Kitabı oku: «Enciclopedia de Elena G. de White», sayfa 31
Lo que sus escritos históricos implican para sus escritos sobre ciencia
Se puede argumentar que el uso que Elena de White hacía de literatura científica y médica se ajusta al mismo triple patrón que su uso de la literatura histórica. (1). Ella obtenía su “panorama general”684 y los principios duraderos a partir de la verdad revelada. (2). Ella respaldaba ese “panorama general” con las pruebas fácticas más convincentes que pudiera encontrar en las fuentes (conocimiento común) disponibles para ella. (3). Por último, ella a menudo modificaba lo que había aprendido de fuentes comunes para armonizarlo con lo que sabía de la verdad revelada.685
Por ejemplo, David Neff señaló que Elena de White tomó prestado de Calvin Stowe algo de su lenguaje teológico, pero que modificó ese lenguaje para expresar sus propios conceptos, que no concordaban plenamente con los de Stowe. Note las similitudes y las diferencias entre Stowe y Elena de White:
C. E. Stowe, Origin and History of the Books of the Bible, p. 20. | E. G. White, Mensajes selectos, t. 1, p. 24. |
“No son las palabras de la Biblia las que fueron inspiradas, no son los pensamientos de la Biblia los que fueron inspirados; son los hombres que escribieron la Biblia los que fueron inspirados. | “No son las palabras de la Biblia las inspiradas, sino los hombres son los que fueron inspirados. |
“La inspiración no estaba en las palabras del hombre ni en los pensamientos del hombre, sino en el hombre mismo; para que, por su propia espontaneidad, bajo el impulso del Espíritu Santo, concibiera ciertos pensamientos”. | “La inspiración no obra en las palabras del hombre ni en sus expresiones, sino en el hombre mismo, que está imbuido con pensamientos bajo la influencia del Espíritu Santo”. |
Debido a que Elena de White evaluaba su conocimiento común sobre la base de la verdad revelada dada a ella, ella se sentía libre, antes de publicar un nuevo libro, de enviarlo a personas calificadas que pudieran darle su opinión (Ct 49, 1849, en MR 10:12, 13). Había veces en que ella, basada en sus visiones, rechazaba las opiniones de sus contemporáneos; y otras veces, ella modificaba sus escritos basada en lo que había aprendido por el diálogo con sus lectores (Bio 6:302-337). Ella creía que era guiada por Dios en la selección de sus fuentes y de sus evaluadores, pero no creía que eso la hiciera a ella o a ellos infalibles o inerrantes. Sin embargo, ella creía que, por medio de la supervisión del Espíritu Santo, lo que escribía era fiel al “panorama general” y, por lo tanto, confiable para los propósitos para los cuales había sido dado.686
En sus escritos sobre salud, ella creía que había sido inspirada para escribir principios revelados, en el lenguaje de su tiempo. Por lo tanto, su consejo tenía autoridad y era fiable respecto de los “propósitos prácticos”687 para los cuales había sido dado, pero no tenía la intención de excluir investigación y crecimiento adicional en conocimiento. Y los lectores del siglo XXI no deben sorprenderse de que, desde su muerte, el conocimiento haya seguido avanzando. Esta primera premisa es fundacional para este artículo.
Por lo tanto, el objetivo de este artículo no es probar que Elena de White era infalible o inerrante en todo lo que escribió.688 En cambio, el propósito de este artículo es mostrar que ciertas declaraciones que ella hizo en el siglo XIX, y fueron ridiculizadas, en realidad eran buenos consejos, sensatos en el tiempo y el contexto en el cual se dieron originalmente. Ella estaba usando, simplemente, el mejor conocimiento humano disponible para ella en ese momento a fin de corroborar y comunicar la verdad revelada que se le había dado en visión. Como demostró Don S. McMahon, magíster en Medicina, la sugerencia de que todo su mensaje de salud pudiera haber derivado meramente de reformadores prosalud contemporáneos es inadecuada, desde lo estadístico, para explicar la exactitud de sus consejos sobre salud. Sus enseñanzas sobre salud fueron estadísticamente tanto más exactas que las de sus contemporáneos, individual o colectivamente, que no se puede explicar por suerte o por intelecto superior, sino que exige que ella tuviera alguna fuente superior de información guiándola sobre qué rechazar y en qué concordar.689 Y mientras la ciencia y la tecnología hicieron avances gigantescos en los últimos 150 años, el aumento del conocimiento no minó ninguno de sus principios básicos de salud. Los principios que dio en 1864 eran tan precisos que aquellos que los siguen, con sentido común, en el siglo XXI tienen una salud notablemente mejor y una vida útil más larga que casi todos los demás en el planeta.690
Segunda premisa: Tanto la ciencia como la revelación se deben leer en su contexto histórico
Una segunda gran premisa interpretativa es que el conocimiento humano, en todos los campos, es incompleto pero en aumento. En términos de Elena de White: “Los conocimientos humanos, tanto en lo que se refiere a las cosas materiales como a las espirituales, son limitados e imperfectos” (CS 576; cf. 1 Cor. 8:2; 13:9-12) y “el conocimiento es progresivo” (ibíd. 736). La experiencia religiosa individual también es “progresiva” (CM 256; Ev 357; FO 87), como lo es la educación (COES 99; Ev 108). En asuntos de revelación, la nueva verdad amplifica la verdad antigua sin contradecirla,691 pero la comprensión humana de la revelación divina ciertamente está sujeta a corrección por mayor revelación. Por lo tanto, la ciencia y la revelación se deben leer en su contexto histórico.692
En la Biblia, la instrucción y la explicación estaban adaptadas al contexto de las personas a quienes iban dirigidas. Por ejemplo, en los reglamentos sobre la carne limpia y la carne impura en Levítico 11, la instrucción es clara: “Puedes comer cualquier animal rumiante y que tenga las pezuñas totalmente partidas. Sin embargo, no puedes comer los siguientes animales que tienen las pezuñas partidas o que rumian, pero no ambas cosas” (Lev. 11:3, 4, NTV). Aunque la instrucción es clara, la explicación que sigue está adaptada al uso práctico de la gente común: “La liebre rumia, pero no tiene pezuñas partidas, así que es impura” (vers. 6, NTV). El conocimiento en aumento ha demostrado que las liebres solo parece que rumian; no son rumiantes como el ganado, las ovejas y los ciervos.693 Pero la terminología de Levítico 11 era clara para las personas a quienes el mensaje fue dado; y cualquiera que lo lee hoy todavía puede tomar decisiones en armonía con la voluntad de Dios.
Los escritores bíblicos, generalmente, expresaban sus mensajes en lenguaje que tuviera sentido para el público original. Por ejemplo, la afirmación de que Dios “sobre la nada tiene suspendida la tierra” (Job 26:7, NVI) era fáctica al negar distintas teorías antiguas sobre en qué descansaba la Tierra, pero también era incompleta al no intentar sugerir una teoría de cómo funciona el universo físico. Otro ejemplo es Salmo 58:8 que compara al malvado con “caracoles que se disuelven y se hacen baba” (NTV). Esto describe poéticamente la apariencia del caracol, pero un caracol no se disuelve literalmente al moverse, sino que secreta una película mucosa sobre la cual viaja.
Un ejemplo similar es lo que sucedió en 1846, en Topsham, Maine. Allí, Elena de White tuvo una visión sobre los “cielos que se abren”. En la reunión estaba presente Joseph Bates, capitán de navío, navegante y astrónomo aficionado, que creía que Elena de White era una cristiana sincera, pero que sus visiones eran simplemente el producto de sufrir de mala salud por tanto tiempo. Esta visión cambió su opinión porque, mientras estaba en visión, ella describió varios planetas. Ni durante la visión ni en ningún momento posterior, ella identificó por nombre qué planetas había visto. Sin embargo, su descripción fue lo suficiente exacta como para que Bates identificara los planetas y expresara su asombro de que la cantidad de lunas que ella atribuía a cada planeta representaba exactamente los últimos descubrimientos de Lord John Rosse, un importante astrónomo británico de la época. Durante la visión, Elena de White dio información que ella no conocía previamente, pero que Bates reconoció que concordaba con el conocimiento más reciente en astronomía; a causa de esto, él se convirtió en creyente en el origen sobrenatural de las visiones de ella (Bio 1:113, 114). Respecto de la exactitud científica de la visión, el desarrollo de telescopios más poderosos condujo al descubrimiento de lunas adicionales para cada uno de esos planetas; pero, si la visión hubiese revelado detalles que la ciencia descubriría recién en el siglo XXI, Bates no podría haber reconocido su exactitud. Este es un ejemplo de información que, según parece, no habría podido lograr su propósito si hubiera sido demasiado avanzada para el conocimiento disponible en el momento en el que fue dada.
Tercera premisa: Diferenciar entre principios y explicaciones
En algunas situaciones, parece ser útil diferenciar entre principios y explicaciones. Los principios expresan la voluntad de Dios respecto de los seres humanos; por lo tanto, los principios son tan perdurables como la naturaleza humana, aunque las explicaciones históricas sean expresadas en formas de pensamiento y de lenguaje adaptadas a la época en que la instrucción es dada. Por ejemplo, la Escritura a menudo describe causas y efectos físicos en términos de pecado y de castigo (ver Éxo. 15:26; Rom. 1:27; 1 Cor. 6:18; Heb. 2:2). Así, en Éxodo 15:26, la redacción precisa podría sugerir que Dios enviaba las enfermedades de los egipcios como castigo por su desobediencia, y que la sanación de la enfermedad es una recompensa divina por la obediencia. Pero la ciencia moderna afirma fuertemente que la obediencia o la desobediencia a las leyes de la salud tienen una relación directa de causa y efecto con la incidencia de la salud o de la enfermedad. De la misma manera, en Levítico estaba absolutamente prohibido, bajo pena de muerte o de destierro, el consumo de grasa o de sangre animal (Lev. 3:17; 7:23-25). Comer la carne de ciertas especies, incluyendo el cerdo, también estaba prohibido (Lev. 11:4-8). La explicación dada era simple: “Los tendréis por inmundos” (vers. 8), y deben ser evitados para que “no hagáis abominables vuestras personas [...] “ni os contaminéis con ellos” (vers. 43). El principio era: “Seréis santos, porque yo soy santo” (vers. 44). Ese principio de santidad todavía es válido aunque, hoy, muchos podrían no pensar en la salud física como un aspecto de la santidad. Sin embargo, cuando estos principios fueron reiterados a través de Elena de White en el siglo XIX, ella enfatizó las consecuencias para la salud (una explicación científica) como motivo convincente para no consumir grasa animal, ni sangre ni carne “inmunda” (CS 129-131; CRA 418, 438, 439).
Algunos eruditos han sugerido la posibilidad de diferenciar entre instrucción y explicación en algunos escritos de Elena de White sobre salud, basándose en lo que ella dijo sobre el uso de la sal. Ella escribió: “Yo uso un poco de sal, y siempre lo hago porque, por la luz que Dios me ha dado, sé que este artículo, en lugar de ser deletéreo, es en realidad esencial para la sangre. No conozco cuál es la razón de este asunto, pero le doy la instrucción como me ha sido dada” (CRA 382). Aquí ella diferencia entre la “instrucción” y “los porqués”, o entre la instrucción y la explicación.694
La investigación de Don S. McMahon indica que, aunque los avances en el conocimiento científico no confirmaron todas las explicaciones de Elena de White, esos mismos avances produjeron una acumulación continuamente creciente de apoyo a los principios de su instrucción básica.695 Ya se demostró que Elena de White no declaraba infalibilidad. Por esa razón, ella no creía que la revelación que recibía por medio de visiones le diera autoridad inspirada a cada elemento de conocimiento común que ella citaba en apoyo de esa revelación (ver Ms 107, 1909, en MS 1:44-46).
Doce declaraciones que pueden incluir datos de conocimiento común
En varios de los doce temas que consideraremos aquí, Elena de White claramente está usando información obtenida de fuentes comunes, en las cuales “no hay nada para inducir a la mente a creer” que ella la recibió “en una visión del Señor” (MS 1:44). Cuatro de las doce declaraciones (1, 2, 3 y 7) fueron hechas durante 1871 cuando, para ayudar a su esposo que tenía exceso de trabajo, ella aceptó estar a cargo de un “departamento” (columna) de Health Reformer y proporcionar cierta cantidad de material relacionado con la salud para que fuera publicado cada mes. En estos artículos, para ilustrar y reforzar los principios de salud que estaba enseñando, Elena de White recurrió a materiales de sus viajes, de su experiencia personal y de publicaciones de salud contemporáneas. Es evidente que algunas de sus declaraciones son una combinación de instrucción basada en visiones, y de explicaciones que obtuvo de publicaciones contemporáneas y que ella agregó porque, en ese momento, daban fuerza y credibilidad adicionales a la instrucción. Esta interpretación es congruente con el reconocimiento del crecimiento espiritual e intelectual del profeta. Por lo tanto, basados en las premisas precedentes, podríamos esperar encontrar principios revelados de valor duradero, combinados con explicaciones que tenían sentido y daban motivación para los lectores a quienes, originalmente, les fue dado el consejo.696 Como se indicó al principio de este artículo, las doce declaraciones serán consideradas en tres grupos.
Primer grupo, declaraciones 1 a 4: buenos consejos en el momento en que fueron hechas
El primer grupo de declaraciones incluye las que eran buenos consejos en el momento en que Elena de White las hizo, y todavía serían buenos consejos si aún prevalecieran las mismas condiciones. Esta categoría incluye sus advertencias sobre pelucas, cosméticos tóxicos, los efectos de corsés “cintura de avispa” y posibles problemas con el queso.
Declaración 1. Pelucas mortales: “El cabello artificial y las almohadillas que cubren la base del cerebro calientan y excitan los nervios espinales” produciendo “congestión” en el cerebro, pérdida del cabello natural y aun locura (HR, 10/1871). La fabricación de pelucas en 1871 era muy diferente a la de hoy. Mientras las pelucas de hoy son de material liviano, con una base de tejido abierto que permite que el cuero cabelludo respire, las pelucas de la época de Elena de White eran de materiales pesados (cabello natural, algodón, césped marino, musgo español, etc. [HR, 7/1867]) y, en vez de ser livianas y elásticas, eran tan ajustadas que cortaban la circulación, concentraban el calor corporal en la cabeza y atrapaban la transpiración, todo lo cual producía dolores de cabeza persistentes, según un médico que Elena de White citaba en su artículo.
Cuando el material usado era yute, se presentaba un peligro adicional. El yute alojaba insectos pequeños (bichos del yute) que excavaban debajo del cuero cabelludo del usuario. Elena de White cita otra vez a un médico contemporáneo que aconsejaba en contra de usar “postizos, o yutes, o rodetes, porque crían sabandijas pestilentes que alimentan su vida drenando los vasos sanguíneos pequeños del cuero cabelludo” (HR, 10/1871). Un “postizo” de cabello era un término genérico para designar una peluca que podía estar hecha de distintos materiales. Por “yutes”, se entiende “postizos de yute”, pelucas hechas de la cáscara oscura, fibrosa, del yute (HR, 1/1871). Los “rodetes” podían estar hechos de cabello humano, de origen local o importado (HR, 7/1867).697 El médico citado por Elena de White creía que la construcción de la peluca, que era muy ajustada y concentraba el calor, representaba un riesgo mayor para la salud que la posibilidad de los insectos (HR, 10/1871). Otro peligro de las pelucas era el cabello humano recolectado de víctimas de la plaga en China y después enviado, a través de Hong Kong, hasta Nueva York, donde se fabricaban los “postizos”, o sea, las pelucas. Se suponía que los procesos de hervido y de remojo en químicos eran suficientes para matar los microbios portadores de la plaga, excepto que el cabello sucio y el limpio eran “mezclados completamente” en los talleres y “pasaban por los mismos cepillos”.698
En este artículo no hay indicación de que Elena de White recibiera una visión específica sobre los efectos en la salud de las pelucas del siglo XIX. Es evidente que ella extrajo sus ideas de los principios bíblicos de salud (1 Cor. 6:19, 20; 10:31) y modestia (1 Tim. 2:9; 1 Ped. 3:3), del “panorama general” de la salud que le fue presentado en visión y de los escritos de otros autores sobre el tema.699 Cualquiera que sea el nivel de precisión en los detalles de la descripción de Elena de White o en los informes del médico que ella citó, su instrucción de evitar esas pelucas tenía mucho sentido en ese momento. Usar pelucas afectaba negativamente la salud y la felicidad de los que las usaban.700
Declaración 2. Cosméticos tóxicos: “Muchos perjudican ignorantemente su salud y ponen en peligro su vida usando cosméticos. Roban a las mejillas el brillo de la salud y después, para suplir la deficiencia, usan cosméticos. Cuando se acaloran en la danza, el veneno es absorbido por los poros de la piel y es arrojado a la sangre. Muchas vidas han sido sacrificadas por este medio solamente” (HR, 10/1871).
En apoyo de su advertencia en contra de los cosméticos tóxicos, Elena de White cita otra vez a un médico que describe la moda contemporánea de las mujeres de pintarse la cara con esmalte o laca para darle a la piel la apariencia de “porcelana fina”. Cualquiera que haya sido la supuesta apariencia de moda, el médico declaraba que “las semillas de la muerte o de la parálisis” están “ocultas en cada frasco y vasija de esas mezclas”, causando enfermedades graves, parálisis repentina y aun la muerte. La descripción sugiere que se trataba de un cosmético basado en plomo y los síntomas descritos son los del envenenamiento agudo con plomo.701 El médico continúa: “Algunos que los usan tendrán una grave enfermedad repentina; y al recibir una advertencia en privado del médico de familia, dejarán de usar la causa de su trastorno y, al recuperarse, irán por la vida con una tez en extremo mala” (ibíd.). “Otros caerán repentinamente, con sus rasgos torcidos hacia un lado y quizá privados del uso de sus extremidades. Otros morirán directamente, sin que alguien sepa por qué” (ibíd.).702
El plomo, un elemento altamente tóxico, se usaba a menudo como ingrediente en los cosméticos.703 El envenenamiento con plomo causa neuropatía periférica (como pie caído y muñeca caída) y trastornos del sueño.704 Según Julian Chisholm, experto en envenenamiento con plomo, los síntomas iniciales son irritabilidad, dolor de cabeza y náusea.705 Se ve, entonces, los síntomas citados por Elena de White eran completamente típicos del envenenamiento con plomo.
En la década de 1870, no había ninguna agencia gubernamental para controlar la industria de los cosméticos. Elena de White misma fue envenenada al aplicar un revitalizador capilar a la cabeza calva de su esposo (ibíd.). Mayor evidencia de que su consejo era práctico es el hecho de que, aun con supervisión gubernamental, los cosméticos todavía contenían venenos peligrosos a finales del siglo XX. En 1988, una investigación del congreso estadounidense dirigida por el congresista Ron Wyden descubrió que “de los 3.000 químicos más comúnmente usados” en la industria de los cosméticos, “más de un tercio son tóxicos”. De estos, “de 314 se informa que causan mutación biológica, de 218 se informa que causan complicaciones reproductivas, 778 pueden causar toxicidad aguda, de 146 se informa que causan tumores, y de 376 se informa que causan irritación de la piel y de los ojos”.706 Actualmente, la industria de los cosméticos está cambiando, pero todavía se usan ingredientes dañinos.707
Declaración 3. Corsés “cintura de avispa”: “Algunas mujeres tienen cintura pequeña natural. Pero, en vez de considerar tal forma como hermosa, se debe ver como defectuosa. Esta cintura de avispa puede haber sido transmitida por su madre como resultado de su indulgencia en el hábito pecaminoso de usar corsé ajustado y como consecuencia de respiración imperfecta” (HR, 11/1871; la cursiva fue añadida). Unas pocas líneas después, ella cita un periódico contemporáneo, The Household: “Una mujer dice: ‘Pero mi cintura es delgada por naturaleza’. Ella quiere decir que heredó pulmones pequeños. Sus ancestros, algunos más o menos, comprimieron sus pulmones de la misma manera que nosotros y esto se convirtió en ella en un caso de deformidad congénita” (ibíd.).
La denuncia implacable de Elena de White de la moda del siglo XIX de “ajustar bien” el abdomen femenino para producir una “cintura de avispa” tiene todo el apoyo de la evidencia actual, pero la idea de que esas deformidades adquiridas se puedan transmitir genéticamente es completamente incongruente con el conocimiento científico de la mayor parte del siglo XX. Sin embargo, la segunda declaración sobre la posibilidad de que los “pulmones pequeños” los “heredó” como “deformidad congénita” no es de su pluma, sino que es una cita de un periódico contemporáneo. La expresión propia de Elena de White no llega a una afirmación plena. Ella comenta: “Esta cintura de avispa puede haber sido transmitida por su madre”. La palabra “puede” indica su incertidumbre sobre la confiabilidad de la fuente contemporánea que citó.
Como otra ilustración de los males causados al abdomen femenino por el uso corsé ajustado, Elena de White citó el informe de otra publicación contemporánea, Home and Health. En un hospital destacado de París, Francia, un médico conocido internacionalmente, el Dr. Gilbert Breschet, examinó a una paciente de 18 años. La niña tenía, en el lado derecho de la garganta, algo que Breschet llamó un “tumor de tamaño variable” que llegaba “desde la clavícula hasta la altura del cartílago tiroideo. Cuando se lo presionaba hacia abajo, desaparecía por completo; pero, apenas se quitaba la presión, era indoloro, blando y elástico. Se observó que era más grande cuando el pecho estaba muy ajustado por corsés. [...] A la pobre niña le habían ajustado el corsé tan fuerte”, decía Home and Health, que sus pulmones estaban aplastados fuera de su posición natural y estaban “forzando su camino al costado del cuello” (HR, 12/1871). Por la descripción parece obvio que su estado no era lo que hoy se llamaría un “tumor”, sino un saco lleno de aire producido por la restricción extrema de los pulmones. Elena de White no hace ninguna clase de comentario de este informe. Simplemente lo cita como un ejemplo de los males de usar corsés ajustados.
El propósito de Elena de White para escribir sobre este tema era advertir a sus lectores que usar corsé ajustado constreñía los pulmones y desfiguraba el cuerpo humano. En esto tenía razón. En apoyo de su mensaje, cita autoridades contemporáneas, pero permanece tentativa sobre ciertas afirmaciones, como la posibilidad de heredar una “cintura de avispa”.
Durante el siglo XX, la ciencia rechazó la posibilidad de que las características adquiridas pudieran ser transmitidas a la descendencia; sin embargo, ahora esta posibilidad está recibiendo interés renovado porque “estudios en el campo de la epigenética resaltaron la posible herencia de rasgos conductuales adquiridos por la generación previa”.708
Declaración 4. Peligros de comer queso (ver también *queso): “Jamás se debiera comer queso” escribió Elena de White en 1868, en su primera mención del tema (TI 2:62). Su última mención del queso (en 1905) decía: “El queso merece aún más objeciones [que la mantequilla]; es absolutamente impropio como alimento” (MC 232). Para entender por qué ella escribiría una declaración así, es necesario considerar distintos factores históricos.
Quizás el aspecto más relevante de la tecnología estadounidense del queso, para el comentario de Elena de White, era la dificultad de detener el proceso de envejecimiento a fin de evitar que el queso se echara a perder una vez que estuviera “maduro”. Curt Wohleber informó que, en el siglo XIX, las ventas y el consumo de queso en los Estados Unidos estaban muy por detrás que los de Europa, por una sencilla razón: el queso de Estados Unidos se echaba a perder tan rápido en el estante de la tienda de comestibles que los consumidores, a menudo, se enfermaban por comerlo. “Incluso un maestro quesero no podía producir de manera consistente lote tras lote de alta calidad”, y la producción casera de queso era aun más errática. No fue hasta 1916 –el año después de la muerte de Elena de White– que James L. Kraft recibió la primera patente estadounidense de un proceso que daba al queso, virtualmente, vida útil indefinida. “Los primeros avisos exageraban el valor nutritivo de los quesos Kraft, una forma sutil de decir que no darían intoxicación alimentaria”.709 Esta historia explica bien el consejo de Elena de White de que la sustancia comúnmente conocida como queso en los Estados Unidos del siglo XIX era realmente “impropia como alimento”.
Otro factor que condicionaba el consejo de Elena de White sobre el queso era el estado insalubre de la producción de leche de su época. Las centrales de leche tenían fama de ser antihigiénicas; la enfermedad desenfrenada de las vacas se transmitía a la leche y al queso, y todos estos problemas eran empeorados por la falta de refrigeración.710 La pasteurización (calentar la leche a cierta temperatura para reducir la contaminación microbiana) no estuvo disponible a nivel comercial hasta 1882 y pasaron algunos años antes de que los queseros descubrieran cómo integrar la pasteurización en la fabricación del queso sin interferir con la fermentación que es integral para el proceso de producción.711
En ese contexto, la palabra “queso” sin adjetivos calificativos se refería al queso amarillo común que, sin el proceso de pasteurización, progresaba rápidamente de maduro a rancio. Elena de White mencionó que aceptó, en raras ocasiones, un poco de queso maduro cuando se lo servían, pero aseguró: no “pienso hacer del queso [maduro] un elemento de la dieta, mucho menos comprarlo” (MR 15:246 [1873]; cf. MS 3:338 [1881]; MI 5:409 [1901]; CRA 546 [1903]). En contraste, ella consideraba los quesos sin madurar –el queso fresco y el queso untable– como alimentos saludables que servía regularmente en su propia mesa.712
Cuando se traducía El ministerio de curación al alemán, en 1906, los traductores escribieron a Elena de White pidiendo que aclarara su declaración de que el queso es “absolutamente impropio como alimento” (MC 232). ¿Condenaba todos los quesos sin excepción? En respuesta, ella los autorizó a sustituir la palabra “queso” en inglés con la frase “queso fuerte” y a omitir completamente la frase “es absolutamente impropio como alimento”. Así, ella aclaró su intención de limitar su crítica a cierta categoría de queso. La explicación de William C. White confirma que la descomposición era, por lo menos, parte del problema. “Si fuerte no es el término que ustedes usan [en alemán] para designar el queso común en venta, que es viejo y lleno de veneno, por favor, desígnenlo por el término apropiado”. Siguiendo su consejo, los traductores escribieron: “No se debe comer queso fuerte, ácido”.713 Ella también aconsejaba la moderación, el sentido común y el respeto por la conciencia de cada persona (CRA 220, 229, 230, 391, 392).
En resumen, las advertencias de Elena de White contra el queso se las debe leer en el contexto de la época y las circunstancias bajo las cuales fueron dadas. Lo que ella escribió fue un buen consejo general para la época en la cual lo dio. El queso todavía puede ser alto en proteína animal, en grasa saturada, en colesterol y en sal. Además, los compuestos de tiramina en el queso maduro pueden desencadenar reacciones alérgicas, hipertensión o efectos psicotrópicos en las células cerebrales, todos los cuales se alivian cuando se quita el queso de la dieta.714
Irónicamente, los avances tecnológicos que resuelven los problemas de contaminación y descomposición han conducido a un aumento óctuple en el consumo de queso per cápita, que ahora promedia más de 13,61 kilos (30 libras) por persona por año en Norteamérica.715