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PRIMERAS REFERENCIAS A MIURA COMO CRIADOR DE CABALLOS EN EL TRABAJO DE COTARELO Y GARASTAZU

1861. «La cría caballar en España. Noticias históricas, estadísticas y descriptivas, acerca de este ramo de riqueza»

Estudio encargado por el teniente general D. José María Marchesi, director general de Caballería, al coronel D. Juan Cotarelo y Garastazu, jefe del negociado de Remontas en la dirección general de la misma arma.

En este trabajo, serio, exhaustivo y descriptivo, se pueden tomar datos sobre la población caballar y la cría por regiones, existiendo tablas, hierros por provincias y descripciones sobre el ganado caballar. En la provincia de Sevilla ya son citados los caballos de Miura, como Viuda de Miura, Josefa Fernández, que llevó la titularidad de la ganadería desde 1855 (año de fallecimiento de D. Juan Miura) hasta 1863, cuando la titularidad pasa a su hijo primogénito Antonio Miura Fernández.

En su introducción se vuelve a repasar la historia de la cría caballar española y su evolución legislativa, que no es preciso ahora volver a recordar, con tablas estadísticas con la evolución durante más de un siglo en número de cabezas de ganado según provincia, divididas en categorías de caballos padres, yeguas, potros, etcétera.

Luego empiezan los capítulos por regiones y provincias, siendo el primero el de Andalucía y el correspondiente a Sevilla, donde entre los hierros caballares figura la «A con asas» de Miura correspondiente al Partido de Sevilla (capital).

Encabeza el capítulo con las siguientes líneas hablando sobre los caballos de Sevilla:

«Rica en producciones agrícolas la provincia de Sevilla, se hermanan en ella de una manera favorable a la cría caballar, el sistema de cultivo, con el modo de laborar las mieses; y este conjunto de medios y costumbres, unido a la benignidad del clima, vienen haciendo, de mucho tiempo, que esta provincia figure en mayor escala que las demás del reino respecto de sus productos caballares. El caballo aquí, si bien es parecido y aplicable a unos mismos usos, tiene algunas diferencias en cuanto a las formas, temperamento y cualidades, hijas regularmente de los terrenos en que se cría; los cuales pueden dividirse para esta clasificación o diferencia en tres regiones, que son: terrenos de campiña, terrenos de marisma y terrenos de sierra, aun cuando estos últimos no comprenden más que una pequeña y extrema parte de la provincia; y las marismas se reducen a las fajas riberiegas del Guadalquivir en los partidos de Sevilla, Utrera, y Sanlúcar la Mayor.

El caballo de la campiña, que es el más aceptable, tiene buena alzada; de tres a cinco dedos por término medio, y en su conformación se advierte la cabeza un poco acarnerada; orejas bien situadas; cuello proporcionado o un poco largo en general; espaldas anchas y robustas; dorso un poco ensillado; remos robustos y con buenas caídas; pelo fino y sentado, y es gracioso en su marcha, noble, fuerte y de muy buen aspecto.

El caballo de la marisma, también de buena alzada, es abultado, digámoslo así, en todas sus partes, señaladamente en la cabeza y extremidades; y se distingue por el pelo, que suele ser más largo y basto que en el de la campiña, principalmente hacia la parte inferior de los remos, como revelando la humedad en cuyas praderas se cría, y a semejanza de las yerbas de los terrenos pantanosos. Esta influencia se marca de un modo más notable en los cascos que, de suyo estoposos, con el tiempo vienen a ser, por lo regular, poco sanos y fuertes; siendo además estos caballos más pesados, más débiles y menos graciosos, porque predomina en ellos el temperamento linfático.

El caballo de la sierra al N., o de la cordillera de Sierra Morena, que hace tan accidentado el partido de Cazalla y una buena parte del de Lora del Río, es de alzada pequeña pero ágil, vivo, con cabeza descarnada, corto de dorso, los remos anteriores un poco izquierdos; con cascos fuertes, lustrosos y sanos. El de la parte de terreno quebrado por las derivaciones de la Sierra de Ronda en los partidos de Morón, Osuna y Estepa, sobre los límites de esta provincia con la de Málaga, es mejor conformado».

También Cotarelo habla sobre las especies vegetales de estos ecosistemas, citando arboledas de «pinos, encinas, robles, alcornoques, fresnos, sauces, álamos, chopos, acacias, alisos, castaños, cipreses y acebuches: de los arbustos, retamas, jaras, adelfas, brezos, cambroneras, lentiscos, madroños y taray». También enumera la fauna depredadora que puede ser dañina al caballo, en las fincas, pastos y breñas del Guadalquivir; están los zorros, gatos monteses, víboras y lobos.

Sobre los prados que sirven de alimento al ganado caballar en esta zona, se lee lo siguiente:

«En aquellas praderas, cuidadas y cultivadas con esmero, hemos visto acopiar riquísimo y fragante heno, más fino que los mejores de Francia e Inglaterra: en ellas las yerbas se conservan frescas para disfrute de verano, como que son durables hasta julio y agosto en algunas partes. Por todos aquellos valles, el trébol, el ballico, la alberjana, la manzanilla, la grama, las airas, los holcos, las poas, tan útiles para el alimento del caballo, alternan con el cantueso, el romero, las aúlagas, la menta, siempre odorante, la trepadora hiedra, que parecida a la de Italia, aprisiona los árboles y viste los edificios; los helechos que pueblan las colinas, y otra porción de matas que de adorno, o para resguardo allí, muchas veces son útiles al hombre».

En cuanto a los cruzamientos para mejora, tan usuales en la época, Cotarelo escribe sobre los de Sevilla lo siguiente, en línea de la filosofía hipológica de la época: desechar cruces del norte, ingleses o normandos y enfocar la recuperación en los cruces con tipos orientales:

«Se han hecho en esta provincia varios cruzamientos de sus yeguas con caballos franceses, alemanes, ingleses y árabes; y sus resultados, en general, no han correspondido a las esperanzas que se habían concebido, habiendo perjudicado algunos de estos a ciertas ganaderías en que se ha hecho uso de esta clase de caballos. El árabe, sin embargo, se reconoce como muy buen reproductor; y aun cuando esta unión con las yeguas del país propende a disminuir la alzada, trasmite, hablando en términos vulgares, buena calidad. Por espacio de algunos años, y en medio de ganaderías numerosas, hemos buscado en vano las buenas señales de algunos de estos cruzamientos, y hemos visto cambiada con desventaja la conformación y buena traza de alguna ganadería. Esto no quiere decir que dejen de hacerse ensayos para mejorar, pero deben estudiarse mucho estas trasformaciones. En 1828 se hicieron experimentos con caballos normandos por disposición del Consejo Supremo de la Guerra; y aunque fueron dirigidas estas paradas con inteligencia y orden recomendables, no trasmitió esta cruza resultados satisfactorios, según la opinión de las personas que han venido siguiendo los productos de ella».

En 1855, dirigida la parada de caballos padres del Estado por D. Manuel Gamero-Cívico, delegado de Cría Caballar y persona de reconocida inteligencia, se atendía a las necesidades de algunos pueblos, dividiendo en secciones el número de sementales, y en esta parada los caballos españoles y los árabes eran los destinados a la reproducción. La experiencia, sin duda, ha enseñado que no convienen en esta provincia ciertos cruzamientos extraños, y hoy los depósitos de caballos padres del Estado se componen de dieciséis españoles, tres hispano-árabes y tres árabes.

LA FERIA DE SEVILLA Y LAS COMPRAS DEL EJÉRCITO A LOS GANADEROS

No pasa por alto este tratado la gran importancia de la reciente Feria de Sevilla como uno de los eventos de compra-venta de caballos más importantes (junto a la de Carmona y de Mairena que le siguen). La Feria de Sevilla fue concedida por Real Orden el 5 de marzo de 1847, inaugurándose aquel año con cerca de 30.000 cabezas de ganado en los campos del mercado. Dos años más adelante el número de cabezas se dobló a 61.000, entre ellas 1.600 caballos, 4.400 potros y 2.683 yeguas.

En cuanto a los compradores, se dice lo siguiente:

«El principal consumidor que se presenta en esta feria es la Remonta del Ejército; y no dejan de serlo los tratantes valencianos y portugueses, que suelen hacer la adquisición de crecidas piaras de yeguas, potros y potrancas. Las Remontas han comprado de antiguo los potros de dos, tres y cuatro años de edad, según las necesidades de la Caballería, conciliándola con las de los ganaderos; habiéndose hecho la mayor compra generalmente en los de la edad de tres años, para que tengan los potros uno de recría en los establecimientos del Ejército».

Y es aquí donde Cotarelo explica la importancia que tuvieron para el desarrollo del caballo español las compras que el Ejército iba a hacer a los ganaderos, y el origen de la relación entre militares y ganaderos que tanto iba a afectar al futuro del caballo Pura Raza Español y en la que tanto llegaron a influir los caballos de Miura:

«...Estas compras se hacen también a domicilio y por partidas compuestas de oficiales, profesores veterinarios y el número de soldados que se necesitan para potrero; pero hasta 1851, en que por la Subdirección de Remonta se demarcaron los distritos remontistas o zonas en que debía comprar el ganado cada establecimiento, no había nada establecido respecto de un punto tan interesante, que proporcionaría el conocimiento de la ganadería y daría a conocer la estadística del ganado útil para la tropas».

PRIMERAS PISTAS SOBRE LOS INICIOS DEL GANADO CABALLAR EN MIURA

Tras unas extensas tablas donde se puede consultar el censo por categorías caballares y pueblos de Sevilla, se exponen los sistemas de cría y medidas de fomento (que no eran otras que las que propusiera Laiglesia en sus escritos, como ya hemos visto), y como medida de estímulo a los criadores y a la cría caballar o «grangería» estaban las exposiciones de ganado, con premios a los mejores ejemplares. Se exponen los resultados de las celebradas en 1850 y 1856 «que tanta novedad causaron en el país».


Participantes y premios de las exposiciones de ganado caballar en Sevilla en 1850 y 1856. Hay referencia a un caballo «Torgado» de la casta de Sopa en Arcos de la Frontera, propiedad de la Viuda de Miura. (De la cría caballar en España, Cotarelo y Garastazu, 1861).

En estos datos se pueden ver nombres en ejemplares presentados por D. Francisco Morube de Los Palacios, en 1850, como los potros «Jardinero», «Sonajero», «Cordón», «Bienmirado» o «Mayorazgo», que tienen nombres que aparecen en los registros de ganado equino más antiguos de la ganadería Miura, quizá con procedencia de estos en una parte13. Por otro lado en la exposición de 1856 se cita un semental de cinco años, de nombre «Torgado» y de procedencia de la ganadería de Sopa, en Arcos de la Frontera (una de las consideradas «cartujanas» como Zapata o Calero) y como cuyo dueño actual figura la Señora Viuda de Miura, de Sevilla.

La obra de Cotarelo sigue por la provincia de Cádiz, donde resaltan una disminución de criadores desde 1854 y que hay en ella cierta escasez de caballos padres. Uno de los datos que llaman la atención es el de Jerez, ciudad históricamente ligada al caballo, donde en la única parada de sementales que tiene el Gobierno solo hay tres caballos:

«Existen solo tres, que son dos árabes y uno del país, de la acreditada ganadería de Corbacho. Sería un bien de importancia que estas paradas se aumentasen hasta poner 50 caballos para poderlos distribuir en la época de la cubrición, en los partidos de Arcos, Algeciras, Chiclana, Jerez, Medina-Sidonia, Olvera, Puerto de Santa María y San Roque (1); Y de este modo no se utilizarían para sementales, por la necesidad, potros sin haber completado su desarrollo, o caballos defectuosos, cuya debilidad o defectos trasmiten a sus productos, contribuyendo así insensiblemente a la degeneración y poquedad que habrá de irse lamentando de día en día».

Les siguen Huelva, Granada, Málaga, Córdoba (con un censo equino en su capital inferior en número a Sevilla, Utrera o Écija) y Jaén.

En Huelva es de notar el tráfico de caballos españoles hacia Portugal, donde iban influyendo en la creación del lusitano moderno desde esta época, y sobre todo, como veremos después, en el siglo XX:

«Pero hay una particularidad en la de Huelva que no debe perderse de vista, la cual consiste en que la inmediación que tiene con Portugal facilita a algunos tratantes nacionales hacer especulaciones cuantiosas con los portugueses, vendiéndoles caballos españoles, que entre ellos son muy estimados: esto hace que compren potros de tierna edad a los mejores criadores de Andalucía y Extremadura para recriarlos en sus potriles con el fin indicado».

En Córdoba, donde aún no se había instituido la Yeguada Militar de Moratalla (se habría de fundar en 1893), hay algunas notas interesantes sobre el partido de Posadas, al que pertenecen antiguas ganaderías como Gamero-Cívico o en Fuente Palmeras, Juan Manuel Martínez Nogueras (del que se escindieron por un lado las ganaderías actuales de cruzados Martínez-Conradi y de españoles Martínez Lora-Boloix).

«...Se advierte alguna diferencia en las yeguadas de este partido, pero pueden describirse de alzada regular las de Posadas y Almodóvar; mayores las de Palma del Río y de las posesiones de Moratalla y Nublos; más pequeñas las del pueblo de Hornachuelos, con algunas excepciones. En dichas posesiones se han hecho cruzamientos con caballos anglo-españoles; en el resto del partido se han tenido sementales de las mismas yeguadas, y de las castas de Cívico, de la Cartuja de Jerez, de Armero, con algunos de la procedencia de la yeguada del Sermo. Sr. Infante D. Francisco. La ganadería de Cívico ha adquirido una justa reputación por sus buenos productos».

En Jaén se distinguían los productos caballares de la Loma de Úbeda:

«Desde tiempos antiguos, y según queda ya indicado, han tenido cierta celebridad los caballos de la Loma de Úbeda, y esta nombradía no solo debe concretarse a la calidad del ganado, sino al mayor número de cabezas que se han criado en esta parte del reino. De ella se han surtido de caballos las personas reales, y el duque de Alburquerque, caballerizo mayor de Fernando VI, conociendo las mejoras e importancia que daría a las caballerizas del rey la introducción en ellas de la raza de la Loma, hizo comprar cuarenta y cinco yeguas para la real ganadería de Aranjuez, que debe su origen y su fomento en gran parte a las yeguas de esta localidad, como tendremos ocasión de manifestar».

En Extremadura, Badajoz y Cáceres refiere que hubo buenas yeguadas y cría antaño, y que la falta de cuidados y de padres hizo que esta cría descendiese, aunque en la actualidad estaban repoblando la cabaña con sementales traídos de Andalucía. Y que era frecuente por la trashumancia que los caballos extremeños fuesen vendidos a precios bajos a tratantes valencianos o portugueses, pasasen a la Mancha, o bien a ferias de ganado como Sevilla, Mairena, Zafra o Trujillo.

«Que existe una necesidad palmaria de caballos sementales en Extremadura para aumentar las paradas del Estado y por los criadores que tienen buenas yeguadas está reconocido por los inteligentes. La elección de estos caballos, según los puntos 6, zonas que debían servir para la reproducción, es lo que sería preciso tener muy en cuenta, por la conformación y temperamento de las yeguas, por las circunstancias especiales de cada localidad, por los consejos de la experiencia. Recelosos de no acertar con nuestras indicaciones, pero con deseo del bien del país y del fomento de la ganadería caballar, nos limitaremos a exponer un parecer que abrace en general estas localidades, y la clase de reproductores que serían necesarios. En toda la cuenca del río Guadiana, desde Don Benito hasta Badajoz, para las yeguadas que aprovechan constantemente sus terrenos de ribera, en los partidos de Don Benito, Mérida, Almendralejo, Badajoz y Olivenza, convienen en primer lugar caballos padres de las ganaderías de más crédito de la provincia de Córdoba, de la de S. M. la reina, y algunos de Jerez de la Frontera, Paterna y Alcalá de los Gazules. En los partidos de Herrera del Duque, Puebla de Alcacer, Castuera y Llerena, serían de utilidad los cruzamientos con sementales de la provincia de Jaén, de los criados hacia Úbeda y Baeza, y algunos de las mejores ganaderías de la de Cáceres. En los de Fuente de Cantos, Zafra, y ]a parte del de Almendralejo, desde la Sierra de Hornachos hasta la Solana, producirían buenos resultados los de la provincia de Cádiz, de los criados en la parte alta del Guadalete, o sea desde cerca de su confluencia con el Majaceite. En los de Fregenal de la Sierra y Jerez de los Caballeros serían convenientes los de Sevilla y Cádiz, excluyendo los criados en las marismas, y algunos de las ganaderías de más concepto en la de Córdoba».

En el resto de regiones, se extiende más en Madrid, donde cuenta sobre la Yeguada Real de Aranjuez, cuya historia ya ha sido sintetizada de igual manera por otros autores, y que llegaba a su fin, siendo los últimos sementales en llegar los árabes importados por Gliocho en una expedición que duró tres años y recorrió veinte mil kilómetros, llegando a Madrid los caballos en 1850 sin Gliocho, que murió en el Kurdistán.

Dos años después, en 1852, moriría viendo cumplir sus proyectos de mejora nacional de la cría caballar, y llegando al cargo de visitador general de Cría Caballar Francisco de Laiglesia y Darracq.

Otros dos años más tarde, en 1854, murió Juan Manuel Miura Rodríguez, el padre de los dos verdaderos iniciadores de la ganadería: Antonio Miura, que recoge el testigo y la titularidad, y su hermano menor, Eduardo, que hasta 1893 no llevaría las riendas de la ganadería (el mismo año en que se fundaría la Yeguada Militar de Moratalla, Córdoba). En esta época emergen ganaderos en Jerez, como el longevo y legendario Vicente Romero, que en 1854 le compra a Zapata el hierro del bocado.

1862. «Cría caballar, cruzamientos y sistemas de cría» de Julián Soto, profesor veterinario de primera clase y mariscal de la Real Yeguada de Aranjuez

Sigue en línea con todo lo anterior, estableciendo una disquisición interesante sobre los conceptos «pura sangre» y «pura raza». Con respecto a la necesidad de volver a la sangre oriental para la mejora, es explícito:

«De las razas puras, y en especial de la árabe, es de las que en nuestro suelo podemos esperar alguna cosa para la mejora y perfección de nuestros caballos, porque en el clima de España, más que en otro alguno, es donde esta raza demostrará toda su intensidad, todo su poder, actividad y extensión, en virtud de que nuestro clima y sobre todo el de las Andalucías, la cual es muy a propósito y está muy en relación con el de su país natal. A juzgar por los resultados que en todos tiempos han dado los caballos orientales en nuestro país y por los obtenidos en otros puntos con los traídos de los desiertos de Anazé y Chamar, puede decirse y aun asegurarse que, si en Andalucía baja se estableciera un plantel de cría caballar con yeguas y caballos árabes de los indicados desiertos, esta raza se conservaba en toda su fuerza, siempre que no se introdujera en ella sangre extraña y que se estableciera su crianza bajo un régimen lo más análogo posible al que esta raza de animales tiene entre los árabes, dirigiendo su acoplamiento para la monta conforme a los sanos principios de la zootecnia. Creemos más: creemos que esta raza de caballos, criada bajo tales auspicios y no en excesivo número, se mejoraría y adquiriría algunas buenas condiciones que le fallan (entre otras la alzada). Estos caballos llenos de vigor se conservarían en un principio casi ilesos; después, de generación en generación, trasmitirían este principio de vida tan activo que ellos mismos heredaron de sus padres, y de este modo quedaría establecido un plantel de sangre oriental, del cual por cruzamientos sabiamente ordenados con nuestras yeguas se llegarían a obtener en nuestras provincias los caballos padres que necesitamos, para con ellos y nuestras yeguas ocurrir a las necesidades crecientes, que tanto en lo civil como en el Ejército nos asaltan».

Para terminar esta relación, hay una pequeña obra u opúsculo muy similar a la anterior.

1879. «La verdad en cría caballar» de Pedro Cubillo y Zarzuelo, profesor del cuerpo de Veterinaria Militar, caballero de la Orden de Carlos III y también ex-Mariscal de la Yeguada de Aranjuez

De esta obra también se entresacan extractos interesantes en cuanto a cruzamientos y definición de «pura sangre».

Comienza en sintonía con casi todos al situar al árabe como el «mejorante» para el español. Nombra los tipos que se encuentran y la zona geográfica adonde pertenecen, que fue donde se llevaron a cabo las importaciones europeas (incluyendo la de Gliocho para Isabel II) en el siglo XIX y donde tendrían lugar en 1904 y 1905 las de la Comisión de Cría Caballar del comandante De Quintos y el capitán Azpeitia de Moros.

«...El caballo árabe puro, con exclusión de los berberiscos, es el llamado únicamente a mejorar nuestras razas de silla, y esto hasta ciertos límites, porque, como lo hemos visto prácticamente, pasando del segundo cruzamiento empiezan a perder en alzada y en fuerza material a medida que se aproximan a la raza regeneradora. Excluimos los caballos del Imperio de Marruecos, en razón a que los que hemos visto regalados como una notabilidad por el emperador a S. M. la reina y presentados por Muley-el-Abbas tenían muy malas condiciones para sementales, y fueron destinados como recelas a la Real Yeguada de Aranjuez, siendo poco más o menos lo mismo todos los que vimos traídos por diferentes jefes de nuestro Ejército cuando la guerra de África, siendo la mayor parte estrechos de pecho, izquierdos, etc.».

«...El tipo que pertenece a las mejores razas habita las riberas del Eúfrates, la Siria y los desiertos de la Arabia. El comercio de los caballos árabes tiene por centro la ciudad de Bassora y Alepo, en las épocas en que se aproximan las tribus».

«...Según los autores que han escrito sobre el particular, dicen que la raza árabe comprende dos tribus principales, la nombrada kocklani, khiel, kailan o pura sangre; la otra kadische o caballo de raza incierta o desconocida, y corresponde a caballos de varias mezclas; también hay la kalik o media sangre, y los de raza común o kuedich o altechí. Del kocklani hacen los mayores elogios».

Aquí es interesante que sigue con la mejor manera de efectuar los cruzamientos y de seleccionar con lo que se ha de seguir reproduciendo en siguientes generaciones:

«...Insistimos en que el cruzamiento del caballo árabe no debe extenderse más allá de los límites que hemos señalado, es decir, que si conseguimos el objeto a la primera o segunda generación, debemos abstenernos de continuar, y las producciones media y tres cuartos de sangre se pueden perpetuar entre sí, sin perjuicio que, después de algunas generaciones, si se notase degeneración en algunas de sus circunstancias, se refresque la sangre con un caballo de Pura Sangre Árabe; pero que, si se tiene cuidado de elegir siempre para semental el mejor de los productos cruzados, se evitará de hacer tan grande desembolso en la adquisición del pura sangre».

Una definición de «pura sangre» que bien valdría para «pura raza». Vemos que el concepto «puro» hace más referencia a un tipo definido, acabado y transmisible en zootecnia que a un producto con genética «cerrada». De hecho se puede llegar al «puro» mediante cruzamientos, y esto es lo que hicieron casi todos desde el siglo XIX hasta el XX con nuestro P.R.E actual, en todas sus estirpes y familias sin excepción.

«... Se entiende por pura sangre en hipología una reunión de cualidades originales, de caracteres innatos procedentes de la herencia de las razas de caballos más antiguas y distinguidas; tienen una grande energía, la facultad de dispensar, en un tiempo dado, una suma considerable de fuerzas; el privilegio de imprimir a sus descendientes un sello especial y de trasmitir al más alto grado sus cualidades. Se pueden añadir la finura y la distinción de sus formas, la velocidad de sus marchas, el vigor sostenido en el ejercicio, la finura y delgadez de su piel, las crines poco pobladas y sedosas, de escasa y fina cerneja. Los huesos son más duros y compactos, las fibras musculares más densas y apretadas, el tejido celular muy poco abundante y el sistema nervioso más desarrollado que en las razas comunes».

«...Todas las razas pueden mejorarse de dos modos: por cruzamiento o mezcla, o por una selección progresiva entre los individuos de la misma raza».

Siempre la «carta» a jugar por el ganadero en la mejora ha sido la introducción de sementales «mejorantes» (en lugar de introducir nuevas yeguas) para refrescar sangre, por razones que en esta obra se explican:

«...El cruzamiento tiene lugar siempre eligiendo los machos, porque uno basta para treinta yeguas, los gastos son menores, su influencia es más poderosa en cuanto a la energía, carácter y formas exteriores; la aclimatación no ofrece dificultades en los nuevos productos al paso que hay grande exposición a perder el capital con la importación de yeguas y hacer la cruza con caballos indígenas».

Las yeguas obtenidas por estos cruces, en cambio, son el vehículo con el que llevar a cabo la selección y mejora:

«...Los machos de la primera, segunda y aun tercera generación deben separarse de la reproducción como impropios aún a mejorar la raza, y aún sería conveniente castrarlos; pero las yeguas que resulten podrán ser cubiertas por su padre, porque la consanguinidad no tiene inconveniente en las primeras generaciones. Las hembras de la primera generación, o sea de media sangre, cubiertas por su padre o por otro de la misma sangre y procedencia, darán un producto que será de tres cuartas partes; las de la segunda generación, o sea las que tengan las tres cuartas partes, cubiertas por el mismo caballo, darán un producto de siete octavas de sangre, muy semejante a la raza regeneratriz; pero que aún se observan algunos rasgos de la regenerada, en esta y en algunas generaciones sucesivas, como lo manifiestan los atavismos o salto atrás que se observa con frecuencia. Si se quiere mejorar o perfeccionar más, es necesario seguir cubriendo las hembras por la raza pura, y a la cuarta o quinta generación serán idénticos a ella».

Y, siguiendo la filosofía de Buffon, siempre atentos a refrescar, si aparecen degeneraciones:

«...Será muy conveniente de tiempo en tiempo renovar o refrescar la sangre si se nota alguna degeneración, empleando un semental puro, o lo mejor que se haya obtenido de media sangre; pero que no tenga parentesco con la que se trate de conservar, o si lo tiene que sea muy lejano».

He aquí la receta «infalible» de la práctica ganadera de los cruzamientos: selección y mejora, fijando y obteniendo ejemplares «puros» y el como mantenerlos, refrescando de tiempo en tiempo. Magistral la explicación, donde se observan conceptos de genética como el «vigor híbrido» y el equilibrio genético en la selección. Esto es exactamente lo que hacían los ganaderos de éxito, y lo que llevó a la fama a los caballos Zapata, conocidos como «cartujanos» antiguos, y no ese «purismo endogámico» con el que los partidarios del «cerrado en bocado» degeneraron la estirpe en la segunda mitad del siglo XX:

«Esta prescripción de todos los autores está confirmada por nuestra práctica en la Real Yeguada, puesto que las primeras crías que dieron los caballos árabes que vinieron para S. M., que nacieron en la primavera de 1852, fueron muy superiores en alzada, hueso y demás, comparados con los productos que dieron las yeguas de media sangre, que fueron de menos alzada, hueso, etc.; observándose esto mismo en el ganado de Tarbes, que por haber seguido tanto los cruzamientos árabes han llegado hasta el extremo de haber quedado solo, por decirlo así, con la parle espiritual, porque la material se ha reducido a la última expresión. Fundados en estas observaciones, no nos cansaremos de insistir en aconsejar que, cuando se haya obtenido lo que se desea, se detengan los cruzamientos y la nueva raza se sostenga por sí misma, refrescando la sangre de tiempo en tiempo y eligiendo siempre para sementales los mejores que se críen para conservarla en el estado que se desea».

«Cuanto más puras son las razas, tanto más pronto se obtienen los resultados que se desean por los cruzamientos».

«...Cuando se quiera trasformar una raza en otra, sea de la clase que quiera, es muy conveniente empezar el cruzamiento con caballos de media sangre, y cuando los productos hembras tengan un cuarto de sangre o raza, cubrirlas por un caballo de pura; de esta manera la operación es más gradual, y al paso que se da energía a la nueva raza, se conserva la robustez de la organización. No pueden determinarse el número de generaciones que son necesarias de un modo terminante para conseguir la mejora que se desea, porque depende de la diferencia de las razas cruzadas, de las condiciones del régimen, de la localidad y de cuanto pueda influir en la vida de los animales».

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