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19 Según la OCDE (2009) las siete mayores compañías multinacionales en el campo estaban invirtiendo en biotecnología relacionada con la I+D de más de USD1.850 millones, con el mayor de ellos – Syngenta– que destinó un estimado de USD510 millones al año.

20 La situación es aún peor si se desglosa por país. En ambos casos, alrededor del 50 % de las inversiones totales se encuentran en Brasil y los cinco países más grandes –Brasil, Argentina, México, Colombia y Chile– representan más del 85-90 % del total de las inversiones (Trigo, Falck-Zepeda y Falconi 2010; ASTI).

21 El término “patentes” se refiere a las solicitudes de patentes de los Estados Unidos, las solicitudes internacionales PCT y las patentes estadounidenses otorgadas publicadas hasta noviembre del 2007 (www.bakerdaniels.com).

Recursos naturales en América Latina y el Caribe: una perspectiva en bioeconomía

Elizabeth Hodson de Jaramillo1 y Paul Chavarriaga-Aguirre2

Introducción

Varias crisis simultáneas presentadas durante la última década en clima, biodiversidad, combustible, alimentos, agua y paralelamente en el sistema financiero y la economía en su conjunto han promovido desarrollos para el uso sostenible de los recursos naturales (RRNN) como un medio para reducir los riesgos ambientales y mejorar el bienestar humano y la equidad social (UNEP 2011). Se espera que la población mundial exceda los 8.2 billones de personas para 2030 y que la economía mundial se duplique. El incremento en los ingresos y las aspiraciones por mejores niveles de vida aumentarán la presión sobre los recursos naturales del planeta (OECD 2010). Satisfacer las crecientes demandas mundiales de alimentos y otros productos agrícolas representa una importante oportunidad económica para América Latina y el Caribe para lo cual se requiere innovación estratégica.

El concepto de bioeconomía basada en el conocimiento (KBBE, por su sigla en inglés) es una respuesta a estos desafíos. Los desarrollos en bioeconomía están orientados a contribuir a la conservación y al uso sostenible de la biodiversidad por medio de la promoción del comercio, de la inversión en productos y servicios y a reducir la dependencia de combustibles fósiles y recursos no renovables. Está dirigido a transformar los conocimientos de las ciencias de la vida en productos nuevos, sostenibles, ecoeficientes y competitivos. En términos generales, uno de los componentes principales de los desarrollos en KBBE es la capacidad de los RRNN para la producción de biomasa y su posterior transformación en productos útiles.

La bioeconomía abarca la producción de los recursos biológicos renovables y su conversión en alimentos, piensos, productos de base biológica y bioenergía. Incluye componentes de agricultura, silvicultura, pesca, producción de alimentos, pulpa y papel, así como aspectos de las industrias química, biotecnológica y energética. Sus sectores tienen un fuerte potencial de innovación por la aplicación de una amplia gama de ciencias (biología, agronomía, ecología, tecnología de alimentos y ciencias sociales); tecnologías industriales (biotecnologías, nanotecnología, tecnologías de la información y la comunicación (TIC) e ingenierías), así como conocimientos locales (EC 2012). El biocomercio, uno de los componentes de la bioeconomía, se refiere a aquellas actividades relacionadas con la colección o producción, transformación y comercialización de bienes y servicios derivados de la biodiversidad nativa (recursos genéticos, especies y ecosistemas) según criterios de sostenibilidad ambiental, social y económica (UNCTAD 2007). Los mercados potenciales, las cadenas de abastecimiento y las redes de distribución son consideraciones adicionales para el biocomercio.

Los recursos naturales (RRNN) son sustancias o materiales presentes en la naturaleza considerados útiles o de valor para la humanidad. Su importancia para la bioeconomía radica en su disponibilidad (oferta) y en su posible demanda, en relación con la utilidad para los sistemas productivos. Minería, extracción y purificación de petróleo, silvicultura, pesca, caza y actividades similares se consideran industrias de recursos naturales, aunque no la agricultura. En general los RRNN se clasifican en renovables (recursos vivos como fauna, flora y microflora) y recursos no renovables (no vivos, como minerales). Los recursos naturales extraídos de la biosfera se categorizan como bióticos. El petróleo se incluye en la categoría de recursos naturales bióticos debido a su origen orgánico. La tierra –suelo–, agua, aire, minerales, metales y otros materiales similares (no vivos) se agrupan en la categoría de recursos naturales abióticos.

Los RRNN tienen importancia excepcional para el desarrollo social, cultural y económico de la humanidad, puesto que forman parte del patrimonio nacional de cada país y representan significativos valores ambientales, culturales y económicos. Las tecnologías y la forma como las utilicemos son un desafío creciente para lograr un desarrollo sostenible, así como los aspectos –de importancia fundamental– relacionados con gobernabilidad, organización social y derechos humanos (Hodson 2009). La biodiversidad y los ecosistemas ofrecen servicios ecosistémicos –ES– y directamente proporcionan insumos para la producción de sectores clave de la economía como el agua, la calidad del aire, la fertilidad del suelo, la polinización, el control de plagas y enfermedades, el crecimiento y la multiplicación de especies alimenticias, el reciclaje de nutrientes, suelos fértiles y prevención de la erosión y, adicionalmente, para el control de servicios como la regulación del clima, aguas, mitigación de tormentas, asimilación de residuos, entre muchas otras funciones (Schuler et al. 2011). El CDB (2010) describe la importancia de la biodiversidad:

[…] Contribuye para la seguridad alimentaria, la salud humana, el suministro de aire y agua; contribuye a los medios de subsistencia locales y el desarrollo económico y es esencial para el logro de los objetivos de desarrollo del Milenio, incluyendo la reducción de la pobreza.

En el marco del proyecto ALCUE FP7-KBBE “Hacia una bioeconomía basada en el conocimiento en la región de América Latina y el Caribe en asociación con Europa”, el primer paso, en cuanto a promover el desarrollo de la bioeconomía en América Latina, es establecer una base de la información e identificar posibles futuros desarrollos y limitaciones (benchmarking). La evaluación de los recursos naturales existentes (RRNN) en América Latina y el Caribe (ALC) es uno de los elementos de este análisis. En este contexto, el presente documento identifica algunas alternativas que pueden utilizarse para aprovechar el potencial de la región. Se realizó un análisis de FODA transformativo para tres grupos temáticos seleccionados con el fin de establecer las principales oportunidades, limitaciones y requerimientos para el desarrollo de la KBBE en ALC. El objetivo del documento es identificar posibles ventajas que surgen de la base de RRNN en relación con desarrollos de la bioeconomía en América Latina y el Caribe, las principales limitaciones que existen para desarrollar el potencial y, tentativamente, proponer posibles alternativas de políticas para superarlos.

Importancia de los recursos naturales en ALC

La región de América Latina y el Caribe (ALC) cuenta con uno de los mayores patrimonios de capital natural en el mundo, con una extraordinaria riqueza de recursos naturales, en términos de tierra, agua y biodiversidad así como gran variedad de culturas de creciente valor estratégico para un mundo de base biológica. Esto representa una fuente de crecimiento económico y le da el potencial para convertirse en el líder mundial en oferta de los servicios que le proporcionan sus ecosistemas y su biodiversidad y, a cambio, percibir nuevos beneficios provenientes de esta conservación y manejo sostenible. La región es uno de los líderes mundiales que aprovecha los beneficios de las nuevas biotecnologías (Trigo y Henry 2011). También se destaca por ser líder en la producción y exportación de soya, azúcar, café, frutas, aves de corral, carne de res y, más recientemente, etanol (IDB 2012).

La abundancia RRNN de América Latina y el Caribe incluyendo biodiversidad y geodiversidad ubica a la región en una posición privilegiada en cuanto al potencial para el desarrollo de la KBBE. A lo largo de la historia, esta riqueza ha sido fundamental para las economías de ALC. La producción de metales preciosos, azúcar, caucho, granos, café, cobre y petróleo en distintos periodos de la historia hicieron de los países de ALC –y sus poderes coloniales–, algunos de los más prósperos del mundo. Adecuadamente manejados, los RRNN constituyen una fuente decisiva de crecimiento y desarrollo. Las exportaciones de materias primas siempre han fortalecido las economías de la región. La agroindustria de ALC ha experimentado un intenso crecimiento como resultado del incremento de la demanda mundial y de los precios internacionales tanto de los agroalimentos como de materias primas para la producción de biocombustibles. Aproximadamente el 54% de las exportaciones de la región son “bienes básicos”, commodities (UNEP 2010).

La región es una superpotencia en biodiversidad. Incluye cinco de diez países de mayor biodiversidad del mundo –Brasil, Colombia, Ecuador, México y Perú–, así como el área más diversa biológicamente del mundo: la selva amazónica. América del Sur por sí misma tiene más del 40% de la biodiversidad de la Tierra y más de una cuarta parte de sus bosques. El Arrecife Mesoamericano es el arrecife de coral más grande del hemisferio occidental. Centroamérica, con solo 0,5% de la masa de Tierra del mundo tiene 10% de su biodiversidad (Bovarnick et al. 2010).

Brasil, uno de los países megadiversos tiene la mayor biodiversidad del mundo y es el segundo en número de especies endémicas. Alberga aproximadamente el 60% de la selva amazónica, con casi el 10% de todas las especies en el mundo. Adicional a la riqueza de biodiversidad existente en ese país, los Andes Tropicales (Bolivia, Colombia, Ecuador, Perú y Venezuela) es la región más rica y más diversa en la Tierra en biodiversidad. Es uno de los principales centros de domesticación de especies del mundo, según Vavílov –y supera ampliamente la diversidad de cualquier otro punto de gran diversidad hot spot en el mundo–. Contiene aproximadamente una sexta parte de toda la vida vegetal en menos de uno por ciento (0,8%) de la superficie del mundo, en una extensión de 1.542.644 km2, desde el oeste de Venezuela al norte de Chile y Argentina, incluyendo grandes porciones de Colombia, Ecuador, Perú y Bolivia. Los Andes Tropicales ocupan el primer lugar en el mundo en diversidad y endemismo de plantas vasculares, aves, anfibios y total de vertebrados (excepto peces). La subregión también es centro de origen de importantes recursos fitogenéticos andino-amazónicos que suministran aproximadamente el 35% de la producción mundial de alimentos agrícolas y de producción industrial (Schuler et al. 2011). Muchas poblaciones rurales e indígenas dependen de la biodiversidad para su sustento, incluyendo agricultura, pesca y productos forestales no maderables. El conjunto inmenso de los recursos naturales de la región constituye un laboratorio excepcional para desarrollar productos y procesos que podrían proporcionar soluciones médicas para las generaciones actuales y futuras (Bovarnick et al. 2010; UNDP 2010). El uso y aprovechamiento sostenible de los recursos naturales y de diversidad biológica específica es uno de los pilares para el desarrollo en países con alta biodiversidad. Esto debe asociarse con la implementación de mercados diversificados que favorezcan la calidad y el valor agregado de los productos obtenidos directamente, así como los servicios derivados de su utilización.

La región ALC tiene solo 16% de la superficie terrestre mundial y el 10% de la población mundial. Contiene el 28% de la tierra cultivable del mundo, 33% de su agua renovable y la tasa más alta de la superficie de la Tierra por habitante. Se estima que ALC tiene el 31% de los 35 millones km3 de recursos de agua dulce del planeta. Algunos de los principales ríos del mundo se encuentran en América Latina –el Amazonas, el Paraná-Paraguay, el Orinoco, el Uruguay, el Magdalena-Cauca y el Usumacinta– (UNEP 2010). En términos generales, la mayoría de la región ALC presenta precipitaciones de moderada a alta (800-2000 mm), con un pequeño porcentaje de zonas con poca precipitación. La mayor parte de la tierra en América Latina no ha mostrado limitaciones severas de clima, exceptuando algunas zonas –alrededor del 17% del área total– con limitaciones de humedad y escasas zonas de restricciones estacionales de humedad (GAEZ 2000). Sin embargo, entre otros efectos, el cambio climático global ha aumentado la intensidad y frecuencia de los huracanes en el Caribe; ha provocado cambios en la distribución y en los patrones de intensidad de precipitación y en temperaturas; ha influido en el incremento de las sequías. Además, se anticipan algunos otros efectos (UNEP 2010).

En relación con la tierra, ALC presenta ventajas para el desarrollo sostenible y para contribuir al crecimiento económico y a la promoción de la bioeconomía. De acuerdo con el Instituto Internacional para el análisis de sistemas aplicados (Véase http://webarchive.iiasa.ac.at/Research/LUC/GAEZ/index.htm): la extensión conjunta de Sur y Centroamérica es de 2.049 millones de hectáreas de tierras, de los cuales 853 millones son tierras con potencial de cultivo. Un total de 346 m son bosques, 16 m de vivienda y la infraestructura y 1.048 m no son aptos para el cultivo (Tablas 1 y 2).

Con el fin de aliviar el hambre y la pobreza en un contexto de la sostenibilidad ambiental y paralelamente crear nuevas fuentes de crecimiento económico y social equitativo es esencial articular los RRNN y la subsistencia con el papel que cumplen la biodiversidad y los sistemas naturales en enfrentar otros desafíos de sostenibilidad, como el cambio climático, la escasez de agua y la agricultura. El uso sostenible de la biodiversidad beneficia a la gente de varias maneras porque mejora la salud, incrementa la seguridad alimentaria y reduce la pobreza. Igualmente, protege la diversidad natural (SCDB 2010). Los principales requerimientos para ello son el fortalecimiento de la gestión de los ecosistemas, las consideraciones sobre el valor de los servicios ecosistémicos y de biodiversidad y el mejoramiento de la capacidad técnica e institucional, particularmente en las áreas de agricultura, turismo, pesca y silvicultura (IDB 2012).

La producción de recursos naturales presenta una gran heterogeneidad entre los países de ALC de acuerdo con diversas consideraciones. La mayor parte del producto interno bruto (PIB) de ALC se genera precisamente en los países que dependen en gran medida de los ingresos fiscales provenientes de la producción y exportación de materias primas (commodities). De las siete economías ALC-7,3 que alcanzan aproximadamente el 85% del PIB regional, seis tienen una participación significativa proveniente de la producción y exportación de materias primas (commodities) la cual, en los promedios 2004-2008, oscila entre el 10 y el 49%. Estos seis países son Argentina –productos agrícolas de exportación–, Chile –cobre–, Colombia –petróleo y manufacturas–, México –hidrocarburos–, Perú –minería– y la República Bolivariana de Venezuela –hidrocarburos– (IDB 2012).

Tabla 1. Tierras con potencial para los principales cultivos de secano –alimentos y fibra– (millones/ha)


Fuenxte: GAEZ 2000.

Tabla 2. Tierras de cultivo de secano 1994-1996 y potencial de cultivo de secano para los principales cultivos de alimentos y fibra (millones/ha)


Fuentes: GAEZ 2000.

La amplia diversidad de bosques en América Latina y el Caribe genera una serie de bienes y servicios que van desde madera y leña, productos de base biológica y plantas medicinales, hasta servicios ambientales como control de la erosión, de inundaciones y regulación del clima, así como el reciclaje de nutrientes. Las oportunidades de las poblaciones locales para incorporar nuevas tecnologías y usos alternativos y sostenibles del suelo deben continuar expendiéndose, incluyendo la generación de ingresos en actividades no agrícolas que puedan aliviar las presiones sobre el medio ambiente (UNEP 2010). Las plantas y los microorganismos son los grupos más representativos de la biodiversidad que se está utilizando como fuente de desarrollos industriales, alimentos, fibra, combustibles, medicamentos y materias primas. La industria farmacéutica es el sector más importante porque utiliza las plantas para la producción de medicamentos y drogas. Igualmente, las emplea para la elaboración de adhesivos, jabones, cosméticos, colorantes, lubricantes y pulidores, dentro de muchos otros productos. La biomasa vegetal también es una fuente importante de energía renovable y una oportunidad novedosa para aprovechar el potencial de la biotecnología (Schuler et al. 2011; Ruane et al. 2010). Las biotecnologías industriales y ambientales son una categoría muy vasta de tecnologías que utilizan microorganismos y enzimas en una amplia gama de industrias y procesos, como control de contaminación, biolixiviación y biorremediación, entre otros.

Los desarrollos en investigación e innovación deben buscar incrementar la capacidad de adaptación de las plantas, de los animales y de los sistemas de producción agrícola, para enfrentar los rápidos cambios en clima y ambiente y la reducción de recursos. Esto incluye trabajar con diversificación y adaptación específica, sistemas mixtos de producción agrícola y de prácticas culturales, adaptación a estreses bióticos y abióticos, conservación y uso de la biodiversidad, mitigación específica del cambio climático y medidas de adaptación al estrés en campo. La investigación también debe promover el manejo sostenible de los suelos, utilizar los avances en agricultura de conservación, reducir las emisiones de gases efecto invernadero de las actividades agrícolas y forestales y mejorar la captura de carbono (secuestro de CO2) en los suelos (EC 2012). La dependencia de 15 especies de cultivos que proporcionan más del 80% de los alimentos del mundo (después de 10.000 años de agricultura y del descubrimiento de 50.000 variedades de plantas comestibles), y de utilizar para alimento solamente unas pocas de las numerosas especies de animales es uno de los factores que aumenta la vulnerabilidad de la agricultura y el empobrecimiento de la dieta humana. Como resultado, muchos cultivos regionales y locales que tradicionalmente han sido importantes para la alimentación de los sectores más pobres de la sociedad, hoy se subutilizan o están abandonados. Se trata de recursos valiosos, con gran potencial para actividades relacionadas con KBBE, que requieren esfuerzos en I+D (FAO 2011).

El manejo adecuado de la biodiversidad juega un papel fundamental en el desarrollo de prácticas agrícolas sostenibles y de estrategias contra la desnutrición. La integración de la biodiversidad a las políticas de seguridad alimentaria y contra el hambre puede generar mayores beneficios socioeconómicos (incluyendo el apoyo a la reducción de la pobreza), que en cualquier otro sector (Toledo y Burlingame 2006). En este contexto, uno de los mayores retos técnicos es acelerar el desarrollo e introducir avances biotecnológicos, que permitan el incremento de la productividad (para cultivos, animales, algas, peces, flores y alimentos) y sean sostenibles en el sentido de que no sean nocivas para el suelo, el agua, los recursos ecológicos ni las condiciones atmosféricas de las que depende la producción futura de alimentos (FAO 2011).

La biotecnología agrícola, incluyendo el mejoramiento genético de variedades vegetales y de poblaciones animales para aumentar sus rendimientos o la caracterización genética y conservación de recursos genéticos son herramientas muy importantes para aumentar y mejorar la capacidad de producción de alimentos y para promover la sostenibilidad (Ruane et al. 2010). En las zonas agrícolas tradicionales, la biotecnología moderna ofrece una oportunidad para incrementar la productividad y reducir significativamente el uso de insumos químicos agrícolas y para mejorar los sistemas agrobiológicos naturales (Roca et al. 2004). Por un lado, algunos de los avances biotecnológicos comprenden: identificación de genes de interés para la producción de cultivos (como resistencia/tolerancia a plagas y enfermedades, tolerancia al estrés abiótico), mejora del valor nutricional, obtención de compuestos de interés, mejora de las calidades industriales o de procesamiento. Por otro lado, la producción de biofertilizantes y bioplaguicidas, que reducen el uso de productos químicos contaminantes y representan una práctica ecológica y sostenible es una industria muy promisoria y con alto potencial en ALC. La metagenómica –para estudios de microorganismos del suelo–, la genómica funcional y la genómica de plantas jugarán un papel fundamental en la agricultura y la energía del siglo XXI, así como en la protección y cuidado del ambiente. El valor económico del abundante reservorio de características genéticas encontradas en variedades silvestres y razas criollas de especies cultivadas es extremadamente importante para el desarrollo de la bioeconomía. La genómica vegetal tiene aplicaciones disciplinarias transversales muy importantes y de hecho, adicional a la biología básica, ha originado avances en medicina, química e ingeniería (The National Academies of Sciences 2007).

Las biorrefinerías y los bioproductos son algunos de los conceptos clave de la bioeconomía. Las primeras son esencialmente similares a las refinerías de petróleo, instalaciones destinadas a transformar la biomasa en un amplio espectro de productos o de energía comercializable (Trigo y Henry 2011). De gran interés mundial es el desarrollo de combustibles de segunda generación, que son los derivados de la biomasa lignocelulósica (LC) no comestible, ya sea residuos de explotación forestal o de producción de cultivos alimenticios (como el maíz o la cascarilla de arroz) o también la biomasa de plantas completas como hierbas o árboles cultivados específicamente para propósitos de biocombustibles. La OECD (2010) considera que si la segunda generación de biocombustibles basados en residuos de biomasa está disponible para el 2030, podría evitarse la expansión de tierras agrícolas prevista para la producción de biocombustibles, y de igual manera, podría reducirse el incremento en el uso de plaguicidas, fertilizantes y agua, así como los consecuentes impactos en biodiversidad y en los ecosistemas.

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