Kitabı oku: «El código del capital», sayfa 14
Al regularizar el otorgamiento de privilegios, el Parlamento limitó los poderes discrecionales de la Corona, pero la regularización produjo sus propios costos. Las patentes solían ser una excepción pensada en términos muy estrechos a una prohibición general de los monopolios; ahora se habían convertido en un valioso activo de capital por el que pelear en la corte o cabildear ante los legisladores. Los cazadores de patentes invocaron derechos naturales y la libertad lockeana para disfrutar de los frutos del trabajo propio, mientras que los oponentes de las patentes enfatizaban los efectos de los monopolios contra la competencia. En muchos Estados, la regularización de los derechos de propiedad intelectual fue ardientemente debatida y recibió una oposición fiera. Los Países Bajos llegaron al extremo de abolir las patentes en 1869; otros países cambiaron de dirección varias veces en respuesta tanto a presiones internas como a presiones externas.
Cuando el imperio austrohúngaro buscó atraer empresas de toda Europa a una exposición internacional que tuvo lugar en Viena en 1873, los asistentes potenciales insistieron en la protección legal de sus intangibles antes de comprometerse a asistir. Para asegurar el éxito de la exposición, el imperio Austrohúngaro adoptó una ley temporal que protegía los derechos de propiedad intelectual de esos extranjeros.[44] Al final la exposición resultó ser un desastre colosal, pero a causa de dos eventos sin relación con eso —una importante crisis financiera y una epidemia de cólera—. Pese a ello, puso la cuestión de los derechos transnacionales de propiedad en la agenda de los legisladores nacionales e internacionales y dio ímpetu al primer tratado internacional, el Convenio de París para la Protección de la Propiedad Industrial.[45]
Al sumarse a tratados internacionales como el Convenio de París, los Estados soberanos se comprometieron a reconocer las protecciones legales de los derechos de propiedad intelectual que se hubieran creado bajo el derecho extranjero, pero lo hacían de forma estrictamente recíproca: reconocían los derechos otorgados por otros Estados siempre que dichos Estados hicieran lo mismo con los derechos creados bajo sus propias leyes. La internacionalización de los derechos de propiedad sobre intangibles creó un poderoso argumento en favor de las protecciones domésticas y es fácil entender por qué. Los países que no siguieran la tendencia ahora enfrentaban la desagradable opción de quedarse fuera del club, minando con ello su capacidad para atraer a los extranjeros al tiempo que también exponían a sus propias compañías al “robo” de propiedad intelectual en el extranjero.
La batalla entre los defensores del libre comercio y quienes abogaban por los monopolios temporales también ocurrió en Estados Unidos. Durante gran parte del siglo xix y primeros del siglo xx la balanza se inclinó contra las protecciones comprehensivas de los derechos de propiedad intelectual. Con una economía que todavía estaba relativamente atrasada y queriendo alcanzar a las potencias industrializadas de Europa, especialmente el Reino Unido, el país tenía pocas razones para asumir una posición fuerte sobre la protección de intangibles y por tanto para cerrar potencialmente fuentes críticas de conocimiento que podrían ser usadas para el progreso económico. Conforme el país maduró hasta convertirse en la nación industrializada líder, sin embargo, las actitudes cambiaron y Estados Unidos se convirtió en el principal campeón de los derechos de propiedad intelectual en el planeta.
La industria privada de Estados Unidos asumió el liderazgo en la elevación de los derechos de propiedad intelectual estadounidenses hasta hacerlos estándares legales globales. Argumentó en favor no solamente de fortalecer los derechos de propiedad intelectual en casa, sino de expandir esas protecciones globalmente. Esto se dice fácil, porque los principios de armonía entre los Estados soberanos limitan el alcance de las leyes nacionales de cada país más allá de sus propios territorios. La solución fue caracterizar como competencia desleal las violaciones de los derechos de propiedad que fueran protegidos por el derecho estadounidense, fuera o no el caso bajo el derecho del país donde la violación hubiera ocurrido. Más aún, la industria privada urgió al gobierno de Estados Unidos a imponer sanciones comerciales a los países que no se adhirieran a las normas estadounidenses.[46] Bajo la nueva Ley Comercial de 1974 las empresas inclusive obtuvieron el derecho de pedir al gobierno de Estados Unidos que impusiera sanciones contra otros países.[47] Semejante petición no era vinculante, pero dio a la industria una poderosa herramienta para torcer el brazo de su gobierno. La Ley Comercial de 1974 también introdujo un sistema de comités asesores que incrustó los intereses de la industria privada en el corazón de las políticas de comercio global de Estados Unidos. La Ley habla de “ciudadanos” que deberán informar al gobierno de sus necesidades, pero la mayoría, si no es que todos, los individuos que se han sentado en estos comités a lo largo de los años han sido directores ejecutivos o presidentes de grandes corporaciones, no ciudadanos ordinarios.[48]
Una persona en particular dejó una honda marca en la globalización de la protección de patentes de Estados Unidos: Ed Pratt, director ejecutivo de la farmacéutica Pfizer, que asumió la presidencia del Comité Asesor para Negociaciones Comerciales (actn por sus siglas en inglés) en 1981 y definió la dirección del comité por los años siguientes.[49] La compañía fue un importante abastecedor de penicilina para las Fuerzas Aliadas durante la ii Guerra Mundial y operó bajo un sistema de licencias obligatorio impuesto por el gobierno. Cuando, al final de la guerra, se levantaron esas restricciones, la prisa de cada compañía para patentar su propia medicina resultó en una fragmentación altamente ineficiente de los derechos de propiedad.[50] Para el mercado estadounidense las empresas pronto acordaron intercambiar patentes para consolidar sus respectivas ganancias, una práctica que eventualmente llevó a una investigación antimonopolios. Había, sin embargo, mercados más allá de Estados Unidos y del alcance de sus patentes donde las infecciones debían tratarse, y Ed Pratt llevó a Pfizer a construir una importante cuota de negocio en los países en desarrollo. Al principio Pfizer no se molestó demasiado por las patentes en sus operaciones de ultramar; siempre que los países carecieran de las capacidades tecnológicas para competir, la empresa podía obtener ganancias simplemente apoyándose en la brecha de conocimientos y habilidades como su principal ventaja. Cada vez más, sin embargo, Pfizer se enfrentaba a dos obstáculos: algunos países en desarrollo — India en primer lugar— pusieron en pie leyes que animaban la producción de medicinas baratas para su pueblo al tiempo que también imponían restricciones al alcance de los derechos privados.[51] Además, más y más países en desarrollo adquirieron el conocimiento y habilidades para poder alcanzar a competir con las empresas occidentales.
La respuesta a este embrollo fue globalizar las patentes según los estándares que el derecho estadounidense había desarrollado, y el actn —el comité que el director ejecutivo de Pfizer, Ed Pratt, presidía— se convirtió en una herramienta crítica para impulsar esta agenda. Fortalecer el sistema de sanciones comerciales de Estados Unidos fue parte de esta estrategia. Estados Unidos impulsó una mayor protección de los derechos de propiedad intelectual en todas partes haciendo de ella una condición para firmar nuevos tratados de comercio bilaterales o multilaterales, sin los cuáles los países no tenían acceso al mercado estadounidense.[52] En última instancia, sin embargo, la meta era incorporar los estándares que las compañías estadounidenses habían asegurado en Estados Unidos a un único acuerdo multilateral.
Torciendo la mano de otros Estados
El 1 de enero de 1995 se estableció la Organización Mundial de Comercio, un paraguas organizacional para gobernar el comercio internacional que tenía mucho tiempo preparándose. La idea se remonta a finales de la II Guerra Mundial, pero la Organización Internacional de Comercio se vino abajo cuando el congreso de Estados Unidos no ratificó su tratado fundacional. Las negociaciones multilaterales de comercio bajo los auspicios del mucho más flexible Acuerdo General sobre Aranceles y Comercio (gatt, por sus siglas en inglés) tomó su lugar. El gatt fue usado como una plataforma controlada por las economías más desarrolladas para liberalizar el comercio paso a paso, en una serie de rondas de negociación. Conforme se expandió el alcance de los acuerdos y más países participaron en él, se hizo un nuevo empuje para crear un régimen internacional de comercio, la omc. Justo cuando el libre comercio global se institucionalizó finalmente, el Acuerdo sobre los Aspectos de los Derechos de Propiedad Intelectual relacionados con el Comercio (trips, por sus siglas en inglés) creó importantes huecos para los monopolios en el régimen de libre comercio bajo la etiqueta de los derechos de propiedad intelectual. trips dio a las empresas tecnológicamente más avanzadas del norte global la opción de cercar su know-how y, por tanto, de remover el libre acceso a él por parte de potenciales competidores en países menos avanzados.
trips no armoniza del todo los derechos de propiedad intelectual, sino que en vez de ello establece estándares mínimos para el alcance y duración de esos derechos. Siguiendo el modelo de Estados Unidos mandata que no solamente los procesos, sino los productos sean también patentables —un aumento en su alcance respecto de los derechos de patentes que existían en muchos países—. Más aún, la duración de las patentes se estandarizó en veinte años. Lo más notable de trips, sin embargo, es que se adoptara. Las averiguaciones preliminares por parte del representante de comercio de Estados Unidos encontraron que resonaba poco en otras economías avanzadas y se topó con la oposición frontal del mundo en desarrollo.
La suerte de los acuerdos y normas internacionales no siempre la determinan los Estados ni sus representantes. Un vistazo más de cerca sobre el surgimiento de las reglas globales sugiere que la capacidad de actores privados clave para organizarse localmente es crucial.[53] De hecho, la construcción de los derechos globales de propiedad intelectual puede rastrearse directamente a la organización de las empresas privadas en Estados Unidos y también a su capacidad para movilizar a colegas empresariales en otras economías desarrolladas. En Estados Unidos, el sector empresarial asumió el liderazgo al establecer el Comité de Propiedad Intelectual (ipc, por sus siglas en inglés) en 1986. Se lo modeló según el actn, que había pavimentado el camino para el uso de las sanciones comerciales para proteger los derechos de propiedad intelectual en el extranjero y su meta explícita era extender el régimen estadounidense de derechos de propiedad intelectual al resto del mundo. La membresía en el ipc incluía una sección conjunta de líderes industriales en sectores que iban de las farmacéuticas a la tecnología para computadoras y comunicaciones, incluyendo a Bristol-Myers, fmc Corporation, General Electric, General Motors, Hewlett-Packard, ibm, Johnson & Johnson, Merck, Monsanto, Pfizer, Rockwell International y Warner Communications.[54]
Estas empresas se acercaron a sus contrapartes en Europa y en Japón y junto con ellas formaron una alianza global de empresas que exigió una protección más fuerte de los derechos de propiedad intelectual.[55] El régimen de sanciones comerciales de Estados Unidos ayudó a ganar a los países en desarrollo y los mercados emergentes después de que varios de estos países aprendieran de mala manera que Estados Unidos estaba dispuesto a usar las sanciones comerciales para proteger los derechos de propiedad intelectual en terceros países. En 1989, por ejemplo, Estados Unidos exigió aranceles por 59 millones de dólares contra Brasil, que se eliminaron solamente cuando Brasil prometió actualizar su régimen de propiedad intelectual. Temiendo repercusiones similares, México accedió a imponer protecciones extensivas de la propiedad intelectual en el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (tlcan) de 1994, llevando a un representante de la industria a afirmar: “ México nos dio todo lo que queríamos”.[56] Otros países aceptaron trips por miedo a ser exprimidos y expulsados de los principales mercados si no lo hacían. Otros más contaban con un mejor acceso a mercados para sus productos agropecuarios si lo aceptaban —ésta resultó ser una mala apuesta, pues las negociaciones agrícolas fracasaron en gran medida por la resistencia del norte—.
A pesar de la poderosa voz de la industria, trips tuvo muchos críticos, incluyendo a los principales economistas en Estados Unidos y otros lugares.[57] Ellos clasificaban los derechos de propiedad intelectual como monopolios que generarían obstáculos al comercio global, reflejando los argumentos que habían presentado los defensores del libre comercio en el siglo xix. Pese a todo, trips fue adoptado. Un observador señaló con claridad los mecanismos subyacentes. “Los Estados coartan a otros Estados”, opinaba Drahos, a menudo con su poderío militar, pero en este caso con su poderío económico.[58] Pero los Estados no fueron los principales impulsores de las reformas legales en este caso. Más bien, algunos Estados cumplieron los encargos de poderosos intereses industriales.
Los Estados quizá hagan muchos compromisos en los acuerdos internacionales, pero el hecho de que los implementen o no suele ser una cuestión diferente y hay poco que otros Estados puedan hacer para asegurar que se cumpla lo acordado. Aun si llevan un caso a la Corte Internacional de Justicia y la Corte les da la razón no pueden apoyarse en alguaciles u otros agentes que hagan que se ejecute un juicio si un Estado soberano decide no cumplirlo. A diferencia de la mayoría de los acuerdos internacionales, la omc incorpora un mecanismo completo de resolución de disputas e inclusive un órgano de apelación. No tiene gendarmes ni alguaciles y como tal le falta la insignia de la aplicación coercitiva de la ley que caracteriza a los Estados soberanos. En vez de ello, la legislación de la omc da poder a los Estados que ganan una disputa para tomar represalias contra el Estado perdedor si éste no cumple el veredicto.[59] Algo muy importante es que solo un Estado en contienda puede tomar medidas de represalia, lo que deja a esta arma sin carga en el caso de países con poco peso económico, pero le da municiones aún más grandes en el caso de los Estados con grandes economías. Sí requiere que sea un Estado quien presente un caso, pero ciertamente en Estados Unidos los privados han conseguido palancas suficientemente poderosas sobre el gobierno estadounidense como para asegurarse de que se usará ese mecanismo de cumplimiento.
La historia de trips tiene interesantes paralelismos con la conquista legal de la tierra en territorios extranjeros de la que se habló en el capítulo 2. Cuando los colonos llegaron al “nuevo mundo” afirmaron que nadie antes que ellos podría de ninguna manera tener un título anterior, porque solamente los colonos habían descubierto la tierra y la habían mejorado. Sin importar que los pueblos indígenas hubieran estado ahí antes, fueron expulsados de su tierra sin debido proceso ni compensación, porque sus demandas no fueron reconocidas por la ley. El descubrimiento y mejora fueron considerados suficientes para superar el principio de anterioridad para dar prioridad a demandas encontradas sobre el mismo recurso.
Con un espíritu similar, los primeros intentos de asegurar que trips mediara entre diferentes formas de definir la propiedad intelectual fueron rechazados por las empresas privadas del norte global. Su elocuente argumento fue que ese trato legal alternativo ofrecía un “tratamiento inadecuado de los derechos de propiedad intelectual”.[60] En sus cabezas solo había una forma de configurar los derechos de propiedad intelectual: la de Estados Unidos. En realidad, no hay nada parecido a un derecho de propiedad genérico, sea intelectual o de otra naturaleza. El Privy Council y la Corte Suprema de Belice lo entendieron cuando reconocieron las prácticas indígenas de uso del suelo como derechos de propiedad, y los mismos principios podrían y podría decirse que deberían aplicarse a los derechos de propiedad intelectual. Al respaldar un enfoque singular basado en los intereses empresariales en la economía más avanzada el mundo perdió una oportunidad crucial para crear un régimen de derechos de propiedad intelectual con una diversidad significativa y, lo que sería clave, para preservar al menos parte de los comunes globales sobre el conocimiento. Entonces como ahora la carrera para monetizar los activos ganó, requiriendo su codificación como capital.
Los secretos comerciales en la era del big data
Los derechos de propiedad son privilegios legales respaldados por el Estado que extienden los derechos de prioridad de un dueño contra el mundo. Los Estados no ofrecen sus poderes coercitivos para proteger cualquier demanda o derecho; los derechos de propiedad tienden a ser enumerados y a estar sujetos a las formalidades y requerimientos de publicidad. Esto también vale para las patentes. Tienen que cumplir el estándar que establece la ley para patentar un invento, como su novedad y utilidad. Como quid pro quo para conseguir la patente, quien la solicita debe hacer públicas las características clave de su invento, lo que implica que alguna información sobre el producto puede ser filtrada a otros. Si, sin embargo, el inventor necesita que el Estado reconozca y proteja sus derechos contra el mundo, otros deben ser avisados de sus contenidos y alcance. ¿De qué otra forma sabrían los demás cuando los violan?
Claramente, revelar los detalles de un invento rara vez le interesa a un aspirante a monopolista. Claramente también nadie está obligado a buscar una patente para un invento o descubrimiento. Los potenciales tenedores de patentes que teman que demasiada secrecía pondría en riesgo su descubrimiento o invención pueden por tanto decidir pasar por alto el proceso de patente y más bien apoyarse en la legislación sobre secretos comerciales.[61] Mejor aún, pueden combinar ambos. En la era del big data y los avances tecnológicos las patentes y los secretos comerciales ya no se buscan como alternativas, sino que se han convertido en complementos y con efectos poderosos y excluyentes.[62]
La capacidad de Myriad de convertir la patente del brca en utilidades durante años después de que la patente fue anulada ilustra cómo funciona esto. Myriad obtuvo la patente del brca tipo 1 en 1994 y ésta fue anulada por la Suprema Corte de Estados Unidos en 2013. Pese a todo, aún en 2017 Myriad vivía de la patente del brca. El secreto para este éxito continuo es que la empresa usó la patente del brca para generar datos, construyendo una base de datos sin par entre sus competidores. Myriad usó su patente del brca para impulsar a doctores y pacientes para que usaran sus procesos para buscar el gen y para compartir datos con la empresa, y la empresa ahora protege sus datos sin par con ayuda de la legislación de secretos comerciales. La patente del brca ha sido descrita correctamente como una “ patente que genera datos” y los datos, no la patente como tal, mostraron ser la fuente de riqueza duradera de Myriad. Desde la perspectiva del bienestar social, esos datos serían aún más valiosos bajo dominio público para responder a preocupaciones de salud pública, pero el bienestar público y el privado no siempre van de la mano, como tampoco van de la mano la riqueza privada y la pública.[63]
El fundador de Myriad, el doctor Skolnick, detectó el potencial para casar la genética con la genealogía al principio de su carrera, cuando realizó su investigación doctoral para obtener un grado en genética (ya tenía un grado en economía) en Italia y se topó con tres mormones que recolectaban datos parroquiales para identificar a los ancestros de sus comunidades en Utah. Unos años después sugirió vincular la Genealogía Mormona de Utah con el Registro de Cáncer de Utah para facilitar el proceso de identificación de genes.[64] Después de que Myriad identificó la secuencia del brca y de que la patentó, la empresa no solamente ofrecía la prueba, sino que también recogía datos de cada paciente, incluyendo sus variaciones específicas del gen defectuoso, la manifestación o fenotipo del cáncer, la historia familiar y el conjunto de genes al que pertenecía. Esta base de datos se convirtió en el mayor activo de Myriad. En 2005 la empresa dejó de aportar información a las bases de datos públicas y dejó de compartir sus propios datos con otros.[65] Como han notado Simon y Sichelman, “lo que empezó como una protección con patentes para una información genética hoy incluye la protección comercial de secretos de la base de datos de Myriad de las secuencias genéticas completas de los pacientes y su información fenotípica, además de las correlaciones y algoritmos resultantes del acceso a ese tesoro de datos.”[66]
En esencia, las “patentes que generan datos” dan al tenedor de la patente un arranque adelantado sobre otros en la creación de una enorme base de datos privada que será hecho valer a través de la legislación de secretos comerciales tiempo después de que la patente en sí misma haya expirado. En contraste con los derechos de propiedad intelectual convencionales, los secretos comerciales no tienen límite.[67] Es, por su puesto, irónico que las empresas que abren brecha en el progreso tecnológico en el siglo xxi estén usando uno de los trucos más viejos del oficio, uno que se asocia más con la protección de los gremios que con los mercados libres, pero esto no es nada nuevo tampoco. Recordemos que los recién acuñados terratenientes de los primeros tiempos modernos se refugiaron en la ley feudal del entail para proteger sus derechos de propiedad ante los acreedores.[68]
Los gremios y cofradías de la Edad Media giraban en torno a clubes de artesanos que protegían sus intereses contra los competidores de fuera. Los miembros de cada gremio o cofradía hacían un juramento de proteger las habilidades del oficio y los aprendices que se unían a un maestro para aprender ese oficio debían hacer un juramento de que no divulgarían los secretos de su maestro a los no iniciados. Lo aprenderían, dominarían y lo pasarían a la siguiente generación de aprendices, que se adherían a los mismos principios de secrecía. Es poco probable que todos los miembros o aprendices de un gremio cumplieran siempre sus promesas, pero ha habido sorprendentemente pocos pleitos en las cortes.[69] Solo se puede especular que estas normas eran hechas valer informalmente con lazos de reputación y, como último recurso, con la expulsión.[70]
Las barreras a la competencia que crearon los gremios fueron eventualmente desmanteladas en nombre de los mercados libres y competitivos. Según Polanyi, “en los siglos xv y xvi la acción deliberada del Estado impuso el sistema mercantil al proteccionismo más encarnizado de ciudades y principados”.[71] Al hacerlo, el Estado abrió paso al ascenso del principio de mercado, subordinando a la sociedad a él.[72] Igualmente importante es que la cambiante organización del espacio de trabajo, de los pequeños talleres propiedad de individuos a las grandes fábricas con miles de empleados, cambió fundamentalmente la vieja relación del amo y el sirviente.[73] Liberar al trabajo de la servidumbre y destruir las prácticas anticompetitivas de los gremios sentó las bases para la emergencia de las grandes operaciones empresariales con miles de empleados. Sin embargo, estas nuevas empresas pronto empezaron a recurrir a prácticas como las de los gremios y cofradías, que a menudo defendieron con éxito ante las cortes, para impedir que sus empleados comerciaran libremente con su conocimiento en el mercado laboral. La libertad, según parece, es una espada de doble filo y los ganadores de la última batalla para liberar a los activos y sus tenedores de las cadenas de las reglas anteriores pronto se vieron a sí mismos adaptando esas mismas reglas para proteger sus propias ganancias.
La nuez de la doctrina de los secretos comerciales, según evolucionó en Estados Unidos, es que cierta información y know-how pueden ser protegidos para que otros no los usen, aún si no llegan al nivel de las innovaciones patentables. En el siglo xix este cuerpo legal fue puesto en uso para impedir que los empleados usaran las habilidades que adquirieron en una compañía para emplearse libremente en otro sitio. La empresa estadounidense DuPont fue la punta de lanza de los acuerdos contractuales al efecto.[74] Las cortes de Estados Unidos pronto hicieron valer esas restricciones, llevando con ello el cálculo medieval a las relaciones laborales de la edad moderna. Por una parte, la legislación laboral en Estados Unidos apoya el “empleo a voluntad”, lo que otorga a los empleadores gran flexibilidad en el despido de los trabajadores y, por la otra, permite a los empleadores restringir la capacidad de los empleados de desplegar sus habilidades.
En el pasado las patentes y los secretos comerciales cruzaron sus caminos. Los inventores elegían entre patentar o apoyarse en la legislación sobre secretos comerciales, dependiendo de la naturaleza de su invención, los costos y la probabilidad de obtener una patente. La llegada del big data, sin embargo, ha creado las condiciones para una nueva y poderosa mezcla de patentes y secretos comerciales, y esto no se limita a la industria farmacéutica. La historia de éxito de Google, por ejemplo, repite la de Myriad de modos interesantes. A menudo se dice que Google y otras grandes empresas tecnológicas no usan patentes. Parecen poder prescindir de los poderes coercitivos del Estado cuando se trata de proteger sus activos más valiosos: los datos que tienen sobre nosotros. Esta historia, sin embargo, está incompleta, por decir lo menos. La tecnología de búsqueda que Google ha desplegado para construir su imperio de datos fue patentada. Es propiedad de la Universidad de Stanford, pero Google tenía la licencia exclusiva de PageRank (que ya expiró). El propio abogado de patentes de Google afirmó que PageRank es “una de las más famosas y valiosas patentes de software modernas”. [75]
Puede desecharse esto como la típica hipérbole de abogado, pero encaja perfectamente en la visión del mundo de los abogados de patentes que han afirmado que las patentes, no los humanos, fueron responsables de la revolución industrial.[76] Con todo, a menudo celebramos los nuevos descubrimientos y los logros técnicos, pero ignoramos el trabajo legal tras bambalinas que da a estos logros sus duraderos efectos en la riqueza. La noción de que las patentes impulsaron la revolución industrial va en línea con el argumento presentado en este libro de que el capital está codificado en la ley y eso incluye la codificación de la “propiedad” intelectual humana. Las patentes han sido igualmente cruciales para la producción de la riqueza privada asociada con las dos revoluciones postindustriales: la de la biotecnología y la del software. Sostener que el brca era patentable ya fue un logro notable en ingeniería legal, aun cuando en última instancia fracasó, pero el PageRank de Google no se queda atrás. Los abogados de Google lograron obtener una patente sobre algo que puede describirse de la mejor manera como un sistema archivístico, algo tan ordinario que es difícil ver cómo calificaría como una invención. Lo que lo puso aparte de los sistemas archivísticos ordinarios fue no su substancia sino su forma digital: un algoritmo para organizar y ordenar los documentos digitales con base en la cantidad y calidad de los vínculos entre ellos. Esto la pone apenas en el límite de los requerimientos de las patentes de proceso, que requieren algún producto o “transformación”, no solamente un cambio de forma, para ser patentables.[77]
La patente le permitió a Google construir una enorme base de datos de usuarios ordinarios de internet igualada solamente por sus rivales cercanos de Facebook y Amazon. Google no ha titubeado en usar la legislación de secretos comerciales para restringir las acciones de los antiguos empleados, minando con ello una de las ventajas comparativas del entorno legal de Silicon Valley: las cláusulas de no aplicabilidad y de no competencia.[78] Cuando la tecnología de la información maduró, otras empresas de tecnología, como ibm en la ruta 128 de Massachussets, invocaron esas reglas para mantener su know-how en casa, pero pronto Silicon Valley ganó la competencia con su cultura de espontaneidad y libertad, de start-ups y nuevos negocios. No siguió siendo así por mucho tiempo. Google recientemente demandó a Uber después de que uno de sus empleados más valiosos cambió de bando, afirmando que se había apropiado de secretos comerciales sobre autos que se conducen solos de una o más de las subsidiarias de la empresa.[79] El caso civil se resolvió con un acuerdo, pero los procedimientos criminales siguieron y Google cooperó con las autoridades.[80] El patrón sonará familiar a estas alturas: los anteriores actores disruptivos de las leyes existentes o en tecnología aprenden rápidamente que solamente invocando protecciones legales para sí (a menudo la misma protección contra la que recién habían peleado) pueden proteger sus propias ganancias. Notablemente, a menudo encuentran una corte, o inclusive una legislatura, que se ponga del lado de su nueva visión del mundo.[81]
El segundo cercado (esta vez del conocimiento, no de la tierra) ocurre con menos ruido que el primero y sin violencia física, pero sus repercusiones podrían ir más lejos. Fue traumático para los comuneros perder la base de su sustento, como lo fue para los pueblos originarios ser expulsados de las tierras que habían ocupado y usado por siglos. Ahora podemos perder el acceso a nuestros propios datos y al código de la naturaleza con el único objetivo de dar a ciertos tenedores de activos otra oportunidad para expandir su riqueza a costa de los demás.