Kitabı oku: «Proceso a la leyenda de las Brontë», sayfa 8

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En días soleados, es posible vislumbrar los páramos a través de los pequeños callejones, anunciándose su proximidad en el aroma del aire. Es en días así cuando Haworth parece distenderse, transformándose en un rincón pintoresco que recuerda a un pueblo de montaña. Como bien señala Stell (1965: 5), el paisaje del West Riding no es tan tenebroso como a veces se supone, pues incluso en el mismo corazón de la denostada zona minera existen todavía bellos espacios abiertos. Los espacios que durante el siglo XIX ocuparon los peinadores de lana, los tejedores, los fabricantes de paños, los sombrereros, los carniceros, los tenderos, los cordeleros, los fabricantes de relojes, los hojalateros y los ebanistas (Emsley: 41) albergan en la actualidad establecimientos y negocios de todo tipo: tiendas de recuerdos, galerías de arte, librerías, restaurantes y cafeterías que han surgido a la sombra de un turismo creciente. El establecimiento comercial más importante que se conserva de la época de los Brontë es la antigua farmacia con interesantes interiores de madera situada en la parte alta de Main Street.

La ocupación de los pueblos de West Yorkshire en la primera época de la industrialización textil ha dejado su huella tanto en la arquitectura de las granjas de los páramos como en la de los cottages urbanos. Durante los últimos años del siglo XVII y durante todo el XVIII, se adaptaron o construyeron espacios específicos para el hilado de la lana, normalmente en el piso superior de las viviendas aunque también a veces en la planta baja. Las habitaciones destinadas a este menester requerían una buena ventilación e iluminación, sobre todo durante los largos días invernales. La arquitectura original tuvo que irse adaptando a la nueva funcionalidad de las construcciones, otra característica fundamental de la arquitectura vernácula. Pero a pesar de que cuando la demanda de tejedores aumentaba, se añadía un piso más para instalar nuevos telares (Hey: 357), la pequeña escala de los edificios siempre se mantuvo. Brunskill considera que la horizontalidad y baja altura de las construcciones permiten la integración armoniosa en el entorno, a la vez que el factor económico, ineludible en la arquitectura vernácula, obliga a una disposición constante de fachadas con ventanas pequeñas. De esta necesidad de funcionalidad y adaptación a las necesidades en la región del West Riding surgieron unas ventanas de tipología diferente a la tradicional, y excepcionales para su nuevo cometido, las llamadas «ventanas de los tejedores», definidas de este modo por los arquitectos Penoyre (1984: 125): «largas bandas horizontales de ventanas, con hasta incluso nueve aperturas por banda, divididas por parteluces de piedra; las bandas muy largas se subdividen por medio de parteluces más grandes». Las ventanas de la parte superior aparecen muy pegadas a los aleros de tejados de dos aguas, poco pronunciados y cubiertos con lajas de piedra, lo que indica que a pesar de las diferentes modas constructivas de las zonas sureñas, en esta región del norte la simetría no era algo prioritario (Quiney: 121). Las secciones de estas ventanas con parteluces pueden indicar la fecha de construcción del edificio; normalmente los parteluces de sección achaflanada datan del siglo XVII y primera parte del XVIII, y permiten una mayor entrada de luz a las ventanas relativamente pequeñas abiertas en la parte interior de muros muy gruesos. Los de sección cuadrada datan de la segunda mitad del siglo XVIII y del XIX, cuando se comenzaron a construir muros más delgados y ventanas más amplias (West Riding County Council, 1973: 17).

La piedra local, gritstone, se corta con facilidad nada más extraída de la can­-tera y puede obtenerse en grandes losas, excelentes para la construcción de los recercados de puertas y ventanas, parteluces y dinteles. Los muros de las casas pequeñas pueden ser con frecuencia de hiladas de piedra procedente del derribo de otras construcciones (The West Riding County Council, 1973: 16), mientras que la construcción de tejados requiere igualmente una técnica muy precisa. Aunque Hartley e Ingilby mencionaban en 1975 la existencia en toda la región de Yorkshire de unas veinte casas que mantienen tejados de paja, no he encontrado en Haworth y alrededores cottages originales con cubiertas de este material. Además, Brunskill (1975: 139) subraya la utilización de lajas de piedra, a pesar de que hay evidencia de que, en el lejano pasado, en la región se utilizó paja en todas las construcciones excepto en las más importantes. Según documentos del Ayuntamiento del West Riding, la desaparición de este material se debió no sólo a la abundancia de piedra de la región sino también a la riqueza producida por el comercio de la lana durante los siglos XVI y XVII (The West Riding Council, 1973: 16). Esta sustitución de materiales supuso un mayor confort para los desvanes y las habitaciones de los pisos altos. A pesar de que se mantuvo la cumbrera del tejado, pudieron eliminarse las diminutas e incómodas ventanas situadas en los hastiales, o las pequeñas ventanas situadas bajo la paja de los aleros, comprimidas en el interior de la habitación hasta el nivel del rodapié, sustituyéndose por ventanas de tamaño normal (Brunskill, 1975: 140).


Casa tradicional con ventanas «de los tejedores» en primer piso. (Lámina realizada por Alba Villanueva)

La paja para las cubiertas de las construcciones vernáculas, llamada genéricamente thatch en inglés, es un material de origen vegetal que puede provenir de tres fuentes diferentes: de las cañas o juncos que crecen en las zonas húmedas y pantanosas, del brezo de los páramos y, principalmente, de la paja obtenida tras la recolección de los cereales. En construcción, este material se distribuía en varias capas horizontales que se sujetaban fuertemente a los listones de la estructura del tejado (Quiney: 32). Se trata de un material ligero que permitía la complejidad de manipulación necesaria para su adaptación a los tejados de las construcciones vernáculas, caracterizadas por las intrincadas y complejas formas de sus limatesas y hastiales. Se utilizó con profusión en la construcción de tejados hasta mediados del siglo XIX, sobre todo en las tierras bajas (Iredale y Barret: 36). En Inglaterra todavía se utiliza en algunas construcciones, no sólo como vestigio de la arquitectura vernácula tradicional, sino también de la arquitectura pintoresca, caracterizada por su deseo de recuperar los estilos tradicionales e introducir la utopía de la bondad de la vida rural en las inhumanas y contaminadas ciudades de la Revolución Industrial (Quiney: 211-212). Es evidente que la existencia en la actualidad de cubiertas de paja se debe a su continua renovación ya que, incluso la de mejor calidad, no podría sobrepasar nunca la vida de su constructor (Powell: 20). No parece haber acuerdo entre los especialistas acerca de la fecha exacta[26] en que empezaron a importarse desde los puertos del norte las tejas conocidas como pantiles. En cualquier caso, este tipo de tejas no llegó a popularizarse nunca en las zonas del noroeste de Inglaterra. Como se ha indicado, en Yorkshire el material utilizado para la construcción de tejados es básicamente la piedra, cortada en forma de lajas.

Con respecto a las plantas de las sencillas casas de la zona histórica de Haworth hay que decir que, al igual que en otras regiones, su variedad viene determinada tanto por el número de pisos como por la distribución y el número de habitaciones. Si bien es cierto que la topografía del terreno obliga a construir la casa sobre una pendiente, y que la iluminación del piso superior a través de las «ventanas de los tejedores» consigue generar en el interior espacios más luminosos que los tradicionales en la época victoriana, en general aparecen tipologías de todo tipo. En su análisis de la arquitectura de los cottages de la época victoriana, Christopher Powell describe seis tipos básicos de plantas, siendo el más utilizado el de «dos ventanas abajo y dos arriba», que suele aparecer en cualquier imagen infantil. Consta de una fachada simétrica más ancha que alta, con la puerta de acceso en el centro, flanqueada por dos ventanas y con otras dos encima. Las chimeneas pueden encontrarse en uno o en ambos hastiales y las escaleras bien en la sala de estar o justo en la entrada (Powell, 1996: 74-80). Esta estructura básica dio origen a otra todavía más sencilla que se utiliza en las viviendas modestas. Consta de una puerta, situada no en el centro sino a un lado de la fachada, que se abre a un diminuto vestíbulo del que, inmediatamente, parte la escalera y por donde se accede a dos habitaciones, la de delante y la de detrás, distribución que se repite en cada piso. En las viviendas de economía más próspera, después de 1740 a veces se habilitaba una despensa o fregadero debajo de las escaleras o en una ampliación exterior cerrada. La limitada anchura de las parcelas obliga a que este tipo de planta sea el más frecuente en Haworth. Al analizar las características de las viviendas del norte de Inglaterra, Quiney (1990: 121) considera que no es únicamente la dura piedra carbonífera de los Pennines la que confiere a las construcciones un sello inconfundible sino también las características de sus alzados. La posición de las chimeneas es generalmente la de los hastiales laterales.

En la parte más elevada de la colina, Main Street se ensancha y allana, agru­-pándose entonces las casas alrededor de patios interiores o a lo largo de calles estrechas. El patio interior en una agrupación de viviendas, cuya entrada desde la calle no siempre aparece enfatizada arquitectónicamente, es una de las características principales de Haworth. Desde un punto de vista urbanístico, esta configuración de espacios sugiere un estrecho sentido de comunidad. A veces, los intersticios que quedan entre los edificios permiten vislumbrar otros patios o un pequeño trozo de cielo, de los páramos o de las colinas cercanas, suavizándose entonces el intrincado entramado de la organización urbana. Sin dejar de percibir y sentir el carácter introvertido y cerrado que esta disposición otorga a la configuración urbana, la certeza de que el campo abierto se encuentra a escasos metros, tras la parcela de al lado, no desaparece nunca.


Detalle urbano. (Lámina realizada por Javier García Pita)

Llama la atención el número de bares o tabernas, los tradicionales pubs, que existía en una población tan pequeña como Haworth. Este tipo de establecimientos es probablemente la institución más antigua del pueblo inglés, más antigua incluso que la iglesia, y se remonta a la época de los romanos, cuando a lo largo de las recién construidas carreteras surgieron establecimientos para el descanso y refrigerio (Bonham-Carter: 213). Es sabido que en los pequeños pueblos y zonas rurales de Inglaterra, este establecimiento era el centro social de la comunidad: los hombres, y en raras ocasiones las mujeres, acudían allí en busca de compañía, calor, juego y diversión, así como para el intercambio de noticias. Hasta mediados del siglo XIX existieron pocos edificios públicos en las pequeñas ciudades y pueblos del West Riding, de modo que la mayoría de los negocios se realizaba en estos lugares, que también ofrecían alojamiento y comida tanto a los viajeros como a las caballerías, actuando a la vez como auténticos centros de transporte. Facilitaban igualmente salas para reuniones públicas, subastas, elecciones, reuniones sindicales e incluso para el pago de los patronos a sus jornaleros. Lo que todos tenían en común era su importancia en la vida de los vecinos, que ofrecían calor y confort, y quizá que, para muchas personas, también servían de escapatoria a las penalidades de la vida cotidiana, pues allí encontraban «un descanso de la dureza del trabajo y de la tristeza y reclusión de la vida doméstica» (Malcolmson: 610). Aquí se acudía también en busca de información acerca de lo que sucedía fuera de los estrechos confines del pueblo y, en ocasiones, este establecimiento era también el escenario en donde los trabajadores daban rienda suelta a sus quejas y los primeros pasos hacia la emancipación (Bonham-Carter: 214).

Algunas de las tabernas históricas de Haworth se encuentran en la parte alta de la colina. Sin lugar a dudas, The Black Bull es en la actualidad el bar más visitado por los turistas debido a su mítica conexión con Branwell Brontë. Este establecimiento fue también fonda desde sus comienzos, se edificó probablemente a finales del siglo XVIII y, construido con piedra local, presenta la fachada tradicional de dos pisos dividida en tres cuerpos. Muy cerca se encuentra The Kings Arms, originalmente un edificio de tres pisos y dos cuerpos coronado por lajas de piedra. Otro es The White Lion, edificio construido hace más de 300 años que conserva en su interior el sabor de la tradición vernácula, con techos de vigas de madera y paneles de roble en la entrada. Y ya en las afueras, en la parte más alta y en la carretera que lleva a los páramos, The Old Sun Inn, construido como los demás en el siglo XVIII (Emsley: 45, 51 y 66).


Taberna «The Black Bull», en la parte alta de la población. (Lámina realizada por Rodrigo Velázquez)

También en esta parte alta del pueblo, justo al lado del Parsonage, en la pequeña calle conocida en época de las Brontë como Parsonage Lane y en la actualidad como Church Street, se encuentra el edificio más antiguo que se conserva de aquella primera escuela pública de 1683. Se trata de un edificio construido en 1832 con la piedra local, y que consta de un único piso con cinco ventanas y una puerta de entrada resaltada por un frontón. Sobre ella aparece una placa con detalles constructivos del edificio. Otra placa indica que Charlotte dio clase en esta escuela. Durante los años en que su marido, el reverendo Arthur Nicholls, trabajó en la iglesia y vivió en Haworth, el número de escolares aumentó de sesenta a doscientos o trescientos, por lo que más tarde al edificio de la escuela, con hastiales y ventanas con parteluces, se le añadieron dos alas, también con hastiales (Emsley: 51). Con la llegada de la nueva escuela pública local en 1886 el edificio dejó de utilizarse como centro educativo, y en la actualidad funciona como sala para reuniones de todo tipo, tanto de carácter religioso como cultural o social.

A pesar de que el inmenso trabajo de conservación y rehabilitación realizado a lo largo de los años ha embellecido exteriormente la población, el conflicto entre los intereses de los habitantes y los turistas queda patente en el informe de 1964 del Civic Trust, preocupado sobre todo por conseguir unas mínimas condiciones de vida para todos los habitantes. El texto critica el exceso de proteccionismo conservador que el interés turístico-económico conlleva, informando acerca de la situación:

There is no doubt that many of the houses in Haworth are technically unfit for habitation by reason of their sanitary arrangements, the lack of adequate washing or cooking facilities, the proximity of neighbouring buildings, damp, lack of daylight and other causes. (...) Some would preserve Haworth as a museum piece irrespective of housing conditions. We cannot agree with this. It is clearly desirable to retain, improve and rehabilitate houses wherever this can be achieved, provided satisfactory living standards can be attained. Where not, demolition should be faced (Civic Trust, 1964: 5).

El tono del informe de un documento de 1970 es bastante más alentador, a pesar de que sigue constatando la existencia de factores que interfieren en la modernización de algunas viviendas. Menciona la existencia de humedad en muchas de las casas construidas directamente sobre la roca, así como la imposibilidad de construir garajes debido a la excesiva condensación de viviendas a lo largo de la colina. A través de los informes del Civic Trust, el Ayuntamiento ha ido interviniendo en las viviendas que merecían rehabilitación; las zonas que requerían demolición se denominaron «áreas de limpieza», mientras que en las parcelas que fueron quedando libres se han construido nuevas viviendas intentando conservar el aspecto general de la zona histórica. Este deseo de mantener una cierta armonía con la arquitectura histórica ha llevado a los arquitectos municipales a elaborar una lista de recomendaciones en todo lo referente a construcciones nuevas. Se aconseja que se salve la piedra de los edificios demolidos en cualquier otro lugar del distrito almacenándola para su posterior utilización en Haworth. La piedra debe usarse estructuralmente siguiendo las técnicas tradicionales y, cuando esto no es posible, aconsejan la utilización de materiales de textura y color parecidos a los de los edificios históricos. Los detalles característicos de la parte antigua deben adaptarse e incorporarse a la nueva construcción. Las inspecciones llevadas a cabo tras la construcción de viviendas nuevas revelan que, a pesar de la diversidad de construcciones de la tipología básica entre medianeras, existe un número de rasgos recurrentes que otorgan uniformidad al conjunto, siendo el recercado de piedra de puertas y ventanas el rasgo más frecuente. También se insiste en la inclusión de parteluces, canalones de perfil cuadrado y viguetas voladizas en los tejados, así como en la utilización de puertas de paneles sencillos y plataformas y escalones semejantes o parecidos a los de la calle principal.

Dentro del pueblo la piedra aparece por doquier en los contextos más diversos. Por otra parte, tanto en la construcción de nuevas urbanizaciones como en los programas de mejora, se presta atención a todos los detalles que contribuyan a seguir manteniendo la diferenciación entre el entorno construido y el entorno rural. Actualmente, cuando se construye en parcelas en las que la trama urbana tropieza directamente con el campo, se intenta prestar atención a la utilización de materiales. Así, los muros de sillares de las fachadas dan paso a los muretes de mampostería en seco de los cercados de los campos de cultivo y pastos. Como se verá detalladamente en el capítulo dedicado al paisaje de los páramos, estos muros de poca altura, en cuya construcción solamente se utilizan piedras escogidas con esmero, colocadas sin ningún tipo de argamasa o cemento entre ellas para ofrecer menos resistencia al viento, que pasa libremente entre sus huecos, son una de las características más atractivas del paisaje de esta parte de Yorkshire. Un viajero de 1867 dejó constancia de la presencia de estos muros en el paisaje que contempla en su viaje hacia el pueblo: «Durante el aburrido y empinado trayecto de cuatro millas hasta Haworth, bordeado en su mayor parte por altos muros de piedra, en vez de por los setos verdes usuales (...) Pasamos algunos tan enormes que bien podían haberse utilizado como fortalezas» (cit. Hoppin: 327). A través del valle y, hacia el sudeste de esta colina principal, discurre Bridgehouse Beck, riachuelo que da nombre al valle y recoge a su vez pequeños afluentes. Antes de cruzar el río, encontramos una construcción que vale la pena mencionar por su valor histórico. Se trata del edificio conocido como Bridgehouse Mill, construido por la familia Greenwood a finales del siglo XVIII como parte del complejo industrial lanero que la familia había comenzado en el siglo XVII. Junto a este edificio se encuentra Bridge House, construcción doméstica levantada como vivienda principal de los miembros masculinos de la familia Greenwood durante la última parte del siglo XVIII. Hay algo en la austeridad del edificio que, a primera vista, recuerda la casa de la familia Brontë. El edificio, de dos pisos y construido con piedra ashlar, consta de una fachada de cinco cuerpos con una puerta central con arquitrabe de estilo jónico y, al igual que el Parsonage, cinco ventanas en el piso superior y tejado de lajas de piedra. Cuando se construyó el complejo de Bridge House se incluyeron otras construcciones para albergar una granja, un granero, un establo y algunos cottages (Emsley: 28-30). En la actualidad el edificio se ha acondicionado para la explotación de un hotel.[27]

En la falda de la colina, entre Butt Lane y Bridgehouse Lane, en la zona antiguamente conocida como Syke Field, hay en la actualidad un cuidado parque que desciende suavemente hacia el valle. Existen referencias de su vegetación en 1944: «El parque podría haber sorprendido a las Brontë, con la floración de sus cerezos, con la maravillosa plantación de lupinos (planta leguminosa que produce altramuces) y, antes de la llegada del otoño, con los terraplenes cubiertos de dalias de colores desconocidas hace cien años» (Stanley: 222). También en la parte baja se encuentra Haworth Old Hall, interesante casa solariega del siglo XVI a la que volveré con más atención en otro lugar y que actualmente alberga un restaurante.

The Woodlands, la segunda casa familiar de los Greenwood, y considerada por Barker (1996: 94) como la casa más bella de las construidas por los propietarios de fábricas de principios del siglo XIX, se ubicó en la orilla opuesta del río y es un edificio interesante que presenta las características del estilo georgiano. Al contar con un jardín en la parte trasera y un camino para coches que conducía a Bridgehouse Lane, a pesar de vivir en un entorno rural era posible ir caminando o en coche de caballos hasta la fábrica en sólo unos minutos. Lo más distintivo del edificio es su puerta central, enmarcada en un pórtico toscano de dos columnas (Emsley: 31). Como tantos otros edificios de este período, la casa se ha reconvertido y alberga en la actualidad una residencia de ancianos. Una breve aproximación al estilo georgiano, que ha influido de tal modo en la arquitectura doméstica inglesa, parece oportuna ahora, pues, como veremos, también en el Parsonage aparecen algunos de sus rasgos.

Este estilo arquitectónico, utilizado durante el período 1714-1830 aproxima­damente, fechas que se corresponden con la subida al trono de Jorge I y la muer-te de Jorge IV respectivamente, surgió como evolución natural del paladianismo en su adaptación a las necesidades de edificios utilizados como viviendas. A partir de 1760, sobresale el arquitecto Robert Adam (1728-1792), quien sustituye la pesada pomposidad de buena parte del paladianismo por una nueva y sutil «castidad». A finales del siglo XVIII, las clases acomodadas de Londres solían vivir en terraced houses, tipología estandarizada de casas entre medianeras que iba a continuar inalterable en lo fundamental durante todo el siglo XIX. En general, en Inglaterra las clases altas siempre han preferido vivir en el campo, por lo que han mantenido, siempre que su economía lo permitiera, una vivienda fuera de la ciudad, siendo precisamente ésta la que consideraban su casa principal. Las casas de Londres eran consideradas simples pieds-à-terre por sus propietarios, de ahí que, generalmente, continuaran siendo relativamente modestas, al contrario que las viviendas de la aristocracia francesa de París. Las casas, de piedra o ladrillo, se levantan sobre una sencilla planta rectangular y la fachada que da a la calle es estrecha pero de cuatro alturas. Varios escalones dan acceso a la entrada que, a su vez, conduce a la escalera. Las puertas de entrada son generalmente amplias y en su parte superior presentan paneles semicirculares de cristal que iluminan el vestíbulo. A menudo están coronadas por un frontón o un arco semicircular y suelen estar flanqueadas por columnas clásicas. En el interior, el vestíbulo permite el acceso a dos habitaciones amplias, una en la parte delantera de la casa y otra en la parte de atrás, distribución que se repite en todos los pisos. Según el especialista T. W. West, de la utilización de estos sencillos alzados y plantas se obtienen resultados muy «dignos», probablemente en consonancia con la dignidad[28] y discreción del carácter inglés. El rasgo más característico de las ventanas, que son siempre de guillotina, es la regularidad del tamaño de sus cristales, enmarcados en listones de madera. La utilización de esta tipología uniforme en muchas casas de la misma calle es una de las razones de la armonía que generalmente se asocia a una calle de casas del período georgiano (West: 74-78).


Detalle urbano. (Lámina realizada por Javier García Pita)

También en esta orilla del río se encuentra el «otro» Haworth, el construido en la colina conocida por The Brow, que las Brontë difícilmente reconocerían ahora. Aparte de las nuevas construcciones que se han levantado en su ladera, en la parte más alta se alzan en la actualidad, blancos y esbeltos, varios generadores de energía eólica que, a pesar de la encendida polémica que su instalación originó, en la actualidad ya forman parte de la fisonomía de Haworth. La zona más baja de The Brow, urbanizada y construida entre 1860 y 1900, está formada por un conjunto bastante regular de calles e hileras de casas entre medianeras que se extienden por la pendiente de una colina más suave que la de la zona histórica, situada como se ha indicado, en la ladera opuesta del valle. De esta división en zonas o barrios, que el valle y el río han impuesto a la expansión natural de Haworth, ha surgido seguramente la idea de que existen dos pueblos de Haworth pertenecientes a épocas distintas, uno a cada lado del río. Aunque algunas de las casas fueron levantadas durante la época victoriana, los edificios de The Brow no aparecerán jamás en una guía arquitectónica. Sin embargo, para una mirada interesada en aprehender el mayor número de detalles del entorno de Haworth, la vista de estas construcciones desde la colina opuesta, es decir, desde el barrio histórico, es un buen ejemplo de lo que la Revolución Industrial supuso para la arquitectura y el urbanismo de la región, en este caso para la construcción de viviendas y planeamiento de nuevos barrios. La llegada del ferrocarril en 1867 trajo consigo la construcción de más fábricas en el distrito de Haworth y, como consecuencia de ello, la imperiosa necesidad de construir bloques de viviendas para albergar a las familias obreras que la población antigua no podía absorber (Stanley: 222-224). Fue así como en esta parte baja de la colina opuesta, The Brow, surgió ese otro Haworth que las Brontë no llegarían a conocer.

A pesar de los drásticos e inevitables cambios y alteraciones que Haworth ha sufrido desde los años en que la familia Brontë vivió allí, su morfología y carácter se han logrado mantener gracias a un tratamiento respetuoso para con la historia y el entorno durante el proceso de rehabilitación. Si bien es cierto que el turismo y la especulación que éste conlleva han podido alterar el carácter original del pueblo, todavía es posible aproximarse a las Brontë y a su literatura a través de estos lugares de los que, también e indirectamente, tanto se puede aprender acerca de la arquitectura vernácula de la región.

Por último y para cerrar este capítulo, creo que es obligatorio mencionar el Brontë Way por sus repercusiones en Haworth y su entorno. Con independencia de la estación, durante todo el año también acude a Haworth un tipo de visitantes que no debe englobarse en el grupo de los turistas. Se trata de visitantes cuyo interés no proviene, ni única ni principalmente, de la llamada literaria o sentimental de la leyenda de las Brontë sino, más bien, de un interés personal por la naturaleza y la montaña. La situación geográfica de Haworth, en pleno corazón de la cordillera Pennine, ha hecho de esta población punto de partida de excursionistas, montañeros y amantes de la naturaleza. De Haworth parten suaves senderos de recorrido fácil, así como otros más largos y dificultosos, quizá sólo apropiados para los caminantes fuertes e intrépidos verdaderamente enamorados de la montaña. Son los senderos que conducen a los «agrestes páramos donde los zarapitos todavía chillan en ese aire diáfano como lo hacían antes de que llegaran los romanos» (Gemmell: 1). Pero ni siquiera la montaña y la naturaleza han podido librarse de la leyenda brontëana, ya que Haworth es también una de las paradas obligatorias de este camino, un sendero de largo recorrido de unos sesenta y nueve kilómetros de longitud que, partiendo de Oakwell Hall, en Birstall, cerca de Leeds, en West Yorkshire, llega a Gawthorpe Hall, en Padiham, Lancashire. La conexión entre los diferentes enclaves ha sido posible gracias a la leyenda que, al apropiarse de ellos, ha conseguido la habilitación de un sendero que recorre algunos de los lugares que jugaron un papel importante en las vidas y la producción literaria de las Brontë, abarcando senderos que ellas seguramente transitaron (Wilson, 1997: 5). El sendero ofrece también una atractiva aproximación a los paisajes pastorales y de páramos de las montañas del sur de la cordillera. Es probable que el gesto más noble y generoso de la leyenda de las Brontë haya sido haber ofrecido al mundo la oportunidad de conocer Haworth y los remotos parajes de su entorno, importantes antaño sólo para sus habitantes. Tras la leyenda, la interpretación del mundo de Haworth y estos lugares dependerá, como siempre, del color e interés de la mirada.

[4] Según otras fuentes la familia Brontë tuvo su primer hogar en Hightown, donde nacieron las primeras hijas en 1814 y 1815 (Gardiner: 24; Birsdall: 17).

[5] Elizabeth sólo tenía dieciocho años y había perdido a su madre un año antes. Seis años más tarde, a los tres meses del fallecimiento de su mujer, Patrick pidió a Elizabeth en matrimonio, petición que ésta rechazó (Barker, 1995: 106).

[6] El lugar aparece mencionado por primera vez en un texto escrito como Haveworth en 1209 y hacia 1381 aparece como Haweworth (Bentley y Ogden, 1977: 15). Una posible derivación de su nombre es la de la palabra del inglés antiguo haga, que significa seto o cercado, de modo que el posible origen de su nombre sería un cercado hecho con un seto. En un documento del Departamento de Urbanismo de Lancashire leemos que el nombre deriva de how = high, y de worth = farm, es decir, the high farm o granja alta.

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