Kitabı oku: «Desde la capital de la República», sayfa 5

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Aunque muchos propagandistas comunistas se adhirieron con empecinamiento a la idea de que las Brigadas Internacionales se organizaron de forma espontánea, ya durante la guerra algunos miembros del Comintern reconocieron abiertamente el papel central jugado por el CEIC.53 Pero no fue hasta finales de la década de los sesenta cuando Moscú admitió que el CEIC había tomado la decisión en septiembre de 1936 «para localizar entre los trabajadores de diferentes países voluntarios con experiencia militar y enviarlos a luchar a España».54 Por supuesto, nada de esto supone negar que en las primeras semanas de la guerra, mucho antes de que el Comintern se involucrara, llegaran espontáneamente voluntarios para luchar del lado de los leales a la República.55 Fue el Comintern, sin embargo, el que convertiría ese goteo desorganizado en un flujo bien organizado de cuadros, cuyo compromiso dejaría una profunda huella en batallas clave del primer año del conflicto. La base de entrenamiento de las Brigadas en España se estableció cerca de la ciudad de Albacete. Fue allí donde los primeros 500 voluntarios comenzaron su servicio el 14 de octubre de 1936. La fecha es significativa, sólo dos días después de que el navío soviético Komsomol llegara a Cartagena con cincuenta tanques T-26 soviéticos y sus operadores.56 Durante el curso de la guerra, al menos 35000 extranjeros pasaron por la base de Albacete en su camino al frente.57. Estos voluntarios fueron supervisados por los agentes del Comintern que operaban a las órdenes de Moscú, de forma idéntica a la del aparato asesor soviético general bajo la Operación X. Los asesores soviéticos asignados a diversas secciones de la estructura militar de la República también trabajaron invariablemente con las Brigadas Internacionales.58 Entre los episodios más peculiares de este gran drama estuvo la evacuación de tres mil niños republicanos a la URSS. Rescatados de la región vasca según el frente norte se tambaleaba hacia el colapso a mediados de 1937, los niños evacuados vivieron de forma privilegiada con comodidades inusuales, alojados en buenos orfanatos y mimados por innumerables cuidadores soviéticos.59 Los niños evacuados de una España desgarrada por la guerra a la seguridad de las ciudades y pueblos soviéticos tuvieron la suerte de estar fuera de peligro, pero el régimen estalinista también tenía mucho que ganar.60 La recepción de niños españoles en la URSS ofrecía a Moscú un tema de propaganda fácil de utilizar y con la potencialidad de ser explotado infinitamente. La llegada, recepción y cuidado de los niños españoles fue fuente de innumerables reportajes en la prensa y radio soviéticas. El valor de esta propaganda, apoyada por frecuentes apariciones públicas de los niños, así como con fotografías publicadas, no puede exagerarse. De hecho, los reportajes positivos sobre jóvenes españoles estudiando y jugando felizmente dentro de las fronteras soviéticas no fue sólo un contrapunto al pesimismo general que envolvió a la sociedad soviética durante el momento álgido del terror estalinista, sino que contribuyó fuertemente a contrarrestar un viejo pero todavía no olvidado problema que había asolado a las Repúblicas soviéticas desde principios de los años veinte hasta la primera parte de la década de los treinta: la ola de besprizorniki o «niños sin hogar», consecuencia del caos general y la dislocación provocados por la revolución, la guerra civil, el hambre y los reasentamientos forzosos.61

La entrada soviética en la guerra de España se había desarrollado de forma fragmentada y por etapas. Primero llegó la movilización del pueblo soviético en las campañas y recaudaciones de fondos humanitarias. Esto sucedió en paralelo con el envío de periodistas y realizadores cinematográficos. A ello siguió el acercamiento diplomático, que abrió el camino para el apoyo militar, iniciado a mediados de septiembre de 1936 pero que sólo comenzó a utilizarse en el frente de Madrid unas seis semanas después. La pieza que faltaba era la ofensiva cultural, que seguiría pronto en los últimos meses de 1936. La presencia de representación soviética oficial en la zona republicana había transformado el potencial local para una amplia difusión de la propaganda bolchevique y del Comintern. Desde los primeros días de su llegada, el personal diplomático de Moscú en la República funcionó como un activo y efectivo agente para la importación y distribución de todo tipo de materiales culturales y políticos soviéticos. El personal de la embajada también hizo apariciones en actos de propaganda financiados por AUS.62

Sin duda, los intercambios culturales puestos en marcha a través de la alianza bilateral funcionaron en ambas direcciones. En la Unión Soviética como resultado de la activa dirección de las autoridades estatales rápidamente todo lo español comenzó a causar furor. Una exhibición española se añadió apresuradamente al venerado Museo de la Revolución, parada obligatoria para los escolares que rendían tributo a la religión secular del marxismo leninismo. Eventos literarios y teatrales de tema español dominaron los círculos culturales en las principales ciudades de la URSS.63 Pero no todos los intercambios culturales tuvieron éxito. La difusión de la literatura soviética en España, por ejemplo, estuvo muy limitada por un completo fracaso lingüístico. De los miles de libros, carteles, películas y grabaciones que los soviéticos enviaron a la República, casi todos estaban en ruso y no servían, por ello, para objetivos de propaganda.64 En otras ocasiones, el suministro de materiales desde la URSS resultaba difícil y poco fiable. A finales de octubre de 1936, la jefa de las actividades de propaganda en Barcelona estaba desesperada y rogaba a Moscú: «La tarea ante nosotros es amplia y posiblemente imposible de realizar. Pero por favor envíenos algo de material».65

Más éxito tuvo la movilización del cine soviético. En España, la cinematografía soviética estaría inextricablemente ligada a la movilización bélica del Kremlin. Moscú envió a la República largometrajes cuya función era a la vez propagandística y comercial. En otoño de 1936 una nueva compañía, Film Popular, se organizó para supervisar la producción de noticiarios de propaganda y versiones en español de films soviéticos.66 La primera película soviética distribuida por Film Popular fue Los marinos del Kronstadt (Efim Dzigan, 1936), que se estrenó en el cine Capital de Madrid el 18 de octubre de 1936. La elección de esta película para iniciar la serie soviética se basó en cuidadosas consideraciones sobre el valor de la película para el esfuerzo bélico republicano. Situada durante la guerra civil rusa, la película cuenta la transformación de una anárquica banda de marinos en una disciplinada unidad del Ejército Rojo. Según el corresponsal de Pravda, Mikhail Koltsov, al estreno asistieron el gobierno completo, los líderes de varios partidos políticos y muchos diputados, saludados en la sala por una gran multitud que gritaba «¡Viva Rusia!». Un noticiero rodado durante el estreno captura esa excitación, con anuncios de la película colgados por toda la ciudad y una larga fila de entusiastas cinéfilos que hacían cola para verla.67 Incluso más exitosa fue la presentación de Tchapaief (Gregorii y Sergei Vasiliev, 1934), que había sido lanzada en la URSS para conmemorar el setenta aniversario de la Revolución. Proyectada primero en Madrid el 2 de noviembre de 1936, Tchapaief, como el Kronstadt, era una historia bélica con ecos significativos para los soldados republicanos.68 La película narra la vida de Vasilii Chapayev, figura mítica de la guerra civil rusa que en 1919 aterrorizó a las tropas blancas en los Urales e inspiró al campesinado a defender la Revolución. En la película, el protagonista es promocionado a comandante, lidera brillantemente a sus hombre a una ofensiva y finalmente cae en la batalla de forma heroica.69 Tchapaief se convirtió en la película más vista en la España republicana, el Partido Comunista le dio gran valor pedagógico y muchos soldados la vieron repetidamente.70

Las relaciones entre los republicanos españoles y los soviéticos evolucionaron a buen ritmo a lo largo de 1936. En un año que empezó con una escasa movilización del Comintern en España, un PCE estancado y sin lazos diplomáticos de alto nivel, el arranque de la guerra civil transformó las posibilidades para una alianza bilateral, incluso para dos estados en la periferia de Europa. Los componentes de esta pujante amistad no eran pocos y afectaban a incontables vidas tanto en la República Española como en la Unión Soviética. El acercamiento diplomático sucedió de forma sorprendentemente rápida y el inicio de las campañas humanitarias soviéticas para ayudar a la República fue una gran inyección de moral para España. El apoyo militar de Moscú, que llegó en un momento clave de la Batalla de Madrid, insufló vida a una República casi quebrada. Este público cautivo, a cambio, fue explotado por los soviéticos en una ofensiva cultural con diferentes direcciones. Los meses finales de 1936 fueron el momento álgido del proyecto de colaboración soviético-republicano. Sabemos ahora que el destino de la República quedó determinado en los primeros meses de la guerra, en julio, agosto y septiembre de 1936. El compromiso de las potencias fascistas con el general Franco, la firma del pacto de No-Intervención por las potencias occidentales y la decisión de Stalin de ligar la ayuda militar soviética a las reservas de oro del Banco de España supusieron que el resultado de la guerra civil español dependería de un conjunto de condiciones internacionales que cambiaron poco, incluso dos años y medio después. La suerte de la República podía haber estado pendiente de un hilo durante el verano de 1936, pero el destino de Madrid estaba sentenciado unas semanas apenas iniciada la Operación X. Esto fue en parte por la difícil logística de suministro, pero también por el rechazo de Moscú a exponerse más en la causa republicana. En una guerra que vio cerca de un millón de personas tomar las armas en ambos lados, el contingente soviético fue comparativamente insignificante: todo el personal enviado desde Moscú fueron sólo 2082 hombres y mujeres.71 Además, que Stalin aconsejara a sus hombres en España «quedarse fuera del alcance del fuego de artillería»72 está confirmado con otras estadísticas: a finales de 1936, el Comisario de Defensa soviético, Kliment Voroshilov, envió una nota a Stalin informándole de que se ofrecería un pago único de 25.000 rublos a cada una de las familias de los veinticinco pilotos y conductores de tanque soviéticos que habían muerto en la guerra hasta ese momento.73

En los veintisiete meses de guerra que quedaban se reportaron sólo otro centenar de bajas soviéticas.74

Desde luego, la influencia militar soviética en la guerra llegó pronto a su mejor momento, pero la ventaja, una vez perdida, nunca se recuperó. El periodo de veintiún meses entre junio de 1937 y el final de la guerra, el 1 de abril de 1939, estuvo marcado por un continuo descenso en la implicación soviética con la República. Todos los indicadores importantes de la implicación soviética con la causa republicana estaban en declive: los suministros de armas se redujeron dramáticamente, las misiones diplomáticas se degradaron y retiraron, y los aviadores y las tripulaciones de los tanques se sustituyeron por republicanos. También se moderó la ofensiva propagandística inicial y, de hecho, en algunos ámbitos se eliminó. En el frente doméstico, el régimen soviético comenzó a desvincular a la población de los asuntos españoles. La guerra desapareció de las páginas centrales de los periódicos soviéticos estatales y en los discursos públicos los líderes soviéticos cada vez mencionaban menos la causa de la República. En los cines rusos, los noticieros dedicados a la segunda guerra chino-japonesa comenzaron a sobrepasar a la cobertura del conflicto en España. Durante los últimos veinte meses de la guerra, mientras que el Kremlin podía no haber abandonado totalmente sus esperanzas en una victoria republicana, el líder soviético no era tan optimista.

Stalin ha sido frecuentemente criticado por abandonar a la República a mitad del conflicto, pero documentación desclasificada recientemente sugiere una valoración más matizada de los patrones de suministro. La logística de la Operación X ciertamente se hizo mucho más difícil con el tiempo, con diversos factores conspirando para convertir los transportes desde la URSS en caros, muy arriesgados y en algunas rutas prácticamente imposibles. Según la disputa continuaba, el Comisariado de Defensa se angustiaba cada vez más porque los futuros envíos de armamento militar pudieran ser interceptados y no llegaran nunca a la zona republicana. Es más, después de que se agotara el oro de la República a principios de 1938, cualquier pérdida recaería directamente en los soviéticos. Pero una segunda cuestión fue igualmente relevante a la hora de determinar el volumen de los suministros. Incluso aunque se eliminara el problema del envío con éxito, la ventaja tecnológica soviética estaba definitivamente perdida hacia finales de la primavera de 1937. En esos momentos, los más sofisticados tanques y aviones soviéticos disponibles no podían ya competir con el armamento que se suministraba a los rebeldes. La llegada de los HE-111 y los ME-109 fabricados en Alemania convirtió a toda la flota de la Fuerza Aérea Roja de bombarderos, cazas y aviones de reconocimiento en prácticamente obsoleta.75 Mientras los nacionalistas nunca consiguieron igualar a los soviéticos en blindados, el envío de importantes contingentes de armamento antitanques alemán, insultantemente efectivo, convirtió esa cuestión en irrelevante.76 En definitiva, después de agosto de 1937, incluso aunque se hubiera abierto una ruta de tránsito segura y eficiente desde Rusia ningún material producido por la industria de defensa soviética hubiera podido socavar la cada vez más amplia posición de dominio tecnológico que tenían los rebeldes. En este sentido, sorprende poco que Moscú recortara su ayuda a mediados de 1937, si bien Stalin no la retiró completamente, sino que continuó comprometido con la República hasta prácticamente su final. Cerca del fin de la guerra, en una fecha tan tardía como diciembre de 1938, Moscú garantizó a la República una amplia línea de crédito y renovó los envíos de armas pero ya no pudo cambiar su curso.77 Al final, los soviéticos apostaron por el caballo perdedor en la guerra civil española.

El fin de la Operación X marcó no sólo el final de una era, sino también el inicio de nuevos capítulos en la misma historia épica. En muchos aspectos y por todo lo que conllevó, los últimos días de la guerra supusieron una genuina e implacable agonía. Estuvo, por supuesto, el terrible destino de los asesores soviéticos, un alarmante número de los cuales murió a su regreso a Moscú. Y también el de los brigadistas internacionales, que habían respondido a la llamada del Komintern y acabaron languideciendo en campos al sur de Francia.78 En ese momento Moscú los abandonó, a pesar de intentos al más alto nivel para motivar una actuación de Stalin. Una carta del 26 de agosto de 1939 al presidente soviético de los líderes del Comintern Georgii Dimitrov y Dimitrii Manuilskii fracasó en su intento de convencer a Stalin para que reconsiderara el caso de los exiliados. Dicho esto, sabemos ahora que el exilio en la Unión Soviética, incluso si estaba garantizado, no era una solución. Sólo hay que pensar en los pilotos españoles entrenados, estancados en la URSS al final de la guerra, o en los tres mil niños vascos y sus profesores, también abandonados. Su trayectoria es una de las más curiosas de todos los colectivos refugiados del siglo XX. No podían ser repatriados a la España de Franco sin consecuencias y su estatus estelar decayó rápidamente tras la caída de Madrid, con lo que perdieron inmediatamente su posición privilegiada. El inicio de la Segunda Guerra Mundial supuso, además, que, al igual que buena parte de la población urbana en la Rusia europea, los refugiados españoles fueran forzados a emigrar al este de los Urales. Aquellos que se habían casado con rusos se quedaron y algunos de ellos fueron enviados a Cuba en 1960 para proporcionar apoyo lingüístico a la segunda gran incursión de Moscú en el mundo hispánico. Pero simultáneamente hubo otros muchos miles de españoles viviendo contra su voluntad en la Unión Soviética hasta entrados los cincuenta, esto es, los restos de la División Azul, capturados en las batallas finales de la Segunda Guerra Mundial en Europa.79 El destino de la División Azul, de los niños refugiados vascos y del oro español abrió el capítulo más oscuro de las relaciones soviético-españolas, momento en el que Stalin condujo en 1946 una campaña que resultó inútil para establecer un embargo a España y así denigrar al dictador que había llegado al poder con la ayuda de los nazis y fascistas derrotados. Pero Franco superó a su enemigo pretérito y le sobrevivió durante más de dos décadas. El generalísimo que había contribuido a movilizar el levantamiento de julio enseguida consiguió rehabilitarse y situar a su país en esa fraternidad de países que eran las Naciones Unidas.

Desde luego, la promesa de la misión de Marcelino Pascua a Moscú en octubre de 1936, ese aparente descanso de la tristeza y el pesimismo, era una ilusión. Tres meses después, el cálculo de la noche de fin de año de 1936 de Voroshilov de veinticinco soldados soviéticos muertos suponía un crudo recordatorio de los límites de la contribución de Stalin al esfuerzo de guerra republicano. En una larga lucha de desgaste, separado de su aliado por 3.500 kilómetros, Moscú podría ganar algunas batallas en España, pero nunca la guerra civil española.

Traducción de Marta García Carrión

1. Archivo Histórico Nacional, Madrid (AHN), Diversos, M. Pascua, Leg. 5, Exp. 7, 1. La despedida en Atocha se comenta también en J. Zugazagoitia: Guerra y vicisitudes de los españoles, París, Librería Española, 1941, vol. I, p. 170.

2. Aunque ya cuenta con seis décadas de antigüedad, sigue siendo útil uno de los escasos informes del tan vilipendiado Comité de No Intervención, D. Cattell: Soviet Diplomacy and the Spanish Civil War, Berkeley, University of California Press, 1957. También son recomendables J. Edwards: The British Government and the Spanish Civil War, 1936-1939, Londres, Macmillan, 1979, y M. Alpert: A New International History of the Spanish Civil War, Nueva York, St Martin’s, 2004 (2ª edición).

3. El libro Homenaje a Cataluña de George Orwell (ed. original en inglés: Londres, Secker and Warburg, 1938) es una piedra angular de la interpretación ampliamente negativa de la izquierda sobre el papel soviético en España. Orwell creía que la guerra se situaba en el triángulo entre el fascismo, el comunismo y la democracia. Fue testigo de los «días de mayo» de Barcelona que vieron marchitarse al anarquismo catalán y la destrucción del no estalinista POUM.

4. Ver D. Kowalsky: La Unión Soviética y la Guerra Civil Española: una revisión crítica, Barcelona, Crítica, 2003 y Stalin and the Spanish Civil War, Nueva York, Columbia University Press, 2004 (edición en papel y e-book CUP Gutenberg).

5. Y. Rybalkin: Operatsiia ‘X’: Sovetskaia voennaia pomoshch’ respublikanskoi Ispanii (1936–1939), Moscú, AIRO-XX, 2000.

6. Ver A. Elorza, M. Bizcarrondo: Queridos camaradas: La Internacional Comunista y España, 1919-1939, Barcelona, Planeta, 1999; R. Skoutelsky: L’espoir guidait leur pas: Les volontaires français dans les Brigades internationales, 1936-1939, París, Bernard Grasset, 1998; F. Schauff: Der verspielte Sieg. Sowjetunion, Kommunistische Internationale und Spanischer Bürgerkrieg 1936-1939, Frankfurt am Main, Campus Verlag, 2004.

7. A. Viñas: La soledad de la república: el abandono de las democracias y el viraje hacia la Unión Soviética, Barcelona, Crítica, 2006; íd.: El escudo de la República. El oro de España, la apuesta soviética y los hechos de mayo de 1937, Barcelona, Crítica, 2007 e íd.: El honor de la República. Entre el acoso fascista, la hostilidad británica y la política de Stalin, Crítica, Barcelona, 2008.

8. El ya clásico estudio sobre la seguridad colectiva de mediados de los años treinta es J. Haslam: The Soviet Union and the struggle for collective security in Europe, 1933-1939, Londres, Macmillan, 1984.

9. Arkhiv Prezidenta Rossiiskoi Federatsii (Archivo Presidencial de la Federación Rusa, APRF), f. 3, op. 65, d. 221, 1.33.

10. A. Viñas: La soledad, cit., p. 86.

11. APRF, f.3, op. 65, d. 221, 1.34.

12. Rossiskii Gosudarstvennyi Voennyi Arkhiv (RGVA, Archivo Militar Estatal Ruso), especialmente el fondo 33987.

13. APRF, f. 3, op. 65, d. 221, l. 44.

14. Sobre las campañas domésticas ver Academia de las Ciencias de la URSS: International Solidarity with the Spanish Republic, 1936-1939, Moscú, Progreso, 1974, y D. Kowalsky: La Unión Soviética, cit., pp. 73-95.

15. A. Arsen’tevich Komshukov: «Natsional’no-revoliutsionnaia voina ispanskogo naroda 1936-1939 gg. I sovetskaia obchshestvennost». Tesis doctoral, Kharkov, 1979, p. 179.

16. V.A. Tolmachaev, «Sovetskii Soiuz i Ispaniia: Opyt I uroki internatsional’noi pomoshchi (1936-1939)». Tesis doctoral, Leningrado, 1991, pp. 68-69.

17. Sobre el nombramiento de Ehrenburg, ver APRF, f. 3, op. 65, d. 217, l. 17. Los tres periodistas rusos que viajaron a España escribieron memorias de sus experiencias. En español, ver M. Koltsov: Diario de la guerra española, Madrid, Akal Editor, 1978 e I. Ehrenburg: Corresponsal en España, Barcelona, Editorial Prensa Ibérica, 1998. Sólo en ruso, O. Savich: Dva goda v Ispanii, 1937–1939, Moscú, Sovetskii Pisatel, 1981.

18. D. Allen: «The Soviet Union and the Spanish Civil War». Tesis doctoral, Stanford University, 1952, pp. 437-438.

19. Sobre el nombramiento de los cineastas, ver APRF, f. 3, op. 65, d. 221, l. 66. Ellos también escribieron memorias, pero ninguna se ha traducido del ruso, ver R. Karmen: No Pasaran!, Moscú, Sovetskaia Rossiia, 1972, y B. Makaseev: «Iz khroniki geroicheskoi respubliki,» en íd.: My internatsionalisty: Vospominaniia sovetskikh dobrovol’tsev-uchastnikov natsional’no-revoliutsionnoi voiny v Ispanii, Moscú, Izdat. Politicheskoi Literatury, 1986 (2ª ed.), pp. 158-64.

20. Protocolo del Politburó del 17 de agosto de 1936. RGASPI, f. 17, op. 3, del. 980, l. 235.

21. Las actividades de Karmen fueron también objeto de artículos ocasionales en la prensa republicana; ver por ejemplo la extensa pieza biográfica y la entrevista publicadas en Mundo obrero, 8 de mayo de 1937.

22. Para una panorámica de la producción de noticieros durante la guerra civil ver D. Kowalsky: «The Soviet Cinematic Offensive in the Spanish Civil War», Film History 19-1 (2007), pp. 7-19, e íd.: «La ofensiva cinematográfica soviética en la guerra civil española,» Archivos de la Filmoteca, 60-61 (2008), pp. 50-77.

23. D. Kowalsky: La Unión Soviética, cit., pp. 25-41.

24. APRF, f. 3, op. 65, d. 217, l. 22.

25. APRF, f. 3, op. 65, d. 217, l. 21.

26. B. Volodarsky: Stalin’s Agent: The Life and Death of Alexander Orlov, Oxford, Oxford University Press, 2015, p. 155.

27. Sobre los inicios de la Carrera de Antonov-Ovseenko, ver I. Deutscher: The Prophet Armed, Londres, Oxford University Press, 1954, p. 221, e íd.: The Prophet Unarmed, Londres, Oxford University Press, 1959, pp. 116-17 y 160–61. Sobre su nombramiento como cónsul, ver la Reunión de Protocolo de Politburó del 21 de septiembre 21 de 1936, RGASPI, f. 17, op. 3, del. 981, l. 213.

28. L. Araquistáin: La intervención de Rusia en el conflicto Español: Revelaciones de un Ex-Embajador de la República Española, San José, Costa Rica, [s.e.], 1939, p. 11. La referencia aparece también en P. Broué: Staline et la révolution. Le cas espagnol, París, Fayard, 1993, pp. 102–103. El periodista/historiador Burnett Bolloten estuvo entre quienes dieron un crédito no debido a la versión de Araquistáin sobre la participación soviética, ver B. Bolloten: The Spanish Civil War: Revolution and Counterrevolution in Spain, 1936–1939, Chapel Hill, University of North Carolina Press, 1991.

29. D. Kowalsky: La Unión Soviética, cit., pp. 36-41.

30. Ibid., pp. 47-148.

31. AHN-Madrid. Diversos. M. Pascua, legajo 16, expediente 3. El documento es el currículum vitae de Pascua desde 1939. El mismo archivo ofrece mucha información de la vida de Pascua tras la guerra. En la primavera de 1939, el embajador emigró a los Estados Unidos donde ocupó un puesto docente en sanidad pública en la Universidad John Hopkins. Terminó su carrera en Ginebra como un funcionario en las Naciones Unidas dedicado a la sanidad pública. Pascua murió en 1977.

32. Pascua escribió dos artículos favorables a la medicina soviética después de regresar de la URSS, ver El Socialista, 11 y 12 de noviembre de 1932.

33. A. Viñas: La soledad, cit., p. 264.

34. Julián Zugazagoitia: Guerra y vicisitudes de los españoles, París, Librería Española, 1941, vol. I, p. 170.

35. APRF, f. 3, op. 65, d. 221, l, pp. 97-101.

36. El establecimiento de la embajada de Pascua en D. Kowalsky: La Unión Soviética, cit., pp. 42-67.

37. Ibid., pp. 50-62.

38. Ibid., pp. 42-67.

39. Ibid.

40. Maiskii escribió con detalle sobre su época en el Comité de No-Intervención en dos ocasiones

41. Aunque tiene ya medio siglo, sigue siendo útil el único relato del tan denostado Comité de No Intervención, D. Cattell: Soviet Diplomacy and the Spanish Civil War, Berkeley: University of California Press, 1957. Otra fuente útil es H. Geiss: «Das ‘Internationale Komitee für die Anwendung des Abkommens über die Nichteinmischung in Spanien’ als Instrument sowjetischer Außenpolitik 1936–1938», Tesis doctoral, Frankfurt-am-Main, 1977.

42. DVP SSSR, vol. XIX, pp. 464-464, 470-471, 513-514.

43. Istoriia vtoroi mirovoi voiny, Moscú, Voennoe izdat., 1974, vol. II, pp. 54, 137.

44. La mejor información sobre la operación militar en I. E. Ribalkin: Operatsiia «X»: Sovetskaia voennaia pomoshch’ respublikanskoi Ispanii, Moscú, AIRO-XX, 2000.

45. La cuestión del oro ha sido tratada en numerosas ocasiones por Ángel Viñas. Ver A. Viñas: El oro de Moscú, Barcelona, Grijalbo, 1979; íd.: El oro español en la guerra civil, Madrid, Instituto de Estudios Fiscales, 1976; íd.: «The financing of the Spanish Civil War,» en P. Preston (ed.): Revolution and War in Spain, 1931-1939, Londres, Methuen, 1984, pp. 266–283; y de forma más reciente en íd.: La soledad de la República, Barcelona, Critica, 2006, pp. 373-398.

46. No hay ningún trabajo académico actualizado en ninguna lengua sobre el poder aéreo soviético durante la guerra. El trabajo más actualizado sobre el ejército soviético en España es S. J. Zaloga: Spanish Civil War Tanks: The Proving Ground for Blitzkrieg, Oxford, Osprey, 2010.

47. Las memorias de Kuznetsov apenas se han incorporado a la producción escrita sobre la guerra que no es rusa, aunque tienen un gran valor especialmente al clarificar los problemas logísticos a los que se tuvo que enfrentar la armada soviética para transportar material a España. Ver N.G. Kuznetsov: Nakanune, Moscú, Voenizdat, 1969; íd.: Na dalekom meridiane, Moscú, Nauka, 1988 (3ª ed.); y en inglés íd.: Memoirs of Wartime Minister of the Navy, Moscú, Progress, 1990.

48. D. Kowalsky: La Unión Soviética, cit., pp. 290-306.

49. Ibid., pp. 307-320.

50. Informe de Codavilla al CEIC, 22 de septiembre de 1936, RGASPI, f. 495, op. 2, del. 233, ll. 56-99.

51. La mejor introducción a la formación de las Brigadas Internacionales son los trabajos de R. Skoutelsky: Novedad en el Frente: Las Brigadas Internacionales en la guerra civil, Madrid, Ediciones Temas de Hoy, 2006; íd.: «The Comintern and the International Brigades,» The Volunteer XXIV-1, 2002, pp. 9-13; e íd.: L’espoir guidait leur pas: Les volontaires français dans les Brigades internationales, 1936-1939, París, Bernard Grasset, 1998.

52. Para la versión de Longo sobre las Brigadas Internacionales, ver L. Longo: Las Brigadas internacionales en España, México D.F., Ediciones Era, 1966.

53. En septiembre de 1937 el Daily Worker, órgano del Partido Comunista de Estados Unidos, reconoció que había reclutado cuadros activamente. Ver R. D. Richardson: Comintern Army: The International Brigades and the Spanish Civil War, Lexington, University of Kentucky Press, 1982, p. 32.

54. Komunisticheskii Internatsional: Kratkii istoricheskii ocherk, Moscú, Politizdat, 1969, p. 460.

55. Ver R. Skoutelsky: L’espoir guidait leur pas, cit., pp. 29-54.

56. Sobre la llegada de las Brigadas Internacionales ver H. G. Thomas: The Spanish Civil War, Nueva York, Simon & Schuster, 1994 (3ª ed.), p. 456. Sobre su establecimiento en la base de Albacete, ver R. Skoutelsky, L’Espoir guidait leur pas, cit., pp. 29-79, e íd.: Novedad, cit., pp. 76-84.

57. Esta es la estimación relativamente conservadora y en ningún caso definitiva de H. G. Thomas: The Spanish, cit., pp. 982-983. Documentos desclasificados soviéticos indican hasta 50000. RGASPI, f. 495, op. 76, del. 33, l. 18, citado en M.V. Novikov: SSSR, Komintern i grazhdanskaia, Iaroslav, Iaroslavskii gosudarstvennyi pedagogicheskii universitet, 1995, vol. II p. 100.

58. El papel de Moscú en la creación y supervisión de las Brigadas Internacionales es el tema de parte de R. Radosh, M. R. Habeck, G. Sevostianov (eds.): Spain Betrayed: The Soviet Union in the Spanish Civil War, New Haven/Londres, Yale University Press, 2001, pp. 233-260 y 431-473.

59. El primer estudio sobre el tema fue E. Zafra: Los niños españoles evacuados a la URSS, Madrid, Ediciones de la Torre, 1989, si bien no incorporaba materiales de archivos rusos. En D. Kowalsky: La Unión Soviética, cit., pp. 96-120, se utilizaban documentos inéditos de época soviética. Estas informaciones han quedado recientemente complementadas por diversos relatos como S. Castillo: Mis años en la escuela soviética, Madrid, Libros de la Catarata, 2009 e I. Colomina Limonero: Dos patrias, tres mil destinos: vida y exilio de los niños de la Guerra de España refugiados en la Union Soviética, Madrid, Cinca, 2010.

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675 s. 9 illüstrasyon
ISBN:
9788491344094
Telif hakkı:
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