Kitabı oku: «Kino en California», sayfa 15

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Llegada al río Grande

El día 6 de octubre, miércoles, los expedicionarios desembarcaron en una pequeña bahía que provisionalmente llamaron del río Grande, ya que era el sitio donde desembocaba el supuesto río grande que había visto el capitán Guzmán, el cual en realidad era un arroyo de temporal. Atondo, el padre Kino, el padre Goñi, Francisco de Pereda, y otras personas, con las lanchas de la Almiranta y la Capitana saltaron en tierra. Levantaron una gran cruz en la playa, se pusieron de rodillas ante ella, y en medio de oraciones encomendaron a Dios esta nueva entrada.


Mapa 11. Reconocimientos de don Blas Guzmán desde la Capitana (9-11 de octubre de 1983). Diseño de José Luis García.

Comenzaron a explorar arroyo arriba y a una legua de distancia encontraron un paraje que contenía un manantial propicio. El sitio, llamado Teupnon (113) por los californios, era asiento de una ranchería indígena, pero en ese momento no se encontraban sus moradores. A poco rato apareció un grupo de veinte indios y se tuvo un buen encuentro con ellos, ya que, según palabras de Kino, todos tan mansos y por extremo amigos, afables y familiares, que luego se sentaron entre nosotros, como si siempre hubieran vivido entre españoles. (114) Muy posiblemente este primer contacto haya sido con indios cochimí, ya que en una carta al virrey, Atondo nos dice que la lengua de estos naturales es tan distinta a la que profesan los guaicuros del puerto de Nuestra Señora de La Paz, que no nos aprovecha nada de lo trabajado en ella. (115)


Imagen 17. La pequeña ensenada de San Bruno, en donde desembarcaran Atondo y Kino a principios de octubre de 1683 para continuar la aventura californiana. Fotografía de Carlos Lazcano.

En este primer reconocimiento encontraron que el valle del río Grande era adecuado para un establecimiento y que tendrá este valle más de cinco leguas de ancho y aún más de largo, todo muy verde, con muchos árboles y zacate y con muy buen pasto para caballos y vacas. (116)

Cuando regresaban a la costa, Atondo seleccionó una pequeña loma, en las cercanías de la ranchería de Teupnon, con vista al valle y al mar, sobre la cual se levantaría un primer poblado o real. Se encontraba a una legua de la playa, es decir entre cuatro y cinco kilómetros. En esos primeros días lo nombraron provisionalmente Real de Río Grande y no fue sino hasta el 30 de noviembre, cuando se tomó posesión formal de la tierra, que el real recibió el nombre de San Bruno, y fue así debido a que el primer desembarco lo hicieron el seis de octubre, día de San Bruno de Colonia, el fundador de los cartujos. (117)

Establecimiento de San Bruno

En los siguientes días los expedicionarios llevaron a cabo los trabajos para levantar el real. De los barcos se descargaron sacos y cajas con carne, harina de trigo, maíz, frijol y otros bastimentos y materiales que se dejaron en la playa para ser trasladados al sitio donde estaría el real. Se desembarcó a quince caballos con los cuales se esperaba explorar el interior de la tierra. Fueron levantadas las primeras enramadas para dar sombra durante los descansos. El terreno se desmontó y enseguida dio principio el levantamiento de un pequeño fuerte, iglesia, almacén y cuartos. Cabe hacer notar que entre estas fábricas se encuentra la que Kino llama Casa de la Compañía, que consistía en una construcción con tres cuartos, su azotea y una sala. Dos de los cuartos eran para cada uno de los misioneros y el tercero para los indios que les gustaba quedarse a pasar la noche con los misioneros.

Al igual que en la bahía de La Paz, la pequeña iglesia fue dedicada a Nuestra Señora de Guadalupe y en su altar el padre Kino colocó una hermosa imagen de ella, obsequio del obispo de Oaxaca don Isidro de Sariñana, quien era tío del almirante Atondo. El 30 de octubre, aún antes de que se concluyera su fábrica, se celebró la primera misa, con asistencia de casi todos los soldados y numerosos californios. El ocho de noviembre Kino celebró en este templo el primer matrimonio ocurrido en California, cuando casó a una pareja de indios de la Nueva España, seguramente de Sonora. Por desgracia la crónica de Kino no menciona sus nombres.


Mapa 11. Reconocimientos de don Blas Guzmán desde la Capitana (9-11 de octubre de 1983). Diseño de José Luis García.

Como había una legua entre el real y la playa de San Bruno, donde arribaban las embarcaciones, se trazó un camino mejor y más directo que la vereda que utilizaron al principio.

En todos estos trabajos muchísimo apoyaron en forma voluntaria los indios, con quienes desde un principio se llevó una excelente relación. Participaron en el acarreo, en la construcción, en la limpieza del terreno, en cortar y llevar madera, en traer pasto y yerbas para los animales, en acarrear piedras y llevar agua, en fin. Además, con frecuencia les llevaban de sus propias comidas como pitayas, mescales tatemados, pescados, higos nativos, conejos, etc. Tanto Kino como Atondo alaban la participación de los californios, la cual les facilitó mucho las cosas.

Movimientos de las naves

Mientras se llevaban a cabo estos trabajos, el día nueve de octubre, el capitán de la Capitana, acompañado por algunos de sus hombres, se fue en una de las lanchas hasta la isla Danzantes, cincuenta kilómetros al sur, con el fin de reconocer este tramo de costa, especialmente un puerto natural que existe en dicha isla, el cual pensaban podría ser un buen refugio para las naves. Llevaba víveres para tres días, y efectivamente regresó por la tarde del día once.

Durante este reconocimiento localizó varios parajes con buenos puertos. Uno de ellos en la cercana isla Coronados, a 15 kilómetros al sur. Otro en tierra firme frente a la isla del Carmen, al que se le bautizó como San Dionisio, (118) y otro más en dicha isla. Igualmente localizó el puerto de la isla de los Danzantes y reconoció que era un buen sitio. En estos parajes se encontró a varios grupos indígenas, todos tan amigables como los del río Grande. Así mismo localizó algunos aguajes.

El día 16 de octubre, por la noche, partió la Almiranta hacia Matanchel, Sinaloa. Ahí debía ser carenada y tener servicios de mantenimiento, al igual que la Balandra. Además, se llevaban arcabuces y otras cosas a reparar. En ella iban una serie de cartas e informes para el virrey. Se esperaba que volviera pronto con una serie de elementos y bastimentos, entre ellos más soldados que Atondo había solicitado al virrey.

En la media noche del día 20 de octubre partió la Capitana rumbo al puerto del Yaqui. Su objetivo era traer más bastimentos que les tenían preparadas las misiones jesuitas de dicha región. Exactamente un mes después, el 20 de noviembre, regresó esta nave bien surtida. Entre la carga que traía venían cantidades generosas de carne de res, pescado, camarón, maíz, harina de trigo y otras cosas; además de carneros, cabras, caballos y mulas. Kino, recibió algunas parras, árboles de granadas y membrillos. Sobre las parras, nuestro misionero comenta que las plantamos confiando que a su tiempo las Californias o Carolinas han de dar vino para muchas misas. (119) El regreso de la Capitana fue motivo de gran alegría para todos, incluidos los indios, por lo que hubo escaramuzas con caballos armados y se dispararon muchos arcabuzazos. (120)

Una vez que la Capitana fue descargada, pasó a la isla Coronados, a refugiarse a uno de los buenos puertos que anteriormente había localizado el capitán Guzmán. Posteriormente, el día 14 de diciembre de 1683, la Capitana pasó al Yaqui y de ahí a Matanchel para ser carenada, en donde se entretuvo mucho tiempo debido a problemas administrativos que hicieron que los trabajos en los astilleros se desarrollaran con suma lentitud.

Inicios de la agricultura

Para que el proyecto misional fuera sustentable, Atondo dio permiso al soldado Julián de Sosa para sembrar algunas plantas comestibles traídas de Sinaloa. Se trataba de un experimento agrícola que de funcionar podría alimentar, al menos en parte a los expedicionarios, así como apoyar en el avance evangelizador.

Así, don Julián de Sosa desde mediados de octubre efectuó los primeros trabajos, sembrando en un buen pedazo de tierra maíz, calabaza y garbanzo. Estos primeros cultivos rindieron muy poco, ya que las heladas de invierno secaron las matas y solo se produjeron unos cuantos elotes y calabazas. El resultado fueron dos exiguas cosechas. La primera a mediados de enero y produjo un poco de maíz, frijol y nabos, los que se ofrecieron ante el altar de Nuestra Señora de Guadalupe. La segunda cosecha fue a mediados de febrero. El domingo 13 de febrero de 1684, antes de la misa, el soldado Julián ofreció ante el altar donde estaba la imagen de Nuestra Señora de Guadalupe, las primicias de estos primeros cultivos de las Californias.

Posteriormente participaron otros soldados en la experiencia agrícola, aumentándose los cultivos, así se sembró trigo, habas, garbanzo, frijoles, cebolla, ajo, rábano, nabo, melones, sandías y calabaza. Los resultados fueron igualmente pobres debido a las heladas y a la poca lluvia. Solo se dio bien un poco de trigo, garbanzo, ajo, cebolla, rábanos y nabos. Las demás plantas se secaron. Además de los frutales enviados a Kino, como las parras, granadas y membrillos, también fueron sembrados higueras, naranjos y limones, pero pronto se secaron y nunca retoñaron.

Recordemos que en la bahía de La Paz los expedicionarios ya habían efectuado un primer intento agrícola, sin embargo, su prematuro abandono impidió llegar a la cosecha. De esta manera es el humilde soldado Julián de Sosa el precursor de la agricultura en Baja California. (121)

Primeras exploraciones

Desde los primeros días Atondo y sus gentes empezaron a explorar los contornos de la región de San Bruno. Las primeras entradas fueron cortas, casi todas del mismo día, en que avanzaban pocos kilómetros.

El domingo 31 de octubre se llevó a cabo la primera de estas cortas entradas. Fue motivada por la falta de doce caballos que aparentemente habían robado algunos indios. Al estar en la busca de los caballos fue descubierto un manantial, el cual posteriormente fue utilizado por los expedicionarios. Los caballos aparecieron ese mismo día llevados por los indios.

El día 12 de noviembre efectuaron otra corta exploración y a dos leguas de San Bruno localizaron un par de manantiales; uno de aguas termales y el otro de agua al tiempo. Al día siguiente dos soldados a caballo penetraron cuatro leguas en busca de un supuesto río que les avisaron los indios, sin embargo, no lo localizaron.

El día 15 de noviembre cuatro soldados fueron a los cerros más altos y distantes con el fin de observar si daban con minerales. Fue en esta ocasión que empezaron a darse cuenta de lo abrupto y quebrado de la Sierra de la Giganta, ya que se acercaron a sus inmediaciones.


Mapa 12. Primeras entradas desde San Bruno (octubre-noviembre de 1683). Diseño de José Luis García.

El 22 de noviembre Atondo y Kino, junto con otros doce soldados, entraron seis leguas largas hacia el poniente de San Bruno, es decir, hacia la sierra de La Giganta. Kino nos dice que encontraron gente mansa y muy lindas tierras, amenos valles y llanadas para sementeras, y arboledas y mezquites grandísimos… después de haber avanzado más de 3 leguas hallamos un lindísimo nuevo aguaje que le llamamos de San Vicente… proseguimos nuestro camino la tierra adentro por unos muy dilatados llanos…[ahí] vimos otros dos indios…[que] nos enseñaron un aguaje muy bueno… y le llamamos el aguaje de San Sebastián. (122) Más adelante encontraron un tercer aguaje dentro de un amplio valle, y en él una ranchería. Valle, ranchería y aguaje recibieron el nombre de San Pablo.

Fue en estas primeras incursiones que se dieron cuenta de que la sierra de La Giganta que tenían enfrente, representaría un formidable obstáculo en sus intentos de entrar más en la tierra y alcanzar el océano Pacífico, uno de los objetivos que se habían trazado desde un principio.

Provincia de San Andrés de las Californias Toma de posesión

El 30 de noviembre de 1683, casi dos meses después de haber desembarcado en la región del río Grande, ya se tenía prácticamente completo el pequeño poblado que se había proyectado. Contaban con bastimentos para varios meses, con caballos y mulas para efectuar exploraciones de mayor penetración y se mantenían excelentes relaciones con los indios californios de la región hasta entonces vista. Por todo esto consideró Atondo que se tenían los suficientes elementos para llevar a cabo una formal toma de posesión de la región ya que contaba con cierta seguridad de que el nuevo establecimiento se podría consolidar en los siguientes meses.

Así, en el citado día, estando toda la gente reunida, además de cientos de indios californios, procedió Atondo a dirigir la ceremonia de toma de posesión, la cual fue llevada a cabo con toda solemnidad. Nos dice Atondo:

Habiendo prevenido la infantería, y caballos armados, para hacer la salva, y teniendo en la mano el alférez don Lorenzo Fernández y Lazcano un estandarte de damasco carmesí, grabadas y bordadas en el un lado la imagen de Nuestra Señora de los Remedios, y en el otro las armas reales. Estando presentes muchos gentiles hice la seña y disparando la artillería y arcabucería y tremolando el dicho alférez tres veces el estandarte, repitiendo generalmente viva nuestro católico rey y monarca de las Españas y Nuevo Mundo, don Carlos Segundo nuestro rey y señor natural, en cuyo nombre, yo, el Almirante don Isidro de Atondo y Antillón tomo posesión de esta provincia y la intitulo del apóstol San Andrés en el reino de Californias, (123) para mayor honra y gloria de Dios, que ayude con su infinito poder a que se asiente en esta provincia la santa fe católica, y repitiendo tres veces este acto, diciendo en alegres voces viva don Carlos Segundo, monarca de las Españas y Nuevo Mundo, rey y señor natural que Dios guarde muchos años, y nombro a este paraje el Real de San Bruno. (124)

De esta manera el paraje del río Grande pasó a llamarse Real de San Bruno, que como comentamos atrás, fue debido a que se desembarcó el día de dicho santo.

Los californios de la región de San Bruno

Desde un principio los californios de la región de San Bruno en general aceptaron de muy buena manera a los expedicionarios y mucho les ayudaron en el establecimiento del nuevo real. Los californios visitaban todos los días el campamento de los novohispanos, e incluso llevaban a sus familias, especialmente a los niños. Aquí los indios eran más tranquilos y pacíficos que los guaicura de La Paz, en parte debido a que no habían estado sujetos a los abusos de los perleros, por lo que no guardaban ningún tipo de resentimiento. Estos indios poco contacto habían tenido anteriormente con los novohispanos.

Los misioneros no tuvieron ningún problema para atraer a los indios, ya que ellos solos se acercaban, y más cuando empezaron a darles los obsequios que tanto apreciaban como los chomites colorados, (125) coscates, abalorios, pinole, algunos tipos de ropa y otras cosas.

El primer problema con que se enfrentaron los misioneros fue el de la lengua. Cuando salieron de La Paz, pensaron que en el nuevo paraje donde reiniciarían la evangelización, también habría guaicuras, y así, se llevaron con ellos a un indio guaicura que habían nombrado Leonardo. Sin embargo, éste no les fue de ninguna ayuda, ya que en San Bruno se hablaban otras lenguas. Pronto los padres identificaron dos. El 23 de octubre de 1683, Kino nos dice al respecto: Hoy día empezamos a reparar que había dos diferentísimas lenguas entre ellos y dos diferentes naciones. La una se llama la nación de los Didius, y la otra la nación de los Edues; entrambas procuraban tener nuestra amistad; y nos dijeron tenían otra tercera, y aun más populosa y enemiga, la tierra dentro, que llaman los Noys. Pusimos mucho cuidado en aprender ambas lenguas con apuntamientos distintos; a la una llamamos lengua Noé; y a la otra lengua Nebe. (126)

Hoy sabemos que los edues eran en realidad guaicuras y los didiues y los noys, cochimí. Ignoramos el porque Kino llamó al idioma guaicura “lengua noé” y el cochimí “lengua nebe”. San Bruno resultó ser una región fronteriza entre esas dos grandes familias lingüísticas de la California. La razón de que el indio Leonardo, guaicura de La Paz, no haya entendido a los guaicura de San Bruno se debe a que se trataba de dos diferentes dialectos de la misma lengua. Y eran muy diferentes porque se encontraban en los lados opuestos del territorio guaicura; los de La Paz eran los grupos guaicuras más sureños, y los de San Bruno los más norteños. Separaban ambas regiones más de 300 kilómetros, suficientes para crear diferencias dialectales fuertes, al grado de no entenderse nada o casi nada.

Según Miguel del Barco, la palabra cochimí significa “gente que vive por la parte del norte” y nos describe a esta etnia como bien formados y de talla mediamente corpulenta y bien hecha, el rostro no es desapacible… el color de los playanos es por lo común más tostado y oscuro que el de los otros californios que viven en las sierras, retirados del mar; porque estos últimos son en su color como los indios de Nueva España. También son, por lo general, robustos, de buenas fuerzas y de sana complexión… todos los varones, niños y adultos, andaban siempre totalmente desnudos… en las mujeres, por lo general, era grande el cuidado con la decencia necesaria, para defensa y reparo de la honestidad… el vestuario… empieza en la cintura y acaba en las rodillas… por delante es un faldellín formado de los pequeños nudos de carrizos muy delgados… la parte opuesta cubren con una piel de venado, o de otro animal. (127)


Imagen 18. Para efectuar un segundo intento evangelizador, el de San Bruno, Atondo y Kino buscaron los sitios que presentaban mejores manantiales. Cerca de San Bruno creyeron encontrar un oasis parecido al de Mulegé, que desemboca en el mar. Fotografía de Carlos Lazcano.

Los misioneros no perdieron el tiempo y desde los primeros días se pusieron a aprender dichas lenguas. Los mismos californios les ayudaban en esto de muy diversas maneras, pero algunos lo hacían bastante bien. Así el padre Kino nos habla de un indio que llamaron Gerónimo, quien les enseñaba con mucha maña su lengua índica, avisándonos con mucha puntualidad cómo se pronunciaban los vocablos, verbos y nombres y silabas etc.; que tienen todas las letras del A. B. C., quitadas la f y s; pero muy bien la cortan en nuestra lengua, cuando rezan el bendito y alabado. (128) El padre Kino se dedicó a aprender la lengua cochimí y el padre Goñi la guaicura o edu. También el alférez Nicolás de Contreras estuvo trabajando en el aprendizaje de las lenguas y formó un vocabulario.

A diferencia de la inmensa mayoría de los misioneros y soldados, quienes en sus diarios, informes y cartas, rara vez dan nombre a los indios, el padre Kino menciona a muchos de los indios por su nombre, incluyendo a los niños, a quienes pone con nombres en diminutivo, señal de aprecio y cariño. Hubo algunos indios que dieron un gran apoyo a los misioneros y fueron verdaderos amigos de ellos como el capitán Dionisio. Sobre él nos dice Kino:

El capitanejo de los que hablan la lengua Noé, que son los Edues, se llama Dionisio. Es hombre de estatura muy alto y muy pacífico. Se le dio este nombre desde el primer día que le vimos, que fue cuando don Blas de Guzmán pasó al puerto de los Danzantes, a 9 de octubre, día de san Dionisio; y desde entonces recibió a los que iban en la lancha con mucha amistad. A éste le hemos experimentado muy fiel; pues, cuando otro indio había quitado de la mesa del señor Almirante la cajita de polvos, que era de plata y muy curiosa; avisado del hurto, fue por ella y la trajo, y recibió por premio una navaja, cosa que ellos estiman en mucho. (129)

Es en estos días que el padre Kino registra el primer bautizo que efectuaron en San Bruno, el cual ocurrió el 22 de noviembre de 1683:…se había bautizado un chiquillo moribundo de la cercana ranchería, y le bautizó solemnemente el padre Matías Goñi; aunque, como el chiquillo que se llamó Pedro, a pocas horas después del bautismo se murió, cobró para con los gentiles opinión de mal curandero, que ni el día siguiente le quisieron dejar llegar a sus enfermos; y probablemente la causa de los llantos de por la mañana fueron las angustias del moribundo y los demás; pero por el bautismo después dichoso chiquillo que se fue al cielo. (130)

Cabe agregar que aunque la inmensa mayoría de los californios de la región de San Bruno, aceptaron pacíficamente y sin recelo la entrada de los novohispanos, esta no fue una actitud unánime. Fue el siete de octubre, al día siguiente de su desembarco, que encontraron al primer grupo hostil. Kino nos refiere que dicho día tuvieron las malas y tristes nuevas de que otros indios, a pedradas, los habían echado [a los caballos] de la sabana y pasto a donde estaban, con señas de que nos fuéramos de estas sus tierras. (131)

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