Kitabı oku: «Universidad y Sociedad: Historia y pervivencias», sayfa 11

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5. Véase Adiele Eberechukuwu Afigbo, «Les répercussions sociales de la domination coloniale: les nouvelles structures sociales», Histoire General de l’Afrique (VII). L’Afrique sous domination coloniale 1880-1935, A. Adu Boahen (dir.), París, Unesco, 1987, p. 536.

6. Eva María Jurado Cepas, La Universidad en la República Democrática del Congo…, pp. 38-59.

7. Albert Adu Boahen «Le colonialisme en Afrique: impact et signification», Histoire General de l’Afrique (VII). L’Afrique sous domination coloniale 1880-1935…, pp. 852-858. Como pone de manifiesto la escritora nigeriana Chimanda Ngozi Adichie: «en África las mujeres tenían más poder antes de la colonialización», en entrevista publicada por Patricia Reguero en El salto diario, el 10-07-2017.

8. Encarnación Fernández, «Los derechos de las mujeres», Derechos Humanos, Jesús Ballesteros (ed.), Madrid, Tecnos, 1992, pp. 144-162.

9. Introducción de Virginia Ávila y Paola Suárez, Los estudios de género hoy. Debates y perspectivas, Virginia Ávila y Paola Suárez (coord.), México, Universidad Nacional Autónoma de México, 2015, p. 7.

10. Desde la historia del derecho en España, Margarita Serna Vallejo, «La reivindicación de la iguadad entre mujeres y hombres en los siglos XVIII y XIX», Mujeres y derecho. Una perspectiva histórico-jurídica, Encuentro de Historiadores del Derecho: Actas, Barcelona, 26-27 de noviembre de 2014, Francisco Luis Pacheco Caballero (coord.), Barcelona, Associació Catalana d’Història del Dret Jaume de Montjuic, 2015, pp. 65-126.

11. M. P. Thiriat, Statistique de genre. Rapport du K54 sur la statistique pour la politique sociales, Kinshasa, 22-24 septiembre, 2009, p. 53.

12. Nos servimos de los trabajos de Pierre Bourdieu, Homo academicus, París, Minuit, 1984 y La dominación masculina, Barcelona, Anagrama, 1999.

13. En México los estudios realizados por Paola Suárez Ávila, «El reto de la incorporación de la teoría feminista y de género en las antropologías del mundo»; Armando Pavón y Clara Ramírez, «Roles de género en la organización familiar novohispana». Los efectos de la primera integración planetaria, ambos en Los estudios de género hoy. Debates y perspectivas…, pp. 55-75 y 127-149, respectivamente. Por su parte, Clara Ramírez dirige en la UNAM un proyecto PAPIIT, «Escrito de mujeres», 2015, «Archivos de mujeres. Educación y cultura» desde 2016. También el trabajo de Armando Pavón Romero, «La universidad masculina: La Real Universidad de México en la época colonial», en prensa. En Valencia caben destacar; entre otros muchos, los trabajos de Mónica Bolufer e Isabel Morant Deusa, «Sobre la razón, la educación y el amor de las mujeres: mujeres y hombres en la España y en la Francia de las luces», Studia Histórica. Historia Moderna, 15 (1996), pp. 179-208 y Ana Aguado y Luz Sanfeliu, «Juventud, socialismo y compromiso político femenino: entre el asociacionismo y la militancia (1906-1931)», Ayer 100, Revista de historia contemporánea, dosier: Género, juventud y compromiso, 4 (2015), pp. 47-72.

14. Teniendo en cuenta que para el año 2010 la tasa de escolarización de mujeres en el Congo era del 28,8% frente al 42,5% de hombres. Fuente: «Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD)», Rapport National sur le développement Humain, 2009, gouvernance pour le développement humain en República Democrática del Congo, p. 216.

15. Richard Ngub’Usim Mpey-Nka, Kikwit, de la mégapole scolaire, à la ville universitaire. Pages d’histoire de l’Université du Bandundu à Kikwit (UB-UNIKIK), Kinshasa, Editions U-Psychcom, 2012, pp. 21-25.

16. La ocupación de la cuenca del Congo codiciada por Leopoldo II se verá acompañada de una administración progresiva de este territorio que afianzaba el poder del rey y el del capital privado, entre el que se encontraba el de la familia real belga, con el fin de explotar mejor los inmensos recursos naturales de este vasto territorio. El africanista Crawford Young utiliza el término «trinidad colonial», para designar el cartel constituido por el estado, la iglesia y el gran capital privado, en vistas de una eficaz y rentable colonización del Congo. Véase en Crawford Young, The african colonial state in comparative perspective, Yale University Press, 1994. También Kita K. M., Colonisation et Enseignement: cas du Zaïre avant 1960, Bukavu, Ceruki, p. 101.

17. Richard Ngub’Usim Mpey-Nka, Kikwit, de la mégapole scolaire, à la ville universitaire. Pages d’histoire de l’Université du Bandundu à Kikwit (UB-UNIKIK)…, pp. 28-29.

18. En 1946 el ministerio para las colonias extendió a las escuelas protestantes el régimen de subvenciones, hasta ahora reservado a las escuelas católicas.

19. J. M. K. Mutamba Makombo, L’Histoire du Congo par les textes, Tomo II: 1885-1955, Kinshasa, Editions Universitaires Africaines, 2007, pp. 55-58.

20. En 1926 el estado colonial firmó con cada misión otras convenciones escolares, en virtud de la cual las misiones nacionales estaban llamadas a hacerse cargo de las escuelas, siguiendo un programa de enseñanza, un baremo de subsidios y un sistema de inspección y de control ordenados por el gobierno. Kita K. M., Colonisation et Enseignement: cas du Zaïre avant 1960…, pp. 169-174.

21. Dos escuelas podían ser consideradas como escuelas superiores especializadas: la Escuela oficial de ayudantes médicos indígenas, en Leopoldville (1935), a semejanza de la Escuela de medicina de Dakar (África occidental francesa), y la Escuela de ayudantes médicos de la Fondation Médicale de l’Université de Louvain au Congo (FOMUAC), en Kisantu (1937), accesibles a los portadores de un diploma de cuatro años de estudios medios. Guy Malengreau, L’Université Lovanium. Des origines lointaines à 1960, Kinshasa, Editions Universitaires Africaines, 2008, pp. 5-6.

22. Gertrude Mianda, «Du Congo des évolués au Congo des universitaires: la représentation du genre», L’Université dans le devenir de l’Afrique. Un demi-siècle de présence au Congo-Zaïre, Isidore Ndaywel è Nzien (dir), París, l’Harmattan, 2007, pp. 221-236.

23. Bernadette Lacroix, «Pouvoirs et structures de l’Université Lovanium», Les Cahiers du Cedaf, 2/3 (1972), Bruxelles, pp. 13-15.

24. Évolué será el término francés utilizado durante el período colonial aplicado al nativo de origen africano o asiático, que había recibido una educación europea u occidental. También describe a una creciente clase media nativa que surge en el Congo belga en el período de entreguerras y se afirma definitivamente en los años cuarenta. Véase Isidore Ndaywel, Histoire du Zaïre. De l’heritage ancien à l’âge contemporain, Louvain-la-Neuve, Duculot, 1997, p. 447.

25. Bernadette Lacroix, «Pouvoirs et structures de l’Université Lovanium» …, p. 9. La traducción del francés es obra de las autoras.

26. J. M. K. Mutamba Makombo, L’Histoire du Congo par les textes, Tomo II: 1885-1955…, p. 232.

27. Richard Mugaruka M., «Les universités congolaises. Cinquante ans après l»accession de la RD Congo à l’indépendance: Bilan et Perspectives», Congo-Afrique XLIX ème Année, nº 446 (Juin-Juillet-Août 2010), p. 468.

28. Hasta la fecha siguen sin existir datos oficiales del número de estudiantes fallecidos durante la manifestación del 4 de junio de 1969.

29. Bernard Mumpasi Lututala, «L’Université de Kinshasa: “colline du savoir”, colline des transactions», JHEA/ RESA, Kinshasa, vol. 10, nº 1 (2012), p. 27.

30. Tharcisse Tshibangu, L’université congolaise. Etapes historiques, situation actuelle et défis à relever, Kinshasa, Editions universitaires africaines, 2006, pp. 26-43.

31. Élisabeth Mudimbe-Boyi, «Université congolaise: souvenirs en ré-mineur», L’Université dans le devenir de l’Afrique. Un demi-siècle de présence au Congo-Zaïre…, p. 61.

32. La Voix du Congolais, revista publicada con el apoyo del gobierno de la colonia, constituyó el medio de información para los évolués, desde su creación en 1945, hasta su desaparición en 1959. Estuvo dirigida por Antoine-Roger Bolamba. J. M. K. Mutamba Makombo, L’Histoire du Congo par les textes. Tomo II: 1885-1955…, pp. 143-144.

33. Élisabeth Mudimbe-Boyi, «Université congolaise: souvenirs en ré-mineur», L’Université dans le devenir de l’Afrique. Un demi-siècle de présence au Congo-Zaïre…, p. 63.

34. Élisabeth Mudimbe-Boyi, «Université congolaise: souvenirs en ré-mineur», L’Université dans le devenir de l’Afrique. Un demi-siècle de présence au Congo-Zaïre…, p. 64. Véase también de la misma autora, sobre la cuestión de la mujer, la enseñanza colonial, el papel de la literatura y la función de los intelectuales, «Le Français, langue paternelle», La Culture française vue d’ici et d’ailleurs, Thomas Spear (dir.), París, Karthala, 2002, pp. 73-95; «Pourquoi la littérature?», Mondialisation, cultures et développement, Isidore Ndaywel y Julien Kilanga (dir.), París, Maisonneuve et Larose, 2005, pp. 173-186; «Victor Bol, ouvrier de la première heure: la forcé des mots», Littérature francophone, université et societé au Congo-Zaïre. Hommage à Victor Bol, Nyunda ya Rubango et Bogumil Jewsiewicki (dir.), París, L’Harmattan, 2005, pp. 75-87.

35. Université Lovanium 1962-1963, Léopoldville, République du Congo, p. 14.

36. Isidore Ndaywell è Nziem, Les Années Lovanium. La première université francophone d’Afrique subsaharienne. Tomo I. Textos recogidos por Isidore Ndaywell è Nziem, París, L’Harmattan, 2010, p. 13.

37. Université Lovanium, Secrétariat général, Service des statistiques.

38. Tharcisse Tshibangu, L’université congolaise. Etapes historiques, situation actuelle et défis à relever…, pp. 211-214.

39. Yolanda Blasco Gil, Protocolo de trabajo en las fuentes orales, elaborado para realizar entrevistas a los personajes biografiados y sus familiares en el proyecto «Científicos y humanistas valencianos del siglo XX. VESTIGIUM», Proyecto Vestigium, constituido en 2013 hasta la actualidad, dirigido por Rafael Aleixandre Benavent de la Universitat de València. Protocolo recogido en Alicia García García, Integración de contenidos semánticos en un portal web de científicos y humanistas valencianos: Vestigium, tesis doctoral inédita, Valencia, 2014, pp. 494-499, en particular p. 498.

40. Véase Yolanda Blasco Gil, La facultad de derecho de Valencia durante la restauración, 1875-1900, Valencia, Universitat de València, 2000, capítulo IX, El cuerpo profesoral: poder social y prestigio académico, en particular pp. 275-313; «Entre la trayectoria universitaria y social: los catedráticos de derecho en Valencia, 1900-1939», Promoción universitaria en el mundo hispánico, siglos XVI al XX, Armando Pavón Romero (coord.), México, UNAM-IISUE, 2012, pp. 191-233.

41. La abogada y periodista congoleña Caddy Adzuba, premio Príncipe de Asturias de la Concordia 2014, es conocida por denunciar las sistemáticas violaciones que sufren las mujeres en República Democrática del Congo. Son numerosos los informes internacionales que relatan la violencia contra las mujeres en RDC y la utilización de su cuerpo como arma de guerra. Véase «Sexual violence against women in the Democratic Republic of the Congo: population-based estimates and determinants», informe dirigido por Amber Peterman, publicado en el American Journal of Public Health, mayo 2011.

42. «Les universitaires de Kinshasa en quête de démocratie et de paix pour la Republique Démocratique du Congo», Rapport général du Séminaire sur «Démocratie et paix en RDC», realizado en Kinshasa, del 22 al 25 septiembre de 1999, Congo Afrique, nº 345 (mayo 2000), pp. 278-290.

MOSÉN FRANCISCO JERÓNIMO SIMÓ, EL PRIMER SANTO DEL ESTUDI GENERAL VALENTINO*

EMILIO CALLADO ESTELA

Universidad CEU-Cardenal Herrera

La muerte en opinión de santidad de mosén Francisco Jerónimo Simó (1578-†1612) y su posterior intento de beatificación estarían en el origen de uno de los fenómenos de convulsión social y religiosa más espectaculares del siglo XVII, para el conjunto de la Monarquía Hispánica en general y la Valencia barroca muy particularmente. Ambos acontecimientos desataron las tensiones espirituales contenidas durante el pontificado del Patriarca Ribera, quien había logrado mantener a la Iglesia valentina al margen de los sobresaltos experimentados por otras diócesis españolas. Dos modelos de religiosidad colisionaron con toda virulencia. El tradicional, encarnado principalmente por la orden de Predicadores, quedó espantado ante la nueva espiritualidad de espectro contemplativo subyacente en el simonismo, no tanto por el recuerdo de los lejanos grupúsculos luteranos de Valladolid y Sevilla y el miedo al rebrote del alumbradismo –que también– como sobre todo por la pérdida de protagonismo religioso y las nefastas consecuencias materiales derivadas, entre otras para sus propios procesos de beatificación, contados por decenas. La rotunda oposición de tales sectores tendría enfrente el sentir mayoritario de la sociedad valenciana, volcada con una causa extraordinariamente popular que el Santo Oficio acabaría abortando pese a los esfuerzos en sentido contrario de las principales instituciones regnícolas, tan dispares como los estamentos del Reino, el cabildo metropolitano o la propia Universidad.1

Esta última quizá con mayor motivo para hacerlo que otras, ya que mosén Simó se había formado en sus aulas. A nadie podía disgustar, en plena Contrarreforma además, tener en los altares a uno de los suyos, con el consiguiente honor, parangón y beneficios reportados. De la etapa universitaria del primer santo del Estudi General –como llegaría a conocérsele– y de la implicación de profesores y alumnos bajo diferentes especies en su carrera frustrada hacia la santidad versan las siguientes páginas.

* * * * *

Con el alborear del Seiscientos la mayoría de los candidatos al sacerdocio en la tierras españolas continuaba preparándose en fementidas escuelas de Gramática, bajo la férula de un dómine cualquiera encargado de enseñarles apenas un poco de mal latín y otros rudimentos académicos más. Cierto que algunos podían llegar a hacerlo en las cátedras conventuales, e incluso en la Universidad, con una formación de mejor calidad sin duda, aunque en un ambiente poco adecuado para los futuros ministros de Cristo.2 En Valencia, con peor o mejor fortuna, hacía años que las autoridades diocesanas venían tratando de impulsar centros específicos para sus huestes.3 Sería finalmente el arzobispo Juan de Ribera quien diera el impulso definitivo al asunto con la aplicación del decreto tridentino sobre seminarios sacerdotales, materializado en la erección del Real Colegio de Corpus Christi.4


Mosén Francisco Jerónimo Simó, sin embargo, no tuvo la suerte de formarse en ninguno de tales nuevos institutos. En 1585, todavía niño, había empezado a recibir las primeras letras a cargo del presbítero Francisco Cortel, curiosamente del referido colegio.5 La temprana desaparición de sus padres interrumpió estas clases, al verse abocado el pequeño a servir en diferentes casas para poder sobrevivir. En la última de ellas retomaría su formación de la mano del doctor Juan Pérez, «graduado en Theología, varón exemplar e insigne en todo género de virtud, santidad y letras», cuyo modelo de vida estimuló la vocación religiosa de nuestro protagonista. Durante una década aproximadamente mosén Simó aprendió de los círculos reunidos en torno a su señor, a quien acudían personajes de la más diversa condición para consultarle «negocios de sciencia y de conciencia», desde miembros de la nobleza y la jerarquía eclesiástica hasta destacadas figuras del mundo espiritual local.6 Y también insignes catedráticos del Estudi General valentino, de la talla de los Trilles, Pedro Juan y Jerónimo, de Sagrada Escritura el primero7 y de Hebreo el segundo;8 Honorato Ausina, de Poesía y Oratoria;9 o Vicente Borrás de Vilafranca, de Teología.10

No resulta casual, pues, que según sus biógrafos Francisco Jerónimo acabara siendo alumno de esta Universidad para «criarse en su casa y a los pechos de sus enseñanças». Efectivamente, entre los nueve y veinte años de edad, cursaría Gramática, Lógica, Filosofía y Teología escolástica, expositiva y moral, así como también Latín, Griego y Hebreo. Lo confirma uno de sus mejores conocedores, por quien sabemos además de los avances del joven en cada una de las materias apuntadas:

«[…] supo perfectamente la lengua Latina, muy bien la Griega y suficientemente la Hebrea. Fue gran lógico y excelente filósofo y gran theólogo escolástico […]. En la Expositiva hizo grandes progressos, y a más de aver traducido de griego en latín el Testamento Nuevo […] era ambiciosíssimo de leer y penetrar los profundos mysterios de la Sagrada Escritura […]. En la Moral era más continuo su estudio […]. Y quánto aprovechó en la Mystica […]: en ella reducía a práctica la theórica que leía y estudiava en las obras de los santos y libros de devoción»11

Incluso ha llegado hasta nosotros la nómina de profesores que impartió tales disciplinas a mosén Simó, gracias en este caso a las decenas de testimonios recogidos con ocasión de su posterior intento de beatificación.12 Así las cosas, Antonio Noguera, catedrático por entonces de Filosofía, lo tuvo entre sus alumnos de Lógica.13 Durante más de un lustro el citado Pedro Juan Trilles –a cuya residencia particular solía acudir el interesado para resolver dudas de estudio– le enseñó Teología, junto al doctor Vicente Soriano,14 los padres agustinos Gregorio Satorre15 y Miguel Bartolomé Salón16 y el dominico fray Diego Mas.17 De la Retórica –también del Griego– se ocuparían el ciceroniano Blas García18 y el ínclito Pedro Juan Nuñez,19 y de la Prosodia un relevante miembro de la saga de impresores Mey, Felipe.20 Por último, el igualmente mencionado Jerónimo Trilles guió los pasos del muchacho en el aprendizaje del Hebrero.21

En aquellas aulas y entre sus condiscípulos forjó Francisco Jerónimo algunas importantes amistades. Desde luego, y además de Gaspar Ximeno,22 con Jerónimo Martínez de la Vega,23 Gregorio Torrent,24 Marco Antonio Palau25 y Juan García y Artes.26 Los cuatro incorporados años después al clero, en calidad de beneficiados los tres primeros, en San Andrés, Santa Cruz y Dénia, respectivamente, y como canónigo de la seo valentina y obispo de Orihuela el cuarto. Coincidiría asimismo con otros alumnos, al tiempo insignes eclesiásticos y de destacada participación en los sucesos acaecidos tras su fallecimiento. Lo fue sin duda, como se verá, el sobrino del arzobispo Ribera don Baltasar de Borja, arcediano de Xàtiva en la catedral y vicario general de la sede vacante tras el pontificado de su tío antes de ingresar en el episcopado.27

Testigos de excepción todos de esta etapa en la vida de Francisco Jerónimo, corroborarían su asistencia puntual a las clases. O a la oración diaria en la capilla universitaria de Nuestra Señora de la Sabiduría. Ninguno lo contó, sin embargo, en las frecuentes algaradas estudiantiles. Antes al contrario,

«[…] siendo estudiante este siervo de Dios y oyendo Theología con el dicho pabordre Trilles, acababa la liçión el dicho pabordre, se ponía al poste según era costumbre, y rodeándole los estudiantes haviendo precedido alguna inquietud en la liçión entre los estudiantes, como suele de moverse entre ellos alguna matraca, dezía el dicho pabordre Trilles que quién havía sido el promovedor […] y todos los estudiantes callavan. Y entonces el dicho pabordre Trilles dezía al dicho siervo de Dios: ¿Vuestra merced, señor mossén Hyerónimo Symó a sido el promovedor desto? Y entonces el dicho siervo de Dios respondía con su grande humildad: Yo, señor, significando que él no lo havía echo. Y muy bien sabía el dicho pabordre Trilles que no lo havía hecho […]»28

Episodios como éste explicarían las mofas de ciertos compañeros hacia mosén Simó, cuya tez amoriscada y vestido raído –«de paño de mescla, con unas medias de cordellate pardo, con unos çapatos gordos y con un sombrero largo»– terminaron valiéndole entre tales el apodo de Joroni Comprau Feyxets.29

Pero nada distraería la atención del joven estudiante por los libros. Ni siquiera el logro de un beneficio eclesiástico en la cercana parroquia de San Andrés, del que tomó posesión en 1603 sin poder ser admitido a residencia ni gozar de los emolumentos de esta prebenda hasta ser ordenado in sacris un par de años después.30 De hecho,

«[…] todos los días, quando passava a dezir missa a su iglesia de San Andrés, se llevava consigo algún libro del assumpto; y mientras se hazía hora o se desocupava del altar donde avía de celebrar se estava leyendo en él»31

Para entonces Francisco Jerónimo habría compuesto ya varias obras bajo la supervisión de sus profesores. Ni rastro han quedado de algunas. No de la Gramática hebrea que el catedrático Jerónimo Trilles tuvo ocasión de corregir.32 Como tampoco del tratado De Trinitate, «muy docto y erudito», a decir del también catedrático Antonio Noguera.33 Sí se han conservado, por el contrario, unas breves Liras espirituales, atribuidas a su pluma al igual que los Avisos para consuelo y bien de las almas o la Dotrina espiritual que escrivió a una religiosa descalça para instrucción del alma en las virtudes y exercicios espirituales que más agradan a su Divina Magestad, impresas a su muerte.34

De la lectura de tales páginas se desprenden algunos rasgos de la religiosidad de su autor, contemplativa, de corte interior y sobre la que estudiosos e investigadores continúan sin ponerse de acuerdo. Fuera exponente de la mística auténtica,35 cabecilla de un foco prequietista36 o simple anécdota espiritual,37 mosén Simó habría adquirirido en el Estudi General buena parte del bagaje personal que le permitió pasar a a la Historia. Aunque nunca se graduara ni su nombre figurara entre los alumnos que presentaron testimoniales en ella.38

Cuantos émulos y detractores de la fama de santidad de Francisco Jerónimo surgieron con su óbito esgrimirían este hecho precisamente para negarle cualquier afán intelectual. Recibió sí enseñanzas en la Universidad de Valencia, pero «en todos estos estudios era muy corto, como dizen sus condiscípulos, porque jamás le vieron tener acto de letras alguno, ni jamás de saber, más que acudir a sus liciones». Nada que ver, pues, con el alumno ejemplar descrito por otros. Al contrario, según diferentes testimonios recopilados por el dominico fray Juan Gavastón.39 Por ejemplo:

«[…] oía Teología con el pavorde Soriano, el cual como un día en la lección hubiese citado a santo Tomás, a Cayetano, a Soto y a otros frailes que hacían a propósito salidos a la lección al poste, dijo mosén Simón al dicho maestro: ¿Por qué nos ha citado a tantos frailazos? Respondióle su maestro escandalizado, que era muy recatado y siervo de Dios dicho pavorde: ¡Ay Señor!, ¿y eso ha de decir?»40

Como quiera que fuese, la desaparición de Francisco Jerónimo con fama de santo, el 25 de abril de 1612 y a los treinta y tres años de edad, motivaría la rápida determinación del rector del Estudi General Juan Bautista Pellicer para tributar a su alumno unas de las más solemnes honras hasta entonces recordadas.41 La ceremonia hubo de ser pospuesta hasta el día 10 de julio, festividad de San Cristóbal. Sólo de este modo pudieron habilitarse los espacios académicos para albergar a toda la comunidad universitaria, autoridades civiles y eclesiásticas de la ciudad. Hasta el punto de descartarse la capilla y trasladar las celebraciones a los dos patios del edificio. El ornato de ambos bien merece detenernos en sus pormenores:

«En el patio primero […] se erigieron dos altares a uno y otro lado de la entrada al patio mayor. Estavan vestidas sus paredes de hermosas colgaduras, sirviéndolas de cenefa una orden de bellíssimas pinturas, tan bien ajustadas que parecían hechas al intento. Sobre las cortinas avía muchos geroglíficos e ingeniosos versos. Todo el patio grande se cubrió de los toldos de lienço que sirven a la festividad del Corpus en las plaças de la Seo y del Mercado. Sus quatro seras, desde los texados hasta el suelo, se entapizaron de damascos, terciopelos y brocados, corriendo por lo alto otra hilera de quadros como en el primer patio. En el medio del mayor se erigió el túmulo, y su planta era de 36 palmos en quadro. Del primer cuerpo, elevado siete palmos del suelo, salían a cada esquina una pirámide de bien pintados jaspes y 24 palmos de alto; cada una contenía un nicho bien formado y en él un hermoso y devoto Niño. Del medio de este primer plano se levantavan quatro gradas en seisavo y sobre ellas doze proporcionadas colunas, de orden corinthio, con sus capiteles, arquitrave, friso y cornisa, que coronavan una galería de bien imitado bronce, con muchas luzes y con doze floreros en los ángulos. En el friso, con bien formados caracteres, se leía este lugar de Escritura Oculus Dei respexit illum in bono, et erexit eum ab humilitate ipsius, et exaltavit caput eius (Ecclesiati. 11, 13). Por dentro se descubría un Cielo raso azul sembrado de estrellas de oro y por fuera se elevava un cimborio, o media naranja seisavada, de 11 palmos de alto, que rematava en una proporcionada bola y su pirámide por difinición. En el centro de la obra, sobre el seisavo, sentava la tumba o féretro, cubierto de un riquíssimo paño de brocado y tres almohadas de lo mismo y un bonete negro de clérigo encima, con una curiosa guirnalda de flores que sustentavan dos ángeles»42

Junto a ello, se encargaron tres ricos altares para cada una de las paredes del patrio principal, dedicados a san José, santo Tomás de Aquino y san Carlos Borromeo, cuyas imágenes de bulto redondo coronarían las estructuras. Más centenares de epitafios, epigramas, jeroglíficos y poesías varias –en valenciano, castellano, griego, hebreo y latín– a la lumbre de un millar de velas y hachas ardientes.43

A primera hora del día señalado la Universidad reunía en sus instalaciones a un concurrido público, con los jurados de la Ciudad en lugar destacado. Veinticinco catedráticos, doctores y maestros, revestidos todos para la ocasión, escoltaron a don Baltasar de Borja, encargado de oficiar la misa, y al canónigo –y futuro rector– Martín Bellmont, a cuya cuenta corrió el sermón. Los músicos de la catedral aderezarían la ceremonia con algunas piezas ensayadas para ésta. Por la tarde, y en el mismo Estudi General, hubo certamen poético a la mayor gloria del difunto mosén Simó, a quien también se dedicó una serenata final «con variedad de música de vozes y instrumentos, compitiendo la suavidad con la destreza».44

Por aquellas mismas semanas profesores y condiscípulos de Francisco Jerónimo eran requeridos para predicar en las exequias funerales organizadas en su memoria a lo largo y ancho del reino. Sirva de ejemplo el caso del tantas veces mencionado catedrático Antonio Noguera, con un sermón pronunciado en la parroquia de San Nicolás de Valencia que según los allí presentes:

«[…] fue muy crecido el concurso que juntó en aquella iglesia la curiosidad y deseo de oír y saber de tan abonado y fiel testigo las virtudes que en aquella edad y profesión de moço y estudiante resplandecía ya en el siervo de Dios. Dexó admirado y enternecido al auditorio el sermón y con mayor conocimiento de las profundas raízes que aquella planta tierna avía hechado en el campo de la virtud para crecer árbol robusto en la perfección»45

Otros colegas del doctor Noguera en la Universidad, si no profesores de mosén Simó directamente, conocidos al menos por el susodicho, harían lo propio ante diferentes auditorios de la capital. Lorenzo Ximénez de Arguedes,46 catedrático de Filosofía Moral durante aquel tiempo, predicó en las iglesias de San Miguel y San Lorenzo, además del oficio de Carpinteros.47 Sus homónimos de Metafísica, y beneficiados ambos de la catedral, Andrés Guillonda48 y Cristóbal Nadal,49 en San Martín y San Nicolás50 y San Juan del Mercado,51 respectivamente. Los habría también como el catedrático Felipe Mey –en colaboración en este caso con su hermano Pedro Patricio– que desde sus imprentas contribuirían decisivamente a perpetuar y difundir la memoria del finado.52

Entretanto, el Estudi General se habría sumado ya a la parte promotora de la beatificación de su antiguo alumno.53 Solicitándola primero al vicario general de la sede vacante, quien instruyó un proceso diocesano a este respecto en el que depusieron su testimonio representantes de todos los estamentos universitarios.54 Y poco después al nuevo arzobispo fray Isidoro Aliaga, llegado a Valencia en noviembre de 1612 y desde entonces principal obstáculo en el camino a los altares de Francisco Jerónimo.55

El prelado, un fraile dominico de formación muy tradicional, luego ajeno como sus hermanos de hábito al modelo espiritual por Francisco Jerónimo representado, acabaría convirtiéndose en la bestia negra del simonismo. En tal sentido, la Universidad pronto hizo público su malestar hacia el padre Aliaga, contra quien se manifestó por vez primera antes incluso de su entrada oficial en la capital. Decenas de estudiantes se arremolinaron junto al palacio episcopal el día de Santa María Magdalena para quemar un muñeco de paja, mitrado, con hábito blanquinegro y al que habían paseado por toda la ciudad a lomos de un jumentillo al grito de «Vítor lo pare Simó a pesar del archebisbe, que és un frare motiló…!».56

Desde aquella fecha no habría manifestación contraria al ordinario diocesano que no tuviera entre sus promotores o participantes alumnos y profesores del Estudi General, quienes desafiaron abiertamente los sucesivos mandatos arzobispales limitando la devoción simonista. En este sentido, durante la procesión del Viernes Santo de 1613, junto a las andas de la Pasión, desfilaría un Crucifijo con Francisco Jerónimo a los pies bañado por la sangre que emanaba de las santas llagas. En otro de los pasos el mismo sacerdote ayudaba a Cristo a portar la cruz. El prelado puso en marcha una investigación para esclarecer la autoría de ambas invenciones, atribuidas al catedrático Blas García, que daría con sus huesos en la cárcel provocando un hondo malestar entre el claustro universitario.57

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