Kitabı oku: «Pablo: Reavivado por una pasión», sayfa 10
7 de marzo
¿Celoso o fanático?
“Tienen celo por Dios, pero no conforme al verdadero conocimiento” (Romanos 10:2).
El celo (no confundir con “celos”) es un deseo reconcentrado, devoto y entusiasta por algo. “El celo es una cualidad neutral y puede ser el mayor de los vicios. Lo que determina su carácter es el objeto al que se dirige” (J. Murray).
Dios es celoso en el sentido de que espera exclusiva adoración, pues desea siempre el bienestar de sus hijos y que nada surja entre ellos que quiebre esa bendición. Así, la Biblia describe los celos como la emoción que surge al violar ese derecho de exclusividad, de la misma forma que un matrimonio espera de manera recíproca fidelidad de parte de su cónyuge. Pablo dice a los corintios (2 Cor. 11:2) que los celaba con el celo de Dios; y a los romanos, que el celo de muchos judíos no era conforme al verdadero conocimiento.
No obstante, un celo inapropiado y mal dirigido desemboca en el fanatismo. “El celo es como el fuego: en la chimenea es uno de los mejores sirvientes, pero fuera de la chimenea es uno de los peores tiranos. El celo encuadrado dentro del conocimiento y la sabiduría, ubicado en su lugar correcto, es un servidor escogido para Cristo y sus santos, pero el celo que no está amordazado mediante la sabiduría y el conocimiento es el camino directo para deshacer todo y convertirlo en un infierno” (Thomas Brooks).
El fanatismo es una actitud exagerada, obsesiva, intolerante e intransigente. “El fanatismo es hijo del celo falso y de la superstición, padre de la intolerancia y la persecución; es muy distinto de la piedad, aunque algunas personas se gozan en confundirlos” (Juan Fletcher).
El fanático se considera iluminado, referente y autoridad. Sus impresiones y sus opiniones son absolutas. Tiene todo para enseñar y nada para aprender. Siente que debe corregir a todos y no ser corregido por nadie.
No necesitamos fanáticos. Pero hay algo que sí necesitamos: “Lo que se necesita es ferviente celo cristiano, un celo que se manifieste en obras. Todos deben trabajar ahora para sí mismos, y cuando tengan a Jesús en su corazón lo confesarán a otros. Más fácil es impedir que las aguas del Niágara se despeñen por las cataratas que impedir a un alma poseedora de Cristo que lo confiese” (Elena de White, Joyas de los testimonios, t. 1, p. 234).
Las cataratas del Niágara pueden mover, en promedio, unos 110.000 metros cúbicos por minuto, lo que nos permitiría llenar 2.500.000 botellas de un litro. Es más fácil impedir la caída de esas aguas que alguien que tiene a Jesús no lo confiese. Mostremos a Jesús, sin fanatismos, hablando y actuando humildemente conforme al verdadero conocimiento de la Palabra.
Sea nuestra oración: Señor, haznos tener celo por tu causa y límpianos de todo fanatismo.
8 de marzo
De corazón
“Si confiesas con tu boca que Jesús es el Señor y crees en tu corazón que Dios lo levantó de entre los muertos, serás salvo, porque con el corazón se cree para justicia, pero con la boca se confiesa para salvación” (Romanos 10:9, 10).
Todo lo que viene del corazón sale por la boca. Entonces, las palabras que salen por la boca ¿muestran la calidad del corazón? Exacto. Pablo dice que con el corazón se cree para justicia y con la boca se confiesa para salvación. Todo empieza en el corazón.
Verena tenía siete años cuando, enojada, salió de la cocina dando un portazo... el cual, de manera poco delicada, golpeó a su abuela Nilda. Fue una situación simple, que no produjo ninguna consecuencia mayor. Pero en la familia, todos querían enseñar a Verena que tenía que pedir perdón. Después de tanta insistencia adulta, la niña se paró frente a la abuela. Quería abrir su boca para hablar, pero le costaba mucho. Finalmente, dijo: “Esto es muy difícil”.
Pensemos: ¿Qué era lo “difícil”? ¿Hablar? ¡No! Lo difícil era hablar sobre algo que no salía del corazón. En este caso, se trataba de pedir perdón. El problema siempre está en nuestro interior.
Según el sabio Salomón al escribir los Proverbios, el corazón aparece como el lugar desde donde mana la vida. En la Biblia, el corazón representa la totalidad de la vida interior del ser humano: la mente, las emociones, el intelecto y la voluntad.
El hombre mira afuera, pero Dios puede mirar y leer el corazón. Jesús lo explica de la misma manera, al decir que “el hombre bueno, del buen tesoro de su corazón saca lo bueno; y el hombre malo, del mal tesoro de su corazón saca lo malo, porque de la abundancia del corazón habla la boca” (Luc. 6:45). Lo que se confiesa con la boca es lo que se cree y recibe en el corazón.
Confesar sin creer es tanto ineficaz como muy difícil, tanto para el que lo recibe como para el que lo transmite, porque “el profesar que se pertenece a Cristo sin sentir ese amor profundo, es mera charla, árido formalismo, gravosa y vil tarea” (Elena de White, El camino a Cristo, p. 45). Y en la página 18 del mismo libro declara: “Debe haber un poder que obre desde el interior, una vida nueva de lo Alto, antes de que el hombre pueda convertirse del pecado a la santidad. Ese poder es Cristo. Únicamente su gracia puede vivificar las facultades muertas del alma y atraer esta a Dios, a la santidad”.
Mario, un profesor que tuve, me dijo cierta vez: “Empieza siempre por lo más difícil, porque eso es lo que vale la pena”. Por eso, aunque sea muy difícil, vamos a empezar por donde corresponde: nuestro corazón.
9 de marzo
¿Quién predicará?
“¿Cómo, pues, invocarán a aquel en el cual no han creído? ¿Y cómo creerán en aquel de quien no han oído? ¿Y cómo oirán sin haber quien les predique? ¿Y cómo predicarán si no son enviados?” (Romanos 10:14, 15).
Sin duda, una declaración poderosa y enfática del apóstol Pablo es la de Romanos 10:13: “Todo aquel que invoca el nombre del Señor, será salvo”. Luego, expresa cuatro preguntas, que tantas personas han intentado responder. He aquí la vida de un gran predicador.
William Franklin Graham Jr. hizo una gran contribución al cumplimiento de la misión. Más conocido como Billy, entregó su corazón a Jesús a los 16 años en una campaña de evangelismo. Y ese compromiso lo acompañó toda su vida. Creció durante la Gran Depresión de los años ‘30; por esa razón, aprendió el valor del trabajo duro, y se dedicó intensamente a la lectura.
Se casó en 1943 con Ruth Bell, nacida en China, quien era hija de misioneros en aquel país. Su padre, L. Nelson Bell, era cirujano general en un hospital presbiteriano a quinientos kilómetros de Shanghai. Ruth sufrió para decidir entre Billy y el campo misionero, y a fines de abril de 1941, después de mucha oración, comprendió que su misión estaría al lado de Billy y su pasión por el evangelismo.
Poco después de su graduación, se casaron. Dedicó su vida a apoyar el ministerio de su esposo y educar a sus hijos. Siempre ayudaba a Billy a investigar y a preparar sus sermones y libros. Tuvieron 5 hijos, 19 nietos y 28 bisnietos. Franklin y Anne también son evangelistas, siguiendo los caminos de su padre.
Billy fue el predicador que alcanzó el mayor número de personas en los tiempos modernos. En sus cruzadas, que comenzaron en 1948, en estadios, parques y otros lugares, alcanzó una audiencia directa de 210 millones de personas en 185 países. Según informes de su equipo, a partir de 1993, más de 2,5 millones de personas habían respondido a sus llamados.
La cruzada de Los Ángeles, en 1949, lo hizo conocido internacionalmente. Las reuniones duraron ocho semanas, con multitudes de asistentes. En 1992 anunció que sufría de Parkinson, lo que lo obligó a alivianar su trabajo. En 2005 inició su última cruzada en Nueva York. Con casi cien años, falleció en 2018.
Su mayor legado, después de sesenta años de ministerio, ha sido la predicación bíblica. Él hablaba el lenguaje de las personas y no usaba otro recurso que no sea la Palabra. Su gran consejo fue: “Estudie la Biblia para ser sabio, crea en la Biblia para ser salvo, siga sus preceptos para ser santo”. ¿Cómo se salvarán, si no hay quien les predique? Billy ya hizo su parte. ¿Y nosotros?
10 de marzo
Un pionero destacado
“Como está escrito: ‘¡Cuán hermosos son los pies de los que anuncian la paz, de los que anuncian buenas nuevas!’ ” (Romanos 10:15).
Pablo, una vez más, se basa en lo que está escrito en el Antiguo Testamento para enseñarnos esta verdad. Así, cita Isaías 52:7 y expresa el valor de un enviado. En los tiempos de Isaías, el mensaje produjo alegría porque anunciaba la liberación del cautiverio en Babilonia, que prefiguraba la venida del Mesías. Pablo, por su parte, al escribir a los romanos, se refiere a la redención y la definitiva liberación de la esclavitud del pecado. El mensaje no es cualquier mensaje. ¡Son las buenas nuevas del evangelio!
La historia del Pr. J. N. Andrews es sencillamente extraordinaria. Él fue el primer misionero oficialmente enviado al extranjero por la Iglesia Adventista, fue el tercer presidente de la Asociación General y fue quien logró leer la Biblia en siete lenguas, y podía repetir de memoria todo el Nuevo Testamento. Cuando Elena de White escribió a los primeros creyentes en Europa, les dijo: “Les enviamos al hombre más capaz que teníamos en nuestras filas”.
Su jovencita hija Mary fue de gran ayuda en el campo misionero, en la preparación de la primera publicación al francés. Desdichadamente, contrajo tuberculosis. El Pr. Andrews buscó la mejor atención médica para ella, y noche y día acompañó a su hija agonizante, aun cuando le aconsejaban que se cuidara, para no contagiarse. Mary falleció el 27 de noviembre de 1878, a los 17 años.
En el diario, puede leerse lo siguiente: “Ayer en la mañana, a las 4:30, mi querida hija Mary falleció. Esta niña me ayudó mucho en Europa. Incluso cuando pasamos por momentos de privación, ella enfrentó todo con coraje, paciencia, fe y esperanza. Lo que sufrió allá hizo que se enfermara de tuberculosis, la que avanzó rápidamente. Ella enfermó cuando su ayuda se había vuelto muy valiosa. ¿Quién estará allá, que pueda tomar su lugar?”
Andrews había perdido a su esposa y a su hija, pero él seguía pensando con corazón de enviado. Siguió caminando por mar y tierra y, pocos años después, él mismo contrajo tuberculosis. Mientras la enfermedad avanzaba y su cuerpo se deterioraba, pidió un bolígrafo y un trozo de papel. Reuniendo sus últimas fuerzas, escribió: “Dejo quinientos dólares para la Misión en Europa”. Luego, dijo: “¿Hay algo más que pueda hacer por la causa de Dios?” Y, mientras los pastores oraban, él descansó.
En Crespo, Argentina, en el museo de la primera iglesia en Sudamérica, hay una inmensa placa que dice: “Por su Espíritu, ellos comenzaron; nosotros terminaremos”. Necesitamos el mismo espíritu de sacrificio y compromiso de Andrews y de todos nuestros pioneros.
¿Somos nosotros los que terminaremos la misión para que Jesús pueda venir? Si no somos nosotros, ¿quiénes? Si no es ahora, ¿cuándo?
11 de marzo
La Biblia y el paracaídas
“Así que la fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios” (Romanos 10:17).
¿Dónde se consigue la fe? ¿Cómo se fortalece la fe? Pablo dice a los romanos que la fe viene por oír la Palabra; es decir, por leer, meditar, aprender y aplicar lo que dice la Biblia a nuestra vida. En tanto eso ocurre, fortalecemos la fe.
El Pr. Adolfo Suárez recomienda estos pasos para meditar y espaciarnos en la Palabra:
1-Estudiar la Palabra: Debemos usar y ejercitar el intelecto y la memoria, a fin de alcanzar la comprensión de la Palabra de Dios.
2-Reflexionar sobre la Palabra: Debemos pensar con seriedad, a fin de obtener prudencia y juicio. Reflexionar es inclinarse con calma frente a las orientaciones divinas, con el propósito de aplicarlas a nuestra vida diaria.
3-Hablar de la Palabra: Al estudiar la Biblia y reflexionar en sus enseñanzas, se nos impulsa a guardar en nuestra memoria sus pasajes y sus capítulos. El proceso indicado en Deuteronomio 6:7, por el que se nos insta a hablar, conversar y declarar la Palabra, facilita el memorizar porciones bíblicas.
4-Pensar a partir de la Palabra. El resultado final de este proceso es que la Palabra se vuelve una guía de nuestros pensamientos; es decir, una referencia. Nuestro modo de pensar pasa a construirse a partir de aquello que leemos de la Escritura, y luego nuestros pensamientos impactan nuestras acciones.
Este tipo de estudio, meditación, reflexión sobre la Biblia no solo cultiva nuestro intelecto, sino además imparte, fortalece y aumenta nuestra fe, constituyéndose en el gran agente de Dios para la transformación del carácter.
“Si se la estudia y obedece, la Palabra de Dios obra en el corazón, subyugando todo atributo no santificado. El Espíritu Santo viene a convencer del pecado, y la fe que nace en el corazón obra por amor a Cristo, y nos conforma en cuerpo, alma y espíritu a su propia imagen. Entonces Dios puede usarnos para hacer su voluntad. El poder que se nos da obra desde adentro hacia afuera, induciéndonos a comunicar a otros la verdad que nos ha sido transmitida”, sostuvo Elena de White en la página 7 de El discurso maestro de Jesucristo.
Roberto es no vidente. Él leyó la Biblia por medio del sistema Braile y medios auditivos 48 veces. ¿Y nosotros? ¿Podemos renovar o iniciar nuevos y mejores hábitos de estudio y reflexión? ¿Estamos leyendo, asimilando, integrando de esta manera el mensaje de Dios a nuestra vida?
La Biblia es como un paracaídas: sino la abrimos, no sirve. Abre, oye, medita, aplica y comparte. Seamos reavivados por su Palabra, porque la fe viene y se hace fuerte por oír y seguir la Palabra.
12 de marzo
Déjate abrazar
“Pero acerca de Israel dice: Todo el día extendí mis manos a un pueblo desobediente y rebelde” (Romanos 10:21).
El Cristo Redentor, considerado como uno de los mayores monumentos simbólicos de América del Sur, es una obra de arte que plasma a Jesucristo, localizada en el extremo del cerro del Corcovado, a 709 metros sobre el nivel del mar, en la ciudad de Río de Janeiro, Brasil.
Levantado en un lugar paradisíaco, fue elegido en 2007, en una votación por Internet y por teléfono, como una de las siete maravillas del mundo moderno. En 2012, la UNESCO consideró al Cristo Redentor como patrimonio mundial de la humanidad.
El Cristo Redentor tiene una altura de 38 metros (30 del monumento y 8 del pedestal) y equivale a un edificio de 13 pisos. Sus brazos se extienden por 28 metros de ancho. El monumento puede resistir vientos de 250 km por hora. Más allá de la simbología y de la imponencia de esta obra de arte, este Cristo Redentor es de hierro y piedra: un Cristo que extiende sus brazos, pero su rostro no ve, sus ojos están cerrados y su corazón no siente nada. Todo es de piedra.
En el texto de hoy, Pablo vuelve a citar a Isaías para expresar el amor y la paciencia de Dios, a pesar de la desobediencia y la rebeldía de su pueblo. Jesús, el verdadero que está en el cielo, tiene hoy y cada día sus brazos abiertos y extendidos. Son brazos de protección, de compasión, de misericordia y de perdón. Son los brazos que nos formaron y que un día, también extendidos, fueron clavados en una cruz por nosotros.
Elena de White afirma: “Dios, en Cristo, diariamente está rogando a los hombres que se reconcilien con él. Con los brazos extendidos, está listo para recibir y dar la bienvenida no solo al pecador sino también al pródigo. Su amor agonizante, manifestado en el Calvario, es la seguridad que tiene el pecador de aceptación, paz y amor. Enseñe Ud. estas cosas en la forma más sencilla para que el alma entenebrecida por el pecado pueda ver la luz que brilla del Calvario” (Mensajes selectos, t. 1, p. 209).
Los brazos de Cristo están siempre extendidos para todos los pecadores, sean desobedientes, rebeldes o pródigos; y ofrecen un abrazo protector y salvador. Su rostro, el mismo que fue “coronado” con una tiara de espinas, nos mira con ternura ofreciendo restauración y vida nueva. Sus ojos, siempre abiertos, atentos a cada uno de sus hijos como si fuera lo único que tuviese que atender en todo su Universo.
Querido lector: Este Cristo no está afectado por huracanes, vientos o rayos. Más bien, tiene capacidad de calmar aun las más furiosas tormentas que podrían afectar tu vida. Sus brazos están extendidos. Déjate abrazar.
13 de marzo
¿Rama o injerto?
“Las ramas fueron desgajadas para que yo fuera injertado” (Romanos 11:19).
El olivo es uno de los arboles más antiguos y de larga vida. Es típico de climas mediterráneos, pero su cultivo se ha extendido a casi todo el mundo para la producción de aceitunas y aceites. No se destaca por su altura o belleza, sino por sus raíces profundas, fuertes y extendidas, razón de su supervivencia y producción. Una sola planta puede rendir unos 60 litros de aceite al año.
Una parábola relatada en el libro de Jueces cuenta que los arboles decidieron elegir su rey. ¿Quién fue elegido en primer lugar? El olivo. Los escritores bíblicos utilizaron el olivo en sentido figurado para ilustrar el amor de Dios y su pacto con su pueblo.
Pablo también utiliza la parábola del olivo para referirse a judíos y gentiles. La práctica más usual era injertar vástagos de plantas cultivadas en troncos de plantas silvestres. Desde luego, también ocurría lo contrario: se usaban vástagos de plantas silvestres para ser injertados en las plantas cultivadas, con el propósito de suministrar vigor nuevo.
Por eso, Pablo dice que esos son injertos contra naturaleza, es decir, haciendo algo que no era lo normal, ya que lo silvestre fue injertado en lo cultivado. Así, los gentiles fueron “injertados” en los judíos. El injerto podía combinar la fuerza y la resistencia de las raíces con el vigor juvenil, con el objetivo de conseguir una mejor producción.
Dios tiene una advertencia para los injertados, a fin de que no se consideren superiores a los originales: fueron injertados por su fe. ¡Cuidado con la soberbia y con el pensar grandezas! En cambio, ellos necesitaban mantener la humildad y una vida consecuente.
Dios trata a las ramas desgajadas por su incredulidad con severidad. Es la única vez en todo el Nuevo Testamento que se usa esta palabra, que significa “amputar”, “cortar” y “separar”. Dios trata a los injertados que son agregados por la fe con bondad y mansedumbre.
Dios les dice que lo fundamental no es la rama original ni el vástago injertado, sino la raíz. Ambos necesitan una dependencia exclusiva y permanente de la raíz.
“A menos que hundan sus raíces en la verdad de la Biblia y se fundamenten en ella y mantengan una conexión viviente con Dios, muchos quedarán infatuados y engañados [...]. Nuestra única seguridad consiste en velar y orar constantemente. Cuanto más cerca de Jesús vivamos, tanto más participaremos de su carácter puro y santo; cuanto más ofensivo nos resulte el pecado, tanto más deseables nos parecerán la pureza y el resplandor de Cristo” (Elena de White, Consejos sobre la salud, p. 625).
14 de marzo
Ustedes ¿me van a ayudar?
“Porque irrevocables son los dones y el llamamiento de Dios” (Romanos 11:29).
En 1989, un terremoto de magnitud 8,2 grados en la escala de Richter arrasó Armenia en menos de cuatro minutos. En medio de la total devastación y el caos, un padre corrió hasta la escuela, donde esperaba encontrar a su hijo. Al llegar, descubrió que el edificio estaba destruido hasta los cimientos. Envuelto en llanto, recordó la promesa que había hecho a su hijo: “Pase lo que pase, yo siempre estaré contigo para ayudarte”.
Y fue allí, justo en la ubicación del aula de su hijo, donde inició su obra de rescate. Otros padres, madres, bomberos y policías, todos con buenas intenciones, querían disuadirlo: “Es demasiado tarde, ya no vale la pena ningún esfuerzo”.
Pero él clamaba: “¿Van a ayudarme?” y seguía excavando piedra tras piedra, escombro tras escombro… Sus fuerzas decaían y las manos le sangraban. Estuvo ocho horas cavando. Doce. Veinticuatro. Treinta y seis. Y, cuando ya llevaba 38 horas cavando, al retirar un gran trozo de piedra oyó la voz de su hijo y lo llamó con todas sus fuerzas: “¡Armando!”
Emocionado, escuchó la voz de su hijo. Era débil, pero segura: “Papá, les dije a los otros chicos que no se preocuparan, que tú nos salvarías. Tú me prometiste que pasara lo que pasara siempre estarías conmigo. Aquí estamos 14 de los 33 alumnos. Tenemos miedo, hambre y sed, pero gracias a Dios estás aquí. Cuando se derrumbó el edificio se formó una cuña, una cámara de aire que nos salvó la vida”.
¡Cuántos yacen bajos los escombros de pecado, ya casi sin oxígeno, sin ninguna posibilidad de salir por sus propios medios! ¡Cuántos necesitados de un equipo de rescate que actúen con urgencia, perseverancia y sacrifico! Somos la única oportunidad de muchos. Nuestro Padre, con corazón sangrante, clama y nos dice: “¿Ustedes me van a ayudar?”
Pablo nos muestra en el versículo de hoy que la elección soberana de Dios por Israel, como así también por todos los creyentes de todos los tiempos, es inmutable porque es la manifestación de su carácter de misericordia expresado en la búsqueda, el rescate y la restauración del pecador. Somos colaboradores con Dios. Como Jesús, debemos buscar y salvar lo que está perdido.
Todas nuestras energías, sueños y prioridades deben ser encauzadas en la obra de salvar a las almas por las cuales Cristo murió, porque “la más alta de todas las ciencias es la de salvar almas. La mayor obra a la cual pueden aspirar los seres humanos es la de convertir en santos a los pecadores” (Elena de White, El ministerio de curación, p. 310).
Que nuestra respuesta sea tan irrevocable como su amor.