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Bahía Magdalena

La bahía Magdalena, que se encuentra en la costa del Pacífico californiano, había sido descubierta desde la entrada de Hernán Cortés a la península, entre 1535 y 1536. Cortés envió una serie de expediciones por tierra que recorrieron buena parte del sur peninsular, alcanzando hasta la bahía Magdalena. En noviembre de 1539 Francisco de Ulloa, jefe de la última de las navegaciones californianas enviadas por Cortés, llegó a la bahía Magdalena por mar y la bautizó con el nombre de Laguna de Santa Catalina. En su diario nos da una breve descripción de ella:

Y yendo navegando con pocos tiempos y a veces calmas, vine… a amanecer en una gran bahía que está en altura de veinte y cinco grados, que es a donde yo había dicho a los pilotos de la armada que nos fuésemos a aguardar quince días, unos a otros, si nos apartásemos… y cómo había hallado una muy buena agua, con lo que nos holgamos harto porque traíamos mucha necesidad del agua, y nos dio nuevas de una muy grande laguna sobre que estábamos, de la entrada de ella, la cual era tan grande que tiene más de veinte o veinte y cinco leguas de ojo, y la boca ancha y tan hondable que pueden entrar en ella naos de cualquier grandeza que sea, la cual está poblada de gentes, según pareció y adelante se dirá… (179)

Durante su célebre navegación de 1602-1603, Sebastián Vizcaíno registra esta bahía y le efectúa un mapa detallado, imponiéndole su actual nombre. Fray Antonio de la Ascensión, cosmógrafo de la expedición, nos habla de ella en su Relación descriptiva de California: ...llegamos al puerto de la Magdalena, que antiguamente se llamó Puerto de Santiago. Aquí nos recibieron los indios de paz y por reconocimiento de sujeción ofrecieron a los españoles sus arcos y sus flechas, muy curiosamente labrados y trajeron del incienso que en la bahía de San Bernabé habíamos cogido, señal de que hay por allí abundancia de aquellos árboles en que se cría. Entra por este puerto un brazo de mar, si no es que es algún río caudaloso que por allí desagua y entra en la mar que no se entró por él, más de cosa de una legua, por dejarlo para descubrirlo cuando volviéramos del cabo Mendocino. Aquí nos salieron muchos indios con sus canoas y se mostraron afables y domésticos. Este puerto es muy bueno y muy capaz y tiene dos bocas o entradas: por la una no pueden entrar navíos grandes sino pequeños, por la otra sí, porque es muy fondable. Hay también aquí y por toda esta costa muchas ballenas… (180)

El objetivo del viaje de Vizcaíno era el de encontrar un puerto natural que pudiera servir de apoyo en la larga navegación de la Nao de China. Hay que recordar que después de la conquista de Filipinas (1564), fue abierta la ruta comercial de la Nao de China o Galeón de Manila en 1565. Esta ruta estableció un importante comercio entre la Nueva España y Filipinas, y de ahí se derivaron otras rutas de Nueva España con España y con Perú. Cada año el Galeón partía de Acapulco cargado de plata y otros productos novohispanos y llegaba a Manila después de un promedio de tres meses de navegación en que cruzaba el Pacífico a la altura de Acapulco. Para regresar la nave partía de Manila, cargada de productos muy finos y caros de toda Asia, y llegaba a Acapulco después de seis meses de travesía. En el regreso la ruta era mucho más larga debido a que tenían que subir hasta Japón y tomar la corriente de Kuro Shivo, la que después de cruzar el Pacífico llevaba al Galeón a la altura de los paralelos 42-43, actualmente la parte norte del estado de California, Estados Unidos. Posteriormente la Nao se venía costeando por las costas californianas, hasta el final de la península y de ahí seguía a las costas de Nueva España para arribar finalmente a Acapulco.

El viaje era demasiado largo y durante él solía morir buena parte de la tripulación debido al escorbuto causado por a la falta de alimentos frescos. Para colmo pronto empezaron a aparecer los piratas, principalmente ingleses y holandeses, quienes llegaron a apoderarse en varias ocasiones del galeón, utilizando a veces la península californiana como sitio de espera.

Como resultado de su navegación, Vizcaíno recomendó varios puertos como punto de apoyo al galeón, como la bahía de San Diego y la de Monterrey, ambas en la Alta California. En ese entonces no se pensó en la bahía Magdalena, ya que venía a quedar demasiado cerca de Acapulco. Sin embargo, al planearse la expedición de Atondo se pensó en ella por su cercanía con la región donde efectuaría su entrada, y se le pidió localizarla por tierra para evaluar la posibilidad de establecer el puerto de apoyo al galeón.

El asunto de bahía Magdalena era estratégico y desde los inicios del proyecto californiano, en la bahía de La Paz, ya Atondo tenía en la mira alcanzar dicho paraje. Desde luego, Kino lo apoyó ya que sin lugar a dudas de llegar a existir el mencionado puerto de apoyo, igualmente sería en beneficio de la evangelización de California.


Imagen 23. Bahía Magdalena. Atondo efectuó varios intentos de llegar a esta bahía con el fin de ver la posibilidad de establecer en ella un puerto de apoyo al galeón de Manila. No lo logró debido a lo difícil de cruzar la sierra de la Giganta. Fotografía de Carlos Lazcano.

Entrada al Pacífico

Una vez que Atondo contó con suficientes provisiones y animales, fijó la salida para el 14 de diciembre de 1684 y, desde unos días antes estuvo concentrando en San Isidro caballos (armados y ligeros), bastimentos, pertrechos de guerra, así como la mayor parte de la gente que participaría. Hay que hacer notar que desde los tiempos de Hernán Cortés, 1535-1536, nadie había hecho alguna entrada al interior de California. Durante su estancia, Cortés realizó cuatro entradas desde la bahía de La Paz, las que exploraron hacia el sur hasta el Cabo San Lucas y, hacia el norte precisamente hasta la bahía Magdalena. Estas entradas fueron olvidadas y en los siguientes 150 años el interior de California fue totalmente desconocido. De esta manera las entradas que estaba efectuando Atondo, especialmente la que pretendía alcanzar el Pacífico, revestían de gran importancia.

Aunque en los meses previos Atondo había hecho algunas entradas, todas habían sido de poca penetración y en realidad esta sería la primera de mayores alcances e importancia. El tiempo dedicado a ella y el número de participante así lo atestiguan. Tanto Kino como Atondo llevaron un diario de la expedición, y aunque el texto de Atondo es más largo y presenta mayor información, el de Kino es un buen complemento.

El día señalado, que fue un jueves, salieron de San Bruno en sus cabalgaduras don Isidro de Atondo, don Francisco López de Chillerón, el alférez Nicolás de Contreras, unos pocos soldados y el padre Kino. Llegaron a San Isidro en donde ya los estaba esperando el resto de la tropa. Componían la expedición el almirante Atondo, treinta hombres de armas, tres criados, un cirujano, el misionero, seis indios mayos y veinte californios (entre edues y didius). Contaban con 37 caballos, 22 bestias mulares cargadas con los bastimentos, municiones y una tienda de campaña, y otras 22 mulas de remuda.

Los días 15, 16 y 17 de diciembre, fueron de acercamiento a la sierra de La Giganta. En este trayecto pasaron por los parajes ya conocidos de Santa María Necoboxol, San Gabriel Bunmedojol y Santo Tomás Cupemeyeni, que ya habían sido explorados desde un año antes por el alférez Nicolás de Contreras. En Santo Tomás Cupemeyeni Atondo comenta que:

Aquí fue necesario hacer alto el día lunes diez y ocho de dicho mes, para aliñar el camino y cuesta para montar la sierra. Fui yo, dicho Almirante, el ayudante don Francisco López Chillerón, el sargento Nicolás Bohórquez, con nueve soldados y cuatro indios cristianos, con barras, azadas y hachas estuvimos lo más de dicho día en su aliño, por la mucha maleza de peñas y árboles, y ser necesario aderezar unos desbarrancaderos con palizada y tierra. (181)

Para el día 19 continuaron la marcha y ese día la jornada fue larga y difícil, ya que se trataba de remontar la sierra de La Giganta. Atondo comenta que el citado día:

Salimos de dicho puesto de Santo Tomás como a las seis y media de la mañana, y habiendo llegado a dicha cuesta, que el día antes aliñamos, tuvieron mucha dificultad en subir las cargas, y aunque cada soldado a pie subió estirando una mula, no dejaron de rodar algunas. Pusímosle por nombre la Cuesta Trabajosa. Este día, habiendo caminado como seis leguas, las más de ellas de pedregales, espinas, y abrojos, llegamos a un arroyo de agua corriente muy buena, y un carrizal grande y muchos árboles silvestres. Llámanle los naturales a dicho paraje Comondú, y le pusimos por nombre Nuestra Señora de la O, por haber llegado en su día. Aquí armamos nuestro real. (182)

Algunos años después, en 1708, los padres Juan María de Salvatierra, Juan de Ugarte y Julián Mayorga fundarían en este sitio la misión de San José de Comondú, la que permanecería ahí hasta 1736 en que fue cambiada a su posición actual, un poco más al sur. Hoy en día al sitio se le conoce como Comondú Viejo, y es un rancho muy antiguo donde aún se conservan numerosos vestigios de su primitiva misión.

En Comondú Viejo los expedicionarios ya estaban arriba de La Giganta. La corriente de este paraje es uno de los principales afluentes donde nace el arroyo de La Purísima y a partir de este punto siguieron su curso, acampando a sus orillas y a veces en su lecho. Fue en este paraje en donde por vez primera observaron que entre los californios existía la costumbre de ofrecer a sus mujeres. Al respecto comenta Atondo que unos indios…trajeron cinco mujeres mozas y hermosas, y dijeron que las regalásemos, y sin duda juzgaron que las apeteciésemos, porque después nos las ofrecían. Mándelas regalar con algunos géneros de mercería y catles, y darles de comer… (183)

Entre los días 20 y 30 de diciembre establecieron el real en los parajes, bautizados por Atondo, de Santo Domingo de Silos (día 20), Las Higueras Meyitesircongo (21), La Tabaida Gaelvxu (22), San Delfino de Pamplona Ebocoo (23), Noche Buena (24 y 25), San Esteban (26 y 27), Los Inocentes (28), Santo Tomás de Canturia (29) y Río de Santiago (30). Al principio los estuvieron guiando indios edu, pero arriba de la sierra era terreno cochimí, por lo que huyeron los edu y varios de los cochimí los guiaron con gusto y en no pocas ocasiones les ahorraron difíciles rodeos. A partir del día 23 empezaron a llegar a la zona de manantiales del arroyo de La Purísima, donde propiamente nace, encontrando grandes pozas que en algunas partes les dificultaron la progresión.


Imagen 24. Vestigios del sitio de la misión de San José de Comondú, establecida en 1708 por los padres Juan María Salvatierra, Juan de Ugarte y Julián Mayorga. Mayorga quedó al frente de la misión hasta su muerte, ocurrida en 1736, cambiando el sitio de la misión a su ubicación actual. A partir de entonces al sitio original se le conoce como Comondú Viejo, fue descubierto el 19 de diciembre de 1684 durante la entrada al Pacífico. Kino lo nombró de Nuestra Señora de la O de Comondú. Fotografía de Carlos Lazcano.


Imagen 25. Arroyo de La Purísima, bautizado por Kino como Río de Santo Tomás. Este arroyo marcó la ruta utilizada para cruzar del Golfo al Pacífico. Fotografía de Carlos Lazcano.

El avance fue lento ya que casi todos los días Atondo tenía que estar enviando exploradores para ver cómo estaba el camino adelante y con frecuencia se tenía que estar ademando, aliñando y haciendo vereda a punta de barra para que pudieran pasar las bestias de carga. Igualmente era casi a diario que se tenía que estar herrando animales, debido a lo áspero del terreno, lleno de piedras y abrojos. Debido a este terreno tan quebrado, un día se cayeron cinco caballos y sus jinetes. Unos fueron a dar a unas grandes pozas de agua en el arroyo, en donde casi se ahogan, y otros se maltrataron mucho al despeñarse. Hubo días en que tuvieron que detenerse totalmente para poder ver cómo seguir y herrar y curar animales. En varios lugares las grandes pozas de agua les impidieron el paso e incluso en una fue tanta la dificultad que Atondo escribió en su diario que:

determiné hacer la diligencia por dentro del agua de dicho río, a la cual fue dicho ayudante, dicho cabo de escuadra Gerónimo Valdés, y Melchor de Aragón, previniéndoles que de no hallar por ninguna parte camino, o modo de abrirlo, aunque fuese con trabajo de seis u ocho días, viesen si habría modo de hacer balsa y parte por donde pudieran navegar para pasar dos cargas de bastimentos y algunas mulas a nado, porque aunque fuese con el peligro de que se despeñasen, habríamos de procurar pasar. (184)

Sin embargo, no se llegó a ese extremo gracias a unos gentiles que les mostraron una vereda que les facilitó el avance, pero vale la pena hacer notar la gran determinación que tenía Atondo de avanzar a toda costa. Entre los días 27 y 28 pasaron por el paraje que los cochimí nombraban Cadegomó, donde en 1720 sería fundada la misión de Nuestra Señora de la Purísima Concepción de Cadegomó por el padre Nicolás Tamaral. Los encuentros y contactos con los grupos cochimí fueron frecuentes y todos amistosos, en algunos casos los indios manifestaron cierta desconfianza, pero esta pronto fue vencida gracias a los buenos oficios de Kino y los obsequios y señas de amistad que se les ofrecían.

Llegan al mar

El día 30 de diciembre de 1684 los expedicionarios llegaron a la confluencia del arroyo de La Purísima con el de San Gregorio, al que Atondo nombró río de Santiago. Cabalgaron por toda la orilla del estero de San Gregorio hasta que finalmente alcanzaron el tan deseado océano Pacífico. Desde San Bruno habían recorrido alrededor de 180 kilómetros. Sobre el tan soñado momento de llegar al mar, Atondo nos dice en su diario:


Imagen 26. El Pilón de La Purísima, ascendido por Kino y bautizado como “Sombrerete de San Juan”, el 26 de diciembre de 1684. Cerca de aquí fue establecida la misión de La Purísima, en 1720. Fotografía de Oscar Simón Mendoza.

…proseguimos dicho día hasta la mar… en cuyo distrito había gran cantidad de conchas de todo género de marisco, muchas liebres y conejos, y por lo más bajo de un médano subimos y bajamos a la playa, a tiempo de la baja mar, y fuimos continuando camino del sur, a donde habíamos descubierto un grande estero, en el cual desaguan los dos dichos ríos, y dicho estero distará del médano donde bajamos, como una legua, parte de ella piedras y peñas, y sobre ella hallamos… diferentes osamentas de ballenas grandes, medianas y pequeñas… (185)

Fue en este momento, del encuentro con el Pacífico, que por primera vez observaron las conchas de abulón, las famosas conchas azules que años después darían a Kino la clave para demostrar la peninsularidad de California. Kino nos dice que hallamos muchas conchas de distinto y más vistoso oriente que las de nácar, pues sus colores son muy semejantes a los del arco iris, y casi todos se llevaron muchas de ellas (y después, en San Bruno, llegamos a valer a peso cada una)… (186) Atondo también describe el encuentro: hallamos unas conchas de raro y vistoso oriente, de los colores del arco iris, mayor cada una de ellas que la mayor concha de nácar. (187)

Cuando llegaron al Pacífico, Atondo se dio cuenta de que se encontraban en la parte norte del estero de San Gregorio. El almirante sabía que la bahía Magdalena se encontraría hacia el sur, por lo que intentó cruzar el estero en esa dirección, sin embargo, hubo un problema. Atondo nos dice que:

Llegamos a dicha boca del estero, y mandé a los soldados Clemente García Bonal y don Juan de Lara Villaseñor, que iban en los caballos más altos y briosos, procurasen ver si podían pasar a la otra banda de dicho estero, para que todos prosiguiésemos. Y habiéndolo hecho, dijeron que era imposible pasar porque había más de tres brazas de fondo, (188) y esto era siendo baja mar. (189)

Para los expedicionarios debió de haber sido bastante frustrante no poder seguir hacia el sur, además de que ya se les acababa el tiempo por la cantidad limitada que traían de bastimentos. Incluso, aunque hubieran encontrado un paso hacia el sur, no hubieran podido llegar a la bahía Magdalena debido a que estaba demasiado lejos, a unos 200 kilómetros al sur.

Para acampar volvieron a la orilla del llamado río de Santiago, ya que ahí había abundante agua y pasto para los animales. El sitio era campo de una ranchería de californios, con quienes tuvieron contacto y buen trato, pero con algo de recelo. El día treinta y uno de diciembre regresaron al mar. Atondo nos dice que:

Salimos temprano de nuestro real y río de Santiago, para volver a la mar e ir hacia el norte todo lo que pudiésemos… fuimos por dicha playa como seis leguas al norte, y a las tres leguas mandé a dicho sargento y al soldado Nicolás de Uría, subiesen al médano más alto y reconociesen la tierra. Y habiendo vuelto… dijeron que habían hallado una salina… pusímosle a dicha salina de San Silvestre, por haberla hallado en su día. Y prosiguiendo nuestro camino… habiendo llegado a vista de unos cerros colorados, porque no nos impidiesen la corriente de la mar la vuelta, y por habérsenos acabado el agua que llevábamos en calabazos, y no tener esperanzas de que la hubiese en adelante, ni pasto para las bestias, nos volvimos… (190)

Por la tarde estaban de vuelta en el paraje del río de Santiago. Atondo nos ofrece una descripción de la costa a donde llegaron:

observamos que dicho estero era muy hondo y ancho, el cual forma, al parecer, un puerto abrigado de todos los vientos, y tiene la boca al ueste y corre al este como un tiro de arcabuz, y después da la vuelta al norte y corre como legua y media a dicho rumbo, y hace al fin de la parte que mira al norte como una pequeña ensenada, y hacia dicho rumbo, como a dos tiros de arcabuz, está el aguaje de Santiago, escondido en un carrizal, entre piedras y arena, dentro de la caja de dicho río de Santiago, y después, continuando, da la vuelta dicho puerto y corre como otra legua y media leste veste, y como un tiro de arcabuz, poco más o menos, al este, tiene un buen aguaje, abundante para toda una armada, dentro de la caja de dicho río Deseado de Santo Tomás, rodeado de crecido y copioso carrizo, en el cual hay gran cantidad de pastos, al cual dicho aguaje lo divide de dicho estero una loma de cascajo.

Y tiene dicho puerto por seña de su entrada, una grande boca, entre médanos muy altos y continuados que corren del un lado como ocho leguas al norte, y al otro, al sudeste, otras once a doce leguas. Y dicho puerto está casi en la medianía de una grande ensenada, al parecer limpia, y la boca está entre dos puntas que la una le demora al norueste y es la que sale más a la mar, y estará, al parecer, dicha punta de dicha boca, como quince leguas, y la otra le demora al sueste, y habrá de boca de dicho puerto a dicha punta, al parecer, como doce leguas, y de punta a punta como veinte y cinco. Y hacia la parte del lesnordeste [sic] le demora a dicha punta, que cae al norueste un cerro alto colorado, que tiene dos abras, que al parecer son como otros cerros unidos, el cual dista muy poco de la mar.

Aquí dispuso dicho padre superior un instrumento que llamamos sextante, para observar el sol y saber los grados de altura en que quedaba la boca de dicho puerto, que le pusimos de Año Nuevo, y halló que estaba en altura de veinte y cinco grados y medio. (191)

Actualmente al puerto de Año Nuevo se le conoce como La Bocana y contiene una pequeña comunidad de pescadores. Se encuentra hacia los 26º03’32’’. En el tiempo de la llegada de Atondo vivían en la región numerosos grupos cochimí, que como lo mencionamos, los expedicionarios tuvieron contacto con ellos.

En febrero de 1989 Carlos Rangel, Alfonso Cardona y yo, Carlos Lazcano, recorrimos a pie la ruta de Atondo de entrada al Pacífico. Lo hicimos al modo de los californios, es decir íbamos a pie, bastante más ligeros de como fuera Atondo, además de que recibimos algún apoyo de la gente de los ranchos y de La Purísima. En general encontramos el paisaje y la geografía muy parecida a como la vieran los expedicionarios 305 años antes que nosotros. Pocos cambios tiene la región. Muchos de los manantiales sobre el arroyo de La Purísima aún se conservan, al igual que las pozas profundas. Pudimos identificar no pocos de los sitios descritos por Atondo gracias a lo preciso de su diario. Para mí, fue emocionante estar en los lugares donde estuvieron Kino y Atondo, seguir sus huellas, esos vestigios del primer intento de construir California. Estamos hablando de nuestras raíces más profundas, de los principios de la identidad que hoy define a Baja California. Al caminar por esa antigua ruta, al momento de acampar después de cada jornada, ya iniciada la noche, cuando la luz de la fogata nos iluminaba y teníamos desplegado ante nosotros todo el Universo, leíamos el diario de Atondo y lo sentíamos como si él personalmente nos estuviera relatando las vicisitudes de su viaje. Fue una experiencia hermosa. (192)


Mapa 18. Detalle del mapa Paso por tierra a la California inicialmente delineado por Kino a fines de 1701. Archivo de la Provincia Mexicana de la Compañía de Jesús. Se aprecia completa la ruta seguida desde San Bruno hasta el Pacífico, siguiendo el hoy arroyo de La Purísima, nombrado por Kino como Río de Santo Tomás.


Mapa 19. Entrada a la Mar del Sur (14 de diciembre de 1984-13 de enero de 1985). Diseño de José Luis García.


Imagen 27. La aspereza de la sierra la Giganta fue un factor que afectó el desarrollo del proyecto de Atondo en la península californiana. Fotografía de Oscar Simón Mendoza.

Atondo y sus gentes recorrieron en 17 días la distancia entre San Bruno y el Pacífico, nosotros, más ligeros, lo hicimos en ocho días. Fue una manera de rendir tributo a estos hombres pioneros que llevaron a cabo todo tipo de esfuerzos para traer a California lo que pensaban era mejor para esta tierra. Sería difícil no pensar que tanto Atondo como Kino, y seguramente no pocos de los soldados, llegaron a amar la California, cada quien a su manera. En los siguientes años Kino lo demostraría ampliamente.

La travesía Golfo-Pacífico de Atondo (mapas 18 y 19), fue la segunda realizada, ya que la primera se efectuó durante la mencionada entrada de Hernán Cortés, en que se llegó desde La Paz hasta la bahía Magdalena.

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