Kitabı oku: «Del Estado al parque: el gobierno del crimen en las ciudades contemporáneas», sayfa 5

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La restringida interpretación de la interacción del poder dentro del propio Estado, en cuanto a gobernar el crimen se refiere, ha sido revelada por algunos estudios en diferentes frentes. Por un lado, se han presentado estudios que podrían denominarse una “antropología del gobierno del crimen”69, los cuales se orientan a comprender o documentar las relaciones cotidianas de este y la forma en la que estas se moldean, bien al margen de los mecanismos estatales de control, o bien apoyados en ciertas estructuras inferiores del Estado cuya incidencia es mucho más directa en el día a día de las personas que aquellas pertenecientes a la escala de Gobierno nacional. Esto también ha sido mostrado por ciertas tendencias en el estudio del crimen contemporáneo que se han dedicado a entender las relaciones microscópicas, incorporando no solo elementos extraestatales, sino enseñando también la compleja relación que existe entre los diferentes ámbitos del Estado. Aunque algunos de los estudios Estado-céntricos críticos podrían ubicarse en esta parcela —pues su lugar posiblemente corresponda a las interpretaciones que se den a la obra de cada autor—, los que ocupan este lugar han provenido usualmente de tendencias recientes como los estudios sobre la vigilancia70, sobre la función de policía71 o los estudios urbanos72.

Que la complejidad analítica del Estado haya aparecido en ámbitos como los enunciados tiene que ver, posiblemente, con el hecho de que sus preocupaciones epistemológicas están ligadas a factores que, si se parte del Estado-centrismo, pueden generar poco interés para conducir estudios particulares. Aunque sin duda es posible estudiar la vigilancia, la policía y la ciudad desde una perspectiva Estado-céntrica, las prácticas específicas en estas materias invitan a derrumbar el papel de la escala de Gobierno nacional, sea por el hecho de que la vigilancia es ejercida en muchas ocasiones por particulares, porque la función de policía no siempre tiene que ver con la legislación nacional, sino con el control del orden en las calles de las ciudades o en que las propias ciudades se constituyen como un espacio con sus propias reglas. Por ello, muchos de estos estudios ven en la vigilancia, la policía y la ciudad formas específicas de gobierno que deben ser estudiadas por fuera de las instituciones, prácticas y técnicas de gobierno estatales.

En el ámbito de los estudios urbanos se ha desarrollado una herramienta que resulta fructífera para comprender el gobierno del crimen, la cual involucra las interacciones que suceden en el contexto del propio Estado, y entre este y otros actores. Tal vez por estar acechados por la equivocada concepción de la ciudad como un Estado en pequeña escala, los estudios urbanos comprendieron rápidamente la complejidad de las relaciones entre las estructuras locales y nacionales del Estado, y la forma en que se construyen relaciones en el interior de la estructura de este. Por un lado, reconocer que la ciudad es un espacio con sus propias reglas, técnicas, prácticas, discursos, saberes y actores para gobernar el crimen implica diferenciarla de la escala de Gobierno nacional; por otro lado, su dependencia administrativa de autoridades superiores o su sometimiento a leyes de categoría nacional o regional obliga a buscar formas para entender las interacciones entre el Estado y la ciudad73.

Pensar el gobierno del crimen como un problema de escalas es una invitación que permite enriquecer el entendimiento de la forma en que las diferentes instituciones del Estado se involucran entre sí, y ampliar el horizonte de análisis de un asunto en que la escala de Gobierno nacional juega un papel fundamental, pero sin seguir limitándose a la versión simplificada que el Estado-centrismo conlleva.

Buscando sentido en las calles

La narrativa inicial sobre Maradona y la FIFA muestra cómo la cotidianidad del fútbol mundial supera la pretensión centralizada de los organismos rectores del “deporte rey” de gobernarlo. El partido benéfico de Maradona no era simplemente la historia de un pequeño espacio en el que se plantaba cara a un organismo que pretendía controlar el destino del fútbol profesional y los jugadores involucrados en dicho negocio, sino una compleja interacción en la que aparecían diferentes escalas: la FIFA con su pretensión de dominio global, la Unión Europea Fútbol Asociado (UEFA) que ejerce poderes continentales, la Federación Italiana de Fútbol que controla el fútbol profesional en Italia y el Napoli, club “empleador” de Maradona. Si la estructura del gobierno en general, y del crimen en particular tiene similitudes con aquella metáfora, las herramientas teóricas desplegadas para estudiar el gobierno del crimen deberían ayudar a entender los eventos en que estas mismas complejidades se manifiestan en la materia.

Lo que se mostraba con la detención del hombre negro en Bogotá que se reseñaba en la introducción del texto es que, aunque el simbolismo del aparato punitivo del Estado aparece representado en la capacidad policial de ejercer detenciones, existía un sinnúmero de situaciones que no se podían explicar mirando solo al sistema punitivo. La incapacidad o el desinterés de la visión Estado-céntrica para comprender, por ejemplo, por qué la detención es realizada en un horario, espacio y contra un sujeto específico, por un lado, y la exclusión de factores relevantes para comprender estos fenómenos, como la raza, la clase social, la focalización del trabajo policial, las políticas locales de control del desorden, entre otros, por otro lado, son alerta para actualizar las herramientas de investigación del crimen. Esto no quiere decir que necesariamente los estudios deban abordar todos estos asuntos, pues la decisión de investigar la escala de Gobierno nacional es relevante para comprender el gobierno del crimen, sino que alerta sobre la necesidad de complementar ciertos enfoques y establecer espacios de diálogo entre los diferentes saberes en torno al crimen. Si el crimen es un fenómeno ubicado en un espacio en el que convergen diferentes escalas de gobierno la pregunta es, entonces, cómo construir un mecanismo que ayude a entender las interacciones que tienen lugar en estos espacios.

No es difícil hacer una lista de los múltiples actores y factores involucrados en el gobierno del crimen, que irían desde el Banco Mundial hasta una junta de acción comunal de un barrio, pasando por el Estado central, la justicia penal, la policía, los organismos locales de gobierno, los prestadores de seguridad privada, entre tantos otros. Sin embargo, el asunto no es simplemente listar a todos los involucrados, sino buscar una forma de comprender y teorizar dicha interacción, para lo que las escalas de gobierno y los espacios físicos en que estas actúan resultan claves.

La idea de escala ha venido siendo aplicada desde hace algunas décadas, y se ha concebido a partir de los espacios físicos que contienen o son contenidos por otros espacios, y que descienden desde el mundo hacia la esquina, pasando por el continente, el Estado, la región o la municipalidad74. La propuesta de comprender lo global y lo local —entendido casi como sinónimo de municipal— como asuntos conjuntamente influenciados ha hecho parte destacada de diversos estudios contemporáneos75. En Colombia, el trabajo de Eslava ha sido una pieza clave en la comprensión escalar de la vida cotidiana76. La clave de su propuesta, ligada principalmente a los desarrollos globales del derecho internacional, muestra la complejidad de gobernar el espacio urbano en la ciudad de Bogotá y la forma en que el gobierno municipal converge en relaciones complejas con instituciones, prácticas, discursos, técnicas y saberes nacionales e internacionales77.

El espacio es necesario para hacer operativo el concepto de escala y, con ello, las ideas de escala de gobierno y multiescalaridad. El espacio físico es, en este caso, el que dota a la escala de una representación y asigna un lugar para caracterizarla, pero también es el terreno en el que confluyen unos actores, saberes, discursos, técnicas y prácticas que pretenden gobernar las acciones de los sujetos en dichos lugares, y que constituyen la idea de escala de gobierno. Así, esta escala se compone de dos elementos, la escala entendida como espacio físico y el conjunto de actores, saberes, discursos, técnicas y prácticas que afirman ser los competentes para gobernar dicho espacio.

La idea de escala de gobierno es un mecanismo adecuado para abandonar el Estado-centrismo del gobierno del crimen. Si se piensa el gobierno del crimen como un asunto que se desarrolla en diferentes espacios físicos, en los cuales convergen diferentes tipos de relaciones entre escalas de gobierno globales, nacionales, regionales, locales, e incluso barriales o callejeras, es posible desarrollar herramientas analíticas que sirvan para comprender esta complejidad.

La promesa ofrecida es un intento por comprender el gobierno del crimen en espacios donde confluyen diferentes escalas de gobierno. No se trata aquí de una propuesta, en el sentido de Foote, de comprender la antropología casi excepcional de la ciudad de esquinas78 —a pesar de reconocer que dicho conocimiento es clave para comprender el crimen—, sino de una invitación similar a la propuesta por Valverde en Everyday law on the street, quien muestra la esquina como un espacio complejo donde convergen diferentes tipos de relaciones, de las cuales muchas pasan por el Estado. En la esquina se manifiesta el Estado central, aunque sea de forma abstracta, pero también el “Estado local” a través de organismos de control directo (como la policía o los organismos de tránsito local) o de regulaciones municipales del espacio urbano, y elementos extraestatales que la convierten en un lugar con sus propias reglas y con interacciones cotidianas que moldean el día a día y definen lo permitido, lo prohibido y lo tolerable79.

Así como la esquina es un lugar en el que convergen diferentes escalas de gobierno que tienen dentro de ella interacciones complejas que buscan arrogarse la capacidad de dirigir las acciones de los sujetos, lo mismo sucede con el parque, el barrio, la ciudad y el Estado. Entre más pequeño es el espacio más escalas de gobierno confluyen en él; sin embargo, no por ser un lugar más grande —como el espacio físico del Estado— es posible excluir lo que sucede en los espacios más pequeños, pues lo micro también tiene la capacidad de influir o modificar lo macro80.

La esquina es solo un lugar de los muchos imaginables en materia de gobierno, y pensar desde la esquina no es siempre una invitación para estudiar el crimen desde abajo, sino simplemente una metáfora del reconocimiento de esta posibilidad, por lo que el presente planteamiento podría usar otros espacios físicos tales como el parque o el barrio —o las Unidades de Planeamiento Zonal (UPZ) y los cuadrantes, que serán analizados en el siguiente capítulo—. Desde la esquina se pueden mirar diferentes escalas de gobierno, algo que incita a la idea de un poder que no fluye de arriba hacia abajo, sino que es multidireccional y debe ser estudiado en dicha complejidad.

En Everyday law on the street, Valverde propone la trilogía del estudio del espacio urbano: la acera, la calle y las edificaciones. Esta trilogía cumple el propósito analítico de organizar los diferentes elementos que confluyen en una esquina y hacen complejo el estudio de la forma en que, en su caso, la ley se construye y se ejerce en el día a día. Así como la trilogía del espacio urbano otorga herramientas para comprender lo que sucede en las esquinas, entender la forma en que se gobierna el crimen en ciertos espacios físicos puede ser fructífero a partir del análisis de las diferentes escalas de gobierno que confluyen en ellos.

La inserción de la idea de escala de gobierno permite categorizar los elementos que concurren en el gobierno del crimen en ciertos espacios físicos, y ayuda a romper con las comprensiones Estado-céntricas. Así, el gobierno del crimen puede ser entendido como un asunto internacional, nacional, local, y sigue descendiendo hasta llegar al barrio, la esquina, el parque o las unidades residenciales. La idea de escala de gobierno permite deshomogeneizar el gobierno del crimen, desmantelando la visión Estado-céntrica e invitando a analizar una multiplicidad de lugares a partir de la interacción multiescalar que tiene lugar en ellos.

La escala de gobierno y la multiescalaridad operativizadas en el espacio de la ciudad permiten una teoría de alcance intermedio que sirve tanto para cuestionar —y con ello nutrir— los grandes modelos explicativos de la criminalidad como para sistematizar y orientar la investigación empírica en la materia, y para construir un marco teórico adecuado a fin de problematizar las microinteracciones que tienen lugar en el gobierno cotidiano del crimen81. Esta propuesta constituye un modelo que no pretende sistematizar todo el gobierno del crimen en una teoría omnicomprensiva o explicativa de sus causas, sino que busca herramientas analíticas adecuadas para aproximarse a su complejidad en las sociedades contemporáneas.

Por supuesto, como teoría de alcance intermedio tiene sus inconvenientes82. Si bien a través de esta se pueden poner a prueba las grandes teorías sobre gobierno del crimen en la sociedad contemporánea y se pueden ofrecer herramientas para abordar los análisis —y la recolección de datos— empíricos, también es necesario reconocer que esta no es tarea de una sola investigación, sino un ejercicio conjunto por comprender la realidad. Por ello, no solo es imposible que un solo estudio pueda dar cuenta de todas las interacciones multiescalares en todos los espacios, sino que su capacidad de comprender las relaciones entre escalas de gobierno en un espacio específico sigue siendo limitada. El reconocimiento de la parcialidad del conocimiento no es, según creo, una razón para el pesimismo o para abandonar la tarea, sino una revelación de que la comprensión de la realidad no se construye por los grandes hallazgos, sino por la búsqueda incansable. Así mismo, las mismas críticas que desde una teoría de alcance intermedio se formulan a las grandes teorías —entre las cuales, en muchas ocasiones, aparecen las aproximaciones Estado-centristas— por su generalidad, podría formularse desde enfoques aún más microscópicos la propuesta de estudiar la ciudad aquí formulada. Por ello, la presente investigación no se presenta como “a prueba de límites”, sino como un esfuerzo parcial de comprensión que puede nutrir los enfoques tradicionales sobre el gobierno del crimen y, en este primer capítulo, busca mostrar qué herramientas analíticas y metodológicas pueden servir para superar las limitaciones incluso de mi propia investigación.

Teniendo en cuenta las limitaciones de la propuesta analítica, y de la multiplicidad de factores que pueden fortalecerla, es necesario hacer algunas precisiones sobre la forma en que las escalas de gobierno y la multiescalaridad serán analizadas en la presente investigación, advirtiendo, nuevamente, que este estudio no pretende comprender toda la extensión del gobierno del crimen en las sociedades contemporáneas, sino apenas presentar unos hallazgos derivados de la aplicación de estas herramientas en un espacio circunscrito a la ciudad de Bogotá que, en muchos aspectos, puede ser extensible a otras ciudades pero, en otros, es sumamente particular.

3. CONOCER LA CIUDAD: UN MODELO PARA EL ANÁLISIS DE LAS ESCALAS DE GOBIERNO

El estudio del crimen desde la escala local

Si la comprensión de la forma en la que el crimen es gobernado en las sociedades contemporáneas implica reflexionar sobre la multiplicidad de escalas de gobierno que confluyen en ciertos espacios y, con ello, el estudio de los diferentes actores, técnicas, saberes y discursos que interactúan cotidianamente y que establecen diferentes tipos de relaciones entre ellos, la realización de investigaciones que se dediquen a la tarea anterior necesita delimitar su objeto para no perderse en dicho análisis.

El problema —que es, paradójicamente, también su virtud— de la comprensión multiescalar del gobierno del crimen es que, aunque metodológicamente puede privilegiar el énfasis en ciertas escalas, nunca descarta la interacción con otras, lo que deriva en que cada estudio es siempre un problema transversal en el que, aunque pueda estudiarse la incidencia de una sola escala de gobierno sobre cierto espacio, para su comprensión es necesario involucrar las otras. Para usar las palabras del apartado anterior, el estudio multiescalar es una apuesta por analizar, a la vez, de arriba hacia abajo y de abajo hacia arriba la interacción de las diferentes escalas.

Pues bien, la apuesta de la presente investigación por comprender el gobierno del crimen desde el espacio físico de la ciudad de Bogotá es un intento de fijar un énfasis en una escala de gobierno específica: la municipal83, pero sin perder de vista la interacción con otras escalas. Teniendo en cuenta que las escalas de gobierno están adscritas a espacios físicos en los que los actores, saberes, discursos, técnicas y prácticas que las componen sirven para construir una competencia que permita dirigir las acciones de los sujetos en dicho espacio, en Bogotá pueden converger diferentes escalas de gobierno además de la local. De estas, algunas afirman que la competencia para gobernar la ciudad se deriva de estar contenida en otro espacio —como es el caso de la escala de Gobierno nacional—, mientras que otras construyen su competencia desde pequeños espacios del municipio —como, por ejemplo, desde el interior de las unidades residenciales—.

De hecho, es relevante desprender la idea de escala de gobierno del Estado mismo. Si bien muchas organizaciones privadas pueden actuar con autorización o de forma mancomunada con el Estado, estas tienen la capacidad de poner en acción actores, conocimientos, discursos, técnicas y prácticas que les permiten crear una competencia para dirigir las acciones en ciertos espacios físicos, como centros comerciales, unidades residenciales, centros educativos, etc. Si Foucault invitaba a descabezar al Estado como centro del análisis jurídico y político, ello no estaba abocado al simple desmembramiento de la estructura estatal, sino a derogar el simbolismo mismo del Estado. En este orden, es necesario reconocer que, si el gobierno no es una cuestión exclusivamente estatal, tampoco las escalas de gobierno podrían serlo. Por ello, la escala de gobierno local, si bien puede considerarse una de las unidades más pequeñas dentro de las estatales, no lo es cuando se expande la visión, pues en este caso la municipalidad puede contener una multiplicidad de escalas de gobierno que, en muchos casos, solo serán observables a través de trabajos que se concentren en pequeños sectores de la ciudad. La tentación que se debe evitar es convertir la escala de gobierno local en un nuevo “Estado”.


Diagrama 3. El gobierno del crimen en Bogotá

Fuente: elaboración propia.

El diagrama 3 muestra la forma en que las escalas de gobierno interaccionan, desde la transnacional que se extiende por todo el espacio físico haciendo que sus actores, saberes, discursos, técnicas y prácticas busquen moldear lo que sucede en las demás escalas, hasta las denominadas escalas de gobierno variables, caracterizadas por ponerse en acción en pequeños espacios de la ciudad de Bogotá y que entran en contacto con todas las escalas superiores: transnacional, nacional y local. La escala de gobierno local es, entonces, una herramienta analítica que permite agrupar actores, saberes, discursos, prácticas y técnicas que buscan gobernar el crimen en la ciudad de Bogotá, y que consideran que su competencia es la municipalidad en su totalidad. Esta caracterización de la escala de gobierno local permite orientar el trabajo hacia la recolección de información en un ámbito específico, por lo que para la investigación es primordial conocer los actores, los discursos, los saberes, las técnicas y los proyectos de gobierno del crimen que se despliegan en el espacio de Bogotá, pero también comprender las interacciones que se dan con las escalas superiores (transnacional y nacional) e inferiores (escalas de gobierno variables). Para ello es necesario analizar, hacia arriba, el papel/lugar de la ciudad en el mundo y en el Estado central, pero también hacia abajo, las técnicas de gobierno microespacial del crimen que se organizan desde pequeños espacios contenidos por la ciudad. Lo anterior implica una ida y vuelta entre diferentes escalas, que ayuda a entender la forma en que el crimen es gobernado en el espacio seleccionado como objeto de estudio.

En primer lugar, mirando hacia arriba, el estudio de la ciudad en el mundo obliga a pensar en las tendencias contemporáneas que han llevado a que exista cierta homogeneidad entre las políticas de muchas grandes ciudades —en especial, en cuanto al manejo del crimen— y en el papel que ciertas organizaciones internacionales o ciertos fenómenos globales juegan en la configuración del gobierno del crimen. Por ejemplo, la reconfiguración de la economía de la ciudad después de la apertura económica ligada a la expansión del neoliberalismo o la importancia de los indicadores de violencia para consolidar una ciudad segura para el turismo84 son parte de la influencia transnacional en el control del crimen en la ciudad.

En segundo lugar, el estudio de lo local en el Estado central invita a analizar la descentralización de funciones de las autoridades estatales, pero también la persistente centralización del aparato punitivo en los ordenamientos continentales, tanto en su labor legislativa como judicial. Todas estas cuestiones tienen que enmarcarse en la comprensión de las resistencias, negociaciones, cooperaciones, rupturas, continuidades, imposiciones o permisiones que los factores mundiales o nacionales pueden representar al entrar en interacción con los saberes, discursos, prácticas, técnicas y actores encargados de gobernar el crimen en el espacio de la capital colombiana.

En tercer lugar, una mirada hacia abajo implica reconocer los pequeños espacios contenidos por la ciudad —agrupados en barrios, comunidades, localidades, u otros espacios similares (dentro de los cuales pueden constituirse escalas de gobierno variables)— y las interacciones contextuales entre escalas de gobierno que tienen lugar en cada esquina de esta. Sin embargo, la enorme cantidad de pequeños espacios dentro de la ciudad de Bogotá impide abordar en detalle las formas específicas en que las escalas de gobierno interaccionan en todos ellos, por lo que la presente investigación, cuando contempla la multiplicidad de espacios de la ciudad, lo hace a través de modelos que los agrupan y caracterizan de manera general —como los cuadrantes o los puntos calientes85—, lo que deriva en que sea necesario reconocer que analizar un espacio tan grande como la ciudad de Bogotá tiene limitaciones que solo pueden ser subsanadas a través de la realización de estudios enfocados en espacios mucho más pequeños.

El estudio desde el espacio municipal es, por tanto, un estudio del crimen desde abajo en cuanto a las escalas de gobierno mundial y estatal se refiere, pero desde arriba en cuanto a las microdivisiones del espacio urbano. Esta dualidad de la herramienta metodológica conduce a dos tipos de resultados: por un lado, sirve para agrupar datos empíricos para una revisión crítica de las teorías que estudian el crimen desde las escalas de gobierno global o nacional y, además, de los modelos que proponen lecturas omnicomprensivas del gobierno del crimen. Por otro lado, sirve para construir una teoría sobre la forma en que el gobierno del crimen se materializa en las calles de la ciudad, mientras otorga las herramientas metodológicas necesarias para realizar estudios empíricos que confirmen, refuten o complementen dicha teoría.

Análisis de las relaciones entre escalas de gobierno

Estudiar el gobierno del crimen en el espacio de la ciudad desde una perspectiva multiescalar implica buscar mecanismos para interpretar las diferentes interacciones escalares que tienen lugar en ella. Las relaciones entre escalas de gobierno en el espacio de la ciudad de Bogotá pueden ser de diferentes tipos, desde la identidad absoluta entre sus objetivos, técnicas, discursos, saberes, prácticas actores y destinatarios, hasta la diferencia absoluta en cada uno de estos elementos, pasando por todas las mezclas imaginables derivadas de la presencia o ausencia de uno o varios de estos.

La existencia de una continuidad absoluta —y poco probable— entre todas las escalas de gobierno tiene poca relevancia pues, de configurarse, esto podría estudiarse desde arriba, sin necesidad de incorporar las demás escalas. Sin duda, los estudios Estado-céntricos se han encargado de esta tarea, pero, más que buscar continuidades entre las escalas de gobierno, han simplemente asumido que la escala de Gobierno nacional es omnipotente y homogénea.

Lo mismo sucede cuando hay una ruptura absoluta entre escalas de gobierno, donde alguna logra excluir fácticamente a las demás de su pretensión de gobernar sobre un espacio físico concreto. Lo anterior no niega la posibilidad de que dos escalas de gobierno puedan pretender la competencia para gobernar el mismo espacio, sino que afirma que es posible que una de ellas logre exitosamente excluir a otras. Así las cosas, el principal lugar para comprender el gobierno del crimen desde la perspectiva multiescalar son aquellos espacios que cuentan con intermedios problemáticos que se presentan entre la continuidad absoluta y la ruptura absoluta, en los que la relación entre las diferentes escalas de gobierno crea relaciones caracterizadas por la negociación, cooperación, resistencia, búsqueda de independencia o sometimiento parcial.

La forma en que se relacionan las diferentes escalas de gobierno envuelve un juego de poder en el que se moldea el gobierno del crimen como resultado de la negociación o cooperación entre escalas y los márgenes de independencia, resistencia o rebelión entre estas. Estas relaciones están condicionadas por diferentes factores, que van desde la capacidad de cada escala de poner en acción saberes y discursos de justificación para sus proyectos de gobierno, hasta la capacidad técnica de implementar sus modelos en la cotidianidad. En últimas, la definición de estas relaciones depende de una posición estratégica relativa y variable que cada una de estas escalas de gobierno construye para sí misma en espacios específicos.

Por ello, el análisis de la forma en que el poder se construye en la interacción entre escalas de gobierno es un asunto clave para la comprensión multiescalar del gobierno del crimen. Este estudio del poder, para ser fructífero, debe concebirse como un asunto contextual y cambiante (dinámico); como algo que no se posee, sino que se ejerce estratégicamente; como una realidad que puede funcionar a veces de forma coactiva y otras veces a través de los sujetos86.

Que el poder sea un asunto contextual y dinámico significa que el mismo no puede ser caracterizado de forma inmóvil como un asunto fijado siempre en ciertas instituciones, sujetos o discursos. Esto resulta vinculado de manera inmediata con la idea de que el poder no puede ser apropiado y, con ello, no es permanentemente ubicable en unos “titulares” del mismo87. Al contrario, el poder es constituido estratégicamente en cada una de las relaciones que tienen lugar entre las escalas de gobierno, y se deriva de las diferentes interacciones que tienen lugar entre los distintos discursos, saberes, prácticas, técnicas y actores que se involucran en las decisiones del gobierno del crimen.

A pesar de que en materia de gobierno del crimen el poder puede ser, y es, ejercido muchas veces de forma coactiva en contra de la voluntad del sujeto —una visión usualmente ligada al uso de la fuerza punitiva del Estado central—, es necesario reconocer que este no es siempre una fuerza negativa, sino que se manifiesta en muchas ocasiones sin la necesidad de ser una imposición, es una herramienta que opera facilitada por los sujetos mismos, como sucede con las técnicas de gobierno del crimen incorporadas en la vida cotidiana, en las que al individuo no se le obliga, por ejemplo, a transitar por ciertos sectores de la ciudad, pero se le informa sobre las consecuencias positivas de hacerlo o negativas de no hacerlo.

Una concepción del poder de este tipo es, por supuesto, contraria a las visiones Estado-céntricas que observan —o al menos asumen analíticamente— una concentración del poder en las entidades nacionales o jerárquicamente superiores de la estructura estatal, pues no solo niega que estas sean las únicas capaces de constituir relaciones de poder, sino porque niega la mera posibilidad de que estas puedan capturarlo de forma permanente. Pero es también una herramienta para ubicar el lugar del Estado central en el estudio del gobierno del crimen, en tanto permite diagnosticar cuáles son los saberes, las técnicas, los discursos, las prácticas y los actores que han permitido a las organizaciones centralizadas mantener una gran capacidad de influencia, decisión e imposición en muchos Estados contemporáneos88.

Ahora bien, al ser la multiescalaridad una herramienta multifacética, lo que define cómo se debe estudiar la forma en que el poder es constituido por las escalas de gobierno y, a su vez, la interacción entre las diversas escalas es una decisión previa al análisis que sirve para delimitar el estudio. Esta decisión tiene que ver con los espacios físicos escogidos para aplicar el modelo de investigación, debido a que es distinta, al menos en principio, la forma en que las escalas de gobierno son constituidas transnacional, estatal o localmente. Incluso, puede ser distinta la forma en que una municipalidad como Bogotá y otras del país, el continente o el mundo construyen su propia escala de gobierno. En algunos casos, como Bogotá, el ordenamiento jurídico brinda herramientas para construir una competencia administrativa reconocida por la Constitución y la ley, que permite mayor libertad de configuración en diversos aspectos, como se verá en el capítulo siguiente. En otros casos, esta libertad puede ser construida sin apoyo del ordenamiento jurídico, debido a una mayor centralización de funciones en el Estado-nación o a la contrariedad de los proyectos locales y los nacionales.

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