Kitabı oku: «La sociedad de castas», sayfa 3

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SOBRE LAS DENOMINACIONES E ILUSTRACIONES

Este libro plantea algún problema a la hora de volcar las voces índicas. Muchos de los conceptos y nombres de casta clásicos provienen del sánscrito, la antigua lengua culta de la India. La mayoría ha entrado en las lenguas habladas de la India de hoy (hindi, marathi, bengalí, tamil, gujarati, etcétera). Otros son incluso de uso corriente en español y otras lenguas foráneas. Por ejemplo, para la casta sacerdotal, letrada y litúrgica por excelencia, podemos optar por la castellanizada “brahmán”, la anglicanizada “brahmin”, la fonética “bráhman”, la original sánscrita “brāhmaṇa” o su forma vernácula “brāhmaṇ”. He optado por unificar todas las variables –salvo en las citas textuales– en una sola forma, normalmente la vernácula, tal y como corresponde a un texto de talante sociológico. Del ejemplo anterior se ha escogido la última opción: “brāhmaṇ”.

En realidad, el problema con “brāhmaṇ” es sencillo de solventar ya que todas las variables remiten a una misma raíz. Pero ¿qué ocurre, por ejemplo, con denominaciones que proceden de distintos troncos o que poseen cargas semánticas y emocionales muy fuertes? Es decir, ¿qué designación se debería utilizar para hablar de los colectivos históricamente excluidos de la sociedad “de casta”?: ¿intocable, dalit, ex-intocable, paria, harijan, chaṇḍāla, Scheduled Caste, descastado? Cada una de estas denominaciones evoca un universo de significado distinto. Aunque dedicaremos bastantes páginas a la cuestión [véase capítulo 13], he optado por privilegiar el genérico “intocable” (o “ex-intocable”). Aunque el término pierde aceptación en India, es descortés –¡y hasta ilegal!–, lo empleo a falta de otro mejor. El viejo término “harijan” ha quedado obsoleto. El alternativo “dalit” está muy politizado y lo reservaremos para los contextos apropiados y para aquellos que expresamente quieren denominarse así. La variante “persona de casta clasificada” (Scheduled Caste), que es la administrativamente correcta, suena farragosa y –como todo eufemismo– no remite al contexto: la práctica de la “intocabilidad”. De forma similar, cuando mencionemos a castas ex-intocables como la bhangī, la chamār, la dheḍ o la paṟaiyaṉ, se hará con toda empatía y sin desconsideración alguna, a pesar de que estas designaciones contienen una fuerte carga despectiva. Es fácil entender lo que digo si recordamos que la castellana “paria” proviene del nombre de casta tamil paṟaiyaṉ. O cuando, a nivel coloquial, en español se emplea la palabra “gitano” tanto para designar a una persona de cultura romā como a «alguien que estafa u obra con engaño».32 Para referirnos a los no intocables optamos por el extendido –aunque absurdo– concepto indio “de casta”.

Para la romanización y transliteración de las lenguas índicas seguiremos los modelos estandarizados, recurriendo al uso de macrones y diacríticos. A notar: las excepciones de la c- sánscrita y de algunas vernáculas que volcamos por su equivalente fonético ch-, la vocal ṛ- que se romaniza en ṛi-, y el tratamiento de los plurales, que sigue la arraigada –aunque incorrecta– costumbre de añadir una -s al final de la palabra, incluso en títulos de casta o tribu (de suerte que el título de casta nāyan, por ejemplo, cuyo plural es nāyar, se convierte en “los nāyars” y la casta “nāyar”).

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Muchas de las ilustraciones que aparecen en esta obra son libres de derechos. Bastantes tienen más de 70 años de antigüedad. La utilización de tanto material antiguo es deliberada. Al ofrecer en distintos capítulos una visión diacrónica de la sociedad, el recurso al archivo fotográfico colonial es doblemente ilustrador. El arcaísmo de la fotografía nos ayuda a focalizar en otra época y otra realidad social, a la vez que nos permite apreciar cómo la mirada colonial configuró los mencionados tropos del exotismo, el subdesarrollo o la religiosidad del pueblo indio. Naturalmente, se ha incorporado material contemporáneo para ilustrar la realidad actual y no enfatizar en exceso la imagen de una India intemporal.

I EL PRINCIPIO
DE LA DIFERENCIA

Una de las tesis de este libro propone que han existido y existen diversas ideologías de casta. Estimo reduccionista tratar de identificar un único motor que dirija la práctica de la casta en un espacio tan variopinto como el continente índico. Pero si existe algo que todas las ideologías parecen aceptar –como avanzábamos en la Introducción– es el principio de la diferencia; es decir, la tendencia a separar y diferenciar las castas –principalmente a través de la endogamia matrimonial [foco del capítulo 1]–, amparada en alguna narrativa mítica y apoyada por elaboradas y contundentes formas de patriarquía [capítulo 2]. Si los miembros de las castas no valoraran tanto sus costumbres y prácticas rituales, su genealogía, su pericia en ocupaciones específicas [capítulo 3], que interactúan en la economía local [capítulo 5], la sociedad de castas habría desaparecido hace mucho tiempo.

Sólo en la India uno puede vestir como quiera, comer lo que guste y rezar a quien desee sin que nadie le importune (o no demasiado). De ello, la importancia de la dimensión “cultural” de la casta [capítulo 4]. El respeto por la diversidad de hábitos, cultos o dietas ha sido alentado por el hinduismo y hasta por la propia tradición legal índica. Como resultado, la India es uno de los países más políglotas del planeta (24 lenguas oficiales, más de un centenar en uso), y la diversidad de formas de vida casi no tiene rival. En contraste con otras civilizaciones –que históricamente optaron por cierta uniformización–, en India la diversidad es un valor apreciado. De ello también, la larga historia de debate público y tolerancia de la heterodoxia intelectual. Esta estructura polimorfa y pluralista de la sociedad índica ha abonado el terreno para que los valores de la democracia pudieran desarrollarse tan cómodamente en la India [a matizar en la siguiente Parte]. Y, por encima de todo, este aprecio por la diferencia ha alentado la creación y perpetuación de infinidad de comunidades.

Asegura el gobierno de la India, en efecto, que el país cuenta con 6.748 “comunidades”, muchas de las cuales fueron investigadas y descritas a principios de los 1990s por el Anthropological Survey of India.1 En la siguiente década la cifra se ajustó a 4.694.2

Este tipo de exactitudes siempre resulta asombroso. Y es que es lícito preguntarse: cuando los antropólogos del gobierno hablan de “comunidades”, ¿se refieren a castas, subcastas, comunidades lingüísticas, etnias, tribus, grupos religiosos, sectas? Puede que a un poco de todo. Pero en aquellos contextos en los que se habla de miles de comunidades, seguramente la mayoría de los indios entiende que se está hablando de “castas”. De hecho, los indios educados en inglés suelen hablar de su community cuando remiten a la casta. De esta forma políticamente correcta evitan el término caste, que para algunos ha adquirido connotaciones peyorativas.

En cualquier caso, la exactitud de la cifra nos ha de dejar doblemente perplejos ya que hasta el 2011 (con la inclusión de un apéndice llamado “Socio-Economic and Caste Census”), y durante 80 años, el gobierno indio dejó de censar castas. (Conoceremos el porqué.)

Adentrémonos en el mundo de estas miles de unidades sociales que el gobierno es medio reacio a censar, pero es capaz de enumerar con tanta precisión, y que los portugueses bautizaron con el nombre de “castas”. Lo cual no hace sino aumentar nuestro asombro: que la palabra que tanto indios como foráneos utilizamos para designar a estos grupúsculos y a la sociedad que los envuelve provenga del español y el portugués. Y en esas lenguas, casta significa tanto “ascendencia”, “especie”, “grupo de animales” (de la gótica kastan), como remite a las personas que se abstienen del goce sexual (de la latina castus). Mezclando un poco los significados anteriores, puede designar también a colectivos “puros” y “no cruzados”. Este es el sentido que los ibéricos prefirieron para referirse a las divisiones sociales de la India. A los portugueses nacidos en la India pero lusos de pura cepa se les denominó castiços; a los cruzados, mestiços. Por extensión, a los indios orgullosos de su ascendencia se les aplicó el término casta: “los de pura sangre”, “los de buen origen”. Pero nótese que fueron los europeos quienes subrayaron la idea de “pureza de sangre” (tema estelar en la península ibérica del siglo XVI), una noción que no está necesariamente implícita en la terminología índica.

1. COSTUMBRES MATRIMONIALES

El “nacimiento” (jāti) es la primera característica, y la más evidente, de la casta. Se nace en una determinada casta porque se es hijo o hija de padre y madre de la misma o muy parecida casta. Jāti –que durante algunas páginas vamos a utilizar de forma intercambiable por “casta”– es el nacimiento en un determinado segmento social. Uno nace en una y sólo una jāti. La jāti se hereda y es de por vida. No se elige. Tampoco se mide –como la clase social– por baremos económicos.

Todo hace pensar que la lusa “casta” pretendía traducir la sánscrita jāti, que –al igual que sus formas vernáculas jāt, jñāti, nāt o zāt– significa “nacimiento” u “origen”.1 Como también: especie, raza, género, familia, clase, nación, sección, gente, clan, camada… según un diccionario hindi-inglés.2 A lo largo del siglo XIX, la ya por entonces angloindia caste empezó a distinguirse de este abanico de significados y adquirió el sentido exclusivo que hoy le otorgamos de “casta” (o subcasta).

ENDOGAMIA

La regla principal de la casta es la tendencia a la endogamia: el matrimonio entre miembros de la misma casta, o de diferentes castas de una misma región, pero que tradicionalmente han permitido enlaces matrimoniales entre sí.

De todos los aspectos de la sociedad de castas, el principio de la endogamia es el que se muestra más sólido. Y como se desprende de los textos clásicos, también parece ser uno de los más antiguos.3

Este es el punto más importante de todo el universo de la casta. Sin endogamia (en cualquiera de sus formas), no hay “casta”. Para el político dalit Bhimrao R. Ambedkar, «la endogamia es la única característica peculiar de la casta».4 En un estudio de campo realizado en el estado de Kerala en los 1980s, el Anthropological Survey of India reportó una endogamia del 97%.5 Y en una encuesta nacional llevada a cabo en el 2006, un 74% de los encuestados contestó que no aprobaba los “matrimonios mixtos” (entre distintas castas). Incluso la población más alfabetizada y urbanizada respondió en un 56% en contra de estos matrimonios.6 Significativamente, el matrimonio mixto goza todavía de menos aceptación entre los indios que trabajan en el vanguardista sector informático en los Estados Unidos.7

Dado que las castas en el Sur de Asia poseen diferentes rangos, la endogamia puede ser de dos formas: isogámica o hipergámica.

Isogamia

La isogamia se da cuando el matrimonio se realiza entre iguales; por ejemplo, cuando desposan miembros de una misma casta (y más aún, de la misma subcasta, que es lo que mejor evoca el término jāti). La costumbre de la isogamia limita mucho la elección matrimonial, de modo que hoy en día tiende a relajarse y se mira de ensanchar el círculo matrimonial traspasando las barreras de subcasta (y hasta de casta). Pero nótese que no hace tanto, de las 19 jātis que componían el pueblo de Ramkheri (Madhya Pradesh) estudiado por Adrian Mayer en los 1950s, 15 eran completamente isogámicas.8

Hipergamia

Entre algunas comunidades y castas importantes, no obstante, se tiende a la hipergamia. Este tipo de matrimonio, llamado en sánscrito anuloma (“a pelo”), es el que se establece entre una mujer de casta más baja que el varón.

El antropólogo David Mandelbaum calificó la hipergamia como «un tipo de endogamia cualificada».9 Incluso los textos antiguos admitían –bien que a desgana– que un hombre de casta alta podía desposar a una mujer de casta inferior.10 Está claro que la isogamia estricta ha sido menos respetada de lo que los textos sugieren. Pero parece probado que a partir de los siglos IX o X los matrimonios cruzados entre castas distintas fueron mucho más raros. Quedaría como rasgo típico de colectivos marciales y terratenientes (o periféricos). El caso de los rājputs, la casta “guerrera” por antonomasia de la India, es el más claro [FIG. 6]. Como otras comunidades marciales, en el pasado los rājputs capturaban a las mujeres de los clanes vencidos y tenían concubinas de castas bajas. Cualquiera que fuera la casta de la esposa, el hijo o hija adquiría el rango rājput del padre.

Este tipo de matrimonio también ha sido corriente entre otras castas de origen guerrero como los paṭṭīdārs de Gujarat, los jāṭs del Punjab, los marāṭhas de Maharashtra o los nāyars de Kerala. Algunas castas de brāhmaṇs, como los rāḍhī-brāhmaṇs de Bengala o los sarasvatī-brāhmaṇs de Uttar Pradesh, han tendido a la hipergamia. En Bengala se da también entre los kāyasthas y los baidyās, dos castas altas que solían regirse por el peculiar sistema de parentesco kulīn.

Téngase en cuenta, empero, que en todos los casos citados no vale cualquier lazo hipergámico, sino alianzas muy concretas, aprobadas y reconocidas por las castas en cuestión. En muchos casos, la hipergamia se da realmente entre linajes o subcastas de distinto rango de la misma casta. La descendencia de esa unión heredará la casta o subcasta de la madre o del padre según normas ya establecidas y que son propias de cada casta (con marcada propensión a tomar la jāti o varṇa del padre, como el caso rājput).

La regla de oro de la hipergamia es tomar esposas de los inferiores, pero cuidándose muy mucho de no darles sus mujeres de vuelta, de manera que queden claramente en posición subordinada.11 Las jātis de dadores de esposas son siempre consideradas más bajas que las receptoras.

Hipogamia

El matrimonio llamado en sánscrito pratiloma (“a contrapelo”) o hipogámico, donde la mujer es de estatus superior al varón, es considerado casi una aberración, aunque conocido en Bengala y en Nepal. En la antigüedad debió ser más común,12 pero los textos clásicos lo condenan duramente.13 Aún lo expresaba en los 1880s Pandita Ramabai, pionera de los movimientos feministas indios, en un texto sobre la mujer de casta alta:

«Un hombre de casta alta nunca se rebajará a casar a su hija con otro de casta baja aunque sea millonario».14

Asimismo, la novela contemporánea de Arundathi Roy El dios de las pequeñas cosas capta el choque social que se produce cuando se descubre que la protagonista de casta alta está enamorada de un intocable.

La ampliación de la jāti

A través de las reglas de endogamia (isogámica o hipergámica), las castas pueden mantener y reproducir su identidad o sus rangos.

Sin embargo, la creciente urbanización y movilidad social tiende a erosionar ciertos aspectos de la endogamia. Tradicionalmente, los matrimonios endogámicos reducían la elección del cónyuge al grupo más pequeño posible, a la subcasta o jāti. Hoy, las barreras de jāti se han suavizado y la endogamia tiende a efectuarse en entidades mayores.15

Ello está comportando una creciente hipergamia, pero una basada más en criterios socioeconómicos que no en los viejos factores de rango ritual. Si no existe demasiada disparidad ritual, no está mal visto que una mujer despose a un varón de casta algo superior, más aún si la familia del novio es respetada y tiene poderío económico.

Aun así, la sensación de jāti no mengua. Me viene a la memoria el caso de un nāyar de Kerala que protestaba porque algunos grupos pujantes (léase inferiores) estaban adoptando el título “nāyar” y habían establecido enlaces matrimoniales hipergámicos con nāyars. Aunque mi interlocutor pertenecía al partido Comunista y decía ser muy progresista no dejó de remarcar que él era un “nambiār” (subcasta de rango entre los nāyars del norte de Kerala), distinguiéndose así de las jātis “inferiores”.

También la política de discriminación positiva en favor de las castas bajas [véase capítulo 23] ha ayudado a romper barreras. Lo mismo que el imparable proceso de formación de macrocastas constituidas por jātis más o menos afines [véase Las macrocastas]. Por consiguiente, el Anthropological Survey of India mantiene que el número de castas en la India declina.16

Para muchos indios de la nueva clase media, las viejas ideas de anuloma o pratiloma van quedando obsoletas. También en determinados casos empiezan a traspasarse las fronteras de religión y hasta las barreras lingüísticas, aunque estos lances son todavía poco frecuentes. Según D.L. Sheth, la única consideración “tradicional” que se mantiene en estos matrimonios mixtos es la división entre vegetarianos y carnívoros17 (división que, a mi entender, empieza asimismo a nublarse).

Esta es la tendencia actual; una que plausiblemente se incrementará. Pero de aquí a que desaparezcan las castas queda aún un buen trecho. Todavía unos jóvenes pretendientes fueron ahorcados en Muzaffarnagar (Uttar Pradesh), por intentar un matrimonio mixto brāhmaṇ/jāṭ.18 Y este es un suceso menos aislado de lo que podría pensarse [véase en La justicia a nivel local].

LAS FORMAS DE EXOGAMIA

La unidad endogámica ha sido siempre un grupo pequeño, que reside en un área relativamente reducida y comparte una lengua común. Por lógica, para evitar la consanguineidad, la jāti requiere ciertas formas de exogamia.

En el caso de los brāhmaṇs y otras castas del norte de la India, por ejemplo, la exogamia exige que los clanes o linajes (gotras, gots, kuḷis) de los esposos sean diferentes. El gotra es un linaje patrilineal cuyos miembros dicen descender de un mismo antepasado masculino, ya sea histórico o mítico. Se dice que toda familia brāhmaṇ puede remontarse a alguno de los ṛiṣis o poetas-sabios de la antigüedad (como Gautama, Bharadvāja, Viśvāmitra, Kaśyapa, Vāsiṣṭha, etcétera), que estableció un gotra. En los textos clásicos se insiste en que uno no debe desposar a un sagotra, es decir, a alguien de su mismo linaje (aunque en la India siempre hallaremos excepciones), ni a un sapiṇḍa, esto es, un pariente sanguíneo cercano.

Bastantes castas del norte de la India siguen la regla de la exogamia de cuatro gotras o gots, es decir, de no desposar en ninguno de los gots de sus abuelos y abuelas. Donde no se han establecido gotras o clanes, pueden darse otras formas de exogamia. Entre los mālās de Andhra Pradesh, el matrimonio entre miembros de un mismo apellido está prohibido.19 También entre los vāṇiyās de Gujarat el apellido sirve de unidad de exogamia.

En el sur de la India y Sri Lanka, en cambio, la fórmula preferida de matrimonio es la que se da entre primos cruzados (simplificando: ego desposa a hijos/as de sus tíos maternos o de sus tías paternas). Se prohíbe el matrimonio con primos paralelos (hijos/as de sus tíos paternos o de sus tías maternas).

Además de esta exogamia de parentesco puede darse una exogamia territorial (desconocida, sin embargo, en la India central y en el sur). Por ejemplo, la gran casta jāṭ del norte de la India prohíbe el matrimonio dentro del mismo pueblo y cualquiera de las aldeas colindantes.

En suma, la sociedad india prescribe endogamia de casta, pero restringida por normas precisas de exogamia. Y como decía Bhimrao Ambedkar:

«No es una exageración decir que para la gente de la India la exogamia es un credo […]; a pesar de la endogamia que practican las castas, la exogamia se observa estrictamente y existen sanciones más rigurosas para quien viole la exogamia que para quien viole la endogamia».20

En determinados casos (si se desposara dentro del mismo clan, por ejemplo), algunas castas han ido más allá de la clásica excomunión (ostracismo social) y han llegado a la eliminación física de la pareja que hubiera transgredido las reglas de exogamia. (No obstante, si la familia puede llegar a probar que se cometió una “irregularidad involuntaria”, el matrimonio puede llegar a mantenerse, quizá tras el pago de una multa establecida por el consejo de jāti.)

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