Kitabı oku: «Desde la capital de la República», sayfa 6

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60. Para una revisión de la literatura reciente sobre el tema, ver G. Young: «To Russia with ‘Spain’: Spanish Exiles in the USSR and the Longue Durée of Soviet History», Kritika: Explorations in Russian and Eurasian History, 15-2, 2014, pp. 395-419.

61. Sobre las condiciones de vida de los niños soviéticos durante la década de los treinta ver L. Siegelbaum, Andrei Sokolov: Stalinism as a Way of Life: A Narrative in Documents, New Haven, CT, Yale University Press, 2000, pp. 356–420.

62. Por ejemplo, Arthur Stachevsky, el agregado económico que llegó a finales de agosto de 1936, participó en una reunión AUS a mediados de diciembre de ese año. RGVA, f. 33987, op. 3, del. 853, l. 322.

63. D. Kowalsky: La Unión Soviética, cit., pp. 180-190.

64. Para los intercambios culturales entre los dos países, ver ibid., pp. 133-190.

65. Sofiia Antonov-Ovseenko a VOKS, 31 de octubre de 1936, Archivo Estatal de la Federación Rusa, Gosudarstvennyi arkhiv Rossiiskoi Federatsii (GARF). f. 5283, op. 7, del. 840, l. 180.

66. Sobre la historia de Film Popular, ver A. Perucho: «Una organización cinematográfico nacido en la guerra», Nuevo Cinema, 2, junio de 1938, pp. 12-14.

67. Ver el noveno episodio de K sobytiiam v Ispanii (Sobre los sucesos de España), conservado en la Filmoteca Española (Madrid).

68. Heraldo de Madrid, 4 de noviembre de 1936.

69. El origen de la película y su gran popularidad en la Unión Soviética se describen en J. Leyda: Kino: A History of the Russian and Soviet Film, Princeton NJ, Princeton University Press, 1983 (3ª ed.), pp. 314-321.

70. M. Koltsov: Diario de la Guerra española, Madrid, Akal, 1978, pp. 123.

71. D. Kowalsky: La Unión Soviética, cit., p. 255.

72. J. Erickson (ed.): The Soviet High Command: A Military-Political History, 1918-1941, Boulder CO, Westview, 1984, p. 430.

73. Archivo Presidencial de la Federación Rusa (APFR), f. 3, op. 53, d. 470, l. 109.

74. D. Kowalsk: La Unión Soviética, cit., p. 258.

75. Ibíd., pp. 295-298.

76. Ibíd., pp. 307-320.

77. El último envío de armas soviéticas por valor de cerca de 55 millones de dólares, trasladadas en siete barcos, fue durante muchos años considerado un mito, si bien hoy en día documentos desclasificados del Archivo Militar de Estado Ruso (AMER) confirman que sí que tuvo lugar. La logística de la operación y el contenido del envío, hasta la precisión del número de proyectiles (1,382.540) en RGVA f. 33987, op. 3, del. 1259, ll. 85-105.

78. El destino de los brigadistas y los republicanos en el exilo, muchos de los cuales acabaron en campos de concentración nazis, ha sido tratado por diferentes especialistas, entre ellos D. Wingeate Pike: In the service of Stalin: the Spanish Communists in exile, 1939-45, Oxford, Oxford UP, 1993.

79. La bibliografía sobre la División Azul es ya un subtema considerable en la investigación sobre la Segunda Guerra Mundial. El balance reciente más exhaustivo es W. H. Bowen, Spain during World War II, Columbia, Missouri, University of Missouri Press, 2006.

JÓVENES, ANTIFASCISMOS Y PACIFISMOS EN TORNO A LA GUERRA CIVIL ESPAÑOLA

Sandra Souto Kustrín *

Instituto de Historia.

Consejo Superior de Investigaciones Científicas

La movilización antifascista y pacifista, al igual que la solidaridad internacional, adquirieron en el periodo de entreguerras, como se reflejó especialmente en torno a la guerra civil española, un carácter de masas, abarcando a amplios sectores de población de diferentes países, más allá de la militancia política. Tuvo entre sus principales protagonistas a actores sociales que habían comenzado a organizarse de forma independiente principalmente en el siglo XX, como las mujeres y los jóvenes. Estos últimos fueron fundamentales en todas las movilizaciones sociales y políticas en el periodo de entreguerras, especialmente en Europa, pero también en otros lugares, como Estados Unidos, China o Japón.1

El conflicto bélico español galvanizó y generalizó la solidaridad internacional con manifestaciones de protesta por la intervención de las potencias fascistas, recogida de fondos y materiales (medicinas, alimentos,...), y de firmas de apoyo a la República Española, en lo que se planteó como una lucha antifascista, por la democracia y por la paz de carácter internacional: «Nuestra causa es la causa de toda la juventud, (...) la victoria de la República es condición primera para toda posibilidad de paz, de democracia y de libertad en el resto del mundo» y «la libertad y la democracia de Europa son también defendidas en los frentes de España».2

Produjo también debates y cambios en los movimientos pacifistas, que habían adquirido una gran fuerza desde el final de la Primera Guerra Mundial y que, durante toda la década de los años treinta, mantuvieron una compleja interrelación con los antifascismos –quizá un término más adecuado dado que la historiografía de las últimas décadas ha roto con la idea de un antifascismo estático y monolítico, partidista, para plantear la existencia de una cultura de masas antifascista, con gran variedad de representaciones y posiciones, solo unidas por el rechazo común a lo que los fascismos representaban.3

Este papel de la guerra civil española se reflejó claramente en los dos congresos mundiales de la juventud que se celebraron en Ginebra, en agosto-septiembre de 1936, y en Nueva York, en agosto de 1938, que son el centro de este trabajo. Dada la necesaria brevedad del texto, se realizará, en primer lugar, una muy breve síntesis de la evolución del pacifismo en el periodo de entreguerras, con unas notas sobre los canales y formas en que se produjo la solidaridad juvenil con la República en guerra,4 para, finalmente, analizar los dos congresos antes citados, la influencia de la guerra civil española en ellos y los cambios que provocaron en los movimientos pacifistas.

LOS PACIFISMOS DE ENTREGUERRAS

Las ideas antimilitaristas y pacifistas tienen una larga historia y había habido movimientos pacifistas antes de la Primera Guerra Mundial, al igual que campañas de solidaridad internacional. Por ejemplo, gran parte de las actividades de las juventudes socialistas europeas antes de la Gran Guerra se centró en lo que se llamaba «propaganda antimilitarista», influida por el rechazo tradicional del mundo obrero al servicio militar obligatorio, que se empezó a establecer en Europa tras la guerra franco-prusiana de 1870. También la guerra franco-prusiana vio la acción humanitaria de la Sociedad de los Amigos, más conocida como los cuáqueros, probablemente la más antigua de las asociaciones que desarrollan acciones humanitarias, que había jugado un importante papel en la gran hambruna irlandesa entre 1846 y 1849 y que actuaría también antes de la Gran Guerra en las guerras balcánicas y en la guerra de los Boers en Sudáfrica.5

Sin embargo, las consecuencias del conflicto bélico, que se había vendido casi como una cruzada por Dios y por la Patria en todos los países europeos y que se convirtió en una masacre sin precedentes, dieron un gran impulso a las ideas pacifistas: el never again! británico fue replicado por el plus jamais ça! francés. Se puede decir que el apogeo de las ideas pacifistas «puras», de rechazo a toda guerra, se produjo en los años veinte y a principios de los años treinta, cuando los jóvenes rechazaron el militarismo y se opusieron al rearme. Estos planteamientos tuvieron su colofón en el llamado Juramento de Oxford, la resolución aprobada por la Oxford Union el 9 de febrero de 1933, declarando que «no luchará por su rey y por su país en ninguna circunstancia», que fue seguido por mociones similares en otras universidades británicas y que tuvo su propia versión en los Estados Unidos, donde una encuesta realizada en el otoño de 1933 mostró que un 39% de los universitarios norteamericanos la apoyaba y que otro 33% decía que solo tomaría las armas si el país era invadido. Prácticamente cada 11 de noviembre, los estudiantes organizaban manifestaciones y/o actos públicos por el aniversario del fin de la Primera Guerra Mundial que, por ejemplo, en el Reino Unido se convirtieron en los años treinta en centro de protesta contra la guerra. En Estados Unidos, a partir de 1934, se celebraron «huelgas por la paz» el 13 de abril, coincidiendo con el aniversario de su entrada en la Gran Guerra: en la tercera huelga, en 1936, participaron más de 350.000 estudiantes.6

Resultado también de la Gran Guerra y de la posterior creación de la Sociedad de Naciones (SdeN) fue el surgimiento, en 1921, de una organización civil internacional, la Federación Internacional de Asociaciones pro Sociedad de Naciones (IFLNS por sus siglas en inglés). Su objetivo era movilizar a la opinión pública en favor de la Sociedad de Naciones y presionar para que sus gobiernos asumieran los compromisos que se desprendían de ella. En general, y como ejemplifica el caso británico, los miembros de la IFLNS coincidían con la tendencia más liberal y progresista de la SdeN; exigían que sus organismos desplegaran más decisión e iniciativa; y eran apoyadas por partidos de centro y centro-izquierda (liberales y laboristas en Gran Bretaña, dado que los conservadores británicos nunca fueron muy partidarios de la existencia de la Sociedad de Naciones). En muchos países, como en el mismo Reino Unido, estas organizaciones tuvieron secciones juveniles y/o universitarias y jugaron un importante papel en la defensa de la paz.7

En los movimientos pacifistas participaron jóvenes de muy variadas tendencias políticas. Por ejemplo, en Francia se creó el Groupement Universitaire pour la Société des Nations (GUSDN), ligado a grupos católicos, que difundió en cánticos y periódicos las ideas de paz y reconciliación. Casi cada año se organizaban semanas por la paz, tanto por esta organización como por la Liga de Derechos del Hombre, los jóvenes del Partido Radical o los socialistas. Estos últimos se apoyaban en la «Fiesta de la Paz» (31 de julio), día de propaganda antibélica y antimilitarista fijado por la Internacional Juvenil Socialista (IJS) en recuerdo del asesinato, en 1914, del dirigente socialista y pacifista francés Jean Jaurès.8

Las organizaciones juveniles comunistas mantuvieron esta política antimilitarista, pero se oponían a lo que llamaban «pacifismo burgués». Para la Internacional Juvenil Comunista (IJC), mientras existiera el capitalismo no se podía estar contra toda guerra y distinguía tres tipos de conflictos bélicos: las guerras entre estados imperialistas; las de liberación nacional, sobre todo en las colonias; y las que los países y la «contrarrevolución» capitalistas hacían contra el desarrollo de la «revolución proletaria» y donde ésta había triunfado.9

Las consecuencias de la Primera Guerra Mundial también dieron lugar al desarrollo de ideas pacifistas en unas organizaciones surgidas con un claro signo «militarista», como los Boy Scouts. Desde 1920, celebraron en diferentes estados europeos unos encuentros internacionales de unos 10 días de duración –llamados jamborees–, en los que participaban adolescentes de entre 14 y 17 años. Como se dijo en 1929, se buscaba con ello «fortalecer el espíritu de fraternidad y de amistad entre los jóvenes del mundo».10

Ya en 1928 se celebró en Holanda lo que se llamó «Primer Congreso Mundial de la Juventud por la Paz», que tuvo como anfitriona a la Federación Holandesa de Jóvenes por la Paz. Había sido precedido, entre otros, por un Congreso por la Paz celebrado en Bierville (Francia) en 1926, donde se formó un secretariado internacional para preparar el congreso juvenil. Sin embargo, no tuvo una amplia repercusión dado el contexto internacional: era todavía el periodo del «espíritu de Locarno» y los «felices años 20».11 La crisis de 1929 y la política agresiva de los movimientos fascistas en el poder aceleraron las movilizaciones pacifistas. La ocupación de Manchuria por Japón entre 1931-1933 no había producido una preocupación generalizada, pero a esta le siguió la de Etiopía por la Italia fascista en 1935, la crisis por la remilitarización de Renania realizadad por la Alemania nazi en marzo de 1936, el comienzo del conflicto bélico español en julio, el inicio de la guerra chino-japonesa en 1937, y el Anchsluss austríaco –la anexión por la fuerza de Austria a Alemania–, en marzo de 1938, que llevarían a ampliar las dimensiones y las relaciones de y entre los movimientos pacifistas.

En esta posibilidad de establecimiento de nuevas relaciones influyeron también los cambios en las organizaciones comunistas, que pasaron de la crítica a los socialistas como «socialfascistas» y de la política de clase contra clase a la política frentepopulista, establecida en los congresos que celebraron la Internacional Comunista y su equivalente juvenil, la IJC, en agosto-septiembre de 1935: una amplia alianza contra el fascismo que implicaba también tener en cuenta a amplios sectores liberales de clase media en la lucha por la paz, abandonando las críticas al «pacifismo burgués».12

El origen de lo que se llamó «Movimiento del Congreso Mundial de la Juventud» fue una resolución adoptada por la Federación Internacional de Asociaciones pro Sociedad de Naciones en junio de 1933, que mostraba la consciencia existente del fracaso del «espíritu de paz» que se había intentado introducir tras la Gran Guerra: había llegado el momento de que la generación que no había participado en aquella «actuara para reformar las políticas sociales e internacionales que sus mayores habían seguido con tan malos resultados».13 En el Primer Congreso Mundial de la Juventud, René Cassin planteó que las lecciones de la guerra mundial se habían olvidado y que los jóvenes estaban recibiendo –encubiertas bajo las «ideas nobles del patriotismo, el coraje y el heroísmo»– las viejas ideas que «ya han demostrado ser muy desastrosas».14 La importancia de la movilización juvenil del periodo de entreguerras hizo destacar el papel que los jóvenes podían jugar en la defensa de la paz. Ya en 1935 desde las organizaciones religiosas del Reino Unido se defendía que «la juventud puede parar la guerra. Si la juventud rechazara luchar, la guerra pronto quedaría relegada al limbo de las cosas fuera de moda». En el congreso mundial de 1938, el subsecretario de Estado de Estados Unidos dijo que «el mundo se ha dado cuenta con razón de que la voz más fuerte que se puede levantar contra la agonía de la indecisión que prevalece hoy en día es la de la juventud».15

Se planteaban como objetivos del primer congreso proporcionar a los jóvenes de todos los países una oportunidad para intercambiar ideas sobre los sucesos internacionales, discutir las posibilidades de elaborar un plan común para «prevenir la guerra y organizar la paz», y estrechar los lazos entre las organizaciones juveniles y entre éstas y las asociaciones pro Sociedad de Naciones. Su convocatoria coincidió con la celebración, en París, de un congreso mundial contra la guerra y el fascismo, promovido por Henri Barbusse con el apoyo del escritor pacifista francés Romain Rolland y organizado por los comunistas, en el que participaron intelectuales de izquierdas no militantes. Este congreso situó al fascismo como enemigo principal, vinculándolo con la posibilidad de una nueva guerra, y fue seguido por otro de jóvenes que se celebró también en París en septiembre de 1933.16

Este congreso y el llamado «Primer Congreso Mundial de la Juventud» parecen no solo iniciativas independientes, sino hasta en competencia, si tenemos en cuenta la política comunista en ese momento, que la URSS no entró en la SdeN hasta septiembre de 1934, y que en lo que se llamó «Presidium» del Congreso Mundial de Jóvenes contra la Guerra y el Fascismo no figuraba ninguno de los intelectuales que apadrinarían el otro. Sin embargo, el fracaso del comunismo alemán ante el ascenso de Hitler al poder ya había generado dudas sobre la eficacia de la política comunista, y es significativo que fuera tras los dos congresos contra la guerra y el fascismo comunistas cuando se constituyeron en Francia diversos comités que significaron la primera movilización específicamente antifascista impulsada por el Partido Comunista Francés, uno de los primeros defensores de la política frentepopulista.17

Y si bien es bastante conocido el acercamiento de la Juventud Comunista Francesa a otras organizaciones juveniles anterior a los congresos internacionales comunistas de 1935, entre los ejemplos juveniles destacados en ellos, aparte del francés, estuvo el más desconocido de Estados Unidos. Se explicó que la organización juvenil comunista de ese país había sido invitada a participar en el American Youth Congress, que celebró su primer congreso en 1934. Se reconoció que, anteriormente, se hubiera rechazado participar, pero se valoró muy positivamente haberlo hecho. Habían aprendido un nuevo lenguaje y nuevas tácticas más elásticas y reconocieron que el dinero que el gobierno destinaba a los jóvenes no era simple demagogia, sino que era muy útil para la juventud, que lo había logrado con sus protestas.18

En este contexto, se celebró en febrero de 1936, en Bruselas, una conferencia preparatoria del Primer Congreso Mundial de la Juventud a la que llamaron a participar catedráticos e intelectuales europeos destacados del momento, como Theodore Ruyssen (1868-1967), filósofo e historiador, secretario de la IFLNS, destacado pacifista francés y presidente de la Asociation de la Paix par le Droit (Asociación de la Paz por el Derecho).19

Y el Movimiento del Congreso Mundial de la Juventud fue mucho más allá en su capacidad unitaria que la política comunista y fue propuesto y apadrinado por sectores liberales y socialistas que apoyaban a la Sociedad de Naciones, como se refleja claramente en los ponentes que intervinieron en el primer congreso, de tendencias liberales o socialdemócratas y personalidades importantes de la Europa del momento y que continuaron siéndolo, en algunos casos, hasta bien entrada la segunda posguerra. Un ejemplo es Henri Rolin, que había participado en los trabajos preparatorios del Tratado de Versalles, en la creación de la SdeN y en el gobierno belga presidido por Émile Vandervelde en 1925. Había entrado en el Partido Obrero Belga (socialista) en 1931 y fue senador desde 1932 a 1965. Exiliado en Londres desde 1941, Rolin participó en la Conferencia de San Francisco en la que se creó la ONU, fue ministro de Justicia de Bélgica en 1946 y presidente del Senado entre 1947 y 1949.20

Desde el ámbito religioso, intervinieron el filósofo católico francés Emmanuel Mounier (1905-1950), que había fundado en 1932 el movimiento y la revista Esprit, uno de los que mejor refleja lo que Jean Touchard llamó «el espíritu de los años treinta»; y Emil Brunner (1889-1966), destacado teólogo protestante y catedrático de teología en la Universidad de Zurich desde 1924.21

Entre los 39 patrocinadores del segundo congreso estuvieron nuevamente Henri Rolin y Theodore Ruyssen, pero también los ministros de Asuntos Exteriores de Finlandia, México, Noruega, Checoslovaquia, Dinamarca y Suecia; el belga Louis de Brouckère, presidente de la Internacional Obrera Socialista; Diego Martínez Barrio, de Unión Republicana y presidente de las Cortes Españolas durante la guerra civil; Edouard Herriot, del Partido Radical Francés y presidente de la Cámara de Diputados francesa; el arzobispo de York (Gran Bretaña); Lord Robert Cecil, presidente de la LNU británica; o Pandit Jahawarlal Nehru (presidente del Congreso Nacional Indio, que sería primer ministro de la India independiente entre 1947 y 1964).22

La excepción a esta caracterización fue el secretario general de la Unión de Jóvenes Comunistas de la Unión Soviética, Aleksandr Kosarev, que intervino en el primer congreso en la que fue, probablemente, «la primera vez que los jóvenes soviéticos se reúnen con jóvenes de otros países y diferentes puntos de vista». Al segundo congreso la organización juvenil soviética ya no asistiría, quizá por las purgas que ella misma estaba sufriendo.23

Para organizar la participación española en este congreso, y no como «fórmula del acercamiento entre jóvenes políticos y universitarios», fue para lo que se creó en España el Frente de la Juventud,24 al igual que se había creado el American Youth Congress. En 1935, se reunió por primera vez el Congreso de la Juventud Canadiense y a partir de ese momento se reunió anualmente hasta 1940. Incluyó organizaciones juveniles de diferentes clases sociales, religiones y etnias, y, en su punto álgido, reunió a más de 400.000 jóvenes. Con el mismo objetivo y tras varias reuniones auspiciadas por la League of Nation Unions británica, se conformó, en marzo de 1936, la British Youth Peace Assembly. Desde la oposición a ella, la Economic League –un grupo de presión conservador– informó de que en su asamblea de constitución habían participado 39 organizaciones juveniles «de las más importantes de Gran Bretaña».25

En el Frente de la Juventud español se integraron las juventudes socialistas y comunistas (unificadas posteriormente en las Juventudes Socialistas Unificadas (JSU); las organizaciones juveniles de los diferentes partidos republicanos (Juventud de Izquierda República (JIR), de Unión Republicana (JUR), y de Izquierda Federal (JIF); y la Federación Universitaria Escolar (Unión Federal de Estudiantes Hispanos (UFEH).26

En la Conferencia de Bruselas participaron delegados de organizaciones de 23 países, la mayoría europeos, con la excepción de China, Indonesia y Estados Unidos, y 29 organizaciones internacionales de diferentes tendencias ideológicas y religiosas –entre ellas, la Young Men’s Christian Asociation (YMCA), la Young Women’s Christian Asociation (YWCA), el Buró Internacional de la Juventud Revolucionaria (BIJR),27 la Internacional Juvenil Comunista, la Confederación Internacional de Estudiantes (CIE),28 la Federación Internacional de Estudiantes Socialistas, la Federación Universal de Asociaciones Cristianas de Estudiantes, y las secciones juveniles de la Internacional Sindical Roja y el Comité Mundial de Mujeres contra la Guerra y el Fascismo (comunistas).29

Los dos congresos destacaron por reunir a una gran cantidad de organizaciones juveniles de numerosos países y de ideologías, filosofías y religiones muy variadas: como se dijo sobre el de 1938, «jóvenes de prácticamente todo país importante, de casi toda Iglesia clave, de toda la gama de opiniones políticas». Hubo una mayor participación que en congresos anteriores: entre delegados y observadores en cada uno de ellos participaron unos 700 jóvenes, en su mayoría hombres.30 En el primer congreso hubo representantes de diferentes organizaciones juveniles de 33 estados, predominantemente europeos, y de dos territorios coloniales. A propuesta de la delegación norteamericana se aceptó realizar el siguiente congreso en Estados Unidos para que pudiera haber una mayor representación de Australia, América y el Lejano Oriente. Así, en el congreso de 1938 participaron 43 estados y 11 territorios coloniales, y la representación latinoamericana fue mucho más importante.31 Las organizaciones procedentes de países nuevos fueron principalmente estudiantiles (por ejemplo, las de Panamá, Perú, Nicaragua o China), lo que puede relacionarse con el hecho de que, entre los jóvenes, suelen ser los estudiantes quienes primero se organizan.

En ambos congresos fue en las delegaciones más amplias y/o de países con más larga tradición de organización juvenil en los que la variedad política y religiosa era mayor. Por poner algunos ejemplos, la delegación británica al primer congreso estuvo formada por once organizaciones políticas que incluían representantes de las organizaciones juveniles de los partidos más importantes (Conservador, Liberal, Laborista, Comunista, Partido Socialista Escocés y, en algunos casos, también de sus organizaciones estudiantiles, como la del Partido Liberal o el Laborista); 10 organizaciones religiosas –entre las que estaba el Consejo de la Juventud de la Iglesia de Inglaterra y el de la Iglesia de Escocia, la YWCA, la Federación Universitaria Judía, la Juventud Metodista o la Federación de Jóvenes Cristianos de Irlanda del Norte. Participaron también 11 organizaciones pacifistas -entre ellas los grupos juveniles de la LNU y las asociaciones pro Sociedad de Naciones de las principales universidades británicas– y representantes de ocho organizaciones definidas como «sociales», entre ellas la Unión Nacional de Estudiantes. En el congreso de 1938, la delegación argentina la conformaban, entre otras organizaciones, la Federación Universitaria Argentina, delegados juveniles de la Unión Cívica Radical y del Partido Socialista, la Federación Juvenil Comunista y la Federación Argentina de Asociaciones de Jóvenes Evangélicos. De Chile llegaron representantes de la YMCA, la Asociación de Jóvenes Judíos, las juventudes socialista, radical, liberal y comunista, o la Federación Estudiantil Chilena.32

En el primer congreso estuvieron presentes delegaciones de 10 organizaciones internacionales, entre ellas la YMCA, la YWCA, la IJC, la Federación Mundial de Estudiantes Cristianos, la Comisión de Jóvenes de los Movimientos Ecuménicos, o la Federación Internacional Universitaria de Mujeres. En el congreso de 1938 participaron 14: volvieron a estar presentes las citadas anteriormente, excepto la Comisión de Jóvenes de los Movimientos Ecuménicos y, entre las que participaron por primera vez, destacan la Internacional Juvenil Socialista (IJS), la Unión Mundial de la Juventud Judía, la Federación Internacional de Sociedades Universitarias pro Sociedad de Naciones o la Alianza Internacional de Estudiantes por el Socialismo, resultado de la unificación de la Federación Internacional de Estudiantes Socialistas y el Secretariado Internacional de Estudiantes Comunistas en 1937.33

MÁS ALLÁ DE LA SOLIDARIDAD: GUERRA CIVIL, GUERRAS JUSTAS Y GUERRAS INJUSTAS

Desde el comienzo de la guerra civil, las organizaciones juveniles españolas canalizaron la solidaridad juvenil a través de órganos internacionales afines, como la IJS y la IJC en el caso de la JSU, resultado de la unificación de la Federación de Juventudes Socialistas (FJS) y la Unión de Juventudes Comunistas de España (UJCE), o el BIJR, en el de la JCI. Ya en agosto de 1936, la UFEH realizó un llamamiento a los estudiantes de todo el mundo para que apoyaran a la España republicana, que se extendió a través del Rassemblement mondial des étudiants pour la paix, la liberté et la culture (RME)34 y de la Federación Internacional de Estudiantes Socialistas. Las organizaciones republicanas y las anarquistas no contaban con organismos internacionales y, en el segundo caso, las organizaciones homologables eran escasas. Aunque la Federación Ibérica de Juventudes Libertarias (FIJL), afecta a la Confederación Nacional del Trabajo (CNT), intentó crear una Internacional Juvenil Anarquista nunca lo logró.

Celebrado a partir del 31 de agosto, a poco más de un mes del comienzo de la guerra civil española, el Primer Congreso Mundial de la Juventud sirvió a las organizaciones juveniles que luchaban junto al gobierno republicano para presentar su primera «defensa» de la República. La delegación española, con más de 20 miembros, incluyó 8 militantes de la FIJL y 1 de la Juventud Nacionalista Vasca, aunque estas organizaciones no eran miembros del Frente de la Juventud, además de 3 miembros de la Comisión de Unificación entre la FJS y la UJCE, dos de la JUR, uno de la FCDO y otro de la UFEH, entre otros.35 La British Youth Peace Assembly informó de que «se produjo una gran conmoción por la entrada de 13 delegados más de España, que habían llegado recién del frente de Cataluña y venían uniformados». Manuel Vidal, presidente de la delegación, subrayó la «acogida entusiasta, fervorosa» que el congreso les dio, mientras que otro de los miembros de la delegación, Eugenio Imaz, escribió que los delegados al congreso «no tuvieron reparo en acercarse, en intimar con esos terribles incendiarios de iglesias que éramos nosotros, según la insinuación perseverante de los filofascistas [...]. Y nos escribieron cartas fervorosas de adhesión y hasta hicieron colectas».36

La delegación española destacó el apoyo de jóvenes españoles de diferentes tendencias políticas al gobierno republicano. Consciente de la información que llegaba al extranjero, planteó que la República luchaba «por el orden», la libertad y la cultura, y destacó su respeto por todas las religiones, a la vez que lamentó que hubiera gobiernos europeos que estuvieran permitiendo que sus ciudadanos ayudasen a los rebeldes. Henri Rolin, que actuaba como presidente del congreso, intervino diciendo que había realizado un discurso que se salía de los objetivos de aquel pero que era explicable por la situación que vivían. Y tanto en esta intervención como en la clausura del congreso expresó su deseo de que acabase la guerra en España y de que se «reconciliasen» todas las tendencias existentes.37

A partir del Congreso de Ginebra la solidaridad juvenil con la República se acrecentó: el 6 de septiembre, en la misma Ginebra y tras oír el informe presentado por los delegados españoles, se reunieron un centenar de congresistas de «juventudes socialistas, comunistas, anarquistas y otras» que representaban a 13 países y 33 organizaciones. Decidieron crear comités de ayuda locales y nacionales que agrupasen a todas las organizaciones juveniles que quisieran participar, dando así origen a comités juveniles de ayuda a la República en diferentes lugares; pedir a la Internacional Juvenil Socialista y a la Comunista que organizaran conjuntamente la solidaridad; y, cuando hacía pocos días que se había establecido la política de no intervención, presionar a los gobiernos de sus respectivos países para que cesase el bloqueo a la República y el envío de material a los sublevados. Procedente de Ginebra, una comisión juvenil formada por delegados de organizaciones juveniles americanas –un cubano, tres canadienses y seis estadounidenses– visitó Barcelona y Madrid y llevó al surgimiento de comités juveniles de ayuda en países como Estados Unidos, Canadá, Cuba y México.38

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9788491344094
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