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La boda

El sacramento matrimonial en sí consiste en una serie de ritos entrelazados. La ceremonia hindú empieza con la “donación de la novia” (kanyā-dāna). (El modelo no debería resultar demasiado extraño a un cristiano, donde hasta no hace tanto los padres “daban” a la hija en matrimonio a la familia del novio.) Sigue un rito por el cual la responsabilidad de la chica se transfiere al padre del novio. Luego vienen multitud de pequeños ritos [FIG. 6; FIG. 40]. Los más importantes son el sāptapadī o “siete pasos”, con el que el matrimonio queda oficialmente establecido, y el maṅgalasūtra-dāna, cuando el novio coloca un collar de cuentas negras y oro en el cuello de la novia, que simboliza su buena fortuna y su estatus auspicioso. Por supuesto, a la ceremonia le sigue un gran festín; y la entrada de la esposa en su nuevo hogar. La consumación del matrimonio (garbhādhāna) completa este complejo y colorido universo ritual.

La boda suele llevarse a cabo en el templo, el ayuntamiento de la aldea, una carpa de la asociación de casta o, en el caso de familias pudientes, en los jardines de su propiedad. Pueden alquilarse sacerdotes, músicos y cocineros de alta casta para que preparen los menús apropiados. Normalmente, el banquete lo sirven familiares de los cónyuges. Los viejos tabúes de comensalía [véase La alimentación, de nuevo] tienden hoy a relajarse.


6. Uno de los múltiples rituales que componen la boda hindú. En este caso, una ceremonia nupcial rājput, macrocasta históricamente inclinada a la hipergamia. Foto: Jaisingh Rathore, 2006.

DIVORCIO Y SEGUNDO MATRIMONIO

La moderna legislación india, que es claramente secular, admite el divorcio. Desde los 1970s, se acepta el divorcio por consentimiento mutuo, que es el más común en la actualidad. Sin embargo, la India –y especialmente la India hindú– tiene uno de los índices de divorcio más bajos del mundo. Esa longevidad marital tiene mucho que ver con la forma en que la cultura surasiática entiende el propósito del matrimonio, además de una serie de aspectos económicos y jurídicos ligados a él.

Pero el número de divorcios aumenta año tras año, en buena medida por la tendencia a la nuclearización de las familias urbanas y, sobre todo, por la creciente emancipación económica de las mujeres. El fenómeno atañe a todas las clases. Las castas bajas suelen aceptarlo con mayor naturalidad ya que el matrimonio no posee el aura de indisolubilidad que comporta entre las castas altas. Entre las que poseen una concepción más sanscritizada (tradicional), el divorcio ha estado muy mal considerado. Por ello, y aunque el número de casos sigue aumentando, es un tópico de conversación casi tabú.

Puesto que el matrimonio no es un asunto privado, sino una forma de santificar los lazos de parentesco a través del tránsito de la mujer de una familia a otra, su ruptura se considera una fractura social y cósmica que hará de la mujer (rara vez del marido) una persona altamente inauspiciosa. El matrimonio es para un hindú un sacramento (saṃskāra) y, como tal, es indisoluble. (También para los cristianos indios constituye un sacramento irreversible.) Es un hecho que numerosos divorcios afectan a matrimonios “por amor” o “abiertos” y que, en proporción, el matrimonio pactado sale mejor parado. En parte, ello es consecuencia de la presión a la que están sometidas las mujeres para que el matrimonio se mantenga a toda costa. En este sentido, la gran transformación se está dando en la nueva clase media urbana. La mujer con estudios de clase media posee mayor independencia, es más individualista y ya considera que un divorcio es preferible a un mal matrimonio.

Con todo, incluso los textos clásicos permitían el segundo matrimonio para las mujeres en determinadas circunstancias.45 También el divorcio es aceptado por la ley islámica, aunque por iniciativa del varón. Los principales motivos de divorcio son el adulterio, la esterilidad, el alcoholismo o la incapacidad manifiesta –del varón– de ganar dinero.

La poligamia era aceptada entre los hindúes y los sikhs bajo ciertas condiciones, pero es cosa del lejano pasado. La ley musulmana permite hasta cuatro esposas, pero lo cierto es que esta costumbre no goza de demasiado prestigio hoy en día, ni siquiera por parte de los juristas musulmanes.

Entre las castas más bajas no hay impedimentos para un segundo matrimonio. No obstante, incluso para estas el divorcio o el segundo matrimonio siguen siendo opciones más teóricas que otra cosa. En el caso de que haya existido pago-de-novia (en lugar de dote) [véase Dote y pago-de-novia], la familia de la mujer tendría que devolver la cantidad recibida. Además, los hijos del primer enlace se quedarían con el padre y ella perdería cualquier derecho sobre ellos.

Entre las castas altas, las segundas nupcias son sólo aceptables para el varón, y nunca para la mujer. De ahí que algunas castas se subdividan en dos secciones: la que no permite segundas nupcias a las viudas (vīśa), y la que sí (daśā). La primera es siempre más elevada.

La regla de la endogamia tiene que ver con el primer matrimonio. En realidad, el matrimonio verdadero es siempre el primero. Los segundos matrimonios están menos ritualizados. Razón por la cual el segundo matrimonio suele ser mayoritariamente por elección personal.

En comunidades como la jāṭ del norte de India o Pakistán tampoco ha sido raro que una viuda despose por segunda vez al hermano (o a algún primo) de su difunto marido. De hecho, en estados como Punjab o Haryana se ha tornado perversamente popular el llamado “síndrome Draupadī”, es decir, compartir una misma esposa entre hermanos para mantener la propiedad (ya que entre los jāṭs las tierras sólo pasan a hijos varones), si bien públicamente muchas familias no admiten la poliandria.

Precisamente, en los aspectos más crudos de la patriarquía vamos a centrar nuestra atención en el próximo capítulo.

2. LA FAMILIA PATRIARCAL

La familia es la institución central de la sociedad india, por encima de la casta, la religión, la lengua o la nación. En un país donde la seguridad social es muy débil, la familia suple al Estado “asegurando” a sus miembros. Es a la familia a donde uno recurre cuando le van mal las cosas, ya sea por desempleo, por una sequía o por el simple hecho de envejecer.

LA “FAMILIA EXTENSA” INDIA

La India es bien conocida por haber desarrollado un modelo peculiar de familia: la llamada “familia extensa” (joint family) patriarcal; o sea, un hogar multigeneracional (donde conviven tres o cuatro generaciones), patrilineal (contempla la herencia y la descendencia sólo a través de los varones) y patrifocal (los varones de cada familia permanecen en el hogar paterno y traen a las esposas a vivir consigo). El eje de la patriarquía es, por tanto, la transferencia de las mujeres y la incorporación de niños varones a la patrilínea. La familia está gobernada por las nociones de obediencia filial y lealtad fraternal. La autoridad recae en los varones y en los mayores, mientras que el honor de la familia reside, en parte, en el comportamiento de las mujeres.

Si bien este es el modelo preponderante en el Sur de Asia, convendría realizar alguna aclaración preliminar.

En pleno paradigma evolucionista, sir Henry Maine planteó que la familia extensa constituía una de las formas más arcaicas de organización familiar. La llamó “patriarcal” dado que se basaría en la patria potestas o absoluto poder del patriarca. (Aún más prehistórico habría sido el modelo “matriarcal”.) A medida que las sociedades evolucionan, esta vieja forma de organización pasaría por diferentes etapas hasta ser reemplazada por un modelo “contractual”, basado en la familia conyugal monogámica. La teoría de Maine sería “confirmada” en las décadas de los 1950s y 1960s, que veían en el modelo familiar norteamericano el futuro de la familia de otras sociedades.

De ahí proceden dos estereotipos todavía vigentes. Aquel que dice que la familia nuclear o conyugal (pareja y su prole) sólo ha existido en el moderno Occidente; imagen desmentida por los historiadores y los antropólogos, que han demostrado que en numerosas sociedades no capitalistas, no industriales y no modernas, han existido familias nucleares (siendo precisamente la India un buen ejemplo). Y otro que dice que si una sociedad toma la vía del desarrollo, automáticamente sus familias tenderán al modelo nuclear (una generación) y conyugal (autoridad en la pareja). Pero lo cierto es que, como ya mostró Milton Singer, en la India el modelo de la familia extensa no cede el paso al de la nuclear.1

En realidad, como Patricia Uberoi ha aclarado, en este debate se están mezclando los conceptos de hogar y familia,2 que son distintos. Cuando los sociólogos hablan de la “familia” india muchas veces se refieren al “hogar”.

Aunque los censos británicos ya mostraron que el hogar “extenso” era menos prevalente de lo que se suponía, la inmensa mayoría de los sociólogos –indios o no indios– que ha estudiado la India ha dado por supuesto el carácter atemporal y hegemónico de este modelo. Así, las formas de parentesco que no se ajustan a este patrón, que son legión, han quedado relegadas a meras notas al pie.

Hay zonas del sur de la India, por ejemplo, donde se ha seguido un modelo de familia extensa matrilineal y matrifocal. Se calculó que todavía a principios de siglo XX un 70% de los keralitas seguía ese sistema matrilineal (marumakkattāyam).3 En zonas del Punjab, la poliandria fraternal (una esposa para dos o más hermanos) ha sido relativamente común entre castas agrícolas. Entre las castas más bajas, la familia extensa es incluso rara; lo normal es la pequeña familia nuclear.

Hoy, la estadística demuestra (aunque ojo con su uso)a que el hogar extenso no es el formato dominante en la India. De hecho, los hogares nucleares los superan en número, aunque no en porcentaje de la población (ya que en un hogar extenso vive mayor cantidad de personas). Así, el tópico de que la familia extensa es mayoritaria en la India sale mal parado. La segunda sorpresa viene al comprobar que la proporción de hogares extensos se mantiene estable y no decae. (Hogares nucleares que resultan de una “partición” de una familia extensa se transforman, a su vez, en extensos en una generación.) Como concluye Patricia Uberoi, estos resultados no reflejan que la urbanización conlleve la nuclearización.4

Es más, en ciertas zonas rurales se ha registrado un incremento proporcional tanto de hogares extensos como de nucleares (en detrimento de otros modelos, que retroceden). Otro patrón que crece es el de la stem familiy (los padres con un hijo casado). Nótese, sin embargo, la escasísima proporción de hogares en la India donde únicamente reside una persona mayor de 65 años: 4% (contra un 30% en los Estados Unidos).

Lo que sí revelan los estudios sociológicos es que en la India existen muchas obligaciones hacia los valores y las normas de parentesco de la familia extensa, aun cuando se habite en un hogar nuclear. En la aldea, varios hogares nucleares de una familia pueden vivir unos contiguos a los otros. Las propiedades también pueden ser comunitarias. Esta siempre ha sido una de las ventajas de la familia extensa. Todo el mundo contribuye con sus ingresos y comparte los gastos. Sólo el cabeza de familia sabe lo que aporta cada cual y lo redistribuye comunitaria y equitativamente.

Los códigos de conducta en un hogar nuclear pueden seguir el mismo patrón que en un hogar extenso. Asimismo, aunque las parejas de una familia extensa puedan no compartir una misma cocina (es decir, vivan en casas adyacentes o en pisos distintos del bloque), la unidad social o psicológica de la familia extensa continua. Sudhir y Katharina Kakar remarcan que esta «posee una realidad psíquica independiente de su factualidad».5 Es esta realidad psíquica la que autoriza que alguien pueda visitar a un pariente lejano y se quede a vivir allí meses con absoluta naturalidad.

Por tanto, aun sin pretensión de pintar el modelo de la familia india, y sabiendo que no podemos proyectar el formato de familia extensa patrilineal del norte de la India sobre todo el Sur de Asia, vamos a profundizar en la patriarquía y el género según se desprende de ese importante modelo familiar [FIG. 8]. Aunque pueda parecer que en este extenso capítulo nos alejamos de nuestro discurso sobre la casta, hay que señalar que las castas de la India comparten un mismo tipo de patriarquía: la llamada “patriarquía brahmánica”. Las castas están entrelazadas tanto por relaciones rituales o económicas como por la fuerza de dicha patriarquía. Opera incluso entre los grupos más alejados del brahmanismo, como los dalits.6 Muchos reformadores sociales indios (Phule, Ambedkar, Periyar, etcétera) notaron la complementariedad entre las jerarquías de casta y las de género, y la dificultad en destruir una sin destruir la otra. Para más inri, desde finales del siglo XIX –y de forma muy acelerada a partir de los 1990s– ha ido superponiéndose una “patriarquía capitalista”, asimismo implacable con todas las castas.

LA PATRIFOCALIDAD

La primera regla de la patriarquía indobrahmánica es la patrifocalidad: al casarse, las mujeres transitan de su familia natal a la del marido.

De 194 parejas estudiadas por Adrian Mayer en un pueblo de la India central, 184 vivían en la aldea del marido (o en una aldea donde habían emigrado) y sólo 6 en la aldea de la esposa (más 2 casos de matrimonio dentro del pueblo y otros 2 en la aldea de la madre del marido).7

El día de la boda no se celebra únicamente el pacto entre dos familias, sino la transferencia de una chica de una familia a otra. Un famoso qavvāl del músico y poeta clásico Amīr Khusrau lo capta a la perfección:

«Oh, padre mío: ¿por qué me casasteis en una tierra lejana?

Le diste a mis hermanos un palacio; a mí, el exilio.

¿Por qué, padre, por qué?».

Rememorando el poema de Khusrau, en zonas de la India central, la víspera de la partida de la hija tras la boda (el bidāi; que suele ocurrir, de facto, algunas semanas después del enlace [FIG. 7]), su madre le canta:

«Mi niña, si hubieras sido un hijo habrías vivido con nosotros, arado los campos y nos habrías cuidado; te habría servido arroz caliente; pero ahora te vas de la casa, como un cadáver».8

Cultural y psicológicamente, es la patrifocalidad el punto crítico en la existencia de una mujer india. Y es que cuando la joven «se une en matrimonio a su marido, no sólo se casa con él, sino también con toda la familia», como atinadamente plasma Ana García-Arroyo.9


7. Bidāi. El momento de la despedida de la novia de su hogar paterno. Foto: Saptarshi Sanyal, 2012.

Puesto que los hijos permanecen en el hogar, heredan la propiedad y la hacen prosperar, son preferidos a las hijas. Económicamente, una hija no va a contribuir al progreso familiar. Además, el hecho de que van a ser ellos quienes se encarguen de los progenitores cuando lleguen a la vejez, los hace todavía más necesarios. Cuidar de sus padres el día en que ya no puedan valerse por sí mismos forma parte del dharma o “deber” de un hijo, en especial del primogénito (¡de su esposa, más bien!) En un mundo donde la seguridad social apenas desempeña ningún papel, este aspecto no debe subestimarse. Estos elementos de la patriarquía –sin olvidar el escabroso asunto de la dote [véase más adelante]– juegan en favor de la preferencia por el hijo varón.b No es un asunto religioso.10 O no es únicamente religioso. El hecho de que el encargado de prender la pira funeraria del fallecido sea el hijo varón (punto que nos llevaría a considerar la preferencia por el varón como un derivado del hinduismo) nubla estos aspectos más prosaicos. Caso de no existir tal hijo varón, puede ser el nieto, el sobrino (por este orden, que es comparable al orden de precedencia de los herederos) y hasta un total de once “hijos”, quienes dirijan el funeral.

Para la ideología patriarcal, la mujer es un simple vehículo para la perpetuación de la patrilínea. Lo que encaja con la popular noción de que el padre deposita la semilla y la madre es el campo que la recibe y la alimenta. Si en viejos textos como el Atharva-veda11 o incluso el Manu-smṛiti el campo femenino era visto como un terreno fértil,12 gradualmente, la positiva imagen de la fecundidad femenina fue mutando y el terreno pasó a ser de uso y disfrute del teniente de la tierra. La equivalencia no es simbólica. Igual que la cosecha, la descendencia pertenece al propietario de la semilla.13

Y si las mujeres transitan entre grupos de hombres, con las dotes y pagos asociados, no es raro entonces que puedan ser tratadas como objetos. Como tales, son propiedad de la patrilínea.

De ahí que en ciertas regiones de la India se tolere –aunque se aparente ignorarlo– una relación adúltera entre la esposa de un hombre con su hermano. Sudhir y Katharina Kakar ponen el ejemplo de un cocinero de Uttarakhand, al norte de la India, que le pidió a su patrón permiso para regresar al pueblo, pues su esposa acababa de dar a luz:

«“Pero ¿cómo puede haber dado a luz tu esposa si no has estado en el pueblo en todo un año?”, preguntó el patrón. A lo que el hombre contestó: “¿Y qué importa eso? Mi hermano está allí”».14

Es en el género donde se “construyen” las fronteras de casta.

LA SOCIEDAD PATRILINEAL

La patrifocalidad está íntimamente ligada a la patrilinealidad: la propiedad, el apellido y la herencia siguen la línea masculina.

La patrilinealidad no sólo borra el apellido de la mujer –como, por cierto, en muchos países de Occidente–, sino que hasta difumina su casta. Los ritos de matrimonio se encargan de suprimir cualquier rango que hubiera tenido al nacer y le otorgan el estatus de la jāti o el gotra del marido con quien desposa. Como ha señalado Veena Oldenburg:

«Los antropólogos te dicen que la casta es una categoría adscrita, olvidando que eso es sólo cierto para los hombres, ya que la mujer pertenece al nacer a la casta de su padre y luego a la de su marido».15

Hasta hace poco podía establecerse una divisoria entre un norte de la India claramente patriarcal, un sur donde las mujeres disfrutan de mucha mayor autonomía y un este que quedaría a caballo entre ambos. Pero, en contra de lo que cabría esperar, el sur de la India se asemeja cada vez más al norte en estas cuestiones.

Aunque en la India han existido pequeñas excepciones matrilineales (como la nāyar de Kerala, la khāsi de Meghalaya o la malayāḷī de Laquedivas), domina con claridad el modelo patriarcal. Apenas aparece el modelo bilateral (típico del Sudeste Asiático y, desde hace poco, también de la mayor parte de Occidente), donde no se rebaja la importancia de ninguno de los progenitores. Sea en la budista Tailandia, la Indonesia musulmana o la católica Filipinas, la pareja puede vivir indistintamente con –o cerca de– los padres de la esposa o del esposo; y no se da la asfixiante obligatoriedad de perpetuar el linaje. Como puede suponerse, el rol económico desempeñado por las mujeres en el Sudeste Asiático ha sido grande. Se da siempre una correlación entre autonomía e independencia económica de la mujer.

En India, en cambio, existe una manifiesta tendencia a apartar a la mujer de la cadena de producción. De 184 países escaneados por Naciones Unidas sólo 17 (todos en el norte de África y Oriente Próximo) tenían una participación de la mujer en el trabajo inferior al patético 29% de la India (compárese con el 57% de la vecina mujer bangladesí, uno de los países que mayores esfuerzos está realizando en corregir los desequilibrios de género). Suvira Jaiswal lo dice con claridad: «La endogamia persiste […] dada la subordinación socioeconómica de las mujeres».16 En una encuesta informal realizada a mujeres de una aldea del valle del Ganges acerca de cuál era su mayor problema, la mayoría contestó –por delante de la educación o la salud– la falta de trabajo remunerado.17

El estudio comparativo de Ursula Sharma sobre el rol socioeconómico de las mujeres en una aldea de Himachal Pradesh y en otra del Punjab arroja mucha luz.18 En Himachal, las mujeres participan activamente en la economía agraria, mientras que en el Punjab tienden a ser apartadas de la fuerza laboral. En Himachal, las mujeres son más visibles en público, mientras que en el Punjab las normas de reclusión son más estrictas. El punto clave es que, a pesar de todo ello, la mujer himachali no posee mayor poder doméstico o extradoméstico que la panyabí. Ahí entran en juego diversos factores, pero ante todo tiene que ver con la exclusión de las mujeres en ambos estados de los derechos de herencia de tierras, lo que las hace económicamente dependientes de los varones.

El trabajo de Bina Agarwal ha mostrado también que la vulnerabilidad de las mujeres en India procede esencialmente del hecho de que no controlan ni son propietarias de los bienes patrimoniales.19 Hasta 1956, las hijas, hermanas, viudas o madres no tenían derecho a heredar tierras, sobre todo en las amplias zonas del país que habían estado gobernadas por el viejo código jurídico Mitākṣarā. Gracias a las medidas adoptadas por la Constitución de 1950 y la Ley de Sucesiones de 1956, cualquier mujer india puede hoy heredar con la misma facilidad que sus hermanos. Sucede que las convenciones de la familia extensa inhiben su derecho a heredar. En la década de los 1970s, incluso en los estados más “liberales” del sur (significativamente Kerala, pero también Maharashtra, Andhra Pradesh, Karnataka y Tamil Nadu) se establecieron enmiendas que abolían las propiedades familiares conjuntas. Asimismo, los cristianos o los musulmanes del Sur de Asia se han desviado de sus recomendaciones escriturales y han seguido los modelos patrilineales prevalentes, por los cuales las hijas no heredan la propiedad si existen hijos vivos. En Bangladesh, la mujer musulmana también suele “declinar” su derecho legal a la herencia paterna y sustituirlo por el naiyor o derecho a visitas periódicas a su casa natal.20

Un estudio en siete estados indios a principios de los 1990s mostraba que sólo el 13% de las mujeres con padres propietarios de tierras heredaron alguna parcela. Eso significa que ¡un 87% de mujeres no heredó! aun pudiendo hacerlo. Incluso entre las viudas sólo un 51% había recibido algo en herencia. Aunque con la Ley de Sucesiones del 2005 las cosas posiblemente estén mejorando, está claro que la inmensa mayoría de las mujeres sigue a merced de los círculos masculinos.