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Primera entrada a la sierra de La Giganta

Entre el día primero y el ocho de diciembre de 1683, Atondo efectuó una entrada de mayores alcances hacia el interior de California. Varios objetivos perseguía esta exploración y entre los más importantes se encontraba el de conocer mejor el territorio circundante a San Bruno, localizar sitios adecuados para futuras fundaciones, ubicar más rancherías indígenas, encontrar un paso para poder remontar la alta sierra que tenían enfrente, y eventualmente explorar un camino que los pudiera llevar a la mar del Sur, es decir, al océano Pacífico.


Mapa 13. Primera entrada a la sierra de la Giganta (1-8 de diciembre 1683). Diseño de José Luis García.

El padre Kino, que participó en la entrada, nos presenta, en una carta dirigida a la duquesa, una excelente reseña de lo acontecido: El primer día de diciembre hicimos segunda entrada, que fue de ocho días, y de ida y vuelta fue de 50 leguas de camino. Y entramos la tierra adentro hacia el poniente más de 20 leguas. Íbamos con el señor Almirante 35 personas, aunque a la mitad del camino encontramos con una sierra tan alta y áspera que no pudieron pasarla las bestias caballares y mulares, y así entramos a pie 29 personas como 12 leguas.

Casi en todas partes hallamos buenas tierras para sembrar, muchos aguajes, lindos valles y llanadas, tres lagunas de agua riquísima y ciertas noticias de un rio caudaloso que va a la contracosta. Muchos y muy grandes mescales, arboledas, tunas, miltomates, guacamotes, muchos pájaros, venados, liebres, etc. Y lo mejor que hayamos fueron infalibles indicios de mucho gentío y de muchas almas, como eran las muchas y grandes rancherías, frescas lumbres, muchísimos metates, etc.

Y aunque reparamos que a esta primera vista de nosotros, todos los naturales se habían retirado a los más altos picachos de algunas sierras, un becari o capitán de ellos, acompañado de otros 16, nos vino a hablar con suma paz y afabilidad, poniendo sus armas en el suelo, y nos daba licencia de entrar más adentro hasta el rio. Pero los bastimentos no se alargaban más que hasta otros cuatro días que quedaban de vuelta. Y como regalamos a estos indios con algunas dádivas sin hacer daño ni causar disgusto a ninguno, confiamos que, a las otras entradas los hemos de hallar más domésticos. (132)

El primer día avanzaron tres leguas y media y encontraron un aguaje abundante, que bautizaron con el nombre de San Isidro, en honor al almirante Atondo. Este paraje, cuyo nombre indígena era Londó, sería clave en el posterior desarrollo del proyecto Californiano.


Imagen 19. Durante la entrada a San Bruno fue explorada la costa cercana a la sierra de la Giganta. Fotografía de Carlos Lazcano.

En los siguientes días se enfrentaron con los difíciles escarpes de la sierra de La Giganta, al grado que a partir del cuarto día tuvieron que dejar los animales en un paraje, ya que para poder proseguir era necesario escalar, ayudándose con cuerdas. Fue a partir de esta entrada que a esta sierra se le puso el nombre de La Giganta, en su diario Kino nos da la razón: La serranía, por ser muy alta, que desde Yaqui, al ponerse el sol, se descubre, y también porque los días pasados habían dicho y creído algunos que en estas tierras de los Noys había gigantes, la llamamos La Giganta. (133)

Avanzaron aproximadamente 80 kilómetros dentro de la sierra de La Giganta, registrando una serie de parajes y aguajes que les dieron un buen conocimiento de la región. Los sitios que registraron y bautizaron fueron: aguaje de San Isidro, donde pasaron la primer noche (1-dic.); aguaje de San Francisco Javier (2-dic.); llanos de San Francisco Javier (3-dic.); pasos de Santa Bárbara, en donde tuvieron que dejar las bestias y subir escalando (4-dic.); paso y paraje de la Santa Cruz (4-dic.), sobre este sitio Kino nos dice que el paraje y paso de la Santa Cruz tomó esta denominación de lo que ayer milagrosamente sucedió, al tiempo que derribaron un cardón seco; pues al tiempo que cayó en el suelo, se aplastó una astilla y formó con dicho tronco una †, como si a propósito y con las manos se hubiera hecho, y se puso y veneró y quedó de aquella manera; (134) Dádiva de San Francisco Javier (4-dic.); aguaje del Sepulcro de San Clemente (4-dic.); laguna de Santa Bárbara (4-dic.); valle, llanada, aguaje y ranchería de San José (5-dic.); laguna de San Salvador (5-dic.); cerro de San Eusebio (5-dic.); valle de San Juan Bautista (6-dic.).

A su regreso, los expedicionarios fueron recibidos con mucha alegría y fiesta. Kino nos lo dice en su diario:

Y muchos de éstos, y otros nos vinieron acompañando hasta el real, cuando, a las dos de la tarde, salimos del paraje y llegamos como a las 4; hallando también en dicho real, bien grande cantidad de indios amigos que, así como los nuestros, nos recibieron con grandísima alegría, y hubo muchas salvas de muchos arcabuces: que todos dispararon. También luego después llegaron las mujeres, muchachos y muchachas de la cercana ranchería de San Bruno a darnos los parabienes de nuestra llegada. (135)

Nueva entrada a La Giganta

El almirante Atondo no quedó muy contento con los resultados de la entrada a La Giganta, sobre todo porque no localizó un paso por el que pudieran subir los caballos y los animales de carga, ya que sin ellos las exploraciones estarían muy limitadas. Previo a la Navidad, entre el 21 y el 24 de diciembre de 1683, envió al alférez Nicolás de Contreras con ocho soldados para buscar un paso practicable por animales. Los acompañó el padre Kino y cuatro indios californios. Esta entrada fue exitosa ya que localizaron lo que buscaban y así, la Sierra de La Giganta quedó abierta para futuras entradas.


Imagen 20. Vestigios del antiguo sitio de visita de San Juan Bautista Londó, establecido por Juan María Salvatierra en 1698. Este paraje fue originalmente descubierto el primero de diciembre de 1683, durante la entrada de Atondo y Kino, siendo bautizado con el nombre de San Isidro. Fotografía de Carlos Lazcano.

El 21 de diciembre los expedicionarios salieron de San Bruno, pasaron por el aguaje de San Isidro y avanzaron tres leguas más hasta el aguaje y ranchería de los Llanos de San Pablo. De ahí prosiguieron hacia el norte, siguiendo paralelos a la sierra de La Giganta, hasta que llegaron a un arroyo que no habían visto antes, el cual bautizaron con el nombre de Santo Tomás.

El 22 prosiguieron por el cauce del arroyo de Santo Tomás, aguas arriba, hasta que llegaron a un aguaje en donde surgía toda el agua del arroyo. A este sitio, que los californios conocían con el nombre de Cupemeyeni, le pusieron el nombre de paraje de Santo Tomás. Siguieron tomando el rumbo entre el oeste y suroeste hasta que remontaron una difícil cuesta, la cual lograron subir con los animales, y de esta manera alcanzaron lo alto de La Giganta. Ahí siguieron un primer arroyo seco que era ya de la vertiente del Pacífico, hasta que llegaron a un valle que bautizaron con el nombre de San Fabiano, el cual siguieron por varios kilómetros, encontrando numerosas huellas de indígenas.

El día 23 temprano llegaron a una ranchería en donde hicieron contacto con los indios. Nombraron el paraje San Nicolás, por ser el día de San Nicolás Fator y por llamarse Nicolás el alférez que dirigía el grupo. Desde este punto iniciaron el regreso a San Bruno encontrando otro camino para bajar de la sierra. En esto encontraron otro aguaje y un valle que bautizaron como San Nicolás. Finalmente bajaron de la sierra y se quedaron a dormir en los llanos de San Pablo.

El día 24, a las diez de la mañana llegaron de regreso a San Bruno. Igual que en la anterior entrada fueron recibidos con mucha alegría y se dispararon los arcabuces. A los indios se les repartió pinole, maíz y otras cosas. Como era día de Navidad el padre Kino celebró varias misas y por la tarde y casi toda la noche hubo fiesta, con música, luces y danzas en el templo.

Otras exploraciones

El día 27 de diciembre de 1683, Atondo, en compañía de cinco soldados, de Kino, Goñi, todos a caballo, y numerosos indios, exploraron hacia el norte de San Bruno siguiendo la costa. Avanzaron dos leguas con los caballos, pero lo áspero del camino les impidió seguir con las bestias. Avanzaron a pie un poco más y tuvieron el encuentro amistoso con varios californios que pescaban. Localizaron un aguaje al que pusieron por nombre San Juan. Hasta donde avanzaron llegaron a divisar una muy linda ensenada, que era como un puerto, abrigada casi de todos los vientos, particularmente del norte, noroeste y este. (136) Muy posiblemente se trate de la hoy conocida como ensenada de San Juanico, a unos 18 kilómetros al norte de San Bruno.

Los días 1 y 2 de enero de 1684 Atondo, los dos misioneros y cinco soldados, hicieron dos intentos de llegar a caballo a la ensenada de San Dionisio, la que desde el nueve de octubre había descubierto por mar por don Blas Guzmán, comandante de la Capitana. El día primero solo avanzaron dos leguas hasta un mal paso que les impidió continuar y regresaron a San Bruno. El día dos llegaron hasta una barranca impracticable para los animales y regresaron.

Se normaliza la vida en San Bruno

Para principios de 1684, la vida en San Bruno empieza a estabilizarse. Ya se tenía un buen conocimiento del entorno que rodeaba al valle y se habían reconocido sus rancherías y bautizado con nombres cristianos. Igualmente, ya conocían cual era el territorio de los guaicura y cual el de los cochimí. Los misioneros y algunos soldados empezaron a aprender la lengua y trabajar vocabularios y al cabo de dos meses se tenía un regular dominio de ambos idiomas y cuando menos el padre Kino ya poseía un suficiente dominio de ambos. Igualmente, a medida que se fue conociendo el terreno empezó a surgir una red de caminos que unían a estas rancherías y sus aguajes con San Bruno.

Una vez que fueron levantadas las primeras construcciones provisionales, todas de enramada y palizada se dio inicio a la construcción de edificios más sólidos y formales gracias a los depósitos de barro en las cercanías de San Bruno. Se empezó a hacer adobes con que construir un fuerte y baluarte, así como almacenes y casas. Igualmente se estuvo trabajando una cantera de donde se extraía piedra para hacer más firmes las construcciones. Pronto, la primera capilla de enramada dio paso a un templo de adobes y piedra mucho más amplio y firme, incluso el altar se hizo totalmente de piedra.


Mapa 14. Segunda entrada a la sierra de la Giganta (21-24 de diciembre de 1683). Diseño de José Luis García.


Mapa 15. Exploraciones costeras alrededor de San Bruno (27 de diciembre 1683-2 de enero 1684). Diseño de José Luis García.

Desde los inicios tanto los edues como los didiues ayudaron ampliamente en estas construcciones. Todos los días cargaban el adobe, sacaban y transportaban piedras, excavaban, traían agua, leña y zacate para los animales. A cambio, Atondo les daba pequeñas porciones de comida, principalmente maíz y tortillas. Lo hacían con gusto, quizá porque obtener alimento de esta manera les era mucho más fácil que andar caminando por los cerros todos los días en busca de sustento, el cual generalmente era muy magro. Sobre esto Kino nos comenta que:…la experiencia nos iba enseñando que para la reducción de estos [californios], no había limosna o regalo más a propósito que las cosas del necesario sustento; pues sin él se hallan obligados ir semanas y días enteros a buscarlo en los montes, en la mar, etc.; y con darles un corto sustento quedan con nosotros, hacen y trabajan cuanto se les pide, y todo con mucha voluntad y suma docilidad, facilitándonos humanamente el negocio y fin a que venimos, que es la conversión de sus almas que tanto costaron a nuestro Redentor. (137)

Además, los californios apoyaron a los expedicionarios de muchas otras maneras; los guiaban a los aguajes y en las exploraciones, les compartían de sus comidas, principalmente del pescado que casi todos los días sacaban del mar, los acompañaban en los recorridos por las distintas rancherías, facilitándoles la comunicación y acercamientos, y en muchas otras cosas.

Gracias a su buena disposición facilitaron a los padres el aprendizaje del idioma, sobre todo los jovencitos y los niños, quienes con su natural viveza y curiosidad fueron de gran ayuda, y así mismo ellos fueron aprendiendo el español. Los misioneros solían hospedar a muchos indios en su casa, en donde les daban un trato especial, lleno de confianza y cariño, lo que fue abriendo las puertas para el inicio de la evangelización y dio pie para que supieran los elementos básicos de la cultura occidental, al mismo tiempo que los misioneros aprendían la lengua. Al respecto Kino nos dice: Estos días a unos de los más domésticos muchachos les enseñé y mandé enseñar el abecedario y era de admiración la muy grande docilidad; que aun los chiquillos de cinco a seis años lo aprendían, y aunque al principio les salía algo dificultoso el pronunciar la F, la S y también la R, pues en su lengua no las tienen, luego vencieron la dificultad y los unos las enseñaban a los otros, con notabilísima inclinación de ocuparse en aprender cuanto les podíamos enseñar, y estábamos gozando de mucha paz y sosiego. (138)

Otro de los métodos de Kino para aprender y enseñar, tanto las lenguas locales como el español, era por medio de estampas: Hoy saqué y enseñé a los indios unas cuantas láminas, estampas o imágenes, de la vida, pasión y resurrección de Nuestro Señor; y de otros animales y pájaros, y gustaron muchísimo de verlas, y nosotros muchísimo de ver la docilidad con que en aquellas imágenes, que las colgué alrededor de mi aposento, aprendían a conocer y decir, así en castellano como en su lengua, la cual era Nuestra Señora, el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo; el Santo Niño, San José, Santa María Magdalena, el Santo Cristo, los Santos Apostoles, etc. El San Sebastián con sus flechas, el santo Ángel de la Guarda, que como estaba pintado o delineado con un chiquillo a su lado, dijo con suma viveza un muchachillo de los naturales, de tres o cuatro años de edad llamado Manuelillo, que aquel chiquito pintado al lado del santo Ángel de la Guarda, era Manuelillo; cuando veían algunas imágenes de algún padre de la Compañía, como fueron de San Francisco Javier, del padre Trejelio, etc., decían que eran el padre Eusebio y les hablaban, haciéndoles algunas preguntas como se suelen hacer a personas vivas; también gustaron mucho de ver pintadas en unos papelitos unas cazas de leones y venados entre los perros y cazadores a caballo y a pie, una grande variedad de muchos pájaros; y todo eso nos dio linda ocasión de apuntar muchas palabras de la lengua de esta California, para mayor instrucción nuestra y de estos naturales. Con ocasión de las láminas, sacamos de los naturales lo que en su lengua quiere decir Resurrección y subir a los cielos, y otras palabras muy útiles y necesarias para explicar tan principales misterios de nuestra santa fe; y con esto les explicamos que Cristo Nuestro Señor, había resucitado y subido a los cielos, y que nosotros habíamos de resucitar. (139)

Existían ciertos términos difíciles de traducir por su significado, así Kino nos dice lo siguiente: sacamos con las láminas o imágenes del nacimiento de Nuestro Señor, las utilísimas para la explicación de los misterios de nuestra santa fe, con que estos naturales en su lengua dicen lo que es parir y nacer, y que Nuestra Señora parió a Nuestro Señor, y que Dios Nuestro Señor nació de María Santísima y también confirmamos las palabras Dios murió, resucitó, subió a los cielos, en particular la palabra resucitar, la confirmé con un bien pequeño artificio de un poco de magia natural, con que resucitamos cinco moscas, que unas veces a cosas pequeñas las acompañan cosas grandes. (140)

Venegas nos refiere la forma ingeniosa en que los misioneros resolvieron la cuestión del término resucitar:…entre tanto los padres se aplicaron a aprender las dos lenguas que se hablan en el país. Cuando ya tuvieron algún mediano conocimiento de ellas, se aplicaron a traducir la doctrina cristiana, pero nada les costó tanto trabajo como sacar a los indios alguna voz que equivaliese a este artículo: resucitó de entre los muertos. Fue menester acudir a la industria, y ve aquí la que sugirió la necesidad… tomaron algunas moscas y las ahogaron en agua a vista de los indios que las tuvieron por muertas. Revolvieron las luego entre ceniza y las pusieron después a calentar al sol, y con el calor de este, desentumecidas las moscas, cobraron nuevos alientos vitales y empezaron a moverse y a revivir. Espantados los indios clamaron luego: ibimuhueite, ibimuhueite. Escribieron esta voz los padres y haciendo sobre ella nuevas indagaciones, la acomodaron para significar la resurrección de Jesucristo Nuestro Señor, y de los muertos, mientras no se hallaba modo mejor para explicarles nuestros misterios. (141)

Para el aprendizaje de la lengua los niños fueron los principales aliados del padre Kino quien nos dice:…muchos de los muchachitos naturales hablan muchas palabras en castellano los unos con los otros, como diciendo: ven acá, siéntate aquí, toma muchacho, ¡válgame Dios! uno, dos, tres, cuatro; y cantan también unas coplillas en romance: traen leña, agua, etc., y unos iban aprendiendo a cantar la Salve y a conocer las letras del A, B, C, y todo con grandísima docilidad y viveza, y no solamente cuando les preguntaba yo u otros ¿quieres que te bautice? respondía cada uno, si, padre; y a los demás señores, sí señor, sino que varias veces venían a decirme: padre Eusebio, bautízame; y les respondía en su lengua, que si los bautizaría en viniendo los navíos. (142)

Entre otras cosas Kino fue afianzando su amistad con numerosos indígenas de las dos etnias, especialmente con sus capitanes o becari. Además del ya citado Dionisio, uno de los capitanes guaicura, también llegó a tener gran amistad con un capitán cochimí llamado Leopoldo:…el uno era conocido y de la ranchería de los llanos de San Pablo, a quien los días pasados habíamos puesto por nombre Leopoldo; es hombre de buena estatura y de buenas prendas, de lindo natural y bien acondicionado; que desde los primeros días que llegamos a estas tierras, nos asistió con mucha amistad en acarrear nuestros trastes desde la orilla del mar hasta el paraje donde se puso el real; dímosle pinole, que luego lo dio a Eusebio, y supimos que era su padre, con notable consuelo. (143)

Eran las ocho de la mañana del día 12 de enero de 1684 cuando un fuerte temblor de tierra sorprendió a la gente. El padre Kino iniciaba la celebración de la misa. El movimiento fue tan intenso que la pequeña iglesia se cimbró, todas las imágenes que colgaban de las paredes se movieron al igual que las campanas. Finalmente, el padre Kino tranquilizó a todos, quienes hicieron oración pidiendo a Dios clemencia. Al parecer este fue el primer registro de un temblor de tierra en California.

Últimos votos de Goñi

A partir del 24 de enero Kino y Goñi estuvieron aislados una semana llevando a cabo ejercicios espirituales. Al final de ellos, el dos de febrero, Goñi hizo sus últimos votos como coadjutor espiritual. Durante la misa solemne hubo música interpretada el por el alférez Nicolás de Contreras y por el soldado Juan de Bribiesca. Y para celebrar la ocasión el Almirante invitó a todos, incluidos los indios presentes, un chocolate y mucha comida.

El trabajo evangelizador

En su libro Kino, de la semilla al árbol Gabriel Gómez Padilla va deduciendo el método que Kino empleó en Sonora para ganar a los indios para la evangelización. Son tres pasos básicos, nos dice Gabriel; el primero fue el de ganarse su amistad, el segundo que aceptaran la obediencia al rey, y el tercero, que desearan ser evangelizados. Es decir, amistad personal, organización social y convincente anuncio de la fe cristiana, (144) todo esto basado en el amor: adonde hubiese amor caritativo, amor divino, fuerte y suave –amor de padre y madre– se ganarían los ánimos más bárbaros y con facilidad se vencerían las más arduas dificultades. (145) Esa fue su mística, que surgió de una profunda dimensión religiosa, de donde brota toda la fuerza transformadora de Kino. (146) California fue, sin lugar a dudas, donde Kino empezó a desarrollar su método evangelizador, especialmente en San Bruno, el cual le rindiera tantos frutos en su posterior trabajo misionero en Sonora.


Mapa 16. Descripción de la fortificación y Real de San Bruno de Californias. Realizado por el padre Kino durante los trabajos de levantamiento en el Real de San Bruno, entre 1683 y 1684. Archivo General de Indias.

Sobre el amor que Kino le tuvo a sus indios, nos dice el padre Juan Antonio Baltasar, quien años después de la muerte de nuestro misionero escribió un Breve elogio… sobre su vida: Siempre se debe confesar que estas mudanzas (de gente de la inculta bárbara infidelidad) son obras de la mano de Dios y efecto de los benignos influjos de su gracia, más aquí, para conseguirlas, se valió del apostólico celo del Padre Kino, de la agradable afabilidad que mostraba a aquellos bárbaros, del tierno sincero cariño con que les trataba y del amor que les descubría, acreditándole con saludos, mensajes, recados, dádivas, regalos, agasajos y con el desinterés en solicitar sus bienes y en la ansiosa aplicación, que reconocían muy patente en procurarles sus adelantamientos aun temporales para que estuviesen bien abastecidos y gozasen de todas aquellas mejoras y ventajosas asistencias de que, en su gentilidad, carecieron. (147)

Desde su llegada a San Bruno Kino inició su trabajo evangelizador junto con el padre Goñi. Aún antes que comprendiera la lengua o que los californios supieran algo de español, él, con señas, les fue explicando lo mejor que pudo los elementos básicos del catolicismo, así como oraciones, cantos y el comportamiento dentro del templo. En este aspecto los indios, tanto edues como didius fueron muy dóciles y aceptaban sin ningún problema las enseñanzas.

Al parecer Kino tenía un carácter franco y muy accesible para los indios, ya que fácilmente se ganaba su confianza y los tranquilizaba. Además de esto, siempre utilizó el obsequio de las dádivas para tener los primeros encuentros y romper la desconfianza natural entre grupos desconocidos. También solía utilizar el intercambio de comida como una manera de acercamiento, la cual se consolidaba por las maneras suaves y amables del misionero. Casi siempre Kino pensaba positivamente de los indios. Además, su grande confianza en Dios le hacía no desconfiar de ellos, pensando que con amor los podría atraer, ahuyentando las desconfianzas y temores. Por desgracia la actitud de los soldados no siempre fue esta.

En sus textos Kino recoge las reacciones de los indios ante los elementos religiosos que les iba presentando, como la primera vez que vieron un Cristo crucificado: A 9 de Noviembre pusimos en nuestra pequeña iglesia un lindo y grande santo Cristo, de bulto; pero, luego que le vieron los Indios, le tuvieron grandísimo miedo y casi no se atrevían de hablar con nosotros, ni entre ellos, sino muy poco y con silencio, preguntando que quién era aquel y que quién le había muerto; si era algún cruel enemigo nuestro. Y fue grandísimo el cuidado que les daba, juzgando nosotros tratábamos de aquel modo a la gente. Y no hubo remedio de consolarlos de otra manera, que cuando les dijimos que era nuestro amigo; y cuando les dijimos que se había ido al cielo, y que nosotros también habíamos de ir al cielo, me dijo uno que fuéramos luego. Y con estas noticias de que era nuestro amigo, quitamos el demasiado miedo y horror del santo Cristo a los demás que cada día nos venían a ver.

…Esta tarde llegaron dos de la nación de los didius, trayendo y restituyendo un petate, capote y frazada adentro, de un señor soldado, cosas que habían faltado desde e1 primer día que habíamos saltado en tierra; que entonces eran los naturales más amigos de llevarse algunas cosas nuestras; aunque ahora se han enmendado mucho y cada día se enmiendan más en esto y en otras cosas, que reparan no ser a nuestro gusto. Hubo pareceres que esta restitución la causó el miedo que tuvieron desde que vieron e1 santo Cristo, quizá juzgando, que así tratábamos a los que nos hacían algún daño, no obstante dimos unos regalitos a los que hicieren esta restitución.

Al empezar a dominar la lengua, los misioneros pudieron trabajar ya con cientos de indígenas que prácticamente iban todos los días a San Bruno, además efectuaron numerosas visitas a las rancherías que iban reconociendo e incorporando dentro del radio de acción de la misión. No pasó mucho tiempo antes de que los mismos indígenas, especialmente los niños, empezaran a solicitar el bautismo. Sin embargo, Kino consideró prudente no bautizarlos aún debido a la situación todavía precaria, ya que no estaba seguro de que el esfuerzo pudiera consolidarse. Únicamente bautizó a unos pocos niños que llegaron a estar muy enfermos y en peligro de muerte. Todos estos bautizados, excepto tres, murieron a las pocas horas o días.

El 24 de diciembre de 1683 los misioneros y soldados, acompañados por numerosos californios, celebraron con toda la pompa y fiesta posible, la Navidad. Kino nos dice que antes y después de misa repartimos pinole y maíz y otras cosillas a los naturales. A la tarde y casi toda la noche hubo fiesta y música, y luces y danzas en la iglesia; y un poco después de media noche tres misas. Esta fue la primer Navidad que celebraban los misioneros en California. Sabemos que anteriormente, cuando menos en las entradas de Hernán Cortés, en 1535, y Francisco de Ulloa, en 1539, ya había sido celebrado la Navidad en la península.

El 16 de febrero de 1684 se llevó a cabo el primer miércoles de ceniza de que se tenga memoria en California. Todos los soldados recibieron la ceniza y aunque asistieron numerosos californios no se les dio por no estar aún bautizados, aunque el padre Kino mantenía la esperanza que para el año siguiente ya muchos la pudieran recibir. Así, dio inicio la primera cuaresma en la Antigua California. Kino nos dice en su diario como celebraron el primer domingo de ramos: En 26, domingo de ramos, hubo bendición y repartimiento de ramos, como se usa en Nuestra Santa Madre la Iglesia, aunque no pudimos alcanzar las palmas que habíamos pedido de los edues, pues ellos las tienen en sus tierras, aunque algo lejos, y más de veinte leguas la tierra adentro. (148) Así, para los días jueves y viernes 30 y 31 de marzo, y el sábado primero de abril, se celebraron los días santos, es decir la primera Semana Santa californiana, en la cual hubo misas, confesiones, comuniones, procesiones, y el sábado de Gloria se dispararon salvas y se repartió comida entre los indios. Muchos de ellos participaron en estos eventos.

Los expedicionarios no dejaron de celebrar el primer aniversario de su llegada a California, que lo consideraron el 25 de marzo (de 1683), fecha en que por vez primera vieron a lo lejos la costa de California cuando iban rumbo a la bahía de La Paz. Kino nos dice que a Nuestra Señora [de Guadalupe] estos días se le hizo un vistoso bastidor de las cositas que se dan en estas tierras, y se puso en el altar, celebrando juntamente el aniversario del año pasado, cuando dimos la primera vista, tal día como hoy, a estas Californias o Carolinas. También el señor Almirante y otros que con su merced salieron de México, y de nuestra Señora de los Remedios, para pasar a dar principio a esta empresa y conquista de estas Californias o Carolinas, y se acordaron de haber pasado estos días con muchos trabajos, de caminos malos, despeñaderos, aguas, fríos y granizo, y que se animaban desde entonces a reconocer que a esta empresa no la habían de faltar muchos trabajos y cruces; pero por el real camino de la santa cruz, se va al laurel del descanso. (149)

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