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CONCLUSIÓN: CUERPO, TENSIONES Y CONVERSIONES

La encarnación (embodiment) de las estructuras semióticas no implica necesariamente –al menos, tratamos de demostrarlo– un desplazamiento teórico hacia la psicología cognitiva ni hacia la neurobiología; recoge únicamente, sobre todo en la perspectiva de una teoría semiótica de las instancias actanciales, dos premisas a guisa de hipótesis: (1) la distinción entre la instancia sensoriomotriz de referencia, el Mí, y la instancia corporal en construcción durante el proceso significante, el Sí, y (2) el principio de iconización de una y otra instancia en la interacción entre materia y energía.

Globalmente, y por comparación con la semiótica estructural clásica, desarrollada a lo largo del recorrido generativo, esa encarnación de las estructuras semióticas –y particularmente las actanciales– introduce, no obstante, dos complementos notables: (1) la fuerza (energía, tensión, intensidad, etcétera) ha de ser considerada como una propiedad del dominio sensible y conceptual en vías de semiotización, con el mismo derecho que la sustancia material o conceptual –lo cual evita tener que añadirla o inventarla posteriormente, por medio de una conversión ad hoc–, y (2) las estructuras tensivas contribuyen al funcionamiento del recorrido generativo proporcionando un modelo y una explicación de las conversiones.

El principio de la “estabilización icónica” del actante resulta, en efecto, de una conversión de tensiones percibidas (conflicto de fuerzas, resistencia e inercia) en posiciones actanciales diferenciales, y, en el mismo movimiento, esas tomas de posición conllevan la categorización diferencial del dominio comprometido. En la etapa siguiente, las tensiones entre las dos instancias del actante, el Mí-carne y el Sí-cuerpo propioSí-ídem y Sí-ipse–, engendran posiciones diferenciales del actuar, y a continuación, regímenes narrativos distintos y concurrentes. Nos proponemos, pues, examinar a lo largo de este libro, la hipótesis siguiente: en cada cambio de nivel de pertinencia en el recorrido generativo, el operador de la conversión es una instancia epistemológica “encarnada”, que proyecta posiciones diferenciales a partir de la percepción de tensiones fenoménicas; en cada nivel del recorrido generativo, se juega de nuevo la “escena primitiva” del sentido, lo inteligible emerge de lo sensible y lo noumenal se desprende de lo fenoménico.

Capítulo II

El lapsus1


INTRODUCCIÓN

¿Son los lapsus errores? Por cierto que escapan a toda programación discursiva, pero Freud nos enseña que, como todos los actos “fallidos”, los lapsus son enunciaciones “logradas”. Su carácter aparentemente imprevisible no impide rastrear regularidades en los fenómenos que intervienen en su producción, y, por consiguiente, los principios que hagan posible su descripción, e incluso su explicación. Los lapsus no serían, pues, errores, sino más bien figuras de discurso no planificadas y no codificadas. Por tanto, todo nuestro esfuerzo consistirá en integrarlos a los procedimientos ordinarios de la producción del discurso, y en reexaminar, a partir de esta posición de principio, la teoría de la instancia de enunciación.

Las aproximaciones clásicas al lapsus en lingüística, sean distribucionales, que terminan en una tipología de los mecanismos de sustitución y de contaminación fonéticas, o generativas y cognitivas, que apuntan a una explicación formal de los mecanismos de error, con frecuencia muy sofisticados, tienen, sin embargo, sus límites. Tales aproximaciones, en efecto, se focalizan en la palabra, en el sintagma, en el grupo de entonación o en la frase, mientras que –tal será nuestra hipótesis– el lapsus es también un fenómeno de discurso, firmemente anclado en los procesos de producción de la significación, e inseparable de los mecanismos discursivos de la intencionalidad.

A pesar de todo, las aproximaciones más corrientes ponen en evidencia una constante fundamental: los mecanismos productores de los lapsus no difieren de aquellos que producen enunciados más conformes. Por ejemplo, a partir del siglo XIX se ha podido observar que las sustituciones y contaminaciones fonéticas propias de los lapsus son idénticas a las que dirigen la evolución de las lenguas mismas, y para explicarlas se acude regularmente a los fenómenos reguladores del discurso (intención y atención, principalmente); más recientemente, el estudio de los lapsus ha dado lugar incluso a la elaboración de modelos cognitivos de producción de la palabra en general.

La aproximación psicoanalítica clásica tampoco es satisfactoria para un lingüista, porque desemboca, principalmente en el mismo Freud, en cadenas causales no falsables, establecidas la mayor parte de las veces por procedimientos ad hoc. Con lo cual, no llegan finalmente a poner en evidencia un esquema generalizable de la producción de los lapsus, a no ser que se considere, en el marco de la tópica freudiana, que el lapsus es un caso, entre otros, del “retorno de lo reprimido”. Sin embargo, la aproximación freudiana insiste en la asociación específica de dos propiedades del lapsus, a saber: (i) el rol de la condensación y del desplazamiento, y (ii) el rol del conflicto entre configuraciones que dependen, como vamos a ver, de los procesos discursivos.

Es cierto que los lapsus desestabilizan nuestra concepción estándar del lenguaje, y particularmente de su función de comunicación, pero también perturban nuestra concepción del discurso y nuestra capacidad de reconocer en ellos un desenvolvimiento lineal, así como estrategias, planificación, proyectos, metas y medios. El lapsus pone en entredicho también el uso que hacemos en lingüística de las nociones de sujeto y de intención.

En este estudio procederemos en dos tiempos: (1) un rápido recorrido por los acercamientos lingüísticos al lapsus, sobre todo los de carácter fonético; luego, por los acercamientos psicoanalíticos, momento en el cual extraeremos algunas problemáticas que nos pueden enriquecer; y (2) una concepción discursiva y enunciativa del lapsus, anclada principalmente en la teoría de las instancias “encarnadas” del discurso.

APROXIMACIONES Y PROBLEMÁTICAS LINGÜÍSTICAS
Definiciones lingüísticas del lapsus

¿Cómo definen los lingüistas el lapsus? En la mayoría de los casos, el lapsus es definido como la aparición de una palabra, de una expresión o de un fragmento de expresión en lugar de otro, en el curso ordinario de una enunciación. Pero esa definición es raramente explícita (I. Fénoglio es la excepción2) y, lo más frecuente, el lapsus es definido por su mecanismo supuesto, sea por el sesgo de la etimología (slip of the tongue, dice R. Wells3), sea por metáfora (telescoping, dice A. A. Hill4) o por téléscopage syntaxique, según J. Boutet y P. Fiala5. Pasemos por alto el carácter mecanicista de esas definiciones y notemos más bien que todas ellas implican de entrada el cuerpo –la lengua que se desliza, cadenas de materia sonora que chocan entre sí– en el modo de producción del lapsus, opuesto al ejercicio ordinario del lenguaje. Todo pasa como si, de ordinario, el cuerpo (la lengua, los órganos de articulación) fuesen en cierto modo transparentes a su uso programado, mientras que, en el lapsus, se hicieran presentes a nuestra atención, recuperando cierta libertad de iniciativa. Volveremos sobre este punto.

Por el lado de la recepción, el lapsus se presenta globalmente como una sustitución. Ese tipo de definición plantea algunas interrogantes. En efecto, si se define el lapsus como una expresión que aparece en lugar de otra, se acepta implícitamente el hecho de que esa “otra expresión” era previsible, o incluso aún, identificable a través de aquella que aparece en su lugar. Tal definición acepta sin más la previsibilidad del discurso en devenir, como si todo estuviese más o menos regulado de antemano y como si el lapsus fuera una excepción a un programa de enunciación.

Como si la enunciación en acto no pudiera tener más iniciativa que la de planificarse a sí misma. Se podría a este respecto oponer, como lo hace S. G. Nooteboom6, intended words y wrongly chosen word; pero definir el lapsus como un segmento de discurso que no sea intencional no tiene ningún alcance operativo, puesto que sería necesario decir antes cómo se reconocen los segmentos intencionales para renunciar luego a reconocer alguna dimensión significante, cualquiera que sea, a los segmentos no intencionales.

Volvamos, pues, a la sustitución. Esa operación, de uso muy general en lingüística, es el criterio mismo de pertinencia: una sustitución que se produce en un lugar determinado de la cadena del discurso es declarada pertinente si y solo si afecta a la vez a la expresión y al contenido, y si produce efectos en otros lugares de la cadena (principio de la isotopía); se denomina entonces conmutación porque presente en uno de los dos planos del lenguaje (expresión o contenido), induce ipso facto una modificación en el otro. La pertinencia (¡y no la intención!) de la sustitución se reconoce entonces por su doble repercusión: repercusión sintáctica (en otro lugar del discurso) y repercusión semántica (en el otro plano del lenguaje).

Ahora bien, el lapsus es una sustitución que, si fuera pertinente en el sentido que hemos explicado, debería ocasionar modificaciones en cadena, porque la modificación fonética que suscita implica siempre una modificación semántica: otro sentido o sinsentido, poco importa, el caso es que se producen interferencias en la isotopía. Y sin embargo, el lapsus no produce ninguna: como lo hace notar I. Fénoglio7, un lapsus repetido se convierte en un juego de palabras. A lo que se podría añadir que un lapsus prolongado (o filé, como se dice de una metáfora) termina siendo una astucia o una broma, y hasta un discurso de doble sentido.

El lapsus es, pues, una sustitución cuya pertinencia sería incompleta: una conmutación abortada, en suma, o, si se prefiere una versión más optimista, una conmutación emergente, que se queda corta, y que no tiene porvenir. Podríamos decir, en tal caso, que se ejerce una presión con vistas a una conmutación completa, pero que esa presión es insuficiente para producir la reacción en cadena que teníamos derecho a esperar. Irreductiblemente localizado, circunscrito y sin porvenir, el lapsus pone de manifiesto, en suma, la “victoria” efímera de una fuerza sobre otra, una victoria puesta inmediatamente en cuestión, y que no es asumida por el discurso en construcción. Podríamos aventurarnos a decir que el que se expresa en ese caso es el cuerpo, aunque no llega a imponerse; pero el cuerpo se expresa en el lapsus como en las demás partes y figuras del discurso, ni más ni menos.

Índices y demarcaciones del lapsus

Pero entonces ¿cómo podemos reconocer que se trata de una conmutación incompleta (abortada, emergente, localizada, accidental)? Lamentablemente, no parece posible dar una respuesta determinante, completa, específica al respecto. No obstante, los lapsus no están exentos de marcas.

La síncopa rítmica es una de ellas, y presenta dos facetas: una faceta segmentable (una breve detención, una desligación a la derecha del lapsus), y una faceta suprasegmental (un descenso de entonación en toda o en parte de la expresión, que será más fácilmente reconocible si suprime un acento de grupo).

La autocorrección (o incluso, como mínimo, el auto-stop, como dice Bl.-N. Grunig8), por la cual el locutor señala la sustitución invirtiéndola.

Finalmente, la demarcación ritual (bueno, eh, no, perdón, quise decir…), que no precede obligatoriamente una autocorrección, y que, por ella sola, señala al menos la toma de conciencia por el locutor mismo de la sustitución anterior.

Síncopa rítmica, autocorrección o demarcación ritual son solamente índices (señalan la presencia del lapsus), sin ser marcas directas del lapsus mismo: el oyente, alertado, puede ampararse en el accidente y emprender la interpretación. Dichas marcas tendrían en tal caso, como indica C. F. Hockett9, el estatuto de metalapsus: un acompañamiento del mecanismo de sustitución que se señala al hacerse. Pero esas marcas no son determinantes, porque son facultativas, y no están presentes en numerosos lapsus estentóreos y obstinados; tampoco son completas, pues no son específicas: en el registro de la meta-enunciación, en efecto, serían aplicables a cualquier otro segmento de discurso mal o débilmente asumido por el locutor. Pero su estatuto meta-enunciativo indica que conciernen directamente a una instancia de control, que pone de manifiesto su actividad en el momento mismo en el que se descubre su falta. Las demarcaciones indexicales del lapsus participan de la dimensión de control y de asunción del discurso, en la que se supone que la instancia enunciativa se reconoce en todo momento en el propósito que se ha fijado: pero, precisamente, en el lapsus no se reconoce, y expresa ese desconocimiento por medio de una manifestación meta-enunciativa. Dichos índices aseguran, en suma, la mediación (embragues y desembragues) entre esa dimensión de control y el enunciado del lapsus.

A este respecto, las demarcaciones indexicales presentan diversos grados: la síncopa rítmica señala un ligero rebajamiento de la asunción, concomitante con la enunciación del lapsus, que podría explicarse simplemente por la percepción de un conflicto sensoriomotor entre dos articulaciones fonéticas; la demarcación ritual indica la suspensión provisional de la asunción, y la autocorrección, su denegación retrospectiva.

Podemos sacar una buena lección de esa incertidumbre: si resulta tan difícil encontrar marcas determinantes y específicas de la conmutación emergente, es tal vez porque la aproximación por vía de la sustitución es equivocada o incompleta. En efecto, solo concierne a lo que Hjelmslev llama constituyentes del plano de la expresión o del plano del contenido, mientras que todo indica que el lapsus pone más bien en juego los exponentes. El hecho de que los índices demarcativos afecten en lo esencial a los exponentes del plano de la expresión es ya una buena indicación; pero, mejor aún, cuando referimos esos índices demarcativos a fenómenos como el debilitamiento de la asunción enunciativa, por ejemplo, reclamamos los “exponentes” del plano del contenido, exponentes de intensidad y de cantidad. Formulamos aquí la hipótesis de que esos exponentes del plano del contenido, acentos y modulaciones intensivos y extensivos, nos permitirán acceder al esquema tensivo y discursivo del lapsus.

Esta hipótesis, por lo demás, está de acuerdo con ciertas observaciones de los fonetistas, los cuales han constatado que el tramo de un lapsus (el tamaño de la secuencia perturbada) coincide con frecuencia con la unidad de entonación (de seis a doce sílabas en promedio) cuando el lapsus recae sobre uno o varios fonemas, o con el grupo acentual (de dos a cuatro sílabas) cuando recae solamente sobre rasgos fonológicos10.

De eso resulta que el proceso de planificación del habla, subyacente a la producción del lapsus, coincide con modulaciones y con acentos, y lo que es aún mejor, que los esquemas prosódicos (intensidad y número) controlan aquí la aparición de los constituyentes mismos, inclusive cuando aparentemente no están programados.

Mecanismos del “deslizamiento de lengua”

La descripción de los mecanismos fonéticos y sintácticos del lapsus se encuentra en R. Meringer11, cuyos trabajos fueron popularizados por Freud en el capítulo “Lapsus” de la Psicopatología de la vida cotidiana. Ellos son: la permutación [interversión], la anticipación, la intrusión anticipante, la prolongación superflua, la contaminación, la sustitución pura y simple.

Esa tipología apenas ha evolucionado desde hace cien años, pues la lista propuesta por Rossi y Peter-Defare12es la siguiente: la amalgama (cf. “Un discours ébouristouffant”), la haplología (cf. “L’éligilité”), la omisión (cf. “Un sévice de porcelaine”), la inserción (cf. “Le crapitaine des pompiers”), la interversión (cf. “Il a digéré sa lettre de démission”), la sustitución fonética (cf. “Une évolution histérique”).

Además, globalmente, la mayor parte de los lingüistas recogen la distinción entre el lapsus fonético y el lapsus semántico. Para el primero, toman en cuenta el tramo [(cf. supra), la meta (la expresión pretendida y perturbada) y el efecto lexical (el error puede llevar a una palabra pronunciada). Para el segundo, que consiste en una sustitución sin parentesco fonético, solo toman en consideración las modificaciones sémicas e isotópicas.

La investigación sobre los lapsus va acompañada siempre de la constitución de un “corpus”: el de Meringer comprende 4.400 muestras, y Rossi & Peter-Defare colocan en un sitio de internet 2.808 lapsus. Nosotros nos limitaremos a proponer algunos ejemplos, tomados casi todos del ámbito universitario, y escogidos por sus incidencias semánticas y discursivas. Forman nuestro propio “corpus” de referencia y los presentamos a continuación sin comprometer ninguna interpretación semántica previa.

1. Un responsable de curso universitario comenta: “Pour le Deust, c’est à peu près le même toto [pour topo], le total des heures est insuffisant” [En cuanto al Deust, es más o menos el mismo toto [en lugar de topo (discurso)], el total de horas es insuficiente].

Se trata aquí de una intrusión anticipante: la p de topo es reemplazada por t por anticipación de la segunda t de total. Además, la duplicación de la t en total funciona como esquema rítmico, el cual se impone por asimilación progresiva a topo. Se advierte, por otra parte, que la existencia del nombre familiar Toto, con todos los recuerdos que conlleva de irrisión y de bromas ambiguas, puede constituir también un atractor para reforzar la operación.

2. Un rector de universidad presenta un esquema para comentar las demandas de los nuevos diplomas; describe sus líneas generales y hace el siguiente comentario: “Je suis en train de vous définir un cadenas, pardon un canevas, pour la préparation du contrat d’établissement. Excusez-moi, je ne voulais pas vous enfermer” [He tratado de presentarles un cadenas, perdón un canevas (esbozo) para la preparación del contrato institucional. Discúlpenme, no quería encadenarlos]. Se trata de una interversión [permutación] pasando la n de la segunda sílaba de canevas a la tercera de cadenas. La intervención se combina aquí con una asimilación regresiva, por estar la dental oclusiva d más cercana de la otra dental oclusiva n que de la fricativa v.

Se aprecia claramente en este ejemplo que la simple interversión [permutación] está sometida a la presión de una forma conocida (cadenas) que modifica la aplicación mecánica, añadiendo una asimilación: en el momento en que la lengua “resbala”, el mecanismo sensoriomotor, desestabilizado por haber salido de una “buena forma”, es conducido hacia el atractor que constituye otra “buena forma”.

3. Un director de academia, hablando de la implantación de nuevas antenas universitarias fuera del sitio principal de una universidad, se expresa así: “Il nous faut envisager avec volontarisme la décolonisation des formations” (décolonisation por délocalisation). [Debemos considerar con voluntarismo la descolonización de las formaciones…” (descolonización en lugar de descolocación)]. Tiene aquí lugar otra interversión local: col en lugar de loc, pero es la presión ejercida sobre otra palabra existente la que produce el paso de il a ni, y más precisamente, de la ápico-alveolar lateral l a la ápico-dental sonora y nasal n.

4. Citemos aquí tal cual un lapsus presentado por Freud, con el comentario de Bl.-N. y R. Grunig13:

Tampoco debemos ver el efecto de un conflicto en el famoso lapsus citado por Freud, donde se crea una palabra-puente imbricando dos palabras, en este caso, begleiten (acompañar) y beleidigen (ofender): Ich möchte Sie gerne begleitdigen (Me gustaría mucho aconfender-lo).

El mecanismo fonético de sustitución no logra imponerse porque las dos presiones que entran en conflicto se equilibran: el atractor que representaría la “buena forma” beleidigen es incapaz de desalojar por completo la enunciación del primer atractor begleiten. Tocamos aquí los límites de la modificación fonética. En esa formación de compromiso vemos claramente que la hipótesis mecanicista y puramente fonética solo ofrece una descripción a posteriori y de ninguna manera una explicación completa: el “deslizamiento de lengua”, en efecto, tiene que ser guiado por el juego de las presiones hacia formas al menos eficientes, si no significantes.

5. Un periodista deportivo, haciendo el balance de la carrera La ruta del ron de 1998, después de precisar las posiciones de los multicascos, añade: “X ha sido gravemente herido en la cabeza, pero ha asegurado que continuará en la carrera. Por lo que se refiere a los monocascos, daría la impresión de que Coma, eh!, Thomas Covil estaría a la cabeza por el momento”. La sustitución parcial (Co en lugar de Tho, atraído por Covil) se presenta ciertamente como una asimilación fonética, pero surge por la presión de una contaminación semántica a distancia entre la grave herida en la cabeza y el estado de coma.

6. Un alto funcionario de la Región del Limousin, queriendo poner en evidencia el rol que cumple el polo universitario de Limoges, comienza a hablar del modo siguiente: “Es muy claro que el polo de Toulouse, oh, perdón, Limoges.”, bajando bruscamente la entonación al final de Toulouse. Esa sustitución pura y simple no tiene ningún fundamento fonético, y su completa explicación ha de encontrarse en otros registros. Sin embargo, aunque ese lapsus no tenga relación alguna con la cadena fónica del discurso, manifiesta no obstante un lazo con el co-texto: un error como le pôle de cendrier [el polo de cenicero] no se consideraría un lapsus; por alejada que esté en el texto, la expresión encausada tiene que hallarse en relación con el co-texto.

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9789972453717
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