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JĀTI

Como se observa, la jāti es una comunidad endogámica que posee ciertos mecanismos exogámicos. Las reglas de exogamia, que son propias de cada casta y pueden variar considerablemente, introducen un altísimo grado de complejidad en el asunto de la endogamia. Por ello, cuando se habla de las reglas de parentesco de una casta hay que hablar del tándem jāti/gotra. Una casta es endógama en relación a otras castas, pero exógama en relación a los clanes, linajes o subcastas que la constituyen.

Dicho de otra forma, los miembros de la jāti son: a) todos aquellos tan próximos que no pueden ser pareja matrimonial (por linaje, apellido o vecindad); b) aquellos a los que ya se está ligado por matrimonio; y c) aquellos lo suficientemente distantes que sí pueden elegirse como pareja. Este último nivel es el que los antropólogos denominan “círculo matrimonial”.

Hasta tal punto la endogamia/exogamia es importante y palpable que los miembros de una casta tienen la sensación de compartir una misma sangre y poseer una identidad natural otorgada por la equivalencia entre sus miembros. No es que la regla matrimonial busque una abstracta pureza de sangre –como sugiere el término ibérico casta–, pero sí otorga a los miembros de la jāti la sensación de formar un gigantesco clan. Por eso el término jāti se asemeja a lo que Max Weber denominaba “grupo corporativo”.21 Y tampoco se aleja de lo que entendemos por “grupo étnico”.

En el norte de la India y Pakistán, este nivel de la casta también se conoce como “hermandad” (birādarī; etimológicamente emparentada con la inglesa brotherhood). Una birādarī agrupa a diferentes varones de un pueblo o una comarca que se jactan de tener un ancestro masculino común. En el pueblo, los aldeanos pueden llamarse “hermano” (bhāī) o “hermana” (bahen) aun sin estar emparentados entre sí.

La exigencia de desposar dentro de la casta pero evitando ciertos gots y determinados pueblos reduce mucho las posibilidades de elección de pareja. Los informantes de la casta holeya de Karnataka, que cuenta con siete jātis o unidades endogámicas, admitían que en los últimos años les estaba costando mucho mantener la endogamia de subcasta. Aun así, el estudio de G.K. Karanth mostró que casi todo el mundo se casó dentro de su propia subcasta.22

EL MATRIMONIO

El matrimonio (vivāha) es el más importante de todos los ritos de paso (saṃskāras) que marcan el ciclo de vida de un hindú.23 Ya lo decía hace 200 años el abad francés Jean-Antoine Dubois, que vivió mucho tiempo en el sur de la India:

«El asunto más importante y esencial para todo indio, aquel del que más se habla y para el que se prepara con más antelación, es el matrimonio».24

La frase de Dubois todavía está vigente. Si bien muchos ritos de paso tradicionales han perdido actualidad, el del matrimonio se mantiene en perfecto estado de salud. Sin marido o esposa, un hindú no puede acceder al estadio del gṛihastha o “cabeza de familia”: aquel y aquella que perpetúan los rituales sagrados y la estirpe. Para las mujeres es, en bastantes sentidos, el sacramento esencial.

El matrimonio es el acto social por antonomasia. Las familias, los vecindarios o las castas se reúnen siempre con ocasión de unas nupcias. Y no se escatiman gastos. Incluso en la India profunda, donde el ahorro siempre ha estado muy valorado, se alienta el derroche y la ostentación con ocasión de las bodas. A medida que los valores consumistas van imponiéndose, la pompa y parafernalia no hacen más que crecer. El matrimonio, en especial el de una hija (que acarrea un plus en el que pronto entraremos), sigue siendo la principal causa de endeudamiento de las familias indias. (Compárese con el vecino mundo budista, donde son el funeral y el duelo los sacramentos que acaparan mayor atención social.)

Para una joven india, el matrimonio es casi “obligatorio” [FIG. 5]. El número de solteras en la India es bajísimo. Mantener una soltera en casa está muy mal visto. Estar casada significa ser afortunada y auspiciosa. De hecho, el término clásico para una mujer casada –mientras su marido sigue vivo– es sumaṅgalī, que significa exactamente eso: “auspiciosa”. La presencia de un ser afortunado es imprescindible en cantidad de ceremonias y rituales. (Lo contrario de la viuda, que encarna lo “inauspicioso”.) A partir del momento de su boda podrá llevar el bindi, un punto rojo o una joyita en la frente que simboliza su poder favorable y generativo. (Por la misma razón, a muchas viudas se les retira el bindi; si bien hoy no es raro que jóvenes solteras, ancianas y hasta mujeres no hindúes lo luzcan.)


5. Novia y familiares en una de las fiestas previas al desposorio. Diu (Diu). Foto: Agustín Pániker, 1997.

Por el matrimonio, ella dejará de ser hija para convertirse en esposa (también cuñada y nuera) y, algún día, madre. A través de su fertilidad, el linaje y la casta se perpetúan. Desde el punto de vista hindú ortodoxo, el marido y la esposa tienen el deber sagrado de concebir un hijo; especialmente un varón (que es quien heredará los deberes religiosos de la familia). En el ritual de matrimonio suelen recitarse plegarias en este sentido. La esterilidad es considerada uno de los peores males. (Y, como era de esperar, cuando una pareja no puede tener hijos, casi siempre se asume que el problema es de la esposa.) Una mujer estéril es tan inauspiciosa como una viuda. El linaje ha de transmitirse a toda costa; motivo por el cual la adopción nunca ha estado mal vista en la India hindú.

Esto es igualmente válido para los homosexuales (bien que muy pocos en India admiten serlo). Sudhir y Katharina Kakar ponen el ejemplo de un famoso activista gay que contaba que cuando era joven, ante la presión familiar para que se casara, acabó por estallar y confesar que le gustaba “follar con hombres”. A lo que su tía replicó: «Me da lo mismo si fornicas con cocodrilos o elefantes, pero ¿por qué no puedes casarte?».25 Es decir, mientras uno cumpla con el deber de prolongar la estirpe, casi que da igual el tipo de juego erótico que realice luego en sus horas de ocio. De forma similar, hace dos mil años el Manu-smṛiti recomendaba al rey arrojar a una adúltera a una jauría de perros y quemar vivo al adúltero con hierro incandescente. En cambio, la multa para una mujer que tuviera relaciones lésbicas era sólo de 200 rupias.26 Este punto es importante. La fantasía sexual y hasta el goce sexual no tienen por qué formar parte de esa institución que llamamos “matrimonio”, cuyo objetivo esencial es la perpetuación del linaje.

De hecho, el matrimonio indio está diseñado precisamente para lo contrario del amor pasional. A los no indios les choca ver la falta de romanticismo, de erotismo o de ternura en las parejas indias. Hasta que no se entiende el paradigma sobre el que se asienta la relación de pareja, para una mirada extranjera es difícil comprender esta institución. [Volveremos sobre el tema.]

Como ha visto Uma Chakravarti, es en el matrimonio donde se reproduce y se mantiene el orden social: la familia, la estirpe, la propiedad de las tierras y el estatus de casta.27 Por tanto, uno de los ejes del sistema de castas y de las reglas matrimoniales es el control de la sexualidad femenina. Para casar a una hija no basta con que la chica sea físicamente presentable, tenga estudios o se muestre discreta y recatada. Para ser una buena esposa y futura nuera-y-cuñada, la chica ha de ser pura. El honor de la familia depende del comportamiento sexual (también dietético y religioso) de sus mujeres, que son quienes encadenan el linaje. Porque «es a través de las mujeres (y no de los hombres) como la “pureza” de la comunidad de casta se asegura y preserva», en palabras de Nur Yalman.28 Si los hombres de casta inferior tuvieran acceso a las mujeres de la casta (lo cual sería la fatídica hipogamia), no sólo la pureza de las damas, sino la del grupo entero, se vería afectada. Urge, pues, controlar la sexualidad de las mujeres. [También profundizaremos en todo eso en el próximo capítulo.]

En el pasado, otros dos principios tan importantes como la endogamia servían para dicho control: que la chica se casara con un chico mayor que ella, y que lo hiciera antes de que fuera sexualmente madura. Con el primer principio –todavía activo– se reafirmaba la jerarquía de género. Con el segundo se protegía el deshonor potencial de una chica sexualmente madura que hubiera tenido contactos con hombres.29 La virginidad de la chica en el primer matrimonio es asimismo imprescindible para los musulmanes.

Como el matrimonio infantil es hoy ilegal (lo que no significa que haya desaparecido [FIG. 9]), la alternativa para una chica sexualmente madura es seguir la pardā (anglohindi: purdah). Por pardā se entiende la restricción de movimientos en los espacios públicos y ciertas zonas de la casa, el uso del velo y una conducta basada en la modestia [FIG. 58]. Se trata de trabar la sociabilización con miembros del género opuesto que en potencia pudieran ser pareja sexual. La institución atraviesa fronteras religiosas, ya que se da lo mismo entre musulmanas que entre hindúes, aunque en ningún lugar del Qur’ān o de los Dharma-śāstras se menciona que la mujer tenga que velarse o cubrirse de arriba a abajo. El punto esencial es la modestia: «que cubran su escote con el chal y no exhiban sus adornos sino a sus maridos, a sus padres, a sus suegros», dice el Qur’ān.30 Para el Manu-smṛiti hindú, «día y noche, los hombres deberían vigilar que sus mujeres no actúen de forma independiente; apegadas como están a los placeres sensuales».31

Todo esto es todavía más cierto en los pactos hipergámicos. Recordemos: cuando la mujer desposa a un varón de casta superior. Eso significa que la familia de la novia va a mejorar su estatus (al equipararse a la casta o subcasta más alta de la familia del novio). Por tanto, para mejorar la elegibilidad matrimonial y el honor familiar, la pureza de la chica ha de estar fuera de toda duda. Así, el estatus de casta y el control sexual de las mujeres quedan inextricablemente ligados.32

La sexualidad se controla con el matrimonio pactado, el matrimonio infantil (o la alternativa moderna de la pardā), las trabas al divorcio, la estricta monogamia para las mujeres y la prohibición de segundas nupcias para las viudas. Cualquier chica que muestre públicamente un cierto interés sexual, no sólo está poniendo en riesgo su reputación, sino que se verá de inmediato acosada sexualmente. Es más, una chica con relaciones prematrimoniales –o adúlteras–, no sólo está barrando el paso a su matrimonio, sino al de sus hermanas.33 (Lo cual, huelga decirlo, no quiere decir que no exista adulterio en la India.)a El honor (izzat, ijjat) de la familia entera depende del comportamiento de sus mujeres. De donde la consabida y polémica costumbre en el Punjab (indio o paquistaní) de que los hermanos vigilen a sus hermanas. El concepto de biradārī cubre a las hermanas e hijas (no a las esposas), de ahí que en el Punjab el hermano sea considerado el verdadero protector de la mujer.34 Esta cultura del “honor” o izzat atraviesa castas, clases sociales y religiones. Explica tanto la proverbial hospitalidad panyabí, como la represión de las mujeres y la violencia que la acompaña. La encontramos incluso en megápolis como Delhi o Lahore. En Bangladesh, es incluso el izzat del pueblo el que puede peligrar por un comportamiento indecoroso. En todo el Sur de Asia es inaceptable que un niño nazca de una madre soltera. Leela Dube señala que los trabajadores sociales estiman que un 85% de bebés de los orfanatos de la India son hijos de madres solteras.35

No sólo la pureza, el honor y el prestigio de la familia se preservan y aseguran a través de las mujeres. Es el de la casta entera el que está en juego. De ahí la gran preocupación por ritualizar la sexualidad femenina y por impedir matrimonios inapropiados.

Pacto entre familias

No existe una definición de “matrimonio” que sea universal y atraviese particularismos culturales. Baste mirar los tipos de emparejamiento que hoy en día nos rodean para darse cuenta de que existen muchas variables. En la India sucede –y ha sucedido– lo mismo. Existen incontables fórmulas de desposorio y maneras de concebir el “matrimonio”.b

El “matrimonio por amor”, por ejemplo, se ha dado y se sigue dando en el Sur de Asia. Hace 2.000 años, el Manu-smṛiti lo describía así:

«Cuando una joven y su amante hacen el amor voluntariamente, esto es el matrimonio gāndharva, que se basa en la unión sexual que se origina en el amor».36

Poco después, Vātsyāyana, en su Kāma-sūtra, lo alababa en estos términos:

«El amor es la meta de la unión matrimonial, y, aunque el matrimonio gāndharva no es el más recomendado, sigue siendo el mejor».37

Este tipo de enlaces aumenta en la India del siglo XXI. Más con la legislación actual, que permite el matrimonio civil. Sin embargo, lo hace a un ritmo más glaciar de lo que se suponía. Tradicionalmente, los matrimonios por amor han sido más comunes entre las castas bajas y entre los círculos aristocráticos. Pero aun así, la proporción es muy baja. En una encuesta realizada entre los mālās (ex-intocables) del distrito de Chitoor (Andhra Pradesh), a principios de los 1990s, más del 95% respondió haber tenido un matrimonio pactado, sólo un 3% siguió la fórmula del matrimonio por amor y un 1% había tenido un matrimonio mixto no endogámico.38 Por lo general, se sigue desconfiando de los “matrimonios por amor”. Otro estudio realizado con hombres y mujeres de distintas castas en 15 pueblos de Tamil Nadu, reveló que sólo 5 de las 70 mujeres habían tenido matrimonios que no habían sido pactados. De esas 5 mujeres, 4 lamentaban su decisión. La hostilidad recibida por la familia del marido las había hecho muy infelices. Para colmo, tampoco habían recibido apoyo de su familia natal.39 Ni la modernidad ni la globalización han eliminado la imagen negativa que el matrimonio por amor tiene en India.

Desde hace siglos, el matrimonio más habitual en el Sur de Asia es el de la vieja fórmula de la “donación de la joven” (kanyā dāna); enlace llamado brāhma en los textos en sánscrito. Es decir, el pacto y transacción entre dos familias, no entre dos individuos. Es el tipo de nupcias que recomiendan los textos brahmánicos.

Aunque los musulmanes enfocan la cuestión desde otro ángulo, tres de las cuatro escuelas jurídicas islámicas consideran el matrimonio una institución obligatoria. El matrimonio islámico (nikāḥ) es un contrato entre los padres del novio y el padre o el hermano de la novia. Aunque en teoría el islam reconoce que una chica puede negarse a desposar en contra de su voluntad, la realidad es que la presión familiar hace de esta prerrogativa algo remoto. A diferencia del mundo hindú, no obstante, la finalidad primaria del matrimonio en el islam no es la procreación, sino la legitimación de la sexualidad.

No hay datos oficiales, pero se conjetura que alrededor de un 90% de los indios sigue casándose con la pareja aconsejada por sus progenitores.40 El matrimonio pactado trasciende las barreras de clase social, religión, casta o lengua. Es panindio. (De hecho, es panasiático; y muy extendido en cantidad de países allende el hemisferio occidental.) Aunque la edad de matrimonio se haya retrasado considerablemente, todavía la inmensa mayoría de los jóvenes indios acepta la autoridad parental. No se vive como una imposición.41

No hay pesadilla mayor para unos padres que no encontrar novios y novias para su descendencia. Desde hace muchos siglos, la casta de los barberos ha ejercido de intermediaria entre las familias que tratan de sellar un pacto (rol de casta que, no obstante, tiende a desaparecer). Las negociaciones pueden durar meses. Los sacerdotes y astrólogos son regularmente consultados. Hoy, las secciones de “Matrimonials” o “Contactos” en los periódicos o en internet son muy importantes para dar con la pareja apropiada.

La fórmula más tradicional (por la cual los novios no se conocían hasta el mismo día de la boda) casi ha desaparecido. Ahora, los jóvenes comentan más que antaño la cuestión y se les concede cierto derecho al veto. En los medios urbanos modernos puede que la distinción entre matrimonio pactado y por amor no sea tan evidente, ya que los jóvenes incluso intervienen a la hora de escoger la pareja; pero siempre se hace dentro del marco de los candidatos o candidatas “aceptados” por los padres. Lo que ahora aparece en el horizonte es el llamado “matrimonio pactado por amor” (arranged love marriage), por el cual unos jóvenes pueden llegar a tener una relación durante algún tiempo, que finalmente es aceptada y aprobada por los padres (seguramente antes de poner la reputación de la familia en entredicho). Pero, una vez más, incluso en esos casos la inmensa mayoría atañe a jóvenes de los mismos grupos sociales y hasta de una misma casta.

La fórmula de pacto entre familias cuesta de entender para quien ha crecido en un medio donde imperan modelos diferentes. En India, el enlace sirve para resaltar los vínculos de parentesco (el linaje, el clan, la casta). De ahí que la naturaleza del matrimonio en la India –como en el pueblo gitano [véase Costumbres matrimoniales]– no se base en el amor romántico o en la libre elección de los pretendientes, sino en un pacto entre familias que, de esta forma, perpetúan una comunidad. Recordemos que su principal finalidad es la procreación. El amor, si se da, vendrá después.

En sociedades “individualistas” –como las del mundo occidental contemporáneo–, la selección de la pareja resulta de un ejercicio de elección individual. El principal criterio de selección suele ser la atracción personal y el enamoramiento. En dichas sociedades, el matrimonio acostumbra a ir precedido de un período de cortejo. El divorcio es aceptable si el amor romántico se desvanece. En cambio, en sociedades “comunitaristas” –como las del Sur de Asia–, en especial en las que predomina el modelo de “familia extensa” [véase La “familia extensa” india], como en India, la elección de la pareja no es un asunto individual, sino una responsabilidad familiar. La fórmula preferida es el matrimonio pactado. En este tipo de enlaces, la satisfacción marital no depende de las necesidades emocionales y personales. De hecho, los niños y niñas indios son sociabilizados para ver el matrimonio como una obligación que conduce a una vida más plena, pero no necesariamente más apasionada. De ahí la mala reputación del matrimonio por amor, considerado una amenaza para la estabilidad marital. Por ello, Christopher Fuller señala que «el patrón del matrimonio convenido es posiblemente el fundamento más firme de la supervivencia del sistema de castas».42

Lo primero que suele considerarse en la elección es, en efecto, que el candidato o la candidata pertenezcan a la misma jāti o casta (y profese la misma religión); o que sea miembro de otra casta con la que habitualmente su grupo ha mantenido lazos maritales. De esta forma se asegura que la familia posee costumbres alimentarias o cúlticas parecidas. Y, desde luego, se vigila que no pertenezca a ninguna de las categorías (sagotra o sapiṇḍa, o sea, del mismo linaje o familia) que las reglas de exogamia prohíben. Eso equivaldría a un tipo de incesto.

Hoy, un matrimonio entre miembros de castas diferentes es aceptado –en la India urbana– siempre y cuando el desnivel ritual no sea demasiado visible. Pero aunque el círculo matrimonial se haya ampliado, y aunque se lea con frecuencia en las secciones de “Contactos” de los periódicos que la casta o la subcasta no importan (subcaste no bar), el grueso de peticiones buscan una alianza con una familia de la “comunidad” o de la “clase” correctas, que son meros eufemismos para “casta”.

El segundo aspecto esencial en la elección matrimonial es dar con alguien de estatus económico o social comparable (o superior, claro). Por tanto, la “clase” también entra en juego. En la India está muy arraigada la noción de “alcurnia” (khāndān) o “buena familia”, no en su sentido aristocrático, mas en el de una familia que haya adquirido “distinción”, en el pasado o en el presente. Por norma, se buscan familias cuya reputación esté fuera de duda; donde el chico se muestre trabajador y la chica, recatada. Se comprueba la compatibilidad astrológica. Los niveles económicos, la personalidad y la proyección laboral del chico se tienen cada vez más en cuenta. Se mira la apariencia física, en especial el color de la piel, de la chica. Pero aunque la belleza de la joven es importante, no llega a ser tan estresante como para las jóvenes de Occidente, que pueden temer no llegar a encontrar pareja por ser feas o descuidadas. En la India, una persona con defectos físicos pronunciados tiene siempre la posibilidad de desposar a alguien de estatus inferior y, así, evitar la soltería. Los estudios son hoy también valorados. Y, por encima de todo, la salud. Una investigación sobre la casta mercantil vyśya de Andhra Pradesh arrojó que los principales criterios a la hora de elegir pareja matrimonial eran la salud (87%), el buen nombre de la familia (82,3%) y la educación (81,5%).43 Es en esta serie de aspectos donde los jóvenes tienen hoy voz, y hasta la posibilidad de vetar a un candidato o una candidata. La ley exige que el novio haya cumplido 21 años y la novia, 18, pero sabido es que en zonas rurales –de Rajasthan, Uttar Pradesh, Madhya Pradesh o Chhattisgarh– no se respetan estos topes.c

Si uno hurga en los tratados brahmánicos de la antigüedad, constatará que la preocupación por dar con “buenas familias”, con novios inteligentes, cualificados y saludables, o con novias de intachable conducta (léase, vírgenes) y buena presencia, ya angustiaba a los indios de hace 2.000 años.44

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