Kitabı oku: «Actores sociales, acciones colectivas y transformación social», sayfa 4

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Impactos y esperanzas

La idea fundamental de aplicar ejercicios, talleres y programas que respondan a la necesidad de educar desde la paz para la obtención de un mundo diferente es que este reto sea aceptado con entusiasmo, al descubrir que hay múltiples apuestas que creen en la educación como un escenario privilegiado para la construcción de la paz, a partir de la generación de las condiciones en las que realmente se pueda ser consciente del momento histórico que vive Colombia. Esto traerá como consecuencia una distinción social en el entorno que favorecerá a muchos, mediante el inicio desde temprana edad de estas actividades, de modo que se produzca en ellos esa transformación intrínseca y sean partícipes o conductores de una nueva generación, capaz de experimentar un mundo con menos violencia, discriminación, daños y flagelaciones, con más posibilidad de una vida digna.

La esperanza está puesta en la red que se ha venido tejiendo poco a poco; espacios en los que coinciden las apuestas de investigación educativa con el Semillero Educación y Política de la Facultad de Sociología; la Red de Estudios Críticos (REC) Latinoamérica, que ha acogido la iniciativa y aporta en la difusión de los talleres, instituciones educativas públicas y privadas de Bogotá; instituciones de educación superior como la Corporación Universitaria Minuto de Dios, desde donde se han desarrollado los talleres como herramientas que se puedan replicar en otros lugares donde sus profesionales en formación tienen incidencia. Así, la red va creciendo, alimentándose de los aportes de las comunidades con las que se vienen creando vínculos y que permitirán medir los impactos cuando una sociedad más justa, equitativa y en paz se materialice con las nuevas generaciones.

La tarea es permanente. No podrá cerrarse un proyecto de esta magnitud. Por el contrario, será necesario seguir rastreando las diferentes iniciativas en torno a la construcción de paz desde la escuela y visibilizarlas, aprovechando el enfoque tan propio de Proyección Social que tiene la USTA. Es preciso reconocer que hay múltiples formas de pensar el contexto, maneras diversas que potencian las habilidades de una generación que ha asumido la construcción de un nuevo país, y que no desea repetir las prácticas bélicas violentas. Para finalizar, la convocatoria para articular todos los procesos posibles debe mantenerse abierta, continuar visitando, conociendo y rediseñando constantemente cada ejercicio; esta debe ser una caja de herramientas que viaje y se ajuste a las necesidades de cada realidad concreta.

Conclusiones

La escuela se convierte en un escenario fundamental para la creación de iniciativas en construcción de paz, pues permite que sea un espacio para la reflexión crítica, en el que estudiantes, docentes y padres de familia construyan comunidad. La educación en sus diferentes vertientes —formal, no formal o informal—va a permitir que surjan lugares comunes frente a la verdad, la justicia y la reconciliación, siendo escenario de encuentro, diálogo y transformación de las relaciones sociales, rompiendo con muchos imaginarios que se han tenido históricamente sobre el conflicto.

Las pedagogías se convierten en un lugar común de enunciación en el que se ponen en juego múltiples perspectivas para comprender el conflicto. Pero sobre todo se entiende allí cómo concebir el papel subjetivo en la construcción de paz: una pluralidad de voces, relatos y contextos que se encuentran desde sus necesidades e intereses locales (territoriales). El impacto de este texto resulta en las propuestas que surgen de las propias dinámicas locales, de los propios jóvenes; un espacio de diálogo y encuentro entre quienes han vivido la violencia o se han visto afectados por ella.

Referencias

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1 Asolé es una iniciativa que trabaja con niños, niñas, jóvenes, educadores y padres de familia en torno a pedagogías para la paz. A través de actividades lúdicas y reflexivas, en Asolé buscamos que la sociedad conozca sus habilidades, con el fin de fortalecer la convivencia, promoviendo ambientes de paz cada vez más amplios y constructivos. Asolé ofrece programas integrales que propenden por la sana convivencia como formas de desarrollo de las habilidades ciudadanas.

Incidencia de la educación en la solución de problemáticas comunitarias con los niños y niñas del barrio Juan XXIII

WILLIAM ANDREY MENDOZA CÁRDENAS

SERGIO NICOLÁS POVEDA LEÓN

MARÍA CAMILA VARGAS FIGUEROA

Introducción

El presente capítulo se enfoca en el ámbito educativo de la población objeto de estudio: niños que participan en el Grupo Bíblico Los Amigos de Jesús, dentro del Jardín infantil de Fanny, y niños pertenecientes a la comunidad del barrio Juan XXIII. Mediante el análisis de las diversas actividades que se realizaron en el grupo, se pudo conocer el papel que este desempeña en el barrio, así como determinar su importancia para la comunidad, desde la comprensión de su entorno social y con la capacidad de darle sentido a esas experiencias que se traducen simplemente en vivir y superar las dificultades con aplomo.

De este modo, se evidencian los procesos y logros obtenidos con los niños, ya que ellos han generado cierta conciencia comunitaria a través de la educación, permitiéndoles contrarrestar ciertas problemáticas sociales que se reproducen en el barrio Juan XXIII, tales como el consumo de sustancias psicoactivas y bebida alcohólicas, el hurto y las riñas. Siguiendo a Carli (2002), se puede afirmar que este tipo de estudios dentro del campo de la educación hacen “importantes contribuciones para entender la construcción de la infancia y sus cuidados incorporando al análisis de lo educativo el cruce de lo social, lo político, la cultura” (p. 5).

Definición de la propuesta metodológica

La población participante de las diversas actividades del proyecto fueron niños y niñas entre los 4 y 13 años, integrantes del grupo Club Bíblico Amigos de Jesús, un grupo infantil cristiano, dirigido por Fanny Calderón y acompañado por otras madres líderes del proceso. El grupo cuenta con la participación de veinte integrantes, de los cuales diez participaron voluntariamente en el proyecto, pues cumplían con los requisitos básicos que se propusieron para delimitar la población: tener entre 4 y 13 años, asistir continuamente al grupo y participar en las actividades propuestas por el equipo facilitador y de madres líderes del club.

Para llevar a cabo el proceso se realizaron encuentros semanales los viernes, en el horario de cuatro a seis de la tarde, en el espacio del salón comunal del barrio Juan XXIII. La estrategia metodológica utilizada fue la realización de talleres y las salidas pedagógicas. Según Cano (2012), los talleres se conciben así:

[Los talleres son] un dispositivo de trabajo con grupos, que es limitado en el tiempo y se realiza con determinados objetivos particulares, permitiendo la activación de un proceso pedagógico sustentado en la integración de teoría y práctica, el protagonismo de los participantes, el diálogo de saberes, y la producción colectiva de aprendizajes, operando una transformación en las personas participantes y en la situación de partida. (p. 33)

En este mismo sentido, Mohamed et al. (2017) definen las salidas pedagógicas del siguiente modo:

[La salida pedagógica es] un potenciador del aprendizaje y coloca al alumnado en el centro del proceso de enseñanza dando un carácter secundario tanto a los recursos auxiliares como a los docentes. Con esta actividad se logra que el alumnado esté en contacto directo con el entorno y realiza el proceso de aprendizaje de una manera eminentemente práctica. (p. 208)

La selección de estas estrategias metodológicas para el desarrollo del proceso se dio principalmente por el interés presentado por parte de la líder Fanny Calderón, quien manifestó la necesidad de generar una mayor visibilidad en la comunidad del proceso llevado a cabo por el club y, además, promover la propuesta de educación alternativa en el barrio. También se procuró generar unas líneas de trabajo más específicas relacionadas con el trabajo comunitario, que fortalecieran las redes de cooperación académica entre la Facultad de Sociología y esta organización por más de un año.

El lugar que se definió para llevar a cabo el proyecto fue el barrio Juan XXIII, ubicado en la localidad de Chapinero al nororiente de Bogotá. Este se destaca por ser un barrio construido por autogestión de sus pobladores desde 1950. Por ello, es importante contextualizar la ubicación del barrio, debido a que el objetivo de la intervención se centró en abordar las problemáticas que afectaban el contexto local, propiciando de esta manera alternativas de solución.

Figura 1. Mapa del barrio Juan XXIII


Fuente: tomado de https://www.google.com/maps/@4.6469884,-74.054323,19z

Discusión teórica

La importancia teórica y académica de este proceso se evidencia en el uso de la perspectiva metodológica de la Investigación-Acción Participativa (IAP), que no solo se aplica a grandes movimientos sociales, sino también a pequeñas comunidades como es el caso del Grupo Bíblico Los Amigos de Jesús en el barrio Juan XXIII, permitiendo la implementación de distintas herramientas. Como afirma Fals-Borda (1978), “toda investigación seria y responsable parte del contacto con la realidad, porque es ella la que determina las indagaciones. La realidad es el fundamento del conocimiento, donde se pone a prueba y valida el desarrollo teórico” (p. 79). De igual forma, Ana Mercedes Colmenares (2012) describe el carácter de la IAP de la siguiente manera:

La investigación-acción participativa propicia la integración del conocimiento y la acción, toda vez que ella admite que los usuarios se involucren, conozcan, interpreten y transformen la realidad objeto del estudio, por medio de las acciones que ellos mismos proponen como alternativas de solución a las problemáticas identificadas por los propios actores sociales, y cuyo interés principal es generar cambios y transformaciones definitivas y profundas. Por lo tanto, la transformación y emancipación constituyen los ejes direccionadores de esta opción metodológica. (p. 114)

Además, el presente proyecto implica hacer partícipes a los niños y niñas como sujetos activos en procesos sociológicos y comunitarios, ya que ha sido una población históricamente relegada de los estudios sociales. Tal y como los menciona Santillán (2009):

La crianza y la educación no son entendidas como fenómenos dados, sino más bien como espacios de sentidos disputados en el que intervienen distintos actores […] la escuela, centros comunitarios, las familias, referentes barriales, que interactúan en contextos locales específicos. (p. 52)

De esta manera se reconoce el papel protagónico de los niños y las niñas en sus diferentes contextos.

De acuerdo con las categorías de análisis escogidas, en relación con la educación se propone lo planteado por Marx (1966), quien manifiesta lo siguiente:

Los hombres son producto de las circunstancias y de la educación, y de que, por lo tanto, los hombres modificados son producto de circunstancias distintas y de una educación distinta, olvida que las circunstancias se hacen cambiar precisamente por los hombres y que el propio educador necesita ser educado. (p. 404)

Por otra parte, la educación es entendida por Pourailly (2015) así:

La educación en valores en la infancia es clave para formar generaciones más conscientes de los problemas sociales, urbanos y ambientales que se generan como producto del “desarrollo” que nuestras sociedades experimentan, generando esto un doble beneficio; serán generaciones que aportarán en menor medida al surgimiento de dichos problemas, y a su vez tendrán más herramientas para hacerles frente. (p. 4)

Por último, frente al papel de la educación Freire (1972) expresa lo siguiente

La educación libertadora es incompatible con una pedagogía que, de manera consciente o mistificada ha sido práctica de dominación. La práctica de libertad sólo encontrará adecuada expresión en una pedagogía en que el oprimido tenga condiciones de descubrirse y conquistarse, reflexivamente, como sujeto de su propio destino histórico. (p. 11)

Frente a las categorías de análisis consumo de drogas, educación, espacio público, inseguridad y exclusión, se logra evidenciar su pertinencia contextual, puesto que permitieron a los líderes del grupo articular nuevas acciones, con el fin de contrarrestar las problemáticas sociales del barrio. En este sentido, tal como lo afirma Del Olmo (1992), “se asocia el consumo de drogas ilegales con la inseguridad ciudadana, la violencia, la juventud, la pobreza, el delito, el peligro económico, político, social y moral; generando en la sociedad un sentimiento de amenaza continua y de temor” (Del Olmo, 1992, p. 245). Sin embargo, como mencionan Slapak y Grigoravicius (2006), “los discursos a través de los cuales se aborda el tema de las drogas forman parte de la construcción social de la realidad, a la vez que la realidad refuerza los contenidos del discurso” (p. 248).

Por otra parte, se toma el concepto de habitus, de acuerdo con lo propuesto por Bourdieu (2000), que lo define como:

un sistema de disposiciones durables y transferibles -estructuras estructuradas predispuestas a funcionar como estructuras estructurantesque integran todas las experiencias pasadas y funciona en cada momento como matriz estructurante de las percepciones, las apreciaciones y las acciones de los agentes cara a una coyuntura o acontecimiento y que él contribuye a producir. (p. 178)

Es así como las prácticas comunitarias se convierten en un factor clave al momento de transformar la realidad dentro ciertos escenarios. Para Sánchez y Del Pino (2008), por ejemplo, “la participación comunitaria es aquella que va más allá de la toma de decisiones por parte de los miembros de la comunidad, implica compromiso y responsabilidad en la misma” (p. 3). El rumbo que tome la población en cuestión estará determinado por las articulaciones que establezcan con demás organizaciones y las estrategias empleadas para solventar las problemáticas presentes y futuras.

Resultados

Los resultados se dividen en dos escenarios: un antes y un después de la intervención de los facilitadores. En el primero, se logró evidenciar algunos problemas de convivencia relacionados con la agresividad, el irrespeto y la violencia, además de la ruptura de vínculos de amistad entre los miembros. Como lo menciona Zuleta (1995), en estos escenarios se requiere de una educación humanista, “una educación que permita y fomente el desarrollo de la persona, es decir, que las posibilidades de desarrollo del individuo no estén determinadas por el mercado” (p. 38).

Mediante este proceso educativo se encontró un escenario totalmente distinto. Aumentaron los niveles de confianza y amistad entre los niños, promoviendo prácticas de cooperación y solidaridad, y reduciendo la agresividad y los conflictos entre ellos. Durante la intervención con el grupo, se mejoró la participación activa de los niños. En este sentido, cambia la forma de relacionarse de los niños con otros individuos y con el espacio, generando consigo una nueva forma de habitus (Bourdieu, 2000).

Por ende, este proyecto ha logrado generar un impacto en la comunidad, específicamente con el grupo de niños que han participado a lo largo del proceso, mediante la promoción de estrategias pedagógicas y apropiación de valores como el respeto, la solidaridad, la ayuda mutua y el trabajo en equipo, que se evidencian en diferentes acciones de las familias, la escuela y el barrio.

De esta manera, la educación se convierte en un proceso de construcción comunitaria donde cada sujeto es protagonista, posibilitando escenarios de transformación en la estructura social y las prácticas de los niños desde su participación como agentes de cambio. De este modo, el espacio público se convierte en un escenario de aprendizaje colectivo.

Además, la conducta de los niños también se vio permeada por los valores construidos, en tanto herramientas de aprendizaje que se ponían en práctica desde la cotidianidad de cada uno, en diversos espacios y contextos sociales. Esto se reflejó en el cambio progresivo de las propuestas que agenciaron los propios niños para desarrollar las actividades en el espacio público. Como menciona Bertran Coppini (2006), “el espacio público, físico y social, es en sí mismo un lugar de aprendizaje ya que en él nos desenvolvemos como individuos y nos relacionamos como comunidad, y es en estas relaciones cuando se transmiten valores y actitudes” (p. 9).

Este proceso pedagógico, centrado en la promoción de valores sociales con énfasis religioso, también les permitió a los niños y niñas encontrar otras formas de socialización basadas en el respeto y el reconocimiento del otro. Así, conociendo su propio contexto frente a las problemáticas mencionadas, y convirtiendo al Club Bíblico en un lugar de protección para ellos, los niños demuestran cambios sustanciales frente a su relación con el territorio y la identidad que genera en ellos al ser parte de la organización. De esta manera, los valores se convierten en herramienta de transformación social para la búsqueda de nuevos horizontes de estos actores.

En escenarios que siempre están marcados por problemas de inseguridad, los niños y adolescentes son los grupos más afectados en estos contextos según la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (2015):

Sus derechos se ven afectados por el clima de inseguridad y violencia que se viven en sus comunidades, además de estar en riesgo de ser captados y utilizados por las organizaciones criminales para sus actividades exponiendo su vida e integridad personal y sus posibilidades de desarrollo integral. (p. 72)

Teniendo en cuenta este contexto, se generaron redes de apoyo que permitieron crear alianzas para mitigar las problemáticas de consumo y mal uso del espacio público, en conjunto con la Unidad de Proyección Social de la USTA, El Jardín Botánico, la Policía Comunitaria, entre otros, mostrando así las problemáticas en otros contextos y afianzando el impacto de las actividades propuestas. De esta manera, se define la importancia de establecer redes de cooperación con otras instituciones, organizaciones, movimientos y disciplinas, para darle relevancia a las problemáticas diagnosticadas y construir conocimiento colectivo en este tipo de proyectos participativos. Sin embargo, como lo plantea la Unicef (2005), los niños, niñas y jóvenes se enfrentan a:

una serie de circunstancias y tareas diferentes para superar diversos obstáculos. Y, sin embargo, todos ellos tienen algo en común: casi con toda seguridad están excluidos de la provisión de bienes y servicios esenciales -vacunas, micronutrientes, escuelas, establecimientos de salud, agua y saneamiento, entre otrosy no se les protege contra la explotación, la violencia, los malos tratos y el abandono, ni se fomenta su capacidad para participar plenamente en la sociedad, un derecho que les corresponde. (p. 11)

De este modo, el proyecto logra desarrollar los objetivos propuestos, relacionados con la mitigación de la inseguridad, la inclusión de los niños y niñas, la disminución del consumo de sustancias psicoactivas, y el uso adecuado de los espacios públicos. Por esta razón, es evidente que la educación genera alternativas, promueve la participación activa y crea actividades pedagógicas que contrarrestan diversas problemáticas. El cambio en la percepción de los niños les permitió involucrarse en las diferentes etapas de planeación, implementación y seguimiento a través de los talleres, salidas pedagógicas y jornadas lúdicas que realizaron conjuntamente con los investigadores, cambiando también la visión del barrio.

Respecto a la incidencia del proyecto en el desarrollo social de la comunidad del barrio Juan XXIII, se logró visibilizar y reconocer la labor de El Club Bíblico Amigos de Jesús como un espacio para la formación de los niños y jóvenes, a través de valores sociales en los que se hace énfasis en las problemáticas locales presentes en el barrio. También permitió mejorar los procesos de convivencia y visibilizar los conflictos que deben afrontar los niños y niñas cotidianamente.

El proyecto permitió identificar varias categorías en términos teóricos y prácticos que son sensibles a la realidad de los niños, en particular el consumo de sustancias psicoactivas y bebidas alcohólicas, que se presentan como un riesgo en su rango de edad (4 a 13 años); por lo tanto, se requiere seguir reforzando las actividades propuestas por este grupo, con el fin de evitar futuras consecuencias adversas.

Por otro lado, al ser un espacio diferente al colegio y al hogar, el lugar de encuentro del Club Bíblico —el salón comunal—cumple la función de ser, además de un escenario de memoria colectiva, un espacio para la recreación de los niños en donde establecen nuevas relaciones, al igual que permite el desarrollo tanto de las capacidades físicas como emocionales, que se sintetizan en su creatividad para con las diferentes actividades propuestas tanto por el Club como por los ponentes del proyecto.

El Club Bíblico Los Amigos de Jesús se convierte así en un actor estratégico para contrarrestar las problemáticas del barrio y la comunidad, siendo reconocido por otros actores sociales e institucionales de la zona, ya que se ha fortalecido como organización, pues ha logrado vincular a más niños, niñas y mujeres de la comunidad en torno a su propósito de proteger y empoderar a los más pequeños a largo plazo, constituyendo diferentes espacios de educación popular o comunitaria.

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