Kitabı oku: «El código del capital», sayfa 11

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Quien puede pedir para sí la fama en tanto inventor de la conversión de la tierra en un valor no es Ginnie Mae, quien echó a andar la conversión en valores de las hipotecas en Estados Unidos a principios de los años setenta; más bien pertenece, de todos los lugares, a la Prusia de Federico el Grande —no precisamente un caldero de innovación financiera y libre empresa—. A finales del siglo xviii el país emergió victorioso de la guerra de los Siete Años que peleó contra las principales potencias europeas, incluyendo a Francia, Austria, Sajonia, Suecia y Rusia, en 1763, pero la victoria se logró con enormes costos. Las tropas guerreras convirtieron la tierra arable en campos de batalla y, como resultado de ello, los miembros de la aristocracia de Prusia oriental, el pilar de la monarquía prusiana, se vieron no solamente hundidos en deudas, sino incapaces de pagar a sus acreedores. Muchos se vieron obligados a vender parte de sus activos con descuentos de urgencia que, si se llevaban a su conclusión lógica, amenazaban con echar por tierra a la aristocracia terrateniente y, posiblemente, a la monarquía prusiana con ella.

En esta precaria situación, un mercader de Berlín de nombre Büring ideó un plan para monetizar el valor de los terrenos de la nobleza.[34] Sus cálculos eran sencillos: Prusia tenía dos activos clave, efectivo ( dinero del Estado) y tierra, pero el valor de la tierra era diez veces superior al del dinero. Si fuera posible monetizar el valor de la tierra, los problemas del país se resolverían fácilmente y el futuro de la monarquía quedaría asegurado. Se las ideó para persuadir a un escéptico Federico el Grande, que después reconoció que esa estrategia había salvado de la ruina a cuatrocientas de las “mejores familias” de Silesia.[35]

La idea básica detrás de esto era similar a la conversión de hipotecas en valores de hoy en día: se juntan activos y se los pone en una cápsula legal que puede emitir intereses comercializables, cuyo valor es respaldado con los activos del conjunto. En Prusia se formó una “asociación crediticia” (llamada Landschaft, asociación de tierras) a la que se unieron los terratenientes endeudados como miembros; de hecho, la membresía se hizo obligatoria. Asumieron la responsabilidad conjunta por el pago del capital y del interés de los instrumentos de deuda emitidos. Cada miembro podía anotarse para recibir instrumentos de deuda equivalentes a entre un tercio y la mitad del valor estimado de las propiedades del miembro y usar esos certificados para pagar a sus “molestos acreedores”.[36] El rey respaldó la fórmula con una garantía de en torno a 200 000 táleros.

La cooperativa de crédito resultó ser un enorme éxito y detonó todo un movimiento de banca cooperativa en Alemania. En el lapso de un año los certificados se vendían con una prima en un mercado líquido y ciudades y gobiernos locales de toda Alemania pronto constituyeron asociaciones similares. Algunas ayudaron a los siervos a pagar el dinero que debían a sus antiguos señores cuando fueron liberados, otras operaron como bancos de hipotecas que ayudaron a financiar el boom de los centros de comercio. Un artículo publicado en el Quarterly Journal of Economics de 1894 urgió a los generadores de políticas públicas en Estados Unidos a echar un vistazo más atento a ese esquema, pero hubo que esperar otras cuantas décadas para que eso ocurriera.[37]

En 1968 una enmienda a la Ley Federal de Vivienda de Estados Unidos dio poder a las eag para convertir en valores los préstamos respaldados por hipotecas que compraran a los bancos privados. La lógica detrás de esta política era que la conversión de activos en valores diversificaría los riesgos y por tanto reduciría los costos del crédito para los dueños de casas. Para las familias de bajos ingresos las eag garantizaban también el rendimiento de los activos convertidos en valores a cambio de una cuota. Sin embargo, cuando los actores privados se apropiaron del mercado de valores respaldados con hipotecas residenciales (rmbs, por sus siglas en inglés), las eag también asumieron el rol de compradores de secciones en estructuras de conversión de activos en valores creadas por privados, por lo general las de mayor rango.

Al comprar secciones en nc2 y entidades similares, las eag ayudaron a impulsar la conversión privada de activos en valores. En tanto entidades apoyadas por el gobierno, podían recaudar deuda en los mercados internacionales de préstamos con una tasa menor que los intermediarios privados porque los inversionistas asumían que el gobierno de Estados Unidos respaldaría a estas entidades. También añadían su sello de aprobación porque compraban solamente activos que cumplían con sus estándares (que, sin embargo, eran bastante bajos en ese tiempo) y esto aumentó sus perspectivas ante el mercado. De forma un tanto irónica, después de la crisis el negocio de la conversión de activos en valores ha vuelto al plato de las eag. Fannie Mae y Freddie Mac fueron puestas bajo cuidado gubernamental —el equivalente legal de un respirador de emergencia— en el verano de 2008, y ahí siguen.[38] En los primeros dos meses de 2018, diez años después de que empezara la crisis y con las eag todavía bajo cuidado del gobierno, tenían a su cargo 97 por ciento de las emisiones de los mbs.[39]

Las estrategias prusiana y americana de conversión de activos en valores se diferenciaban en varios aspectos. En el caso de Prusia, la spe se organizó como una cooperativa que tenía a los deudores como miembros, no una criatura sin cerebro y de la que nadie era dueño, como nc2. Más aún, los certificados que emitía la cooperativa prusiana se usaron para pagar a acreedores existentes, más que para atraer a nuevos inversionistas. Sin embargo, la idea básica de agrupar los riesgos para reducir los costos del crédito es la misma. También hay algo más que comparten estas dos estrategias de conversión de activos en valores: el apoyo del Estado. Como se dijo antes, el monarca prusiano respaldó el esquema con 200 000 reichsthalers, aunque fuera a regañadientes. En Estados Unidos la conversión de las hipotecas en activos fue respaldada por entidades propiedad del gobierno y apoyadas por el gobierno y algunas llevaban una garantía gubernamental explícita. Más aún, a los privados que convertían hipotecas en valores en Estados Unidos se les otorgó un estatus exento de impuestos para los vehículos que habían montado, un subsidio llamado remic, siglas en inglés de “conductos de inversión en hipotecas inmobiliarias”.[40]

La escala de la conversión de tierras en valores en Prusia a finales del siglo xviii, obviamente, palidece en comparación de los negocios de conversión de activos en valores en Estados Unidos antes del colapso de 2008. En efecto, el hecho de que la conversión de hipotecas en activos despegara a pesar de los obstáculos legales en el camino es notable. En verdad, hizo falta no solamente ingenio legal sino también astucia por parte de la industria financiera para superar estos obstáculos legales, siendo el principal de ellos la pura y vieja legislación de bienes raíces.

En Estados Unidos la legislación sobre la tierra la gobiernan los estados, no la federación, y los registros de la tierra son locales, no nacionales. La legislación sobre la tierra se diseñó para dejar pocas dudas sobre quién es dueño de una parcela en cualquier momento en el tiempo, o quién podría tener un derecho cercano a la propiedad, como una hipoteca, sobre ella. Estas reglas no se hicieron para un masivo mercado de mbs. El sector privado usó medidas provisionales para darle la vuelta a los obstáculos, pero algunos intermediarios se vieron entrampados en el nudo legal de la legislación sobre bienes raíces —la mayoría de ellos, sin embargo, después de que había golpeado la crisis—.[41]

El 5 de julio de 2007 us Bank, el fiduciario del vehículo de conversión de activos, embargó la casa del señor Antonio Ibanez. El señor Ibanez, un veterano que había estado en el ejército estadounidense, había comprado la casa a finales de 2005, había contratado un crédito y había dado una hipoteca a su prestamista, Rose Mortgage. Rose Mortgage luego puso el préstamo y la hipoteca con otros y los vendió, dejando en blanco el nombre del comprador en los documentos relevantes. Los documentos eventualmente pasaron a Option One Mortgage Corporation (Option One), que quedó registrado como el hipotecario de la casa del señor Ibanez en el registro de la tierra. Inclusive antes de que ese título quedara registrado oficialmente, sin embargo, Option One asignó el mismo conjunto “en blanco” a otro intermediario más.

Según los documentos presentados ante la corte, “Option One asignó la hipoteca de Ibanez a Lehman Brothers Bank, fsb, que la asignó a Lehman Brothers Holdings Inc., que luego asignó la hipoteca, puesta en conjunto con otros aproximadamente 1 220 préstamos hipotecarios, a US Bank, un fiduciario de Structured Asset Securities Corporation Mortgage Pass-Through Certificates, Series 2006-Z.[42]

Ni uno solo de los nombres de esas entidades pudo hallarse en los documentos que us Bank presentó ante la corte para probar sus propios derechos y obtener un título claro sobre la propiedad. Cuando el señor Ibanez no pudo pagar, us Bank embargó la propiedad según la ley de Massachusets: publicó un aviso de venta de ejecución hipotecaria en el Boston Globe y se hizo de ella.[43] Después, US Bank actuó ante la corte local para recibir los documentos del título libres de todo derecho del propietario anterior o de terceras partes.[44] Lo que podría parecer una cuestión superficial —el papeleo necesario para documentar el título— se convirtió en un enorme dolor de cabeza cuando un juez se negó a sancionar las prácticas antes mencionadas y se negó a otorgar un título claro y limpio.

Un título claro y limpio es clave para demostrar al resto del mundo que la tierra está libre de derechos, demandas y exigencias legales enfrentados. Solamente entonces puede un comprador futuro estar cierto de que comprará el título completo, esto es, un derecho prioritario que se puede hacer valer contra el resto del mundo. Sin embargo, en el caso de Ibanez el juez se negó a otorgar la limpieza legal solicitada después del embargo y la Suprema Corte de Massachusetts validó su decisión en 2011. El razonamiento de la corte fue bastante claro. El derecho vigente hace posible la asignación de títulos sobre terrenos, incluyendo hipotecas, pero requiere la especificación del asignatario. Una asignación en blanco no es suficiente, y de hecho es nula bajo el derecho aplicable. Amasar hipotecas está permitido, pero afirmar que una hipoteca está dentro del conjunto sin enlistarla específicamente no es suficiente, dado que el poder de embargar al propietario por la hipoteca recae en su tenedor. La única asignación legal en este caso era por tanto la primera, de Rose a Option One.[45] Según la corte, Option One ahora era quien tenía el título en fideicomiso para beneficio de otros y, consecuentemente, solamente ella tenía derecho de embargar. En cambio, US Bank no solamente no tenía un derecho de prioridad válido sobre la propiedad del señor Ibanez, sino que nunca debía haberlo embargado y ahora se le impedía tener un título claro.

El caso enfrentó a la industria de las finanzas y su hambre de activos seguros contra (algunas) cortes, en tanto guardianes de las reglas legales y de la certeza legal. La industria financiera acusó a las cortes de ser demasiado formalistas y de no entender que los mercados modernos de financiamiento de deuda requerían reglas diferentes. Las cortes, a su vez, recordaron los vetustos principios de la ley y pusieron la carga de cumplirlos en la industria financiera. Quizá las partes en este trato fueron particularmente desaseadas, aunque se hizo bien sabido después del hecho que las oficinas traseras de los intermediarios financieros a menudo no podían seguir el paso de los tratos que se hacían en los mostradores del frente.[46]

En los hechos, el conflicto se reduce a una cuestión fundamental: ¿Quién debe preservar la credibilidad de los derechos de prioridad legal? Por más que la industria financiera necesite “derechos de prioridad claros” para sostener el mercado de mbs, esto difícilmente quiere decir que puede establecer las reglas sobre quién puede reclamar una garantía o el título sobre un terreno. Puede haber pocas razones para lamentarse por el señor Ibanez, quien, después de todo, no pagó su hipoteca, pero claramente los propietarios deben ser protegidos ante la posibilidad de que cualquier intermediario pueda embargar su casa y, a falta de documentación clara, posiblemente más de una vez.

Si el veredicto del caso Ibanez se hubiera pronunciado en 2004 y no en 2011, probablemente hubiera hecho una hendidura mayor en el mercado de valores respaldados por hipotecas. Por suerte para la industria financiera, se lo pronunció después de la crisis. Hubo algunos embargos antes, pero pocos jueces o deudores desafiaron las prácticas de la industria. Las cortes permitieron a los bancos que no tenían la documentación apropiada que prometieran que habían perdido la nota, aun cuando nunca habían obtenido una que registrara propiamente el nombre para empezar.

Para enfrentar algunas de las preocupaciones legales, la industria financiera ideó su propia solución: creó una compañía títere para que se presentara como el tenedor de hipotecas de principio a fin, inclusive si los préstamos en sí cambiaban de manos.[47] De esta forma no necesitaban mantener un registro en papel de la cadena o volver a registrar cada nuevo tenedor de la hipoteca. El nombre del títere fue Mortgage Electronic Registration Systems (mers, Sistemas de Registro Electrónico de Hipotecas por sus siglas en inglés), una sociedad anónima propiedad en su totalidad de una compañía matriz que constituyeron los actores clave del mercado de conversión de activos en valores. mers no tenía empleados y delegaba la tarea de registrar las hipotecas a su nombre a los bancos que originaban la hipoteca.[48] Servía simplemente como un cascarón legal que tercerizaba sus operaciones a la industria financiera. Sigue habiendo algunas dudas acerca de si efectivamente se creó una verdadera relación de mando con cada comprador del préstamo a lo largo de la cadena. En la tarea de pavimentar el camino para los mercados masivos de hipotecas, la industria se saltó esa pregunta y en vez de ello puso en marcha un masivo esquema que fue puesto en cuestión solamente después de que se disparó el número de demandas en el contexto de la crisis.[49] Si, como algunos han afirmado, el lado de las ventas al interior de la industria financiera había apostado que los propietarios embargados no se atreverían a rechistar y que las cortes no desafiarían a la todopoderosa industria, permitiendo que los intermediarios financieros vendieran sus productos antes de que la ley los alcanzara, esta apuesta claramente pagó.[50]

Los clones Kleros

Convertir activos que no son líquidos, como la tierra, en activos líquidos no es solamente cosa de oferta y demanda. Es cuestión de una codificación legal adecuada. Para empezar, los activos deben ser transferibles, algo que lograron los primeros pagarés y letras, y deben ser transferibles sin demasiados obstáculos legales. Una vez que todo esto se ha logrado dichos activos deben ser convertibles en efectivo, preferentemente en el momento en que se lo requiera. Sin embargo, no todos los activos encuentran tomadores dispuestos y los productos complejos tienden a ser más difíciles de colocar, aun si las agencias calificadoras pueden ayudar a simplificar el contenido de información que los inversionistas deben digerir. Algunas secciones de las estructuras de conversión de activos en valores, como nc2, eran especialmente difíciles de colocar. No las secciones súper seguras de hasta arriba, que encontraron fácilmente compradores, y ni siquiera las secciones del fondo, que frecuentemente eran almacenadas por el patrocinador o vendidas a inversionistas amantes del riesgo al acecho de beneficios: el problema de verdad eran las secciones del mezzanine. Eran demasiado riesgosas para la mayoría de los inversionistas y no lo suficientemente riesgosas para algunos. Sin embargo, para mantener trabajando la máquina de conversión de activos en valores debían venderse todas las secciones en cada una de las estructuras al efecto. La industria financiera ideó otra solución ingeniosa: clonó a los compradores ausentes, otro vehículo que compraría secciones en los vehículos de conversión, que habían sido desdeñados por la mayoría de los inversionistas, y los reempaquetó para que parecieran más atractivos. Esto marcó el nacimiento de las obligaciones de deuda garantizadas (odg).

Las hoy prácticamente difuntas odg fueron activos financieros emitidos por otra spe que fue creada con la única finalidad de comprar las secciones más bajas de nc2 y sus semejantes.[51] Este nuevo vehículo financió las compras de estas secciones emitiendo intereses de ingreso fijo a inversionistas que buscaban mayores rendimientos y que estaban dispuestos a creer que al reempaquetar las secciones del mezzanine en las estructuras de activos respaldados por hipotecas algunas secciones podían ser consideradas suficientemente seguras como para obtener una calificación de aaa o aa. Claro, esto dejaba pendientes las secciones más bajas, pero si tampoco podía colocárselas entonces el esquema de clonación de los compradores ausentes podía repetirse al constituir otro nuevo fideicomiso o sociedad anónima que reempaquetara las odg restantes, dividirlas de nuevo para los inversionistas y así una y otra vez. Esta cadena de fideicomisos, sociedades anónimas y activos que emitían nos deja no solamente con las odg, sino también sus versiones “al cuadrado” o “al cubo”. Para ver cómo funciona esto echemos un vistazo a los clones Kleros.

Kleros Real Estate cdo iii Ltd. fue una compañía con responsabilidad limitada constituida en las Islas Caimán (en adelante “Kleros-C”), un paraíso fiscal bien conocido. Más aún, las leyes del país protegen a las empresas registradas de juicios que inversionistas descontentos puedan iniciar en otras jurisdicciones; simplemente no reconoce ni hace valer los veredictos conseguidos en el exterior. El único accionista de Kleros-C era Kleros Real Estate cdo iii Common Holdings, llc (o “Kleros-D”), una empresa de responsabilidad limitada constituida en Delaware, en Estados Unidos. El único propósito del clon de Delaware era operar como accionista de Kleros-C y aparecer como el coemisor de los activos que emitiría. La mayor parte del tiempo, los activos financieros eran emitidos por una sola entidad, pero clonar Kleros permitió habilitar a ciertos inversionistas estadounidenses que por regulación tenían un límite a las inversiones que podían hacer en activos extranjeros, como las compañías de seguros, aplacando a los reguladores al poder señalar a un coemisor con sede en Estados Unidos.

Kleros-D tuvo por capital inicial solamente mil dólares y no tenía más activos que las acciones en Kleros-C. Invirtió un total de 2 500 dólares para comprar esas acciones, dando a Kleros-C la oportunidad de emitir mil millones de dólares en odg que prometían retornos fijos a sus inversionistas, que se pagarían de los activos convertidos en valores que Kleros-C todavía no había comprado. Las agencias calificadoras consideraron que la posibilidad de que todas las demandas y exigencias contra los propietarios de casas agrupadas con las secciones de mezzanine de las estructuras que las habían convertido en valores fallaran a la vez era suficientemente baja como para dar a las secciones senior de las odg en Kleros-C una calificación de aaa. Toda la estructura parecía algo genial hecho posible por otro más de los usos promiscuos de las personas morales combinado con el cálculo de probabilidades basado en algunos supuestos atrevidos. Los activos al interior de Kleros-C habían sido desdeñados por inversionistas cuando fueron ofrecidos por primera vez disfrazados de secciones de mezzanine en nc2, pero combinados con otras secciones similares de otras estructuras de conversión de activos en valores parecían mucho más atractivos. Después de todo, no todas las secciones de mezzanine fallarían necesariamente, y siempre que entrara suficiente flujo de efectivo para mantener a la mayoría de los inversionistas contentos la mayor parte del tiempo había poco de qué preocuparse —o eso parecía—.

Con el riesgo crediticio asociado a los propietarios de casas al final de esta cadena de entidades legales y de activos estructurados aparentemente diversificado, las odg proliferaron como hongos. Se emitieron setecientos mil millones de dólares en odg entre 2003 y 2007, en el pico del mercado, a menudo respaldadas por intermediarios con buena reputación.[52] Todas juntas, las áreas de valores de Merrill Lynch, Goldman Sachs y Citigroup tenían “más de treinta por ciento de las odg estructuradas entre 2004 y 2007”, y Deutsche Bank y ubs, que respaldaron la operación de Kleros, pertenecían al grupo superior de bancos globales en este segmento de mercado.[53]

Con todo, los inversionistas que sí compraron odg en sus formas básica, cuadrada y cúbica pronto se vieron en un lío. Cuando cayeron los mercados de bienes raíces, los propietarios de casas no pagaron y la demanda de los inversionistas se agotó, las odg se volvieron tóxicas. Nadie quería tenerlas ya, porque nadie podía estar seguro de qué había dentro de ellas —a pesar de los largos prospectos de transparencia que las ofrecieron a los inversionistas—, y ciertamente tuvieron que deshacerse de la idea de que podrían convertirlas fácilmente en dinero cuando lo pidieran. Los inversionistas que no pudieron salir lo suficientemente rápido vieron tambalearse sus fortunas. Peor aún, los tratos de conversión de activos en valores ya no tenían un comprador confiable para las secciones que nadie más quería, y cuando las odg cayeron en desgracia el mercado de conversión de activos en valores dio un parón angustiante. Esto, a su vez, precipitó la caída de los intermediarios financieros que habían creado ese mercado, los Bear Stearns y Lehman Brothers de este mundo, junto con sus pares.

El sistema financiero, que se había basado en supuestos sobre retornos futuros revestidos por los módulos del capital, se vino abajo como un castillo de naipes. Es posible disfrazar cualquier derecho o demanda poniéndola en fideicomisos o sociedades anónimas y decorarla con etiquetas como de sopa de letras, como spe, mbs, odg y sus variantes cuadradas, cúbicas o incluso sintéticas. Sin embargo, del otro lado de cada trato siguen estando las mismas casitas de siempre, con sus propietarios que a duras penas pueden costearlas y que quizá no mantengan su valor una vez que se agote la máquina de financiamiento que ayuda a mantener los precios de los bienes raíces.

La alquimia del dinero privado

El sueño de crear algo de la nada es tan viejo como la especie humana. Los alquimistas han buscado desde siempre recetas para hacer su propio oro y los gobiernos han diluido una y otra vez los contenidos del oro de las monedas producidas que acuñan mezclándolo con metales de menor valor para mejorar su capacidad de gasto.[54] Cuando los gobiernos abandonaron el patrón oro muchos no resistieron la tentación de imprimir tanto dinero como necesitaran para sus ambiciosos esfuerzos guerreros o los esfuerzos de reformas sociales —con no poca frecuencia imponiendo enormes “impuestos” inflacionarios a sus ciudadanos, y en el peor de los escenarios desatando episodios de hiperinflación que destruyeron los ahorros privados y alimentaron la inestabilidad social y política—. Alemania en los años 1920 es un caso de libro de texto, pero la hiperinflación, convencionalmente definida como una inflación mensual del cincuenta por ciento o más, no ha sido erradicada. Considérese, por ejemplo, Venezuela, donde la inflación se proyectaba para alcanzar un millón por ciento en 2018.[55]

Los gobiernos típicamente cumplen su promesa de crecimientos futuros para respaldar el dinero que ellos (o sus bancos centrales) imprimieron o de la deuda que usan en su lugar para llenar las arcas del Estado. Los Estados al menos tienen el poder de imponer obligaciones a sus ciudadanos para cumplir estas promesas, inclusive si para ello les imponen medidas draconianas de austeridad.[56] Los privados no tienen esos poderes. Tienen que cumplir con lo que tienen o con lo que otros estén dispuestos a darles voluntariamente. Con todo, los intermediarios privados no han sido capaces de resistir la tentación de acuñar dinero como si no hubiera un mañana. Imaginan utilidades fantásticas en el futuro, pero en los hechos tendrán que conseguir nuevos préstamos para cubrir sus deudas pasadas, y si esto no funciona, como se hace cada vez más probable una vez que las tasas de fallas aumentan y los prestamistas se ponen cautelosos, tendrán que rogar por un salvavidas del Estado.

En la Francia del siglo xix los hermanos Péreire crearon un nuevo tipo de intermediario financiero, el Crédit Mobilier. Esperaban hacer realidad sus sueños de “hacer banca sin dinero”.[57] Más de un siglo después, Robert Merton, coganador del premio en Ciencias Económicas en Memoria de Alfred Nobel por su contribución a la teoría de valoración de opciones, tuvo un sueño similar sobre los “retornos sin inversiones”, al fundar junto con otros el fondo de cobertura Long-Term Capital Management (ltcm).[58] No es poco irónico que los hermanos Péreire, que eran los seguidores de un movimiento socialista y espiritual conocido como sansimonismo, y un economista contemporáneo con un hondo conocimiento del arte del modelaje matemático de los activos financieros, buscaran realizar el mismo sueño. Tristemente para ellos como para el resto de nosotros, no hay muchos sueños que se hagan realidad.

El salto a la fama de los hermanos Péreire lo deben a su invención de la banca basada en el constante refinanciamiento de la deuda pendiente.[59] El Crédit Mobilier se constituyó en 1852 después de un intenso cabildeo para obtener la necesaria licencia bancaria.[60] El banco se organizó como una sociedad por acciones. Consiguió sesenta millones de francos franceses respaldados por la garantía personal de los fundadores, de la que solamente el cincuenta por ciento se pagó en los hechos. Crédit Mobilier luego tomó ciento veinte millones de francos en depósitos (es decir, deuda) y también emitió instrumentos de deuda al tenor de seiscientos millones de francos. En su mayoría, estos bonos corporativos eran obligaciones fijas con intereses —el tipo de activos que también preferían los inversionistas en rmbs—. El banco usaba el dinero que había recibido de sus acreedores para invertirlo en empresas de ferrocarriles, canales, caminos y minas y en bancos en Francia y en todo Europa, de España a Rusia. Las acciones que tenía Crédit Mobilier en estas compañías se usaban como garantía para respaldar los bonos que emitía a nombre propio —una estructura que anticipaba el juego de la deuda de Lehman—.

En los hechos, los hermanos Péreire apalancaron un banco para financiar inversiones en empresas de infraestructura por toda Europa. La compañía pagaba dividendos altos para impulsar el valor del precio de las acciones de Crédit Mobilier, con lo que mantenían contentos a los accionistas existentes y atraían a otros nuevos, pero para mantener ese esquema por largo tiempo no bastaba con atraer a nuevos accionistas o tenedores de bonos y tomar sus contribuciones para pagar dividendos o utilidades fijas a los viejos accionistas y tenedores de bonos. Esto se parece a una trama Ponzi, llamada así por un italoamericano de primeros del siglo xx que atraía inversionistas prometiéndoles retornos extraordinarios, cuando en realidad simplemente usaba el dinero de los nuevos inversionistas para pagar dividendos a los accionistas anteriores.[61] Esto funciona siempre que cada día se presenten suficientes inversionistas, y en efecto puede funcionar por décadas inclusive ante los ojos de poderosos reguladores del mercado financiero, como la sec, como ha demostrado la sigilosa trama Ponzi de Bernard Madoff, que solamente estalló después de la crisis de 2008.[62] Con todo, en algún momento algunas inversiones deben producir algunas utilidades reales para que la compañía sobreviva, lo que era mucho pedir en el caso de Crédit Mobilier, puesto que la mayoría de sus inversiones se hicieron en proyectos de infraestructura que son, por naturaleza, inversiones de largo plazo.

Eventualmente, los inversionistas en Crédit Mobilier se preocuparon y una vez que fueron demasiados, otros les siguieron. Cuando el precio de las acciones del banco empezó a tambalearse, el esquema todo se fue para abajo y ocurrió una estampida. Los nuevos acreedores dejaron de llegar, los viejos acreedores exigieron que se les pagara y cuando eso no ocurrió buscaron recuperar sus garantías. Por desgracia para ellos, los activos que respaldaban sus inversiones —las acciones en las compañías que Crédit Mobilier había adquirido— no ofrecieron dividendos reales a tiempo. En los hechos, muchas iban menos bien de lo esperado y conforme caía su valor también caían las esperanzas de los acreedores de salir de sus pérdidas alguna vez, inclusive si iban a la corte.

Pocos observadores revisaron la estructura de Crédit Mobilier y lo vieron como era en un momento en que Crédit Mobilier iba viento en popa, con una notable excepción. En 1856, diez años antes de que el banco se colapsara bajo su propio peso, Carlos Marx escribió un durísimo artículo en el New York Tribune: “Los propietarios de estas obligaciones”, resaltó sobre los acreedores de Crédit Mobilier, “por consiguiente, comparten todos los riesgos de los accionistas sin participar en sus beneficios”.[63] El mismo punto podría haberse discutido sobre Lehman Brothers y sus pares. Como lo vio Marx, la estructura financiera de Crédit Mobilier implicaba que estaba condenado al fracaso, haciendo que el rescate gubernamental fuera prácticamente inevitable, pero advirtió de que el éxito de una intervención así no podía darse por sentada. “¿Demostrará [ Louis Bonaparte] ser más solvente que Crédit Mobilier? Esa es la cuestión”.[64]

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