Kitabı oku: «Aproximación psicoanalítica a la psicopatología», sayfa 5

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¿Cuál es entonces el hallazgo que implica formular lo simbólico? A mi entender, surge por la necesidad de asumir el desconocimiento sobre los sentidos y significados fundamentales de nuestra existencia que, frecuentemente, en el campo de la religión o de la filosofía se declaran como nítidos. Esto, aunque en el horizonte de tales declaraciones, se vislumbren sentidos y significados como reducciones de una reflexión sobre la propia condición humana que en lo hondo muestra un importante grado de imposibilidad. Siempre está el misterio en lo que implica hablar del ser humano. Captamos nuestros estilos, nuestras fijaciones en el enfoque de las cosas, comprendemos que más allá de lo que conocemos hay otro modo de determinación que el conocimiento. Requerimos de alguna orientación que supere el fracaso de lo que hemos logrado como humanidad apegados al imaginario de los significados. Allí, en esa vacilación cognitiva, dando posibilidades de afinar su comprensión, Lacan describe el registro simbólico como una estructura de significantes, no de significados. Ya lo saben. Un significante nunca está solo. Solo está en las tinieblas. Puede alcanzar significación exclusivamente cuando hay otro significante que lo ilumina. Surge así la cadena significante que derivaría sin norte, nada más que por obra de las circunstancias, sino se introdujera en su derrotero aquello que se le atribuye a la Ley.

Pero respecto a función y estructura, es el fracaso de la función lo que impulsa a vislumbrar la estructura. Es el fracaso del significado lo que abre a investigar y determinar el imperio oculto de los significantes, que no significa otra cosa que cuando creemos dirigir conscientemente nuestra conducta y pensamiento, las caídas y fracasos de este señalan, al mismo tiempo, que en el trasfondo hay una matriz oculta, exterior a nuestro yo, un gran Otro que ha establecido los márgenes del territorio desde el cual podemos pensar. Pero esto solo puede ser deducido, nunca observado. Lo que supone que, a lo estructural, a lo simbólico, al imperio del significante, solo se accede por su negación imaginaria, por su manifestación funcional. No puede ser simbólica sino por referencia, porque se entiende desde su contradicción, el imaginario. Sobre estas bases —y es posible que yo este reflexionando muy superficialmente— pretendo trabajar la idea de lo funcional.

Partimos por la observación de lo funcional, haciendo un diagnóstico estructural entre neurosis, perversión y psicosis. La estructura se supone por la consideración de una función que está atascada en su operatividad. Está fija y delimitando fronteras entre las cuales la función puede limitarse a operar. Así la represión en la neurosis, la forclusión en la psicosis y la renegación en la perversión, atascan las cadenas significantes delimitando un ámbito de acción estable y rígido que no tiene vías de comunicación ni de desplazamiento a los otros dos campos. La historia de la psiquiatría muestra, a través de su evolución, como los funcionamientos neuróticos, perversos y psicóticos tienen un funcionamiento típico, que el psicoanálisis ha permitido sistematizar en sus fundamentos. El concepto de estructura, en el uso que le damos en la primera línea de la tabla, determina que el ser humano se despliega psicopatológicamente encerrado dentro de las posibilidades que le dan estas estructuras.

Interesa asumir esto para no caer en las confusiones que Bion muestra en sus tratamientos, cuando afirma que tratará un esquizofrénico instalando los mismos parámetros que emplea para atender un psicótico. Bion, por ejemplo, respecto a psicosis, habla de lo que él llama la personalidad psicótica y no psicótica. Fíjense en lo que está diciendo: personalidad psicótica. En el original en inglés dice personality. La idea de personalidad primero, como concepto, es digna de discusión. ¿Qué es una personalidad? Pero además está la personalidad psicótica. ¿Qué es lo que está diciendo? Está diciendo que la personalidad, que como concepto alude a una condición de unidad bastante digna de sospecha, es psicótica y no psicótica. Podríamos decir que en un ser humano único hay dos unidades, algo como tener partes psicóticas y no psicóticas. Está llevando así a un planteamiento en el cual lo psicótico parece que compromete a todo individuo. Es como si estuviera diciendo: todos tenemos una parte psicótica de la personalidad. Y esta parte es actualizable de acuerdo con las circunstancias.

En ese punto, Bion está desconociendo lo estructural; bueno, está desconociendo algo que no tendría por qué considerar, dada su formación. Esta es una manifestación más de los inconvenientes de apegarse a las escuelas psicoanalíticas, escuchando y leyendo al paciente exclusivamente en el modo en que las escuelas delimitan sus marcos de observación. Está planteándose que esa parte psicótica de la personalidad podrá ser tratada en un sujeto como una parte de ese sujeto y no como algo que lo configure estructuralmente como sujeto. La psicosis, de esta forma, se dará en una solución de continuidad entre lo psicótico y lo no psicótico. El psicótico, al modo del neurótico, por obra de fijaciones, en este caso, esquizoparanoides o depresivas, darán lugar a la esquizofrenia y a la psicosis maniaco-depresiva. El psicótico por obra de esas fijaciones, más otros elementos, va a hacer una manifestación de algo que se da en un continuo con la parte no psicótica de la personalidad. Esto quiere decir que para Bion lo psicótico puede aparecer en lo perverso y en lo neurótico.

Fíjense como lo describe. Cuando habla de la parte psicótica de la personalidad da cuenta de una intolerancia del yo a los límites de la realidad externa. Está diciendo que se es psicótico en tanto no se tolera la realidad externa en sus límites. Valdría la pena hacer un pequeño paréntesis. ¿Existe la realidad externa? No es, en verdad, la realidad externa una extraña conjunción entre el desarrollo de un yo en sus funciones y la organización de aquella realidad, exterior en tanto las funciones yoicas requieren distinguir exterioridades de interioridades para operar. Exterior, entonces, solo por obra de la necesidad de un yo que imaginarice un mundo observable para abordarlo adaptativamente.

Entre realidad externa y yo hay algo cooriginario, del modo como lo son sujeto y cultura. ¿Puede haber sujeto sin cultura? ¿Cultura sin sujeto? No. ¿Puede haber realidad externa sin yo? Es extraño, el yo capta una realidad externa que está articulada exactamente del modo como se articula el yo. Uno puede optar por pensar que el yo se adapta a una realidad externa, cuyas articulaciones características están dadas previas al yo. Pero podría ser posible que hubiere realidad externa sin yo. Miren por ejemplo hacia allá. ¿Qué hace que esta cortina sea distinta a esta ventana? —estoy hablando de cosas tremendamente obvias—. ¿Qué hace que la cortina sea distinta de la ventana? Es algo que se corresponde, entre otras cosas, con la necesidad perceptual de diferenciar entre figura y fondo para distinguir lo mismo que requiero distinguir en el campo conceptual. ¿Qué posibilidades tengo de conceptualizar algo si no distingo entre accidente y esencia, de alguna manera?

En ese sentido, cuando Bion habla de intolerancia a la realidad externa en sus límites uno podría preguntarse si es intolerancia a la realidad externa o es intolerancia al funcionamiento yoico. Bion tendría que haber hecho alguna distinción similar a la diferencia entre yo y sujeto. Bion dice “intolerancia a la realidad externa”, pero ¿dónde está la realidad externa si no es en la existencia de estos múltiples yoes puestos en múltiples seres humanos que consensuan, más que una observación objetiva, un modo de registro? ¿Podría haber realidad externa si no fuese así? Sin duda hay diferencias que están en la Naturaleza.

Lacan lo señala. Noche y día, movimiento, aristas, sinuosidades de la materia, del entorno, de la atmósfera. Podría haber diferencias, pero las diferencias no son lo que se organiza como realidad externa, organización que requiere de jerarquías y clasificaciones que no pueden estar en la Naturaleza, sino en el yo.

Si nosotros aplicamos los aportes de lo estructural a esta condición psicótica, podemos ampliar el criterio al que nos reduce Bion con un modelo excesivamente neurótico de la psicosis, pudiendo, quizás, entender mejor lo que ésta nos muestra. Un psicótico, lo dice Calligaris, está imantando el real y el imaginario. El psicótico es un ser del cual se dice que está forcluido en relación con algo del registro simbólico, lo que conlleva que el registro de lo real impensable encuentre en las representaciones imaginarias su posibilidad de restituirlo al mundo de los demás. ¿Qué es forclusión? El término tiene origen jurídico, viene del derecho y tiene el sentido de desconocer algo, dejar fuera algo. La palabra en alemán es Verwerfung cuya traducción refiere a “lanzar”, “tirar”, “arrojar”, mientras la partícula Ver tiene que ver con “ir muy hacia delante”. Se trata de descartar. La forclusión es como un mandato que dice: “no considero un elemento que simultáneamente no acepto para que organice la situación”. Lo que se lanza fuera en el psicótico es el registro simbólico. Eso es lo que el psicótico repudia como organizador de la situación. Probablemente porque el registro simbólico, organizado por cadenas significantes que vienen desde afuera, requiere de la Ley para que no derive interminablemente. Es la Ley lo que repudia, porque la Ley da la perspectiva del Otro y el psicótico, en su condición mórbida narcisista, no soporta al Otro.

En cambio, en la idea de represión, propia de la neurosis, Verdrängung, alude a “desalojo”, “desplazamiento de una masa”, por ejemplo, de agua. Hay un ejemplo que me parece muy bonito respecto de represión en el Diccionario de términos alemanes freudianos21 de Luiz

Alberto Hanns, que dice que es como el barco que se abre espacio en el agua, desplazándola, pero a la vez manteniéndola junto a él. El barco sería la represión, el agua sería la continuidad consciente-inconsciente, y al abrir espacio deja el agua en continuidad con el barco, pero cortada por él. La represión de alguna manera corta la continuidad, pero preservándola. En otras palabras, ser neurótico, que es lo propio de la represión, implica que diferencio lo consciente y lo inconsciente, pero que a través del síntoma los conservo en una unidad. Por eso en este curso vamos a discutir la idea de síntoma en la psicosis. Síntoma no me convence como forma de expresión de la psicosis. Lo vamos a discutir. El neurótico conserva lo inconsciente, lo preconsciente, lo consciente, lo distingue, pero lo sintomatiza, y en esa unidad aparece toda la estructura. Lacan dice que en la hoja aparece toda la estructura del árbol. Es distinto lo que ocurre en la psicosis, porque en la forclusión lo que se ha hecho es lanzar lejos, lanzar fuera, todo lo que debería estructurarse en términos simbólicos. En la represión el sujeto, como el barco en el agua, se va a hundir parcialmente en la continuidad consciente-inconsciente. Va a separar la continuidad consciente-inconsciente conservándola a la vez, como el barco con el agua a su alrededor. Es decir, la represión asegura la separación y la continuidad y el síntoma así puede ser considerado como expresión de dicha continuidad.

En lo relativo al perverso se dice que está estructurado por la renegación, que es en verdad “negación”, pero como “desmentida”, en alemán Verleugnung, que es distinto de la “negación” como “denegación”, Verneinung, que remite al aspecto formal gramatical de la frase. Cuando Freud habla de renegación, usó este término tanto para la psicosis como para la perversión. Solamente menciono una vez el término Verwerfung, que se tradujo por forclusión y cuando lo empleó no lo hizo para definir algo propio de lo psicótico. En su artículo sobre psicosis y neurosis22 lo que hay es la renegación que implica una escisión del yo, la Spaltung, para negar una evidencia intolerable. Es en la renegación, entonces, donde aparece la escisión del yo, que para Freud es lo propio de lo psicótico y lo perverso. Es Lacan el que va a decir que el psicótico no hace renegación. Dirá que lo que hace el psicótico es forclusión. Bien, volveremos sobre esto.

Cuando Bion dice que hay un rechazo de la realidad externa, un repudio de la realidad externa, yo digo que en realidad es un repudio al funcionamiento yoico, porque la realidad externa es una particular articulación entre algo que es el yo y algo que no es el yo, y ese no yo es “no-yo”, o sea, está en el ámbito del yo; al fin, lo que se está repudiando es el yo. Cuando Lacan habla de psicosis, lo que dice es que en la psicosis hay una forclusión del registro simbólico y cuando Calligaris, en un aporte bastante fundamental a la comprensión de la psicosis, habla de estructura psicótica y señala que en ella lo repudiado, lo forcluido, es el registro simbólico. Lo que ocurre es que se da un funcionamiento imaginario que está cosido al real. En la forclusión el psicótico lo que forcluye es su condición de sujeto. En este sentido, es discutible que en el psicótico haya sujeto. Algunos dicen que sí lo hay, Lacan entre ellos.

En la medida que el sujeto forcluye su condición de sujeto, en la medida que forcluye el registro simbólico, lo que forcluye, lo que no acepta, se dice que es la metáfora del Nombre del Padre. Lo forcluído, en ausencia del registro simbólico, retorna desde lo real. El imaginario y el real quedan pegados, quedan imantados. El retorno de lo real hace que el psicótico se valga de lo imaginario como si fuere simbólico. Nosotros, suponiendo que todos somos neuróticos, nos situamos en el registro simbólico, no explícitamente, pero quedamos situados. El psicótico no se registra en el registro simbólico, entonces el psicótico puede enfrentarse, por ejemplo, a la condición significante como si el significante fuera el significado. Tengo un ejemplo inventado por mí. Un psicótico, quizás, podría entender el significante vaso como vacío y al ver la mesa con muchos vacíos, no se sienta en ella, porque no está dispuesto a arriesgarse a caer en el vacío. El ejemplo del vaso vacío es un significante que toma el imaginario como si fuera simbólico. ¿Por qué? Porque está detrás del real, vaso. El significante vaso se combina con el significante vacío. El psicótico habla en el imaginario sin referencia a lo simbólico, o sea, no hay S2. Es como si hablara articulándose en S1, múltiples S1; el significante articulándose como significado. Pero ¿a dónde va todo esto? Tiene que ver con Bion.

Dada esta circunstancia, que surge de hablar en términos de estructura, el psicótico, más que repudiar el yo, lo pone en el centro de su manera de interpretar el mundo. Funciona con el imaginario abrochado al real, de tal manera que el yo imaginario es lo que determina el modo como se ve el mundo. Las cosas no tienen consecuencias porque son marcadas por el significado, no hay S1, S2, es solo significado, entonces vaso es vaso, pero en tanto suena como vacío. Esto nos lleva, y algunos lo han trabajado así, a la conducta concreta del psicótico. Por ejemplo, Kurt Goldstein, que tengo la impresión de que ya no se estudia aquí en la escuela, es uno de los grandes teóricos de la organicidad. Él distingue entre conducta concreta y actitud abstracta. La conducta concreta la llama así precisamente porque es en acto, significa quedarse con lo concreto de las cosas, con lo que se da en acto. La actitud abstracta es precomportamental, no es conductual. Cuando Goldstein habla de la esquizofrenia dedica muchos textos a mostrar cómo en la esquizofrenia lo que hay es un lenguaje concreto, la abstracción es manejada como conducta concreta. Vale decir, si yo con abstracción deduzco algo, ese algo se me transforma inmediatamente en conducta concreta. Recuerdo el caso de un psicótico que vimos en una práctica con un grupo de estudiantes de la Universidad Católica, de la Escuela de Psicología, hace ya quizás 45 años. Estábamos en una reunión en el Hospital Psiquiátrico, teníamos enfrente a una persona que era un paranoico. En un momento dado, un estudiante le dice al paciente, para hacerle un examen de su pensamiento, algo que era parte de una prueba del Test de Terman, test de la inteligencia que ya no se usa y que se usó mucho en una época. La pregunta fue la siguiente: “Si usted es analfabeto y se encuentra con un cartel en un puente en el que dice ‘No pasarás’, ¿qué le ocurre?”. El psicótico se enciende y empieza a gritar: “¡No pasarás! ¡No pasarás! ¡Es el demonio que me dice que no, que voy a llegar y no me va a dejar pasar hacia el cielo!”, y empieza a agitarse de un modo tal que tuvimos que apretar un timbre de alarma. Llegaron los enfermeros y se lo llevaron. En ese momento, a propósito de la investigación de la actitud abstracta del paciente, se encontró con el fenómeno de la conducta concreta del psicótico; del pensamiento como conducta concreta. Entonces, la formulación “no pasarás”, el significante “no pasarás”, fue tomado imaginariamente en la totalidad significante de sus delirios respecto al demonio, derivados de sus pensamientos paranoicos.

Si tomamos en cuenta que el psicótico estructuralmente se apoya en lo imaginario, diremos que en el psicótico el repudio al yo no es tal, sino que el recurso del yo es lo privilegiado. El psicótico está “yoificando” su real todo el tiempo. Entonces cuando Bion toma la idea de psicosis diciendo que es una intolerancia de la realidad externa, por obra de la reflexión que hice hace un rato, podemos plantear que lo que hay no es realidad externa, sino solamente el yo. Se trataría, entonces, de un repudio al funcionamiento yoico.

Según lo visto, podemos decir que estructuralmente el psicótico no está repudiando el funcionamiento yoico, sino que, precisamente, se está asentando en el funcionamiento yoico a través de la conducta concreta, en la cual el imaginario prima porque el imaginario es tomado como lo real. Lo real es formulado a través de lo imaginario. En este sentido, lo que está haciendo Bion no es un diagnóstico estructural, pero sí está haciendo un diagnóstico funcional. En términos funcionales, sí que se puede pensar en algo parecido a esa parte psicótica de la personalidad. Tengo la impresión de que cuando entramos en lo funcional, entramos en una perspectiva histórica en la cual la función se da dentro de una trama evolutiva. Pero, como ya dije, aquello no es estructura. Continuaremos la próxima clase.

20 Althusser, L. y otros (1971). Estructuralismo y psicoanálisis. Buenos Aires: Nueva Visión.

21 Hanns, L-A. (2001). Diccionario de términos alemanes freudianos. Buenos Aires: Editorial Lumen.

22 Freud, S. (1998 [1924]). “La pérdida de la realidad en la neurosis y la psicosis”. En El yo y el ello y otras obras. Obras completas de Sigmund Freud Vol. XIX. Buenos Aires: Amorrortu.

CLASE 4

LÍMITE DE LA INTERPRETACIÓN: EL FUNCIONAMIENTO PSICÓTICO FRENTE A LA ESTRUCTURA PSICÓTICA

Leo en la portada del libro Introducción al método psicoanalítico23 de Jacques-Alain Miller una cita de Lacan: “Lo que prueba el poder de lo que llamamos el procedimiento, es que no está excluido que el psicoanalista carezca de toda idea acerca de él. Hay estúpidos: verifíquenlo, es fácil”. Estas frases de Lacan seducen a muchos de sus seguidores, dándoles una facultad de identificarse con quienes portan la inteligencia, un tono de superioridad vacía, lenguajera, tan frecuente y evidente en muchos casos. Verifíquenlo, es fácil.

Es complicado esto de pensar que son estúpidos los que no están de acuerdo con un procedimiento, además la palabra procedimiento me parece, ¿podré decirlo así?, algo fascista. Procedimiento. ¿Qué es el procedimiento? ¿Quién tiene la facultad de determinar cómo es? ¿Cómo hay que proceder? Después de escuchar esta estupidez, jugando con el decir de Lacan, continuemos.

Estudiante: Tengo una inquietud. No entiendo bien cómo retorna en lo real aquello que fue forcluido, si lo forcluido es el Nombre del Padre o la metáfora del Nombre del Padre. Debiera retornar un significante fálico, ¿o no es así?

JC: Podría ser, revisemos los términos. Si retornara como significante fálico, retornaría con una apertura a lo narcisista, lo cual sería totalizador, en la medida en que lo fálico es aquello que cubre la falta, pero de una manera absoluta en este caso. Si retorna desde lo real, retorna como real, y lo real es lo impensable, es lo informulable. Por tanto, retorna en una cualidad tal que no puede ser referido a otro, ya que lo pensable requiere de la condición de algo otro. No se puede pensar fuera de la dimensión de lo otro. Cuando pensamos, articulamos y para ello necesitamos hacer diferencia. La diferencia es la posibilidad de referir a otro. Si retorna desde lo real retorna como totalidad. Para formularse, para aparecer en tanto imaginario, ya que el psicótico no tiene sostén simbólico —no sé si con esto caigo en el grupo de los estúpidos—, yo pensaría que, en tanto retorno de lo real en lo imaginario, al ser cada elemento de lo imaginario el seleccionado para el retorno de lo real, ese elemento que funciona como significado podría ser marcado con la dimensión de lo fálico, como una dimensión absoluta. El falo destinado a cubrir de un modo que no implique la cadena significante, aquel lugar de lo real impensable. Lo imaginario en función fálica. Pienso que podría entenderse así. No sé si con esto estoy dentro de la curia lacaniana, pero me parece que lo imaginario tendría que tomar esa condición fálica imaginaria de cubrir la falta. Quizá cuando Freud habla de psicosis y define la renegación en lugar de la forclusión, no es que plantee que la renegación sea un modo de negar y renegar la falta, sino que enfatiza la generación de la idea de que no hay falta.

La renegación se la relaciona mucho con la negativa. Alucinación negativa de la que se habló antes que Freud. No me acuerdo como se llamaba el autor, me parece que Pichon había hablado de alucinación negativa antes que Freud. Freud tomó este término de alucinación negativa en “El hombre de los lobos”. El paciente era ruso, alucinaba su dedo cortado. Una alucinación en la cual lo que se estaba alucinando era el corte, el vacío en el corte. No se estaba alucinando la presencia, se estaba alucinando la ausencia, el corte. El dedo estaba en perfectas condiciones, no tenía ni siquiera una cicatriz. Él recordaba haber visto su dedo cortado, pero a lo que hacía alusión era al vacío del corte. Esta alucinación negativa aparece como una renegación en tanto se ve la ausencia, se ve lo que falta. La imagen más concreta es la del niño que ve el genital de su madre y ve allí un pene, niega que ahí hay una falta, vacío. ¿Será verdad que esto es tan universal?

Entiendo que esto es difícil de entender. La renegación, la estoy emparentando con el concepto de alucinación negativa. La alucinación negativa implica que en vez de ver la falta se ve algo en la falta. Cuando se habla de alucinación, se habla de algo que podría considerarse una alucinación positiva. Veo ese marciano o el perro que me habla. En la alucinación negativa, en cambio, veo la falta de algo. No veo mi dedo cortado, sino que veo el corte de mi dedo, alucino el vacío. Hago aparecer en la percepción lo que no tiene presencia en la realidad. Estoy pensando que esta alucinación del vacío de algún modo opera como la renegación. Se ve lo no castrado allí donde está lo castrado. Para Freud esto fue, quizás, lo que era parte de la psicosis, esta renegación.

Si seguimos la idea de la renegación, diríamos, por ejemplo, que en el perverso, dado que la renegación se ha formulado como el recurso principal que estructura la perversión, se está negando la castración por la vía de instalar un objeto fetiche que él lo toma como si fuere el pene o el falo, en circunstancias de que no lo es. Su renegación está en manifestar que ahí está presente algo que es evidente que no está. Por ejemplo, necesita de la media de la mujer para excitarse. Esa media hace pensar, siguiendo la línea kleiniana por ejemplo, que es una envoltura que conduce en su conformación al lugar del genital femenino. Con el fetiche de la media se excita y necesita de ella imperiosamente para realizar una satisfacción sexual. La realización de esa satisfacción sexual es con lo que está mostrando la castración. Por ejemplo, el fetichismo del pie. El pie femenino, Freud lo dice directamente, es la parte más distante de la pierna que señala el lugar de lo castrado. Sabemos que para Freud la mujer es castrada, lo que valdría cuestionarlo, pero no en este momento en que estamos intentando seguir un concepto. Aunque quizás valga la pena detenerse un poco en esto. A mí esta idea me parece rara, me parece demasiado falocéntrica. Entiendo que para quien posee el pene, aquella que le muestra que no lo tiene desate fantasías de perderlo, ya que capta que hay seres humanos en los que falta el pene, en el lugar en el que él lo tiene. Hablando todo, por cierto, en las impresiones de un niño. Esto significaría, respecto del fetichismo del pie, que la distancia respecto de lo castrado corresponde a lo que siente el fetichista, no a la condición de la mujer. En términos perceptuales a mí me parece que la fantasía de castración puede darse, pero en quien tiene el pene. ¿Cómo se va a dar en quien no lo tiene? ¿Por qué alguien va a sentir que le falta lo que no forma parte de su estructura corporal? Entiendo que los que verdaderamente entienden de estas cosas me dirían que el falo es imaginario, aunque también se lo habla como simbólico, que no se trata del pene, que la castración es un concepto abstracto, que nos abarca a todos. Que la antropología lo muestra así, etc. Y yo sería quizás uno de los estúpidos que no entiende estas cosas. Es cierto que estas nociones se apoyan en la distinción radical entre cultura y naturaleza. La fantasía de castración no podría sino ser expresión de lo cultural. Nada en la naturaleza podría sostenerla. Creo entenderlo. En este sentido, en relación con fetichismo de la pierna, lo que precisa Freud es que la pierna conduce a aquella zona genital femenina que al fetichista le angustia percibir.

La renegación es afirmar una presencia que da cuenta de algo que se está percibiendo como ausencia. En vez de aceptar que se percibe la falta, se percibe la presencia que directamente apunta a la falta. Si alguien para excitarse necesita de una media, está manifestando con esta elección su impedimento de alcanzar el verdadero orgasmo, que conlleva un clímax que luego de alcanzado cae en la realidad de la separación de los individuos, en la imposibilidad de alcanzar esa sensación de totalidad que por un instante se logró. Si se necesita exclusivamente de una media para la excitación, esto delata que se está profundamente limitado, carente. Sin embargo, el perverso siente que su perversión le da acceso a una sexualidad superior. Él es el que sabe gozar, no como el pobre neurótico que tiene que gozar de acuerdo con lo que le dicen que es legítimo gozar. No obstante, se exhiben en los parques, se presentan en los colegios frente a las niñitas con esos abrigos absurdos y sucios. Allí, el perverso está trasmitiendo su pobreza y, pese a ello, se siente con el acceso a una sexualidad superior: eso es la renegación. Quizás Freud vio en la renegación la idea de que la falta aparece en lo imaginario con un sentido fálico. El imaginario tapa el hoyo simbólico. Como lo hemos visto con el neologismo “yo soy el que genera el logos”, mi palabra es un nuevo logos que yo gesto. Tal vez, acatando los términos en boga, tienes razón: lo que retorna en lo real tendría que ser, de acuerdo con el modo como se sostienen estos conceptos, un significante fálico.

Estudiante: La certeza del psicótico se referiría a ese nuevo logos.

JC: Diría que sí, que estas cosas son las que ayudan a la certeza del psicótico. En algún sentido esto permite señalar que el verdadero delirante es el llamado normal, el neurótico. El neurótico sería el portador del verdadero delirio, vale decir, del juicio como delirio. En términos estrictos, el neurótico es el que distorsiona el real, el que no es capaz con lo impensable del registro de lo real.

El neurótico es el que, apoyado en el registro simbólico, está otorgándole a su yo central el carácter de mensajero de los significados. Está diciendo: “así son las cosas”, tal como significan; está cargando de sentido un mundo que radicalmente no tiene el sentido que le otorga el lenguaje. Y bueno, estas afirmaciones se sustentan en las consecuencias que implica un pensamiento psicopatológico. Filosóficamente las cosas se piensan de una manera substancialmente distinta. El ser del humano solo se da en su existencia, su Dasein, si tomamos en cuenta a Heidegger, pero es importante que sigamos con la psicopatología. Si se habla de delirio, es decir, de distorsión estructural en el juicio, la distorsión fundamental es la del neurótico que busca hacer pensable lo impensable. Por ejemplo, puede tener una fobia y en ella pensar que realmente no se puede explicar el miedo a un objeto, a un animal o a una situación espacial, no se puede explicar porque allí él está transformando algo. El neurótico es capaz de pensar que la araña no es temible, que él le está poniendo algo. Allí está delirando entre comillas en la medida que está asumiendo que él está poniendo algo cuando, para realizar la realidad, siempre se está poniendo algo. Además, la araña es temible, es testimonio de una forma viva que se mueve ominosamente, que da cuenta de un mundo de rincones y de sombras, que tiene una forma extraña y que aparece como viniendo de lo oculto. Un perro puede morder, un espacio amenaza con el vacío. Las circunstancias de la fobia no son neutras. Nunca olvido una conferencia de Otto Dörr cuando hablaba, hace muchos años, de la fobia a los aviones como una situación perfectamente entendible. En nuestro mundo de suelos y de condiciones sólidas cómo comprender que esa inmensa masa de materia se podrá sostener en el vacío; estar así encerrado en una construcción de la cual salir no es posible, porque significa caer en el vacío.

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