Kitabı oku: «Friedrich Schiller», sayfa 2
Die Piccolomini | Los Piccolomini |
Spät kommt ihr, -doch ihr kommt! (I/1) | Aunque tarde, llegáis al fin, 353 |
Der langen Rede kurzer Sinn (I/2) | ¿Qué queréis dar a entender con este discurso?, 355 |
Der Wein erfindet nichts, er schwatzt’s nur aus. (IV/7) | El vino nada inventa: no hace sino que expresa lo que se siente, 410 |
Vor Tische las man’s anders! (IV/7) | Antes de sentarnos a la mesa he observado que el documento estaba redactado de otra forma, 410 |
Das eben ist der Fluch der bösen Tat, / dass sie fortzeugend immer Böses muss gebären. (V/1) | Esta es precisamente la fatalidad que acompaña al mal, / de lo que resulta que se agranda y multiplica al infinito, 415 |
Wallensteins Tod | La muerte de Wallenstein |
Mars regiert die Stunde (I/1) | La hora está bajo la influencia de Marte, 423 |
Ich hab hier bloß ein Amt und keine Meinung. (I/5) | No he venido a emitir opiniones sino a cumplir la misión que me han confiado, 430 |
Schnell fertig ist die Jugend mit dem Wort. (2/2) | Con qué ligereza hablan los jóvenes, 441 |
Mich schuf aus gröberm Stoffe die Natur. (II/2) | ... pero a mí Natura me hizo de astilla más difícil de partir, 441 |
Daran erkenn’ ich meine Pappenheimer (3/15) | Reconozco en esto a mis hombres de Pappenheim, 476 |
O hätt ich nimmer diesen Tag gesehn! (IV/2) | ¡Más me valiera que Dios no me hubiese dejado ver la luz de hoy!, 521 |
Muchas de las citas aducidas se han convertido, en alemán, en dichos con carácter refranístico y son tan de vox populi que con dificultad se reconocen en la traducción correspondiente, lo cual se debe acaso a la falta de pragmática situacional de ésta. Cuando un germanohablante le pide a alguien que vaya al grano o cuando quiere sintetizar sus propias explicaciones, suele decir en tono jocoso: «Der langen Rede kurzer Sinn», es decir, «en resumidas cuentas» o «para abreviar». De hecho, la pragmática discursiva parece haber cambiado desde tiempos de Schiller, ya que en su texto plasmaba la exhortación al interlocutor de ir al fondo de la cuestión sin dar rodeos, mientras actualmente la frase se emplea también para resumir las palabras dichas por uno mismo.
De Don Carlos disponemos de tres traducciones que en ocasiones muestran unas diferencias considerables. La primera versión es de Fernando Magallanes,23 la segunda –entre paréntesis– de Tamayo (1964) y la tercera –entre corchetes– de Cansinos Assens y Manuel Tamayo (1994).24 Cuando sólo indicamos una versión es porque no existen diferencias entre ambas:
Don Karlos | Don Carlos |
Wo alles liebt kann Karl allein nicht hassen. (I/1) | Lo que todos aman no puede odiarlo solamente Carlos, 136 (Donde todo el mundo ama, no puede aborrecer Carlos, 214) [No va a ser Carlos el único que lo odia, 18] |
Du sprichst von Zeiten, die vergangen sind. (I/2) | Hablas de épocas pasadas, 139 [Hablas de tiempos que ya pasaron, 22] |
Sprich mir von allen Schrecken des Gewissens, / von meinem Vater sprich mir nicht! (I/2) | Háblame de todos los temores de la conciencia; de mi padre no me hables, 142 (Háblame de todos los tormentos de la conciencia; mi padre, no me hables de él, 217) [Háblame de todos los espantos de la conciencia, pero de mi padre no me hables, 24] |
Große Seelen dulden still. (I/4) | Las almas sublimes sufren en silencio, 150 [Las almas grandes sufren en silencio, 34] |
Fern von Madrid (I/6) | Lejos de Madrid, 157, [43] |
Arm in Arm mit dir, so fordre ich mein Jahrhundert in die Schranken. (I/9) | Contigo del brazo, así desafío a mi siglo, 162 (Del brazo contigo, desafío al universo entero, 222) [Cogido de tu brazo tendré a raya a mi siglo, 49] |
Ich habe das Meinige getan, tun Sie das Ihre! (V/11) | ¡Cardenal! Lo mío lo he hecho yo; lo vuestro, hacedlo vos, 298 (¡He cumplido mi deber! ¡Ahora cumplid el vuestro!, 396) [Cardenal, yo hice ya lo mío... ¡Ahora haced vos lo vuestro!, 222] |
A veces la versión moderna es más exacta («Jahrhundert» por supuesto que es «siglo» y no «universo entero», aquí el traductor se ha corregido a sí mismo en la versión posterior), otras veces la versión más antigua corresponde más al sentido exacto de las palabras alemanas («Schrecken des Gewissens» no son «temores» ni quizá tampoco «tormentos», sino «terrores», «sustos», «espantos»).
La traducción anónima del Fiesko de 194725 parece tan sorprendentemente bien lograda en su escueta precisión que uno queda intrigado por su autoría:
Die Verschwörung des Fiesko zu Genua | La conjuración de Fiesco |
Verderben, gehe deinen Gang! | Ahora siga la destrucción su camino, 218 |
Wenn ich ein Lamm schenken will, lass ich’s durch keinen Wolf überreichen. | Cuando quiero regalar a alguien un cordero, no se lo confío al lobo, 219 |
Wen der Wolf nicht zerriss, den prellte der Fuchs. | Quien escapaba de los dientes del lobo, caía en los de la zorra, 222 |
Der Mohr hat seine Schuldigkeit getan, der Mohr kann gehn. | El moro ha cumplido su tarea y puede retirarse, 228 |
Uno de los problemas más acuciantes de una eficaz escenificación de los dramas de Schiller en España26 es el metro y el perfecto esquema de rimas que casi siempre se obvian en la traducción, con lo cual se pierde a la fuerza también gran parte del efectismo. Si se trata de dar a conocer y difundir en su justa medida la obra de Schiller, habría que hacer un intento de no reproducir únicamente el contenido (acción o narración), sino también aproximarse a la perfección lingüística con que Schiller revestía su pensamiento.
El primero de los criterios para las «geflügelte Worte», el de la actualidad, lo cumplen las citas de Schiller siempre y por doquier. Para terminar, volveré a formular la pregunta de si ciertas sentencias siguen vigentes para nosotros aquí y ahora.
La cita de María Estuardo: «Denn ein gebrechlich Wesen ist das Weib» (II, 3 [«La mujer es frágil»]), puesta en boca de Talbot, nos parece hoy no sólo cuestionable, sino simplemente absurda, pero el propio Schiller ya ponía en duda esta sentencia.27 Sólo la citaría un germanohablante para ironizar y desmentir tal flaqueza. En cambio son de candente actualidad las siguientes ideas del mismo drama: «Was man nicht aufgibt, hat man nie verloren» (II, 5 [«Aquello a que nunca se ha renunciado, nunca está perdido»], Cansinos y Tamayo, 1973: 798); «Was man scheint, hat jedermann zum Richter; / Was man ist, hat keinen» (II, 5 [«Todo el mundo juzga a uno por lo que aparenta y no por lo que es»], Cansinos y Tamayo, 1973: 798), y «Ich will mich nicht der Rechenschaft entziehen, / Die Richter sind es nur, die ich verwerfe» (I,7 [«No pretendo sustraerme a la justicia; lo que recuso son solamente los jueces»], Cansinos y Tamayo, 1973: 780). Lo mismo podemos decir de estas citas de Wallenstein: «Es wächst der Mensch mit seinen größern Zwecken» (prol., Wallensteins Lager) («Sólo los grandes asuntos remueven profundamente el alma de la humanidad») (Yxart, 1886: 118); «Den Menschen macht der Wille groß und klein» (Wallensteins Tod IV, 8 [«La voluntad es la que nos hace nobles o humildes»]);28 «Ein Wort nimmt sich, ein Leben nie zurück» (Wallensteins Tod IV, 6 [«Es posible revocar lo dicho, pero imposible resucitar al muerto», Bes, 1969: 499]) y «Stets ist die Sprache kecker als die Tat» (Piccolomini I,3 [«La lengua siempre es más osada que la acción», Bes, 1969: 361]). Se trata de apreciaciones universales sobre la vida y el ser humano que nadie pondrá seriamente en duda. Su universalidad garantiza a la vez la durabilidad de la obra de Schiller, de la que desde luego aún no se ha dicho la última palabra.
Ha llegado la hora de hacer un nuevo análisis científico de su lenguaje y el ideario que expresa para poder reinstaurar su obra en el lugar que merece. El historiador Schiller sabía muy bien lo fugaces que son la moda y el gusto, pero también sabía que la historia encierra en su seno a menudo elementos y factores ocultos que pueden entrañar cambios copernicanos: «Wer weiß, was in der Zeiten Hintergrunde schlummert!» (Don Carlos, I,1 [«¿Quién sabe lo que dormita en la profundidad de los tiempos?», Magallanes, 1996: 136]).
1 Hay que tener en cuenta que durante la época que nos ocupa ya no existía apenas el analfabetismo y los hombres y las mujeres en Alemania contaban con un nivel mínimo de escolarización.
2 Cfr. los casos de Friedrich Hebbel, Franz Grillparzer y Otto Ludwig.
3 Para diferenciar los conceptos bonmot, aforismo y gefl ügeltes Wort conviene reparar en lo siguiente: Cita y gefl ügeltes Wort se refieren a un «constructo preformado por la tradición literaria». Ambos se diferencian tan sólo por la frecuencia de uso. En un breviario del año 1834 se define bonmot como sigue: «chispa del ingenio, hijo del chiste, hermano del calambur, una bola luminosa en la conversación, propio sobre todo de la cháchara en sociedad de los franceses. Condimento del diálogo en la comedia y descendiente fiel del ingenio y el capricho satírico» en: Carl Herloßsohn (ed.): Damen-Conversations-Lexikon (1834-1836), (selección de un original de 10 vol.), Berlín, Unions-Verlag, 19892, p. 41. Por otra parte, se define aforismo como «sentencia concisa e ingeniosa en prosa, cerrada en sí misma, que transmite un saber, una experiencia o sabiduría vital» (trad. mía). Conviene tener presente que las citas schillerianas se adscriben a formas mixtas. Según Duden, «se habla de gefl ügeltes Wort –término acuñado por August Büchmann– cuando se cumplen los siguientes criterios: 1) La cita debe ser ampliamente conocida y poseer cierta actualidad debida a su contenido; 2) la cita debe ser empleada durante un período de tiempo relativamente largo, y 3) la cita debe remontarse a una fuente literaria o a un personaje histórico documentado –al menos con un alto grado de verosimilitud». Los tres criterios son aplicables a Schiller, cfr. Werner Scholze-Stubenrecht et al.: DUDEN 12: Zitate und Aussprüche. Herkunft und aktueller Gebrauch, Mannheim/Leipzig/Wien/Zürich, Dudenverlag, 1993, pp. 12-13.
4 Günter Schmidt y V. Wahl: Der Jenaer Schiller. Lebenswelt und Wirkungsgeschichte 1789-1959, Jena, Quartus-Verlag, 2005 (trad. mía). Cfr. también las siguientes semblanzas de Schiller: Benno von Wiese: Schiller. Einführung in Leben und Werk, Stuttgart, Reclam, 1955; Friedrich Burschell: Schiller, Hamburg, Rowohlt, 1958; Götz-Lothar Darsow: Friedrich Schiller, Stuttgart, Metzler, 2000.
5 August Georg Büchmann: Geflügelte Worte. Der Zitatenschatz des deutschen Volkes, Frankfurt a. M., Berlín, 198937. Este filólogo alemán (1822-1884) fue el primero en emplear este término para el tipo de citas en cuestión. La primera edición de esta obra data de 1864 (Berlín, Haude & Spener).
6 La traducción de este verso y todos los que siguen de las baladas que no cuentan con versión española es mía.
7 La voz popular ha generado su propia rima un tanto grosera: «da kann kein Knopf die Hose halten» («ahí ningún botón sujeta el pantalón»).
8 Heinrich Böll: Wanderer, kommst du nach Spa... Erzählungen, München, dtv., 199333ª, pp. 35-43.
9 Cfr. Viktor Klemperer: LTI (Lingua Tertii Imperii). Notizbuch eines Philologen, Berlín, Aufbau, 1947.
10 Cfr. Gerardo Vera, director del Centro Dramático Nacional, en El País, 26 de febrero de 2006, p. 50: «Los clásicos son la conciencia de su época. Eligen, casi siempre, al hombre como eje de reflexión y al hombre lleno de contradicciones».
11 Dosdrowski/Müller/Scholze-Stubenrecht/Wermke: DUDEN Deutsches Universalwörterbuch A-Z, Mannheim, Bibliographisches Institut, 19963, p. 1128 (trad. mía).
12 Rolf-Peter Janz: «Schiller-Parodien», en Hans-Jörg Knobloch y Helmut Koopmann (eds.): Schiller heute, Tübingen, Stauffenburg, 1996, p. 193 (trad. mía).
13 Friedrich von Schiller: Baladas (ed. bilingüe, trad. José Manuel de Pabón), Barcelona, Ed. Ibérica, 1944. (Las indicaciones que damos a continuación de una cita siempre se refieren al traductor y su edición).
14 Friedrich von Schiller: Obras selectas: Los bandidos. Intrigas y amor. La doncella de Orleáns. Wallenstein. Don Carlos (trad. Manuel Tamayo Benito), Barcelona, Bruguera, 1965.
15 Friedrich von Schiller: Dramas de C.F. Schiller: La novia de Mesina. Wallenstein (trad. de José Yxart), Barcelona, Daniel Cortezo, 1886, p. 977.
16 Friedrich von Schiller: Obras maestras (trad. M.ª Josefa Lecluyse y Antonio Clement), Barcelona, Iberia, 1984.
17 Trad. mía.
18 Trad. mía.
19 Trad. mía.
20 Trad. mía.
21 La fuente alemana para todas las citas es Friedrich von Schiller: Werke. 2 vol., Berlín/ Darmstadt, Tempel, 1967. Las cuatro baladas analizadas narran acontecimientos de la Antigüedad griega y de la Edad Media que pretenden ilustrar la amistad fiel, la ciega osadía, la justicia poética y la heroicidad.
22 Friedrich von Schiller: La doncella de Orleáns (trad. Manuel Tamayo Benito), Barcelona, Ramón Sopena, 1965; Friedrich von Schiller: Dramas. La doncella de Orleáns. María Estuardo. Guillermo Tell (trad. Manuel Tamayo Benito), Madrid, Aguilar, 1969; Friedrich von Schiller: Teatro completo (trad. Rafael Cansinos Assens y Manuel Tamayo), Madrid, Aguilar, 1973. En este último tomo, la traducción de El campamento de Wallenstein no incluye el «Prólogo», por lo que anteriormente lo he citado en la edición de Yxart de 1886.
23 Friedrich von Schiller: Don Carlos, infante de España (ed. Luis Acosta, trad. Fernando Magallanes), Madrid, Cátedra, 1996.
24 Friedrich von Schiller: Don Carlos (trad. Rafael Cansinos Assens y Manuel Tamayo), Barcelona, Orbis, 1994.
25 Friedrich von Schiller: La conjuración de Fiesco (sin trad.), Revista Literaria 823, año XIX, 16 de febrero, 1947, pp. 218-235 (1-19). Citamos la página a continuación del verso en cuestión. Esta obra se había estrenado en el Teatro Español en versión de Eduardo Marquina el 2 de mayo de 1946.
26 María Estuardo se estrenó el 23 de diciembre de 1942, dirigida por Nicolás González Ruiz en el Teatro Español, y se presentó con nueva dramaturgia de María Ruiz y Ronald Brouwer en 1996 en el Teatro Albéniz de Madrid con Natalia Dicenta en el papel principal.
27 Aunque bien es cierto que la propia reina Isabel le contesta: «La mujer no es débil. Hay en nuestro sexo almas fuertes», cfr. Cansinos y Tamayo, 1973: 793.
28 Friedrich von Schiller: Obras selectas: Los bandidos. Intriga y amor. Wallenstein. Don Carlos (ed. José Mínguez Sander, trad. de José M.ª Claramunda Bes), Barcelona, Bruguera, 1969, p. 504.
EL PROCESO DE TOMA DE DECISIONES EN LA TRADUCCIÓN LITERARIA: DIE RÄUBER DE FRIEDRICH SCHILLER
José Antonio Calañas Continente
Universitat de València
INTRODUCCIÓN
La complejidad de la actividad del traductor está determinada tanto por factores inherentes al texto como por factores externos, puramente extratextuales, que convergen y han de ser tenidos en cuenta a la hora de tomar decisiones de traducción. Las diferencias existentes entre las lenguas de partida y de llegada, la conceptualización distinta y específica de cada una de ellas, los horizontes de expectativas que abre el uso de una u otra expresión en cada idioma sólo son conjuntos de factores que deben valorarse a la hora de hacer una buena traducción.
Si a toda esa pléyade de factores se le añade el hecho de que el texto que hay que verter de su lengua original a otra diferente es un texto literario, la complejidad aumenta de manera exponencial: a todo lo mencionado en el párrafo anterior se añade la función estética propia del uso literario del lenguaje y el respeto que se debe a la voluntad creadora del autor. Este contexto de trabajo se complica todavía más cuando el original que debe traducirse es una obra de la importancia de Die Räuber de Friedrich Schiller.
En este artículo, tras contextualizar la obra original y hacer un recorrido por sus diferentes ediciones en castellano, nos detendremos en algunos de los problemas de traducción que han precisado de una reflexión más profunda con el fin de ejemplificar los procesos seguidos en la toma de decisiones de traducción.
1. EL TEXTO DE PARTIDA
La primera edición de Los bandidos (Die Räuber) se publica en 1781 en Frankfurt y Leipzig sin dejar constancia de los datos del autor, probablemente para eludir problemas con la censura y para esquivar en lo posible las consecuencias de herir la susceptibilidad de ciertas personas de relevancia que pudieran sentirse aludidas por el contenido de la obra.
Tras el exitoso estreno teatral en Mannheim, se publicó en 1782 la versión escénica con las modificaciones sugeridas por Dalberg, director artístico del teatro, una edición que se conoce como el Libro del apuntador de Mannheim (Mannheimer Soufflierbuch). Esta versión es más fiel a la idea original de Schiller, quien se vio forzado a hacer para la versión teatral demasiados cambios, más de los que él hubiese deseado.
La versión definitiva (de la que parten las ediciones canónicas) se recoge en la segunda edición de la versión de Stuttgart, la conocida como «edición del león» (Löwenausgabe) por el grabado de la portada. Esta figura de león lleva escrito el lema «In tirannos», frase que al parecer contribuyó a consolidar la fama de revolucionario de Schiller.
Con Los bandidos, Schiller da un nuevo impulso al tema del bandido noble, un tema visto en personajes como Robin Hood y que en Alemania sirvió para dar vida a un subgénero novelístico: las novelas de bandidos (Räuberromane). Este subgénero surge a finales del siglo XVIII y contribuye a la ampliación del mercado literario, una consecuencia inmediata del abaratamiento de los libros, de la mejora de las técnicas de reproducción y, por supuesto, de la consolidación en las ciudades de un sector de población interesado por la lectura como una actividad de esparcimiento más. Estas circunstancias contribuyen al surgimiento de la literatura ligera (Trivialliteratur), dentro de la que se encuadrarían en primer término las novelas de bandidos.
Sin embargo, Los bandidos superará de inmediato los límites de la literatura de entretenimiento para convertirse en un símbolo de la lucha contra la sociedad establecida. Sus proclamas, en boca de Spiegelberg, dirigidas a «abolir la Biblia» (II, 1),1 a «proclamar la república» (I, 2; variante de I, 2) o a «reconquistar Tierra Santa para dedicarse al chalaneo con los turcos» (I, 2), son interpretadas casi desde el primer momento como una invitación a sublevarse, o si no como soflama revolucionaria, sí al menos como una indicación expresa de la necesidad de cuestionarse el poder establecido del emperador (poder casi inexistente, estamos muy cerca de las invasiones napoleónicas, de la abdicación en 1806 del último emperador del Sacro Imperio Romano Germánico) y de los muchos señores territoriales que hacían de Alemania un mosaico de jurisdicciones y territorios soberanos de distinto tipo (en esta época se cuentan más de mil entidades territoriales o jurisdiccionales en el territorio del Imperio), cada uno de ellos con sus leyes, su moneda, su sistema de unidades de medida, etc.
La actitud revolucionaria de la época, que puede resultar lógica desde la perspectiva actual, tuvo diversas manifestaciones cuyo análisis excedería el marco de este artículo. Debe resaltarse, no obstante, que esa actitud fue crucial en la génesis de una obra como Los bandidos y que parte de los planteamientos ideológicos que encontramos en el personaje central, Karl Moor, son producto directo de ella, aunque nos encontremos con afirmaciones más tajantes y de carácter más incendiario en el personaje del Spiegelberg de Leipzig, cuando toda vía era amigo y compañero de correrías del líder de los bandidos.
2. EL TEXTO DE LLEGADA: TRADUCCIONES DE DIE RÄUBER AL ESPAÑOL2
La primera traducción al español de este drama de Schiller se publica en 1869: se trata de la traducción que hace José Fernández Matheu para la antología de «Teatro selecto antiguo y moderno, nacional y extranjero». En 1881, Eduardo de Mier y Barbey publica Los ladrones en una selección de obras dramáticas editada en la Biblioteca Clásica de la Librería de Pelayo, Páez y Cía. Esta traducción va precedida de un prólogo extenso dedicado a la vida y obra de Schiller y fue reimpresa en numerosas ocasiones (1904, 1906, 1907, 1909-1910, 1913 y 1925-1928) aunque, a pesar de esta gran difusión, no logró imponerse el título Los ladrones.
La primera traducción independiente al español que encontramos es de 1878. La realiza Desiderio Corchón y se publica en la Biblioteca Universal (con reediciones en 1902, 1918 y 1927). Posteriormente, en 1930, aparece una traducción anónima de Los bandidos en la colección «Las cien mejores obras de la literatura universal», dentro de las «Bibliotecas Populares Cervantes»; la que sigue cronológicamente también es anónima y aparece en 1947 en la Revista Literaria, una publicación que combina textos consagrados de la literatura universal con otros más ligeros o de entretenimiento. Después de estas ediciones habrá que esperar a 1960 para encontrarnos una nueva versión española del drama de Schiller, esta vez a cargo de María Josefa Lecluyse y Antonio Clement dentro de la colección «Obras maestras» de la Editorial Ibérica. En 1969, se incluye también Los bandidos en la selección de dramas publicada por Bruguera, Libro clásico. La traducción corrió a cargo de José M.ª Claramunda, edición que antecede a la edición completa en 1973 de toda la obra dramática de Schiller a cargo de Rafael Cansinos Assens y Manuel Tamayo Benito (que es quien realiza la traducción de Los bandidos).
En suma, Los bandidos no es una obra que haya sido ignorada en el mercado editorial en español: a las traducciones mencionadas antes se añaden también otras ediciones, bien en antologías o bien publicadas fuera de otras colecciones. Sin embargo, la última traducción al castellano data de 1973 (la más reciente al catalán es de 1983) y por eso pareció interesante acometer la tarea de realizar una nueva traducción más acorde con el uso actual del castellano.
3. EL PROCESO DE TRADUCCIÓN DE LOS BANDIDOS
3.1 Consideraciones previas
Una vez puesta la obra original en su contexto y hecha una revisión de las diferentes ediciones que se han hecho de Los bandidos en España, haremos un recorrido por algunos aspectos de la nueva traducción de Die Räuber para explicitar las decisiones más meditadas o que precisaron de un proceso de reflexión más intenso. Comenzaremos por las decisiones previas que afectan a la forma de la traducción completa y nos centraremos después en algunos aspectos puntuales que consideramos representativos de todo el proceso de traducción.
3.2 Estilo general
Esta decisión resulta esencial y es la primera que debe tomar todo traductor literario, ya que condicionará el trabajo en sí y será determinante en la conformación del producto final. En el caso de Los bandidos, había que decidir si se recreaba el texto con el estilo propio de finales del siglo XVIII o si optábamos por actualizarlo y hacer una traducción al castellano de principios del siglo XXI.
La opción de recrear el texto de Schiller en el castellano propio de 1800 nos pareció inadecuada por la dificultad que entrañaba y por el gran riesgo que suponía reconstruir una variante del castellano que ya ha sido más que sustituida por otra. No se puede obviar aquí el hecho de que toda lengua está en permanente evolución y que es precisamente ésta la que hace aconsejable volver a traducir los grandes textos clásicos. Aunque la lengua en sí sea la misma, está claro que los usos de determinadas expresiones han perdido la fuerza que tenían hace doscientos años, que muchas de las connotaciones habituales en esa época y buscadas por el autor ya no son efectivas en la intuición lingüística de los hablantes. Siendo la traducción literaria, en cualquier caso, un proceso en el que el traductor se ve abocado a interpretar el original, a recrear la obra manteniendo bien la forma o bien el mensaje (siempre y cuando haya de llegarse a este conflicto), hay que ser muy conscientes de la relevancia de las decisiones y asumirlas a lo largo de todo el texto para poder así mantener la coherencia con la intención original del autor.
En la traducción que presentamos se optó por verter el original de Schiller al castellano contemporáneo, procurando utilizar una variante neutra desde el punto de vista dialectal que aun así mantuviera las diferencias de registro propias de los personajes. Se intenta de este modo que los personajes de la obra mantengan los rasgos personales que les da el autor. Así, tenemos que Amalia, igual que Karl, utiliza un discurso más cuidado, mientras que Daniel tiende a hacer un uso de la lengua propio de un registro menos culto que el de sus señores. Para los bandidos se optó por un lenguaje más vulgar, propio de personas con un nivel cultural inferior, ya que no todos ellos fueron estudiantes previamente (o lo fueron con un resultado desigual). Se pensó que era conveniente mantener para los miembros de la banda que se conocieron en Leipzig un estilo algo más ilustrado, si bien en algunos momentos caen a un registro mucho más vulgar.
3.3 Objetos
En general, los objetos no han presentado ningún tipo de problema a la hora de encontrar un equivalente en castellano. Quizá el ejemplo más relevante en este apartado sea el pelícano del que habla Spiegelberg en II, 3: «La integridad se bambolea como un diente picado, sólo tienes que aplicar el pelícano», una palabra en apariencia de traducción sencilla ubicada en un contexto en el que no tenía sentido. Esto nos obligó a realizar una búsqueda más concisa de equivalentes. El término alemán Pelikan designa, igual que en castellano, a un ave acuática, pero se utilizaba también para referirse a una pieza del instrumental del dentista, concretamente a una tenaza para extraer muelas. La búsqueda en Internet de términos en documentos relacionados con la odontología arrojó el resultado de que en castellano también se utiliza el nombre de esa ave para designar el mismo instrumento. Como quiera que el instrumento está en desuso desde hace tiempo (resultaba muy fácil dañar la mandíbula con él), se optó por la nota del traductor para aclarar al lector el significado en ese contexto.
3.4 Texto en verso
El traductor de un texto literario se ve con frecuencia ante el dilema de mantener la forma o de mantener el contenido de lo dicho por el autor. En el caso de Los bandidos nos decantamos muy pronto por mantener la densidad del contenido y la variedad de registros de lengua, y por esta razón se descartó la posibilidad de recrear en verso los numerosos cantos y citas de obras usados por Schiller con esta forma. La diferencia entre los esquemas métricos de ambas lenguas (y la enorme dificultad para encontrar equivalentes en castellano con un número similar de sílabas) contribuyó sin lugar a dudas a optar por la prosa en estos casos. Se respetó el ritmo en donde fue posible y, ahí sí, se procedió con gran escrupulosidad en la elección de los equivalentes de traducción para mantener el indiscutible registro literario de los textos. El único caso donde no se opta por las traducciones de registro más alto es en la canción de los bandidos que abre la escena quinta del cuarto acto: el tono del original es claramente vulgar, en ocasiones soez:
Robar, matar, ir de putas, pelear
sólo es nuestra diversión.
Mañana nos ahorcarán,
por eso, pues, riamos ahora.3
3.5 El título de la traducción
Cuando aceptamos el reto de preparar una nueva edición de Los bandidos, nos planteamos también la cuestión del título de la obra. Esta decisión no resulta nada fácil, puesto que en los más de ciento treinta años transcurridos desde la publicación de la primera edición en castellano parece que es ése el título que ha adquirido carta de naturaleza en el mundo literario en castellano. Consideramos, sin embargo, que el carácter de los bandidos, en especial de Karl Moor, podría dar cabida a otros títulos. Esta cuestión no merecería mucho interés si se tratara de una obra desconocida para el público, pero no es ése el caso de esta obra de Schiller. En el caso de Los bandidos, un cambio de título de la traducción podría generar ciertas incomodidades entre especialistas y lectores en general: podrían pensar que se trata de una obra desconocida cuando no es ése el caso. Aun así, consideramos la posibilidad de ofrecer un título alternativo tras seguir un procedimiento riguroso para apoyar (o no) el cambio de título.