Kitabı oku: «Universidad y Sociedad: Historia y pervivencias», sayfa 7
60. AUSA 233, ff. 39v-42v.
61. Colección de los Reales Decretos… cit., pp. 173-203. Contenía la relación detallada de los hechos desde 1743, con copia de las representaciones y de las órdenes del Consejo. Entre ellas, la definitiva representación de los comisarios del claustro de 3-V-1766, donde, respecto a la súplica contra la carta de 31-VIII-1743, se decía que «varios accidentes que sobrevinieron» habían impedido continuar el expediente (p. 185); la resolución del Consejo, distribuida en capítulos, en pp. 198-203. Se leyó y acordó obedecer en el claustro pleno del 20 de enero y se encargó a la junta de juristas su ejecución, organizada a los pocos días (AUSA 237, ff. 184r ss.; 192r ss. y 196v. ss). Se mandó imprimir.
62. Ibid., p. 203.
ERNEST LLUCH, INTELECTUAL COMPROMETIDO DE LA GENERACIÓN DEL CONSENSO
MARC BALDÓ LACOMBA
Universitat de València
GENERACIÓN Y COMPROMISO
En este trabajo se considera que Ernest Lluch pertenece a la generación del 56. Estudiar generaciones históricas es una forma de construcción conceptual para captar el tiempo histórico. Entiendo por generación a aquel grupo de personas que se ven condicionadas en su vida adulta por determinados acontecimientos históricos que sucedieron principalmente en su infancia y juventud. El resto de la vida también influye, es evidente, pero los primeros veinticinco o treinta años marcan con fuerza la personalidad (y, sobre todo, la marcaba más fuertemente que no ahora en la segunda mitad del siglo XX, según criterio de Zigmunt Bauman).1
Cuando restringimos el campo de estudio a grupos concretos y relativamente reducidos, como son los universitarios (como hacemos ahora mismo), se destacan los rasgos comunes de una posición generacional, lo que nos ayuda a entender un tiempo histórico determinado y las circunstancias que contribuyen a perfilar las actitudes de las personas que integran el grupo.2 Hablar de generaciones es una manera de hablar de coyuntura. Se hace referencia a un tiempo vivencial que comporta «un reaccionar unitario» y sobre todo «un agitarse juntos» transversal. Por otra parte, los límites entre generaciones, como se desprende, nunca están perfectamente delimitados, dándose cierta superposición, y además varias generaciones conviven en un mismo tiempo histórico y se condicionan.
En la historia de la universidad española de la segunda mitad del siglo XX ha habido dos generaciones importantes: la de 1956 y la de 1968. La primera tiene estudiantes que nacieron durante los años de la República y la guerra; la segunda, comprende personas nacidas en la postguerra.3 Estas dos generaciones, disconformes cada vez más con el franquismo, presentan un rasgo común: se rebelaron contra la dictadura. Lo hicieron con estilos diferentes una y otra: con un tono más moderado, formal y convencional los del 56, y de forma más radical y libertaria los del 68. Los rebeldes del 56 actuaron desde formaciones clandestinas clásicas (PCE, PSUC, ASU, cristianos…), aunque con notables novedades como el FLP (FOC o ESBA). Los del 68, además de mantener la fidelidad a los grupos de oposición clásicos, se abrieron a grupos situados a la izquierda del PCE y a nuevas plataformas radicalizadas y con maneras libertarias, efecto del mayo francés. Unos y otros se rebelaron contra la dictadura y buscaron construir el futuro, lo que fue, probablemente, la más importante de las tareas que hicieron. Los del 68, además de oponerse a la dictadura, se opusieron con audacia a las convenciones sociales, contribuyendo así a construir el futuro y transformar el mundo. No faltaron matices y diferencias entre una y otra generación, diferencias que, cuando llegó la hora de la Transición en España fueron perceptibles. Mientras los jóvenes del 56, casi en bloque, apoyaron el proceso que fraguó el consenso, este posicionamiento fue más matizado en los jóvenes del 68, donde un sector (ni mucho menos todos) de aquella oposición antifranquista, entre 1975 y 1978 procuró «romper el consenso»: abocar a un proceso de transición «rupturista».4
Lluch, como otros compañeros de la su época, miraron hacia dentro y hacia el mundo, hacia el país atrasado y hacia Europa. Aprendieron, paso a paso, a ser libres, pensando y construyendo proyectos que planteaban un país mejor y un mundo mejor. Se hicieron demócratas dialogando y discrepando entre ellos y fueron maestros de universitarios e intelectuales comprometidos y algunos de ellos, como Lluch, llevaron el compromiso a la meta de la responsabilidad política. En 1974, Elías Díaz, escribía que este «grupo generacional» se caracterizaba por tres aspectos que me parecen relevantes que retratan a muchas de estas personas y, sin duda a Lluch: 1) por su seriedad científica (más que por el ensayismo brillante aunque superficial de otras generaciones universitarias anteriores), 2) por la ideología democrática y 3) por la mentalidad crítica respecto al sistema político entonces establecido.5 Rigor científico, democracia (más exactamente socialdemocracia) y antifranquismo, son, ciertamente, tres elementos clave que definen a Lluch.
La generación del 56 inició una nueva cultura política que tenía dos características.6 La primera eran las «inquietudes» de los jóvenes estudiantes, pronto rebeldía o protesta contra la universidad existente.7 Rebelarse era una forma de ganar el futuro. Estas actitudes fueron creciendo a lo largo de la década de los cincuenta y con ellas se encontró Ernest Lluch cuando llegó a la facultad de Económicas. El segundo aspecto es el respeto, la tolerancia, la idea de dialogar, negociar, hablar. Lluch, como muchos jóvenes de su generación, apostaba por el diálogo, el acuerdo, el razonamiento, la ecuanimidad, el gradualismo… Se oponía al dogmatismo y a las actitudes excluyentes. Cultivaba la convivencia civil y el diálogo desde que era estudiante. Lluch y muchos de sus compañeros y compañeras aprendieron de este modo un talante, una manera de obrar, una forma de hacer política (una cultura política dicho de otro modo) que ha sido muy importante para la política española de la Transición. El compromiso de esta generación –también de otras anteriores y posteriores– con la reconstrucción de la democracia es uno de sus principales haberes. Ernest Lluch pertenece, en resumen, a una generación en la que se produjo una mudanza en la cultura política que pugna, a la vez, contra el mundo cerrado de la dictadura y reclama el reconocimiento del pluralismo, el debate y el diálogo entre diversas posiciones, lo que fue importante para entender lo que sucedió en los años de la Transición.
FORMACIÓN
Ernest Lluch nació el 21 de enero de 1937 en Vilassar de Mar donde estaban, por razones de la guerra, la madre y los hijos de la familia, mientras el padre iba y volvía a Barcelona donde tenía el trabajo. Ernest Lluch era el menor de cuatro hermanos (Enric, Montserrat, Francesc –que murió de polio siendo niño– y Ernest). La familia vivía en Barcelona. Tenían un pequeño negocio familiar dedicado a fabricar y vender ligas, cinturones, tirantes, cintas de persiana. Una familia, pues, de clase media trabajadora, un ámbito privilegiado de aprendizaje para la vida, en el que la austeridad era un valor y en la convicción de que el trabajo es lo que forma a las personas. Ernest en su casa aprendió lo importante que era el esfuerzo y el trabajo que veía hacer a sus padres e hizo él mismo. En su personalidad tuvo una gran influencia su hermano mayor, que fue geógrafo en la Universidad de Barcelona y se llevaba 9 años con Ernest, pero también su madre, hija del médico de Vilassar, su hermana y dos tíos médicos.
Su padre era de Acció Catalana y Lluch recuerda que en su casa eran antifranquistas, a pesar de haber conocido una experiencia traumática: un familiar de nombre Ernest, de la parte de su madre, fue fusilado por la FAI y esa es la razón por la que a Lluch le pusieron el mismo nombre del familiar muerto.8 Sus primeros recuerdos son de los años de la autarquía. En su casa, su hermano escuchaba la BBC, leían la prensa diariamente y recibían la revista Destino. Estaban a favor de los Aliados y su madre admiraba el sistema político británico. En este ambiente, el pequeño Ernest tampoco simpatizaba con el régimen. Cuenta que cuando era colegial, de niño, se negó a acudir de público a una visita del dictador a Catalunya (era costumbre hacer ir a los niños con banderitas) para sorpresa de los profesores y de los compañeros de la clase.9
El colegio era el de los Salesianos «Josepets», donde hizo a la primaria y secundaria. Muchos padres republicanos, si tenían medios, enviaban a sus hijos a escuelas no estatales, fuesen academias o colegios religiosos, esquivando así el adoctrinamiento falangista más extremo de los años cuarenta. Además, de los tres colegios que los salesianos tenían en Barcelona, al que iba Lluch estaba pensado para la clase media y se encontraba cerca de donde vivía la familia. Los 53 compañeros que acabaron el bachiller mantuvieron una reunión anual, lo que le permitió a Lluch, escrutador infatigable de cuanto lo rodeaba, observar la evolución, en vivo, de una generación de clase media, la de su promoción.10
Ernest tenía un espíritu curioso y poseía una potente dotación intelectual y física. Devoraba libros desde jovencito y además era muy aficcionado al deporte, terreno en el que, siendo adolescente y joven (también después), destacó. Consiguió trofeos en atletismo11 y más tarde practicó el básquet. El deporte y los valores de disciplina, superación y esfuerzo que comporta se deben considerar como una parte importante de su educación y la conformación de su personalidad. El propio Lluch ha reconocido que su entrenador, Nemesi Ponsati, le enseñó mucho.12
Ernest Lluch entró a estudiar Económicas en la Universidad de Barcelona en 1956 y se licenció en 1961. Para las familias de clase media menestral, los estudios universitarios comportaban muchos sacrificios y suscitaban dudas que se produjeron en otros casos y también en la familia Lluch. Cuando acabó el bachiller en 1953, se dedicó al negocio familiar. Su padre era, como se ha dicho, guarnicionero y él se dedicó unos tres años a ser el viajante de la empresa familiar, tarea que le permitió recorrer y conocer buena parte de España, lo que le valió, dadas sus dotes de perspicaz y agudo observador, para el conocimiento directo del país.13
Lluch comenzó a estudiar en la universidad un poco a escondidas de su padre, que tenía previsto que se dedicara al negocio familiar. La atracción de Ernest por el estudio y la complicidad de su madre (una señora que leía todos los días la prensa, cosa nada común en aquellos años) y su hermana que siempre le apoyó, fueron más poderosas que la voluntad paterna. Comenzó el curso 1956-57 mientras hacía la mili (de voluntario en Montjuïc, para compatibilizar el servicio militar y las obligaciones del negocio familiar). Empezó Económicas sin sentir una atracción especial, casi por azar. Él sentía inclinación por la arquitectura, aunque de hecho le gustaba todo y entendía que todo podía acabar interesándole y gustándole si se entregaba y lo trabajaba. Además, Económicas era una mezcla de ciencias y letras y a Lluch la interdisciplinariedad siempre le cautivó, pero sobre todo tenía las clases por la tarde lo que le permitía seguir ayudando en el taller familiar.14 Las facultades de Económicas, por otro lado, entonces se estaban creando y eran el núcleo intelectual más dinámico y comprometido de la universidad española, y a su vez el más combativo tanto a nivel discente como docente, por reunir profesores más jóvenes y profesores consolidados que compatibilizaban su facultad de origen (derecho o letras, por ejemplo) con los retos del nuevo saber académico.15
La universidad de los años cincuenta aún no era exactamente el espacio de hijos de menestrales fabricantes de guarniciones, sino un «espacio burgués», dirá Fernández Buey, donde acudían, especialmente, hijos de profesionales.16 El mismo Lluch recordaba que de los treinta y siete compañeros que acabaron Económicas, siete eran modestos y al resto los veía, por sus costumbres y hábitos, de clase media más elevada. En este sentido debe señalarse que él, como otros compañeros de generación y alguna compañera (usualmente de letras) pertenecen al grupo de familias que comenzaron a romper el techo de cristal de una universidad restringida y elitista. No sería, sin embargo, el único techo que los de su generación rompieron, como veremos.
Fue un estudiante esforzado y brillante: obtuvo premio extraordinario17 y una de las «subvenciones fin de carrera» que estableció la Caja de Ahorros de la Diputación Provincial de Barcelona para premiar los estudiantes que hubiesen destacado en sus promociones.18 Aprovechó perfectamente los buenos profesores que le dieron clase: Vicens Vives, Jordi Nadal y sobre todo Fabià Estapé. No todos los universitarios de aquella época encontraban maestro. Lluch, en este sentido, fue afortunado: el profesor Fabià Estapé (1923-1912) fue un excelente economista e introductor en España de los estudios de Joseph Schumpeter y John Kenneth Galbraith. La relación entre Lluch y Estapé fue siempre intensa y estuvo llena de complicidades y admiración mutua.19 Desde la primavera de 1962 empezó a escribir artículos de economía en diversos medios (entre ellos Información Comercial Española, donde participó en un monográfico titulado «Noticia de Cataluña») o a participar en congresos, cursos y conferencias sobre temas económicos, lo que constataba la excelencia del joven economista.20
Pero, además de tener excelentes profesores y un buen maestro, por encima de todo LLuch, como otros estudiantes vivaces de su época, fue un joven curioso, despierto y crítico. Una personalidad con «criterios propios».21 Un estudiante «con inquietudes», se decía en el lenguaje un tanto cursilón de la época. Y fue un joven políticamente comprometido. Las convicciones políticas democráticas fueron tempranas: venían de la familia y además había un componente generacional: ni a él ni a muchos compañeros les satisfacía la dictadura y el limitado horizonte cultural y vital que ofrecía y se opusieron al franquismo. Muchos estudiantes de aquella generación desarrollaron una actitud cívica y política de rechazo a la dictadura. Esta actitud crecientemente crítica los aglutinaba, aunque las estrategias que pensaban sobre el futuro del país eran diversas.
Lluch estaba próximo al MSC, se sentía catalanista y del grupo de Serra d’Or.22 De estudiante mediaba entre todas estas tendencias y aún otras. Fue delegado demócrata en la primera vez que se hicieron estas votaciones en el curso 1959-60 en el marco del SEU. En estas elecciones a Cámaras de facultad fueron elegidos antifranquistas y críticos (también hubo falangistas). Lluch fue representante de su facultad y con otros organizó plataformas de representantes (Interfacultats se llamaban en Barcelona) que articulaban trabajo sindical reivindicativo y socialización cultural y política, organizando conferencias, cine-clubs, teatro, revistas internas (Oikos en Económicas)23 y otras actividades culturales –como cursos de catalán– desde las que creaban opinión y alcanzaban a otros compañeros. En este primer núcleo de oposición «Inter» estuvieron estudiantes como Isidor Boix, Isidre Molas, Albert Balcells, Rosa Borràs, Jordi Sales, Pere Parra, Octavi Gustà y el propio Lluch.24
Comenzó entonces a escribir en Serra d’Or, revista del área cultural catalana nacida en 1959 que aglutinaba puntos de vista diferentes de jóvenes intelectuales, y en la que Lluch se encargó de la sección de economía.25 Tres veces fue detenido cuando estudiaba Económicas: en una concentración de estudiantes demócratas de Montserrat (1959),26 en las acciones (pintadas) ocasionadas por el encarcelamiento de Jordi Pujol (1960), y por acudir a una asamblea de estudiantes de Derecho (1961), donde diversos representantes de los estudiantes se adhirieron a la realización de una conferencia internacional contra la dictadura. Fue juzgado por el TOP que, sin embargo, no pudo condenarlo por falta de pruebas (Lluch dijo que no estaba en ninguna asamblea), aunque fue destituido como representante y expedientado, problema del que pudo salir airoso gracias a las influencias de un primo hermano de su abuela que era cardenal.27
En 1962 completó sus estudios en París, en l’École de Haute Études. Siguió clases de Pierre Vilar y Jean Weiller. Trabajó sobre el pensamiento económico (Quesnay, John Stuart Mill y Helen Taylor, Marx, F. Engels, Schumpeter, John M. Keynes) y se centró en el análisis del pensamiento económico que influyó en España, tema del que trataría su tesis doctoral. En Francia, según ha explicado Estapé, además reforzó sus convicciones políticas, estudiando y articulando las líneas básicas de su visión para la democratización y la modernización del país, tarea a la que, complementaria a su función investigadora y docente, se dedicó tan pronto como retornó a Barcelona como profesor auxiliar. De este modo, según su maestro pasó de ser «líder natural a líder político».28
PERSONALIDAD, ULTURA POLÍTICA E IDEARIO
Ernest Lluch tenía una personalidad «abassegadora», que todo lo alcanza. Profesor: catedrático de historia económica, historiador destacado del pensamiento de los siglos XVIII y XIX y de historia política y social, economista, creador de una escuela académica, rector de universidad; en clase era un «hombre cercano» ha dicho Clementina Ródenas.29 Político: dirigente estudiantil antifranquista, movilizador de grupos de oposición a la dictadura, cofundador de agrupaciones políticas, diputado, ministro. Intelectual en el sentido clásico de la palabra.30 Marçal Sintes lo define como «una autoridad moral».31 Desde los 22 años hasta su muerte fue divulgador incansable de sus conocimientos y analista de la sociedad a través de los medios. Practicó el atletismo y era competente comentarista de fútbol y otros deportes. Además, era culer, socio del Barça y de la Real Sociedad.32 Promovió en la editorial Oikos Tau una colección de libros de economistas contemporáneos y clásicos que aproximaron el pensamiento contemporáneo a estudiantes de ciencias sociales y humanidades.33 Tenía sentido del humor y estimaba vital e intelectualmente todas las tierras por las que pasaba.34 Entendido en música, fue capaz de desenterrar partituras de compositores del siglo XVIII.35 Sabía de arquitectura, gastronomía… Sentía una enorme curiosidad por todo, hacía hipótesis sobre todo,36 aunque de aquello que más le interesaba no hablaba a la ligera: se documentaba con rigor antes de dar opiniones.37
Para entender una personalidad tan multifacética no deben hacerse parcelas. Evidentemente, trabajaba mucho, tenía ilusión por el trabajo y era tenaz. «No sabía descansar si no era trabajando en otra cosa», ha señalado Vicent Llombart.38 Era capaz de combinar la actividad política intensa con la investigación: siendo ministro, por ejemplo buscaba libros viejos, acudía a leer a la Biblioteca Nacional –cerca del Ministerio de Sanidad y Consumo–, estaba al tanto de novedades científicas y hasta se informaba un día a la semana cuando era ministro sobre los trabajos y actividades de sus discípulos.39
Lluch es considerado por todos los testimonios que hay como un ejemplo de diálogo en todos los aspectos, pero principalmente en la política. Desde joven también buscaba el diálogo. Ya en 1959 consiguió poner de acuerdo al PSUC, PLP/FOC y MSC para llegar a un programa común en la facultad donde estudiaba y ser elegido delegado en el marco del SEU, pero en elecciones libres por primera vez.40 Era un hombre aglutinador de opiniones diferentes y sabía encontrar puntos de encuentro.41 Cuando era un joven profesor en Barcelona contribuyó a crear la Taula Rodona, precedente de l’Assemblea de Catalunya, y más tarde, en Valencia, aglutinó a los socialistas y actuó en la creación del Consell Democràtic del País Valencià.42
Este carácter dialogante, que no eludía en ocasiones las polémicas académicas y de interpretación histórica o políticas de quienes discrepaba, lo mantendría tota la vida.43 Gemma Nierga, el día de la gran manifestación de Barcelona después de matarlo ETA, pudo decir: «Estoy convencida que Ernest, hasta con la persona que le mató, hubiera intentado dialogar; ustedes que pueden dialoguen por favor».44 En la campaña de las elecciones municipales de 1999, en una de las treguas de ETA, apoyó a Odón Elorza en Donosti, y en un mitin, mietras le insultaba la izquierda abertzale, les respondía con vehemencia desde la tribuna: «¡Qué alegría llegar a esta plaza y ver que los que ahora gritan, antes mataban y ahora solo gritan: qué alegría…! ¡Gritad más porque mientras gritéis no mataréis!».45 Entendía que el diálogo comenzaba por hacer comprensible la opinión de los contrarios y oponentes, lo que Jonan Fernández ha visto como «una visión muy creativa de la política».46 No era un hombre de temperamento doctrinario y ha sido definido como alérgico a las lógicas de aparato de partido,47 aunque hemos de decir que se supo manejar muy bien en el PSC y en todos los que estuvo. Estaba convencido de que un político, por negra, dura y compleja que fuese la situación, siempre tenía que buscar salidas y posibilidades de solución o mejora de problemas.48 Era consciente de los condicionamientos sociales que la acción política tenía y consideraba que todo político debía contar con ellos y ser hábil y operativo.49
Lluch era un hombre de izquierda moderada. Su hija Rosa lo define como una persona entre el socialismo, la socialdemocracia y el cristianismo de base.50 Y este perfil debió definirse muy joven: en sus años de formación, y lo mantuvo toda su vida. Es importante reseñar que en sus años de estudiante nunca estuvo en la órbita comunista, a diferencia de muchos compañeros que llegaron a las aulas algo después que él.51 Cuando era estudiante, Vidal Villa lo consideró como una personalidad definida por dos ideas: el antifranquismo y el catalanismo, sin embargo debía tener alguna más, si atendemos a lo que publicaba en la prensa juvenil y estudiantil: cuestiones sobre el estado del bienestar, reforma agraria… Sus ideas socialdemócratas cuajaron desde pronto. Cuando era estudiante se había interesado por los Informes Beveridge de 1942-44, base del Welfar State y la política d’Aneurin Bevan, ministro de Salud británico que en el gobierno de Attle de la postguerra introdujo el National Health Service.52 Esta posición socialdemócrata de Lluch era no propia de los estudiantes del 68, más radicales, pero sí de los del 56, más moderados. Tampoco era excepcional el posicionamiento que tenía ante la OTAN, a la que veía más como instrumento militar de la democracia que como instrumento del imperialismo, como sin duda captaba casi en bloque la generación del 68.53 Posiblemente su afección a la socialdemocracia europea se consolidó cuando estudió en París. Lluis Foix lo define como «un hombre de Bag-Godesberg».54 Segundo Bru ha dicho que Lluch era «radicalmente socialdemócrata».55 En los años setenta, en sus clases de la Universidad de Valencia, cuando los profesores progresistas hacían leer y comentaban el Manifesto Comunista, él explicaba y recomendaba el manifiesto de Bad-Godesberg (1959).56
Socialismo moderado y al catalanismo. Se sentía catalanista, pero no nacionalista, por entender que éste exalta el sentimiento de identidad por encima de todos los demás derechos que subordina y reduce.57 Además entendía que debía contarse con la experiencia del siglo XX en que el nacionalismo exaltado tuvo funestas consecuencias. Aquí entra su idea de la historia como retrovisor que sirve para caminar hacia delante: había que caminar hacia delante, mirando también el retrovisor, la experiencia del pasado.58 Mirar al pasado era, según Lluch, importante para saber qué era España. Quería profundizar en la Constitución y construir una España donde cupiesen todos los territorios e identidades y se encontrasen las naciones españolas a gusto. Esta idea se intensificó desde su experiencia política como diputado y ministro. En este sentido, detectó el cambio que se operó con el segundo mandato del presidente Aznar, que sutilmente se orientó a una recentralización.59
TRAYECTORIA PROFESIONAL: RENOVAR EL SABER Y REFORMAR LA SOCIEDAD
1963-1970
Acabados los estudios y ya de profesor ayudante de la facultad de Económicas, siguió su carrera profesional, su pasión por comunicar temas de su especialidad y su compromiso político. Fue ayudante de Estapé desde el curso 1963-64 hasta el año 1967, en que fue expulsado de la Universidad.
Su carrera académica se fue centrando en trabajos sobre estructura y política económica principalmente de Cataluña. Los trabajos tenían proyección práctica: precios el suelo industrial, regiones económicas de Lleida o Tarragona, pero también el País Valenciano o Escocia…, y paralelamente se fue especializado en el pensamiento económico, tema del que unos años después leyó su tesis doctoral.
Su faceta de comunicador también se consolidó durante los años de ayudante. Fue una de las actividades que más atraían a joven profesor y se vio potenciada cuando lo expulsaron de la Universidad y empezó a publicar casi cada día en la prensa. Abordó los más variados temas. Escribía sobre demografía, economía catalana, banca, balanza de pagos, turismo, las autopistas, Guinea, Japón, los países de Europa oriental, las raíces de la Mafia, el Mercado Común, la comarcalización, el País Valenciano o Aragón, sobre temas históricos… Traducía a Schumpeter y hacía crítica de libros y revistas, lo que le servía para estudiarlos a fondo y creo que eso, además de su inagotable capacidad de trabajo, era una de sus fuentes del saber. Es importante destacar que en algunos de sus trabajos de investigador y comunicador trabajaba con otros (Eugeni Giral, Joan Gaspar, Ramon Seró, Ramon Garrabou…), lo que significa otra fuente de su saber: el enriquecimiento mutuo inducido por el contraste de opiniones.
También intensificó el compromiso. Fue miembro de la primera plataforma unitaria de fuerzas políticas democráticas de Cataluña, la Taula Rodona Democràtica (1966, en el contexto de la Caputxinada), donde se integraban el PSUC, Unió Democràtica, los socialistas del MSC, el Front Obrer Català y el Front Nacional de Catalunya.60 La policía franquista también tenía claro su activismo y el su compromiso: lo tenía fichado como democratacristiano y socialista.61 Fue expedientado otra vez, pero en esta ocasión lo expulsaron de la Universidad de Barcelona por dos años, junto a otros 70 profesores ayudantes, encargados de curso y adjuntos más, por haber firmado en 1967 un telegrama que demandaba la dimisión del rector García Valdecasas (el represor de la Caputxinada).62 Valdecasas, Batlle Vázquez y Lora Tamayo fueron los responsables de esta purga, en el más puro estilo franquista.
Fuera de la Universidad, aunque mantuvo contactos con las universidades de Madrid, Zaragoza y Barcelona, Lluch se dedicó a ejercer el oficio de economista y escribir en la prensa. Hizo trabajos de campo sobre economía regional y urbanismo, al tiempo que avanzaba su tesis. La expulsión no lo acobardó como político e intelectual de oposición. Más bien al contrario. Incrementó su compromiso. Intensificó su colaboración habitual en revistas como Promos, Serra d’Or, Información Comercial Española, Banca Catalana, y añadió, des del 1967, artículos casi diarios en los periódicos El Correo Catalán (1977-68) y Tele/Exprés (1969-79).
En 1970 volvió a la Universidad. Fue contratado en la joven facultad de Económicas de Valencia por Rafael Martínez Cortina, que era discípulo de José Luis Sampedro y había ganado ese mismo año la cátedra de estructura económica de esta Universidad. Lluch pronto ganó la plaza de profesor agregado. Su presencia en Valencia fue un golpe de suerte para los estudios de economía y, en el fondo, para una generación de activos estudiantes de Económicas.
Ese mismo año leyó su tesis doctoral, El pensamiento económico en Cataluña entre el renacimiento y la Revolución Industrial: la integración de la escuela clásica y la respuesta proteccionista, que publicó en catalán en 1973.63 La investigación analiza cómo se produjo la acumulación de capital en Cataluña y se centra en la aportación que tuvieron las ideas económicas y políticas. Es muy lluchiana: muestra cómo las ideas promueven y condicionan la industrialización. Lluch siempre consideró que las estructuras (entonces en apoteosis historiográfica) son muy importantes, pero no piensan, por mucho que condicionen.64 Muestra, asimismo, la escasa importancia que tuvieron en Cataluña las Sociedades Económicas de Amigos del País y otras instituciones oficiales, y lo relevantes que fueron las iniciativas de la sociedad civil (que llamaríamos ahora) adaptando ideas del mercantilismo liberal.65 Lluch era economista e historiador y la historia la concebía como un instrumento para para explicarnos el presente.66 Era un historiador que gustaba de la exhumación documental y la constatación de preguntas, datos y hechos. Vibraba ante el documento y comprobación de datos. En su tesis doctoral, centrada en los siglos XVIII y XIX, le interesaron los precedentes del liberalismo económico y cómo ha condicionado este proceso la historia de Cataluña.
Pero más allá de su tesis, Lluch destacó como economista. La economía la entendía en su sentido práctico, como aplicación de ideas que no se imponían mecánicamente, sino pugnando en su contexto histórico: adaptándose a las experiencias, a los intereses políticos y sociales.67 Se sintió atraído por el keynesianismo de izquierda. Fue introductor de Piero Sraffa,68 Pierangelo Caregnani, Geoffrey Colin Harcourt, Joan Robinson, Paolo Sylos Labini, Siro Lombardini o Claudio Napoleoni. Como ha dicho Fabià Estapé:
«La visió teòrica i intel·lectual d’Ernest Lluch de l’economia era fonamentalment pragmàtica i utilitària, indissociable del seu pensament polític socialdemòcrata. El que Lluch ambicionà tota la vida era ajudar a canviar les coses d’una societat i d’un país que eren lluny de la democràcia i de la justícia social. El factor humanista era el motor que l’empenyia en la política i en l’economia. El capital humà era per a ell el més important i la base de tota transformació. Però, essent home d’ideals i de moltes idees en política no era un idealista somia truites ni un teòric estratosfèric com tants n’hi ha. Al contrari, volia resultats concrets, avenços reals i possibles. Era un pragmàtic allunyat de la fraseologia i la demagògia».69