Kitabı oku: «El ministerio médico», sayfa 5
Peligro de la popularidad
El Dr. ----- no ha quedado satisfecho con una educación superficial, sino que ha aprovechado la mayor parte de sus operaciones para obtener un completo conocimiento del organismo humano y de los mejores métodos de tratamiento de las enfermedades. Esto ha hecho que ejerza una gran influencia. Ha ganado el respeto de la comunidad como hombre de sólido juicio y fino discernimiento, como alguien que razona cuidadosamente de causa a efecto; es muy estimado por su trato cortés e integridad cristiana. Pero hay también en esa institución otros que pueden convertirse en hombres influyentes, dignos de confianza y dotados con poder.
El 23 de noviembre de 1879 se me revelaron algunas cosas referentes a nuestras instituciones y los deberes y peligros de los que ocupan posiciones directivas en ellas. Vi que el Dr. ----- había sido levantado para que hiciera una obra especial como instrumento de Dios; para ser conducido, guiado y controlado por su Espíritu. Tiene que dar cuenta de los derechos de Dios sobre él, y nunca suponer que él es su propio dueño y que por lo tanto puede emplear sus facultades como lo estime más provechoso para sus propios fines. Aunque tiene la intención de ser y hacer lo que es recto, es casi seguro que errará, a menos que sea un constante estudiante en la escuela de Cristo. Su única seguridad yace en andar humildemente con Dios.
Seguridad únicamente por un milagro
Hay peligros que amenazan su camino, y si sale vencedor, ciertamente tendrá un canto de triunfo para entonar en la Ciudad de Dios. Posee firmes rasgos de carácter que necesitarán ser reprimidos constantemente. Si los mantiene bajo el control del Espíritu de Dios, estos rasgos serán una bendición; pero si no lo hace, resultarán en maldición. Si el Dr. -----, quien ahora cabalga sobre la ola de la popularidad no se marea, será un milagro de la misericordia. Si se inclina ante su propia sabiduría, como han hecho muchos en la misma situación, su sabiduría demostrará que era necedad. Mientras se entregue sin egoísmo a la obra de Dios, sin apartarse en lo mínimo de los principios, el Señor lo rodeará con sus brazos eternos y le mostrará que es su poderoso Ayudador. “Yo honraré a los que me honran” [1 Sam. 2:30]...
Rasgos malignos fortalecidos por la complacencia
Mientras haga a Dios su fortaleza, y lo ame y le tema, se mantendrá adecuadamente equilibrado; pero con toda seguridad, cuando pierda su conexión con Dios e intente andar por sus propias fuerzas, esa misma voluntad que ha demostrado ser una bendición, resultará en perjuicio de sí mismo y de otros. Se volverá dominador, tirano, exigente y dictador. Debe impedir que esos rasgos se impongan bajo ninguna circunstancia; porque la complacencia los fortalecerá y no tardarán en convertirse en un poder controlador. Entonces su carácter perderá el equilibrio, lo cual lo descalificará para la obra de Dios...
Dios exige una consagración absoluta y total, y cualquier cosa que sea menos que esto él no la aceptará. Cuanto más difícil sea su posición, tanto más necesitará a Jesús. El amor y el temor de Dios mantuvieron a José puro y sin mancha en la corte del rey [Gén. 41:39-46]. Como resultado, fue exaltado a una posición de riqueza increíble y al elevado honor de ser el segundo después del rey; y este encumbramiento fue tan repentino como grandioso.
Ejemplo de éxito en la humildad
Es imposible permanecer en un lugar muy elevado sin correr peligro. La tempestad deja indemne a la modesta flor del valle, mientras que lucha con el elevado árbol en la cumbre de la montaña. Hay muchos hombres a quienes Dios habría podido usar con éxito asombroso cuando estaban afligidos por la pobreza –pudo haberlos hecho útiles aquí y coronarlos con gloria después– pero la prosperidad los arruinó; fueron arrastrados hacia el fondo porque se olvidaron de ser humildes; olvidaron que Dios era su fortaleza y se tornaron independientes y autosuficientes. Usted también corre estos peligros.
José soportó la prueba del carácter en la adversidad, y el oro no fue ennegrecido por la prosperidad. Demostró la misma elevada consideración por la voluntad de Dios cuando estuvo junto al trono como cuando estaba en la celda de la prisión. José llevaba su religión a todas partes, y este era el secreto de su inconmovible fidelidad. Como hombres representativos, ustedes deben contar con el poder que surge de la verdadera santidad que todo lo permea. Les digo en el temor de Dios que su camino está asediado por peligros que ustedes no ven ni perciben. Tienen que ocultarse en Jesús. No están seguros a menos que se tomen de la mano de Cristo. Deben cuidarse de todo lo que se parezca a la presunción, y apreciar aquel espíritu que está dispuesto a sufrir antes que a pecar. Ninguna victoria que puedan obtener será ni de cerca tan preciosa como la victoria sobre ustedes mismos.–Special Testimonies tu Physicians and Helpers, págs. 7-27.
El primer trabajo del médico
El Redentor espera que nuestros médicos hagan de la salvación de las almas su trabajo más importante. Si caminan y trabajan con Dios, en su amor y temor, recibirán hojas del árbol de la vida para darlas a los sufrientes. Su paz los acompañará y convertirá en mensajeros de paz.
No basta que solamente leamos las Escrituras. Debemos pedir al Señor que llene con su Espíritu nuestro descarriado corazón, para poder comprender el significado de sus palabras. Para recibir beneficio de las palabras de Cristo, debemos aplicarlas en forma adecuada a nuestros casos individuales.
Se nos ha encomendado un mensaje que sobrepasa la importancia de cualquier otro mensaje que se haya dado a los mortales. Cristo fue personalmente a la isla de Patmos para presentar este mensaje a Juan. Le pidió que escribiera lo que se le mostraría y se le diría durante su visión, para que las iglesias supieran lo que ocurriría en este mundo [Apoc. 1:9-20]. ¿Comprenden nuestros obreros médicos la importancia del mensaje de Apocalipsis?...
Las palabras “pero tengo contra ti, que has dejado tu primer amor” [Apoc. 2:4], se aplican a muchas personas que viven en este tiempo. Dios pide que haya arrepentimiento y reforma inmediatos. Debe ocurrir ahora un gran cambio en el pueblo que espera la segunda venida de su Señor. Pronto ocurrirán sucesos insólitos. Dios nos tendrá por responsables de la forma como manejamos la verdad. Nuestra pureza de fe y acción decidirá nuestro futuro.
Dios se preocupa de veras por nosotros. A cada persona ha encomendado su obra. Cada uno debe hacer la parte que le corresponde. Hay que presentar un testimonio inequívoco y definido, porque hay que preparar a un pueblo que deberá enfrentarse con un tiempo de angustia como nunca hubo desde que el mundo fue poblado [Dan. 12:1].–Manuscrito 36, 1902.
Preparar a los enfermos para la muerte
Muchas veces se ha hecho esta pregunta: ¿Debiera el médico suponer que es su deber exponer la verdad a sus pacientes? Eso depende de las circunstancias. En numerosos casos lo único que debiera hacerse es mostrar a Cristo como un Salvador personal. Hay personas que sólo resultarán heridas si se les presenta cualquier doctrina que no esté en consonancia con sus creencias. Dios debe guiar en esta obra. Él puede preparar la mente para que reciba la palabra de verdad. Es deber del médico tanto la preparación del alma de las personas que trata para lo que les ocurrirá, como atender sus necesidades físicas. Debe hacerles comprender su peligro. Debe ser un fiel mayordomo de Dios. No permita que nadie se enfrente a la eternidad sin recibir palabras de advertencia. Usted no puede descuidar este deber y ser un mayordomo fiel. Dios requiere que usted sea fiel a él en cualquier parte donde esté. Hay una gran obra que debe realizarse. Dedíquese a ella y llévela a cabo cabalmente. Dios ayudará a todos los que actúen de este modo.–Manuscrito 62, 1900.
El deber de ser veraces
El médico no debiera por ningún motivo suponer que puede mentir. No siempre es seguro y mejor expresar ante un inválido toda la extensión del peligro que corre. No es indispensable presentar la verdad completa en todas las ocasiones, pero nunca diga una mentira. Si para el bien del inválido es importante no alarmarlo, porque eso podría resultar fatal para él, no le mienta...
La fe y los principios religiosos se han deteriorado, se han mezclado con costumbres y prácticas mundanas, y por eso la religión pura y sin contaminación es escasa [Sant. 1:27]. El alma, el alma preciosa, es de gran valor, y debe emblanquecerse en la sangre del Cordero. La fortaleza y la gracia de Dios se proveyeron al costo de un sacrificio infinito para que usted pueda ganar la victoria sobre las sugerencias y tentaciones de Satanás, y salir de la prueba sin contaminación, como lo hicieron José y Daniel. Dejemos que la vida, el carácter, sea el argumento más poderoso para el cristianismo, porque en esta forma todas las personas serán compelidas a tomarlo en cuenta a usted y reconocer que ha estado con Jesús y que ha aprendido de él. La vida, las palabras y el comportamiento constituyen el argumento más definido y la apelación más solemne para los que son descuidados, irreverentes y escépticos...
Todos ustedes necesitan una religión viva para poder ser testigos de Dios y proclamar a los enfermos la realidad de que el pecado siempre va seguido por el sufrimiento; y a la vez que combaten el dolor y el sufrimiento debieran explicarles claramente lo que ustedes saben que es la causa real, y el remedio: “No peques más” [Juan 5:14], y dirigir su atención hacia el Salvador que perdona los pecados.–Manuscrito 4a, 1885.
Conducir a la gente al poderoso Sanador
En ninguna otra rama de la obra debe brillar la verdad con mayor lustre que en la obra médico misionera. Cada médico misionero auténtico posee un remedio para el alma enferma de pecado, como también para el cuerpo enfermo. Mediante la fe en Cristo debe actuar como un evangelista, como mensajero de la misericordia. Mientras usa los sencillos remedios provistos por Dios para la curación del sufrimiento físico, debe hablar del poder de Cristo para sanar las enfermedades del alma.
Mediante los esfuerzos de los médicos cristianos, la luz acumulada desde el pasado hasta el presente producirá su efecto. El médico no sólo debe impartir instrucciones de la Palabra de Dios, línea sobre línea, precepto sobre precepto, sino además deberá humedecer estas instrucciones con sus lágrimas y fortalecerlas con sus oraciones, para que las almas se salven de la muerte...
Los médicos, en su obra de vérselas con la enfermedad y la muerte, corren el peligro de perder el sentido de la solemne realidad del futuro del alma. A causa de su grave y febril ansiedad por alejar el peligro para el cuerpo, existe el peligro de que descuiden el riesgo que corre el alma. Quisiera decirles que se pongan en guardia, porque deberán encontrarse con sus enfermos agonizantes ante el trono del juicio de Cristo.–Carta 120, 1901.
Deberes evangelizadores
Nuestros médicos necesitan un discernimiento más profundo de la obra evangelizadora que Dios espera que realicen. Deben recordar que si no trabajan por la sanidad del alma como lo hacen por la curación del cuerpo, no están siguiendo el ejemplo del gran Médico misionero. Que estudien la Palabra de Dios con diligencia para poder familiarizarse con sus promesas, y con ternura y amor dirigir la atención de los pecadores hacia el gran Médico. Nuestros sanatorios se establecieron con el objetivo de llevar sanidad espiritual y física a los enfermos.
El médico debe ser un constante receptor de la gracia de Cristo. Debe recordar que el médico temeroso de Dios está autorizado para considerarse un obrero juntamente con Dios. El Salvador está deseoso de ayudar a todos los que acuden a él en busca de sabiduría y claridad de pensamiento. ¿Y quién necesita más sabiduría y claridad de pensamiento que el médico, de cuya decisión depende tanto?
El Señor desea que nuestros médicos colaboren con él en su manera de tratar a los enfermos, y que demuestren más fe y utilicen menos medicamentos. Confiemos en Dios. Nuestra fe es débil, y nuestro corazón permanece sin cambiar. Dios quiere que se produzca un cambio. Dice: “Os daré un corazón nuevo” [Eze. 36:26]. Cuando esta promesa se cumpla para el pueblo de Dios, la condición de las cosas será muy diferente de lo que es ahora.–Manuscrito 14, 1904.
Anhelo más profundo por las almas
Dios desea que en la obra médico misionera se introduzca un anhelo más profundo por las almas. Este anhelo llenaba el corazón de quienes establecieron nuestra primera institución médica. Cristo debe estar presente en el cuarto del enfermo, y llenar el corazón del médico con la fragancia de su amor. Cuando su vida sea de tal naturaleza que Cristo pueda acompañarlo junto al lecho de los enfermos, estos recibirán la convicción de que él, el compasivo Salvador, está presente, y esta convicción hará mucho por restaurar en ellos la salud.
Los médicos y las enfermeras de nuestras instituciones debieran expresar en forma inequívoca, por sus obras y sus palabras, que “Dios está aquí” para salvar y no para destruir. Cristo invita a nuestros médicos a familiarizarse con él. Cuando respondan a su invitación, sabrán que reciben lo que piden. Se les iluminará la mente con sabiduría de lo alto. Al contemplar constantemente al Salvador se harán cada vez más semejantes a él, hasta que finalmente podrá decirse de ellos en las cortes celestiales: “Estáis completos en él” [Col. 2:10. Cristo se ha comprometido a dar a sus discípulos lo que pidan en su nombre [Juan 14:13, 14]. Al trabajar en armonía con él, pueden pedirle que les ayude en todo momento de necesidad.–Manuscrito 14, 1904.
Dedicar tiempo para la comunión con Dios
El médico cabalmente convertido no se echará encima responsabilidades que interfieran con su trabajo en favor de las almas. Es un error recargar al médico cristiano, a quien Dios ha designado como su representante a su propia manera, con tantas responsabilidades que no le quede tiempo para estar en comunión con Dios mediante la lectura de su Palabra y la oración. Cristo declaró: “Sin mí, nada podéis hacer” [Juan 15:5]. Entonces, ¿de qué modo puede un médico misionero dedicarse con éxito a su importante trabajo sin buscar fervientemente al Señor en oración? La oración y el estudio de la Palabra proporcionan vida y salud al obrero creyente.–Manuscrito 159, 1899.
A un joven médico desanimado
Siento profunda simpatía por usted. El Señor no lo ha abandonado. Él es un Dios de tierna compasión y admirable amor y benignidad, que no desea que usted ande en tinieblas. No necesita retraerse, porque el Señor dice: “Su vida no necesita ser un fracaso. Haré que me pertenezca. Le mostraré que aprecio su alma. Contenderé con él y lo levantaré. Él no debe perecer. Tengo una obra especial para que él la realice. Si él se une conmigo, si cree en mí y si trabaja para mí, sus puntos más débiles de carácter, a pesar de sus fracasos anteriores, llegarán a ser sus puntos más fuertes”.
No concentre su mente en el ejemplo defectuoso de los cristianos nominales. Por cierto que usted verá en la vida de ellos cosas que no son correctas. Pero si usted insiste en contemplar sus faltas, llegará a ser como ellos. En lugar de fijarse en la vida de sus congéneres, mire a Jesús. No verá en él imperfección alguna, sino perfección, justicia, benignidad, misericordia y verdad. Adopte al Salvador como su ejemplo en todas las cosas. Por mirar a los hombres en lugar de contemplar a Jesús usted ha cometido su grave error.
Sin excusa
Usted no tiene excusa para vivir una vida no cristiana. Cristo vino a este mundo, sujeto a la voluntad de su Padre, con un Propósito sumamente importante: mostrar a los hombres y las mujeres lo que Dios desea que sean y lo que por su gracia pueden llegar a ser. Vino para mostrar a los seres humanos cómo es un carácter a la semejanza del cielo.
Pero la intención de esta carta no es condenarlo, sino animarlo a que aparte la vista de los ejemplos pecaminosos y en cambio la fije en el Ejemplo perfecto, y dirigir su atención hacia la senda de paz y santidad. El misericordioso amor de Dios continúa siendo para usted. Pero él desea que adopte un sistema de vida mejor que el que ha tenido en el pasado. Esto no lo conseguirá manteniendo la vista fija en la vida de personas defectuosas, de quienes pretenden ser cristianos, sino contemplando a Cristo, el Enviado de Dios, quien en este mundo y en su naturaleza humana vivió una vida pura, noble y perfecta, estableciendo así un ejemplo que todos pueden seguir con seguridad.
El Señor le está extendiendo la mano para salvarlo. Anhelo ver que usted responda a su invitación: “¿O forzará alguien mi fortaleza? Haga conmigo paz; sí, haga paz conmigo” [Isa. 27:5].
Ha habido muchas cosas que lo han tentado a que vacile en su fidelidad a la verdad, pero el Salvador ha estado dispuesto a guiarlo en cada paso. Dios reclama como sus ayudadores a hombres jóvenes. Samuel era tan sólo un niño cuando el Señor lo usó para efectuar una obra buena y misericordiosa... [1 Sam. 1:24-28; 2:11]
Hay que edificar un carácter para la eternidad
Aunque algunos sirven en las filas del enemigo, nadie necesita abandonar al Señor. Ilumine su alma con la luz de la Palabra de Dios. Recuerde que cada día está edificando su carácter para esta vida y para la eternidad.
Lo que la Biblia enseña acerca de la edificación del carácter es muy explícito. “Todo lo que hacéis, sea de palabra o de hecho, hacedlo todo en el nombre del Señor Jesús” [Col. 3:17]. Colóquese bajo su control, y luego pida su poder protector. Él dio su vida por usted. No le cause aflicción. Tenga cuidado con todo lo que diga o haga. Cristo desea que usted sea ante otros hombres jóvenes su representante, su médico misionero evangélico comisionado.
Recuerde que la religión en su vida no debe ser solamente una influencia entre otras, sino la influencia que domine a todas las demás. Sea estrictamente temperante. Resista todas las tentaciones. No haga ninguna concesión al astuto enemigo. No escuche las sugestiones que él coloca en boca de hombres y mujeres. Usted tiene una victoria que ganar. Tiene que obtener nobleza de carácter; pero no puede lograr estas cosas mientras está deprimido y desanimado por los fracasos. Rompa las ataduras con las que Satanás lo ha atado. Es innecesario que usted sea su esclavo. Jesús dijo: “Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando” [Juan 15:14].
Jesús lo ama y me dio un mensaje para usted. Su gran corazón de ternura infinita lo anhela. Le envía el mensaje de que usted puede recobrarse de los efectos causados por la trampa que le tendió el enemigo. Puede recuperar su autorespeto. Puede llegar al punto de considerarse no un fracasado, sino un conquistador, por medio de la influencia elevadora del Espíritu de Dios. Aférrese de la mano de Cristo y no se suelte de ella.
Usted puede ser una gran bendición para otros si se entrega sin reservas al servicio del Señor. Se le concederá poder de lo alto si toma su posición del lado del Señor. Con la ayuda de Cristo puede escapar de la corrupción que existe en el mundo a causa de la concupiscencia, y ser un noble ejemplo de lo que Cristo puede hacer por quienes cooperan con él [2 Ped. 1:4].
La elección de los asociados
No elija la compañía de servidores del pecado, con lo cual se expondría a la tentación. La nobleza de carácter no se logra cuando uno se asocia con personas objetables. No ponga de lado los importantes requerimientos de la Palabra de Dios. Su única esperanza está en colocarse en la debida relación con Dios. Usted supuso que podría endurecer el corazón para actuar sin hacer caso de la verdad y la justicia. Pero no lo consiguió. Ha anhelado tomarse de la mano de alguien que pudiera ser un sostén, una fortaleza y un apoyo.
El propósito de Dios para nosotros es que siempre nos dirijamos hacia arriba. Aun en los deberes más insignificantes de la vida común debemos crecer continuamente en la gracia, acompañada de motivos elevados y santos; poderosos, porque provienen de aquel que dio su vida para proporcionarnos los incentivos necesarios para llegar a tener éxito completo en la formación del carácter cristiano.
Cristo ha realizado una expiación por usted, de modo que no tiene que ir por la vida con un carácter formado a medias. Tiene que ser fuerte con la fortaleza de Dios, afirmado en la esperanza del evangelio. Como usted conoce los requerimientos de Dios, le ruego que no siga siendo una persona débil.
Tengo mucha esperanza en que llegará a ser todo lo que el Señor anhela que usted sea: un médico misionero evangélico. Usted no debe ser solamente un médico cada vez más hábil, sino uno de los misioneros designados por el Señor, que siempre colocará su servicio en primer lugar.
Dar lo mejor a Cristo
No permita que nada perturbe su paz. Entregue los afectos más santos del corazón a aquel que dio su vida para que usted pudiera encontrarse entre las familias redimidas en los recintos celestiales. Luchar por la corona de la vida no le causará insatisfacción ni disminuirá su utilidad. El Gran Maestro desea reconocerlo como su mano ayudadora. Él pide su cooperación. ¿No le dará usted todo lo que tiene y lo que es? ¿No consagrará sus talentos a su servicio?
Esta vida es su tiempo de siembra [Gal. 6:7, 8]. ¿No se comprometerá usted con Dios para que su semilla sembrada no produzca maleza, sino una cosecha de trigo? Dios obrará con usted: aumentará su utilidad. Le ha confiado talentos que con su poder usted puede usar para producir una valiosa cosecha.–Carta 228, 1903.