual suerte mi querido Romeo, aunque tuviese otro nombre, conservaria todas las buenas cualidades de su alma, que no le vienen por herencia. Deja tu nombre, Romeo, y en cambio de tu nombre que no es cosa alguna sustancial, toma toda mi alma.
ROMEO
Si de tu palabra me apodero, llámame tu amante, y creeré que me he bautizado de nuevo, y que he perdido el nombre de Romeo.
JULIETA
¿Y quién eres tú que, en medio de las sombras de la noche, vienes á sorprender mis secretos?
ROMEO
No sé de cierto mi nombre, porque tú aborreces ese nombre, amada mia, y si yo pudiera, lo arrancaria de mi pecho.
JULIETA
Pocas palabras son las que aún he oido de esa boca, y sin embargo te reconozco. ¿No eres Romeo? ¿No eres de la familia de los Montescos?
ROMEO
No seré ni una cosa ni otra, ángel mio, si cualquiera de las dos te enfada.
JULIETA
¿Cómo has llegado hasta aquí, y para qué? Las paredes de esta puerta son altas y difíciles de escalar, y aquí podrias tropezar con la muerte, siendo quien eres, si alguno de mis parientes te hallase.
ROMEO
Las paredes salté con las alas que me dió el amor, ante quien no resisten áun los muros de roca. Ni siquiera á tus parientes temo.
JULIETA
Si te encuentran, te matarán.
ROMEO
Más homicidas son tus ojos, diosa mia, que las espadas de veinte parientes tuyos. Mírame sin enojos, y mi cuerpo se hará invulnerable.
JULIETA
Yo daria un mundo por que no te descubrieran.
ROMEO
De ellos me defiende el velo tenebroso de la noche. Más quiero morir á sus manos, amándome tú, que esquivarlos y salvarme de ellos, cuando me falte tu amor.
JULIETA
¿Y quién te guió aquí?
ROMEO
El amor que me dijo dónde vivias. De él me aconsejé, él guió mis ojos que yo le habia entregado. Sin ser nauchero, te juro que navegaria hasta la playa más remota de los mares por conquistar joya tan preciada.
JULIETA
Si el manto de la noche no me cubriera, el rubor de vírgen subiria á mis mejillas, recordando las palabras que esta noche me has oido. En vano quisiera corregirlas ó desmentirlas… ¡Resistencias vanas! ¿Me amas? Sé que me dirás que sí, y que yo lo creeré. Y sin embargo podrias faltar á tu juramento, porque dicen que Jove se rie de los perjuros de los amantes. Si me amas de veras, Romeo, dilo con sinceridad, y si me tienes por fácil y rendida al primer ruego, dímelo tambien, para que me ponga esquiva y ceñuda, y así tengas que rogarme. Mucho te quiero, Montesco, mucho, y no me tengas por liviana, antes he de ser más firme y constante que aquellas que parecen desdeñosas porque son astutas. Te confesaré que más disimulo hubiera guardado contigo, si no me hubieses oido aquellas palabras que, sin pensarlo yo, te revelaron todo el ardor de mi corazon. Perdóname, y no juzgues ligereza este rendirme tan pronto. La soledad de la noche lo ha hecho.
ROMEO
Júrote, amada mia, por los rayos de la luna que platean la copa de estos árboles…
JULIETA
No jures por la luna, que en su rápido movimiento cambia de aspecto cada mes. No vayas á imitar su inconstancia.
ROMEO
¿Pues por quién juraré?
JULIETA
No hagas ningun juramento. Si acaso, jura por tí mismo, por tu persona que es el dios que adoro y en quien he de creer.
ROMEO
¡Ojalá que el fuego de mi amor…!
JULIETA
No jures. Aunque me llene de alegría el verte, no quiero esta noche oir tales promesas que parecen violentas y demasiado rápidas. Son como el rayo que se extingue, apenas aparece. Aléjate ahora: quizá cuando vuelvas haya llegado á abrirse, animado por las brisas del estío, el capullo de esta flor. Adios, y ¡ojalá aliente tu pecho en tan dulce calma como el mio!
ROMEO
¿Y no me das más consuelo que ese?
JULIETA
¿Y qué otro puedo darte esta noche?
ROMEO
Tu fe por la mia.
JULIETA
Antes te la dí que tú acertaras á pedírmela. Lo que siento es no poder dártela otra vez.
ROMEO
¿Pues qué? ¿Otra vez quisieras quitármela?
JULIETA
Sí, para dártela otra vez, aunque esto fuera codicia de un bien que tengo ya. Pero mi afan de dártelo toda es tan profundo y tan sin límite como los abismos de la mar. ¡Cuanto más te doy, más quisiera darte!.. Pero oigo ruido dentro. ¡Adios! no engañes mi esperanza… Ama, allá voy… Guárdame fidelidad, Montesco mio. Espera un instante, que vuelvo en seguida.
ROMEO
¡Noche, deliciosa noche! Sólo temo que, por ser de noche, no pase todo esto de un delicioso sueño.
JULIETA
(Asomada otra vez á la ventana.) Sólo te diré dos palabras. Si el fin de tu amor es honrado, si quieres casarte, avisa mañana al mensajero que te enviaré, de cómo y cuándo quieres celebrar la sagrada ceremonia. Yo te sacrificaré mi vida é iré en pos de tí por el mundo.
AMA
(Llamando dentro.) ¡Julieta!
JULIETA
Ya voy. Pero si son torcidas tus intenciones, suplícote que…
AMA
¡Julieta!
JULIETA
Ya corro… Suplícote que desistas de tu empeño, y me dejes á solas con mi dolor. Mañana irá el mensajero…
ROMEO
Por la gloria…
JULIETA
Buenas noches.
ROMEO
No. ¿Cómo han de ser buenas sin tus rayos? El amor va en busca del amor como el estudiante huyendo de sus libros, y el amor se aleja del amor como el niño que deja sus juegos para tornar al estudio.
JULIETA
(Otra vez á la ventana.) ¡Romeo! ¡Romeo! ¡Oh, si yo tuviese la voz del cazador de cetrería, para llamar de lejos á los halcones! Si yo pudiera hablar á gritos, penetraria mi voz hasta en la gruta de la ninfa Eco, y llegaria á ensordecerla repitiendo el nombre de mi Romeo.
ROMEO
¡Cuán grato suena el acento de mi amada en la apacible noche, protectora de los amantes! Más dulce es que música en oido atento.
JULIETA
¡Romeo!
ROMEO
¡Alma mia!
JULIETA
¿A qué hora irá mi criado mañana?
ROMEO
A las nueve.
JULIETA
No faltará. Las horas se me harán siglos hasta que esa llegue. No sé para qué te he llamado.
ROMEO
¡Déjame quedar aquí hasta que lo pienses!
JULIETA
Con el contento de verte cerca me olvidaré eternamente de lo que pensaba, recordando tu dulce compañía.
ROMEO
Para que siga tu olvido no he de irme.
JULIETA
Ya es de dia. Véte… Pero no quisiera que te alejaras más que el breve trecho que consiente alejarse al pajarillo la niña que le tiene sujeto de una cuerda de seda, y que á veces le suelta de la mano, y luego le coge ansiosa, y le vuelve á soltar…
ROMEO
¡Ojalá fuera yo ese pajarillo!
JULIETA
¿Y qué quisiera yo sino que lo fueras? aunque recelo que mis caricias habian de matarte. ¡Adios, adios! Triste es la ausencia y tan dulce la despedida, que no sé cómo arrancarme de los hierros de esta ventana.
ROMEO
¡Que el sueño descanse en tus dulces ojos y la paz en tu alma! ¡Ojalá fuera yo el sueño, ojalá fuera yo la paz en que se duerme tu belleza! De aquí voy á la celda donde mora mi piadoso confesor, para pedirle ayuda y consejo en este trance.