Kitabı oku: «Dramas», sayfa 13
ACTO IV
ESCENA PRIMERA
Celda de Fray Lorenzo
FRAY LORENZO y PÁRIS
FRAY LORENZO
¿El juéves dices? Pronto es.
PÁRIS
Así lo quiere Capuleto, y yo lo deseo tambien.
FRAY LORENZO
¿Y todavía no sabeis si la novia os quiere? Mala manera es esa de hacer las cosas, á mi juicio.
PÁRIS
Ella no hace más que llorar por Teobaldo y no tiene tiempo para pensar en amores, porque el amor huye de los duelos. A su padre le acongoja el que ella se angustie tanto, y por eso quiere hacer la boda cuanto antes, para atajar ese diluvio de lágrimas, que pudiera parecer mal á las gentes. Esa es la razon de que nos apresuremos.
FRAY LORENZO
(Aparte.) ¡Ojalá no supiera yo las verdaderas causas de la tardanza! Conde Páris, hé aquí la dama que viene á mi celda.
PÁRIS
Bien hallada, señora y esposa mia.
JULIETA
Lo seré cuando me case.
PÁRIS
Eso será muy pronto: el juéves.
JULIETA
Será lo que sea.
PÁRIS
Claro es. ¿Venis á confesaros con el padre?
JULIETA
Con vos me confesaria, si os respondiera.
PÁRIS
No me negueis que me amais.
JULIETA
No os negaré que quiero al padre.
PÁRIS
Y le confesareis que me teneis cariño.
JULIETA
Más valdria tal confesion á espaldas vuestras, que cara á cara.
PÁRIS
Las lágrimas marchitan vuestro rostro.
JULIETA
Poco hacen mis lágrimas: no valía mucho mi rostro, antes que ellas le ajasen.
PÁRIS
Más la ofenden esas palabras que vuestro llanto.
JULIETA
Señor, en la verdad no hay injuria, y más si se dice frente á frente.
PÁRIS
Mio es ese rostro del cual decis mal.
JULIETA
Vuestro será quizá, puesto que ya no es mio. Padre, ¿podeis oirme en confesion, ó volveré al Ave-María?
FRAY LORENZO
Pobre niña, dispuesto estoy á oirte ahora. Dejadnos solos, Conde.
PÁRIS
No seré yo quien ponga obstáculos á tal devocion. Julieta, adios. El juéves muy temprano te despertaré.
(Vase.)
JULIETA
Cerrad la puerta, padre, y venid á llorar conmigo: ya no hay esperanza ni remedio.
FRAY LORENZO
Julieta, ya sé cuál es tu angustia, y tambien ella me tiene sin alma. Sé que el juéves quieren casarte con el Conde.
JULIETA
Padre, no me digais que dicen tal cosa, si al mismo tiempo no discurris, en vuestra sabiduría y prudencia, algun modo de evitarlo. Y si vos no me consolais, yo con un puñal sabré remediarme. Vos, en nombre del Señor, juntasteis mi mano con la de Romeo, y antes que esta mano, donde fué por vos estampado su sello, consienta en otra union, ó yo amancille su fe, matarános este hierro. Aconsejadme bien, ó el hierro sentenciará el pleito que ni vuestras canas ni vuestra ciencia saben resolver. No os detengais: respondedme ó muero.
FRAY LORENZO
Hija mia, detente. Aún veo una esperanza, pero tan remota y tan violenta, como es violenta tu situacion actual. Pero ya que prefieres la muerte á la boda con Páris, pasarás por algo que se parezca á la muerte. Si te atreves á hacerlo, yo te daré el remedio.
JULIETA
Padre, á trueque de no casarme con Páris, mandadme que me arroje de lo alto de una torre, que recorra un camino infestado por bandoleros, que habite y duerma entre sierpes y osos, ó en un cementerio, entre huesos humanos, que crujan por la noche, y amarillas calaveras, ó enterradme con un cadáver reciente. Todo lo haré, por terrible que sea, antes que ser infiel al juramento que hice á Romeo.
FRAY LORENZO
Bien: véte á tu casa, fíngete alegre: dí que te casarás con Páris. Mañana es miércoles: por la noche quédate sola, sin que te acompañe ni siquiera tu ama, y cuando estés acostada, bebe el licor que te doy en esta ampolleta. Un sueño frio embargará tus miembros. No pulsarás ni alentarás, ni darás señal alguna de vida. Huirá el color de tus rosados labios y mejillas, y le sucederá una palidez térrea. Tus párpados se cerrarán como puertas de la muerte que excluyen la luz del dia, y tu cuerpo quedará rígido, inmóvil, frio como el mármol de un sepulcro. Así permanecerás 42 horas justas, y entonces despertarás como de un apacible sueño. A la mañana anterior habrá venido el novio á despertarte, te habrá creido muerta, y ataviándote, segun es uso, con las mejores galas, te habrán llevado en ataud abierto al sepulcro de los Capuletos. Durante tu sueño, yo avisaré por carta á Romeo; él vendrá en seguida, y velaremos juntos hasta que despiertes. Esa misma noche Romeo volverá contigo á Mántua. Es el único modo de salvarte del peligro actual, si un vano y mujeril temor no te detiene.
JULIETA
Dame la ampolleta, y no hablemos de temores.
FRAY LORENZO
Tómala. Valor y fortuna. Voy á enviar á un lego con una carta á Mántua.
JULIETA
Dios me dé valor, aunque ya le siento en mí. Adios, padre mio.
ESCENA II
Casa de Capuleto
CAPULETO, su MUJER, el AMA y CRIADOS
CAPULETO
(A un criado.) Convidarás á todos los que van en esta lista. Y tú buscarás veinte cocineros.
CRIADO 1.º
Los buscaré tales que se chupen el dedo.
CAPULETO
¡Rara cualidad!
CRIADO 2.º
Nunca es bueno el cocinero que no sabe chuparse los dedos, ni traeré á nadie que no sepa.
CAPULETO
Véte, que el tiempo apremia, y nada tenemos dispuesto. ¿Fué la niña á confesarse con Fray Lorenzo?
AMA
Sí.
CAPULETO
Me alegro: quizá él pueda rendir el ánimo de esa niña mal criada.
AMA
Vedla, qué alegre viene del convento.
CAPULETO
(A Julieta.) ¿Dónde has estado, terca?
JULIETA
En la confesion, donde me arrepentí de haberos desobedecido. Fray Lorenzo me manda que os pida perdon, postrada á vuestros piés. Así lo hago, y desde ahora prometo obedecer cuanto me mandáreis.
CAPULETO
Id en busca de Páris, y que lo prevenga todo para la comida que ha de celebrarse mañana.
JULIETA
Ví á ese caballero en la celda de Fray Lorenzo, y le concedí cuanto podia concederle mi amor, sin agravio del decoro.
CAPULETO
¡Cuánto me alegro! Levántate: has hecho bien en todo. Quiero hablar con el Conde. (A un criado.) Dile que venga. ¡Cuánto bien hace este fraile en la ciudad!
JULIETA
Ama, ven á mi cuarto, para que dispongamos juntas las galas de desposada.
SEÑORA DE CAPULETO
No: eso debe hacerse el juéves: todavía hay tiempo.
CAPULETO
No: ahora, ahora: mañana temprano á la iglesia.
(Se van Julieta y el Ama.)
SEÑORA DE CAPULETO
Apenas nos queda tiempo. Es de noche.
CAPULETO
Todo se hará, esposa mia. Ayuda á Julieta á vestirse. Yo no me acostaré, y por esta vez seré guardian de la casa. ¿Qué es eso? ¿Todos los criados han salido? Voy yo mismo en busca de Páris, para avisarle que mañana es la boda. Este cambio de voluntad me da fuerzas y mocedad nueva.
ESCENA III
Habitacion de Julieta
JULIETA y su MADRE
JULIETA
Sí, ama, sí: este traje está mejor, pero yo quisiera quedarme sola esta noche, para pedir á Dios en devotas oraciones que me ilumine y guie en estado tan lleno de peligros.
(Entra la señora de Capuleto.)
SEÑORA DE CAPULETO
Bien trabajais. ¿Quereis que os ayude?
JULIETA
No, madre. Ya estarán escogidas las galas que he de vestirme mañana. Ahora quisiera que me dejaseis sola, y que el ama velase en vuestra compañía, porque es poco el tiempo, y falta mucho que disponer.
SEÑORA DE CAPULETO
Buenas noches, hija. Véte á descansar, que falta te hace.
(Vase.)
JULIETA
¡Adios! ¡Quién sabe si volveremos á vernos! Un miedo helado corre por mis venas y casi apaga en mí el aliento vital. ¿Les diré que vuelvan? Ama… Pero ¿á qué es llamarla? Yo sola debo representar esta tragedia. Ven á mis manos, ampolla. Y si este licor no produjese su efecto, ¿tendria yo que ser esposa del Conde? No, no, jamas: tú sabrás impedirlo. Aquí, aquí le tengo guardado. (Señalando el puñal.) ¿Y si este licor fuera un veneno preparado por el fraile para matarme y eludir su responsabilidad por haberme casado con Romeo? Pero mi temor es vano. ¡Si dicen que es un santo! ¡Lejos de mí tan ruines pensamientos! ¿Y si me despierto encerrada en el ataud, antes que vuelva Romeo? ¡Qué horror! En aquel estrecho recinto, sin luz, sin aire… me voy á ahogar antes que él llegue. Y la espantosa imágen de la muerte… y la noche… y el horror del sitio… la tumba de mis mayores… aquellos huesos amontonados por tantos siglos… el cuerpo de Teobaldo que está en putrefaccion muy cerca de allí… los espíritus que, segun dicen, interrumpen… de noche, el silencio de aquella soledad… ¡Ay, Dios mio! ¿no será fácil que al despertarme, respirando aquellos miasmas, oyendo aquellos lúgubres gemidos que suelen entorpecer á los mortales, aquellos gritos semejantes á las quejas de la mandrágora cuando se la arranca del suelo… no es fácil que yo pierda la razon, y empiece á jugar en mi locura con los huesos de mis antepasados, ó á despojar de su velo funeral el cadáver de Teobaldo, ó á machacarme el cráneo con los pedazos del esqueleto de alguno de mis ilustres mayores? Ved… Es la sombra de mi primo, que viene con el acero desnudo, buscando á su matador Romeo. ¡Detente, Teobaldo! ¡A la salud de Romeo! (Bebe.)
ESCENA IV
Casa de Capuleto
La SEÑORA y el AMA
SEÑORA DE CAPULETO
Toma las llaves: tráeme más especias.
AMA
Ahora piden clavos y dátiles.
CAPULETO
(Que entra.) Vamos, no os detengais, que ya ha sonado por segunda vez el canto del gallo. Ya tocan á maitines. Son las tres. Tú, Ángela, cuida de los pasteles, y no repareis en el gasto.
AMA
Idos á dormir, señor impertinente. De seguro que por pasar la noche en vela, amaneceis enfermo mañana.
CAPULETO
¡Qué bobería! Muchas noches he pasado en vela sin tanto motivo, y nunca he enfermado.
SEÑORA DE CAPULETO
Sí: buen raton fuiste en otros tiempos. Ahora ya velo yo, para evitar tus veladas.
CAPULETO
¡Ahora celos! ¿Qué traes, muchacho?
CRIADO 1.º
El cocinero lo pide. No sé lo que es.
CAPULETO
Véte corriendo: busca leña seca. Pedro te dirá dónde puedes encontrarla.
CRIADO 1.º
Yo la encontraré: no necesito molestar á Pedro.
(Se van.)
CAPULETO
Dice bien, á fe mia. ¡Es gracioso ese galopin! Por vida mia. Ya amanece. Pronto llegará Páris con música, segun anunció. ¡Ahí está! ¡Ama, mujer mia, venid aprisa! (Suena música.) (Al Ama.) Véte, despierta y viste á Julieta, mientras yo hablo con Páris. Y no te detengas mucho, que el novio llega. No te detengas.
ESCENA V
Aposento de Julieta. Está en el lecho
EL AMA y la SEÑORA
AMA
¡Señorita, señorita! ¡Cómo duerme! ¡Señorita, novia, cordero mio! ¿No despiertas? Haces bien: duerme para ocho dias, que mañana ya se encargará Páris de no dejarte dormir. ¡Válgame Dios, y cómo duerme! Pero es necesario despertarla. ¡Señorita, señorita! No falta más sino que venga el Conde y te halle en la cama. Bien te asustarias. Dime, ¿no es verdad? ¿Vestida estás, y te volviste á acostar? ¿Cómo es esto? ¡Señorita, señorita!.. ¡Válgame Dios! Socorro, que mi ama se ha muerto. ¿Por qué he vivido yo para ver esto? Maldita sea la hora en que nací, ¡Esencias, pronto! ¡Señor, señora, acudid!
SEÑORA DE CAPULETO
(Entrando.) ¿Por qué tal alboroto?
AMA
¡Dia aciago!
SEÑORA DE CAPULETO
¿Qué sucede?
AMA
Ved, ved. ¡Aciago dia!
SEÑORA DE CAPULETO
¡Dios mio, Dios mio! ¡Pobre niña! ¡Vida mia! Abre los ojos, ó dejáme morir contigo. ¡Favor, favor!
(Entra Capuleto.)
CAPULETO
¿No os da vergüenza? Ya debia de haber salido Julieta. Su novio la está esperando.
AMA
¡Si está muerta! ¡Aciago dia!
SEÑORA DE CAPULETO
¡Aciago dia! ¡Muerta, muerta!
CAPULETO
¡Dejádmela ver! ¡Oh, Dios! qué espanto. ¡Helada su sangre, rígidos sus miembros! Huyó la rosa de sus labios. ¡Yace tronchada como la flor por prematura y repentina escarcha! ¡Hora infeliz!
AMA
¡Dia maldito!
SEÑORA DE CAPULETO
¡Aciago dia!
CAPULETO
La muerte que fiera la arrebató, traba mi lengua é impide mis palabras.
(Entran Fray Lorenzo, Páris y músicos.)
FRAY LORENZO
¿Cuándo puede ir la novia á la iglesia?
CAPULETO
Sí irá, pero para quedarse allí. En vísperas de boda, hijo mio, vino la muerte á llevarse á tu esposa, flor que deshojó inclemente la Parca. Mi yerno y mi heredero es el sepulcro: él se ha desposado con mi hija. Yo moriré tambien, y él heredará todo lo que poseo.
PÁRIS
¡Yo que tanto deseaba ver este dia, y ahora es tal vista la que me ofrece!
SEÑORA DE CAPULETO
¡Infeliz, maldito, aciago dia! ¡Hora la más terrible que en su dura peregrinacion ha visto el tiempo! ¡Una hija sola! ¡Una hija sola, y la muerte me la lleva! ¡Mi esperanza, mi consuelo, mi ventura!..
AMA
¡Dia aciago y horroroso, el más negro que he visto nunca! ¡El más horrendo que ha visto el mundo! ¡Aciago dia!
PÁRIS
¡Y yo burlado, herido, descasado, atormentado! ¡Cómo te mofas de mí, cómo me conculcas á tus plantas, fiera muerte! ¡Ella, mi amor, mi vida, muerta ya!
CAPULETO
¡Y yo despreciado, abatido, muerto! Tiempo cruel, ¿por qué viniste con pasos tan callados á turbar la alegría de nuestra fiesta? ¡Hija mia, que más que mi hija era mi alma! ¡Muerta, muerta, mi encanto, mi tesoro!
FRAY LORENZO
Callad, que no es la queja remedio del dolor. Antes vos y el cielo poseiais á esa doncella: ahora el cielo solo la posee, y en ello gana la doncella. No pudisteis arrancar vuestra parte á la muerte. El cielo guarda para siempre la suya. ¿No queriais verla honrada y ensalzada? ¿Pues á qué vuestro llanto, cuando Dios la ensalza y encumbra más allá del firmamento? No amais á vuestra hija tanto como la ama Dios. La mejor esposa no es la que más vive en el mundo, sino la que muere jóven y recien casada. Detened vuestras lágrimas. Cubrid su cadáver de romero, y llevadla á la iglesia segun costumbre, ataviada con sus mejores galas. La naturaleza nos obliga al dolor, pero la razon se rie.
CAPULETO
Los preparativos de una fiesta se convierten en los de un entierro: nuestras alegres músicas en solemne doblar de campanas: el festin en comida funeral: los himnos en trenos: las flores en adornos de ataud… todo en su contrario.
FRAY LORENZO
Retiraos, señor, y vos, señora, y vos, conde Páris. Prepárense todos á enterrar este cadáver. Sin duda el cielo está enojado con vosotros. Ved si con paciencia y mansedumbre lograis desarmar su cólera.
(Vanse.)
MÚSICO 1.º
Recojamos los instrumentos, y vámonos.
AMA
Recogedlos sí, buena gente. Ya veis que el caso no es para música.
MÚSICO 1.º
Más alegre podia ser.
(Entra Pedro.)
PEDRO
¡Oh, músicos, músicos! «La paz del corazon.» «La paz del corazon.» Tocad por vida mia «la paz del corazon.»
MÚSICO 1.º
¿Y por qué «la paz del corazon»?
PEDRO
¡Oh, músicos! porque mi corazon está tañendo siempre «mi dolorido corazon». Cantad una cancion alegre, para que yo me distraiga.
MÚSICO 1.º
No es esta ocasion de canciones.
PEDRO
¿Y por qué no?
MÚSICO 1.º
Claro que no.
PEDRO
Pues entonces yo os voy á dar de veras.
MÚSICO 1.º
¿Qué nos darás?
PEDRO
No dinero ciertamente, pues soy un pobre lacayo, pero os daré que sentir.
MÚSICO 1.º
¡Vaya con el lacayo!
PEDRO
Pues el cuchillo del lacayo os marcará cuatro puntos en la cara. ¿Venirme á mí con corchetes y bemoles? Yo os enseñaré la solfa.
MÚSICO 1.º
Y vos la notareis, si quereis enseñárnosla.
MÚSICO 2.º
Envainad la daga, y sacad á plaza vuestro ingenio.
PEDRO
Con mi ingenio más agudo que un puñal os traspasaré, y por ahora envaino la daga. Respondedme finalmente: «La música argentina», ¿y qué quiere decir «la música argentina?» ¿Por qué ha de ser argentina la música? ¿Qué dices á esto, Simon Bordon?
MÚSICO 1.º
¡Toma! Porque el sonido de la plata es dulce.
PEDRO
Está bien, ¿y vos, Hugo Rabel, qué decis á esto?
MÚSICO 2.º
Yo digo «música argentina», porque el son de la plata hace tañer á los músicos.
PEDRO
Tampoco está mal. ¿Y qué dices tú, Jaime Clavija?
MÚSICO 3.º
Ciertamente que no sé qué decir.
PEDRO
Os pido que me perdoneis la pregunta. Verdad es que sois el cantor. Se dice «música argentina» porque á músicos de vuestra calaña nadie los paga con oro, cuando tocan.
MÚSICO 1.º
Este hombre es un pícaro.
MÚSICO 2.º
Así sea su fin. Vamos allá á aguardar la comitiva fúnebre, y luego á comer.
ACTO V
ESCENA PRIMERA
Calle de Mántua
ROMEO y BALTASAR
ROMEO
Si hemos de confiar en un dulce y agradable sueño, alguna gran felicidad me espera. Desde la aurora pensamientos de dicha agitan mi corazon, rey de mi pecho, y como que me dan alas para huir de la tierra. Soñé con mi esposa y que me encontraba muerto. ¡Raro fenómeno: que piense un cadáver! Pero con sus besos me dió tal vida que, al despertar, no me hubiera trocado por un emperador. ¡Oh, cuán dulces serán las realidades del amor, cuando tanto lo son las sombras!
(Entra Baltasar.)
¿Traes alguna nueva de Verona? ¿Te ha dado Fray Lorenzo alguna carta para mí? ¿Cómo está mi padre? ¿Y Julieta? Nada malo puede sucederme si ella está buena.
BALTASAR
Pues ya nada malo puede sucederte, porque su cuerpo reposa en el sepulcro, y su alma está con los ángeles. Yace en el panteon de su familia. Y perdonadme que tan pronto haya venido á traeros tan mala noticia, pero vos mismo, señor, me encargasteis que os avisara de todo.
ROMEO
¿Será verdad? ¡Cielo cruel, yo desafio tu poder! Dadme papel y plumas. Busca esta tarde caballos, y vámonos á Verona esta noche.
BALTASAR
Señor, dejadme acompañaros, porque vuestra horrible palidez me anuncia algun mal suceso.
ROMEO
Nada de eso. Déjame en paz y obedece. ¿No traes para mí carta de Fray Lorenzo?
BALTASAR
Ninguna.
ROMEO
Lo mismo da. Busca en seguida caballos, y en marcha.
(Se va Baltasar.)
Sí, Julieta, esta noche descansaremos juntos. ¿Pero cómo? ¡Ah, infierno, cuán presto vienes en ayuda de un ánimo desesperado! Ahora me acuerdo que cerca de aquí vive un boticario de torvo ceño y mala catadura, gran herbolario de yerbas medicinales. El hambre le ha convertido en esqueleto. Del techo de su lóbrega covacha tiene colgados una tortuga, un cocodrilo, y varias pieles de fornidos peces; y en cajas amontonadas, frascos vacíos y verdosos, viejas semillas, cuerdas de bramante, todo muy separado para aparentar más. Yo, al ver tal miseria, he pensado que aunque está prohibido so pena de muerte, el despachar veneno, quizá este infeliz, si se lo pagaran, lo venderia. Bien lo pensé, y ahora voy á ejecutarlo. Cerrada tiene la botica. ¡Hola, eh!
(Sale el Boticario.)
BOTICARIO
¿Quién grita?
ROMEO
Oye. Tu pobreza es manifiesta. Cuarenta ducados te daré por una dósis de veneno tan activo que, apenas circule por las venas, extinga el aliento vital tan rápidamente como una bala de cañon.
BOTICARIO
Tengo esos venenos, pero las leyes de Mántua condenan á muerte al que los venda.
ROMEO
Y en tu pobreza extrema ¿qué te importa la muerte? Bien clara se ve el hambre en tu rostro, y la tristeza y la desesperacion. ¿Tiene el mundo alguna ley, para hacerte rico? Si quieres salir de pobreza, rompe la ley y recibe mi dinero.
BOTICARIO
Mi pobreza lo recibe, no mi voluntad.
ROMEO
Yo no pago tu voluntad, sino tu pobreza.
BOTICARIO
Este es el ingrediente: desleidlo en agua ó en un licor cualquiera, bebedlo, y caereis muerto en seguida, aunque tengais la fuerza de veinte hombres.
ROMEO
Recibe tú el dinero. Él es la verdadera ponzoña, engendradora de más asesinatos que todos los venenos que no debes vender. La venta la he hecho yo, no tú. Adios: compra pan, y cúbrete. No un veneno, sino una bebida consoladora llevo conmigo al sepulcro de Julieta.
ESCENA II
Celda de Fray Lorenzo
FRAY JUAN y FRAY LORENZO
FRAY JUAN
¡Hermano mio, santo varon!
FRAY LORENZO
Sin duda es Fray Juan el que me llama. Bien venido seais de Mántua; ¿qué dice Romeo? Dadme su carta, si es que traeis alguna.
FRAY JUAN
Busqué á un fraile descalzo de nuestra órden, para que me acompañara. Al fin le encontré, curando enfermos. La ronda, al vernos salir de una casa, temió que en ella hubiese peste. Sellaron las puertas, y no nos dejaron salir. Por eso se desbarató el viaje á Mántua.
FRAY LORENZO
¿Y quién llevó la carta á Romeo?
FRAY JUAN
Nadie: aquí está. No pude encontrar siquiera quién os la devolviese. Tal miedo tenian todos á la peste.
FRAY LORENZO
¡Qué desgracia! ¡Por vida de mi padre san Francisco! Y no era carta inútil, sino con nuevas de grande importancia. Puede ser muy funesto el retardo. Fray Juan, búscame en seguida un azadon y llévale á mi celda.
FRAY JUAN
En seguida, hermano.
(Vase.)
FRAY LORENZO
Sólo tengo que ir al cementerio, porque dentro de tres horas ha de despertar la hermosa Julieta de su desmayo. Mucho se enojará conmigo porque no dí oportunamente aviso á Romeo. Volveré á escribir á Mántua, y entre tanto la tendré en mi celda esperando á Romeo. ¡Pobre cadáver vivo encerrado en la cárcel de un muerto!
ESCENA III
Cementerio, con el panteon de los Capuletos
PÁRIS y un PAJE con flores y antorchas
PÁRIS
Dame una tea. Apártate: no quiero ser visto. Ponte al pié de aquel arbusto, y estáte con el oido fijo en la tierra, para que nadie huelle el movedizo suelo del cementerio, sin notarlo yo. Apenas sientas á alguno, da un silbido. Dame las flores, y obedece.
PAJE
Así lo haré; (aparte) aunque mucho temor me da el quedarme solo en este cementerio.
PÁRIS
Vengo á cubrir de flores el lecho nupcial de la flor más hermosa que salió de las manos de Dios. Hermosa Julieta, que moras entre los coros de los ángeles, recibe este mi postrer recuerdo. Viva, te amé: muerta, vengo á adornar con tristes ofrendas tu sepulcro. (El paje silba.) Siento la señal del paje: álguien se acerca. ¿Qué pié infernal es el que se llega de noche á interrumpir mis piadosos ritos? ¡Y trae una tea encendida! ¡Noche, cúbreme con tu manto!
(Entran Romeo y Baltasar.)
ROMEO
Dame ese azadon y esa palanca. Toma esta carta. Apenas amanezca, procurarás que la reciba Fray Lorenzo. Dame la luz, y si en algo estimas la vida, nada te importe lo que veas ú oigas, ni quieras estorbarme en nada. La principal razon que aquí me trae no es ver por última vez el rostro de mi amada, sino apoderarme del anillo nupcial que aún tiene en su dedo, y llevarle siempre como prenda de amor. Aléjate, pues. Y si la curiosidad te mueve á seguir mis pasos, júrote que he de hacerte trizas, y esparcir tus miembros desgarrados por todos los rincones de este cementerio. Más negras y feroces son mis intenciones, que tigres hambrientos ó mares alborotadas.
BALTASAR
En nada pienso estorbaros, señor.
ROMEO
Es la mejor prueba de amistad que puedes darme. Toma, y sé feliz, amigo mio.
BALTASAR
(Aparte.) Pues, á pesar de todo, voy á observar lo que hace; porque su rostro y sus palabras me espantan.
ROMEO
¡Abominable seno de la muerte, que has devorado la mejor prenda de la tierra, aún has de tener mayor alimento! (Abre las puertas del sepulcro.)
PÁRIS
Este es Montesco, el atrevido desterrado, el asesino de Teobaldo, del primo de mi dama, que por eso murió de pena, segun dicen. Sin duda ha venido aquí á profanar los cadáveres. Voy á atajarle en su diabólico intento. Cesa, infame Montesco; ¿no basta la muerte á detener tu venganza y tus furores? ¿Por qué no te rindes, malvado proscrito? Sígueme, que has de morir.
ROMEO
Sí: á morir vengo. Noble jóven, no tientes á quien viene ciego y desalentado. Huye de mí: déjame; acuérdate de los que fueron y no son. Acuérdate y tiembla, no me provoques más, jóven insensato. Por Dios te lo suplico. No quieras añadir un nuevo pecado á los que abruman mi cabeza. Te quiero más que lo que tú puedes quererte. He venido á luchar conmigo mismo. Huye, si quieres salvar la vida, y agradece el consejo de un loco.
PÁRIS
¡Vil desterrado, en vano son esas súplicas!
ROMEO
¿Te empeñas en provocarme? Pues muere… (Pelean.)
PAJE
¡Ay, Dios! pelean: voy á pedir socorro.
(Vase. Cae herido Páris.)
PÁRIS
¡Ay de mí, muerto soy! Si tienes lástima de mi, ponme en el sepulcro de Julieta.
ROMEO
Sí que lo haré. Veámosle el rostro. ¡El pariente de Mercutio, el conde Páris! Al tiempo de montar á caballo, ¿no oí, como entre sombras decir, á mi escudero, que iban á casarse Páris y Julieta? ¿Fué realidad ó sueño? ¿O es que estaba yo loco y creí que me hablaban de Julieta? Tu nombre está escrito con el mio en el sangriento libro del destino. Triunfal sepulcro te espera. ¿Qué digo sepulcro? Morada de luz, pobre jóven. Allí duerme Julieta, y ella basta para dar luz y hermosura al mausoleo. Yace tú á su lado: un muerto es quien te entierra. Cuando el moribundo se acerca al trance final, suele reanimarse, y á esto lo llaman el último destello. Esposa mia, amor mio, la muerte que ajó el néctar de tus labios, no ha podido vencer del todo tu hermosura. Todavía irradia en tus ojos y en tu semblante, donde aún no ha podido desplegar la muerte su odiosa bandera. Ahora quiero calmar la sombra de Teobaldo, que yace en ese sepulcro. La misma mano que cortó tu vida, va á cortar la de tu enemigo. Julieta, ¿por qué estás aún tan hermosa? ¿Será que el descarnado mónstruo te ofrece sus amores y te quiere para su dama? Para impedirlo, dormiré contigo en esta sombría gruta de la noche, en compañía de esos gusanos, que son hoy tus únicas doncellas. Este será mi eterno reposo. Aquí descansará mi cuerpo, libre de la fatídica ley de los astros. Recibe tú la última mirada de mis ojos, el último abrazo de mis brazos, el último beso de mis labios, puertas de la vida, que vienen á sellar mi eterno contrato con la muerte. Ven, áspero y vencedor piloto: mi nave, harta de combatir con las olas, quiere quebrantarse en los peñascos. Brindemos por mi dama. ¡Oh, cuán portentosos son los efectos de tu bálsamo, alquimista veraz! Así, con este beso… muero. (Cae.)
(Llega Fray Lorenzo.)
FRAY LORENZO
¡Por san Francisco y mi santo hábito! ¡Esta noche mi viejo pié viene tropezando en todos los sepulcros! ¿Quién á tales horas interrumpe el silencio de los muertos?
BALTASAR
Un amigo vuestro, y de todas veras.
FRAY LORENZO
Con bien seas. ¿Y para qué sirve aquella luz, ocupada en alumbrar á gusanos y calaveras? Me parece que está encendida en el monumento de los Capuletos.
BALTASAR
Verdad es, padre mio, y allí se encuentra mi amo, á quien tanto quereis.
FRAY LORENZO
¿De quién hablas?
BALTASAR
De Romeo.
FRAY LORENZO
¿Y cuánto tiempo hace que ha venido?..
BALTASAR
Una media hora.
FRAY LORENZO
Sígueme.
BALTASAR
¿Y cómo, padre, si mi amo cree que no estoy aquí, y me ha amenazado con la muerte, si yo le seguia?
FRAY LORENZO
Pues quédate, é iré yo solo. ¡Dios mio! Alguna catástrofe temo.
BALTASAR
Dormido al pié de aquel arbusto, soñé que mi señor mataba á otro en desafío.
FRAY LORENZO
¡Romeo! Pero ¡Dios mio! ¿qué sangre es esta en las gradas del monumento? ¿Qué espadas estas sin dueño, y tintas todavía de sangre? (Entra en el sepulcro.) ¡Romeo! ¡Pálido está como la muerte! ¡Y Páris cubierto de sangre!.. La doncella se mueve.
(Despierta Julieta.)
JULIETA
Padre, ¿dónde está mi esposo? Ya recuerdo dónde debia yo estar y allí estoy. Pero ¿dónde está Romeo, padre mio?
FRAY LORENZO
Oigo ruido. Deja tú pronto ese foco de infeccion, ese lecho de fingida muerte. La suprema voluntad de Dios ha venido á desbaratar mis planes. Sígueme. Tu esposo yace muerto á tu lado, y Páris muerto tambien. Sígueme á un devoto convento y nada más me digas, porque la gente se acerca. Sígueme, Julieta, que no podemos detenernos aquí.
(Vase.)
JULIETA
Yo aquí me quedaré. ¡Esposo mio! Mas ¿qué veo? Una copa tiene en las manos. Con veneno ha apresurado su muerte. ¡Cruel! no me dejó ni una gota que beber. Pero besaré tus labios que quizá contienen algun resabio del veneno. Él me matará y me salvará. (Le besa.) Aún siento el calor de sus labios.
ALGUACIL 1.º (dentro)
¿Dónde está? Guiadme.
JULIETA
Siento pasos. Necesario es abreviar. (Coge el puñal de Romeo.) ¡Dulce hierro, descansa en mi corazon, mientras yo muero! (Se hiere y cae sobre el cuerpo de Romeo.)
(Entran la ronda y el paje de Páris.)
PAJE
Aquí es donde brillaba la luz.
ALGUACIL 1.º
Recorred el cementerio. Huellas de sangre hay. Prended á todos los que encontráreis. ¡Horrenda vista! Muerto Páris, y Julieta, á quien hace dos dias enterramos por muerta, se está desangrando, caliente todavía. Llamad al Príncipe, y á los Capuletos y á los Montescos. Sólo vemos cadáveres, pero no podemos atinar con la causa de su muerte.
(Traen algunos á Baltasar.)
ALGUACIL 2.º
Este es el escudero de Romeo, y aquí le hemos encontrado.
ALGUACIL 1.º
Esperemos la llegada del Príncipe.
(Entran otros con Fray Lorenzo.)
ALGUACIL 3.º
Tembloroso y suspirando hemos hallado á este fraile cargado con una palanca y un azadon; salia del cementerio.
ALGUACIL 1.º
Sospechoso es todo eso: detengámosle.
(Llegan el Príncipe y sus guardas.)
PRÍNCIPE
¿Qué ha ocurrido para despertarme tan de madrugada?
(Entran Capuleto, su mujer, etc.)
CAPULETO
¿Qué gritos son los que suenan por esas calles?
SEÑORA CAPULETO
Unos dicen «Julieta», otros «Romeo», otros «Páris», y todos corriendo y dando gritos, se agolpan al cementerio.
EL PRÍNCIPE
¿Qué historia horrenda y peregrina es esta?
ALGUACIL 1.º
Príncipe, ved. Aquí están el conde Páris y Romeo, violentamente muertos, y Julieta, caliente todavía y desangrándose.
PRÍNCIPE
¿Averiguasteis la causa de estos delitos?
ALGUACIL 1.º
Sólo hemos hallado á un fraile y al paje de Romeo, cargados con picos y azadones propios para levantar la losa de un sepulcro.
CAPULETO
¡Dios mio! Esposa mia, ¿no ves correr la sangre de nuestra hija? Ese puñal ha errado el camino: debia haberse clavado en el pecho del Montesco y no en el de nuestra inocente hija.
SEÑORA CAPULETO
¡Dios mio! Siento el toque de las campanas que guian mi vejez al sepulcro.
(Llegan Montesco y otros.)
PRÍNCIPE
Mucho has amanecido, Montesco, pero mucho antes cayó tu primogénito.
MONTESCO
¡Poder de lo alto! Ayer falleció mi mujer de pena por el destierro de mi hijo. ¿Hay reservada alguna pena más para mi triste vejez?
PRÍNCIPE
Tú mismo puedes verla.
MONTESCO
¿Por qué tanta descortesía, hijo mio? ¿Por qué te atreviste á ir al sepulcro antes que tu padre?
PRÍNCIPE
Contened por un momento vuestro llanto, mientras busco la fuente de estas desdichas. Luego procuraré consolaros ó acompañaros hasta la muerte. Callad entre tanto: la paciencia contenga un momento al dolor. Traed acá á esos presos.
FRAY LORENZO
Yo el más humilde y á la vez el más respetable por mi estado sacerdotal, pero el más sospechoso por la hora y el lugar, voy á acusarme y á defenderme al mismo tiempo.
PRÍNCIPE
Decidnos lo que sepais.
FRAY LORENZO
Lo diré brevemente, porque la corta vida que me queda no consiente largas relaciones. Romeo se habia desposado con Julieta. Yo los casé, y el mismo dia murió Teobaldo. Esta muerte fué causa del destierro del desposado y del dolor de Julieta. Vos creisteis mitigarle, casándola con Páris. En seguida vino á mi celda, y loca y ciega me rogó que buscase una manera de impedir esta segunda boda, porque si no, iba á matarse en mi presencia. Yo le dí un narcótico preparado por mí, cuyos efectos simulaban la muerte, y avisé á Romeo por una carta, que viniese esta noche (en que ella despertaria) á ayudarme á desenterrarla. Fray Juan, á quien entregué la carta, no pudo salir de Verona, por súbito accidente. Entonces me vine yo solo á la hora prevista, para sacarla del mausoleo, y llevarla á mi convento, donde esperase á su marido. Pero cuando llegué, pocos momentos antes de que ella despertara, hallé muertos á Páris y á Romeo. Despertó ella, y le rogué por Dios que me siguiese y respetara la voluntad suprema. Ella desesperada no me siguió, y á lo que parece, se ha dado la muerte. Hasta aquí sé. Del casamiento puede dar testimonio su ama. Y si yo delinquí en algo, dispuesto estoy á sacrificar mi vida al fallo de la ley, que sólo en pocas horas podrá adelantar mi muerte.