Kitabı oku: «Guillermo Buitrago: Precursor de la música vallenata», sayfa 2

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Agradecimientos

Estos esfuerzos, que vuelvo a organizar después de muchos años, se publican gracias al empeño de Joaquín Viloria De la Hoz, quien insistió en que mi texto sobre Buitrago reclamaba otra edición; a la Universidad del Magdalena, que puso a disposición su equipo editorial en cabeza de Jorge Elías; a Clinton Ramírez, quien con paciencia y cariño corrigió esta nueva edición. También a la joven Lorena Lacera, quien con dedicación y paciencia trascribió el libro completo para esta edición.

Muchas gracias

Capítulo I
Ciénaga
El nido de El Jilguero

Ciénaga está situada sobre una inmensa planicie salitrosa, en un valle fértil, circunscrito al norte por el mar Caribe y el río Córdoba, al este por las estribaciones de la Sierra Nevada, al oeste por la laguna del Pueblo Viejo y la gran albufera llamada Ciénaga Grande y al sur por el río Frío. Goza de una localización privilegiada. Dista veintiocho kilómetros de Santa Marta, setenta de Fundación y sesenta de Barranquilla, la capital de la región Caribe de Colombia. El Centro Histórico y algunas de sus edificaciones son Monumento Nacional desde diciembre de 1994. En la Plaza del Centenario están situados la Iglesia San Juan Bautista, el palacio de gobierno y el templete: estos últimos construidos en las primeras décadas del siglo XX, en pleno esplendor del negocio bananero (Correa, 1996). La Plaza del Centenario, con el templete en el centro de su estrella masónica, fue diseñada y construida para celebrar los cien años de vida republicana del país.

En esta población, en 1920, nació Guillermo Buitrago. Ciénaga era para esta fecha la capital del lucrativo negocio del banano y vivía un acelerado proceso de crecimiento urbano, demográfico y comercial.

El auge del banano favoreció una masiva inmigración tanto de extranjeros como de colombianos de otras regiones del país, atraídos por el dinero y los espejismos del banano. Se empezaban a sentir, sin embargo, los malestares del monopolio bananero de la United Fruit Company entre pequeños propietarios, colonos, comerciantes y obreros que, luego de varios intentos de huelgas, desembocó en la Masacre de obreros de 1928, ocurrida en la plaza de la estación del ferrocarril, acontecimiento que el niño siguió en las voces y los temores de mayores y vecinos.

En este ambiente de crecimiento y tensiones llega el padre de Buitrago a Ciénaga, en donde conocerá y desposará a la madre del futuro compositor y cantante. Su niñez y adolescencia las vivió, pues, en una ciudad que se caracterizaba por contar con varios periódicos, compositores, músicos y poetas, algunos de renombre como Gregorio Castañeda Aragón, el Poeta el Mar. Un ambiente sin duda favorable para el desarrollo artístico de un muchacho de sus aspiraciones y que encontró en las emisoras, fundadas a principios de los años treinta, una valiosa plataforma de lanzamiento.

Un lugar llamado La Manglaria

La Manglaria era un amplio playón del barrio Carreño adonde en el pasado llegaban a descansar pescadores y cortadores de leña, luego de extenuantes jornadas en los caños de la Ciénaga Grande y en sus selvas de mangles. Allí, al amparo de enramadas y ranchos improvisados, el barrio creció al establecerse en sus predios obreros del banano, empleados del ferrocarril y trabajadores del puerto fluvial que permitía el comercio y tráfico de pasajeros con la pujante Barranquilla.

Quedaba al sur de la ciudad, al final del viejo callejón Olivo (Carrera 6) con la calle 24, y debía el nombre a la gran cantidad de mangles que había en el lugar. Era el más musical de los barrios de Ciénaga: lugar de cumbias y festejos.

Toda una larga lista de importantes músicos vivía allí o se reunía en el sector. Algunos de ellos fueron: Enrique Álvarez, Juan Martínez, José Rosario Caguana, Gustavo Rada, el profesor Marcos Guillot Sánchez, Esteban Montaño, Manuel Yépez, Agustín Polo, Tomas Fandiño, Abelardo Carbonó Lobo, José Rodríguez, Leopoldo Sierra, el maestro Jorge López Palmarini, Santiago Padilla. Algunos vivían allí y eran humildes pescadores.

Gustavo Rada, por ejemplo, es el autor de “La araña pelúa”, cuya anécdota central sucedió durante un agasajo en su casa y a la que asistió Buitrago. Esteban Montaño, oriundo del vecino municipio de Puebloviejo, es el autor de la letra de “La cumbia cienaguera”, del paseo “Por ella”1 y sería uno de los rivales musicales de Buitrago, con quien sostuvo varias piquerias en un teatro de la ciudad. Buitrago le grabó el paseo “Buitrago me tiene un pique” y el merengue “Las contradicciones”.

La idea de La Manglaria, como nombre para el barrio, nació gracias al poeta Armando Torregrosa Pérez, quien un día, al calor de unos tragos y entusiasmado con aquellas reuniones de músicos, exclamó: “¡Ahí tenéis La Manglaria! ¡Viva La Manglaria!” A lo que todos contestaron: “¡Viva La Manglaria! ¡Viva La Manglaria!”.

Buitrago, como buen amante a la música, una vez conoció el lugar, empezó a frecuentarlo. El barrio fue significativo para la música de la región y para Buitrago. Algunos conocedores, ganados por el estilo musical de Buitrago, coincidían en afirmar que su llamativo estilo al componer e interpretar le debía mucho a la alegría y el picante de los músicos de La Manglaria.

La Manglaria fue, en todo caso, un sector muy importante para la música popular de Ciénaga y la de Guillermo Buitrago en especial: música sencilla, alegre, con ritmo que se componía casi de oído y con una letra auténtica, llena de gracia, en la que se relataban hechos de la vida cotidiana.

César Castro Hernández, músico y compositor cienaguero, en homenaje al popular barrio sureño de Ciénaga, compuso, en ritmo de paseo, un tema de nombre homólogo, cuya letra transcribo:

La Manglaria

En la región sur de este municipio

se encuentra allí una zona que la llaman La Manglaria

unos me dicen yo preparo mi atarraya

para buscar lo que solicito.

Entonces cantemos a La Manglaria

a esta zona que es muy linda de adornarla

cantaremos todos emocionados, tocaremos con toda la alegría

y tocaremos armonía para este suelo idolatrado.

Por allá juntico está el barrio de los pescadores

que al atardecer se marchan complacidos

cuando está muy lejos se escuchan los rumores

de ese mar que vive embravecido.

Cantaremos todos emocionados

tocaremos con toda la alegría

y tocaremos armonía

para este suelo idolatrado.

Carlos Matheus es un mozo inteligente

Armoniza entre nosotros la música en la guitarra

nos dice que llevará en su mente

que llegue a la meta La Manglaria.

La ciudad de los pianos y las guitarras

Buitrago nació y creció en una ciudad en franco crecimiento, con una rica tradición cultural y musical asentada, reconocida en la región y el país (Caneva, 1998). Nace en una ciudad con destacados compositores y músicos como Eulalio Meléndez (el célebre autor de la música del Caimán y de “La piña madura”), Dámaso Hernández y Andrés Paz Barros: compositor de la famosa “Cumbia cienaguera”, a quien trató y de quien interpretó, entre otras piezas, el paseo “Dame tu mujer José”, inspirado en un motivo pícaro sucedido a un amigo2 de Paz Barros en Sevilla, trabajador de la United Fruit Company.

Esta tradición empezó a forjarse medio siglo antes de nacer el músico y es fácil de rastrear cuando se estudian los antecedentes musicales de Eulalio Meléndez, quien aprendió a tocar piano bajo la tutela del músico José C. Alarcón, padre del gran pianista colombiano Honorio Alarcón. Meléndez, que murió en Ciénaga en 1916, a la edad de setenta años, es el autor de una canción que Buitrago haría famosa, “La piña madura”, que compuso en 1881, con motivo del agasajo que la sociedad de Ciénaga le ofreció al ingeniero, político y novelista Jorge Isaac, que investigaba la existencia de minas al sur del municipio. Meléndez, quien dirigió bandas en distintos puntos de la región y creó una escuela de música en Ciénaga (en 1906), compuso la emblemática pieza “El helado de leche”, especie de himno de la sociedad samaria. Paz Barros, alumno y seguidor de Meléndez y sus hijos, pondrá a disposición de Buitrago temas suyos a los que éste, con fino instinto musical, les mejoró las letras o les puso letras y grabó, como sucedió con la canción “Por el amor de Claudia”, en cuyos arreglos Paz participó y cuyo título inicial era “De Ciénaga a Santa Marta”, según el músico le comentó al investigador Guillermo Henríquez Torres a principios de los años setenta del siglo pasado.

Esta tradición cultural y musical de Ciénaga es la que Buitrago canaliza y catapulta de manera intensa en el último lustro de los años cuarenta. Esta tradición musical culta y popular a la vez, con el piano y la guitarra como instrumentos nucleares, explica que en Ciénaga haya habido un gran aprecio por la música y hasta una academia dedicada a formar músicos en los años veinte y treinta del siglo XX, institución en la que estudió un muchacho humilde, zapatero de oficio, Andrés Paz Barros: músico de pentagrama, como también lo fue Dámaso Hernández, quien llegó a ser subdirector de la Banda de Música de la Policía del Atlántico. Ciénaga era, ciertamente, la ciudad de los espejismos y los pianos, que tocaban por igual hombres y mujeres de las familias pudientes3, enriquecidas en el comercio y en los cultivos y explotación de la madera, la caña de azúcar, el tabaco y el cacao, mucho antes de la aparición y la hojarasca del banano, a finales del mismo siglo. Era también una ciudad de guitarras y de destacados guitarristas, la mayoría de ellos de origen popular, pero de sólida formación. Esta tradición la mantuvieron viva, andando el siglo XX, hombres de la talla de Efraín Burgos García4 (Burgos, s.f.) y agrupaciones como el Trío Cienaguero, para mencionar un trío con una vigencia de más de medio siglo: sobresalientes continuadores de la música de Buitrago y espejos de las posteriores generaciones de artistas de este instrumento.

1. La letra de esta canción pertenece al poeta y educador de Tasajera (Pueblo Viejo) Santiago Montaño Castro.

2. Un gringo de la empresa bananera, enamorado de la mujer del amigo de Paz Barros, se la solicita a su subalterno a cambio de una supuesta deuda monetaria. Buitrago transforma la letra, aunque deja, según Paz le explicó a Guillermo Henríquez (1970), el nombre del amigo: José.

3. Una de ella es la célebre Juanita Monsalvo, quien, en 1865, a los dieciocho años, migró a Valledupar, donde enseñó solfeo y piano a los hijos e hijas de la élite. Ella dio origen a una rica tradición de músicos y compositores, como reconoce un bisnieto suyo, Efraín Quintero Molina, en crónicas aparecidas en el diario El Pilón de Valledupar en fechas recientes (2020).

4. Efraín Burgos fue uno de los grandes ejecutantes de la guitarra en su tiempo. Hizo vida europea en la segunda mitad de los años sesenta. Se presentó varias veces en el Teatro Olympia de París, ciudad donde vivió. Es el heredero de una tradición de reconocidos guitarristas cienagueros: José y Domingo Mazilli Ribón, Alfonso Cayón, Marcos Guillot Sánchez, José Hilario Castro, Santiago Padilla, Hispano Góngora y Efraín González. Fue alumno de Andrés Paz Barros a finales de los años cincuenta. Murió en Ciénaga, en 1995, ciudad en donde naciera en 1938. Actuó en las orquestas de los Hermanos Martelos y en la Tropibomba, entre otras agrupaciones. Muy joven, en Girardot, conoció al bolerista colombiano Tito Cortés, con quien anduvo de gira un corto tiempo.

Capítulo II
La familia de Buitrago
Los padres de Buitrago

Los padres del cantor cienaguero fueron Roberto Buitrago Muñoz y Teresa Mercedes Henríquez de la Hoz. Roberto era oriundo de Marinilla (Antioquia), hijo de Guillermo Buitrago y Dolores Muñoz, ambos de Marinilla.

Como buen paisa, fue inquieto, trabajador y andariego. Era un comerciante que recorría los pueblos de Colombia ofreciendo sus productos y negociando otros; de esta manera, viajando de un lado para otro, negociando artículos, llegó a Ciénaga, donde conoció a Teresa Mercedes Henríquez de la Hoz, de la que se enamoró perdidamente. Teresa, la madre, era hija natural de Jacobo Henríquez Ricardo y Gregoria de la Hoz Avendaño. Contrajeron matrimonio en la parroquia San Juan Bautista, de Ciénaga, el 15 de junio de 1916, ceremonia que celebró el padre José María del Castillo, siendo testigos del matrimonio Julio C. Morán y Manuel Charris.


Foto: Roberto Buitrago Muñoz y Teresa Mercedes Henríquez, padres de Guillermo.

Inicialmente vivieron en la casa de la señora Gregoria, madre de Teresa Mercedes, a quien cariñosamente le decían La Niña Yoya. La casa, grande y de techo de paja, se caracterizaba por tener unas inmensas puertas y enormes ventanales. Estaba ubicado en la antigua calle Santander y el callejón Santa Marta.

En esa casa nació el 1 de abril de 1920, un niño llamado Guillermo de Jesús Buitrago Henríquez, quien fue recibido por María Álvarez Laiseca, una de las parteras tradicionales y de confianza que había en aquel tiempo en Ciénaga. También nacieron allí otros hermanos del músico: Socorro, Alba Luzmila, Lola, Edith, Gregorio y Helda Cecilia, todos recibidos y atendidos por María Álvarez Laiseca.

Guillermo fue bautizado en la parroquia San Juan Bautista de Ciénaga por el padre Guillermo Gerardino, el 29 de septiembre de 1920, a los cinco meses de nacido. Sus padrinos fueron Óscar González Aycardi y Carmen Isabel González.

En la casa de la abuela vivieron muchos años, hasta cuando la familia perdió la casa a raíz de una deuda contraída con Carlos Medina Rojas. Se pasaron entonces, en calidad de arrendatarios, a una casa de la calle Nueva con el callejón de las Flores, propiedad de Julia Muñoz de Ebratt. Esta edificación era una casa de madera, grande también, techo de zinc y un enorme alar. Allí vivieron mucho tiempo.

Vivencias de Roberto Buitrago Muñoz en Ciénaga

Son pocas las noticias que pueden rescatarse del padre de Guillermo. Según Ana Rosa Díazgranados, vecina de ellos, “el cachaco Buitrago era un tipo serio, meticuloso, callado, un poco alto, de contextura gruesa, buenas facciones y trabajador...”. Trabajó inicialmente el negocio de Agapito Clavería, “un español que llegó a Ciénaga en 1914, donde abrió una tienda, grande y muy surtida, en el viejo caserón de los Barrancos , en la esquina de la calle Santander con el callejón Popayán, donde funcionó, a finales del siglo pasado, una factoría tabacalera...”, recuerda Ana Rosa.

Agapito Clavería, el patrón del padre de Buitrago, trasladó el negocio a otra esquina de la calle Santander, pero con el callejón Bucaramanga. A un costado de la tienda, en la misma edificación, fijó su residencia el famoso comerciante español. “Lo recuerdo como si fuera hoy –dice Ana Rosa- porque mi yerno, Benjamín Arza “Mincho Arza”, casado con mi hija Rosa Jimeno, también trabajaba con el cachaco Buitrago en la tienda de Agapito Clavería. Trabajaron con él también Juan González Aragón, Cayetano Polo y Rafael Vélez”.

Albertina Locarno Pumarejo nos cuenta a su vez otras vivencias del padre de Guillermo Buitrago. Cuando fui a visitarla a su casa, en Ciénaga, me recibió atenta como siempre y con un tinto deliciosamente preparado por ella. “Sí, yo fui amiga personal de Yoya y de Teresa”, abuela y madre, respectivamente de Guillermo. “Roberto Buitrago atendió un llamado del entonces gerente de la Santa Marta Railway Company Limited, míster George Maherj, El Cuáquero, apodo que le puso Francisco Eliécer Locarno Sarco, mi padre, para que se vinculara a la compañía”, recordaba.

Míster Maherj era un masón inglés, miembro de la logia de Boston, que fue gerente de la compañía hasta 1932. Estaba casado con una señora de nombre Zulma. Después se fue para su tierra y no se supo más de él.

Míster Deudney, superintendente del tráfico, nombró a Roberto Buitrago jefe de la estación de Sevilla. Buitrago se relacionó, entonces, con Alejandro Castañeda Lozano, jefe de la estación de Ciénaga, además de Pedro Bonett Camargo, esposo de Albertina, que era el telegrafista.

El papá de Guillermo Buitrago, ya nombrado jefe de la estación de Sevilla, se trasladó con la familia a dicha población, donde les tocó presenciar y soportar en todo su rigor, los sucesos de la huelga de las bananeras, en 1928. Al año siguiente, septiembre de 1929, ocurrió algo doloroso, lamentable e inesperado: Roberto Buitrago abandonó a la familia, se fue de Ciénaga y no regresó más. Nunca se supo qué pasó o por qué lo hizo.

Guillermo tenía nueve años cuando el padre se fue; la mayor tenía trece años y la menor apenas había nacido.

Supieron que regresó a Marinilla, su lugar de origen, y que después se radicó en Ibagué. Nueve años más tarde, en 1938, Guillermo viajó a Medellín y llegó a Marinilla, donde le informaron que Roberto estaba en Ibagué. Viajó, entonces, a la capital del Tolima. Allí estuvo con él algunos días. Regresó con la noticia de haberlo visto, pero la felicidad duró poco, porque un año después, Roberto falleció en Ibagué, víctima de un infarto cardiaco. Dos años más tarde moriría en Ciénaga, Teresa, la madre de Buitrago, a la edad de cuarenta y cinco años.

Semblanzas y episodios

Del matrimonio de Roberto Buitrago y Teresa Mercedes Henríquez nacieron siete hijos: Socorro, Alba Luzmila, Guillermo, Lola, Edith, Gregorio y Helda.


Foto: Familia Buitrago Henríquez. Guillermo Buitrago aparece en la parte superior, de pie, al lado de sus hermanas Lola y Socorro. Sentada aparece su madre Teresa Mercedes y sus otros hermanos Helda y Gregorio.

Socorro, su hermana mayor, falleció en 1999 en Barranquilla. Lola, la cuarta del matrimonio, murió en Barranquilla a mediados de 2000. Alba Luzmila, la segunda, murió en Ciénaga cuando tenía un año de nacida, en 1919. Guillermo murió de 29 años, en 1949, en su ciudad natal. Edith murió también muy niña, de año y medio, en 1926. Después venía Gregorio, el sexto, murió a los 19 años, en 1947, en Ciénaga. Helda, la última, murió en Tunja, en 1954. Tenía 24 años.

Erlina Cecilia Buitrago Castillo es otra hermana de Guillermo. Su madre fue una tolimense de nombre María Castillo Delgado. Murió en Ciudad de Panamá, donde residía. Se casó con el inglés Daniel Joseph Reid Depass. Erlina no conoció a su padre ni tampoco a sus hermanos, según ella misma manifestaba. De su padre tiene el recuerdo, por información de su madre, que era un señor trabajador, bueno y muy celoso.

A Helda Cecilia, como a su hermano, le apasionaba la música. Era una hermosa mujer, alegre y extrovertida. Cantaba tan exquisitamente que la llamaban La Alondra Cienaguera.

¿Guillermo Buitrago Henríquez o Guillermo Buitrago de la Hoz?

La legislación colombiana estuvo durante muchos años sometida a la legislación canónica, fenómeno que produjo una cierta contradicción entre la realidad social del país y las reglas referentes a matrimonio, filiación y régimen de bienes.

El Concordato de 1888 tenía el grave inconveniente, como toda la legislación canónica, de pretender regular con las mismas disposiciones a todos los católicos del universo, que son necesariamente distintos.

A partir de 1863, en Colombia se hizo obligatorio el matrimonio civil, por lo que el matrimonio católico pasó a ser una simple unión libre frente al poder civil. La filiación natural no existía. Las leyes 57 y 153 de 1887 refrendaron retroactivamente la validez del matrimonio católico.

En vigencia de la Constitución impuesta por Rafael Núñez, en 1887, se pactó un concordato que impuso como obligatorio el matrimonio católico para todos los que profesaron dicho clero.

La Ley 30 de 1888 elevó incluso a causal de nulidad de pleno derecho de un matrimonio civil, la celebración de otro católico por cualquiera de los cónyuges con una tercera persona. Esta disposición rigió hasta cuando se aprobó el nuevo concordato por medio de la Ley 54 de 1924, conocida popularmente con el nombre de la Ley Concha, como reconocimiento al vicepresidente José Vicente Concha. Solamente en 1936, cuando se expidió la Ley 45, pudo decirse que comenzó un verdadero, aunque tímido y discutido, régimen para los hijos nacidos fuera del matrimonio, llamados en ese entonces hijos naturales.

Antes de la Ley 45 de 1936, los hijos no matrimoniales se clasificaban en dos grandes grupos: Hijos simplemente ilegítimos e hijos espurios, bastardos o de dañado o de punible ayuntamiento, los cuales se subdividían en hijos incestuosos, adulterinos y sacrílegos.

El hijo ilegítimo era el nacido de padres que al momento de la concepción no estaban casados entre sí, pero podían casarse válidamente. Hijo espurio o bastardo o de dañado o de punible ayuntamiento, era el nacido de padres que al momento de la concepción, ni estaban casados, ni podían casarse válidamente entre sí. Hijo adulterino era el nacido de personas que, al momento de la concepción, una de ellas por lo menos estaba ligada con vínculo matrimonial. Hijo sacrílego era el engendrado o concebido por religiosos o clérigos. Finalmente, el hijo incestuoso era el nacido de padres ligados por la relación de parentesco que les impedía casarse.

Existía una última clasificación que era la de los llamados hijos mánceres, que se aplicaba a los hijos no legítimos de las meretrices. Es por ello que al hablarse de hijo máncer se hacía relación únicamente a la madre, puesto que según la ley era hijo de soltera o viuda que se prostituye a muchos y cuyo padre es incierto.

La iglesia católica también había recibido el beneficio legal de manejar el estado civil de las personas con base en las actas eclesiásticas de celebración de matrimonios, bautizos y defunciones. Solo a partir de 1938 se dispuso por la ley que el estado civil de las personas podría probarse con las correspondientes partidas de registro expedida por los notarios, los alcaldes y los inspectores de policía en virtud delegación especial y expresa.

Mientras la iglesia católica manejó la prueba del estado civil, los apellidos de los menores bautizados quedaban muchas veces al criterio, al genio, a los caprichos o arbitrariedades, o a los intereses personales del sacerdote que administraba el sacramento.

En muchas ocasiones bastaba con que el sacerdote incluyera el nombre del padre bautizado, para que esté llevará el apellido de su progenitor y de hecho adquiriera un estatus de hijo natural frente a sus parientes y con relación al régimen sucesoral.

En muchas oportunidades el sacerdote se negaba a mencionar el nombre del padre, con lo cual se le asignaban como apellidos al menor, los de su madre o los de sus abuelos maternos. Es por ello que nos encontramos con mucha frecuencia con hermanos y con primos que llevan apellidos completamente distintos, casos que se presentaron con mucha frecuencia en Ciénaga, especialmente en relación con hijos de sacerdotes, que eran supremamente prolíficos.

Buitrago nació en 1920, en pleno dominio de la legislación canónica respecto del matrimonio, la filiación y las pruebas del estado civil. En diversos documentos, tales como la partida de matrimonio de Roberto Buitrago con Teresa Mercedes Henríquez (hija natural de Gregoria de la Hoz), padres del cantor, observamos que se le reconoce a su madre el apellido paterno; sin embargo, a su hijo Guillermo le negaron el apellido de su abuelo y le asignaron después del Buitrago el segundo apellido de su madre, el de la Hoz, mientras que a Alba Luzmila y Helda Cecilia, sus otras hermanas, le reconocen el apellido de su abuelo, asignándoles después del Buitrago, según se puede observar en las partidas de bautismo, el primer apellido de su madre: Henríquez.


Foto: Partida de bautismo de Helda Buitrago, hermana de Guillermo. En este documento se le reconoce el apellido paterno a su madre (Henríquez).

Eso sucedía sencillamente por la arbitrariedad de los sacerdotes encargados de los bautismos y del asentamiento de las partidas correspondientes. Esos abusos no tienen explicación distinta al capricho de los santos sacerdotes que administraban los sacramentos. El verdadero nombre del trovador cienaguero debe ser, según queda visto, Guillermo de Jesús Buitrago Henríquez.

Los curas, respecto de sus hijos, los famosos hijos sacrílegos, es muy probable que no les pusieran sus apellidos por temor a que el obispo los recriminara y los sancionara, asignándoles una parroquia pobre. Aunque de hijos de obispo también está poblado el Magdalena Grande.

Eran tantas las aventuras y romances, tan abundante la prole de muchos sacerdotes, clérigos y obispos, que algunas fueron llevadas al pentagrama por los más connotados autores populares de nuestro medio.

No le falta razón al maestro Rafael Escalona cuando dice que: “Muchas veces la historia del canto es mejor que el canto”. “No es lo mismo escuchar “El Gavilán Cebao” con la idea de que se trata del cuento de un ave rapaz, y oírlo a sabiendas de que este es el relato metafórico de las aventuras eróticas de un cura”.

El cuento se relata a continuación:

Allá en la Sierra viene un gavilán cebao

que es el demonio y el control de las mujeres

le ponen trampas para matarlo

pero él es adivino y entonces no viene.

Levanta el vuelo por las nochecitas

cuando todo el mundo se encuentra dormido

y amaneciendo regresa a su nido

pero entre las uñas trae una pollita.

Ay mujeres pongan cuidado

que viene el gavilán cebao

ay mujeres habrá en el ojo.

porque siempre llega solo

ay mujeres dejen la bulla

ahí viene el gavilán sin plumas.

Por atrevido quisieron matarlo

con una linda polla envenenada

pero él no vino, los dejó burlados

sigue volando sin pasarle nada.

De dos en dos se las está llevando

según se ve no va dejar ninguna

no tiene pico pero tiene mano

y lo más raro es que no tiene pluma.

Ay mujeres pongan cuidado

que viene el gavilán cebado

ay mujeres habrá en el ojo

porque siempre llega solo

ay mujeres dejen la bulla

ahí viene el gavilán sin plumas.

A donde vive el gavilán ahora

eso solamente lo sabe Dios

pero enseguida contará la historia

por los motivos que él se desterró.

De él no gustaba nadie en este mundo

seguramente por su negra fama

se arrepintió de ser un vagabundo

y salió a perderse en la extensión lejana.

Cuenta la gente que al amanecer

lo oyen penando de aquel la´o del cerro

a la hora fija que él alzaba el vuelo

toda la sierra de oye estremecer.

Ay mujeres pongan cuidado

que viene el gavilán cebado

ay mujeres habrá en el ojo

porque siempre llega solo

ay mujeres dejen la bulla

ahí viene el gavilán sin plumas

Más elocuente no puede ser la letra de “El gavilán cebao”. Definitivamente a este eclesiástico le descubrieron más vuelo de gavilán que de religioso.

Ahora vean lo que dice Julio Erazo Cuevas, conocido compositor guamalero, cuando al referirse al mismo tema compuso:

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274 s. 24 illüstrasyon
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9789587463293
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