Kitabı oku: «Hacia una bioeconomía en América Latina y el Caribe en asociación con Europa», sayfa 3

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Vías alternas para el desarrollo de la bioeconomía en América Latina y el Caribe

Dada la diversidad de los recursos naturales, las características económicas y sociales e incluso la naturaleza de cada país vinculado a la economía mundial, no existe un patrón común para el desarrollo de la bioeconomía que pueda ajustarse a toda la región, sino diversas vías que reflejan diferentes aspectos y ventajas comparativas. Pero todas ellas comparten los mismos principios destinados a un uso más eficaz y eficiente de los productos y procesos biológicos para alcanzar objetivos sociales específicos. Teniendo en cuenta las ventajas comparativas y las experiencias pertinentes en la región de ALC en cuanto a la bioeconomía, como se ha descrito anteriormente, es posible identificar seis vías. Cada una de ellas aborda los temas y objetivos comunes desde un punto de vista diferente (nota: esta distinción en seis vías parece bastante arbitraria, desde mi perspectiva, pero sí tiene sentido desde una perspectiva de ALC, de ahí la frase modificada). Estas seis alternativas se superponen en algunos aspectos, pero juntas ofrecen un enfoque holístico para el logro de los propósitos establecidos en la región: 1) la explotación de recursos de la biodiversidad; 2) la ecointensificación de la agricultura; 3) aplicaciones de la biotecnología; 4) biorrefinerías y bioproductos; 5) mejora de la eficiencia de la cadena de valor y 6) servicios de los ecosistemas.

La importancia potencial de la bioeconomía para la región se hace evidente a partir de algunos de los beneficios asociados a las vías ya identificadas. Los productos biotecnológicos han transformado la producción de materias primas en muchos países de la región, han generado miles de millones por el aumento de las actividades económicas y han hecho contribuciones significativas al empleo y a otros campos. La bioenergía es un sector en crecimiento en la mayoría de países de la región, ofrece una base sólida para la diversificación de la cartera de energía local y contribuye de forma significativa a la generación de trabajo –sobre todo en las zonas rurales–. La ecointensificación ha hecho importantes aportes al aumento de la productividad agrícola y ha demostrado ser un componente importante de las estrategias de mitigación del cambio climático. Los niveles mencionados anteriormente potencian la reducción de pérdidas dentro de la biomasa existente basada en cadenas de valor, hacen más que evidente la necesidad de trabajar en el manejo de los residuos y no solo se centran en la reutilización o reciclaje de materiales de desecho. Los servicios ecosistémicos son, por definición, componentes esenciales de los tipos de comportamiento social y económico que harán exitosa la nueva bioeconomía. Por otra parte, es indiscutible la importancia de la valorización de la biodiversidad una vez se tenga en cuenta la naturaleza de los recursos de la región.

El resto de esta sección presenta un breve análisis de cada una de estas vías a manera de introducción y guía para la discusión de las brechas institucionales, políticas y de generación de conocimiento que deban ser abordadas para que favorezcan de manera efectiva el desarrollo de la bioeconomía. Estos aspectos son actualmente objeto de análisis en otras actividades del proyecto.

1. La utilización de recursos de la biodiversidad cubre todos los escenarios en los que el elemento diferenciador es la valorización (domesticación, transformación y vinculación al mercado, etc.) de la biodiversidad distintiva (descubrimiento de los rasgos funcionales relacionados con usos y sectores específicos, desarrollo de nuevos productos mediante una transformación innovadora, desarrollo de mercados para productos locales, etc.). En América Latina hay muchos cultivos que no han sido explotados porque son tóxicos, tienen bajos rendimientos, son difíciles de introducir en los mercados o simplemente no son bien conocidos. Pero sin duda, dada la naturaleza de sus componentes y el tipo de instrumentos científicos y de infraestructura disponibles en la actualidad, estos pueden contribuir mucho a la economía de base biológica como nuevas materias primas industriales o ser una base para nuevas cadenas de valor en los fitoterapéuticos, cosméticos o frutas tropicales y otras áreas.

2. La ecointensificación se relaciona con prácticas agronómicas que buscan mejorar el desempeño ambiental de las actividades agrícolas sin sacrificar los niveles existentes de producción/ productividad. Abarca un amplio conjunto de conceptos, en “constante evolución”, que tienen en común y, como punto de partida, el comportamiento “negocios como siempre” que usualmente se refiere, sobre todo, a la maximización de los rendimientos. La ecointensificación pretende lograr un equilibrio entre los beneficios agrícolas, ambientales, económicos y sociales, en aras de un uso más eficiente de los recursos energéticos y cuyo objetivo se dirige a la reducción del uso de combustibles fósiles, plaguicidas y otros contaminantes. Algunas de las estrategias específicas de ecointensificación incluyen la siembra directa como práctica agrícola, la agricultura de precisión, el manejo integrado de plagas y el manejo de nutrientes, en el extremo más “orientado a la producción” del fin del espectro, y conceptos más orientados socialmente, como el de la gestión sostenible de la tierra en los que se hace un mayor énfasis en las funciones ambientales. Más allá de la producción primaria, la vía de la ecointensificación está asociada a la noción inicial de las tecnologías limpias, en particular, a los aspectos relacionados con el uso de procesos biológicos que apoyen lo industrial y otras actividades (tratamientos de aguas residuales), aunque el mero uso de los recursos biológicos o los procesos es de por sí insuficiente y los “bienes” ambientales eficaces deben asociarse para merecer el enlace.

3. Los usos de la biotecnología (productos, herramientas y procesos), incluyendo el cultivo de tejidos industriales, la selección asistida por marcadores en los cultivos y la ganadería, semillas/plantas GM, diagnóstico de base molecular, mejora la reproducción de los animales mediante técnicas moleculares, enzimas modificadas, microorganismos y levaduras, etc. Se aplican a lo largo de todo el espectro de usos agrícolas y, por extensión, tanto a la gestión de recursos naturales como a las industrias de alimentos, fibras y productos químicos así como al suministro de bioenergía. Dada la magnitud de las demandas, la biotecnología moderna está llamada a jugar un papel clave en la solución de los conflictos emergentes.14 15 Por medio de las oportunidades que ofrece en cuanto a nuevas opciones para el manejo de limitantes bióticas y abióticas para la producción y la productividad, la biotecnología está restableciendo los “límites” dentro de los cuales los procesos biológicos interactúan con los recursos naturales –suelo, agua, energía solar– y abriendo un nuevo abanico de oportunidades en la producción de alimentos, fibra y energía y en casi todos los sectores de la economía, incluyendo la industria farmacéutica y la industria en general. La biotecnología está provocando cambios tanto en la función de producción de una serie de sectores y productos, así como en la función de producción de la tecnología en sí misma, mediante la mejora de la eficiencia y la efectividad de los procesos de I+D. Los campos de aplicación son muy extensos, aunque cada vez es más evidente que, para beneficiarse de este potencial, son necesarios las inversiones sustanciales y los ajustes institucionales –que incluyan un ambiente regulatorio global favorable–.16

Aunque existe una creciente evidencia de que la biotecnología será uno de los principales factores que configuren las futuras trayectorias tecnológicas tanto en la agricultura como en las industrias manufactureras (Katz et al. 2004), en el futuro más inmediato, sin embargo, es muy poco probable que podamos depender solo de la biotecnología. De este modo, los incrementos en la producción y la productividad seguirán viniendo de los sistemas convencionales de mejoramiento vegetal y animal, y de la mejora de las tecnologías químicas, con un uso más eficiente de los recursos. Las consideraciones agroecológicas se volverán asuntos cada vez más importantes. En lugar de ir de una revolución “verde” a una revolución de “genes”, la situación más probable es una de “hibridación” tecnológica y “fusión”, con un cambio de las tecnologías actuales intensivas en energía, a alternativas en las que todos ganen, que aumenten la productividad y que al mismo tiempo generen beneficios relacionados con el manejo de los recursos naturales; o a tecnologías de conservación que contribuyan a incrementar la productividad agrícola y en las que la biotecnología desempeñe un papel mucho más importante en el conjunto de herramientas de investigación y desarrollo tecnológico (“ómicas” y otras técnicas moleculares), que a nivel de producto. La diferencia entre los entornos tecnológicos “tradicionales” (o convencionales) y los “modernos” se hace también menos relevante a medida que las tecnologías de la información y de gestión se “mezclan” con herramientas biotecnológicas y conocimientos tradicionales sobre la base de los requerimientos específicos de la ubicación. Ya se encuentran en desarrollo avances en este sentido con paradigmas ecológicos y ambientales a los que se incorporan esfuerzos de ecointensificación.

4. Las biorrefinerías y los bioproductos abarcan el sector y los procesos bioenergéticos orientados a la sustitución de insumos industriales derivados de combustibles fósiles. Algunos ejemplos son el etanol vegetal, el biodiésel, el biogás y diferentes actividades orientadas a la química verde. Las biorrefinerías y los bioproductos son componentes clave en el concepto de bioeconomía y, en esencia, son iguales a las refinerías de petróleo: instalaciones destinadas a la transformación de la biomasa en un amplio espectro de productos comercializables y energía. Su importancia tiene que ver con la mejora de la eficacia y el espectro de productos de origen biológico. La eficiencia resulta principalmente de la posibilidad de descomponer las materias primas en diferentes cadenas de productos y de reducir el costo de los productos primarios. Las biorrefinerías generan valor porque añaden posibilidades de actividades agrícolas y transforman la naturaleza de sus vínculos con el resto de la economía, particularmente con el sector industrial.

En este sentido, las biorrefinerías son las piedras angulares de la respuesta de la bioeconomía a los altos precios del petróleo y la necesidad de capital. Mediante el mejor rendimiento del ciclo de vida de sus productos también son críticas en el desempeño ambiental de una serie de industrias y productos de consumo. Igualmente, las biorrefinerías ofrecen la posibilidad de una estructura de vinculación más diversificada entre la agricultura y el resto de la economía y, por tanto, un uso mucho más eficiente de los recursos de biomasa. Un buen ejemplo de este tipo de relaciones se refleja en la alimentación animal: al biorrefinar las materias primas para la alimentación animal, se puede obtener una mejor calidad de alimentación y muchos subproductos no útiles para el animal, pero útiles en otras cadenas de valor.17 Además, las tecnologías de biorrefinería a pequeña escala son capaces de funcionar con diferentes materias primas que requieren baja inversión por unidad de producto y velocidad de marcha y pueden multiplicar los impactos en el ámbito local. Sin embargo, la evolución actual de la región está esencialmente restringida a la producción de biocombustibles con poca explotación de potenciales más amplios, sobre todo en lo que respecta al valor añadido y a las oportunidades de desarrollo local. Los problemas que deben tratarse en este sentido se relacionan con una mejor comprensión del concepto de biorrefinería y de las estrategias alternativas de producción de biomasa que disminuyan los factores restrictivos. Estos conceptos deben tener en cuenta la naturaleza de los vínculos entre las nuevas materias primas de origen biológico, los insumos y las cadenas de valor existentes, así como acciones explícitas que aseguren que los productores agrícolas –en particular los pequeños– y los rurales creen y conservan el valor de la bioeconomía.

5. Una mayor eficiencia de las cadenas de valor engloba actividades que 1) reducen las pérdidas de poscosecha en cualquier nivel en que se están produciendo y que 2) tratan de definir los vínculos de mercado necesarios para productos biológicos innovadores. Al igualar la bioeconomía con los conceptos de sostenibilidad se comete un error muy común, porque debe quedar claro que las opciones de base biológica no son de por sí más sostenibles. El uso excesivo de recursos es siempre un tema latente y la eficiencia de este uso no tiene menos importancia en la bioeconomía que en los enfoques convencionales. Sin embargo, la cuestión más importante está ligada al conflicto potencial en el logro de los objetivos de la bioeconomía para satisfacer las crecientes demandas globales de alimento/pienso/combustible (50-70 % sobre los niveles actuales) sin más invasión de bosques y tierras marginales y al mismo tiempo utilizando parte de los esfuerzos de producción de biomasa para reemplazar el uso actual de los recursos fósiles. Cómo conciliar estas tendencias aparentemente contradictorias es uno de los desafíos clave en la transición hacia la bioeconomía, para el que no hay soluciones únicas ni sencillas. Los equilibrios finales serán sin duda una mezcla compleja de muchas nuevas estrategias, en aspectos como la diversificación y la expansión de las fuentes de biomasa, un uso más eficiente y estrategias de procesamiento.

Respecto al último punto un desafío inmediato en la transición es una cadena de valor más eficiente puesto que en la actualidad, más del 40 % de lo que se produce en realidad se pierde antes de llegar a su uso final (PNUMA 2011). Esto representa una gran oportunidad para empezar a avanzar en las estrategias de la bioeconomía, sin crear conflictos adicionales y presiones sobre la base de los recursos naturales. Deben abordarse cuestiones como cuáles son las opciones tecnológicas, logísticas y políticas para mejorar la eficiencia de la cadena. Además, un aspecto que a menudo se olvida es el reciclaje y la reutilización de los nutrientes y otros recursos en la producción agrícola que tienen que ser regenerados durante el proceso a partir de los productos de origen biológico que se obtengan al final.

6. Los servicios ecosistémicos abarcan los procesos por medio de los cuales el medio ambiente produce los recursos utilizados por los seres humanos, como el aire fresco, el agua, los alimentos y los materiales.18 Dada la naturaleza especial de la relación y las interacciones entre los recursos naturales y las actividades económicas y sociales desde un enfoque bioeconómico, una perspectiva ecosistémica se convierte en un componente indispensable en cualquier estrategia de bioeconomía sostenible. La bioeconomía es una respuesta a un largo periodo de utilización excesiva de recursos y un intento de readaptar los comportamientos a la luz de los desafíos globales previstos. En consecuencia, las estrategias de implementación solo pueden tener éxito si en los procesos de toma de decisiones se reconoce la integridad del medio ambiente natural y si se da cuenta del valor de los diferentes flujos. Dentro de este contexto general, el desarrollo de los sistemas de crédito de carbono, las estrategias de ecoturismo y los mecanismos de fijación de precios y administración del agua son tres puntos de entrada específicos que deben ser considerados en relación con los servicios de los ecosistemas en el marco de un enfoque bioeconómico.

Promover la transición a un modelo de bioeconomía

Experiencias existentes en Europa, Estados Unidos y varios países de Asia, así como en algunos de los países de la región, como Brasil, en el caso del desarrollo de los biocombustibles, y Costa Rica, en la valorización de la biodiversidad, resaltan que las dimensiones políticas e institucionales son elementos sustanciales en la transición de una perspectiva convencional a una basada en la bioeconomía.

Una utilización más amplia y eficiente de las alternativas basadas en la biomasa abre un panorama amplio respecto a sus beneficios potenciales. Al mismo tiempo, se plantean nuevas dificultades que deben ser incorporadas claramente a la política y a los medios institucionales para que se materialicen esos beneficios. Muchos de estos problemas tienen que ver con las características particulares de las aplicaciones biotecnológicas y la forma como se perciben y se diferencian de los sistemas tecnológicos convencionales. Además, surgen de los nuevos y diferentes modos de desarrollo de los procesos de producción de biomasa y se integran a las nuevas cadenas de valor. Comprenden aspectos relacionados con la integridad de las políticas involucradas y el papel que desempeñan en los procesos, el tipo de ciencia en la que se basa el desarrollo de la tecnología y la clase de instituciones que lideran el proceso, la naturaleza del propietario y los requisitos de inversión de las nuevas tecnologías y los nuevos sistemas de regulación, entre otros aspectos.

El común denominador del sistema emergente es la creciente complejidad del nuevo ambiente comparado con el de los sistemas agrícolas de alimentos/fibra convencionales ya existentes. La Tabla 1 resume los principales contrastes que deben tenerse en cuenta. (Para un análisis más exhaustivo de estos aspectos véase Trigo 2002 y Trigo y Henry 2009).

Tabla 1: Sistemas agrícolas convencionales comprados con sistemas agrícolas orientados a la bioeconomía


Fuente: Los autores y basado en Trigo (2002).

La principal diferencia que debe destacarse es respecto al enfoque de la política y al tipo de instrumentos implicados. Los objetivos e instrumentos políticos deben adaptarse a los distintos ciclos de vida implícitos en la bioeconomía. Las políticas convencionales evolucionan de puestas en escena “maduras”. En la bioeconomía, la mayoría de los casos se encuentra en sus primeras etapas de desarrollo y tiene la necesidad, por un lado, de políticas de incentivos para atraer y orientar las inversiones en el sector y, por el otro, de instrumentos de sostenibilidad para asegurar mejores prácticas en la gestión de los recursos naturales y la conservación de los alimentos o de la energía. Un entorno de políticas bioeconómicas necesita considerar explícitamente los recursos naturales/ medio ambiente, la energía y los dominios de políticas agrícolas, industriales y comerciales. Las experiencias de Brasil, la Unión Europea y los Estados Unidos con las regulaciones, los impuestos y los incentivos de mercado destinados al desarrollo de los biocombustibles modernos son claros ejemplos de la importancia de la estructura de estas y otras políticas para dar forma a la dirección de las nuevas industrias y sus mercados (ejemplo de la Unión Europea: Iniciativa de mercados líderes). Sin embargo, también hay ejemplos de advertencia, en los que la intervención política derivó en conceptos erróneos graves con consecuencias a largo plazo debido a inversiones mal dirigidas. Por tanto, un enfoque desde la bioeconomía requiere para las cuestiones centrales una combinación de políticas más complejas sustentadas en la evidencia que engloben las materias primas, la diversificación de ideas, la planificación del uso del suelo y las políticas industriales y de consumo –comercio justo, sostenibilidad y certificación “verde”, etc.–, que abarquen más que los sectores de energía o transporte. En este sentido, las políticas deben tener en cuenta y promover un uso del suelo socialmente aceptable y apuntalar el desarrollo de la bioenergía en una dirección sostenible para evitar los daños ambientales y sociales.

En el sector primario, la política agrícola, incluyendo la disponibilidad de la infraestructura rural, el crédito y la tenencia de la tierra, determinará la magnitud y la distribución de los beneficios económicos. Todas estas estrategias necesitan tener un componente regional así como uno global, debido a que los mercados de la bioeconomía se desarrollarán en una economía globalizada. Más allá del cambio en el enfoque y el alcance de las políticas, deben destacarse varias áreas para actuar. Dentro de ellas se encuentran la ciencia y la innovación, el desarrollo de los recursos humanos, la participación social y una serie de regulaciones e instrumentos de promoción, esenciales para asegurar un patrón de desarrollo de la bioeconomía sostenible y seguro.