Kitabı oku: «Información, participación ciudadana y democracia», sayfa 7

Yazı tipi:

La libertad de expresión y el derecho a la información

En nuestros días, en pleno siglo XXI, los ciudadanos no siempre se cuestionan que la posibilidad de expresarse de manera libre y abierta del ser humano sea un derecho fundamental y vital. Lamentablemente, no sucede así en todos los países ni tampoco se ha considerado un derecho natural en todas las épocas de la historia.

En un breve recuento histórico sobre los derechos humanos civiles y políticos, los vemos expresados como tales desde 1948, cuando se oficializó la Declaración Universal de los Derechos Humanos, en cuyo artículo 19 se dice:

Todo individuo tiene derecho a la libertad de opinión y de expresión; este derecho incluye el de no ser molestado a causa de sus opiniones, el de investigar y recibir informaciones y opiniones, y el de difundirlas, sin limitación de fronteras, por cualquier medio de expresión (onu 1948, s.p.).

Este derecho ha sido recogido en las legislaciones supremas de muchos países. En algunos desde el siglo XIX, y otros a partir de décadas más recientes. Sin embargo, hay países que no contemplan esta posibilidad o limitan en mayor o menor medida su ejercicio y el respeto al pensamiento y expresión de las personas.

En México y muchos otros países, se recibió la influencia de movimientos liberales del siglo XIX y del pensamiento de la Ilustración del siglo XVIII. Como producto de la Revolución Francesa (1789), se halla la Declaración de los Derechos del Hombre y el Ciudadano, que en su artículo 11 señala:

La libre comunicación de los pensamientos y de las opiniones es uno de los derechos más preciados del hombre. Todo ciudadano puede, por tanto, hablar, escribir e imprimir libremente, salvo la responsabilidad que el abuso de esta libertad produzca en los casos determinados por la ley (Asamblea Nacional Francesa 1789, s.p.).

Esta declaración es uno de los grandes logros como antecedente a la concepción contemporánea de los Derechos Humanos.

Otro antecedente muy importante en la cultura occidental es la Constitución de Estados Unidos (1791), que establece: “El Congreso no hará ley alguna por la que se establezca una religión, o se prohíba ejercerla, o se limite la libertad de palabra, o la prensa, o el derecho del pueblo a reunirse pacíficamente y pedir al gobierno la reparación de sus agravios” (Enmienda I. Declaración de Derechos (Bill of Rigths) de los Estados Unidos de América 1791, s.p. en línea).

En nuestro país hay antecedentes formales tanto en la Constitución de 1824, en el artículo 50, como en la de 1857 y en la de 1917, en sus artículos 6º y 7º. De manera resumida, su espíritu es muy ilustrativo: “art. 6º- “la manifestación de las ideas no será objeto de ninguna inquisición judicial y administrativa […]” (Diario Oficial. Órgano del Gobierno Provisional de la República Mexicana, 1917: 49). “Art. 7º.- Es inviolable la libertad de escribir y publicar escritos sobre cualquier materia […] Ninguna ley ni autoridad puede establecer la previa censura […] ni coartar la libertad de imprenta […]” (Diario Oficial. Órgano del Gobierno Provisional de la República Mexicana 1917, 49).

En la actualidad, estos artículos mantienen su espíritu y actualizan la casuística y lo medios que facilitan el registro, la difusión y el uso de la información; del mismo modo, amplían la libertad de expresión al derecho a la información, por lo que ahora el derecho a la información implica la obligación a informar, así como el derecho a informar e informarse sobre las ideas, pensamientos y expresiones de todo ser humano, consagrados en los artículos 6° y 7°.

El artículo 6º dice:

La manifestación de las ideas no será objeto de ninguna inquisición judicial o administrativa, sino en el caso de que ataque a la moral, los derechos de tercero, provoque algún delito o perturbe el orden público; el derecho de réplica será ejercido en los términos dispuesto por la ley. El derecho a la información será garantizado por el Estado.

Toda persona tiene derecho al libre acceso a la información plural y oportuna, así como a buscar, recibir y difundir información e ideas de toda índole por cualquier medio de expresión […] [el énfasis es mío] (Constitución política de los Estados Unidos Mexicanos, s.p.).

El artículo 7º dice:

Es inviolable la libertad de difundir opiniones, información e ideas, a través de cualquier medio. No se puede restringir este derecho por vías o medios indirectos, tales como el abuso de controles oficiales o particulares, de papel para periódicos, frecuencias radioeléctricas o de enseres y aparatos usados en la difusión de información o cualesquiera otros medios y tecnología de la información y comunicación encaminados a impedir la trasmisión y circulación de ideas y opiniones […] (Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, s.p.).

Como se puede apreciar en estas citas de normas constitucionales y a declaraciones internacionales, el acceso a la información tiene como objetivo ser considerado un derecho fundamental y humano y, a la vez, socializar, sensibilizar y educar a la ciudadanía sobre su ejercicio, además de conocer el apoyo del Estado para que los flujos y medios de acceso a la información funcionen “eficientemente” (aunque ya conocemos que circunstancias políticas y culturales influyen en el ejercicio y logros del derecho a la información).

En la práctica, en la vida real, hay muchos canales de comunicación de la información:

a) Ya sea por medios formales y técnicos —como las bibliotecas, los sistemas de información y algunas redes académico-científicas, redes económico-políticas que ofrecen información sistematizada, probada, proveniente de fuentes serias y fidedignas—.

b) O por medios informales que penetran el mercado tanto individual como corporativo de una forma natural, insistente, atractiva y de fácil interacción con muchos usuarios que se acercan a estos servicios para temas personales, pero también para consultas de temas más profundos y formales, como las redes sociales. Por lo general, la información que se trasmite en estas redes puede ser informal y reflejar un punto de vista personal —no necesariamente la descripción de un hecho probado y comprobado—; puede ser también una percepción o un deseo personal, un rumor “callejero” de la ciudad o del grupo social al que se pertenece, o de las diferentes rutas o canales cibernéticos que se consultan.

Las fuentes consultadas o los “espacios” que ofrecen información visitada arrojan diferencias entre la información obtenida sobre temas que no son de carácter personal, familiar o amistoso, sino búsquedas e interrogantes que reflejan una inquietud más formal, lo cual puede responder a demandas sociales, académicas o laborales. La situación derivada de para qué se usa la información que se busca determina la fuente que debería ser consultada, las formales y las informales.

Las fuentes deben garantizar certeza, veracidad y originalidad, y el servicio y la oferta de estas fuentes no se deben contaminar con las predilecciones, creencias e ideologías del bibliotecario. Por consiguiente, hay que evitar lastimar a terceros con plagios, alteración de textos y presentación de datos no comprobables, ya que si bien existen leyes que protegen la expresión de las ideas sin censura, así como la difusión de información producto de una investigación o un hecho, también existen otras leyes y derechos que deben respetarse, como el derecho de autor, la protección a datos personales, la protección del usuario de información o lector ante las noticias falsas y la manipulación de los datos, ya sea por diversión o para conseguir beneficios extras no necesariamente lícitos en la economía, la ciencia, la política y la sociedad.

Los datos abiertos, el Open Access y las políticas públicas

Dada la irrupción de las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC) en casi todas las actividades de los procesos científicos, académicos, administrativos y de la vida cotidiana, es muy importante analizar con atención este fenómeno, ya que las TIC como receptores de información en grandes volúmenes, con una capacidad de procesamiento en instantes y posibilidades de trasmisión y comunicación casi sin límites, se vuelven fundamentales para todos los que trabajamos con información, ya sea como bibliotecarios o cualquier otro especialista de esta área, o como usuario de este insumo. Recordemos que la información es el registro de los conocimientos generados en diferentes áreas, así como los sentimientos, las creencias y las ideas de todo ser humano.

Los progresos e innovaciones de estas tecnologías ponen a nuestro alcance un cúmulo de datos y de información de forma inmediata con una cobertura general o con una especificidad de acuerdo a la precisión de la búsqueda. La oferta de múltiples medios para obtener información es muy variada y, a la vez, muy accesible, desde las grandes supercomputadoras hasta unidades móviles para proyectos de sofisticadas ecuaciones y precisos cálculos o de mensajes y comentarios más ligeros que se pueden manipular en la calle, el hogar o el aula. Los especialistas han aprovechado estos adelantos para facilitar los registros de la información y la búsqueda de datos con sólo una palabra o partes de ella, a través de plataformas globales y públicas como Google, Yahoo! Bing, Ask y otras especializadas y científicas, así como redes sociales de todo tipo. De manera paralela, muchos autores colocan sus escritos en estas redes y correos electrónicos, y así como se hacen accesibles casi sin límites y todavía más, se pueden intervenir con mucha facilidad gracias también a la oferta libre de softwares que facilitan usar estos textos para fines personales o comerciales, ya sea copia fiel del original o con intervenciones parciales del original.

Si bien los avances de la tecnología permiten trasmitir cada vez más ideas sin límites ni fronteras, también permiten compartir, algunas veces de forma totalmente libre y otras con ciertos controles o reglas y compromisos el uso de los textos ajenos que circulan en la red. A veces, la emoción de encontrar un mar de información útil para el trabajo, nos anima a “tomar prestados” los datos o la pieza informativa total o parcial, sin darle crédito al autor original o cumplir con los requisitos a los que nos obligan leyes que protegen la creación de cada autor, de cada científico, de cada escritor; nos referimos a leyes como la de “derecho de autor”, la de “propiedad Intelectual”, el registro de patentes o las citaciones específicas que marcan ciertas disciplinas o medios productivos.

Estas facilidades permiten “repetir dichos” sobre temas políticos sin dar la fuente de donde se han tomado, y si bien “nos ahorran tiempo” en los temas políticos y en otras áreas, nos exponen a la falta de comprobación de la veracidad de la información que circula en los medios formales.

Nuevas formas de producir información y nuevas prácticas de consumo

En la industria de las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC), los cambios en la última década son muchos. Algunas innovaciones en los procesadores de información se ofrecen al consumidor casi cada semestre (aunque los cambios en los laboratorios y en la industria son más frecuentes) y los usuarios-clientes responden con entusiasmo para ostentar la compra de la última oferta de las diferentes compañías que aparecen en el mercado.

Muchos de los cambios se manifiestan en velocidad, almacenaje y capacidad de procesamiento, más nuevas posibilidades de interactuar entre varias bases de datos para personalizar las respuestas y ubicarlas en tiempo y espacio.

Para ilustrar estos cambios, tomaré como ejemplo un objeto emblemático en la cultura y la ciencia para registrar y trasmitir los saberes de la humanidad, los conocimientos creados en el mundo, los sentimientos y sensibilidades: el libro. El libro, desde el siglo XV, se multiplicó con la imprenta. A través de los siglos, ha variado y las opciones de registro de información son múltiples, ya que aparecieron las revistas, los registros audiovisuales y diferentes expresiones digitales.

Muchas de las temáticas de las humanidades y las ciencias sociales todavía usan al libro como el medio representativo del registro de los productos de su creación y de conocimiento que descubren y recrean; no así las ciencias físicas, las biológicas y las tecnologías, que desde el siglo XIX tuvieron como medio de comunicación la revista científica y, de forma paralela a los avances tecnológicos, fue depreciándose en un sinnúmero de medios digitales.

En 1981 apareció el primer libro digital conocido como e-book, que en un principio se leía en una PC de escritorio o portátil. Poco después, apareció la posibilidad de leerlo en aditamentos más pequeños, casi de bolsillo, y con una comercialización global que unía al proveedor con el hogar, el aula, la oficina o el laboratorio. Al ser portátiles, se podían llevar también al café, al parque, al autobús o al avión. Amazon, una de las compañías comercializadoras de este “lector de libros electrónicos” proveyó una versión más moderna en 2007, el Kindle (Stephen 2014, s.p.), cuya primera emisión se agotó en cinco horas, y que se fue acrecentando en las diferentes versiones de dispositivos e-readers. Hay que aclarar que el e-book no ha desplazado al libro impreso, que sigue exitoso en el mercado, pero es una muestra la oferta de nuevas modalidades de acercarse a la información. Este mercado está lleno de innovaciones que, aunque conviven con la tradición, y las habilidades tecnológicas desarrolladas por los jóvenes y los adultos, permiten leer y obtener datos específicos de la información de formas muy específicas y personalizadas (Bañales 2018, 22-23).


Aunado a este ejemplo, que compite y convive con una tradición, hay un sinnúmero de avances de la tecnología que permite que el trabajo con la información logre avances que revolucionan su registro, proceso y uso como el trabajo con la robótica, los drones, los 3D o todas las modalidades de realidad aumentada (Vega 2018, 60).

Desde 1981, cuando partió oficialmente el ejemplo que presentamos del e-book, hasta el 2018, se han vuelto cotidianos los drones y sus múltiples usos en el comercio, el transporte, la agricultura, los procesos del cambio climático y hasta como actores de atentados políticos (como fue el caso Nicolás Maduro en Venezuela o de la guerra Siria-Iraq-Israel-Palestina) (Vega 2018, 60). De igual manera, ya son logros y ejercicios comunes los adelantos de la robótica como auxiliares fundamentales en la ciencia, la tecnología, las ciencias sociales y en robots casi humanos, convertidos en actores de tareas específicas que pueden enriquecer la ciencia actual por la información que acumulan y que propician la innovación en manos de personas cada vez más jóvenes, como lo muestra el más reciente torneo mundial de robótica (Notimex y López 2018, 6).

Otra modalidad de cambio que se representa en muchas áreas, laboratorios, talleres, aulas y hasta espacios culinarios y de producción de utensilios y órganos humanos son las 3D y las realidades virtuales de apoyo y plena expansión.

Este acercamiento profundo de los jóvenes con las tecnologías y la información ha sido un motor fundamental para el avance de las TIC, además de la demanda que este sector de la población impone a los investigadores en lo individual y como parte de los corporativos que lideran este sector (EFE 2017). En conjunto, se busca un acceso universal a la información y sus derivados, como el acceso a Internet. Este acceso lleva consigo la posibilidad de potenciar el ejercicio de los derechos humanos; entre ellos, la diversidad cultural, lingüística, étnica, religiosa e ideológica, lo que también favorece la democracia como medio de convivencia en la sociedad (Brandão 2010, 66-67).

Esta pluralidad de medios y contenidos facilita y enriquece el acceso a todo tipo de información, en especial la política, que tiene un importante nicho de consumidores que conviven con las facilidades y, al mismo tiempo, los riesgos de acceder a información de origen dudoso en cuanto a la veracidad e imparcialidad de sus fuentes.

En la actualidad, las ofertas de medios para procesar información son tan variadas, con respuestas a cada necesidad expresada, que también hacen que las prácticas de consumo sean diferenciadas por edad, área de interés, medio socioeconómico y espacio geográfico local o global. Esto permite al usuario interactuar con servicios de información generales y abiertos, especializados y controlados por suscripción, así como en servicios corporativos, institucionales, grupos sociales de amigos, socios o colegas.

Estos servicios de información pueden ser diseñados con datos duros comprobables, aprobados y verificados por comunidades reconocidas por pares académicos y científicos, pero al mismo tiempo pueden ofrecerse servicios de información elaborados con el rigor de la veracidad por grupos sociales a los que solo les interesa trasmitir de manera informal información cotidiana de hechos comunes políticos, económicos o personales.

Gran parte de la información que se ofrece es de validez por un momento específico, muchas veces responde a un periodo determinado, a un instante, por lo que con frecuencia su caducidad está programada en relación con el interés que pueda despertar en algún grupo social. En otras ocasiones, este tipo de noticias o información puede padecer de obsolescencia social porque se refiere a un hecho de moda que mantiene el interés de los usuarios por breves periodos, ya que están en espera de otro acontecimiento que despierte su interés, ya sea en el arte, las modas, hechos catastróficos o de específica representatividad para una comunidad. Estas cualidades tienen un valor importante y destacable tanto en la información política como en las acciones y decisiones que la provocan.

La caducidad y obsolescencia de la información corresponden a nuevas exigencias de los jóvenes (sean millennials o más jóvenes o más viejos); el propio ritmo de la producción tecnológica se los imprime, de modo que estos jóvenes valoran más el instante y muchos productos. Entre éstos, la información es considerada desechable y prefieren las soluciones prácticas e inmediatas. No se involucran, además, en asuntos personales o grupales, salvo de manera momentánea, pues el futuro cuenta más que el pasado, sobre todo el futuro inmediato.

Estas conductas y “valores” entre los jóvenes van determinando, entre otras cosas, los usos de la información y las exigencias respecto a ella como un insumo fundamental para cualquier proyecto. El usuario todo lo quiere rápido y, en el caso de la información, quiere únicamente la necesaria y que corresponda exactamente al aspecto requerido. Busca un match, como un botón a un ojal, por lo que empieza a consultar fuentes y sistemas de información que correspondan exactamente a sus intereses para no “distraerse” con otros enfoques sobre un problema u objeto de estudio, con sus ideas, corrientes políticas, preferencias culturales , etcétera, que poco a poco se van excluyendo para incluir a grupos sociales, políticos, académicos o científicos que producen una zona de confort para el individuo, pero que limita sus visiones, lo cual no favorece su crecimiento personal y académico.

La discriminación o exclusión a veces no se hace a partir de la raza, el color de piel, las ideologías o las creencias; muchas veces esta situación está relacionada con aspectos digitales, con un mayor o menor acceso a la red, con los equipos de última generación y los servicios digitales de moda. Las relaciones no necesariamente tienen lugar cara a cara, sino que se establecen y se valoran por el tipo de equipo, las variadas aplicaciones que utilizamos y los aditamentos que poseemos y utilizamos; nos incluyen o nos separan de grupos de trabajo o sociales.

Ücretsiz ön izlemeyi tamamladınız.

Türler ve etiketler

Yaş sınırı:
0+
Hacim:
469 s. 100 illüstrasyon
ISBN:
9786073027021
Telif hakkı:
Bookwire
İndirme biçimi: