Kitabı oku: «Excombatientes y fascismo en la Europa de entreguerras», sayfa 4

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Mussolini no era el único que defendía estas ideas. Por ejemplo, el intelectual intervencionista Agostino Lanzillo argumentó por aquel entonces que la guerra había derrotado al socialismo.37 Este autor, que había traducido al italiano la obra del teórico del sindicalismo revolucionario Georges Sorel, y que también había servido y recibido heridas como soldado durante el conflicto,38 compartía la fe en el carácter revolucionario de la guerra. Ahora bien, Lanzillo denunciaba categóricamente los acontecimientos acaecidos en Rusia como una «revolución que ocultaba la derrota».39 En su libro La derrota del socialismo, finalizado en 1918, afirmó que las generaciones que habían combatido en el frente saldrían «renovadas» de la guerra, con una «nueva mentalidad» y con unas «cualidades individuales mejoradas», constituyendo una fuerza humana determinante en el futuro. Según Lanzillo, las acciones de los veteranos asumirían una «dirección nacional» ya que los soldados retornados del frente instintivamente valorizarían su sacrificio; sería improbable que adoptaran ningún tipo de «actitud revolucionaria», sino que más bien lucharían «para reemplazar a la clase dirigente, en nombre del poder y el coraje que representan».40 Retrospectivamente, las predicciones de Lanzillo podrían interpretarse como correctas, pero deben considerarse más bien como parte del mismo conjunto de mitos intervencionistas del que también formaba parte la noción Mussoliniana de trincerocrazia. Esta cosmovisión cristalizaría en un programa y una estrategia política para el periodo de la posguerra.

Así pues, tras Caporetto y ante la confirmación de la paz «revolucionaria» rusa, la identificación de los intervencionistas con los soldados en el frente todavía se reforzó. Il Popolo d’Italia modificó su línea editorial para presentarse como el defensor de los derechos de los combatientes, un cambio que se hizo evidente durante la última fase de la guerra, mientras se acrecentaba la polarización de la sociedad italiana y se perseguía a los «derrotistas», denostados como «enemigo interno». En sus páginas, Prezzolini escribiría que el mayor enemigo estaba «en casa», pero que los combatientes regresarían de la guerra para «renovar» el país.41 Il Popolo d’Italia abogó por la implantación de una dictadura que militarizaría la sociedad italiana hasta la obtención de la victoria. En el diario, los «hombres de la trinchera» (trinceristi) podían plantear sus reclamaciones materiales; jóvenes oficiales utilizaron este foro para expresar sus preocupaciones.42 Sin embargo, la idea programática de distribuir la tierra expropiada entre los soldados de origen campesino fue perdiendo peso,43 y finalmente, en agosto de 1918, Mussolini adoptó un nuevo subtítulo –Diario de los combatientes y los productores (Quotidiano dei combattenti e dei produttori)– que simbolizaba su definitivo rechazo del socialismo. Ahora, las nociones de «combatientes» y «productores» se incorporaron a su lenguaje político, sustituyendo los conceptos más comunes de «soldados» y «trabajadores», teñidos de socialismo.44

Pese a que Mussolini todavía no había desarrollado plenamente una ideología excombatiente ni un programa político sólido, su activismo preparó el terreno para la posterior emergencia del símbolo del veterano fascista. Algunos exsoldados italianos, de hecho, abrazaron la idea de la trincerocrazia; líderes de los mutilados se presentaban públicamente como la «gran vanguardia» de los que volverían del frente.45 Hasta el final de la guerra, Mussolini e Il Popolo d’Italia prestaron atención a las expectativas expresadas por los soldados, abogando por una rápida desmovilización de la mayoría de las tropas.46 No obstante, el grupo de Mussolini fue un simple observador más que su impulsor de la irrupción del movimiento excombatiente italiano. Y la cuestión de la trincerorazia quedó sin desarrollar. Ante la victoria italiana en Vittorio Veneto y el «Boletín de la Victoria» (Bollettino della vittoria) firmado por Armando Díaz el 4 de noviembre de 1918, Mussolini reaccionó con entusiasmo, como el intervencionista nacionalista y antisocialista en que se había convertido en virtud de la experiencia bélica.47 La Primera Guerra Mundial terminaría dos semanas después, aunque esto no traería consigo la paz real para muchas partes del continente europeo.

LOS EXCOMBATIENTES Y LAS CONSECUENCIAS DE LA GUERRA EN EUROPA OCCIDENTAL

Las consecuencias de la Primera Guerra Mundial traumatizaron tanto a los países contendientes como a otras naciones europeas que permanecieron en la no beligerancia. Las experiencias nacionales variaron en función del resultado militar de la confrontación, pero todos los participantes sufrieron considerables pérdidas humanas (10 millones de muertos en total), independientemente de si habían sido derrotados o no; sus poblaciones salieron del conflicto profundamente transformadas. Pese a vencer, ciertos países –incluyendo Italia– atravesaron muchos meses de descontento social y conflictos violentos sin precedentes. El fantasma de una revolución social y guerra civil como la rusa de 1917 era omnipresente entre los derrotados, aunque el desmembramiento de los Imperios Centrales desembocase en el nacimiento de nuevos Estados nación democráticos como la República de Weimar. En Versalles en 1919, los diplomáticos difícilmente restablecieron el equilibrio en las relaciones internacionales. La transición económica de una guerra total a una economía de paz también fue un tanto turbulenta, y el problema de cómo desmovilizar a millones de excombatientes marcó la posguerra de los beligerantes. Todas estas naciones vieron surgir diversas organizaciones excombatientes de muy distinto signo político, advirtiendo a los políticos y a la sociedad civil de la urgencia de reintegrar a aquellos hombres. En la esfera pública, los veteranos eran nuevos y llamativos actores a quienes no podía ignorarse tras las experiencias sufridas en nombre de la nación. Muchos de ellos volvieron a casa con la esperanza de hacer realidad las promesas que se les habían hecho durante la guerra.

La desmovilización cultural posbélica, reintegrar a los veteranos y pacificar a los sectores más belicistas de cada país, fueron tareas necesarias para recobrar la normalidad tras una guerra «total»,48 y cuyos resultados variaron según los países, regiones, grupos sociales y de edad o género. El fracaso de esos procesos tras la Primera Guerra Mundial explica, en parte, el florecimiento en toda Europa del paramilitarismo.49 La violencia continuó teniendo presencia, sobre todo en Europa central y oriental donde la aparición de «guardias cívicas» armadas respondió a la percepción de una amenaza bolchevique. De hecho, fueron excombatientes quienes solían incorporarse a este tipo de formaciones cuasimilitares, aunque el surgimiento de milicias de autodefensa se produjo incluso en países que no habían combatido en la Gran Guerra, como España.50 Esta amplia e importante reacción fue transnacional, tuvo efectos transfronterizos, y se dio independientemente de si el país en cuestión había salido derrotado, victorioso, o había siquiera tomado parte en la Primera Guerra Mundial.51 Este terreno fértil posibilitó la irrupción del movimiento fascista. Aquí abordaré sus elementos contextuales más importantes para entender cómo y por qué se estableció un vínculo entre el Fascismo y los excombatientes en Italia, que posteriormente se extendería a otros países. Igualmente analizaré la aparición de organizaciones de veteranos que, en los años siguientes, llegaron a ser importantes protagonistas históricos (tabla 1.1), examinando en particular su relación con el Fascismo.

TABLA 1.1 Vista general de las principales asociaciones y organizaciones de veteranos mencionadas en este libro


Italia Población en 1914 = 36 millones 6 millones de soldados movilizados 4 millones de combatientes en los frentes 3 millones de veteranos desmovilizados en 1918-19 ANMIG: asociación de veteranos inválidos fundada en 1917. Orientación patriótica y no política, aunque progresivamente nacionalista. Miembros en 1919 = 220.000; 1934 = 500.000. Bajo control fascista desde 1925. ANC: fundada en 1918. Diversa políticamente y democrática; en junio de 1920 pasó a ser oficialmente no política. Miembros a mediados de 1919 = 100.000-300.000; 1920 = c. 500.000; 1929 = c. 400.000; 1936 = 850.000; 1940 = c. 1 millón. Bajo control fascista desde 1925. Associazione fra gli Arditi d’Italia: creada en enero de 1919 por arditi futuristas. Inicialmente vinculada al movimiento fascista. Posterior escisión entre el sector d’annunziano, el antifascista y el mussoliniano. Desde septiembre de 1922, los arditi fascistas se organizaron en la Federazione Nazionale Arditi d’Italia. Miembros en diciembre 1918 = 10.000. ANRZO: fundada en 1918, solo importante en Turín y el Piamonte. De inspiración liberal (mazziniana). Se fusionó con la ANC en 1920. UNRG: fundada en 1919. Católica y conectada al PPI. Se disolvió hacia 1925. UNUS: asociación nacionalista, intervencionista y antibolchevique creada en abril de 1919. Miembros en octubre de 1919 = 450. Disuelta a finales de 1919. Lega Proletaria: fundada en 1918. Socialista y pacifista. Miembros en abril de 1919 = 50.000. Disuelta hacia 1925.
Francia Población en 1914 = 41 millones 6,4 millones de soldados movilizados 5 millones de veteranos desmovilizados en 1918-19 4 millones de titulares del «carné del veterano» en 1937 UF: Creada en 1917-18 como una federación de asociaciones de veteranos. Republicana, con orientación de centro-izquierda. Miembros en 1920 = 120.000; 1921 = 191.000; 1922 = 251.000; 1923 = 280.000; 1927 = 350.000; 1931 = 700.000; 1932 = 900.000. Durante los años treinta la UF viró políticamente a la derecha hacia el autoritarismo. UNC: fundada en 1918. Republicana, conservadora, antiizquierdista. Miembros en febrero de 1919 = 100.000; diciembre de 1919 = 300.000; junio de 1920 = 510.000; 1927 = 290.000; 1932 = 850.000. ARAC: fundada a comienzos de 1919. Pacifista, republicana, izquierdista. Posteriormente pasó a ser comunista. Miembros en 1930 = c. 20.000. Croix de Feu: fundada en 1929 como una asociación de veteranos condecorados. Miembros en enero de 1930 = c. 23.000; 1932 = c. 23.000; 1933 = c. 28.000; febrero de 1934 = c. 100.000; 1935 = c. 500.000. Conservadora y autoritaria, fue progresivamente adquiriendo rasgos fascistas y paramilitares, y abandonó su carácter exclusivamente excombatiente. Légion Française des Combattants: organización creada por el régimen de Vichy en 1940 mediante la fusión de las principales asociaciones, la UF y la UNC. Miembros = 1,5 millones.
Alemania Población en 1914 = c. 65 millones 13,2 millones de soldados movilizados Reichsbund der Kriegsbeschädigten, Kriegsteilnemer und Kriegerhinterbliebenen: fundada en 1917. Asociación de carácter socialdemócrata. Miembros en 1921 = 639.000; 1922 = 830.000. Reichsbanner Schwarz-Rot-Gold: fundada en 1924 como una liga de veteranos republicanos y socialdemócratas. Miembros en 1925-26 = c. ¿900.000? Rote Frontkämpferbund: fundada en 1924 como una liga comunista de veteranos. Posteriormente incluyó una sección de mujeres y aceptó a no veteranos. Miembros a comienzos de 1925 = c. 15.000; junio de 1925 = 51.000; pico máximo a mediados de 1927 = 120.000; noviembre de 1928 = 106.000. Prohibida en 1929.
Kyffhäuserbund: Fundada en 1900. Asociación patriótica y antisocialista. Miembros en 1921 = 2,2 millones; 1929 = 2,6 millones. En 1938 fue fusionada en el NS Deutscher Reichskriegerbund (Kyffhäuser) Stahlhelm: fundada en 1919 como un grupo de autodefensa, pronto se hizo antirrepublicana y posteriormente fue influida por el Fascismo. Miembros iniciales = ¿1.000?; septiembre de 1919 = c. 2.000; 1924 = ¿24.000? Desde mediados de los años veinte incluía a miembros sin experiencia bélica. Mayor número de miembros en los años treinta = 160.000-500.000 veteranos de un total de 1,5 millones de miembros. La organización pasó a estar bajo control nazi tras 1933, cambiando su nombre por el de NSDFB (Stahlhelm), con 500.000 miembros en 1935, año de su disolución. NSKOV: Creada por el NSDAP a comienzos de los treinta como una agencia de asistencia social y propaganda para los veteranos de guerra.
España Población en 1936 = c. 25 millones 1,2 millones de soldados movilizados en el ejército franquista DNE: Creada en agosto de 1939 como una agencia de FET-JONS para veteranos del ejército franquista. Miembros en 1963 = c. 372.000. BCMGP: organización creada en 1937 para el control y asistencia de los veteranos mutilados del ejército franquista. Miembros en 1939 = c. 70.000.

Fuentes: Berghahn (1965), Sabbatucci (1974), Klotzbücher (1964), Schuster (1975), Prost (1977), Rochat (1981), Finker (1982), Cointet (1995), Ungari (2001), Kennedy (2007), Millington (2012a, 2015), Ziemann (2013), Löffelbein (2013), Alcalde (2014).

Alemania

Alemania fue un caso único y dramático debido a su peso específico en Europa central y occidental, su derrota en la Gran Guerra y su Revolución, con consecuencias de largo alcance sentidas en todo el continente. Allí, el final de la guerra estuvo marcado por un conjunto particular de procesos sociales, políticos, económicos y psicológicos.52 El caótico regreso de los soldados del frente no solo generó un severo problema económico, sino que también condicionó el devenir de la Revolución alemana. Tras la abdicación y huida del Kaiser, los consejos de soldados (Soldatenräte) se extendieron rápidamente por toda Alemania, con sus hombres agitando banderas rojas y portando brazaletes del mismo color revolucionario.53 No obstante, el poder recayó en manos de los socialdemócratas. Por su parte, muchos oficiales asistieron consternados al derrumbamiento del ejército imperial, y no pocos se sintieron públicamente humillados al ver arrancadas las insignias de sus uniformes militares.54 Entre noviembre y diciembre de 1918, mientras la Liga Espartaquista propulsaba el movimiento comunista revolucionario, 1,5 millones de soldados (Frontsoldaten, comúnmente conocidos como Frontschweine) regresaron a casa. Aunque generalmente la población les dio la bienvenida, algunos acabaron por emplear la violencia contra los revolucionarios, como por ejemplo durante los enfrentamientos del 24 de diciembre de 1918 en Berlín. Sin embargo, también muchos revolucionarios eran antiguos veteranos desmovilizados, soldados de retaguardia –llamados Etappenschweine– y marineros rebeldes. Sea como fuere, el Gobierno socialdemócrata, para restaurar la «tranquilidad y el orden», reprimir la revolución y defender las fronteras orientales, promovió la creación de unidades mercenarias: los Cuerpos Francos (Freikorps). La mentalidad despiadada y sanguinaria de estos paramilitares ultraviolentos se cimentó en el imaginario bélico.55 No en vano, al principio el grueso de sus miembros provino de unidades que habían luchado en el frente. Sus métodos de combate fueron empleados contra civiles en un contexto de extrema ansiedad y miedo,56 tal y como sucedió el 15 de enero de 1919 en Berlín cuando soldados gubernamentales y voluntarios asaltaron la sede del periódico socialista Vorwärts –ocupado por los revolucionarios– y asesinaron brutalmente a los líderes espartaquistas Karl Liebknecht y Rosa Luxemburgo.57

Los dramáticos acontecimientos de Alemania son cruciales para entender cómo nació del movimiento fascista en Italia, y nos permiten conectar este con los excombatientes. Las terribles noticias acerca del destino de la insurrección espartaquista en Berlín pronto trascendieron fronteras. En Italia, el diario socialista Avanti! anunció que el «peligro militarista» alemán se había despertado de nuevo con la represión; el periódico reprodujo en italiano el último mensaje de Liebknecht, en el que este reconocía que los revolucionarios habían sido abandonados «por los marinos y los soldados».58 Los rumores sobre el espantoso final de los líderes del Partido Comunista Alemán también se confirmaron; aquellos soldados retornados del frente, o «tropas gubernamentales» como todavía se las llamaba, habían aplastado la insurrección comunista. Parecía evidente que los excombatientes alemanes en Berlín habían abortado una revolución de corte similar a la rusa.

Mussolini, enterado de lo sucedido, reforzó su fe en el decisivo papel político que atribuía a los veteranos: frenar a la expansión del fenómeno «asiático» del leninismo. De hecho, Mussolini estaba convencido de que los oficiales del antiguo ejército alemán habían sido el instrumento clave para derrotar a los espartaquistas.59 Conforme se sucedían los acontecimientos en Berlín, Il Popolo d’Italia fue dando publicidad al apoyo que los consejos de soldados y trabajadores otorgaron al gobierno socialdemócrata alemán, destacando el pensamiento conservador de los soldados que habían tomado esa importante decisión: «los soldados que vuelven de las trincheras no quieren, no toleran el desorden. Han pasado por mucho, por el trágico y terrible caos de las batallas, como para no sentir desprecio por el caos y repugnancia por la guerra civil».60 Así, hacia finales de enero de 1919 las violentas acciones de los Freikorps alemanes ayudaron a forjar, en países vecinos como Italia, una percepción transnacional de los excombatientes como efectivos agentes antirrevolucionarios.61

Es importante destacar que, aunque muchos jóvenes nacionalistas de derechas, estudiantes y cadetes que no habían combatido en la guerra se apresuraron a ingresar en estas organizaciones antirrevolucionarias, tan solo una pequeña parte de los veteranos alemanes lo hizo. No obstante, los Freikorps tuvieron una intensa experiencia de combate al actuar militarmente en el Báltico y al destruir la efímera República Soviética de Baviera de abril y mayo de 1919. Con sus mismos rasgos contrarrevolucionarios, en Hungría Miklós Horthy también creó unidades paramilitares que contribuyeron a derribar la breve República Soviética allí instalada, inaugurando el llamado «terror blanco». Gracias a estas gestas contrarrevolucionarias, algunos historiadores definieron a los Freikorps como «heraldos de Hitler», aunque estas unidades mercenarias en realidad carecían de una ideología política clara y coherente.62

Además del fenómeno de los Freikorps, otros veteranos alemanes contribuyeron de forma significativa a la formación de grupos conservadores de autodefensa en 1919. El Stahlhelm («Casco de acero») fue creado por Franz Seldte en Magdeburgo entre noviembre y diciembre de 1918 como una de aquellas organizaciones cuyo propósito era restaurar la «tranquilidad y el orden» social.63 Pero si el Stahlhelm era un grupo formado exclusivamente por «soldados del frente» (Bund der Frontsoldaten), la mayoría de las guardias cívicas de la época fueron principalmente integradas por civiles. Ya en febrero de 1919, Wolfgang Kapp, un político nacionalista estrechamente vinculado a los militares y los Junkers, escribía que para contrarrestar la inminente «guerra civil» los terratenientes más ricos de cada distrito rural debían «comprar coches y luego equiparlos con ametralladoras y granadas de mano… llenándolos con gente joven [patriótica]… preferentemente oficiales o estudiantes».64 Tales grupos de «defensa cívica» fueron particularmente importantes en Baviera. Por su parte, la asociación conservadora Kyffhäuserbund, una organización de veteranos antisocialista y presuntamente apolítica proveniente del periodo guillermino, contaba con más de dos millones de miembros.65

Sin embargo, algunas de las organizaciones de excombatientes más importantes surgidas en Alemania no eran ligas paramilitares sino entidades de beneficencia, y junto a los grupos de veteranos nacionalistas existían también los pacifistas. La Liga de Exsoldados por la Paz (Friedesbund der Kriegsteilnehmer) alcanzaría los 30.000 miembros en 1919, aunque terminase por disolverse en 1922. Por su parte, la Liga Socialdemócrata del Reich de Heridos de Guerra, Antiguos Soldados y Familiares de Muertos de Guerra (Reichsbund der Kriegsbeschädigten, Kriegsteilnehmer un Kriegshinterbliebenen) sumaba 830.000 miembros en 1922. Incluso los veteranos alemanes judíos crearon, en febrero de 1919, su propia asociación, comprometida con la defensa de la memoria de su patriotismo alemán durante la guerra y la lucha contra el antisemitismo.66 Es cierto, sin embargo, que la mayoría de los veteranos alemanes no se unió a ninguna organización política. Como ha señalado Benjamin Ziemann, «las experiencias bélicas de los veteranos pusieron límites a la movilización paramilitar, en vez de favorecerla».67 No obstante, los veteranos fueron un factor de agitación social durante este periodo. En las ciudades de la Alemania de Weimar, los desmovilizados protestaron y se enfrentaron a las autoridades, luchando por obtener compensaciones derivadas de su sacrificio en la guerra, como parte de la cuestión más amplia de las víctimas de guerra (Kriegsopfer), que incluía a un importante número de viudas y huérfanos.68

Muchos veteranos y el ejército alemán percibieron la firma del Tratado de Versalles en junio de 1919 como una humillación. El tratado impuso unas condiciones extremadamente duras a Alemania, considerándola como la única responsable del estallido de la guerra. Fue en este contexto donde comenzó a propagarse el mito de la «puñalada por la espalda» (Dolchstoß): la derrota de Alemania habría sido supuestamente provocada por un puñado de saboteadores desleales, comunistas o judíos (dependiendo de la versión), mientras que los soldados habrían permanecido invictos en el frente.69 El Stahlhelm inició una deriva antirrepublicana con un creciente número de militantes, adoptando la bandera monárquica –negra, blanca y roja–, e incrementando sus contactos con otras agrupaciones nacionalistas. Implementar las cláusulas del tratado de Versalles implicaba reducir sustancialmente el tamaño y armamento del ejército, así como la disolución de los Freikorps, una medida que reducía drásticamente las posibilidades de perseguir una carrera militar para muchos jóvenes excombatientes que no habían conocido otro oficio. Además, la constitución democrática de Weimar, promulgada en agosto de 1919, acrecentó el distanciamiento de estos militares con la República. La nueva carta magna, pese a introducir todo un conjunto de nuevos símbolos nacionales que rompían con la tradición monárquica, permitía a los soldados lucir las medallas y condecoraciones obtenidas en la guerra. Aun así, los militares antirrevolucionarios despreciaron los nuevos uniformes y banderas, y en unos pocos meses, tanto oficiales como soldados se sentían unidos en su generalizada oposición al Gobierno.70

Fue en este marco de desmovilización caótica, agitación revolucionaria y contrarrevolucionaria, dramáticas transformaciones políticas y violencia, en el que surgió la primera organización nacionalsocialista, el Partido de los Trabajadores Alemanes (Deutsche Arbeiterpartei), creado por Anton Drexler en Múnich en enero de 1919. En el mes de octubre, un veterano de guerra frustrado y resentido llamado Adolf Hitler, que ejercía de agente propagandista del ejército dando charlas antibolcheviques, solicitó afiliarse. Aunque Hitler se presentó a sí mismo ante el partido como un Frontsoldat, en realidad había sido un Etappenschwein durante la mayor parte de la guerra.71 Sea como fuere, en 1920 el partido cambió su denominación por la de Partido Nacionalsocialista de los Trabajadores Alemanes (Nationalsozialistische Deutsche Arbeitpartei, NSDAP) donde Hitler comenzó su carrera política.72 Entre sus preocupaciones destacaba la supuesta influencia perniciosa de los capitalistas judíos angloamericanos que habían impuesto a Alemania un humillante tratado de paz.73 Sin embargo, el primer programa del NSDAP no contenía una sola palabra en referencia a los excombatientes, siendo sus principales características el antisemitismo y el nacionalismo völkisch. Con características que lo diferenciaban claramente de las organizaciones de veteranos del país, el movimiento nazi permaneció confinado en Baviera.

La animosidad de oficiales del ejército y voluntarios antirrevolucionarios contra la joven república derivó en marzo de 1920 en el putsch de Kapp-Lüttwitz, cuyo propósito era imponer una dictadura militar.74 La movilización de la clase obrera desbarató esta intentona mediante una huelga que salvó a la República de Weimar, pero la posterior ola de enfrentamientos desatada entre comunistas y derechistas alcanzó cotas más violentas. En este contexto, algunas voces propusieron la formación de un gobierno compuesto por soldados del frente (Frontsoldatenregierung) como una opción para trascender la polarización entre lo «social» y lo «nacional» en la política,75 pero este vago proyecto nunca acabó por materializarse. La amenaza antirrepublicana fue neutralizada, pero evidenció que importantes elementos militares y paramilitares se oponían frontalmente a Weimar. Esto era particularmente claro en Baviera, donde el putsch facilitó la imposición de un gobierno de corte militarista liderado por Gustav Ritter von Kahr, el cual mantendría una buena relación con las organizaciones paramilitares, patrocinando diversas conmemoraciones en honor de los veteranos y los soldados caídos.76 Así, Múnich se convirtió en el centro de la agitación antirrepublicana. Aunque una de las mayores organizaciones de veteranos, el Reichsbund, condenó rotundamente el putsch,77 grupos antirrepublicanos como el Stahlhelm continuarían creciendo y consolidándose. Poco tiempo después, los círculos militaristas recibieron otro varapalo con la promulgación, en abril de 1920, de la Ley Nacional de Pensiones (Reichsversorgungsgesetz), pues esta significaba la completa desmilitarización del cuidado de veteranos y víctimas. Sin embargo, los mutilados de guerra no se mostraron completamente satisfechos con las pensiones y la asistencia pública que les fueron concedidas.78 La República de Weimar se iba consolidando poco a poco en la superficie, pero era incapaz de reintegrar importantes grupos de veteranos en el sistema.

Pero todos estos acontecimientos no implican que los excombatientes alemanes fueran precursores del fascismo, ni heraldos de Hitler o del movimiento nazi. En 1920, solo algunos oficiales del ejército y grupos de soldados desmovilizados se unieron a las fuerzas voluntarias antirrevolucionarias. Aunque estas eran la más activa y flamante ala de la extrema derecha alemana, radicalmente antirrepublicana,79 sus proyectos políticos de corte reaccionario y defensivo no pueden definirse como fascismo. Tampoco existían en Alemania planes para transformar a veteranos y soldados del frente en una suerte de vanguardia política. Además, el NSDAP era todavía una pequeña organización incapaz de aumentar su militancia y ganar audiencia, y no estaba particularmente interesada en movilizar excombatientes. Pese a que el símbolo del veterano de guerra fue progresivamente asociado a las políticas de extrema derecha –gracias a la efectividad de los Freikorps a la hora de masacrar comunistas–, el conjunto de exsoldados alemanes no actuaba unánimemente en la política, ya fuese de izquierdas o de derechas, revolucionaria o contrarrevolucionaria. Este carácter diverso de la política excombatiente, como veremos a continuación, también se percibe en Francia.

Francia

En Francia, 1918 no fue el año de la derrota ni de la revolución, sino de la victoria, y la historia de sus 6,4 millones de excombatientes ofrece un marcado contraste con la de los alemanes. Francia había sido invadida por el enemigo y había sufrido destrucciones considerables. Cuando todavía se estaba librando el conflicto, los mutilados de guerra franceses, al igual que sus homólogos italianos, fueron los primeros en promover sus intereses mediante la creación de asociaciones para mejorar sus condiciones de vida por medios legales. A lo largo de 1919, los veteranos galos crearon una miríada de asociaciones valiéndose de la potente tradición asociativa de la República francesa. Así, las dos principales organizaciones de veteranos experimentaron un rápido crecimiento. La republicana y centrista Union Fédérale (UF) se fundó en febrero de 1918 bajo el liderazgo de Henri Pichot, mientras que Charles Bertrand dirigiría la conservadora Union Nationale des Combattants (UNC), creada en octubre de ese mismo año. La lealtad de estos grupos hacia la república contrasta con la tibia actitud que mostraron muchas asociaciones de veteranos germanos hacia Weimar.80 La diferencia estribaba en que la República francesa había obtenido una gran victoria, mientras que la de Weimar era el resultado de la derrota.

Diversos movimientos políticos en Francia desarrollaron programas específicos destinados a los soldados que volvían del frente. La postura de la izquierda francesa hacia los veteranos estaba perfectamente representada por el escritor Henri Barbusse, cuya exitosa novela Le Feu (1917) había descrito las experiencias de guerra de los poilus. Barbusse afirmaba que, durante la guerra, los soldados habían combatido contra el nacionalismo y el militarismo y por los ideales republicanos de libertad y justicia. No en vano, su crítica contra los belicistas franceses se acompañó de un inicial apoyo al proyecto de la Sociedad de Naciones. Barbusse fundó una pequeña asociación de veteranos comunistas, la Association Républicaine des Anciens Combattants (ARAC), creada para defender los intereses materiales de los veteranos discapacitados. Con ella, proyectaba participar en política en búsqueda de la justicia social y la paz internacional,81 ideales de los que también se hacían eco los socialistas italianos a comienzos de 1919.82 En contraste, la extrema derecha antirrepublicana francesa, encarnada por la Action Française de Charles Maurras y sus colaboradores Léon Daudet y Georges Valois, estaba más interesada en recompensar a los veteranos por su servicio. Su programa se cimentaba esencialmente en la idea de dar a los veteranos la «parte de la victoria» –«la parte de los veteranos» (la part du combattant)–, a la que tenían derecho.83 Estos extremistas de derechas habían ido desarrollando el concepto de «la parte de los veteranos» desde 1916, y para hacerlo realidad tras la victoria –decían–, Alemania debía pagar las reparaciones de guerra al completo, pues la compensación económica a los veteranos debía venir directamente «de las manos del agresor».84 Entre todas estas diversas posturas políticas de 1919, los veteranos franceses estaban lejos de posicionarse unívocamente: mientras algunos clamaban por endurecer la acción gubernamental contra el bolchevismo, otros anunciaban la creación de la «internacional de los veteranos» (l’internationale des combattants) para hacer la revolución.85

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