Kitabı oku: «Una voz que cambia vidas», sayfa 5
La gestión de la cultura corporativa está relacionada con la gestión de la responsabilidad social, pues las políticas y prácticas de responsabilidad social que la empresa tiene influirán directamente a la gestión de la cultura. Por ello, uno de los primeros pasos que toda empresa, independientemente de su gestión económica, necesita hacer, es mostrar su preocupación por la relación con su principal grupo de interés: sus trabajadores. Para esto, lo fundamental es velar por un buen ambiente de trabajo, buen trato entre jefes y subordinados, etc. Todo ello ayudará a incrementar el nivel de involucramiento, retribución y lealtad de los colaboradores hacia la empresa.
La buena gestión de la responsabilidad social con los trabajadores o responsabilidad social interna (RSI) implica la realización de políticas y prácticas positivas dirigidas a los empleados. Estas acciones influyen directamente en el clima laboral de la empresa y repercute en el sentimiento de pertenencia, participación, satisfacción y motivación del personal, que, como consecuencia, elevará la productividad de los trabajadores y traerá mejor rentabilidad para la compañía: principal ganancia de la empresa. Cuando los empleados se sienten más comprometidos con su empresa, se genera una motivación que los lleva a ser más efectivos y eficaces. Además, se tiene un impacto en la disminución de la rotación de personal, se fortalece la identidad corporativa y se crea una buena imagen interna de la empresa.
Una compañía que cuida su responsabilidad social interna fortalecerá su imagen como buena empresa empleadora. El employer branding26 es un término que identifica a las empresas que son buenas empleadoras o buenos lugares para trabajar. Una prueba de esto es el premio Great Place to Work27 (http://www.greatplacetowork.com.pe/), que a nivel mundial elabora rankings empresariales y determina las mejores empresas para trabajar. La buena gestión de la responsabilidad social interna atrae a los colaboradores más talentosos y, al mismo tiempo, hace que el trabajador se sienta estimulado y decida mantenerse en el empleo durante un largo tiempo.
b. Creación y mantenimiento de una buena imagen y reputación corporativa
La reputación corporativa, según la define Villafañe (2003), es el reconocimiento que los grupos de interés de una compañía hacen de su comportamiento corporativo, en función del cumplimiento de sus compromisos y de la satisfacción de las expectativas (p. 20).
La reputación es un intangible muy valorado en la gestión empresarial en los últimos años. Costa (2001), al respecto, describe que para alcanzar una buena reputación y buenos resultados, la empresa necesita tener cuatro puntos cardinales: identidad, cultura, comunicación e imagen, y la responsabilidad social, destacando, además, que todas deben estar muy ligadas a la estrategia empresarial.
La identidad es el ADN, el ser de la empresa. El ser ella misma única e irrepetible, para crecer, desarrollarse y durar. La cultura es el hacer; lo que la empresa hace y cómo actúa en su interior y en relación con la sociedad. La comunicación es, internamente, el ser orgánico en tanto que la empresa es un organismo vivo y actuante, una organización de personas, y la comunicación es el sistema nervioso central y el flujo vital. Y al mismo tiempo, la comunicación es el ser social, en tanto que la empresa está inserta en una sociedad concreta y con la cual se relaciona. Finalmente, la imagen es la consideración, la evaluación que la empresa merece ante los diversos públicos más o menos implicados en ella, más o menos indiferentes. La imagen se forja a través de la confianza, la credibilidad, la preferencia (o sus contrarios) que la sociedad otorga a la empresa. (Carbone, 2006, p. 226)
La imagen y la reputación corporativa son una consecuencia de lo que se dice y hace como empresa, de sus valores y la consistencia entre ellos, en el corto y largo plazo: imagen y reputación, respectivamente. La imagen interna se crea en los trabajadores y accionistas de la organización, mientras que la imagen externa se construye en la percepción de clientes, proveedores, inversionistas, Gobierno, entre otros.
Por tanto, el impacto de las acciones de responsabilidad social se evidencia en la imagen y construcción de la reputación corporativa de la empresa. Las empresas que desarrollan políticas y prácticas permanentes de responsabilidad social reciben el reconocimiento de sus grupos de interés: en el ámbito interno y en el externo.
La responsabilidad social externa, y específicamente con la comunidad, resulta ser la más visible y la que mayor impacto genera en la imagen de las empresas; sin embargo, la organización necesita evitar que estas acciones sean confundidas con actividades aisladas que tienen como objetivo mejorar la imagen de la empresa sin formar parte de un comportamiento coherente de responsabilidad social.
La buena imagen y la reputación corporativa están basadas en la confianza que se crea y mantiene entre la empresa y sus grupos de interés. Estas relaciones ayudan a la empresa a gestionar de mejor manera los riesgos a futuro, y en general, a mejorar su reputación corporativa.
La imagen y la reputación corporativa son, actualmente, los intangibles28 más valorados y anhelados por las empresas. Ellos determinan su crecimiento en nuevos mercados, las alianzas con nuevos socios, la fidelidad de los clientes y proveedores; en general, un beneficio que no tiene un valor económico, pero que le asegura a la empresa una continuidad en el tiempo.
c. Construcción de la marca empresa
Una marca es una identificación comercial primordial y/o el conjunto de varios identificadores con los que se relaciona y ofrece un producto o servicio en el mercado. La construcción de la marca empresa está asociada directamente a la imagen y reputación corporativa, y se origina a partir de las percepciones que tienen los diferentes grupos de interés sobre la empresa y su nombre o marca.
Las empresas que desarrollan acciones de responsabilidad social tienen mejores relaciones con su entorno y generan valor para la marca corporativa o marca empresa de la compañía. Este es un intangible corporativo que actualmente es muy valorado en el mercado no solo comercial, sino del sector público y del tercer sector.
La relación que existe entre responsabilidad social y construcción de la marca corporativa es directa, puesto que está conformada por la asociación que realizan los consumidores y, en general, los grupos de interés, acerca de las acciones que la empresa ejecuta. Oliver y Serra (2013) señalan que la construcción de la marca es un tema sensible para la empresa y se origina en el conjunto de relaciones que los grupos de interés y, en especial, los clientes realizan con la empresa. Las marcas que ocupan mucho espacio en nuestra alma son las que han conseguido establecer relaciones y valores compartidos, de tal manera que nos sentimos bien con ellas. Son marcas que te tocan fibras que otras no consiguen tocar (p. 46).
La importancia de la marca corporativa transciende a la empresa, debido a que se convierte en la parte más visible y querida por los consumidores y grupos de interés. Las ventajas de una buena marca corporativa se materializan en las posibilidades que tiene la empresa para crear nuevos productos y servicios, alianzas con otras empresas o instituciones, apertura a nuevos mercados, nuevos públicos consumidores, etc.
d. Mejoramiento del negocio o cadena de valor de la empresa
Según lo señala Porter (1985), la cadena de valor empresarial, o cadena de valor, es un modelo teórico que permite describir el desarrollo de las actividades de una organización empresarial, generando valor al cliente final y a la misma organización. La cadena de valor ayuda a determinar las actividades o competencias distintivas que permiten generar una ventaja competitiva a la empresa.
La gestión de la responsabilidad social debe estar alineada con la gestión de los procesos de la empresa y, en particular, con las relaciones que se establezcan con los grupos de interés. De esta manera, la buena gestión de la responsabilidad social mejorará los niveles de supervisión, el ahorro de recursos y energía, la mejora de los productos y servicios, la implementación de nuevas tecnologías y nuevos sistemas de gestión, ahorro de costos operacionales, atracción de nuevos inversores y clientes, etc.
En síntesis, los beneficios que la empresa obtiene gracias a la gestión de su responsabilidad social son amplios y pueden ser analizados como una ventaja competitiva. Sin embargo, en la lógica del ganar-ganar compartido, los grupos de interés también reciben beneficios directos cuando una empresa u organización decide planificar sus acciones de responsabilidad social.
En tabla 1.6 se muestran los principales beneficios que obtienen los grupos de interés a partir del desarrollo de políticas y acciones de responsabilidad social de una empresa.
La gestión de la responsabilidad social promueve buenas relaciones con los grupos de interés. Se construye a partir de un comportamiento ético coherente y de beneficios compartidos, que genera un valor y crea confianza con los propios grupos de interés.
3. La gestión de la responsabilidad social
La gestión empresarial se entiende como el conjunto de medidas y estrategias llevadas a cabo con la finalidad de que la empresa sea viable económicamente y sostenible en el tiempo. Ello incluye un conjunto de factores que abarcan los aspectos financieros, productivos y logísticos.
La responsabilidad social en una empresa necesita de un conjunto de estrategias para gestionarse de manera adecuada. Según el análisis realizado, se considera que existen tres momentos. El primero es el diseño e implementación de políticas de responsabilidad social alineadas con la misión y visión, así como con los principios y valores de la empresa. El segundo es el desarrollo de programas, proyectos y procesos que permiten materializar las acciones de responsabilidad social de la empresa dirigidas a sus grupos de interés. Y el tercero es la evaluación, seguimiento y medición del impacto de las acciones de responsabilidad social.

3.1 Alineamiento con el plan estratégico empresarial
Para que el ejercicio de la responsabilidad social acompañe a la gestión empresarial, es necesario crear e incorporar políticas de responsabilidad social, las cuales tienen su origen en la misión, visión, principios y valores de la empresa. Además, es preciso entender que la gestión de la responsabilidad social es un proceso transversal a toda la organización.
El alineamiento con el plan estratégico de la empresa se desarrolla del siguiente modo: primero, deberá fijarse como política y objetivo estratégico de la empresa, con igual grado de importancia que otros objetivos de la empresa. Para esto, la gerencia general asignará metas, actividades, responsables y un presupuesto. Cualquiera que sea el sector de la empresa, lo primero que necesita hacer es convencer a la junta directiva de que la inversión en responsabilidad social no significa lograr beneficios inmediatos, sino implica resultados a largo plazo.
En un segundo momento, la empresa establecerá los procedimientos, programas o proyectos, desde los cuales se implementará la responsabilidad social, identificando temáticas donde la organización puede comprometerse con sus grupos de interés, generando beneficios compartidos y mejorando el sistema de organización de la empresa y las relaciones con los grupos de interés.
Sin embargo, lo más importante es comprender que la gestión de la responsabilidad está presente en todo momento dentro del día a día de la empresa. Por tanto, será necesario crear procesos estratégicos y operativos para que esta labor dependa de todos los miembros de la organización. Además, es importante que la gestión de la responsabilidad social se quede instalada en la organización con el propósito que sea difícil cambiar la política, en el caso que exista algún eventual cambio de gerencia.
En este sentido, la ISO 26000 insta a las empresas a crear y mantener un sistema de gestión orientado a cumplir con unos principios y requisitos esenciales en la responsabilidad social; además, alinear sus labores diarias con políticas y acciones de responsabilidad social.
En la figura siguiente se muestra el proceso de incorporación de la responsabilidad social en las empresas de todo tamaño o tipo según la ISO 2600.

Las políticas de responsabilidad social necesitan socializarse al interior de la empresa y, para ello, es necesario el involucramiento de todo el personal: dueños, accionistas, gerentes y jefes, quienes tienen la responsabilidad de guiar al personal y tomar las decisiones en la empresa. Cada organización crea sus propios mecanismos de políticas y prácticas de responsabilidad social de acuerdo con su realidad, contexto y necesidades, así como expectativas de sus grupos de interés, bajo la búsqueda del ganar-ganar compartido.
3.2 Herramientas de gestión
El marketing social, el patrocinio, el mecenazgo y la acción social son los instrumentos o herramientas más utilizados por las empresas y organizaciones para el desarrollo de prácticas de responsabilidad social. Se necesita que estas acciones se encuentren enmarcadas dentro de políticas y principios de responsabilidad social de la empresa y no sean acciones aisladas que solo busquen mejorar la imagen de marca de la empresa.
a. Marketing social
El concepto de marketing social fue acuñado por primera vez en 1971 por Kotler y Zatman. Posteriormente, Kotler (1985) define el concepto de marketing social planteando que las empresas también pueden vincular sus marcas a temas sociales.
El concepto de mercadotécnica social o marketing social sostiene que la tarea de la organización consiste en identificar las necesidades, deseos e intereses de los mercados meta para proporcionarles las satisfacciones con mayor eficiencia que los competidores y hacerlo de una manera que mantenga o mejore el bienestar de la sociedad y de los consumidores. (pp. 21-22)
Navarro (2012) explica que el marketing social tiene como objetivo un cambio de conducta, donde los beneficios son en muchos casos para terceros. Además, señala como parte de sus características la promoción de un producto que es una idea social, un producto intangible.
El marketing social tiene un doble efecto, pues, además de asegurar un impacto positivo para el propio objetivo social, logra un efecto en la marca de la empresa auspiciadora, si la tuviera. El marketing social es uno de los instrumentos más utilizados por las empresas para la responsabilidad social. Cabe destacar que es una herramienta que les permite llevar a cabo el diseño de sus programas o proyectos. Asimismo, no solo está relacionado con sus consumidores, sino con todos los grupos de interés.
En los últimos años, el concepto de marketing social ha evolucionado y se ha especializado. Hoy conocemos diversos conceptos como el marketing social corporativo, el marketing social con causa, el marketing de la gestión de las causas sociales, el marketing de las cuestiones públicas, el marketing de las ideas, etc.
Pérez y Rodríguez (2013), como otros autores, señalan que las denominaciones del marketing social que se relacionan con la responsabilidad social son el marketing de cambio social (MCS) y el marketing social corporativo (MSC), debido a que ambos conceptos presentan una mirada multi stakeholders y visión a largo plazo: condiciones de la responsabilidad social.
De hecho, las campañas de marketing de cambio social, en general, son llevadas por organismos públicos o asociaciones profesionales, mientras que, por el contrario, los programas de marketing social corporativo son realizados por las empresas solas o en colaboración con una organización sin ánimos de lucro. (p. 56)
Las empresas hacen uso del marketing social corporativo como una herramienta para el desarrollo de sus acciones y prácticas de responsabilidad social; sin embargo, su uso genera diversas posturas, algunas a favor y otras en contra. Algunos autores señalan que las empresas realizan acciones de responsabilidad social con el único interés de buscar un beneficio directo para su marca corporativa o para las marcas de sus productos. Otros, por el contrario, afirman que la responsabilidad social es un modelo estratégico que utiliza el marketing social como herramienta. Barranco (2005), en esta última posición, señala que hay empresas que han sabido convertir muy bien sus estrategias de marketing relacional en oportunidades empresariales de relacionamiento con sus grupos de interés y de responsabilidad social.
Sin embargo, pronto comenzaron a darse cuenta de que, planificando y desarrollando profesionalmente el conjunto de actividades sociales que ejecutaban hasta entonces de manera esporádica, dispersa y muchas veces con el único fin de responder a las peticiones o compromisos concretos referidos a una causa puntual, podrían convertirlos en un componente importante de la estrategia de marketing relacional, para con sus clientes reales y potenciales primero y para el resto de los stakeholders después. (p. 32)
Barranco (2005) señala que el marketing social corporativo que realiza una empresa la lleva a asociar su marca corporativa de forma permanente, voluntaria, y no con fines lucrativos a acciones sociales o culturales. Esta asociación de imagen corporativa a causas sociales concretas resulta ser muy positiva para las empresas; sin embargo, lo más importante es que no se perciba como una campaña de marketing sino como una auténtica filosofía empresarial de forma sincera, ética y coherente.
El impacto de las acciones de marketing social corporativo siempre obtendrá un incremento del valor de la marca de la empresa, lo cual, en el futuro, se traduce en imagen y reputación positiva para la empresa. Al respecto, Pérez y Rodríguez (2013) mencionan:
Las estrategias de marketing con causa asumen un hilo conductor desde los stakeholders, la responsabilidad social corporativa, la primacía del consumidor y el valor de marca hacia la reputación corporativa, de tal manera que una buena conexión entre la causa y la empresa lleva a una buena imagen pública de la empresa, mientras que el caso contrario dañaría la reputación empresarial. (p. 50)
El marketing social corporativo es una herramienta de gestión de la responsabilidad social de la organización que también aporta seis dimensiones positivas para la gestión empresarial, como señalan Pérez y Rodríguez (2013):
Este nuevo paradigma del marketing revisa las variables integrantes del marketing mix y propone 6 C, que representan los conceptos fundamentales para comprender este nuevo enfoque de la disciplina: la identidad corporativa (lo que indudablemente somos), la identidad organizacional (lo que creemos que somos dentro de la organización), la reputación corporativa (cómo nos perciben fuera de la organización), la comunicación corporativa (lo que decimos que somos), gestión de los grupos de interés (a quien buscamos servir y satisfacer) y la marca corporativa (lo que prometemos ofrecer y lo que esperan de nosotros). (p. 21)
Estas seis dimensiones están relacionadas directamente con la gestión empresarial, pues afectan de manera directa y positiva a la empresa en su interior y exterior. Como vemos, el marketing social corporativo se ha convertido, además, en una herramienta de gestión empresarial.
b. Patrocinio y mecenazgo
El patrocinio es un concepto relacionado con los aspectos publicitarios, y se refiere a una técnica de comunicación estructurada, mediante la cual una empresa (patrocinadora) ofrece recursos en forma monetaria o en especie a una organización, evento o causa (patrocinado), con la finalidad de obtener un beneficio directo al asociar su imagen corporativa o de marca, o sus productos o servicios, a la actividad o entidad patrocinada.
El mecenazgo, por su parte, es un concepto asociado a las ayudas que puede ofrecer una empresa a temas artísticos y culturales. Responde a la vocación de la empresa de revertir a la sociedad parte de los beneficios que obtiene de esta, en forma de dividendo social, puesto que es, justamente, la sociedad quien garantiza su propia existencia.
Ambos conceptos son precedentes de la responsabilidad social, pero en la actualidad se han convertido en instrumentos que materializan el ejercicio de la responsabilidad social en las empresas.
Si tuviéramos que establecer un precedente del reconocimiento de la responsabilidad social corporativa, muy pocos autores dudarían en señalar que el patrocinio y el mecenazgo son la primera manifestación del mismo; ambas están íntimamente unidas a la filantropía aunque son tímidamente expresadas. Todo ello traduce una clara conciencia social de que el mundo de los negocios está en deuda permanente con la sociedad que lo acoge y que, en definitiva, es la que hace posible su existencia y desarrollo. (Solano, 2008, p. 79)
El patrocinio y el mecenazgo tienen un impacto directo en la imagen y reputación de las empresas. Estas herramientas bien utilizadas y, sobre todo, orientadas a responder a las necesidades sociales en materia de cultura y educación, pueden lograr un impacto positivo en la población. Solano (2008) señala que no debemos juzgar las acciones de patrocinio y mecenazgo como acciones de búsqueda de imagen y reputación para las empresas, pues, ante todo, está la buena voluntad de los directivos o dueños de la empresa:
El patrocinio y el mecenazgo son acciones filantrópicas y en consecuencia totalmente voluntarias, por virtud de la cuales la empresa devuelve a la sociedad parte –pequeña– de sus beneficios y se trata, repetimos, de actividades totalmente voluntarias; el hecho de que en algunos países sea posible desgravar fiscalmente su coste, ni le añade ni le quita valor a las mismas [sic] –al menos presumamos la buena fe– entre otras razones, porque primero fue el hecho y después la consecuencia y nos referimos al dato fiscal. (p. 80)
Entonces, el patrocinio y el mecenazgo son dos instrumentos con los cuales las empresas pueden desarrollar su responsabilidad social, siempre y cuando vayan alineadas a las políticas empresariales. Por sí solas, serán únicamente manifestaciones de altruismo y donación de la empresa.
c. Acción social
Como ya se ha mencionado, la acción social y la acción social estratégica son un referente de la responsabilidad social de las empresas, pero, a su vez, son una herramienta que ha evolucionado con los años, pasando de una acción filantrópica a una acción sostenible, coordinada, coherente y dirigida a los grupos de interés.
Garrigues y AENOR (2012) han realizado un análisis de este concepto que ha evolucionado desde su vinculación con la filantropía hasta el desarrollo de acciones de cambio social (p. 120). En la tabla 1.7 se pone en relación la evolución del concepto de acción social con el surgimiento de las prácticas de responsabilidad social.
De esta manera, podemos señalar que la acción social se entiende en la actualidad como una herramienta de la responsabilidad social o conjunto de acciones que la empresa realiza a largo plazo y siempre bajo el compromiso de lograr un impacto social que beneficie al entorno, especialmente, a la comunidad, y también, de manera directa, a la organización. La acción social es, entonces, un instrumento dentro del proceso de incorporación de la responsabilidad social en la gestión empresarial.

3.3 Evaluación y reportes de sostenibilidad
Además de incorporar políticas y establecer procesos, la gestión de la responsabilidad social necesita evaluar de forma constante su gestión a partir de indicadores. Para ello, la empresa puede hacer uso de los estándares e indicadores de responsabilidad social señalados en 1.2, entre los cuales están Ethos Perú 2021 y el Global Reporting Initiative (GRI).
Ahora bien, una vez que la empresa ha establecido sus mecanismos de medición puede desarrollar su reporte de sostenibilidad29 o balance social; este es una herramienta de comunicación que avala la transparencia de la gestión en los ámbitos económico, social y ambiental de la empresa. Además, permite la retroalimentación para una mejor gestión de responsabilidad social. El reporte de sostenibilidad es un documento institucional que ofrece información en base a la implementación del triple balance económico, social y ambiental. Actualmente, más de cuatro mil organizaciones en más de sesenta países utilizan la metodología GRI para la elaboración de sus reportes de sostenibilidad.
Este documento es un instrumento destinado a dar mayor transparencia a las actividades empresariales y ampliar el diálogo de la organización con la sociedad. Contiene datos cuantitativos y cualitativos que pueden orientar la planificación del año siguiente, además de demostrar los resultados de las actividades en el año anterior. Se realiza anual o bianualmente de acuerdo con las necesidades de comunicación y al tipo de organización que tiene la empresa.
Para la elaboración de los reportes de sostenibilidad, el GRI ha desarrollado cinco fases que se presentan en la figura 1.9.
La primera fase es la planificación de la elaboración del documento. Esta fase se inicia en noviembre o diciembre del año anterior a su publicación. Comprende la creación de un comité de elaboración del reporte integrado por personas claves de la organización. Si se tiene un director de responsabilidad social, esta persona liderará el equipo.
La siguiente fase implica el establecimiento de contactos para la búsqueda de fuentes internas y externas de información de la empresa. Esta labor es desarrollada por el equipo responsable; inclusive, se contrata a consultores externos para realizar entrevistas a profundidad, realizar grupos focales, observación participante, y otras técnicas que permitan ahondar y comprobar los datos.
La tercera etapa busca definir los contenidos que irán plasmados en el documento. El equipo responsable elaborará un esquema del futuro reporte o balance social. Para esto, es importante que el comité de trabajo realice un benchmark o revisión de otros reportes de sostenibilidad.
Estos reportes no tienen una única estructura o formato de presentación; por tanto, las empresas pueden innovar en el uso de cuadros, fotografías, esquemas, etc. Lo más importante es presentar los datos de la manera más sencilla, clara y amigable.
El GRI recomienda que el reporte de sostenibilidad tenga una estructura con cinco partes básicas:
– Visión y estrategia: declaración del presidente o máximo ejecutivo de la empresa, describiendo los elementos claves del reporte y estableciendo la visión y estrategia de la empresa en relación a la sostenibilidad.
– Perfil del reporte: una visión general de la estructura y alcance del reporte.
– Perfil de la organización: ¿qué empresa es?, ¿qué hace?, y ¿dónde opera la empresa?
– Sistemas de administración: estructura organizacional, sistemas de administración y, especialmente, vínculos con sus grupos de interés.
– Indicadores de desempeño: información cuantitativa y cualitativa sobre las operaciones en las áreas financiera, ambiental y social. Estos datos debieran incluir, en la medida de lo posible, al menos dos periodos anteriores y uno proyectado.
La cuarta fase, de supervisión y construcción del reporte, puede demorar un par de meses. En esta fase lo más importante es el cuidado de manera exhaustiva de todos los datos y cifras, debido a que un error podría ser contraproducente para la imagen de la empresa.
En promedio, los reportes tardan cinco o seis meses en elaborarse. Lo más usual es que su publicación se realice en de mayo o junio del siguiente año. Algunos reportes tardan en publicarse hasta agosto o septiembre, ya que para algunas empresas, a veces, es más difícil recoger la información debido a su tamaño, la diversidad de sedes, el número de colaboradores o clientes, etc.
La quinta y última fase es la verificación y comunicación, que implica la revisión exhaustiva del documento antes de su publicación. Todos los reportes de sostenibilidad necesitan ser expuestos y compartidos con los diferentes grupos de interés. Lo cual no significa repartir el documento impreso, sino organizar reuniones o talleres de presentación para la difusión de los contenidos del reporte. Ello se debe realizar de acuerdo al perfil de cada grupo de interés.
Además, los reportes de sostenibilidad deben ser colocados en la página web de la empresa en versión PDF para el libre acceso de los grupos de interés o personas interesadas en conocer las acciones de la responsabilidad social de la empresa. También se recomienda la creación de otros recursos comunicativos como videos de diez minutos para la presentación del reporte a públicos como la comunidad.
Finalmente, es importante que la empresa recoja todas las impresiones posibles de parte de los grupos de interés, mediante la realización de encuestas o entrevistas en profundidad con personas claves que puedan ofrecer una retroalimentación del documento con el objetivo de plantear mejoras para la elaboración del reporte del siguiente año.
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