Kitabı oku: «La sociedad de castas», sayfa 10
El universo rural agrario
La cosa tiene su lógica. A lo largo de la historia, ha ocurrido con frecuencia que existían demasiados miembros de castas no agrícolas en un pueblo. Entonces, o bien cambiaban de ocupación o emigraban a otra aldea, donde podían emprender una nueva profesión o dedicarse a la tradicional. Este tipo de movilidad ha llevado a la formación de nuevas castas, o a que se abandone la ocupación tradicional y se adopte la agricultura.
Este punto es sumamente importante, pues sin la alternativa de la agricultura, el “sistema” hace siglos que se hubiese derrumbado. Y eso es algo que incluso los textos clásicos admitían.10 Desde hace mucho tiempo, la agricultura (y en menor medida también el ejército y el comercio) ha sido una ocupación alternativa para cualquier casta, desde las más bajas hasta las más altas [FIG. 16]. Los mālās constituyen una de las más importantes castas ex-intocables de Andhra Pradesh. Tradicionalmente, se habían dedicado a asistir al cabeza del pueblo y al recolector de impuestos. Además, como otras castas intocables, han hecho frecuentemente de peones de campo, de criados, se han dedicado a tocar el tambor en diferentes ceremonias, retirar carroña, limpiar letrinas, comunicar decesos a familiares, cavar tumbas, etcétera. (Compárese con las “ocupaciones tradicionales” de los mahārs de Maharashtra que antes mencionábamos.) Sin embargo, a principios de los 1990s, un 87% de los mālās del distrito de Chitoor se dedicaba a la agricultura.11

16. Agricultores dalits en la aldea de Kalli Thanda (Andhra Pradesh). Foto: Ángel López Soto, 2011.
Desde luego, el estereotipo que dice que aquel que sigue una ocupación diferente a la hereditaria ha de ser expulsado de la casta debe rechazarse con total rotundidad. Siempre ha existido bastante flexibilidad y libertad a la hora de escoger la ocupación.
En su famoso estudio de campo de Rampura, un pueblo cercano a Mysore (Karnataka), llevado a cabo entre 1948 y 1952, M.N. Srinivas notó que a excepción de 4 castas (lavanderos, cesteros, porqueros y algunos pescadores), las 14 restantes se ocupaban en mayor o menor medida de la agricultura.12 Esto atañía incluso a las tres castas de brāhmaṇs (que según los textos clásicos lo tendrían prohibido) y a los liṅgāyats, un grupo shivaísta surgido en el siglo XIII, muy influyente en Karnataka. Sólo algunos miembros de esas familias hacían de sacerdote doméstico o de templo. Por supuesto, la casta más poderosa del pueblo era la de los agricultores (okkaligas), que poseían las tierras. La mayoría de los aldeanos eran labriegos, peones de campo, siervos, terratenientes… o pertenecían a castas artesanales de una forma u otra ligadas a la agricultura.
Al mismo tiempo, miembros de todas las castas abrían tiendas y se dedicaban a tareas nuevas, no tradicionales y no agrícolas. Ninguno de los pescadores podía vivir de su ocupación tradicional; por lo que algunos eran costureros, otros hacían de peones de campo o de porteadores (coolies). La mitad de los holeyas (ex-intocables) eran peones de campo, y la otra mitad hacía de coolie. Algunos de los labriegos intocables eran también chākaras, siervos hereditarios, cuya tarea consistía en ayudar al cabeza del pueblo o terrateniente principal y a su contable a recolectar los impuestos. La mitad de los musulmanes de Rampura eran agricultores. La otra trabajaba como peón o en el comercio. Una serie de oficios mal vistos por los hindúes, como el de carnicero, estaba –y sigue estando– en sus manos.
Las nuevas ocupaciones
Los modernos cambios tecnológicos y en las comunicaciones han convertido en obsoletos algunos de los trabajos tradicionales. Y muchas de las nuevas ocupaciones son “ritualmente neutras”. Personas de cualquier casta pueden desempeñar un cargo en la oficina. Desde luego, eso no significa que no posean un rango social, pero su posición en la jerarquía se basará en criterios “seculares”. Cada vez más es la educación, y no la casta u otra filiación por nacimiento, la que determina la ocupación (y los ingresos).
La industrialización no sólo atrajo a especialistas de casta que se habían quedado en situación precaria (carpinteros, herreros, aguadores), sino a muchos jóvenes que, de otra forma, hubiesen desempeñado la ocupación familiar tradicional. Hoy en día, un joven puede aspirar a dejar de ser lavandero, barbero o pastor de ovejas y tratar de conseguir un empleo en un banco, en una agencia de viajes o en el gobierno. Este último trabajo otorga mucho prestigio, en especial en las aldeas, con independencia del puesto y el nivel de renta. Incluso tareas como el curtido de pieles (ocupación históricamente considerada de bajo rango y todavía presentada como degradante) están liberándose del estigma de la polución gracias a los nuevos cambios en la tecnología del curtido (muchos de los cuales fueron iniciados precisamente en la India).
La movilidad ocupacional se ha dado en todas las castas (aunque quizá menos en las históricamente asociadas a tareas deshonrosas). Pero el que uno de los pilares del sistema ya no se sostenga no dinamita la sociedad de castas. Tan sólo la modifica.
Aunque las modernas ocupaciones urbanas sin carga ritual han atraído a miembros de todas las castas, es cierto que algunas castas están desproporcionadamente representadas en determinadas ocupaciones. Una de las características de la casta es una cierta camaradería entre sus miembros. Cuando una persona se introduce en una nueva ocupación tiende a informar, enseñar y promocionar a los de su grupo. Por tanto, la casta continua siendo un elemento importante en la infraestructura económica de la India.
Un reciente estudio con 315 redactores-jefe y editores indios reveló que no había ni un solo miembro de una casta dalit entre ellos; mientras que un 85% pertenecía a alguna de las castas altas (la mitad eran brāhmaṇs). En otro estudio sobre los consejos de administración de diversas empresas, se comprobó que un 90% de los consejeros pertenecía a castas altas (en este caso, los brāhmaṇs ligeramente superados por los baniās), mientras que sólo había un 3,5% de dalits y ādivāsis (que constituyen más del 24% de la población del país). De hecho, en la gran mayoría de los consejos de administración no existía variación alguna, ya que en el 70% de los mismos, ¡todos sus miembros pertenecían a la misma casta!13
* * *
Hoy, entre los ex-intocables mahārs encontraremos abogados, mecánicos, agricultores, tenderos, paletas o sociólogos. Si existe un cambio importante en la India de hoy, es la galopante disociación entre la casta y la ocupación tradicional. Ya nadie puede deducir la casta de una persona a partir de su trabajo u ocupación. Ni a nadie le extrañará ver a un brāhmaṇ comerciando con productos de cuero, o a un dalit abrir un negocio de informática. Cada vez menos personas consideran que estos casos representan un comportamiento desviado.
Pero aunque uno puede ser de la casta de los mahārs y dedicarse a la informática, a labrar el campo o a la venta de lunguis, eso no le eximirá de seguir siendo un “mahār”, puesto que nació de padre y madre mahārs. Ahí parece radicar la principal o más visible diferencia entre casta y clase. La casta es una comunidad; la clase, una categoría. En la sociedad de clases, cuando un albañil se convierte en contable, deja su antigua clase social y entra en una nueva. En la sociedad de castas, un cambio en la ocupación no presupone un cambio de casta. Un agricultor brāhmaṇ sigue siendo un brāhmaṇ, y un ex-intocable mahār, aunque sea el propietario de un próspero concesionario de rickshaws, seguirá siendo un mahār. Puede que se le muestre el respeto que un hombre de negocios despierta, pero seguramente también –en el universo más casteísta del campo– la burla por su origen humilde o la suspicacia de hasta qué punto un mahār es capaz de ser un buen hombre de negocios.
4. RASGOS CULTURALES
Tras la endogamia [véase capítulo 1] y la tenue asociación con una ocupación tradicional [véase capítulo 3], el tercer aspecto característico de toda casta tiene que ver con una serie de costumbres culturales propias.
Los miembros de una casta suelen adorar a las mismas divinidades, participan en festivales muchas veces únicos de la casta, siguen ritos específicos, poseen sacerdotes y templos de casta, tienen mitos y crónicas que explican el origen del grupo, asociaciones o concilios de casta; a veces pueden vestir de manera característica y exhibir ornamentos propios, suelen tener dietas particulares, apoyar a órdenes religiosas definidas y hasta quizás hablen un dialecto propio. En cierto sentido, cada casta es cual grupo étnico o comunidad cultural diferenciada. De ahí –y este punto es fundamental– que nadie quiera renunciar a su casta. La casta es uno de los marcadores fuertes de la identidad en el Sur de Asia. Lo proclamaban los mahānāyaka-śūdras, una casta rural de Odisha: «La lealtad a la propia casta debe preservarse incluso al precio de la propia vida».1
Uno no sólo es hindú y gujarati hablante, por caso, mas también de casta paṭṭīdār, muchos de cuyos miembros se dedican al cultivo del algodón, son estrictamente vegetarianos, seguidores del Swaminārāyaṇa saṃpradāya, etcétera. De donde el carácter extremadamente multicultural de los distritos y estados del Sur de Asia. La casta ha mostrado ser una de las mejores instituciones para incluir y preservar las identidades. La India no constituye un melting pot, sino un tutti fruti.
UNA DIMENSIÓN VISIBLE
En cualquier pueblo, un aldeano sabe a la perfección a qué castas pertenecen sus vecinos. Y si por algún motivo no lo supiera, seguramente podría deducirla por la vestimenta o la dieta, quizá también por la profesión, y hay quien afirma que hasta por la forma de caminar de la persona en cuestión. Un divertido episodio del novelista Bankimchandra Chattopadhyay lo plasma. Nos encontramos en un juzgado de Calcuta a finales del siglo XIX:
«ABOGADO: ¿De qué jāti es usted?
KAMALAKANTA: ¿Soy yo de alguna jāti [clase]?
A: ¿A qué jāti pertenece usted?
K: A la jāti hindú.
A: ¡Venga, ya! ¿A qué varṇa?
K: A un varṇa [color] muy oscuro.
A: ¡Pero qué demonios está pasando aquí! ¿Por qué he tenido que llamar a un testigo como este? Insisto, ¿tiene usted jāt?
K: ¿Es que alguien me la puede sacar?
Al ver que el abogado no iba a ninguna parte, intervino el juez:
JUEZ: Usted sabe que hay muchas clases de jātis entre los hindúes, del estilo de brahmán, kayastha, kaibarta. ¿A qué jāti de estas pertenece usted?
K: ¡Dios mío! Esto es culpa del abogado. Él puede ver que llevo el cordón sagrado alrededor de mi cuello. Dije que mi nombre era Chakravarti. ¿Cómo podría adivinar yo que él no sería capaz de deducir que soy un brahmán?
El juez escribió: “Casta: brahmán”».2
En los espacios públicos, normalmente los indios identifican las castas con más facilidad que el abogado. La casta no es algo abstracto. Como escribe Christopher Fuller, «la casta es una dimensión visible de la vida cotidiana».3 De hecho, en el pasado, algunas castas tendían a vivir en un barrio específico de la aldea. Es en el anonimato de la ciudad moderna donde hallamos barriadas multicasta y donde resulta bastante más difícil deducir la casta por la apariencia. Pero incluso allí, si un nuevo vecino viene a instalarse en la colonia, no pasará mucho tiempo antes de que se sepa su jāti. Eso si no se ha inferido al instante por su forma de expresarse. Jules Bloch escribía a principios del siglo XX que todos sus informantes aseguraron poder reconocer la casta de otra persona con los ojos vendados y sólo escuchando su forma de hablar.4 Y no hay que remontarse a tiempos tan pasados. El escritor Patrick French conversaba en el aeropuerto de Lucknow (Uttar Pradesh) con un hombre que había vivido toda su vida en la ciudad. Le aseguró que sólo con observar un rostro era capaz de adivinar la casta y la región de Uttar Pradesh de procedencia de la persona. Lo probaron con tres individuos al azar y el hombre acertó con los tres.5 (Por cierto que sólo en la India uno puede preguntar el nombre, el salario, la casta o el lugar de origen de un pasajero sin que ello suponga una irrespetuosa intromisión.)
Por lo general, los miembros de una casta poseen los mismos apellidos (o incluyen el genérico de jāti o gotra en el apellido). La casta no se oculta. Cuando uno dice que se apellida Bhattacharyya o Chakravarty, como en el episodio anterior, todo el mundo sabe que pertenece a una jāti de brāhmaṇs de Bengala. Y si el apellido es Agrawal, se inferirá que nació en alguna de las diferentes secciones –hindúes o jainistas– de la casta baniā agaravāl. Claro que existen también apellidos neutros (Kumar, Singh, Prasad, Gupta, Khan, etcétera) y otros que han ido variando.
Ocurre que la mayoría de los indios están familiarizados con los apellidos de su región y, en cambio, tienen dificultades en reconocer la casta en apellidos de regiones diferentes a la suya. Cuando menciono mi apellido en Nueva Delhi, muchos lo toman por maharashtri (ya que bastantes apellidos de esa región terminan en -kar o -ker), pero cuando lo pronuncio en Kerala todo el mundo capta de inmediato que es uno de los títulos de la casta nāyar.
Conocer la jāti de alguien diferente de su región lingüística tampoco permite saber gran cosa de dicha persona. Los apellidos de la casta kumhār de Chhattisgarh, por ejemplo, dicen mucho acerca de la subcasta o la posición de sus miembros. Si uno se apellida Pade, que es el término chhattisgarhi para “alfarero” (ocupación tradicional de los kumhārs), indica un estatus relativamente bajo. En cambio, si se apellida Pande, una deliberada sanscritización de Pade que coincide con un típico apellido brāhmaṇ (y significa “erudito”), denota mayor estatus y, posiblemente, que la familia en cuestión ya no se dedica a la alfarería. Alguien de otra región, al ver el apellido Pande puede hacerse un buen lío, pero los kumhārs y sus vecinos chhattisgarhis saben detectar los matices.
Desde que uno nace, es identificado como miembro de una jāti. Exceptuando a los indios “modernos”, los amigos más próximos de un indio o una india seguramente serán miembros de su propia casta. Las relaciones con miembros de otras castas son siempre más formales. K.S. Singh lo expresaba con cierta exageración: «Cada comunidad tiene su identidad, su visión del mundo, su frontera y, en muchos casos, un fuerte sentido de solidaridad y diferencia cultural».6 Este punto es clave: la casta es casi una asociación de ayuda mutua. Octavio Paz, que fue embajador de México en la India, decía que las castas son «grupos solidarios, verdaderas fraternidades. Cada individuo está seguro casi siempre de encontrar ayuda en los otros miembros de su casta»;7 si bien, a medida que los miembros de una casta empiezan a diferenciarse del resto, tanto a nivel económico como en modo de vida, el tradicional igualitarismo dentro de la casta puede dislocarse.
Es cierto que en las modernas ciudades las marcas diacríticas de la casta –como el apellido, el atuendo y hasta el porte– son cada vez más irreconocibles y neutras, y uno podría camuflarse bajo la guisa de una casta diferente a la propia. Algunos ex-intocables han sentido la necesidad de hacerlo [véase El passing o la casta oculta]. Pero, por lo general, incluso cuando un jāṭ se convierte al sikhismo o un nāḍar lo hace al cristianismo no deja de ser jāṭ o nāḍar. Como comprobaremos en repetidas ocasiones, la conversión no borra el sentido de identidad de casta.
Con ocasión de bodas, funerales, festivales, los miembros de una misma casta se reúnen. Los festivales sirven para integrar las jātis y conectar a sus miembros (y establecer nuevas amistades, enlaces matrimoniales, negocios, etcétera). También los rituales funerarios fortalecen la solidaridad de la familia y la casta.
Casi la mitad de los templos de la India son, en verdad, templos de casta (donde los sacerdotes suelen ser de la casta en cuestión o de una subcasta sacerdotal especializada en el ritual de la casta). De los 44 santuarios de Ramkheri, la aldea de Madhya Pradesh estudiada por Adrian Mayer, 16 eran exclusivos de castas particulares. Una deidad muy popular allí es Bheru (forma local de Bhairava, una manifestación feroz de Śiva). En Ramkheri había 13 templitos de Bheru: uno de los barberos, otro de los brāhmaṇs, otro de los rājputs, otro de los tejedores, otro de los tamborileros, etcétera.8 Por si esto fuera poco, cada casta (y más aún, cada subcasta o linaje dentro de la casta) suele poseer su diosa o divinidad de clan, que recibe el culto únicamente de miembros de la jāti. Ya decía Govind S. Ghurye que «las castas son pequeños mundos sociales completos en sí mismos».9
Dieta y comensalidad
Quizá el aspecto que –después de las reglas de endogamia– mejor delimite las fronteras de casta sea la comensalía o comensalidad. Eso quiere decir que, en teoría, los miembros de una misma casta sólo comerían los alimentos cocinados y servidos por miembros de su misma clase o superior y con comensales de rango parejo. Hasta hace pocas décadas, el criterio de la comensalidad era la expresión más visible del estatus ritual.10 El punto que debía evitarse a toda costa era sentarse a comer en línea (paṅgat), es decir, contiguo a alguien de casta diferente. (Nótese que en los eventos tradicionales de la India, la gente no se sienta a la mesa, sino en estas hileras sobre el suelo.) En consecuencia, el acceso a restaurantes públicos, tea-shops, hoteles o a los pozos de las aldeas estaba hasta hace relativamente poco restringido por tabúes de casta. (Cualquier discriminación en este sentido es hoy ilegal, pero eso no significa que haya desaparecido.)
Las prohibiciones dietéticas (propias de cada casta) y las reglas de “etiqueta” han gobernado las relaciones entre castas durante siglos. Aceptar comida cocinada por alguien de otra casta requería, y aún requiere, una serie de juicios y valoraciones –acerca de la cualidad ritual de los alimentos– muy complejos. Un sacerdote brāhmaṇ, por ejemplo, puede aceptar comer en compañía de gentes no brāhmaṇs con ocasión del festival del pueblo o de ciertos ritos. En realidad, eso forma parte de su trabajo como clérigo. En otras circunstancias actuará imitando al dios que recibe la ofrenda de cualquier feligrés. Pero si los alimentos tienen que ser cocinados, será imperativo que hayan sido preparados por otro brāhmaṇ o por miembros de su familia [FIG. 33].
Puesto que los brāhmaṇs tienden a comer sólo alimentos cocinados por otro brāhmaṇ existe en la India casi una “subcasta” de cocineros brāhmaṇs y un alto número de restaurantes regentados por miembros de esta clase. En el sur de la India, el rótulo “Vegetarian Restaurant” es virtualmente indicativo de que el cocinero es brāhmaṇ. Al ver el rótulo, cualquier hindú leerá entre líneas: “pase usted y consuma nuestros platos aquí porque no corre ningún riesgo de polucionarse; el cocinero es brāhmaṇ”.
Hay que decir que –como en el caso de la ocupación tradicional– este aspecto se ha relajado mucho en los medios urbanos modernos [FIG. 17]. Incluso en el hogar pueden sentarse a la mesa amigos e invitados de estatus rituales diferentes. En los espacios públicos, ya casi nadie se preocupa de quién ha cocinado los alimentos o con quién tiene que compartir mesa en una comida de negocios. (Aunque sólo hasta cierto punto, como muestra el pertinaz recurso al servicio de los dabba-wallahs de Mumbai: los mensajeros que reparten diariamente cientos de miles de almuerzos preparados por las esposas en el hogar hasta las oficinas donde trabajan sus maridos.)
No es que la comensalidad sea hoy ignorada, sino que ha sido circunscrita a espacios y contextos más reducidos. La comensalía, por ejemplo, todavía supone una frontera fuerte en eventos tradicionales.

17. La cafetería de Infosys, importante empresa de informática de la India, donde los tabúes de comensalidad son cosa del pasado. Bangalore (Karnataka). Foto: Zondor, 2003.
Los tabúes se mantienen incluso en contextos aparentemente inocuos, bajo formas más veladas. Un estudio realizado por la Universidad de Lucknow (Uttar Pradesh) en el 2011 detectó que en un 40% de las escuelas muestreadas, maestros y estudiantes rechazaban tomar los almuerzos gratuitos subvencionados por el estado ya que habían sido preparados por dalits. Martine Bulard habla también de profesores dalits y brāhmaṇs de universidades de Bombay o Delhi. Gente leída, moderna y que mantenía muy buenas relaciones de trabajo. No obstante, los dalits confesaron no haber sido nunca invitados a comer por los profesores brāhmaṇs, y menos aún a comer en sus casas.11
En realidad, los prejuicios afloran hoy si se da una diferencia simultanea de casta y clase. Es decir, cuando el peón pobre de casta baja va a casa del terrateniente de casta alta. O bajo alguna de las formas de exclusión que todavía perviven en la India de hoy. Aunque la intocabilidad fue abolida en 1950 por la Constitución, cualquiera que vaya a un pozo rural del norte de la India podrá ver a la mujer bhangī suplicando: «Mā-Bāp [madre-padre], ¿podría sacar un poco de agua para mí?»; ya que no se le permite extraer agua, ni siquiera del pozo de los “intocables”.12








