Kitabı oku: «Kino en California», sayfa 18

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Regreso de la Almiranta

Como lo mencionamos, después de diez meses de haber salido, finalmente regresó la Almiranta el 10 de agosto de 1684. En esta nave llegaron 20 personas más a sumarse a las 71 que ya estaban. Llegó también un buen número de bastimentos y de momento la situación desesperante de San Bruno bajó un poco, pero no desapareció y así el proyecto misional pudo continuar, no sin contratiempos. Entre los recién llegados a California se encontraba el padre Juan Bautista Copart, (166) quien venía a apoyar en los trabajos evangelizadores y a recibir, a nombre del Padre General, los últimos votos de Kino.

Profesión solemne de Kino

El martes quince de agosto de 1684, fiesta de Asunción de María, frente al recién llegado padre Copart que precedía la ceremonia, el padre Kino hizo su profesión solemne y pronunció sus últimos votos como jesuita.

Yo, Eusebio Francisco Kino, hago profesión y prometo a Dios omnipotente, delante de su Madre Virgen y de toda la corte celestial y de todos los presentes, y a ti reverendo padre Juan Bautista Copart, que tienes el lugar del padre general de la Compañía de Jesús y de sus sucesores, prometo perpetua castidad y obediencia y dedicarme al cuidado y enseñanza de los niños, según las letras apostólicas y las constituciones de la Compañía de Jesús. Y prometo especial obediencia al sumo pontífice acerca de las misiones según se contiene en las cartas apostólicas y constituciones. (167)

Desde luego, no dejó de hacerse una fiesta ante esta ocasión y hasta hubo música que duró hasta altas horas de la noche. (168)

Primer mapa de San Bruno

A escasos dos meses de la llegada a San Bruno, Kino empezó a preparar su ya mencionado mapa Delineación de la Nueva Provincia de San Andrés del Puerto de La Paz y de las islas circunvecinas de las Californias o Carolinas (mapa 17). La parte norte de este mapa se la dedica a la región de San Bruno, la que registra con el nombre de Provincia de San Andrés. Es el primer mapa donde aparece el Real de San Bruno, se encuentra a un lado del río Grande del cual se indica que en su origen tiene agua. Al sur de San Bruno, siguiendo la costa del Golfo de California, se encuentra el puerto de los Danzantes, frente a la isla del Carmen y frente a este puerto se encuentra la pequeña isla de las Pitayas. Aquí el puerto de los Danzantes es lo que hoy conocemos como Puerto Escondido y la isla de las Pitayas es el cerro Este de Puerto Escondido, el que en ocasiones da la impresión de ser isla.

Un poco más al sur está el puerto de San Carlos, que podría ser la hoy Ensenada Blanca, y más abajo aún el puerto de Matanzas frente a la isla Monserrat, que ubicamos como la actual bahía de Agua Verde. Este puerto de Matanzas debe su nombre a que durante las exploraciones de Sebastián Vizcaíno por el golfo (1596), en él fueron muertos varios españoles a manos de los indios.

Frente a este puerto, Kino coloca la isla Alcatraces, que podría ser la actual roca San Marcial, frente a Agua Verde. Le sigue mucho más al sur Las Ánimas, ya en la parte norte de la bahía de La Paz y frente a la isla San José.

En todo este tramo costero se registran perfectamente la isla de Los Coronados, de Nuestra Señora del Carmen (isla del Carmen hoy), Monserrat, Santa Cruz, San Diego y San José. No ubica la isla Danzante, pero es posible la ponga como parte de la isla del Carmen.

Por la costa al norte de San Bruno únicamente registra la punta El Mogote, que actualmente se le conoce como punta el Púlpito. Al norte de esta punta coloca la isla San Ildefonso, la cual conserva su nombre hasta hoy.

Al oeste de San Bruno, tierra adentro, Kino señala la sierra de La Giganta, así como una serie de parajes que fueron registrados durante las primeras entradas que se efectuaron: Llanos de San Pablo, llanos de San Javier, laguna de San Salvador, cerro de San Eusebio, valle de San José, llanos de San Francisco Javier, laguna de Santa Bárbara, valle de San Juan Bautista, cerro San Miguel y el río de San Cristóbal. A excepción del cerro de San Miguel y el río de San Cristóbal, todos los parajes vienen citados en el diario de Kino de la entrada de principios de diciembre de 1683.


Imagen 21. Últimos votos del padre Kino, emitidos en San Bruno el martes quince de agosto de 1684, fiesta de Asunción de María. Tomado de Burrus, Ernest, J. (1964).

Kino destaca los nombres de los grupos indígenas, poniéndolos con letras más grandes que los de las rancherías, poblaciones y la mayoría de los accidentes geográficos. Coloca a los grupos didius (cochimí) en la región al norte y noroeste de San Bruno. De los guaicura registra dos grupos, los noe al oeste de San Bruno, y los edues al sur. Conviene notar aquí que en los mapas de Kino, lo más importante no son los ríos y las montañas, sino los hombres que en ellos viven; por eso, al revisar la importante producción cartográfica de nuestro misionero, vemos que los nombres de las tribus siempre van en mayúsculas y a veces en colores. Cada mapa es un grito pidiendo misioneros para las tierras recién descubiertas. (169)


Mapa 17. Delineación de la nueva provincia de San Andrés, del puerto de La Paz, y de las islas circunvecinas de las Californias o Carolinas, elaborado por el padre Kino en diciembre de 1683. Archivo General de Indias. Este mapa registra los avances en San Bruno y las exploraciones hechas en la región de la bahía de La Paz. Ubica el Real de Nuestra Señora de Guadalupe, donde estuvo su primer misión.

La Mar del Sur
Se retoma el proyecto del Pacífico

Para octubre de 1684, a un año de su inicio, el Real de San Bruno estaba lejos de consolidarse, si bien daba la impresión de que avanzaba sin problemas. El poblado aún era incipiente, pero ya contaba con su fortificación de piedra y baluartes, casas para los soldados y templo. Los misioneros tenían su “Casa de la Compañía” y la labor evangelizadora crecía entre las rancherías vecinas, tanto de edues (guaicuras) como de didiues (cochimí). Kino, siempre optimista, le resumía a la duquesa, en una carta del 25 de octubre de 1684 que llevaban más de un año… de mucha paz… los naturales de estos reales y rancherías de San Bruno y San Isidro y muchos de las rancherías circunvecinas de San Juan, de San Dionisio, de San Javier rezan las oraciones, parte en lengua castellana, parte en su propia lengua, y cantan la Salve todos los días: que, para bautizar muchos de ellos, no falta más que consigamos otro poquito más de sus dos lenguas que tienen estos naturales, y que desde México recibamos las buenas nuevas de que ya no se pone en duda la continuación de la empresa, y que no nos quieran mandar retirar, como algunos han temido. (170)

Aunque había habido tensiones y violencias, estas no habían pasado a mayores y en general se respiraba un aire de apariencia más o menos tranquila. Fue cuando Kino y Atondo decidieron retomar el proyecto de alcanzar el Pacífico cruzando la sierra de La Giganta. Para entonces ya se conocía un paso por donde se podría cruzar la sierra con animales.

Como ya lo mencionamos, la idea de llegar al Pacífico era localizar la bahía Magdalena (171) y ver si podía establecerse en ella un puerto que diera apoyo a la Nao de China o Galeón de Manila. Se trataba de una cuestión estratégica ya que debido a su larga travesía por el Pacífico, la que solía durar alrededor de seis meses, se hacía necesario un puerto que diera alivio a sus navegantes, quienes eran diezmados por las enfermedades, principalmente escorbuto, y muchas veces esta situación representaba fuertes pérdidas económicas para los comerciantes y para la corona. Además existía el problema de los piratas, quienes ya para esos años solían frecuentar las costas del Pacífico de la Nueva España para atacar sus puertos y asaltar al Galeón. Un puerto en California podría ayudar a proteger la ruta del Galeón del ataque de los piratas. El establecimiento de dicho puerto sería de gran ayuda en la consolidación del proyecto misional californiano, de ahí el interés de Atondo y Kino por localizar dicha bahía.


Imagen 22. La Bocana, Baja California Sur, paraje bautizado por Kino como puerto de Año Nuevo, ya que lo exploraron el primero de enero de 1685. Fue en este sitio donde Atondo y Kino completaron la travesía desde el golfo hasta el Pacífico, cruzando por la sierra de la Giganta. Fotografía de Carlos Lazcano.

Para buscarla, Kino y Atondo necesitaban aprovisionarse mejor, sobre todo tener más y mejores caballos y mulas, y establecer un segundo Real, hacia el interior de la tierra, que les sirviera como base para dicha entrada.

Los viajes de la Almiranta

Lo primero que hizo Atondo fue el buscar aprovisionarse mejory para ello la Almiranta fue la embarcación principal. Se le reparó de todo a todo: velas, jarcias, timón, etc. Cuando regresó de la Nueva España, el 10 de agosto de 1684, la Almiranta ya traía un nuevo capitán, Mateo Andrés, quien se avocó con esmero en estas labores.

Así, para el 29 de agosto la Almiranta ya estaba lista y partió al puerto del Yaqui por más provisiones y animales. Poco menos de un mes tardó en regresar con los bastimentos y diez caballos, dos machos y 45 carneros. En este viaje participó Kino, quien se llevó consigo a un indio californio llamado Eusebio:…quiso venirme acompañando un californio llamado Eusebio y fue con todo gusto. Y como era el primero que de estas tierras había salido y vuelto a ellas, tubo tantas cosas que contar de aquellas misiones, y del buen trato que en todas partes se le había hecho, que estos naturales han quedado muy satisfechos de las cosas de los españoles y de lo que les venimos a enseñar. (172)

Como Kino y Atondo tenían prisa por explorar, la Almiranta volvió a partir al Yaqui el 26 de septiembre. En esta ocasión viajó el padre Goñi, quien se llevó consigo a cuatro californios, quienes querían corroborar lo que les había relatado Eusebio. Para el 25 de octubre la nave estaba de vuelta y trajo 15 caballos, dos mulas y 155 arrobas (173) de carne.

Ni tiempo se les dio a los navegantes de descansar, y para el 27 de octubre, de nuevo salía la Almiranta hacia el Yaqui. En esta ocasión ya estaba de vuelta para el 14 de noviembre y descargó 15 mulas, dos caballos, un mulo, dos cargas de pescado, 20 tercios de carne, 7 de quesos, 4 botanas de curtimenta, 12 fanegas de frijol, además de barras y herramientas calzadas.

Y de nuevo, sin descanso, para el 16 de noviembre volvía a salir la Almiranta y regresó rápido, bien cargada, el día dos de diciembre. Descargó 16 caballos, una mula, un macho, 55 carneros, 215 arrobas de carne, 61 arrobas de pescado, 12 botijas de vino de mezcal, 20 fanegas de sal, 50 fanegas de maíz y 12 arrobas de manteca. (174)

Este fue el último de los viajes de la Almiranta para conseguir animales y bastimentos. El 16 de diciembre de 1684 tomó rumbo a Matanchel, en donde sería reparada después de sus cuatro fatigosos viajes entre San Bruno y el Yaqui.

San Isidro

El aguaje de San Isidro había sido descubierto por el almirante Atondo el primero de diciembre de 1683 cuando efectuaron la primera entrada a la sierra de La Giganta. Se encontraba a unos 15 kilómetros al oeste de San Bruno y era asiento de una ranchería indígena llamada Londó. Desde un principio el paraje se mostró más favorable que San Bruno, ya que tenía más agua y de mejor calidad, por lo que era superior para labores agrícolas y de pastoreo, así se decidió utilizarlo como base de apoyo para las exploraciones al interior de California. De este modo, cuando Kino y Atondo empezaron a planear la expedición para buscar la bahía Magdalena, establecieron en San Isidro un nuevo real:…en el ínterin que la nao Almiranta ha ido cuatro veces a Yaqui, a traer caballos y bastimentos, aquí se ha hecho segundo real tres leguas la tierra adentro, adonde hay mejor aguaje y bastante pasto para todas las bestias; llamose Real de San Isidro… hora tenemos en dicho real un cuerpo de guardia fortificado, casa grande y capaz para los bastimentos, una pequeña iglesia para decir misa, y bastante habitación para un padre de la Compañía. Y también grande cantidad de muy linda piedra que los naturales han agarrado para cuanto antes se haga iglesia más grande. (175)

San Isidro fue una base de apoyo importante en las exploraciones que se efectuaron para buscar la bahía Magdalena en la costa del Pacífico. Algunos años después, en marzo de 1699 el padre Juan María Salvatierra estableció en este mismo sitio la visita de San Juan Bautista Londó, dependiente de la misión de Nuestra Señora de Loreto.

El baile de los gentiles

En lo que se hacían los preparativos para acondicionar y ocupar San Isidro, ocurrió en este sitio un hecho que a los soldados les pareció extraordinario. Fue el cabo Nicolás Bohórquez quien lo describe y nos dice:

Que el día lunes seis de noviembre de este presente año de seiscientos y ochenta y cuatro, serían las doce del día, poco más o menos… los indios gentiles de este valle, los de la sierra, y otros de diferentes naciones, se habían juntado en la ranchería que habita cerca de dicho real [San Isidro] y habían hecho algunas supersticiones con una figura o ídolo… vieron como el indio capitán de la nación didu, a quien llamamos Leopoldo, subió a lo alto de un cerro vestido de una red de hilo, toda poblada de madejitas de cabellos que le cubría desde los hombros a los pies, a modo de turca, y en la cabeza una como toca o capilla hecha de plumas de varios colores, que le cae sobre los hombros, y en la mano derecha una pala blanca con dos agujeros cuadrados del largor de una vara, y en la izquierda su arco y flechas. Y que habiendo subido sobre una peña que está en la cumbre de dicho cerro, dio grandes alaridos y hizo muchos ademanes, y habiendo estado un rato sobre dicha peña, bajó con tanta violencia que les causó admiración, y que salieron muchos a recibirlo, y que dentro de una hora subieron otros gentiles que serían catorce, con dicho capitán, vestidos del mismo género, y que pasando por debajo de dicha peña, sin parar bajaron a la ranchería.

…El día siguiente, siete del dicho mes y año, vieron salir de la ranchería una gran procesión que la guiaba dicho capitán Leopoldo, y tras él una de sus mujeres, y luego se seguía un indio y una india y de esta suerte iban entreverados hombres y mujeres con unas cañas en las manos y plumeros en la cabeza, bailando, corriendo y haciendo reverencia a un bulto del tamaño de un niño recién nacido, con la cara embijada de negro y su melena larga, y tres plumeros blancos en la cabeza, y el del medio parado y los demás un poco derribados, y un género de ropaje que no pudieron distinguir de lo que era. Y que este bulto lo llevaba el postrer indio que iba en la procesión, el cual se iba agachando con él. Y que habiendo llegado al paraje donde tenían clavado un palo de pitaya, y junto a él un horcón más bajo que dicha pitaya y que en la punta de esta estaban puestas unas ruedas de varas del árbol llamado copale y sobre ellas tejido de ramas de dicho árbol y encima dos banderas de palo pintadas de colorado, azul y blanco, y que dicho bulto lo pusieron debajo de dicha ramada alto un poco del suelo, y al pie un gran montón de la semilla que llaman medese y que así que lo pusieron cesó el baile por un rato, y que después volvieron a continuarlo por dos días y dos noches en la forma siguiente:

Salían unos tras otros, entreverados hombres y mujeres y daban una gran carrera, y el capitán en llegando al fin de ella con toda su gente, paraba junto a dicho bulto y empezaban a hablar todos, y al mismo tiempo se bajaban haciéndole una humillación y después descansaban como un cuarto de hora y volvían a proseguir la misma carrera con las mismas ceremonias y que el postrer día del baile, al cuarto del alba, dieron tan grande alarido que obligaron a la infantería a coger sus armas, creyendo los venían a avanzar y que al mismo tiempo oyeron gran llanto en las mujeres y dentro de breve rato empezaron a cantar y continuaron todo el día con gritos y bailes a pausas, y que al ponerse el sol se sentaron en rueda en varias partes y les comenzaron a repartir de dicha semilla medese que tenían amontonada delante de dicho bulto. (176)

Los soldados calcularon que en este encuentro participaron entre 2,500 y 3,000 indios, incluyendo niños y mujeres. Atondo resume la información de los soldados:

Los días pasados descubrimos que idolatraban estos bárbaros, porque en el Real de San Isidro, que dista tres leguas, donde está una escuadra de soldados con su cabo, en guarda de los caballos y mulas, se juntaron cerca de tres mil almas, y tuvieron grandes supersticiones y hicieron grande veneración, fiesta y bailes a un ídolo del tamaño de un indio recién nacido, embijado a su usanza. A éste lo llevaron en procesión hombres y mujeres a un toldo que le tenían hecho, adonde lo corrieron grandes carreras y se dieron famosos hartazgos de la semilla que llaman medese, y este dicen dichos gentiles que les habla en su lengua, que baja del cielo, que les da las pitayas, el medese y otras semillas que comen silvestres, y que tiene un pie y dos dientes; uno abajo y otro arriba. (177)

Esta celebración de los californios impresionó mucho a los expedicionarios, sobre todo por el poder de convocatoria que mostró, ya que temieron que si se diera un ataque de los indios pudieran llegar a juntarse varios miles, como lo demostró esta reunión.

Advertencias

No todo mundo estuvo de acuerdo en llevar a cabo la búsqueda de la bahía Magdalena. No en ese momento en que la situación, aparentemente tranquila, era algo delicada. Así el contador de la expedición, don Jacinto Muñoz de Moraza pide diferirla por algunos días, supuesto que no hay en esta operación urgencia de tiempo, ni se socorre a nadie. Son varias las razones que da don Jacinto, entre ellas que al irse la Almiranta se quedarían sin naves, ya que la Capitana y la Balandra no tenían visos de pronto aparecer. Otra de las razones es que Atondo se llevaría a sus mejores hombres y dejaría en San Bruno puros soldados bisoños o enfermos, que aún no sabían manejar bien las armas, de las cuales muchas no servían. También señala el hecho de que en los últimos quince meses no ha llovido, y por lo mismo los californios andan faltos de comida y muy hambrientos, por lo que teme pudieran atacar el real para comerse las mulas, caballos y carneros.

Otro aspecto que señala es que las noticias que dan de tierra adentro son que no hay río y todo es tierra, y me persuado que toda la tierra lo sea hasta muy dentro por lo que he visto de costa. Agrega además que aún en La Giganta, que es la más superior diez leguas adentro, se componen [los cerros] de arena cuajada, peñas entremetidas, caracoles y conchas de la mar, y todas las cumbres de estos cerros son así, que esto sin duda fue mar y quedó disipada e infructífera la tierra alta y baja, como está reconocido en las veinte y cinco leguas que se han andado. Además dice que: dado caso que se halle tierra fértil y agua, de que le servirá en tanta distancia a este puerto de San Bruno… vea vuestra merced que importará que se halle, si no podemos hacer aquí pie ni poblazón.

Don Jacinto sugiere que cuando nuestro señor fuera servido que el capitán Mateo Andrés, piloto, que fue este día como ocho leguas por la parte de San Juan, que juzga hallarlo, digo yo convendría más se hiciese por ahí la entrada, con menos gente y a la ligera, pues están amigos ya, al parecer, o por los edues, nación más apacible y amigable… y se ha reconocido ser más amigos, más generosos y agradecidos que los didius.

Finalmente recomienda que Atondo se sirviera de ordenar una junta y que en ella se trate y proponga esta consulta y demás puntos que se ofrezcan, y dé cada uno su voto firmado, y sobre todo vuestra merced delibere y ordene lo que más conviniere al servicio de Su Majestad. (178)

Atondo no hizo caso a estas observaciones y continuó con sus planes.

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