Kitabı oku: «El regalo del lobo», sayfa 5
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El guion existencial
La vida es un largo combate por el que se llega a ser uno mismo, esa es la tarea más elevada e ineludible de todo ser humano.
SIMONE DE BEAUVOIR
El concepto de guion existencial hace referencia a una construcción activa y original por parte de cada persona que dura toda la vida, así como también a una narrativa inconsciente muy poderosa que va condicionando la configuración de la historia de vida individual.
Ya desde antes del nacimiento, podemos afirmar que existen importantes elementos de este guion, como la dimensión relacionada con el deseo del hijo, así como los legados transgeneracionales que este va a recibir o el lugar que va a ocupar en la familia. Este nuevo ser va a requerir esencialmente del vínculo para empezar a generar las conexiones neuronales necesarias para su desarrollo cerebral, así como la relación de apego, esencial para la supervivencia.
Las primeras experiencias de apego se generan en el primer y segundo año de vida y quedan grabadas a fuego en nuestra memoria implícita, una memoria que es preverbal y está formada por emociones profundas. Aspectos tan cruciales como la autoestima y la empatía tienen su origen en estas primeras vivencias de apego, que también van a condicionar fuertemente la relación con uno mismo, con los otros y con el mundo, pues estarán mediatizando la interpretación que hagamos de lo que nos toca vivir y, por tanto, nuestra posición y nuestra respuesta ante ello.
En consecuencia, toda persona va creando una cosmovisión que colorea sus vínculos y sus acciones. Nuestra relación con el mundo es una parte esencial de esa cosmovisión. Entendemos que en dicha relación podemos establecer un continuo con dos polos extremos, en uno de los cuales el mundo es visto como una fuerza desmesurada y amenazante, con las correspondientes vivencias de aniquilación y muerte, mientras que en el otro se observa como un espacio al que somos invitados y en el que uno mismo puede conquistar su propio lugar.
La construcción de un núcleo de identidad sólido y fuerte tiene sus cimientos en los procesos psíquicos establecidos en la vinculación con las figuras básicas de apego, en el estilo de vinculación generado en los dos primeros años de vida y en la posibilidad de que dichas figuras permitan la diferenciación desde el inicio.
Podemos afirmar que el guion existencial hunde sus orígenes en esta génesis del vínculo de apego, que es el núcleo de la identidad desde el que se irá desarrollando nuestra complejidad psíquica y nuestra vinculación en sus diferentes aspectos: con nosotros mismos, lo que genera nuestra autoimagen, con los otros y con el mundo. En definitiva, de este vínculo de apego depende el significado profundo que cada persona otorga a la realidad.
Las grandes coordenadas del guion existencial
Las etapas del ciclo vital humano
Como dice una sentencia judía, sabemos que cada nuevo individuo vuelve a crear un nuevo universo. Al mismo tiempo, sabemos que este nuevo individuo viene con una dotación no solo genética, sino también transgeneracional, que se refiere a legados de diferente índole y relevancia.
El sustrato de las coordenadas esenciales del guion existencial se está configurando en las primeras etapas evolutivas. En el vínculo madre-hijo1 está condensado también lo vincular de esta madre con su pareja y con sus otros vínculos significativos. Por supuesto, este sustrato es de carácter inconsciente y se genera en etapas preverbales. Podríamos hablar de una iniciación primigenia a la vida psíquica, inconsciente y preverbal. Después, ya en fases verbales, hace su aparición otro tipo de dimensión condicionada por el poder de las palabras. Con el desarrollo del lenguaje tienen lugar grandes adquisiciones en el desarrollo psíquico de la persona.
Más tarde, en la adolescencia, hay una reedición de estas coordenadas de identidad primigenia e infantil, así como una oportunidad de cambio y reconstrucción. El adolescente recrea el mundo y con su originalidad dejará una huella absolutamente única y personal en su guion existencial y en su identidad. En esta etapa están ya contenidas las grandes preguntas. Se trata de una fase inaugural.
Sin embargo, podemos afirmar, como ya hemos dicho en páginas anteriores, que el ser humano puede mejorar en todas las etapas y momentos de su recorrido vital y, a través de un trabajo profundo, es capaz de generar cambios en su estilo de vinculación primigenio. Consideramos que el guion existencial no está escrito. Jung nos habla de que la máxima totalidad solo se alcanza en el momento de la muerte; hasta entonces existe una vía de perfeccionamiento, de reconstrucción, de cambio, de reparación. Hagamos lo que hagamos, somos en gran medida los autores de nuestra vida.
Veamos ahora dos ejemplos de guiones de vida tomando como referencia la dimensión profesional.
Si A quiere cumplir el deseo de su padre y llegar a ser ingeniero aeronáutico, puede que lo consiga y con ello se convierta también en autor de su propio guion. Porque resulta que le gusta mucho, es muy competente y halla disfrute y sentido en estudiar esta carrera. Obtiene unas calificaciones brillantes, después consigue un buen trabajo y tiene éxito profesional. Parece que ha aceptado el deseo de su padre y lo ha hecho suyo. Ha salido bien. La sintonía es muy grande y el anhelo del progenitor se ha transmitido seguramente de manera respetuosa y con amor.
Si B quiere cumplir el deseo de su padre y llegar a ser ingeniero aeronáutico, pero se encuentra bloqueado, abrumado por la dificultad de las materias, bien por falta de capacidad o por falta de esfuerzo, entusiasmo y compromiso… Sus calificaciones son malas, repite un año tras otro. Todo este proceso mina su autoestima y hace que su carrera pierda sentido. Se acerca a los treinta años y comprende que desea estudiar otra cosa. Durante todo este tiempo ha estado por un lado tratando de cumplir el deseo de su padre, y por otro resistiéndose a cumplirlo. Esta oposición de energías y esta lucha constante no pueden aportarle satisfacción ni éxito.
Ambos, A y B, están desarrollando su guion. En el primer caso puede que el «libro mayor» de la familia de origen2 le haya reservado dones y legados positivos que han soplado como viento a favor o que incluso le ayudaron a construir un barco fuerte y seguro. En el segundo caso, habría que ver qué deudas, qué legados negativos, qué repeticiones y traumas han viajado de generación en generación hasta llegar a él, de manera que su barco es frágil y suele aventurarse con el viento en contra.
La familia de origen
La familia es el átomo social y en su seno tiene lugar la formación de la identidad. Durante mucho tiempo se ha puesto el énfasis en el estudio del vínculo de los padres con el hijo. Este núcleo es esencial, pero para comprenderlo en toda su extensión es necesario enmarcarlo en la historia transgeneracional, porque en ella está el origen de legados y modelos que van a influir poderosamente en el guion individual.
La existencia de una serie de mandatos familiares que obstaculizan que la persona realice una verdadera elección, representados en los cuentos de hadas mediante los hechizos, es un factor muy poderoso. Asimismo, podemos hablar de modelos que se repiten como un intento de dar cauce a un enigma que se traspasa sin resolver, de generación en generación. Por ejemplo, tal y como sabemos por la psicología transgeneracional, si hay un miembro de la familia que es excluido por un motivo generalmente tabú, y este tema no se resuelve o repara de alguna manera, en una generación futura aparecerá un miembro excluido también por alguna causa tabú.
Desde el punto de vista familiar, quiero destacar un concepto esencial: el lugar que se ocupa. Hay familias en las que en el lugar de la pareja se sitúa un hijo o una hija. Algunas personas no tienen su sitio en la propia familia, son los excluidos. Otras ocupan la posición de la oveja negra y se pretende acallarlos o bien son señalados para cargar sobre ellos toda la culpa y la entropía que genera una estructura caótica, disfuncional, inicua. Por ello es esencial hacerse consciente y conquistar el propio lugar, y eso solo es posible en un proceso de reconstrucción de la familia interna.
Individuación y diferenciación
Desde el mismo momento del nacimiento se produce una separación y se inicia un proceso de diferenciación. La persona va a ir desarrollando su identidad original a través del crecimiento físico y psíquico desde la infancia.
Es muy destacable que, después de la necesidad de identificarse por oposición a los progenitores propia de la adolescencia y de las elecciones de la etapa de la juventud, una de las tareas esenciales del nuevo adulto consiste en diferenciarse más profundamente de las figuras de apego, fundamentalmente de los padres.
Este proceso hace necesaria una separación, que no quiere decir desapego. Se trata de un trabajo psicológico en el que la persona descubre sus metas originales y se desliga del punto de vista de sus progenitores y de las personas significativas, para encontrar el suyo propio. Dicho proceso compromete las propias elecciones de vida en cuanto a los ejes esenciales, como el autocuidado y el desarrollo personal, la vinculación significativa con los otros, el emparejamiento, las amistades, así como la propia pertenencia, la identidad profesional, nuestros ideales, nuestra razón de ser en esta vida
El guion existencial es dinámico y abierto
Podemos mirar la biografía de cada persona como si fuera un guion que se inicia en su nacimiento, o seguramente antes, y que atraviesa las diferentes etapas del ciclo vital hasta la muerte. Una de las ideas esenciales de este libro es que la formación del ser humano no tiene lugar únicamente en las etapas de la infancia y la adolescencia; cuando uno se convierte en adulto, el proceso evolutivo continúa durante toda su existencia. La vida de cada persona es una obra que se construye a lo largo del tiempo, y la tarea profunda es otorgar a esa obra la mayor belleza y originalidad de las que sea susceptible.
Desde la infancia la persona va construyendo una cosmovisión, una filosofía de la vida. Los niños muy pequeños, de unos cuatro años, formulan preguntas sobre la muerte, sobre la amistad, sobre el origen de las cosas bellas de la naturaleza. Así, frente a un bello atardecer, se dirige a su madre: «¿Esto lo hace Dios?». Igualmente, es posible que le pregunte: «¿Tú te vas a morir antes que yo?». Una de las características diferenciales del ser humano es su capacidad para crear explicaciones acerca de todo lo relacionado consigo mismo, con los otros o con el mundo. En la infancia esta filosofía está en construcción y se encuentra muy vinculada a las creencias y los valores de la familia. Unas veces se expresa verbalmente y otras, de manera mucho más poderosa y sutil, a través de la comunicación no verbal y de las acciones.
Pero es en la adolescencia cuando tiene lugar el surgimiento del filósofo interior que hay en toda persona. Los grandes descubrimientos de esta etapa y la intensidad de los mismos mueven al nuevo ser humano pensante a preguntarse sobre los temas relevantes de la existencia: la vida y la muerte, la vida después de la muerte, el origen del ser humano, la realización personal, la justicia, el sexo y el amor, etc. De una manera mucho más conceptual que en la infancia, se generan teorías sobre el mundo, sobre nosotros mismos y sobre el ser humano.
La vida, como el río de Heráclito, está en constante movimiento. Es una totalidad única y original y su discurrir tiene lugar a través del tiempo de existencia. Estamos dentro de esa totalidad, por lo que la posibilidad de una autoconciencia sobre ella requiere un trabajo y un interlocutor válido que nos permitan mirarnos en el espejo nítido y veraz de nuestra identidad. El primer axioma de la comunicación humana establece que es imposible no comunicar. De la misma manera, podemos decir que es imposible no poseer una cosmovisión. La cuestión es descubrir cuál es verdaderamente la propia, la original, la que está absolutamente entrañada en nuestra individualidad.
Este es el primer paso, la toma de conciencia sobre nuestra cosmovisión; el segundo será su reconstrucción original y creativa dentro de un proceso de ampliación de conciencia y de autodescubrimiento. Querámoslo o no —así lo hemos señalado ya—, somos los protagonistas de la historia de nuestra vida, de manera absolutamente individual y diferente, como ocurre en las películas. Puede ser que, aparentemente vivos, en realidad estemos muertos como en El sexto sentido; tal vez hemos renunciado a cumplir nuestro deseo como en Casablanca; quizá tenemos la posibilidad de realizar nuestra misión como en La guerra de las galaxias, o de encontrar nuestro verdadero lugar en el mundo como en Qué bello es vivir. Podríamos citar muchas otras películas, y puede suceder que ninguna de ellas nos represente.
Así pues, podemos afirmar nuestro protagonismo o podemos resignarnos a representar papeles secundarios. Dicho de otra forma, podemos llegar a ser conscientes y responsables de nuestros obstáculos y de nuestra Sombra e integrarlos en nuestra vida, pero también existe la posibilidad de que necesitemos encontrar causas externas (la familia, los otros, la sociedad, el mundo, etc.) que nos impiden, desde nuestro punto de vista, ser verdaderamente genuinos y responsables.
La pregunta clave es, por tanto, cómo estamos creando nuestra historia de vida… Si consideramos que tenemos mala suerte y por eso no podemos realizar lo que anhelamos; en definitiva, si hay un destino inexorable del que no podemos escapar. Las teorías que nos formamos sobre nosotros mismos y sobre nuestra experiencia vital son en su mayor parte inconscientes y quizá no sabríamos reconocerlas. Pero seamos o no conscientes de ellas, estas concepciones sobre nosotros mismos y sobre el mundo influyen de manera poderosa en el devenir de nuestra existencia y en todas sus áreas de desarrollo.
El modelo del Psicodrama Simbólico se asienta en una cosmovisión evolutiva cuyo principio profundo es el de la perfectibilidad del ser humano a lo largo de todas las etapas de su ciclo vital. La razón de ser profunda, y lo que podría entenderse como un guion existencial cumplido, es convertirnos en la mayor medida posible en la totalidad que somos. El guion existencial se refiere a ir por la vida siendo quien uno es. Se trata de un proceso natural susceptible de enriquecerse con una conciencia de sentido y de singularidad. El recorrido a través del Psicodrama Simbólico es una vía para potenciar este enriquecimiento posibilitando la unificación de nuestra esencia y nuestra existencia.
En este libro voy a mostrar hitos y a iluminar grandes enigmas y contenidos de la existencia humana con la intención de que pueda constituir una lectura valiosa y significativa para cualquier persona con deseo de saber, de conocerse mejor y de encontrar su verdadero lugar.
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1 Entiendo por vínculo madre-hijo el que engloba el vínculo primigenio; madre quiere decir universo materno.
2 «A los efectos de conceptualizar a la lealtad como fuerza sistémica, más que como simple tendencia de los individuos, debe considerarse la existencia de un “libro mayor” invisible en el que se lleva la cuenta de las obligaciones pasadas y presentes entre los miembros de la familia». Boszormenyi Nagy, pág. 72.
SEGUNDA PARTE
LOS DOCE CUENTOS
7
El reloj se pone en marcha
Se inicia el proceso evolutivo simbólico
La vida humana se desarrolla en el tiempo. Somos mortales y nuestro tiempo es efímero, es así como lo sentimos en la madurez, o eterno, tal como lo percibimos en la adolescencia. En efecto, la adolescencia es una etapa de profundo cambio en la que sucede uno de los descubrimientos más impactantes, el descubrimiento de la muerte, y en la que, sin embargo, existe una fantasía de invulnerabilidad, de invencibilidad, como si la muerte no pudiera tocarnos, como si ante este hallazgo de la razón nuestra fantasía se rebelara y nos imaginara inmortales.
En este tiempo de vida, cada persona llega a la tierra y va a desarrollar las tareas de su existencia, los deseos, la misión. ¿Las tareas? Parece que esta palabra se asocia con la idea de acción y puede situarnos ante los trabajos, lo obligatorio; sin embargo, todo individuo posee también en su guion existencial una serie de misiones deseadas, esenciales, que puede ir cumpliendo. Una vez que el ser humano ha superado ya la etapa en que las tareas más acuciantes eran la supervivencia y el dominio de la naturaleza, surge la dimensión cultural, artística y filosófica. En este momento histórico, en nuestras sociedades occidentales existe una gran necesidad de reflexionar sobre el sentido de la existencia y sobre lo que deseamos realizar en ella.
El psicoanálisis ha querido ofrecer a la persona un larguísimo proceso para ir respondiendo a ese universo cultural, artístico y filosófico de una manera fundamentalmente discursiva, haciendo consciente lo inconsciente. En el Psicodrama Simbólico se posibilita la conexión con los contenidos que permiten a toda persona proyectar su narrativa inconsciente con respecto a estas grandes preguntas a través de las escenas y personajes arquetípicos de los cuentos de hadas. Y estos contenidos personales pueden surgir de una manera también simbólica, por medio de un lenguaje y una dimensión que el ser humano creó desde sus orígenes con el fin de comprender el mundo, comprenderse a sí mismo. Esta dimensión simbólica permite no solo hacer consciente lo inconsciente, sino generar un verdadero puente de vinculación creativa entre lo inconsciente y la conciencia.
A través de la inmersión y el descubrimiento de la dimensión simbólica se expresan contenidos que corresponden a otra semántica no discursiva, la semántica del vínculo, de lo analógico, de esos cimientos no verbales de nuestra identidad, de una sabiduría que todos poseemos, aunque esté dormida, y que se manifiesta espontáneamente a través de los sueños e intencionalmente a través de las imágenes arquetípicas de los cuentos maravillosos y de los mitos; y también mediante la potencia de las obras de arte, de la filosofía y de las religiones.
Platón, el gran sabio y literato, nos habla de un universo de grandes ideas, de totalidades perfectas a las que solo tenemos acceso a través de las sombras que su luz inmensa proyecta en la caverna de nuestro conocimiento, limitado por naturaleza. En algún lugar de la psique hemos soñado o experimentado esas ideas esenciales, esas grandes verdades, y hemos creado un lenguaje, un espacio sagrado, mágico o trascendente en el que podemos tener acceso a una conexión más directa y genuina con el mundo de las ideas.
También Erich Fromm nos habla de un lenguaje olvidado1 que el poeta y creador interior que todos llevamos dentro inventa cuando vuelve a crear el mundo, el afuera, a través de ese proceso delicado y decisivo que consiste en irnos diferenciando de la primera figura de apego. Esta semántica permite la aparición de un puente salvador que conecta la dimensión del adentro con la del afuera, de lo único con lo colectivo.
Jung nos habla de los grandes pilares de este puente: los arquetipos, que solo pueden expresarse a través de imágenes. Dada su naturaleza inefable, se manifiestan de manera indirecta y simbólica y requieren de un individuo para ser recreados, para estar vivos. Uniendo las visiones de Moreno y Jung en este punto, podríamos decir que el arquetipo se torna verdadero cuando regresa a la vida a través de la originalidad y la creatividad de un individuo, cuando es recreado con la espontaneidad y no pierde su energía para fluir, quedando encerrado en una serie de conservas culturales.
Siguiendo esta idea, el Psicodrama Simbólico crea un espacio que es nuevo cada vez que tiene lugar el encuentro dentro de un grupo, o en el vínculo con la dirección del grupo. En este espacio imaginario, las imágenes arquetípicas van a ser una fuente de inspiración para que cada persona en el seno de un grupo creativo pueda volver a vivir, en un como si bendito, los hitos de su guion de vida.
Freud nos dice que cualquier sueño puede llevarnos, mediante un proceso de asociaciones interminables, a todos los contenidos de nuestra biografía, a las escenas nucleares, a los modelos que están grabados en nuestra memoria afectiva, a nuestra concepción del deseo. Desde mi punto de vista, esto podría aplicarse en todo caso a los sueños simbólicos. Aun así, el ser humano se encuentra tan sofocado por conceptos, creencias y puntos de vista procedentes de los sistemas de referencia —familia, escuela y sociedad, etc.— que es necesario que una y otra vez surja la conexión con lo simbólico para sumergirse en otro universo de contenido, para beber de una fuente cristalina de sentimientos, pensamientos, percepciones e intuiciones, de manera que de verdad el individuo sea capaz de conectar con su filosofía de la vida original, con los deseos propios en su guion de vida y con la energía y el saber para poder hacerlos realidad. Para ello, en mi opinión, se requiere no un sueño ni una sola historia que recoja imágenes arquetípicas, por muy poderosas que estas sean, sino muchos sueños, muchas historias.
En el inicio de este viaje simbólico, a través del primer cuento se va a poner en marcha el reloj. El reloj de pared con su péndulo es un símbolo capital en este relato. Primero, porque el tiempo se pone en funcionamiento, es un punto de no retorno, la vida va a fluir y ya no habrá posibilidad de dar marcha atrás, ni de ensayarla ni de prepararla, ni de repetir la toma como se hace al rodar una película. No obstante, lo que sí podemos hacer es narrar nuestra vida: la narrativa es una manera de recrear o de crear verdaderamente lo vivido y lo por vivir.
En este trabajo, la invitación es volver al inicio, volver al origen. Cómo fue mi nacimiento psíquico, cómo fue el primer vínculo madre-hijo. Cómo pude crear ese objeto protector y transicional o por qué no pude crearlo. Cuál fue la dimensión del apego en la que hunde sus cimientos mi identidad. Todas estas preguntas son cruciales y todos nos las hacemos, consciente o inconscientemente.
Así iniciamos un viaje a través de los Doce Cuentos que será siempre una experiencia única y enriquecedora.
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1 «El lenguaje simbólico es un lenguaje que tiene una lógica distinta del idioma que hablamos a diario, una lógica en la que no son el tiempo y el espacio las categorías dominantes, sino la intensidad y la asociación. Es el único lenguaje universal que elaboró la humanidad, igual para todas las culturas y para toda la historia. Es un lenguaje que tiene su propia gramática y su sintaxis, por así decirlo, un lenguaje que es preciso entender si se quiere conocer el significado de los mitos, los cuentos de hadas, los sueños. No obstante, el hombre moderno ha olvidado ese lenguaje. No cuando duerme, sino cuando está despierto. ¿Es importante que entendamos esa lengua cuando estamos despiertos también?». Fromm, El lenguaje olvidado, pág. 20.
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