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ESCENA II
Jardin en casa de Capuleto
JULIETA y el AMA
JULIETA
Corred, corred á la casa de Febo, alados corceles del sol. El látigo de Faeton os lance al ocaso. Venga la dulce noche á tender sus espesas cortinas. Cierra ¡oh sol! tus penetrantes ojos, y deja que en el silencio venga á mí mi Romeo, é invisible se lance en mis brazos. El amor es ciego y ama la noche, y á su luz misteriosa cumplen sus citas los amantes. Ven, majestuosa noche, matrona de humilde y negra túnica, y enséñame á perder en el blando juego, donde las vírgenes empeñan su castidad. Cubre con tu manto la pura sangre que arde en mis mejillas. Ven, noche; ven, Romeo, tú que eres mi dia en medio de esta noche, tú que ante sus tinieblas pareces un copo de nieve sobre las negras alas del cuervo. Ven, tenebrosa noche, amiga de los amantes, y vuélveme á mi Romeo. Y cuando muera, convierte tú cada trozo de su cuerpo en una estrella relumbrante, que sirva de adorno á tu manto, para que todos se enamoren de la noche, desenamorándose del sol. Ya he adquirido el castillo de mi amor, pero aún no le poseo. Ya estoy vendida, pero no entregada á mi señor. ¡Qué dia tan largo! tan largo como víspera de domingo para el niño que ha de estrenar en él un traje nuevo. Pero aquí viene mi ama, y me traerá noticias de él.
(Llega el ama con una escala de cuerdas.)
Ama, ¿qué noticias traes? ¿Esa es la escala que te dijo Romeo?
AMA
Sí, esta es la escala.
JULIETA
¡Ay, Dios! ¿Qué sucede? ¿Por qué tienes las manos cruzadas?
AMA
¡Ay, señora! murió, murió. Perdidas somos. No hay remedio… Murió. Le mataron… Está muerto.
JULIETA
¿Pero cabe en el mundo tal maldad?
AMA
En Romeo cabe. ¿Quién pudiera pensar tal cosa de Romeo?
JULIETA
¿Y quién eres tú, demonio, que así vienes á atormentarme? Suplicio igual sólo debe de haberle en el infierno. Dime, ¿qué pasa? ¿Se ha matado Romeo? Dime que sí, y esta palabra basta. Será más homicida que mirada de basilisco. Dí que sí ó que no, que vive ó que muere. Con una palabra puedes calmar ó serenar mi pena.
AMA
Sí: yo he visto la herida. La he visto por mis ojos. Estaba muerto: amarillo como la cera, cubierto todo de grumos de sangre cuajada. Yo me desmayé al verle.
JULIETA
¡Estalla, corazon mio, estalla! ¡Ojos mios, yacereis desde ahora en prision tenebrosa, sin tornar á ver la luz del dia! ¡Tierra, vuelve á la tierra! Sólo resta morir, y que un mismo túmulo cubra mis restos y los de Romeo.
AMA
¡Oh, Teobaldo amigo mio, caballero sin igual, Teobaldo! ¿Por qué he vivido yo para verte muerto?
JULIETA
Pero ¡qué confusion es esta en que me pones! ¿Dices que Romeo ha muerto, y que ha muerto Teobaldo, mi dulce primo? Toquen, pues, la trompeta del juicio final. Si esos dos han muerto, ¿qué importa que vivan los demas?
AMA
A Teobaldo mató Romeo, y éste anda desterrado.
JULIETA
¡Válgame Dios! ¿Conque Romeo derramó la sangre de Teobaldo? ¡Alma de sierpe, oculta bajo capa de flores! ¿Qué dragon tuvo jamas tan espléndida gruta? Hermoso tirano, demonio angelical, cuervo con plumas de paloma, cordero rapaz como lobo, materia vil de forma celeste, santo maldito, honrado criminal, ¿en qué pensabas, naturaleza de los infiernos, cuando encerraste en el paraíso de ese cuerpo el alma de un condenado? ¿Por qué encuadernaste tan bellamente un libro de tan perversa lectura? ¿Cómo en tan magnífico palacio pudo habitar la traicion y el dolo?
AMA
Los hombres son todos unos. No hay en ellos verdad, ni fe, ni constancia. Malvados, pérfidos, trapaceros… ¿Dónde está mi escudero? Dame unas gotas de licor. Con tantas penas voy á envejecer antes de tiempo. ¡Qué afrenta para Romeo!
JULIETA
¡Maldita la lengua que tal palabra osó decir! En la noble cabeza de Romeo no es posible deshonra. En su frente reina el honor como soberano monarca. ¡Qué necia yo que antes decia mal de él!
AMA
¿Cómo puedes disculpar al que mató á tu primo?
JULIETA
¿Y cómo he de decir mal de quien es mi esposo? Mató á mi primo, porque si no, mi primo le hubiera matado á él. ¡Atras, lágrimas mias, tributo que erradamente ofrecí al dolor, en vez de ofrecerle al gozo! Vive mi esposo, á quien querian dar muerte, y su matador yace por tierra. ¿A qué es el llanto? Pero creo haberte oido otra palabra que me angustia mucho más que la muerte de Teobaldo. En vano me esfuerzo por olvidarla. Ella pesa sobre mi conciencia, como puede pesar en el alma de un culpable el remordimiento. Tú dijiste que Teobaldo habia sido muerto y Romeo desterrado. Esta palabra desterrado me pesa más que la muerte de diez mil Teobaldos. ¡No bastaba con la muerte de Teobaldo, ó es que las penas se deleitan con la compañía y nunca vienen solas! ¿Por qué cuando dijiste: «ha muerto Teobaldo», no añadiste: «tu padre ó tu madre, ó los dos»? Áun entonces no hubiera sido mayor mi pena. ¡Pero decir: Romeo desterrado! Esta palabra basta á causar la muerte á mi padre y á mi madre, y á Romeo y á Julieta. «¡Desterrado Romeo!» Dime, ¿podrá encontrarse término ó límite á la profundidad de este abismo? ¿Dónde están mi padre y mi madre? Dímelo.
AMA
Llorando sobre el cadáver de Teobaldo. ¿Quieres que te acompañe allá?
JULIETA
Ellos con su llanto enjugarán las heridas. Yo entre tanto lloraré por el destierro de Romeo. Toma tú esa escalera, á quien su ausencia priva de su dulce objeto. Ella debia haber sido camino para mi lecho nupcial. Pero yo moriré vírgen y casada. ¡Adios, escala de cuerda! ¡Adios, nodriza! Me espera el tálamo de la muerte.
AMA
Retírate á tu aposento. Voy á buscar á Romeo sin pérdida de tiempo. Está escondido en la celda de Fray Lorenzo. Esta noche vendrá á verte.
JULIETA
Dale en nombre mio esta sortija, y dile que quiero oir su postrera despedida.
ESCENA III
Celda de Fray Lorenzo
FRAY LORENZO y ROMEO
FRAY LORENZO
Ven, pobre Romeo. La desgracia se ha enamorado de tí, y el dolor se ha desposado contigo.
ROMEO
Decidme, padre. ¿Qué es lo que manda el Príncipe? ¿Hay alguna pena nueva que yo no haya sentido?
FRAY LORENZO
Te traigo la sentencia del Príncipe.
ROMEO
¿Y cómo ha de ser si no es de muerte?
FRAY LORENZO
No. Es algo menos dura. No es de muerte sino de destierro.
ROMEO
¡De destierro! Clemencia, padre. Decid de muerte. El destierro me infunde más temor que la muerte. No me hableis de destierro.
FRAY LORENZO
Te manda salir de Verona, pero no temas: ancho es el mundo.
ROMEO
Fuera de Verona no hay mundo, sino purgatorio, infierno y desesperacion. Desterrarme de Verona es como desterrarme de la tierra. Lo mismo da que digais muerte que destierro. Con una hacha de oro cortais mi cabeza, y luego os reís del golpe mortal.
FRAY LORENZO
¡Oh, qué negro pecado es la ingratitud! Tu crímen merecia muerte, pero la indulgencia del Príncipe trueca la muerte en destierro, y aún no se lo agradeces.
ROMEO
Tal clemencia es crueldad. El cielo está aquí donde vive Julieta. Un perro, un raton, un gato pueden vivir en este cielo y verla. Sólo Romeo no puede. Más prez, más gloria, más felicidad tiene una mosca ó un tábano inmundo que Romeo. Ellos pueden tocar aquella blanca y maravillosa mano de Julieta, ó posarse en sus benditos labios, en esos labios tan llenos de virginal modestia que juzgan pecado el tocarse. No lo hará Romeo. Le mandan volar y tiene envidia á las moscas que vuelan. ¿Por qué decis que el destierro no es la muerte? ¿No teniais algun veneno sutil, algun hierro aguzado que me diese la muerte más pronto que esa vil palabra, «desterrado»? Eso es lo que en el infierno se dicen unos á otros los condenados. ¿Y tú, sacerdote, confesor mio y mi amigo mejor, eres el que vienes á matarme con esa palabra?
FRAY LORENZO
Oye, jóven loco y apasionado.
ROMEO
¿Vais á hablarme otra vez del destierro?
FRAY LORENZO
Yo te daré tal filosofía que te sirva de escudo y vaya aliviándote.
ROMEO
¡Destierro! ¡Filosofía! Si no basta para crear otra Julieta, para arrancar un pueblo de su lugar, ó para hacer variar de voluntad á un príncipe, no me sirve de nada, ni la quiero, ni os he de oir.
FRAY LORENZO
¡Ah, hijo mio! Los locos no oyen.
ROMEO
¿Y cómo han de oir, si los que están en su seso no tienen ojos?
FRAY LORENZO
Te daré un buen consejo.
ROMEO
No podeis hablar de lo que no sentís. Si fuerais jóven, y recien casado con Julieta, y la adoraseis ciegamente como yo, y hubierais dado muerte á Teobaldo, y os desterrasen, os arrancariais los cabellos al hablar, y os arrastrariais por el suelo como yo, midiendo vuestra sepultura. (Llaman dentro.)
FRAY LORENZO
Llaman. Levántate y ocúltate, Romeo.
ROMEO
No me levantaré. La nube de mis suspiros me ocultará de los que vengan.
FRAY LORENZO
¿No oyes? ¿Quién va?.. Levántate, Romeo, que te van á prender… Ya voy… Levántate. Pero, Dios mio, ¡qué terquedad, qué locura! Ya voy. ¿Quién llama? ¿Qué quiere decir esto?
AMA
(Dentro.) Dejadme entrar. Traigo un recado de mi ama Julieta.
FRAY LORENZO
Bien venida seas.
(Entra el Ama.)
AMA
Decidme, santo fraile. ¿Dónde está el esposo y señor de mi señora?
FRAY LORENZO
Mírale ahí tendido en el suelo y apacentándose de sus lágrimas.
AMA
Lo mismo está mi señora: enteramente igual.
FRAY LORENZO
¡Funesto amor! ¡Suerte cruel!
AMA
Lo mismo que él: llorar y gemir. Levantad, levantad del suelo: tened firmeza varonil. Por amor de ella, por amor de Julieta. Levantaos, y no lanceis tan desesperados ayes.
ROMEO
Ama.
AMA
Señor, la muerte lo acaba todo.
ROMEO
Decias no sé qué de Julieta. ¿Qué es de ella? ¿No llama asesino á mí que manché con sangre la infancia de nuestra ventura? ¿Dónde está? ¿Qué dice?
AMA
Nada, señor. Llorar y más llorar. Unas veces se recuesta en el lecho, otras se levanta, grita: «Teobaldo», «Romeo», y vuelve á acostarse.
ROMEO
Como si ese nombre fuera bala de arcabuz que la matase, como lo fué la infame mano de Romeo que mató á su pariente. Decidme, padre, ¿en qué parte de mi cuerpo está mi nombre? Decídmelo, porque quiero saquear su odiosa morada. (Saca el puñal.)
FRAY LORENZO
Detén esa diestra homicida. ¿Eres hombre? Tu exterior dice que sí, pero tu llanto es de mujer, y tus acciones de bestia falta de libre albedrío. Horror me causas. Juro por mi santo hábito que yo te habia creido de voluntad más firme. ¡Matarte despues de haber matado á Teobaldo! Y matar ademas á la dama que sólo vive por tí. Dime, ¿por qué maldices de tu linaje, y del cielo y de la tierra? Todo lo vas á perder en un momento, y á deshonrar tu nombre y tu familia, y tu amor y tu juicio. Tienes un gran tesoro, tesoro de avaro, y no lo empleas en realzar tu persona, tu amor y tu ingenio. Ese tu noble apetito es figura de cera, falta de aliento viril. Tu amor es perjurio y juramento vacío, y profanacion de lo que juraste, y tu entendimiento, que tanto realce daba á tu amor y á tu fortuna, es el que ciega y descamina á tus demas potencias, como soldado que se inflama con la misma pólvora que tiene, y perece víctima de su propia defensa. ¡Alienta, Romeo! Acuérdate que vive Julieta, por quien hace un momento hubieras dado la vida. Este es un consuelo. Teobaldo te buscaba para matarte, y le mataste tú. Hé aquí otro consuelo. La ley te condenaba á muerte, y la sentencia se conmutó en destierro. Otro consuelo más. Caen sobre tí las bendiciones del cielo, y tú, como mujer liviana, recibes de mal rostro á la dicha que llama á tus puertas. Nunca favorece Dios á los ingratos. Véte á ver á tu esposa: sube por la escala, como lo dejamos convenido. Consuélala, y huye de su lado antes que amanezca. Irás á Mántua, y allí permanecerás, hasta que se pueda divulgar tu casamiento, hechas las paces entre vuestras familias y aplacada la indignacion del Príncipe. Entonces volverás, mil veces más alegre que triste te vas ahora. Véte, nodriza. Mil recuerdos á tu ama. Haz que todos se recojan presto, lo cual será fácil por el disgusto de hoy. Dila que allá va Romeo.
AMA
Toda la noche me estaria oyéndoos. ¡Qué gran cosa es el saber! Voy á animar á mi ama con vuestra venida.
ROMEO
Sí: dile que se prepare á reñirme.
AMA
Toma este anillo que ella me dió, y véte, que ya cierra la noche.
(Vase.)
ROMEO
Ya renacen mis esperanzas.
FRAY LORENZO
Adios. No olvides lo que te he dicho. Sal antes que amanezca, y si sales despues, véte disfrazado; y á Mántua. Tendrás con frecuencia noticias mias, y sabrás todo lo que pueda interesarte. Adios. Dame la mano. Buenas noches.
ESCENA IV
Sala en casa de Capuleto
CAPULETO, su MUJER y PÁRIS
CAPULETO
La reciente desgracia me ha impedido hablar con mi hija. Tanto ella como yo queríamos mucho á Teobaldo. Pero la muerte es forzosa. Ya es tarde para que esta noche nos veamos, y á fe mia os juro que si no fuera por vos, ya hace una hora que me habria acostado.
PÁRIS
Ni es ésta ocasion de galanterías sino de duelo. Dad mis recuerdos á vuestra hija.
CAPULETO
Páris, os prometo solemnemente la mano de mi hija. Creo que ella me obedecerá. Puedo asegurároslo. Esposa mia, antes de acostarte, vé á contarla el amor de Páris, y dila que el miércoles próximo… Pero ¿qué dia es hoy?
PÁRIS
Lúnes.
CAPULETO
¡Lúnes! Pues no puede ser el miércoles. Que sea el juéves. Dile que el juéves se casará con el conde. ¿Estais contento? No tendremos fiesta. Sólo convidaré á los amigos íntimos, porque estando tan fresca la muerte de Teobaldo, el convidar á muchos pareceria indicio de poco sentimiento. ¿Os parece bien el juéves?
PÁRIS
¡Ojalá fuese mañana!
CAPULETO
Adelante, pues: que sea el juéves. Avisa á Julieta, antes de acostarte. Adios, amigo. Alumbradme. Voy á mi alcoba. Es tan tarde, que pronto amanecerá. Buenas noches.
ESCENA V
Galería cerca del cuarto de Julieta, con una ventana que da al jardin
ROMEO y JULIETA
JULIETA
¿Tan pronto te vas? Aún tarda el dia. Es el canto del ruiseñor, no el de la alondra el que resuena. Todas las noches se posa á cantar en aquel granado. Es el ruiseñor, amado mio.
ROMEO
Es la alondra que anuncia el alba; no es el ruiseñor. Mira, amada mia, cómo se van tiñendo las nubes del oriente con los colores de la aurora. Ya se apagan las antorchas de la noche. Ya se adelanta el dia con rápido paso sobre las húmedas cimas de los montes. Tengo que partir, ó si no, aquí me espera la muerte.
JULIETA
No es esa luz la de la aurora. Te lo aseguro. Es un meteoro que desprende de su lumbre el sol para guiarte en el camino de Mántua. Quédate. ¿Por qué te vas tan luego?
ROMEO
¡Que me prendan, que me maten! Mandándolo tú, poco importa. Diré que aquella luz gris que allí veo no es la de la mañana sino el pálido reflejo de la luna. Diré que no es el canto de la alondra el que resuena. Más quiero quedarme que partir. Ven, muerte, pues Julieta lo quiere. Amor mio, hablemos, que aún no amanece.
JULIETA
Sí, véte, que es la alondra la que canta con voz áspera y destemplada. ¡Y dicen que son armoniosos sus sones, cuando á nosotros viene á separarnos! Dicen que cambia de ojos como el sapo. ¡Ojalá cambiara de voz! Maldita ella que me aparta de tus atractivos. Véte, que cada vez se clarea más la luz.
ROMEO
¿Has dicho la luz? No, sino las tinieblas de nuestro destino.
(Entra el Ama.)
AMA
¡Julieta!
JULIETA
¡Ama!
AMA
Tu madre viene. Ya amanece. Prepárate y no te descuides.
ROMEO
¡Un beso! ¡Adios, y me voy!
(Vase por la escala.)
JULIETA
¿Te vas? Mi señor, mi dulce dueño, dame nuevas de tí todos los dias, á cada instante. Tan pesados corren los dias infelices, que temo envejecer antes de tornar á ver á mi Romeo.
ROMEO
Adios. Te mandaré noticias mias y mi bendicion por todos los medios que yo alcance.
JULIETA
¿Crees que volveremos á vernos?
ROMEO
Sí, y que en dulces coloquios de amor recordaremos nuestras angustias de ahora.
JULIETA
¡Válgame Dios! ¡Qué présaga tristeza la mia! Parece que te veo difunto sobre un catafalco. Aquel es tu cuerpo, ó me engañan los ojos.
ROMEO
Pues tambien á tí te ven los mios pálida y ensangrentada. ¡Adios, adios!
(Vase.)
JULIETA
¡Oh, fortuna! te llaman mudable: á mi amante fiel poco le importan tus mudanzas. Sé mudable en buen hora, y así no le detendrás y me le restituirás luego.
SEÑORA DE CAPULETO
(Dentro.) Hija, ¿estás despierta?
JULIETA
¿Quién me llama? Madre, ¿estás despierta todavía ó te levantas ahora? ¿Qué novedad te trae á mí?
(Entra la señora de Capuleto.)
SEÑORA DE CAPULETO
¿Qué es esto, Julieta?
JULIETA
Estoy mala.
SEÑORA DE CAPULETO
¿Todavía lloras la muerte de tu primo? ¿Crees que tus lágrimas pueden devolverle la vida? Vana esperanza. Cesa en tu llanto, que aunque es signo de amor, parece locura.
JULIETA
Dejadme llorar tan dura suerte.
SEÑORA DE CAPULETO
Eso es llorar la pérdida, y no al amigo.
JULIETA
Llorando la pérdida, lloro tambien al amigo.
SEÑORA DE CAPULETO
Más que por el muerto ¿lloras por ese infame que le ha matado?
JULIETA
¿Qué infame, madre?
SEÑORA DE CAPULETO
Romeo.
JULIETA
(Aparte.) ¡Cuánta distancia hay entre él y un infame! (Alto.) Dios le perdone como le perdono yo, aunque nadie me ha angustiado tanto como él.
SEÑORA DE CAPULETO
Eso será porque todavía vive el asesino.
JULIETA
Sí, y donde mi venganza no puede alcanzarle. Yo quisiera vengar á mi primo.
SEÑORA DE CAPULETO
Ya nos vengaremos. No llores. Yo encargué á uno de Mántua, donde ese vil ha sido desterrado, que le envenenen con alguna mortífera droga. Entonces irá á hacer compañía á Teobaldo, y tú quedarás contenta y vengada.
JULIETA
Satisfecha no estaré, mientras no vea á Romeo… muerto… Señora, si hallas alguno que se comprometa á darle el tósigo, yo misma le prepararé, y así que lo reciba Romeo, podrá dormir tranquilo. Hasta su nombre me es odioso cuando no le tengo cerca, para vengar en él la sangre de mi primo.
SEÑORA DE CAPULETO
Busca tú el modo de preparar el tósigo, mientras yo busco á quien ha de administrárselo. Ahora oye tú una noticia agradable.
JULIETA
¡Buena ocasion para gratas nuevas! ¿Y cuál es, señora?
SEÑORA DE CAPULETO
Hija, tu padre es tan bueno que deseando consolarte, te prepara un dia de felicidad que ni tú ni yo esperábamos.
JULIETA
¿Y que dia es ese?
SEÑORA DE CAPULETO
Pues es que el juéves, por la mañana temprano, el conde Páris, ese gallardo y discreto caballero, se desposará contigo en la iglesia de San Pedro.
JULIETA
Pues te juro, por la iglesia de San Pedro, y por san Pedro purísimo, que no se desposará. ¿A qué es tanta prisa? ¿Casarme con él cuando todavía no me ha hablado de amor? Decid á mi padre, señora, que todavía no quiero casarme. Cuando lo haga, con juramento os digo que antes será mi esposo Romeo, á quien aborrezco, que Páris. ¡Vaya una noticia que me traeis!
SEÑORA DE CAPULETO
Aquí viene tu padre. Díselo tú, y verás cómo no le agrada.
(Entran Capuleto y el Ama.)
CAPULETO
A la puesta del sol cae el rocío, pero cuando muere el hijo de mi hermano, cae la lluvia á torrentes. ¿Aún no ha acabado el aguacero, niña? Tú débil cuerpo es nave y mar y viento. En tus ojos hay marea de lágrimas, y en ese mar navega la barca de tus ánsias, y tus suspiros son el viento que la impele. Dime, esposa, ¿has cumplido ya mis órdenes?
SEÑORA DE CAPULETO
Sí, pero no lo agradece. ¡Insensata! Con su sepulcro debia casarse.
CAPULETO
¿Eh? ¿Qué es eso? Esposa mia. ¿Qué es eso de no querer y no agradecer? ¿Pues no la enorgullece el que la hayamos encontrado para esposo un tan noble caballero?
JULIETA
¿Enorgullecerme? No, agradecer sí. ¿Quién ha de estar orgullosa de lo que aborrece? Pero siempre se agradece la buena voluntad, hasta cuando nos ofrece lo que odiamos.
CAPULETO
¡Qué retóricas son esas! «¡Enorgullecerse!» «Sí y no.» «¡Agradecer y no agradecer!» Nada de agradecimientos ni de orgullo, señorita. Prepárate á ir por tus piés el juéves próximo á la iglesia de San Pedro á casarte con Páris, ó si no, te llevo arrastrando en un seron, ¡histérica, nerviosa, pálida, necia!
SEÑORA DE CAPULETO
¿Estás en tí? Cállate.
JULIETA
Padre mio, de rodillas os pido que me escucheis una palabra sola.
CAPULETO
¡Escucharte! ¡Necia, malvada! Oye, el juéves irás á San Pedro, ó no me volverás á mirar la cara. No me supliques ni me digas una palabra más. El pulso me tiembla. Esposa mia, yo siempre creí que era poca bendicion de Dios el tener una hija sola, pero ahora veo que es una maldicion, y que áun ésta sobra.
AMA
¡Dios sea con ella! No la maltrateis, señor.
CAPULETO
¿Y por qué no, entremetida vieja? Cállate, y habla con tus iguales.
AMA
A nadie ofendo… No puede una hablar.
CAPULETO
Calla, cigarron, y véte á hablar con tus comadres, que aquí no metes baza.
SEÑORA DE CAPULETO
Loco estás.
CAPULETO
Loco sí. De noche, de dia, de mañana, de tarde, durmiendo, velando, solo y acompañado, en casa y en la calle, siempre fué mi empeño el casarla, y ahora que la encuentro un jóven de gran familia, rico, gallardo, discreto, lleno de perfecciones, segun dicen, contesta esta mocosa que no quiere casarse, que no puede amar, que es muy jóven. Pues bien, te perdonaré, si no te casas, pero no vivirás un momento aquí. Poco falta para el juéves. Piénsalo bien. Si consientes, te casarás con mi amigo. Si no, te ahorcarás, ó irás pidiendo limosna, y te morirás de hambre por esas calles, sin que ninguno de los mios te socorra. Piénsalo bien, que yo cumplo siempre mis juramentos.
(Vase.)
JULIETA
¿Y no hay justicia en el cielo que conozca todo el abismo de mis males? No me dejes, madre. Dilatad un mes, una semana el casamiento, ó si no, mi lecho nupcial será el sepulcro de Teobaldo.
SEÑORA DE CAPULETO
Nada me digas, porque no he de responderte. Decídete como quieras.
(Se va.)
JULIETA
¡Válgame Dios! Ama mia, ¿qué haré? Mi esposo está en la tierra, mi fe en el cielo. ¿Y cómo ha de volver á la tierra mi fe, si mi esposo no la envia desde el cielo? Aconséjame, consuélame. ¡Infeliz de mí! ¿Por qué el cielo ha de emplear todos sus recursos contra un sér tan débil como yo? ¿Qué me dices? ¿Ni una palabra que me consuele?
AMA
Sólo te diré una cosa. Romeo está desterrado, y puede apostarse doble contra sencillo á que no vuelve á verte, ó vuelve ocultamente, en caso de volver. Lo mejor seria, pues, á mi juicio, que te casaras con el Conde, que es mucho más gentil y discreto caballero que Romeo. Ni un águila tiene tan verdes y vivaces ojos como Páris. Este segundo esposo te conviene más que el primero. Y ademas, al primero puedes darle por muerto. Para tí como si lo estuviera.
JULIETA
¿Hablas con el alma?
AMA
Con el alma, ó maldita sea yo.
JULIETA
Así sea.
AMA
¿Por qué?
JULIETA
Por nada. Buen consuelo me has dado. Véte, dí á mi madre que he salido. Voy á confesarme con Fray Lorenzo, por el enojo que he dado á mi padre.
AMA
Obras con buen seso.
(Vase.)
JULIETA
¡Infame vieja! ¡Aborto de los infiernos! ¿Cuál es mayor pecado en tí: querer hacerme perjura, ó mancillar con tu lengua al mismo á quien tantas veces pusiste por las nubes? Maldita sea yo si vuelvo á aconsejarme de tí. Sólo mi confesor me dará amparo y consuelo, ó á lo menos fuerzas para morir.