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CÁMARAS ‘BRIGDE’

Están a camino entre las compactas y las réflex, con las que comparten el sistema de visor pero no la posibilidad de intercambiar lentes. Estos visores evitan el error de paralaje, pero en muchas ocasiones son electrónicos y poco adecuados para determinar con precisión el enfoque. No cambiar las lentes reduce mucho la aparición de manchas en el sensor (aunque no las evita por completo ya que pueden entrar por otro lado o estar motivadas por el aceite del objetivo).


La medición puntual permite una mayor precisión para determinar la exposición correcta.

Suelen tener lentes zoom mucho más amplias que las compactas pero las distancias de macro rondan uno o dos centímetros, por lo que comparten problemas con las compactas. A algunos modelos se les puede acoplar lentes macro (como las Raynox) y trabajar con distancias focales mayores y por tanto más lejos del sujeto.

El tamaño de los sensores es intermedio entre las réflex y las compactas, lo que permite un mayor control del desenfoque del fondo al tiempo que mantienen una interesante profundidad de campo. El no contar con espejo (unido a su menor tamaño de sensor) nos permitirá disparar a velocidades inferiores a las que toleran las réflex. Además casi todas permiten disponer de histograma en tiempo real, algo que, por desgracia, no ha llegado a muchas réflex.

CÁMARAS RÉFLEX

Este tipo de cámaras, gracias a su pentaprisma y a su espejo, nos permiten ver a través del visor que es exactamente lo que va a salir en la toma, independientemente del objetivo que empleemos. Además cuenta con un peso y volumen aceptable y a unos precios cada vez más asequibles, al menos en los modelos menos profesionales.

Es prácticamente imprescindible que elijamos un cuerpo de cámara que cuente con botón de previsualización de la profundidad de campo, lo que nos posibilitará poder controlar con precisión la zona que realmente se encuentra enfocada antes de tomar la fotografía. El diafragma permanece completamente abierto para que el visor disponga de la máxima cantidad de luz posible, y facilitar así la composición y el enfoque. Cuando presionamos el botón de previsualización el diafragma se cierra al valor que hayamos seleccionado. Al llegar menos luz al visor veremos todo más oscuro pero podremos apreciar qué zonas quedan enfocadas y cuáles no. Si el visor se oscurece demasiado deberemos dejarle tiempo a nuestra pupila para que se adapte a la nueva situación lumínica y vuelva a permitirnos la visión. Esta opción no es del todo imprescindible al inicio de nuestra andadura por la macro, pero enseguida la echaremos de menos.

También debemos pedirle a nuestra cámara que puedan seleccionarse el diafragma y la velocidad de forma manual, para poder asumir nuestros aciertos y aprender de nuestros errores. Si bien los programas de exposición automática representan una gran ventaja en otras facetas de la fotografía, desde luego en macro apenas sirven de ayuda, y la imposibilidad de cancelarlos y optar por una exposición manual es una seria limitación. Muchos fotógrafos de macro apuestan por el modo de preferencia al diafragma, donde nosotros elegiremos el diafragma y la cámara la velocidad de forma automática. De esta suerte nos veremos liberados de la necesidad de ajustar la velocidad mientras mantenemos un total control sobre el diafragma. Aunque para conseguir exposiciones totalmente correctas necesitaremos manipular también el botón de compensación de la exposición, como veremos más adelante.

Para los que no tengan botón de previsualización

Podemos paliar la falta de botón de previsualización liberando la óptica como si fuésemos a retirarla. Lo haremos lentamente; en determinada posición la palanca de apertura del diafragma queda suelta y el visor se oscurece de la misma manera que hemos comentado. El problema es que si no tenemos cuidado y la giramos más de lo debido nos puede caer el objetivo al suelo.

Si estamos iniciándonos con nuestra cámara o trabajamos en situaciones de luz realmente complejas, será conveniente que la cámara disponga de la opción de horquillado (bracketing). Esta función sirve para que la cámara exponga un número determinado de fotogramas a partir de la que supone correcta y las demás con unos parámetros de sobre o subexposición que nosotros definimos. Lo habitual es obtener tres o cinco fotos, con variaciones de un punto positivo y negativo sobre la central. La ayuda que nos brinda el histograma y las posibilidades del revelado RAW hacen que exponer en digital sea mucho menos crítico que sobre emulsiones químicas, pero en ocasiones es más rápido hacer bracketing que valorar la toma e intentarlo de nuevo. Aunque, siendo sincero, es una función que nunca he utilizado en ninguna de mis cámaras.


Una cámara con un sensor de calidad es imprescindible para captar detalles finos en toda la superficie de la toma.

Nikon D800 con MicroNikkor 105 mm 1:2,8 a f/8 y 1/40.

El autofocus, a pesar del gran avance que ha experimentado y de los excelentes resultados que ofrece en otras modalidades como la fotografía deportiva, es prácticamente inútil en macro y más un estorbo que una ayuda, por más que incluyan sistemas de enfoque predictivo y otros enormes avances tecnológicos. Como hoy en día es casi imposible adquirir cámaras que no tengan autofocus, hemos de buscar una en la que se pueda desactivar y nos permita la elección del plano de enfoque de modo manual.

Si nuestra cámara cuenta con fotómetro de medición puntual, además de ponderada o matricial, tendremos un poderoso aliado a la hora de determinar la exposición correcta en cualquier situación.


El enfoque automático es prácticamente inútil en macro, salvo en tomas con muy poca ampliación y sujetos de mucho contraste.

Cuando el sistema de enfoque se basaba en los sistemas de imagen partida y microprismas, sucedía que era realmente complicado enfocar a través del espejo y los fabricantes ofrecían pantallas de enfoque alternativas que no incluían estos elementos y eran totalmente lisas para que tuvieran la mayor luminosidad posible. Con las cámaras digitales es bastante sencillo enfocar si tenemos una óptica luminosa y una cámara bien diseñada, además la ayuda que supone contar con un pantalla y el modo live view (nos muestra en pantalla el sujeto fotografiado antes de la exposición) nos permite ampliar una parte de la toma y enfocar con enorme precisión. Si la pantalla se puede abatir será de gran ayuda en posiciones a ras de suelo. También resultará útil tener la posibilidad de evaluar el histograma de la toma antes de realizarla.

Será imprescindible que nos deje grabar las tomas en formato RAW, única forma de aprovechar al máximo todas las ventajas del formato digital y que no tenga tiempos demasiado altos de puesta en funcionamiento, de latencia de disparo ni de espera entre toma y toma. Conviene que la velocidad de sincronización del flash sea lo más alta posible, de al menos 1/125 de segundo. Lo ideal sería 1/250 o 1/500 de segundo. Estas velocidades serán apropiadas para la técnica de flash de relleno a plena luz del día. También podemos contar con unidades de flash que sincronizan a cualquier velocidad de la cámara. Esta sincronización a velocidades altas supone una pérdida grande de su potencia de destello, pero dado el pequeño tamaño de nuestros modelos no significa un gran problema en macro.

Una decisión complicada: ¿qué marca compro?

Es importante que la marca que elijamos cuente con cualquier accesorio que podamos necesitar en un futuro, pues, de lo contrario, tal vez nos veremos obligados a adquirir un nuevo equipo por culpa de nuestra falta de previsión. Marcas como Nikon o Canon disponen de un amplio catálogo en el que difícilmente echaremos de menos algo imprescindible. Otros sistemas como el de Pentax, Olympus o Sony son menos generosos a la hora de ofertar accesorios para macro. También podremos recurrir a las principales marcas alternativas como Sigma, Tokina, Sunpak, Metz, Novoflex, o Tanrom en busca de accesorios de calidad para macro, disponibles para cualquiera de las principales marcas.

Es posible realizar excelentes fotografías con cualquier cámara del mercado. Si ya disponemos de un cuerpo réflex con el que estamos contentos, lo más sensato será continuar con el mismo y adquirir los accesorios que necesitemos para lograr tomas de macro. No será difícil aunque tengamos que recurrir a otras marcas.

Sin embargo, si necesitamos adquirir una cámara o sustituir la que ya tenemos considero que, a día de hoy, la mejor opción para macro es contar con equipo Nikon. Es la marca que más material tiene en su catálogo para esta especialidad. Además existe una gran oferta y demanda en el mercado de segunda mano, con lo que será más fácil adquirir objetivos usados o vender los que sustituyamos en el futuro. Los sensores que montan las Nikon, fabricados en su mayoría por Sony, ofrecen actualmente los resultados de mejor calidad del mercado en cámaras réflex.

Sería deseable que el espejo de la cámara se pudiese elevar antes de efectuar el disparo; de esta forma se evitan indeseables trepidaciones que pueden producir una apreciable falta de nitidez. Este desagradable fenómeno es especialmente manifiesto al disparar a velocidades comprendidas entre 1/4 y 1/15 de segundo o al trabajar con ratios altas. No es lo mismo hacer una foto a 4:1 que a 1:4 y las vibraciones que produce el espejo pueden causar incluso que se pierda el foco en la zona seleccionada si el enfoque es muy crítico. También será esencial en el apilamiento de imágenes. En algunos modelos existe la posibilidad de programar un retardo de disparo; de esta forma al oprimir el botón de exposición se levanta el espejo y transcurrido el tiempo programado se abre el obturador. No lo confundamos con el autodisparador, que simplemente espera un tiempo a activar el obturador, sin levantar previamente el espejo.


El formato RAW supera al JPEG ampliamente en la capacidad de captar la gama tonal de la escena.

Que la cámara tenga la posibilidad de mostrarnos líneas auxiliares sobre el visor para ayudarnos a componer y situar los elementos de la escena de forma adecuada es interesante. Si disponemos de botón de previsualización de campo, que permite cerrar el diafragma a la posición de exposición (está a plena apertura hasta que se eleva el espejo) podremos ver el efecto que tiene el diafragma sobre la profundidad de campo y nos ayudará a elegir el valor f más apropiado.


Las líneas auxiliares, bien en el visor o en la pantalla de la cámara son muy agradecidas para distribuir los elementos de la composición.

El formato APS tiene un espejo de menor tamaño que el formato full frame, lo que se traduce en imágenes menos brillantes sobre el visor y, por tanto, una dificultad algo mayor para enfocar. Antes de decantarnos por un cuerpo u otro lo mejor que podemos hacer es mirar a través de su visor con objetivos similares y optemos por aquella que nos ofrezca la imagen suficientemente brillante y nítida. Es importante que la batería esté colocada y cargada para poder evaluar adecuadamente la luminosidad del visor en algunos modelos. Tampoco todos los visores ofrecen un 100% del área que captan; algunos sólo alcanzan al 95%, y puede que en ese 5% tengamos algo que nos estorbe y haya que reencuadrar luego la toma, perdiendo parte del tamaño del archivo generado.

No todo son ventajas en una réflex

Una clara desventaja de las réflex es que al intercambiar los objetivos es posible que el polvo ambiental alcance el sensor y aparezcan molestas manchas en la fotografía. A pesar del sistema de auto limpieza de la cámara hemos de aprender a convivir con el polvo.

Esto supone limpiar de vez en cuando el sensor. Para ver si ha llegado el momento, la mejor opción es fotografiar nuestro monitor con una imagen completamente blanca. No enfocaremos la imagen sino que dejaremos la óptica en posición de infinito. Utilizaremos un diafragma muy cerrado, f/16 o f/22, y una velocidad que consiga que el histograma esté desplazado hacia la derecha sin sobreexponer. Esto nos dará un tiempo de exposición largo durante el cual moveremos la cámara para diluir todavía más los detalles de la pantalla. Abriremos la imagen resultante en un programa de edición y realizaremos un ajuste automático de niveles. De esta forma todas las motas de polvo serán bien visibles en pantalla y podremos proceder a su limpieza si lo estimamos oportuno. Lightroom también dispone de una interesante herramienta para lograr el mismo resultado.

Sensores digitales

Con la llegada masiva al mercado de las cámaras digitales en la década del 2000 algunos fabricantes de película anunciaron el cese de sus partidas destinadas a investigación. En la fecha de la edición de este libro disponemos de muy pocas emulsiones, y ya son muchos los fotógrafos que no han conocido la fotografía química, por tanto es ya redundante hablar de fotografía digital, siendo más práctico y correcto poner calificativo a la más antigua.


Hace ya una eternidad que no usamos película. El cambio a la tecnología digital ha permitido vencer casi todas las limitaciones que imponía el proceso químico.

La fotografía será sin duda digital y los sensores continúan imparables su mejora de eficacia y prestaciones, habiendo superado ampliamente hace tiempo las capacidades de las mejores películas en definición, color, acutancia…

La primera decisión que hemos de tomar a la hora de elegir un cuerpo digital es la del tamaño de archivo que genera el sensor. En principio este dato nos permitirá determinar el tamaño máximo de ampliación que podemos obtener con la mayor calidad posible. Así, con una cámara de 6 megapíxeles podremos imprimir directamente el fichero sobre papel fotográfico en un tamaño de 20x30 centímetros, mientras que una de 10 megapíxeles ronda la ampliación de 30x45 centímetros para una resolución de 254 puntos por pulgada, la estándar para los laboratorios actuales. Evidentemente si nuestro destino es publicar en Internet bastará con una cámara de menor tamaño de archivo generado.

Si nuestro trabajo se dirige fundamentalmente a la prensa escrita, dado que la resolución en imprenta es de 300 puntos por pulgada, deberíamos pensar en adquirir cámaras con sensores de entre 15 y 24 megapíxeles, que llenarán una doble página sin problemas a esa resolución.

Si necesitamos mayor tamaño de impresión o recortar parte del archivo deberíamos invertir en sensores de entre 25 y 40 megapíxeles, con ellos podemos cubrir superficies superiores al metro de ancho con una calidad envidiable.

La batalla que presenciamos de ir incrementando progresivamente el tamaño de sensor no debe hacernos olvidar que nuestras necesidades no tienen por qué coincidir con las de los fabricantes. Si para nuestro trabajo nos llega con una cámara de 15 megapíxeles no debemos cambiar de modelo porque únicamente esté de moda otro que genera tomas de mayor tamaño.


¿Realmente es necesario un sensor con un tamaño de captura de varias decenas de megapíxeles para imprimir una foto a este tamaño? Debemos pensar en el destino que van a tener nuestras fotos cuando elijamos una cámara y no deslumbrarnos por el brillo de tantos megas. Para imprimir esta flor sería más que suficiente una cámara que nos ofreciese un tamaño de captura de apenas un megabyte.

Nikon D300 con MicroNikkor 105 mm 1:2.8 a f/11 y 1/60. Flash rebotado en difusor y luz ambiente subexpuesta en 1 EV.

Por otra parte contar con archivos enormes puede limitar en gran medida la profundidad de campo, al condicionarnos a trabajar con diafragmas más abiertos de lo que podríamos desear, debido a los problemas generados por la difracción, como veremos más adelante.

El otro gran elemento a tener en cuenta en la elección de nuestro cuerpo digital es el ruido del sensor. Al igual que en película al aumentar la sensibilidad aparece más grano, en las cámaras digitales se genera más ruido, que provoca una falta de definición y la aparición de artefactos en las tomas. El ruido viene a ser el equivalente digital del grano, pero sin sus connotaciones estéticas. El ruido, simplemente, es una molestia, nunca un recurso expresivo. Conviene, pues, no utilizar las sensibilidades más altas de nuestro flamante cuerpo. Aunque es cierto también que los programas digitales de reducción de ruido pueden lograr resultados sorprendentes.

El tamaño del sensor es importante. Los objetivos diseñados para el formato de 35 mm proyectan un cono de luz que cubre una superficie mayor que el tamaño de 24 x 36 milímetros. Si el sensor es más pequeño únicamente se aprovechará la parte central del mismo, la de mayor nitidez. De esta forma en macro nos beneficiamos de tamaños de sensor tipo APS que miden algo menos de 16 x 24 milímetros: aprovechamos lo mejor de la óptica y cubrimos todo el sensor con parte de la luz proyectada.


Es importante que el sensor de nuestro equipo tenga suficiente calidad para el trabajo que le vamos a encomendar. Pero adelantarse a nuestras necesidades suele traducirse en anticipar una importante cantidad de dinero que no se rentabiliza debido el corto periodo de mejora de las cámaras digitales.

Nikon D300 con MicroNikkor 105 mm 1:2.8 a f/8 y 1/160. Flash a través de difusor y otra unidad ligeramente de contraluz.

El formato APS ofrece niveles de ruido mayores que el full frame, a igualdad de píxeles de captura y de tecnología. Pero una cámara APS moderna seguramente genera menos ruido que una full frame antigua. Si tiene proporcionalmente menos megapíxeles la APS puede producir archivos más limpios que una full frame.

Otro factor del que se suele hablar poco es el rango dinámico del sensor. Esto es la capacidad de diferenciar un número mayor o menor de tonos entre el blanco puro y el negro sin detalle. Una cámara con escaso rango enseguida mostrará tonos blancos puros y negros sin detalle en escenas de alto contraste, mientras que un sensor con mayor rango tardará más en llegar a ese punto y retendremos mucha más información aprovechable en luces y sombras. Si necesitamos una nueva cámara conviene que adquiramos una con un rango dinámico superior a 12-14 EV; con su ayuda generaremos archivos con más detalle en luces y sombras que con una con un rango inferior. Afortunadamente parece que la guerra de los píxeles ha finalizado y ahora el campo de batalla se libra por conseguir una mejor reproducción en los tonos extremos.

Es importante conocer el tamaño de nuestro sensor, ya que algunos fabricantes ofrecen en su catálogo lentes específicamente diseñadas para cámaras APS-C cuyo círculo de proyección es demasiado pequeño para una sensor full frame y por tanto viñetearía notablemente si lo usamos con él, o se procederá a un recorte de los píxeles oscuros de forma automática, con lo que obtendremos archivos de menor tamaño. Además conocer el tamaño del sensor nos permitirá, a partir del tamaño del sujeto, calcular la ratio a la que hemos realizado la toma.

Si utilizamos un objetivo diseñado para formato completo (24x36 mm) en una cámara con un sensor de menor tamaño sólo se utilizará la parte central de la luz que proyecta. De esta forma conseguiremos fotografiar sujetos más pequeños con la misma ratio. El efecto sería el mismo que recortar una zona y ampliarla en el ordenador.


La imagen proyectada por una óptica es invariable, pero en función del tamaño del sensor de la cámara se captará una superficie mayor o menor de la realidad.

Si utilizamos un objetivo diseñado para formato APS (24x18 mm) en una cámara con un sensor de mayor tamaño sólo se proyectará luz en una parte del mismo, con lo que sufriremos un enorme viñeteo.

Teóricamente el tamaño máximo al que podemos reproducir nuestra imagen es el resultado de dividir el tamaño en píxeles de la captura entre la resolución de impresión.

Así una cámara con un tamaño de captura de 3.000x2.000 píxeles podría imprimirse perfectamente a un tamaño de 30x20 cm sobre papel fotográfico con una resolución de 100 píxeles /cm, la más habitual para imprimir sobre este soporte.

Si queremos una copia mayor hemos de proceder a interpolar el archivo en un programa de edición como Photoshop. Mis pruebas determinan que incrementar el tamaño de archivo entre un 50 y un 100% todavía permite obtener copias de gran calidad, siempre que enfoquemos la imagen de forma adecuada una vez cambiado su tamaño.

Evidentemente tamaños de sensor mayores como 8.000x6.000 píxeles nos permitirán una copia excelente de 80x60 cm sobre el mismo papel. Pero aquí la cosa se complica algo más, ya que esta copia se observará a una distancia mayor y por tanto nuestra agudeza visual no será la misma que en el ejemplo anterior (una copia se debe valorar a una distancia similar a su diagonal). Estas copias se pueden imprimir a una resolución de 75 píxeles/cm, lo que conlleva que ese archivo podría reproducirse a algo más de un metro sin interpolar. Y si necesitamos reproducirla a dos metros la resolución también podrá bajar hasta los 60 píxeles/cm, ya que se verá más lejos sin necesidad de interpolarla más allá de un 66%.

El factor de recorte

Tradicionalmente dividimos los objetivos en angulares y teleobjetivos. En el medio estaría el objetivo estándar. Consideramos como tal a aquel que proporciona un ángulo de visión similar al del ojo humano en una observación cercana sin incluir la visión periférica, menos nítida. Numéricamente coincide con la diagonal del sensor con que realicemos la captura.

Así la focal estándar o normal para un sensor que tenga un tamaño de 24x36 mm es de 43,26 mm, aunque casi todos los fabricantes han optado por considerarlo de 50 mm, por ser un número más redondo y un cristal más fácil de fabricar. Si la cámara tiene un sensor menor, como por ejemplo el formato APS de 23,6x15,8 mm la diagonal es menor, aproximadamente 30 mm. De esta forma un mismo objetivo colocado en diferentes sensores dará imágenes de distinto tamaño.

El fenómeno no consiste, como mucha gente cree, en que la óptica multiplica su focal por un determinado factor (1,5 para Nikon o 1,6 para Canon). La distancia focal no puede variarse por arte de magia, pero al proyectarse su imagen sobre una superficie menor de un sensor APS, lo que logramos es llenar nuestro visor con sujetos más pequeños que si tenemos sensores full frame utilizando el mismo objetivo y distancia de enfoque. En realidad se trata de un factor de recorte, ya que eliminamos parte de la luz que atraviesa la óptica, conservando la que tiene más calidad. Es importante subrayar que este fenómeno no depende del propio objetivo sino del sensor sobre el que se proyecta.

En el aspecto práctico lo que nos permitirá este factor de recorte es realizar la misma fotografía con un sensor APS a una distancia superior a la que necesitaríamos realizarla con un equipo full frame. O, debido a que la distancia mínima de enfoque se mantiene, pues depende de la óptica, a que conseguiremos que un sujeto que llena por completo un sensor APS estará rodeado de fondo en un full frame, lo que de forma indirecta significa que tendremos una mayor capacidad de cubrir por completo el visor con sujetos más pequeños. Si utilizamos un objetivo diseñado para cubrir un sensor APS con una cámara full frame su cono de proyección será menor que el tamaño del sensor y por tanto se verán negras las esquinas, a las que no llega ninguna luz.

Debo insistir en que si utilizamos un objetivo que alcance una ratio de 1, en ambos casos, full frame y APS, estaríamos fotografiando a esa ratio. En el caso de usar un sensor de 24x36 mm, esa será la superficie que ocupará nuestro modelo, y con un sensor de 16x24 mm, al conservarse la ratio en 1, el sujeto tendrá este tamaño de 16x24 mm en la toma. Si la cámara tiene un sensor aún más pequeño, como las compactas, es posible tener todavía motivos más pequeños ocupando todo el visor con la misma ratio.

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