Kitabı oku: «Más leyendas urbanas del rock», sayfa 3

Yazı tipi:

La canción de la esperanza negra

En esa época incorpora en su repertorio el tema «Blowin’ In The Wind» de Bob Dylan y lo interpreta en su concierto del Club Copacabana de Nueva York, junto con «If I Had a Hammer» del cantante activista Pete Seeger. Algo está cambiando en Cooke que necesita añadir a su música un componente de lucha y protesta por todo lo que está ocurriendo. Por otro lado le frustraba que fuera un blanco, Dylan, quien hubiera escrito un tema que entre otros reivindicaba los derechos de su pueblo. Por eso se propuso escribir un himno negro, inspirado en el tema de Dylan, y el 7 de enero de 1964 graba en los estudios de RCA en Hollywood el tema «A Change Is Gonna Come».


«A Change Is Gonna Come»

I was born by the river

In a little tent

Oh, and just like the river, I’ve been runnin’

Ever since

It’s been a long

A long time comin’, but I know

A change gon’ come

Oh, yes it will

It’s been too hard livin’

But I’m afraid to die

‘Cause I don’t know what’s up there

Beyond the sky

It’s been a long

A long time comin’, but I know

A change gon’ come

Oh, yes it will

I go to the movie

And I go downtown

Somebody keep tellin’ me “don’t hang around”

It’s been a long

A long time comin’, but I know

A change gon’ come

Oh, yes it will

Then I go to my brother

And I say, “Brother, help me please”

But he winds up

Knockin’ me

Back down on my knees

Lor’, there been time that I thought

I couldn’t last for long

But now I think I’m able to

Carry on

«Nací junto al río en una pequeña carpa

Ah, y al igual que el río que he estado corriendo desde entonces

Desde hace mucho tiempo viene llegando

Pero un cambio va a llegar, oh sí, lo hará

Ha sido muy difícil vivir, pero tengo miedo de morir, no

Porque no sé qué hay allá, más allá del cielo

Desde hace mucho tiempo viene llegando

Pero un cambio va a llegar, oh sí, lo hará

Voy al cine y voy al centro

Alguien sigue diciéndome que no te puedes quedar

Desde hace mucho tiempo viene llegando

Pero un cambio va a llegar, oh sí, lo hará

Entonces voy a mi hermano

Y digo: hermano ayúdame por favor

Pero él termina empujándome

Hasta que estoy de rodillas, oh

Hubo momentos que pensé que no podía aguantar más

Pero ahora creo que puedo continuar

Desde hace mucho tiempo viene llegando

Pero un cambio va a llegar, oh sí, lo hará»

El tema iba incluido en el álbum Ain’t That Good News que se publicó en febrero de 1964, tratándose del primer material grabado por Cooke desde la muerte de su hijo Vincent de dos años, ahogado en la piscina de su casa mientras que estaba con su mujer Barbara Campbell. Sam y Barbara habían tenido tres hijos: Linda (1953), Tracy (1960) y Vincent (1961–1963), pero su matrimonio no pasaba por un buen momento por culpa de numerosas infidelidades mutuas y terminó de dinamitarse con la muerte del pequeño. Cooke entró en una grave depresión regada en grandes cantidades de alcohol y drogas, aunque la grabación de Ain’t That Good News indicaba que había conseguido salir del bache y plasmar su nuevo espíritu de cambio a nivel profesional, personal y social en el disco más optimista y vital de su carrera.

La compañía RCA lanzó como single el tema «Another Saturday Night» que alcanzó directamente el #1 de las listas de rhythm & blues el Billboard y el 10 del Hot 100, pero no quisieron apostar por un tema que pensaban problemático como «A Change Is Gonna Come». Por el contrario, decidieron publicar la grabación realizada el 8 de julio en la sala Copacabana, por lo que Sam Cooke At The Copa vino a cubrir el hueco dejado por la negativa a publicar Live At The Harlem y eclipsó al nuevo disco de estudio que se conformó con un modesto #34 en la lista de álbumes de ese año.

Se ha escrito un crimen

Ya poseemos casi todos los datos necesarios para obtener nuestra propia conclusión al final del capítulo. Estoy convencido que la gran mayoría de lectores de este libro llegarán a una misma deducción, el asesinato de Sam Cooke no fue una serie de catastróficas desdichas, si bien cada cual escogerá su propia conspiración.

El 10 de diciembre de 1964 se reunieron para cenar en el restaurante Martoni de Los Ángeles, Sam Cooke, su productor musical Al Schmitt y Joan, la esposa de este. Tenían mucho de lo que hablar esa noche, primero de todo celebrar que At The Copa estaba subiendo en las listas de forma rápida y sorprendente, dándole la oportunidad de convertirse en la estrella negra más importante de la historia, por delante de Nat King Cole o Sammy Davis Jr. También hablaron del próximo despido de Allen Klein pues Cooke sabía que le había engañado y quería recuperar los derechos sobre todas sus canciones. Según el matrimonio Schmitt, Cooke estaba pletórico y radiante de felicidad ante los cambios que se avecinaban y posiblemente bebió más de la cuenta.

Los tres tenían intención de salir a tomar una copa al club de música negra PJ’s para finalizar la noche, pero Sam Cooke se quedó un momento con unos fans tomando algo en la barra indicando que luego les alcanzaría en el club. Al Schmitt le advirtió que no enseñara el dinero de una forma tan alegre, pues llevaba un fajo con algo más de 3.000 dólares que había cobrado esa misma tarde por anticipo de conciertos, a lo que Cooke replicó: «Soy Sam Cooke, quién me va a hacer algo».

Cooke llegó al PJ’s sobre la una de la madrugada y acompañado de una joven llamada Elisa Boyer. Mientras que Cooke buscaba a los Schmitt infructuosamente, pues se habían marchado, Boyer se enzarzó en una discusión acalorada con un tipo blanco que la empujaba hacia fuera del local y con el que Cooke tuvo algo más que palabras. Al parecer la joven le pidió marcharse del local para evitar males mayores y juntos fueron al Hacienda Motel en South Figueroa. Sobre las 2.35 de la madrugada un hombre de color se registró como Sam Cooke y señora, pagó los tres dólares que costaba la habitación, mientras una chica lo esperaba en el coche.

Escasamente media hora después del registro, a las 3.08 horas, el Departamento de Policía de Los Ángeles recibió una llamada de socorro de una joven que decía que había sido secuestrada y sufrido un intento de violación. La llamada se realizó desde una cabina de teléfono cercana al Hacienda Motel. Cuando las patrullas llegaron al motel, encontraron el cadáver de un varón negro, prácticamente desnudo y con sólo una chaqueta y un zapato, apoyado en el quicio de la puerta de la oficina de recepción del motel, con un tiro en el pecho y señales de violencia en la cara y manos. Le tomaron declaración a la encargada del motel y a Lisa Boyer, «empaquetaron» el fiambre y caso cerrado: «Un negrata menos».

Las artimañas del embuste

La declaración de Boyer, una mujer asiática de 22 años, indicaba que una vez salieron del club PJ’s, él se ofreció a acompañarla a su casa, pero no lo hizo ante las súplicas de la joven. Terminó por traerla al motel y desde ese momento ella pensó que su intención era violarla. Cuando la encerró en la habitación la obligó a quitarse la ropa y él se desnudó, pero en un momento en el que entró en el lavabo, ella cogió toda la ropa y se marchó corriendo. En su huida lanzó la ropa de Cooke a la calle y se dirigió a la cabina, donde llamó a la policía y se vistió, para esperar que llegaran a rescatarla.

La recepcionista, una afroamericana llamada Bertha Lee Franklin de 55 años, declaró que Cooke apareció desnudo aporreando la puerta y preguntando por la chica que le acompañaba. Ante la respuesta de la encargada, que negó que la muchacha estuviera allí, Cooke la golpeó y se precipitó hacia el interior. Franklin pudo coger su pistola y hacer tres disparos a bocajarro, fallando dos e impactando en el pecho del sujeto que sólo acertó a decir «mujer, me has disparado», mientras que Cooke se tambaleaba, Franklin le partió un palo de escoba en la cabeza.

La policía creyó las versiones de las dos mujeres y no presentaron denuncias sobre ellas, es más, en el informe presentado en el juicio, catalogaban a Franklin de heroína por haber impedido una violación. Tampoco demostraron mucho interés en un caso donde el cadáver era un negro, no tenían ni idea de quién era, pero tampoco les importaba.


Bertha Franklin regentaba el motel donde Sam Cooke y la joven Lisa Boyer se hospedaron tras conocerse en una fiesta.

Desmontando coartadas

El juicio, que fue muy mediático, se celebró rápidamente, ante la evidencia de las dos declaraciones. Se corroboraron sus declaraciones y apenas se dejó interponer preguntas al abogado de la familia, que comprobó cómo Franklin había cambiado su declaración hasta cuatro veces, siendo la aportada en el juicio totalmente distinta al informe policial. Según la encargada del motel, estaba hablando por teléfono con la dueña del establecimiento, Evelyn Carr, quien pudo escuchar la discusión, la pelea y los disparos. El jurado, mayoritariamente blanco, deliberó menos de quince minutos y resolvió que las dos mujeres eran inocentes, por lo que la justicia dictaminó muerte en defensa propia.

Bertha Lee Franklin fue despedida del Hacienda Motel al poco tiempo del juicio, mientras que un investigador privado que trabajó para la familia de Cooke demostró que era propietaria de un revólver del calibre 32, pero a Cooke se le disparó con un calibre 22. Franklin fue asesinada 18 meses después de la muerte de Cooke, en un caso que no se resolvió jamás.

Elisa Boyer fue detenida a las pocas semanas por ejercer la prostitución en Los Ángeles y se comprobó que ejercía esa profesión desde hacía años y que el Hacienda Motel era el lugar donde llevaba a los clientes que captaba en los locales nocturnos. También se descubrió que en más de una ocasión habían interpuesto contra ella acusaciones de robo, al parecer con la complicidad de Franklin, pero habían sido retiradas por miedo al escándalo familiar que supondría para los robados. Fue condenada 15 años después, acusada del asesinato a tiros de su amante, quien ejercía de proxeneta. Jamás se supo el paradero del fajo de 3000 dólares que Cooke llevaba encima, ni de las tarjetas de crédito que desaparecieron de su cartera de forma milagrosa.

Las teorías de la conspiración

La primera teoría de conspiración nos lleva a su mujer. Barbara Cooke, que se negó a interponer una apelación al juicio de Sam Cooke. Se casó dos meses después de la muerte de su marido con Bobby Womack, amigo, músico y protegido de Sam Cooke. Bobby fue al funeral de Cooke con ropa, un reloj y unos gemelos del cantante, lo que desató una discusión acalorada con los padres y hermanos. Bobby Womack, al cabo de los años se divorció de Barbara al descubrir esta que tenía un romance con su hija Linda, quien a su vez terminó casándose con Cecil, hermano de Bobby, con quien creó el dúo Womack & Womack. Barbara, repudiada por la familia Cooke, vendió todos los derechos de las canciones de su marido a Allen Klein.

Otro candidato a conspirar fue Allen Klein, quien montó un imperio con el dinero ganado al gestionar los derechos de Cooke. Iba a ser despedido por el cantante y se hubiera enzarzado en una lucha legal en la que ambos hubieran perdido, pero no estaba claro hacia qué lado se decantaría la balanza. Compró los derechos que le faltaban a su única heredera, Barbara Cooke, por un precio muy inferior a su valor real. Inmediatamente mandó la publicación de un álbum póstumo con temas inéditos y algunas versiones rescatadas de grabaciones de estudio. A Change Is Gonna Come fue publicado en enero de 1965, antes de cumplir un mes del asesinato e inmediatamente se alzó al #1 de las listas de álbumes más vendidos, desbancando a Sam Cooke At The Copa y coronando el ranking durante cuatro semanas. Se estiman en más de diez millones de dólares los beneficios obtenidos por Allen Klein con la edición de estos dos últimos discos de Sam Cooke, pero es incalculable el beneficio que han podido generar las grabaciones de Cooke desde entonces.

En el caso de Klein también entró la mafia, que a principios de los sesenta intentó invertir en el negocio musical, tras la beneficiosa incursión que supuso el mundo del celuloide. Sam Cooke había rechazado la participación de la mafia cuando creó SAR Records, e incluso había recibido consejos de Sammy Davis Jr. avisándole de lo peligroso que era enfrentarse a ellos. Klein estaba predispuesto a escuchar ofertas, vinieran de donde vinieran, siempre que ofrecieran beneficios.

Otros integrantes del paquete conspiranoico era la Nación Islámica, que querían atraer a Cooke a sus filas por la repercusión mediática que ello supondría. Cooke, simpatizante de la lucha por los Derechos Civiles, siempre se negó a ingresar en la Nación Islámica y jamás renunció a sus creencias religiosas familiares. De todos es sabido que no estaban muy dispuestos a recibir rechazos, como lo demostraron el 21 de febrero de 1965, cuando murió asesinado Malcolm X, quien había abandonado la organización y se había enfrentado a ellos.

Por último tenemos la conspiración estatal, ese rodillo que en tantas ocasiones ha pasado por encima de los derechos de cualquiera que significara o creyeran un peligro para su concepto de nación. A la larga lista de sospechas de conspiración gubernamental, los hermanos Kennedy, Martin Luther King, Malcolm X o John Lennon entre otros, debemos añadir a Sam Cooke. Un afroamericano que a principios de los sesenta se creyó con derecho de sentirse importante y pasar por encima del régimen establecido, enfrentándose a la industria, a la policía, a la justicia y aliándose con sospechosos musulmanes, peligrosos líderes negros y esgrimiendo ideas que no se podían permitir en esos momentos y mucho menos de un «negro».

Conspiración o simplemente desidia

Quizás es todo más sencillo, una prostituta, su chulo y la encargada de un motel, tenían un negocio montado para desplumar necios que cayeran en sus redes y que no iban a denunciarlos por la vergüenza que supondría hacerlo. Por lo que fuera, no esperaban que Sam Cooke no se comportara como uno de sus lelos habituales y se les fue la mano, hurgando una coartada que hacía aguas por todos lados, pero que la policía de Los Ángeles compró de inmediato. Quizás fuera todo tan sencillo y trágico como eso, pero la maquinaria racista de la justicia lo derrumbó todo, la desidia demostrada ante lo que para ellos fue un «negrata menos» y la imposibilidad de mover pieza para su esclarecimiento durante estos 56 años transcurridos, tras las evidencias de caso chapucero y racista, han generado una de las teorías de la conspiración más extensas de la historia de la música de estos dos últimos siglos.

Etta James, vocalista amiga y admiradora de Sam Cooke, escribió en sus memorias, Rabia por Sobrevivir, publicadas en 1995, que cuando asistió al funeral y vio el cadáver no tuvo duda de que todo fue una enorme mentira: «La cabeza estaba casi despegada del cuerpo, las manos estaban descoyuntadas, la nariz estaba hundida y tenía dos cicatrices tremendas en la cabeza».


Etta James contó en su autobiografía que al ver a Cooke en el ataúd, pudo ver las marcas de una paliza, con la cabeza casi separada del cuerpo y profundas cicatrices.

Muhammad Ali, al salir del juicio de Sam Cooke, celebrado sólo cinco días después de su asesinato, declaró: «Si se hubiera terminado con la vida de algún Beatle, Frank Sinatra o Ricky Nelson, se habría desarrollado una investigación monumental, pero era un negro que a nadie le importaba». Se equivocó, a John Lennon lo asesinaron 16 años más tarde y todavía hay lagunas sobre la investigación.

Lo único realmente cierto de todo este caso es que la policía actuó bajo la premisa de «Un negrata menos».

La trágica muerte de Brian Jones

La cronología de la muerte de Brian Jones está muy definida y difundida, siendo una de las historias trágicas que más veces se han contando. No en vano tiene hasta el romanticismo literario que le otorga el famoso Club de los 27, donde comparte púlpito con Jimi Hendrix, Jim Morrison y Janis Joplin entre otros, siempre vigilados de cerca por Robert Johnson.


Con el nombre de “Club de los 27” se conoce a una serie de músicos, artistas, y actores que fallecieron trágicamente a la edad de 27 años.

Brian fue uno de esos diamantes en bruto que surgieron de la Inglaterra que descubrió el blues, joven inquieto e insatisfecho que removió los cimientos de la cultura musical británica y por correlación del resto del globo. De su mente bulliciosa surgió la idea de montar una banda de rock, fue el encargado de reclutar a todos sus miembros, de darle un nombre reconocible al mismo tiempo que homenajea a uno de sus ídolos, Muddy Waters. Brian fue el cerebro y el corazón de The Rolling Stones, el timón que marcaba el rumbo de la embarcación y cohete que elevó la banda al Olimpo. Sin embargo, en la ascensión fue extraviando la lucidez y dejándose embaucar por las drogas que mostraron la cara más horrible del personaje, su decadencia y deterioro mental, mientras florecía el monstruo que llevaba dentro.

Un personaje oscuro con las mujeres

Brian era un maltratador falócrata que fue dejando un rastro de mujeres maltratadas, abandonadas y embarazadas. Con 17 años fue padre, pero abandonó a su novia Valerie Corbett antes del alumbramiento, el mismo año que dejaba embarazada a una mujer casada. Otra de sus numerosas novias, Pat Andrews, dio a luz antes de que se desentendiera de ella, al igual que con Linda Lawrence, quien terminaría casándose con el cantautor Donovan. La mayoría de ellas lo acusaron de malos tratos, tanto físicos como psicológicos, en especial Dawn Molloy quien consiguió una orden de alejamiento y una indemnización de 700 libras en 1962. Pero quien se llevó la peor parte fue Anita Pallenberg, manteniendo una relación tóxica durante años que terminó con un conflicto interno en The Rolling Stones, tras un cambio de pareja con Keith Richards. Brian maltrató sistemáticamente a Anita en su última época juntos, y si bien es cierto que ella tampoco era un ángel caído del cielo, fue la que recibió una tremenda paliza que rompió su relación, para caer en brazos de Richards, que nunca pudo perdonar a Jones el haberle puesto la mano encima y le profesó un odio profundo hasta el final de sus días. El deterioro de Jones fue cada vez más visible y para la banda era insoportable trabajar con él. En directo era imprevisible y errático, mientras que en estudio se anulaba y apenas participaba, generando conflictos continuamente en una espiral de autodestrucción imparable.


Anita Pallenberg con Brian Jones.


Anita Pallenberg con Keith Richards.

Allen Klein, personaje oscuro que ya hemos conocido en este libro y que se convirtió en el mánager de la banda, les comunicó que Brian tendría problemas para actuar en Estados Unidos, pues le habían denegado el visado tras dos condenas por drogas, hecho que era un tremebundo problema para el grupo.

El 8 de junio de 1969, Mick Jagger, Keith Richards y Charlie Watts fueron en visita profesional a la nueva casa de Brian en Cotchford Farm en Sussex, para comunicarle su despido inmediato del grupo. Según cuentan, Mick Jagger no sabía cómo exponer la decisión y Richards estalló en cólera gritando: «Estás despedido. No le des más vueltas. Estás muerto. Ya nunca volverás a ser un Rolling Stone», tras lo que se levantaron y marcharon.


Brian Jones, a la derecha, está considerado el líder de la banda durante el periodo de formación de los Stones.

Brian, en un arrebato de orgullo, convocó una rueda de prensa para hacer la siguiente declaración: «Ya no me veo mirando a la cara a los demás por los discos que estamos haciendo. Quiero tocar mi propia música, que ya no es la música de los Rolling Stones».

La banda le ofreció una compensación a modo de finiquito de 100.000 libras, más 20.000 libras anuales mientras el grupo continuara.

Türler ve etiketler
Yaş sınırı:
0+
Hacim:
391 s. 153 illüstrasyon
ISBN:
9788499176185
Yayıncı:
Telif hakkı:
Bookwire
İndirme biçimi:
epub, fb2, fb3, ios.epub, mobi, pdf, txt, zip

Bu kitabı okuyanlar şunları da okudu