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Kitabı oku: «Dramas», sayfa 5

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ESCENA II

Una calle de Venecia
PÓRCIA y NERISSA
PÓRCIA

Averigua la casa del judío, y hazle firmar en seguida esta acta. Esta noche nos vamos, y llegaremos así un dia antes que nuestros maridos. ¡Cuánto me agradecerá Lorenzo la escritura que le llevo!

GRACIANO

Grande ha sido mi fortuna en alcanzaros. Al fin, despues de haberlo pensado bien, mi amo el señor Basanio os manda esta sortija, y os convida á comer hoy.

PÓRCIA

No es posible. Pero acepto con gusto la sortija. Decídselo así, y enseñad á este criado mio la casa de Sylock.

GRACIANO

Así lo haré.

NERISSA

Señor, oidme un instante. (A Pórcia.) Quiero ver si mi esposo me da el anillo que juró conservar siempre.

PÓRCIA

De seguro lo conseguirás. Luego nos harán mil juramentos de que á hombres y no á mujeres entregaron sus anillos, pero nosotras les desmentiremos, y si juran, juraremos más que ellos. No te detengas, te espero donde sabes.

NERISSA

Ven, mancebo, enséñame la casa.

ACTO V

ESCENA PRIMERA

Alameda que conduce á la casa de campo de Pórcia en Belmonte
Salen LORENZO y JÉSSICA
LORENZO

¡Qué hermosa y despejada brilla la luna! Sin duda en una noche como esta en que el céfiro besaba mansamente las hojas de los árboles, escaló el amante Troilo las murallas de Troya, volando su alma hácia las tiendas griegas donde aquella noche reposaba Créssida.

JÉSSICA

Y, en otra noche como esta, Tisbe, con temerosos pasos, fué marchando sobre la mojada yerba, y viendo la espantosa sombra del leon, se quedó aterrada.

LORENZO

Y en otra noche como esta, la reina Dido, armada su diestra con una vara de sauce, bajó á la ribera del mar, y llamó hácia Cartago al fugitivo Eneas.

JÉSSICA

En otra noche así, fué cogiendo Medea las mágicas yerbas con que rejuveneció al viejo Eson.

LORENZO

Y en otra noche por el mismo estilo, abandonó Jéssica la casa del rico judío de Venecia, y con su amante huyó á Belmonte.

JÉSSICA

En aquella noche juró Lorenzo que la amaba con amor constante, y la engañó con mil falsos juramentos.

LORENZO

En aquella noche, Jéssica, tan pérfida como hermosa, ofendió á su amante, y él le perdonó la ofensa.

JÉSSICA

No me vencerias en esta contienda, si estuviéramos solos; pero viene gente.

(Sale Estéfano.)

LORENZO

¿Quién viene en el silencio de la noche?

ESTÉFANO

Un amigo.

LORENZO

¿Quién? Decid vuestro nombre.

ESTÉFANO

Soy Estéfano. Vengo á deciros que, antes que apunte el alba, llegará mi señora á Belmonte. Ha venido arrodillándose y haciendo oracion al pié de cada cruz que hallaba en el camino, para que fuese feliz su vida conyugal.

LORENZO

¿Quién viene con ella?

ESTÉFANO

Un venerable ermitaño y su doncella. Dime, ¿ha vuelto el amo?

LORENZO

Todavía no, ni hay noticia suya. Vamos á casa, amiga, á hacer los preparativos para recibir al ama como ella merece.

(Sale Lanzarote.)

LANZAROTE

¡Hola, ea!

LORENZO

¿Quién?

LANZAROTE

¿Habeis visto á Lorenzo ó á la mujer de Lorenzo?

LORENZO

No grites. Aquí estamos.

LANZAROTE

¿Dónde?

LORENZO

Aquí.

LANZAROTE

Decidle que aquí viene un nuncio de su amo, cargado de buenas noticias. Mi amo llegará al amanecer.

(Se va.)

LORENZO

Vamos á casa, amada mia, á esperarlos. ¿Pero ya para qué es entrar? Estéfano, te suplico que vayas á anunciar la venida del ama, y mandes á los músicos salir al jardin.

(Se va Estéfano.)

¡Qué mansamente resbalan los rayos de la luna sobre el césped! Recostémonos en él: prestemos atento oido á esa música suavísima, compañera de la soledad y del silencio. Siéntate, Jéssica: mira la bóveda celeste tachonada de astros de oro. Ni áun el más pequeño deja de imitar en su armonioso movimiento el canto de los ángeles, uniendo su voz al coro de los querubines. Tal es la armonía de los séres inmortales; pero mientras nuestro espíritu está preso en esta oscura cárcel, no la entiende ni percibe.

(Salen los músicos.)

Tañed las cuerdas, despertad á Diana con un himno, halagad los oidos de vuestra señora y conducidla á su casa entre música.

JÉSSICA

Nunca me alegran los sones de la música.

LORENZO

Es porque se conmueve tu alma. Mira en el campo una manada de alegres novillos ó de ardientes y cerriles potros: míralos correr, agitarse, mugir, relinchar. Pero en llegando á sus oidos son de clarin ó ecos de música, míralos inmóviles, mostrando dulzura en sus miradas, como rendidos y dominados por la armonía. Por eso dicen los poetas que el tracio Orfeo arrastraba en pos de sí árboles, rios y fieras: porque nada hay tan duro, feroz y selvático que resista al poder de la música. El hombre que no siente ningun género de armonía, es capaz de todo engaño y alevosía, fraude y rapiña; los instintos de su alma son tan oscuros como la noche, tan lóbregos como el Tártaro. ¡Ay de quién se fie de él! Oye, Jéssica.

(Salen Pórcia y Nerissa.)

PÓRCIA

En mi sala hay luz. ¡Cuán lejos llegan sus rayos! Así es el resplandor de una obra buena en este perverso mundo.

NERISSA

No hemos visto la luz, al brillar los rayos de la luna.

PÓRCIA

Así oscurece á una gloria menor, otra más resplandeciente. Así brilla el ministro hasta que aparece el monarca, pero entonces desaparece su pompa, como se pierde en el mar un arroyo. ¿No oyes música?

NERISSA

Debe de ser en tu puerta.

PÓRCIA

Suena áun más agradable que de dia.

NERISSA

Efecto del silencio, señora.

PÓRCIA

El cantar del cuervo es tan dulce como el de la alondra, cuando no atendemos á ninguno de los dos, y de seguro que si el ruiseñor cantara de dia, cuando graznan los patos, nadie le tendria por tan buen cantor. ¡Cuánta perfeccion tienen las cosas hechas á tiempo! ¡Silencio! Duerme Diana en brazos de Endimion, y no tolera que nadie turbe su sueño. (Calla la música.)

LORENZO

Es voz de Pórcia, ó me equivoco mucho.

PÓRCIA

Me conoce como conoce el ciego al cuco: en la voz.

LORENZO

Señora mia, bien venida seais á esta casa.

PÓRCIA

Hemos rezado mucho por la salud de nuestros maridos. Esperamos que logren buena fortuna gracias á nuestras oraciones. ¿Han vuelto?

LORENZO

Todavía no, pero delante de ellos vino un criado á anunciar su venida.

PÓRCIA

Nerissa, véte y dí á los criados que no cuenten nada de nuestra ausencia. Vosotros haced lo mismo, por favor.

LORENZO

¿No ois el son de una trompa de caza? Vuestro esposo se acerca. Fiad en nuestra discrecion, señora.

PÓRCIA

Esta noche me parece un dia enfermo: está pálida: parece un dia anubarrado.

(Salen Basanio, Antonio, Graciano y acompañamiento.)

BASANIO

Si amanecierais vos, cuando él se ausenta, seria de dia aquí al mismo tiempo que en el hemisferio contrario.

PÓRCIA1

¡Dios nos ayude! ¡Bien venido seais á esta casa, señor mio!

BASANIO

Gracias, señora. Esa bienvenida dádsela á mi amigo. Este es aquel Antonio á quien tanto debo.

PÓRCIA

Grande debe ser la deuda, pues si no he entendido mal, por vos se vió en gran peligro.

ANTONIO

Por grande que fuera, está bien pagada.

PÓRCIA

Con bien vengais á nuestra casa. El agradecimiento se prueba con obras, no con palabras. Por eso no me detengo en discursos vanos.

GRACIANO

(A Nerissa.) Te juro por la luna, que no tienes razon y que me agravias. Ese anillo se lo dí á un pasante de letrado. ¡Muerto le viera yo, si hubiera sabido que tanto lo sentirias, amor mio!

PÓRCIA

¿Qué cuestion es esa?

GRACIANO

Todo es por un anillo, un mal anillo de oro que ella me dió, con sus letras grabadas que decian: «Nunca olvides mi amor.»

NERISSA

No se trata del valor del anillo, ni de la inscripcion, sino que cuando te lo dí, me juraste conservarlo hasta tu muerte y llevarlo contigo al sepulcro. Y ya que no fuera por amor mio, á lo menos por los juramentos y ponderaciones que hiciste, debias haberlo guardado como un tesoro. Dices que lo diste al pasante de un letrado. Bien sabe Dios que á ese pasante nunca le saldrán las barbas.

GRACIANO

Sí que le saldrán, si llega á ser hombre y á tenerlas. Con esta mano se le dí. Era un rapazuelo, sin bozo, tan bajo como tú, pasante de un abogado, grande hablador. Me pidió el anillo en pago de un favor que me habia hecho, y no supe negárselo.

PÓRCIA

Pues hiciste muy mal (si he de decirte la verdad) en entregar tan pronto el primer regalo de tu esposa, que ella colocó en tu dedo con tantos juramentos y promesas. Yo dí otro anillo á mi esposo, y le hice jurar que nunca le perderia ni entregaria á nadie. Estoy segura que no lo hará ni por todo el oro del mundo. Graciano, mucha razon tiene tu mujer para estar enojada contigo. Yo me volveria loca.

BASANIO

¿Qué podré hacer? ¿Cortarme la mano izquierda y decir que perdí el anillo defendiéndome?

GRACIANO

Pues tambien á mi amo Basanio le pidió su anillo el juez, y él se lo dió. Luego, el pasante, que nos habia servido bien en su oficio, me pidió el mio, y yo no supe cómo negárselo, porque ni el señor ni el criado quisieron recibir más galardon que los dos anillos.

PÓRCIA

¿Y tú qué anillo le diste, Basanio? Creo que no seria el que yo te entregué.

BASANIO

Si yo tuviera malicia bastante para acrecentar mi pecado con la mentira, te lo negaria, Pórcia. Pero ya ves, mi dedo está vacío. He perdido el anillo.

PÓRCIA

No: lo que tienes vacía de verdad es el alma. Y juro á Dios que no he de ocupar tu lecho, hasta que me muestres el anillo.

NERISSA

Ni yo el de éste, hasta que me presente el suyo.

BASANIO

Amada Pórcia, si supieras á quién se lo dí, y por qué, y con cuánto dolor de mi alma, y sólo porque no quiso recibir otra cosa que el anillo, tendrias lástima de mí.

PÓRCIA

Y si tú supieras las virtudes de ese anillo, ó el valor de quién te lo dió, ó lo que te importaba conservarle, nunca le hubieras dado. ¿Por qué habia de haber hombre tan loco, que defendiéndolo tú con alguna insistencia, se empeñara en arrebatarte un don tan preciado? Bien dice Nerissa: ella está en lo cierto; sin duda diste el anillo á alguna dama.

BASANIO

¡No, señora! lo juro por mi honor, por mi alma, se lo dí á un doctor en derecho que no queria aceptar 3,000 ducados, y que me pidió el anillo. Se lo negué, bien á pesar mio, porque se fué desairado el hombre que habia salvado la vida de mi mejor amigo. ¿Y qué he de añadir, amada Pórcia? Tuve que dárselo: la gratitud y la cortesía me mandaban hacerlo. Perdóname, señora; si tú misma hubieras estado allí (pongo por testigos á estos lucientes astros de la noche), me hubieras pedido el anillo para dárselo al juez.

PÓRCIA

¡Nunca se acerque él á mi casa! Ya que tiene la prenda que yo más queria, y que me juraste por mi amor guardar eternamente, seré tan liberal como tú: no le negaré nada, ni siquiera mi persona ni tu lecho. De seguro que le conoceré. Ten cuidado de dormir todas las noches en casa, y de velar como Argos, porque si no, si me dejas sola, te prometo por mi honra (pues todavía la conservo) que he de dormir con ese abogado.

NERISSA

Y yo con el pasante. ¡Conque, ojo!

GRACIANO

Bueno, haz lo que quieras, pero si cojo al pasante, he de cortarle la pluma.

ANTONIO

Por mí son todas estas infaustas reyertas.

PÓRCIA

No os alarmeis, pues á pesar de todo, sereis bien recibido.

BASANIO

Perdon, Pórcia, si te he ofendido, y aquí, delante de estos amigos, te juro por la luz de esos divinos ojos en que me miro…

PÓRCIA

¡Fijaos bien! Dice que se mira en sus ojos, que ve un Basanio en cada uno de ellos. Juras por la doblez de tu alma, y juras con verdad.

BASANIO

¡Perdóname, por Dios! Te juro que en mi vida volveré á faltar á ninguna palabra que te dé.

ANTONIO

Una vez empeñé mi cuerpo en servicio suyo, y hubiera yo perdido la vida, á no ser por el ingenio de aquel hombre á quien vuestro marido galardonó con el anillo. Yo empeño de nuevo mi palabra de que Basanio no volverá á faltar á sus promesas, á lo menos á sabiendas.

PÓRCIA

Está bien. Saldreis por fiador suyo. Dadle la joya, y pedidle que la tenga en más estima que la primera.

ANTONIO

Toma, Basanio, y jura que nunca dejarás este anillo.

BASANIO

¡Dios santo! ¡El mismo que dí al juez!

PÓRCIA

Él me lo entregó. ¡Perdon, Basanio! Yo le concedí favores por ese anillo.

NERISSA

¡Perdon, Graciano! El rapazuelo del pasante me gozó ayer, en pago de este anillo.

GRACIANO

Esto es como allanar las sendas en verano. ¿Ya tenemos cuernos, sin merecerlos?

PÓRCIA

No decis mal. Pero voy á sacaros de la duda. Leed esta carta cuando querais. En ella vereis que el letrado fué Pórcia y el pasante Nerissa. Lorenzo podrá dar testimonio de que apenas habiais pasado el umbral de esta casa, salí yo, y que he vuelto ahora mismo. Bien venido seas, Antonio. Tengo buenas nuevas para tí. Lee esta carta. Por ella sabrás que tres de tus barcos, cargados de mercaderías, han llegado á puerto seguro. No he de decirte por qué raros caminos ha llegado á mis manos esta carta.

ANTONIO

No sé qué decir.

BASANIO

¿Tú, señora, fuiste el letrado, y yo no te conocia?

GRACIANO

¿Y tú, Nerissa, el pasante?

NERISSA

Sí, pero un pasante que no piensa engalanar tu frente, mientras fuere tu mujer.

BASANIO

Amado doctor, partireis mi lecho, y cuando yo falte de casa, podreis dormir con mi mujer.

ANTONIO

Bellísima dama, me habeis devuelto la salud y la fortuna. Esta carta me dice que mis bajeles han llegado á puerto de salvacion.

PÓRCIA

Y para tí, Lorenzo, tambien tiene alguna buena noticia mi pasante.

NERISSA

Y se la daré sin interes. Toma esta escritura. Por ella os hace donacion el judío de toda su hacienda, para cuando él fallezca.

LORENZO

Tus palabras, señora, son como el maná para los cansados israelitas.

PÓRCIA

Ya despunta el alba, y estoy segura de que todavía no os satisface lo que acabo de deciros. Entrémonos en casa y os responderé á cuanto me pregunteis.

GRACIANO

Sea. Y lo primero á que me ha de responder Nerissa, es si quiere más acostarse ahora ó esperar á la noche siguiente, puesto que ya está tan cercana la aurora. Si fuera de dia, yo seria el primero en desear que apareciese la estrella de la tarde, para acostarme con el pasante del letrado. Lo juro por mi honor: mientras viva, no perderé el anillo de Nerissa.

MACBETH

PERSONAJES

El rey de Escocia, DUNCAN.

Sus hijos: MALCOLM y DONALBÁIN.

Lady MACBETH. ]

MACBETH. ]

BANQUO. ]

MACDUFF. ]

LÉNNOX. ]

ROSS. ]

ANGUSS. ]

MENTEITH. ]

CAITHNÉSS.] ]señores escoceses.

Lady MACDUFF.

FLEANCIO, hijo de Banquo.

SUARDO, señor de Northumberland.

Su hijo.

SÉTON, oficial de Macbeth.

Un niño hijo de Macduff.

Un doctor inglés.

Otro escocés.

Un sargento.

Un viejo.

Un portero.

Una dama de lady Macbeth.

Nobles, guerreros, asesinos, criados, espías, etc.

Hécate.

Tres brujas.

Varios fantasmas.

ACTO I

ESCENA PRIMERA

Tarde tempestuosa
Tres BRUJAS
BRUJA 1.ª

¿Cuándo volvemos á juntarnos, cuando relampaguee, cuando truene ó cuando llueva?

BRUJA 2.ª

Cuando acabe el estruendo de la batalla, y unos la pierdan y otros la ganen.

BRUJA 3.ª

Entonces será antes de ponerse el sol.

BRUJA 1.ª

¿Dónde hemos de encontrarnos?

BRUJA 2.ª

En el yermo.

BRUJA 3.ª

Allí toparemos con Macbeth.

BRUJA 1.ª

Me llama Morrongo.

BRUJA 2.ª

Y á mí el Sapo.

LAS TRES JUNTAS

El mal es bien, y el bien es mal: cortemos los aires y la niebla.

ESCENA II

Campamento
DUNCAN, MALCOLM, un ESCUDERO, un SARGENTO, LÉNNOX y ROSS
DUNCAN

¿Quién es aquel herido? Quizá nos traiga nuevas del campamento.

MALCOLM

Es el escudero que puso en peligro su vida por salvar la mia. ¡Buenas tardes, amigo! Cuenta tú al Rey el estado del combate.

ESCUDERO

Sigue indeciso, semejante á una lucha entre dos nadadores que quieren mutuamente sofocarse. Con el traidor Macdonnell, en quien se juntan todas las infamias, van unidos muchos caballeros y gente plebeya de las islas de Occidente. La fortuna, como ramera, les otorga sus favores, pero en vano, porque el fuerte Macbeth, hijo predilecto de la victoria, penetra entre las filas hasta encontrarle, y le taja la cabeza, y la clava sobre nuestras empalizadas.

DUNCAN

¡Bravo caballero, ornamento de mi linaje!

ESCUDERO

Así como el sol de la mañana produce á veces tempestad y torbellinos, así de esta victoria resultaron nuevos peligros. Óyeme, Rey. Cuando el valor, brazo de la justicia, habia logrado ahuyentar á aquella muchedumbre allegadiza, hé aquí que se rehace el de Noruega, y arroja nuevos campeones á la lid.

DUNCAN

¿Y entonces no se desalentaron Macbeth y Banquo?

SARGENTO

¡Desalentarse! ¡Bueno es eso! Como el águila viendo gorriones, ó el leon liebres. Son cañones de doble carga. Con tal ímpetu menudearon sus golpes sobre los contrarios, que pensé que querian reproducir el sacrificio del Calvario. Pero estoy perdiendo sangre, y necesito curar mis heridas.

DUNCAN

Tan nobles son como tus palabras. Buscad un cirujano. ¿Pero quién viene?

MALCOLM

El señor de Ross.

LÉNNOX

Grande es la ansiedad que su rostro manifiesta. Debe ser portador de grandes nuevas.

(Entra Ross.)

ROSS

¡Salud al Rey!

DUNCAN

¿De dónde vienes, noble señor?

ROSS

Poderoso monarca, vengo de Faife, donde el aire agita en mengua nuestra los estandartes noruegos. Su Rey, con lucida hueste y con ayuda del traidor señor de Cáudor, renovó la lucha, pero el terrible esposo de Belona, cubierto de espesa malla, les resistió brazo á brazo, y hierro á hierro, y logró domeñar su altivez y postrarla por tierra. Al fin, logramos la victoria.

DUNCAN

¡Felicidad suprema!

ROSS

El rey Suenon de Noruega queria capitular, pero no le permitimos ni áun enterrar sus muertos, sin que pagara antes en la isla de Colme la contribucion de guerra.

DUNCAN

Nunca volverá el de Cáudor á poner en peligro la seguridad de mis Estados. Manda tú poner á precio su cabeza, y saluda á Macbeth con el título que el otro tenia.

ROSS

Cumpliré tu voluntad.

DUNCAN

Macbeth goce desde hoy lo que Cáudor perdió.

ESCENA III

Un páramo
Tres BRUJAS, MACBETH y BANQUO
BRUJA 1.ª

¿Qué has hecho, hermana?

BRUJA 2.ª

Matar puercos.

BRUJA 3.ª

¿Dónde has estado, hermana?

BRUJA 1.ª

La mujer del marinero tenia castañas en su falda, y estaba mordiéndolas. Yo le dije: «Dame alguna», y la asquerosa, harta de bazófia, me contestó: «Vade retro, condenada bruja.» Su marido se fué á Alepo, mandando el Tigre. Yo, como rata sin cola, navegaré en una tela de cedazo, donde cabe bien mi cuerpo. Así lo haré, así lo haré.

BRUJA 2.ª

Yo te ayudaré con un viento desfavorable.

BRUJA 1.ª

Gracias.

BRUJA 3.ª

Yo con otro.

BRUJA 1.ª

De los demas yo soy señora. ¿Qué puerta quedará segura, cuando de todos los puntos de la rosa soplen los vientos? Ni una vez podrá conciliar el sueño. Su vida será la del precito, y las tormentas agitarán sin cesar su nave. ¡Ved!

BRUJA 2.ª

¿Qué es eso?

BRUJA 3.ª

El dedo de un marinero, que se ahogó al volver de su viaje.

BRUJA 3.ª

¡Tambor, tambor! Ya llega Macbeth.

LAS TRES BRUJAS

Juntemos las manos, hagamos una rueda, como hermanas enviadas del cielo y de la tierra. Tres vueltas por tí, tres por tí, tres por mí: son nueve, cuenta justa. ¡Silencio! Ya ha llegado el término del conjuro.

(Llegan Macbeth y Banquo.)

MACBETH

¡Dia de sangre, pero hermoso más que cuantos he visto!

BANQUO

¿Está lejos el castillo de Fóres? ¿Quiénes serán aquellas mujeres arrugadas y de tan extraño aspecto? No parecen séres humanos. ¿Sois vivientes? ¿Puedo haceros una pregunta? Debeis de entenderme, porque las tres, al mismo tiempo, poneis en los labios vuestros dedos, que semejan los de un cadáver. No me atrevo á llamaros mujeres, por las barbas.

MACBETH

Si teneis lengua, decidnos quiénes sois.

BRUJA 1.ª

¡Salud, Macbeth, señor de Glámis!

BRUJA 2.ª

¡Salud, Macbeth, señor de Cáudor!

BRUJA 3.ª

¡Salud, Macbeth, tú serás rey!

BANQUO

¿De qué nace ese terror, amigo Macbeth? ¿Por qué te asustan tan gratas nuevas? Decidme: ¿sois fantasmas ó séres reales? Habeis saludado á mi amigo con títulos de gloria y anuncio de grandezas futuras y pompas reales. Decidme algo á mí, si es que sabeis qué granos han de germinar ó morir en la série de los tiempos. No temo de vosotras ni odio ni favor.

BRUJAS

¡Salud!

BRUJA 1.ª

Serás más grande que Macbeth y menos.

BRUJA 2.ª

Más feliz y menos feliz.

BRUJA 3.ª

No rey, pero padre de reyes. ¡Salud, Macbeth y Banquo!

BRUJA 1.ª y 2.ª

¡Salud!

MACBETH

No os vayais, oscuras mensajeras. Ya se qué soy señor de Glámis por muerte de Sinel, pero ¿cómo he de serlo de Cáudor, si el señor vive próspera y felizmente? Tan absurdo es llamarme señor de Cáudor como rey. ¿Quién os dió esas noticias? ¿Por qué me habeis venido á sorprender en este desierto con tales presagios?

BANQUO

Son sin duda espíritus vaporosos que engendra la tierra, como los produce tambien el agua. ¿Por dónde habrán desaparecido?

MACBETH

Los cuerpos se han disuelto en el aire, como se pierde en el aire la respiracion. ¡Ojalá se hubieran quedado!

BANQUO

¿Será verdad lo que hemos visto? ¿ó habremos probado alguna yerba de las que trastornan el juicio?

MACBETH

Tus hijos han de ser reyes.

BANQUO

Lo serás tú mismo.

MACBETH

¿Y tambien señor de Cáudor? ¿No lo dijeron así?

BANQUO

¿Quién llega?

ROSS

Macbeth, el Rey ha oido tus hazañas. Incierto entre la admiracion y el aplauso, no sabe cómo elogiarte, por el valor con que has lidiado contra los noruegos, sin percatarte tú mismo del estrago que en ellos hacias. Van llegando tan densos como el granizo los mensajeros de la victoria, y todos se hacen lenguas de tu heroismo.

ANGUSS

El Rey nos envia á darte las gracias y á llevarte á su presencia.

ROSS

Él me encarga que te salude con el título de señor de Cáudor.

BANQUO

¡Conque tambien el diablo dice verdad!

MACBETH

Si vive el de Cáudor ¿por qué me atavian con ropas ajenas?

ANGUSS

Vive el que llevaba ese título, pero debe perder la vida, y se ha fulminado contra él dura sentencia. No afirmo que se uniera con los noruegos contra su patria, pero está convicto y confeso de traidor.

MACBETH

(Aparte.) ¡Ya soy señor de Glámis, y señor de Cáudor! Falta lo demas. (Á Ross y Anguss.) Gracias. (A Banquo.) ¿Crees que tus hijos serán reyes, conforme á la promesa de los que me han hecho señor de Cáudor?

BANQUO

Esa promesa quizá te haga ambicionar el sólio. Pero mira que á veces el demonio nos engaña con la verdad, y nos trae la perdicion envuelta en dones que parecen inocentes. Oidme dos palabras, amigos mios.

MACBETH

¡Con dos verdades se abre la escena de este drama, que ha de terminar con una corona régia! ¿Es un bien ó un mal este pensamiento? Si es un mal, ¿por qué empieza á cumplirse, y soy ya señor de Cáudor? Si es un bien, ¿por qué me aterran horribles imágenes, y palpita mi corazon de un modo inusitado? El pensamiento del homicidio, más horroroso que la realidad misma, comienza á dominarme y á oscurecer mi albedrío. Sólo tiene vida en mí lo que aún no existe.

BANQUO

¡Qué absorto y embebecido está nuestro compañero!

MACBETH

Si los hados quieren hacerme rey, lo harán sin que yo busque la corona.

BANQUO

El nuevo honor le viene como vestido nuevo: ¡no se le ajusta bien, por falta de costumbre!

MACBETH

Corra el tiempo, y suceda lo que quiera.

BANQUO

A tus órdenes, generoso Macbeth.

MACBETH

Perdon, amigos. Estaba distraido con antiguas memorias. Agradezco y recordaré siempre vuestros favores. Cabalguemos á ver al Rey. (A Banquo.) Medita tú lo que nos ha sucedido. Luego hablaremos con toda libertad.

BANQUO

Así lo deseo.

MACBETH

Hasta despues. Ni una palabra más. Vamos, caballeros.

1.Suprimo un juego de palabras intraducible.