Kitabı oku: «Los elementos de investigación», sayfa 2

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No hay duda que la realidad no es estática, es dinámica y cambiante, lo cual se hace muy díficil captarla en todo su movimiento y desarrollo. La investigación científica ha tenido que ingeniársela para estudiar esta realidad dinámica, dotada de temporalidad, y para ello ha creado técnicas y métodos que buscan identificar momentos de este proceso para reconstruirlo. El estudio de cualquier proceso genera muchos problemas, ya que es una secuencia temporalmente ordenada de hechos o fenómenos, donde muchas veces cada elemento determina el siguiente. Por ejemplo, algunos estudios longitudinales son medidas repetidas de las variables de un grupo en un periodo extendido de tiempo o en diferentes ocasiones, y se utilizan en algunos casos técnicas estadísticas denominadas secciones cruzadas, matriz de correlación, tablas de contingencia, series de tiempo, grafos de camino o similares, que no siempre logran captar la dinámica del cambio y del proceso. Necesitamos algo más que un conjunto de medios que congelen esta serie de eventos que participan en un proceso para estudiarlo y comprenderlo. Debemos apelar a todos los procedimientos cuantitativos y cualitativos, teóricos y empíricos para conocer los cambios y el desarrollo de un fenómeno, y de esta manera tener una visión mutidimensional de la realidad.

No sólo en el caso de la ciencia, también en todas las otras disciplinas que hacen parte de la cultura humana, sus propiedades, contenidos y formas de trabajo se encuentran interconectadas entre sí, ya sea a nivel interno o externo. Existe un principio dialéctico que afirma que todo tiene que ver con todo, el cual se refiere a la interdependencia entre las cosas y que plantea que los fenómenos en la realidad no existen aisladamente. Tanto los objetos de la ciencia, como sus métodos, técnicas, problemas, de una u otra forma se relacionan y se reflejan entre sí, y constituyen unidades, sistemas o estructuras. Las categorías filosóficas de la parte y el todo reflejan las relaciones y las conexiones entre los objetos, sus aspectos y elementos, y constituyen una unidad donde no es posible reducir el todo a las partes ni ésta al todo, porque en el primer caso se perdería la comprensión del todo como determinación cualitativa subordinada a leyes específicas. En el segundo caso, las partes no tendrían un significado per se, porque éstas podrían tener peculiaridades concretas no coincidentes de manera directa con el todo.

En la investigación científica esta premisa va a tener gran incidencia en la forma de abordar el estudio de la realidad, ya que existen numerosas modalidades y métodos que buscan relacionar el todo con sus partes y viceversa. Por ejemplo, la filosofía de la totalidad nos habla de un todo completo en sus partes y perfecto en su orden, que posee muchas variantes, entre las cuales se encuentra la concepción holística, que es el estudio del todo relacionándolo con sus partes pero sin separarlo de éste. En la investigación científica, además de la concepción holística, existen otras tendencias, entre las cuales se destaca el principio de la unidad en la diversidad, donde es posible tener puntos de acuerdo en medio de la diferencia y la diversidad, o aquellos donde se habla de diseños inductivos que parten de lo particular para construir posteriormente lo general (theory grounded) o viceversa, de lo general a lo particular, procesos que van a depender de los niveles de conocimiento que se tenga o no del problema de investigación que se estudia.

La existencia de diferentes niveles de complejidad en la naturaleza y en la vida, nos pone de manifiesto la variedad de fenómenos que se diferencian entre sí por la manera de manifestarse y de estar dotados de propiedades específicas. Las diferencias entre lo simple y lo complejo, de lo singular y lo universal, de lo específico y lo general, exige crear un sistema de niveles y jerarquizaciones no sólo para sistematizar y clasificar la información, sino para desarrollar procesos que van desde sus niveles básicos o simples hasta complejidades superiores.

Uno de los aspectos que mejor parece caracterizar este fenómeno, es el principio de la complejidad, popularizado por el pensador francés Edgar Morin. Actualmente uno de los aspectos más positivos de este auge de la complejidad es, precisamente, el hecho de aceptar que el estudio de una realidad compleja requiere de la participación de un equipo de investigadores que aporten el arsenal conceptual y metodológico de las diferentes disciplinas para afrontar el problema desde una perspectiva comprehensiva. Ya no es posible resolver asuntos realmente importantes -ya sean teóricos o prácticos- utilizando exclusivamente técnicas de análisis que diseccionan la realidad estudiada en partes más pequeñas y manejables. Por el contrario, lo que las ciencias de la complejidad persiguen en este momento es definir con exactitud y apertura la escala más apropiada para describir el comportamiento de un sistema y hacerlo sin necesidad de reducirlo a sus formas más elementales.

La problemática del conocimiento. Las relaciones entre el sujeto que conoce y el objeto cognoscible

Si nos quedáramos en los límites de las definiciones generales, sería muy difícil comprender los aspectos metodológicos y técnicos que ha adoptado un paradigma en el campo investigativo, por eso para reconocer las dimensiones operativas de estos postulados filosóficos hay que analizar las diversas posturas que se han enfrentado en la historia del pensamiento humano y que de alguna forma se reflejan en el campo investigativo. El positivismo y el fenomenologismo son a la postre las dos escuelas que han incidido más en la identidad filosófica y epistemológica de la investigación científica, asociadas a las ciencias naturales y sociales, y que a su vez se les relaciona con los paradigmas cuantitativos y cualitativos del quehacer investigativo. Para algunos autores, los conflictos existentes entre estos, no son otra cosa que la reedición de viejas querellas, por ejemplo, entre realismo e idealismo, objetivismo-subjetivismo, racionalismo-empirismo o las relaciones que surgen entre el sujeto y el objeto en el proceso del conocimiento, las cuales han dado nacimiento a diversas posturas en el campo de la filosofía. Son un conjunto de categorías que tipifican un universo de contradicciones y opciones que surgen de posiciones diferentes en el estudio y conocimiento de la realidad. Aquí las hemos definido y analizado a partir del tema del conocimiento, porque los problemas cognoscitivos, y la forma en encararlos son determinantes para determinar las formas de trabajo y las posturas de la investigación científica. Son las siguientes:

♦ Relaciones entre sujeto cognoscente - objeto cognoscible

♦ Naturaleza del conocimiento

♦ Origen del conocimiento

♦ Finalidad del conocimiento

El conocimiento surge como resultado de las relaciones entre el sujeto y el objeto, en torno a las cuales se han desarrollado numerosas escuelas filosóficas, las cuales a su vez se van a reflejar en los diversos paradigmas investigativos. Una problemática que busca responder numerosas preguntas sobre el qué, quién, por qué, para qué y el cómo del conocimiento, tema que ha sido estudiado, primero por la Teoría del Conocimiento y posteriormente por la Epistemología. Aquí nos limitaremos a analizar las relaciones que surgen entre los dos actores del proceso cognoscitivo: el sujeto y el objeto, y en torno al cual giran cuatro elementos fundamentales:

♦ El sujeto que conoce

♦ El objeto conocido

♦ La operación misma de conocer

♦ El resultado obtenido

La investigación científica no ha permanecido ajena a esta problemática, ya que en algunas tendencias se observa un distanciamiento entre el sujeto y objeto (objetivismo), un dominio del primero sobre el segundo (subjetivismo), del objeto sobre el sujeto (empirismo o realismo) o un equilibrio entre los dos (unidad dialéctica). Pero independientemente de las diversas aproximaciones que existen entre sujeto-objeto, actualmente domina una tendencia que busca la unidad o equilibrio entre ambos actores, buscando un punto de encuentro que permita resolver los problemas que han surgido en torno al tema del conocimiento.

Pero las relaciones entre sujeto-objeto no sólo se dan en el proceso del conocimiento, sino también estos dos elementos hacen parte de una estructura más general, de donde emerge la investigación sistemática, (Fig 2). Así como no podemos imaginar un conocimiento sin sujeto y objeto, de igual manera el acercamiento del investigador, es decir, el sujeto hacia su objeto, se constituye en una operación fundamental y esencia misma de la investigación. Al igual que en el caso del conocimiento, en la investigación sujeto y objeto son dos términos que sucesivamente se oponen y se compenetran, se separan y se acercan en un acto que se inicia por voluntad del investigador que desea el conocimiento.

Relaciones sujeto-objeto (Fig 2)


En esta relación la acción dominante es la conciencia del sujeto, sin aparente incidencia del objeto, lo cual conduce a la subjetividad, o sea percepciones, argumentos y lenguaje basados en el punto de vista del sujeto, y por tanto, influidos por sus intereses y deseos, (Fig 3). El conocimiento queda reducido a un fenómeno de conciencia y sus interpretaciones desestiman cualquier aspecto vinculado con la experiencia y la práctica.

Relación sujeto-objeto (Fig 3)


Ésta es una tendencia característica de la Fenomenología, o por lo menos de quienes piensan que la acción del sujeto es determinante en el proceso del conocimiento. El término ha tenido definiciones diferentes, pero en general en el terreno estrictamente gnoseológico se afirma que el conocimiento es una actividad donde el sujeto crea su propio objeto. A la fórmula de algunos filósofos que afirman que: nada hay en la inteligencia que no haya estado en los sentidos, otros filósofos les responden: nada hay en los sentidos que no haya conocido el razonamiento. Dio nacimiento a un término moderno como el subjetivismo, que designa la doctrina que reduce el conocimiento a un estado de simples actos del sujeto, de la realidad o de los valores del sujeto.

Relación objeto-sujeto (Fig 4)


Al igual que en el caso del idealismo, el realismo es una palabra que tiene muchos significados diferentes, desde el realismo ingenuo o vulgar hasta el realismo crítico, conceptos que nos muestran el dominio del objeto sobre el sujeto y donde las funciones de éste se limitan a reflejar en su mente las propiedades del objeto y la existencia objetiva está separada y es independiente de la existencia subjetiva, (Fig 4). El sujeto aprehende y el objeto es aprehendido. En el campo de la investigación científica, este realismo va a trocarse en objetivismo, concepción que admite la existencia de objetos (significados, conceptos, verdades, valores, normas, etc.), válidos independientemente de las creencias y de las opiniones de los diferentes sujetos. La objetividad es el ideal de la investigación científica, aunque el término puede tener lecturas diferentes para los paradigmas en pugna, porque puede referirse a aquello que es válido para todos, a lo que es externo a la conciencia o al pensamiento, lo que es independiente del sujeto conforme a ciertas reglas o métodos, etc.

El objetivismo puede derivar hacia posiciones extremas, ya que algunos teóricos recomiendan abstenerse de formular estimaciones críticas e inferir conclusiones, por considerar que la ciencia no es capaz de efectuarlas. Con ello se cae en un empirismo acrítico, que considera la experiencia directa y sensorial como única fuente de conocimiento.

Relación dialéctica sujeto-objeto (Fig 5)


Para los partidarios de la unidad dialéctica los conflictos que surgen de las relaciones entre sujeto-objeto en la conjunción del conocimiento, no son tales, porque sujeto y objeto constituyen una unidad y una totalidad. Se parte del supuesto que ambos interactúan, se reflejan y se influyen mutuamente, (Fig 5).

En una posición más contemporánea, surge el planteamiento de Edgar Morin quien en su obra Introducción al pensamiento complejo, nos habla del sujeto en relación al objeto y plantea que en la historia del pensamiento se ha vivido un marcado dualismo entre ambos, y según sea la corriente filosófica en boga, se ha privilegiado a uno u otro. En esta dualidad se comete el error de dejar por fuera el contexto, un tercer factor del conocimiento, que determina tanto al sujeto como al objeto. Esta noción del contexto va a tener una importancia fundamental en la investigación, ya que se parte del supuesto que las cosas no van a tener un significado por sí mismo, sino en relación al contexto donde se ubican. A juicio del autor, quien induce y predetermina el sujeto es el contexto, el cual sería el conjunto de circunstancias donde se produce un hecho: lugar y tiempo, cultura, realidad económica y social etc, lo cual nos ayuda a comprenderlo y explicarlo mejor.

En este proceso cognoscitivo el sujeto tendrá como referente un objeto hacia donde se dirige en busca de la verdad, o como queramos llamarla en la investigación científica: evidencia, prueba, demostración, certidumbre, confirmación, etc. ¿Qué camino debe recorrer para alcanzar esta meta o logro? En este recorrido se dan algunos momentos que van desde la ignorancia o desconocimiento de lo que se investiga o se busca conocer, hasta alcanzar la validez o la eficacia de los procedimientos cognoscitivos.

Filosofía, Lógica y Epistemología, soportes teóricos de la investigación científica

Hoy día es imposible pensar en la construcción de un proyecto de investigación sin la ayuda y el apoyo de componentes epistemólogicos o conceptuales básicos, o la realización de un diseño investigativo sin la participación de principios y operaciones lógicas que a la postre le dan coherencia y continuidad a nuestro trabajo. Nos hemos acostumbrado tanto al léxico filosófico, lógico y epistemológico en la investigación científica, que prácticamente lo hemos adoptado como propio. Quiérase o no, la investigación científica y en general el acto de conocer, descubrir o indagar, hacen parte de una experiencia total donde están involucrados no sólo el sujeto u objeto de investigación, el contexto donde actúa, sino un conjunto de presupuestos epistemológicos que se ocupan de la definición del saber y de los conceptos relacionados, de sus fuentes y los criterios, de los tipos de conocimiento posible y el grado con el que cada uno resulta cierto, así como la relación exacta entre el sujeto que conoce y el objeto conocido.

Por experiencia sabemos que disciplinas como la Lógica, a través del examen riguroso de la actividad científica e investigativa, nos señalan el modo como se debe efectuar el proceso de elaboración de la ciencia y las leyes que lo gobiernan. De esta manera la Lógica se convierte en la disciplina que permite satisfacer la necesidad de indagar las leyes que rigen el proceso de adquisición del conocimiento y formularlas explícitamente. La investigación científica no sería posible sin la ayuda y el apoyo de algunos supuestos e hipótesis filosóficas, que a la postre sirven de soporte en la determinación de los paradigmas investigaivos. O sea, la investigación científica no hubiera podido desarrollarse y consolidarse sin este bagaje teórico y todas aquellas concepciones que tienen relación con el objeto de estudio de una ciencia, los problemas por estudiar, de la naturaleza de sus métodos y la forma de explicar, interpretar o comprender los resultados de la investigación realizada.

Mario Bunge (2000) en su libro Epistemología: ciencia de la ciencia, nos habla de diversas ramas de la ciencia que están involucradas con la investigación científica y que él denomina con el nombre de Nueva Epistemología. Serían las siguientes:

♦ Lógica de la ciencia (problemas lógicos y estructuras lógicas de las teorías cientlficas).

♦ Semántica de la ciencia (análisis e interpretación de la conceptualización científica).

♦ Teoría del conocimiento científico (diferencia con otros conocimientos).

♦ Metodología de la ciencia (estudio del método general de la investigación).

♦ Ontología de la ciencia (análisis de los supuestos básicos o metafísicos de la investigación científica).

♦ Axiología de la ciencia (estudio del sistema de valores que guía la investigación).

♦ Ética de la ciencia (estudio de las normas morales que se cumplen en la investigación).

♦ Estética de la ciencia (valores y reglas estéticas de la investigación científica, particularmente de los estilos literarios).

Actualmente no se puede hacer investigación científica sin el concurso de la epistemología, aquella filosofía o teoría de la ciencia que estudia críticamente los principios, hipótesis y resultados de las diversas ciencias con el propósito de determinar su origen y estructura lógica, su valor y alcance objetivo. Desgraciadadamente se comete el error de no traducir todos estos presupuestos epistemológicos al lenguaje propio del quehacer investigativo, es decir, la metodología y la técnica investigativa. La mayoría de las veces con estos conceptos se les traslada crudamente a la actividad investigativa, y como no se les han definido sus extensiones empíricas les cuesta integrarse al quehacer operativo de la investigación. De ahí la dificultad para traducir en actos o en productos lo que se plantea originalmente a nivel teórico. Es la típica incapacidad para encontrar los niveles de correspondencia entre lo que se dice y se hace, entre la teoría y la práctica.

Si nos remitiéramos estrictamente al conjunto de ramas mencionadas por Bunge, llegaríamos a la conclusión de que el estudio de la ciencia es un abigarrado conjunto de aspectos lógicos, metodológicos, estadísticos, semánticos, ontológicos, axiológicos, éticos, estéticos y naturalmente, instrumentales, que aunque no se identifiquen o se mencionen, existen o participan en cada una de las actividades de la investigación. El pensamiento como la estructura de un diseño de investigación se convertiría en algo caótico y azaroso si no obedeciera a algunos principios lógicos. No sería posible ir de lo empírico de las cosas al conocimiento científico, de la mera opinión o del supuesto al conocimiento estructurado, ricamente articulado, comprendido, coherente y reflexivo, si no se aplicaran algunos criterios o principios lógicos. Pero no creamos que para hacer investigación científica, tenemos que convertirnos en unos especialistas en Lógica, en Filosofía o en Epistemología, ya que como lo señala Hegel (1973) en su Lógica: “Para hacer razonamientos exactos hace tan poca falta haber estudiado lógica como haber estudiado la anatomía y la fisiología para digerir y respirar convenientemente”.

Uno de los cometidos del epistemólogo –afirma Bunge– (1973), es analizar la estructura lógica de las teorías científicas, entonces la lógica es una de sus herramientas de trabajo. Naturalmente el epistemólogo se servirá de la lógica de su siglo, sin ser necesariamente un especialista en ella, del mismo modo que el biólogo emplea la física de su siglo sin ser el mismo físico.

El hecho de destacar las relaciones entre la investigación científica y disciplinas como la filosofía, epistemología o la lógica, tiene un propósito muy definido: destacar y hacer énfasis en los vacíos que se observan no sólo entre los estudiantes y aprendices de la investigación, sino también en los propios investigadores profesionales, en el momento que les corresponda analizar e interpretar los datos e información de una investigación, de deducir e inferir premisas, establecer conexiones entre los fenómenos y hechos estudiados, argumentar sobre pruebas descubiertas, plantear y comprobar hipótesis, demostrar razonamientos estableciendo sus conexiones necesarias con otros conocimientos, etc. Excelentes trabajos de campo se frustran debido al poco o escaso nivel conceptual y abstracto que poseen las personas responsables de su análisis e interpretación. Muchas veces los investigadores carecen de formación y madurez para pensar científicamente, de ahí las dificultades para llevar a la práctica ciertas operaciones mentales de representación (enumerar-describir, comparar-distinguir, clasificar-definir, etc.), de identificación de problemas (contradicciones y oposiciones, ubicar hechos y fenómenos en el tiempo y el espacio, etc., de relación (relacionar un hecho con sus causas y consecuencias, buscar leyes y teorías para explicar y comprender hechos, etc.), de acción (explicitar los valores y principios que inspiran y guían la acción, establecer objetivos, metas, medios y métodos de acción, etc.).

Ejecutar todas estas operaciones propias del pensamiento científico requiere una formación teórica y conceptual básica, que sólo disciplinas como la lógica, la epistemología y la filosofía nos aportan. Desgraciadamente en la actualidad muchos investigadores y estudiosos de las ciencias sociales nunca logran superar el nivel de las fórmulas operativas que utilizan para investigar o para actuar en cualquier situación o cualquier momento, olvidando los niveles de teorización que deben guardar para no caer en las viejas fórmulas empíricas, donde todo se remite al dato y a la información objetiva y concreta. Algunos creen que ello hace la diferencia entre un técnico de la investigación y un investigador científico.

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